Hermanos ante todo

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Hoy continúa la búsqueda activa de Dylan Roccet. El bajista de la banda de los BulletFord fue acusado de abusador sexual tras un video que salió a la luz, donde se ve involucrada la ya fallecida cantante, Callie Morgan.

Chris Freedman: 

—Nómbrame diez cosas que amas hacer.

Comencé a hacer el listado:

Me encanta comer pizza los viernes por la noche mientras veo alguna serie en el computador.

Me encanta leer libros policiales.

Me fascina dormir.

Fumar hierba.

Me gusta aprender a tocar instrumentos...

Me estaba quedando sin ideas... Esas preguntas de: Quién eres o qué amas hacer, me resultaban complicadas. Me daba cuenta de que ni siquiera me conocía a mí mismo.

Me gusta... cocinar.

Ah, me encanta ver fotos antiguas.

¿Sabes lo otro que me encanta? Es raro, lo sé, pero me gusta hacerme cosquillas en el paladar con la lengua.

Ella soltó una risa mientras miraba las estrellas, recostada en el pasto de las laderas. Me obsequió una sonrisa meliflua y sincera, tan tranquilizadora y prometedora que sentí paz. Habíamos estado discutiendo día tras día y ese momento, al fin, estaba siendo genuino.

Se rascó el paladar y rió debido a las cosquillas. Sin embargo, fue tan efímero que dejó de hacerlo. Su semblante tranquilizador y genuino se transformó en uno triste.

—¿Pasa algo?

Ella tragó saliva y, a decir verdad, conocía perfectamente aquella sensación de tener atorado algo en la garganta y de no poder expresarlo. ¿Le habían hecho daño? ¿Dylan, tal vez? No lo sé, pero de que había angustia, la había.

—No... —Me obsequió una sonrisa que percibí como preocupada—. No, de hecho... estoy bien. ¿Por qué preguntas?

—No sé, te veo... ¿triste?

—Estoy teniendo un par de problemas, pero recordarlos me hace mal. Ya estaré mejor. 

—¿Qué clase de problemas? —inquirí y me incliné hacia adelante para prestarle más atención, pero ella, al parecer, no tenía intenciones de contarme.

—Es que... ¿Sabes qué? Olvídalo.

—Callie, sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad? Si te pasa algo... solo quiero que sepas que puedes confiar en mí. ¿Alguien te hizo daño?

—Ahora mismo yo me estoy haciendo daño —dijo prendiendo el cigarrillo—. Drogándome una y otra vez...

Y ahí estaba de nuevo... la misma conversación de siempre, una y otra vez.

—Me estás culpando, ¿verdad?

—¡Quiero salir de este maldito círculo! ¿Qué no lo entiendes? ¡Me estoy destrozando! —chilló, colocándose de pie—. ¡Tengo ansiedad, tengo rabia...! ¡No puedo pensar en otra cosa que en drogas! ¡Me están consumiendo estar aquí! 

—¡Pero no es mi culpa, Callie! ¡No lo es!

Callie cubrió su cara con sus manos y largó un lloriqueo agónico del que no podía parar. Lo peor es que ella guardaba una tristeza interna tan poderosa que se sentía a kilómetros de distancia. Para ser sincero, jamás había presenciado unos ojos tan juguetones y cansados al mismo tiempo. Ella era un alma triste intentando luchar. 

Exhalé. 

Había sido difícil para mí, todo lo había sido. Yo simplemente la quería y ya estaba, la quería muchísimo, tanto que me consumía. Éramos dos personas tan dañadas que se complementaban de la misma forma que se destruían. Éramos un espejo, un reflejo de sufrimiento. Teníamos la necesidad de permanecer juntos porque simplemente sentíamos el dolor del otro...

—¿Tú seguirías conmigo si no te sigo proporcionando drogas? —me atreví a preguntar.

Ella se volvió a sentar mientras sollozaba. Colocó las rodillas pegadas a su pecho, las rodeó con sus brazos y afirmó su barbilla ahí mientras las lagrimas y el maquillaje se escurrían como un mar negro lleno de dolor.

—Te hice una pregunta, Callie, solo pido que seas sincera.

—Chris...

—Merezco saber si me quieres o solo estás jugando conmigo... Creo que merezco saberlo.

—Yo te quiero... vale. Te quiero mucho...

—Pero...

—¡No hay peros!

—¡Si los hay, Callie, basta ya!

—¡No!

—Es por John, ¿verdad? —Me senté a su lado, frustrado.

—Es complicado... Es jodidamente complicado...

—Yo sé que a él le gustas, ¿vale? Yo sé lo que pasa entre ustedes y también sé que te alejaste de él porque crees que no lo mereces.

—Chris...

—¿Cómo crees que me siento yo al saber que viniste hasta mí porque no te sentiste suficiente con mi hermano? Yo soy lo más bajo ¿no? Lo peor es que aun así, daría todo por ti. 

—¡Lo que me pasa no tiene nada que ver con ustedes dos, Chris!

—¡Entonces dime qué te pasa para ayudarte!

—¡No quiero! ¡Basta! ¡Solo... basta!

Los recuerdos atormentaban a la mente de Chris de manera salvaje. La recuperación no era fácil. Había estado día tras día tratando de superar el momento en el cual supo que Callie había muerto. No podía creer que minutos antes de eso, él estaba pensando en quitarse la vida después de lo que pasó en la fiesta. Él iba a morir, sin embargo, no fue él quien terminó con un destino como el de ella.

¿Existían peores castigos que la muerte? Sí, la abstinencia.

¿Existía peor cosa que sentirse abandonado? No, no existía peor cosa para Chris, porque su hermano no se había comunicado con él, incluso, Javiera no había dado señales de querer volverlo a ver y eso le partía el corazón.

¿Dónde estaba Alex? Supuso que su amigo tampoco tenía intenciones de visitarlo.

—¿Puedo hacer una llamada? —le preguntó tímidamente Estefany, la enfermera de turno.

Estaba pálido, vulnerable. Sus sudaderas eran tan holgadas que las mangas cubrían sus manos. Se encontraba hecho un desastre y la sensación de abandono lo carcomía. ¿Y por qué? Porque ya lo había vivido antes, con sus padres que lo desecharon como a un perro.

Chris le temía al abandono como nadie.

Chris solo quería que alguien lo quisiera.

Pero tal vez debía empezar a quererse a sí mismo. 

Y claro, había alguien y se llamaba Javiera Koch, alguien que él amaba. Lo peor de todo es que la amaba tanto que aún no entendía por qué se enamoró de otra persona. ¿Amaba a Javiera? ¡Ni él lo entendía! Solo estaba consciente de que siempre estaría con ella, en las buenas y en las malas.

—No se pueden realizar llamadas. Además, nadie te ha llamado.

—¿Nadie? —inquirió pasando una mano por su barbilla, inquieto, envuelto en una capa de sudor frío—. ¿Está segura?

—Todos están pasando por un momento difícil, Chris. 

—Pero... ¿Puedo llamar a mi hermano? Hace un mes que no hablo con él.

—No sé si sea lo mejor.

—Por favor...

La enfermera resopló y miró a su superior para verificar que era mala idea. Para el beneficio del pelinegro, una de las enfermeras asintió, dándole la orden para que pudiera hablar con él.

—Gracias.

—Tendrás que colocarlo en altavoz.

—Me da igual, solo quiero hablar con mi hermano.

Entonces, la enfermera buscó en los números de emergencia y comenzó a llamar. Chris, pálido y con los labios casi morados, esperaba ansioso, inquieto, como un niño pequeño perdido en un supermercado. En ese momento añoraba que la persona que más quería en el mundo le contestara el teléfono.

—¿Aló? ¿Quién habla? ¡No estamos fumando hierba! —gritaba una chica riendo—. ¡John, alguien te llama!

La enfermera puso los ojos en blanco y miró a Chris diciéndole con la mirada que fue una mala idea llamarlo.

—Quién sea que llame no estoy.

—¿Con quién tengo el gusto de hablar? —ayudó la enfermera.

—Hola, soy Moon, un placer.

—¿Moon? —Se asomó Chris con un ápice de esperanza—. Moon, ¡soy yo, Chris! Escucha, necesito que me pases con mi hermano, ¿vale?

—¡El guapo Chris! Si no me dices que eres tú, ya hubiera colgado, papacito.

—Moon, vamos, pásame con mi hermano...

—¡Johnny, tu hermano!

Entonces todo se quedó en silencio. La desesperación por saber si su hermano quería hablar con él después de lo que pasó aquella noche lo sumergía en la incertidumbre. Con John solo habían dos salidas: O está de tu lado, o te manda al infierno, no importa quien seas ni donde te encuentres.

Vamos... Contesta...

—¿Qué quieres? —respondió, arisco; aunque a Chris no le importó en absoluto el tonillo quisquilloso.

—John... Hola.

—Llamaste para decirme ¿hola?

—No... yo... yo... Te extraño.

John no respondió.

—¿John?

—Qué quieres, Chris.

—¿Estás... bien?

—Más que bien. 

—¿Estás... drogado?

—Sí —rió traviesamente, a lo que también se escuchaba una risita de Moon—. Bueno, un poco.

—John, joder... No lo hagas...

—Estuve años aguantando tu luto de mierda, Chris; pidiéndote que dejaras de meterte toda la basura que te metiste. No me pidas a mí como tengo que vivir mi puto luto. Adiós.

—John...

—Adiós, Chris.

Y de pronto... la soledad volvió a atropellarlo.

Lo habían abandonado, todos lo habían hecho.

(**)

—¡Javiera, vuelve aquí!

—¡Déjame en paz!

—¡Javiera, Joder! Mira, hagamos algo... Hoy vamos a buscar a Alex.

—¡Déjame salir de la casa, Franco! 

—Me dices a cada rato que tú debiste morir en vez de Callie. ¡Claro que no te dejaré salir! 

Franco se frotó la frente. No había solución. Javiera no hacía nada más que intentar lastimarse. Si la dejaba sola un segundo, ella simplemente desaparecía y él no quería volverse a involucrar de nuevo en lo mismo.

De pronto el timbre sonó.

Javiera y Franco se miraron confidencialmente. Él, por un lado, abrió los ojos como platos, ella, por el otro, se alegró, ya que él la iba a descuidar por unos segundos.

—No-te-muevas —ordenó al mismo tiempo que se deslizaba hacia la puerta—. Ni se te ocurra.

Ella quiso salir corriendo.

—¡NO TE MUEVAS! —volvió a advertir, abriendo la puerta.

Cuando vio a esa persona, quedó más pasmado aún, tanto así que se giró hacia donde la rubia con una mirada que pedía una explicación.

Ella miró a Javiera y ella la miró de vuelta. ¿Era real lo que estaba presenciando? ¡Cómo era posible?

—Hola, Javiera ¿Puedo hablar contigo?

Javiera alternó la vista entre ella y Franco, quien se frotó la frente como si todo lo que estaba pasando era un infierno que no tenía solución. Tenerla en la casa significaba mucho, incluso ser catalogado como sospechoso nuevamente por la policía. Aquella muchacha era un imán para atraer problemas.

—Pasa —dijo Javiera desde atrás. Franco no se la podía creer.

—¿Qué? ¿En serio la vas a dejar pasar?

—Pasa, Meredith.

—Gracias.

La pelirroja se adentró cabizbaja y se sentó en el sofá tímidamente. Estaba deteriorada, perdularia. Su cabello ya no brillaba junto con su maldad, sino que todo se había opacado entre tantas mentiras y acciones cuestionables. Después de lo que pasó con Callie y con Dylan, ella no volvió a ser la misma, sin embargo, aún seguía buscando la esperanza de querer quedar bien con ese chico. Claramente no estaba dispuesta a confesarle que ella participó en el crimen de la pelinegra.

—¿Qué vienes a decirme? —Se paseó Javiera por la casa, increpándola—. ¿Qué después de que tu noviecito se aprovechara de Callie tú lo perdonaras y lo apoyaras? ¿Así es como una mujer apoya a otra mujer? ¡Idiota, eso es lo que eres!

Franco comenzó a prepararse un trago en la isla de la cocina, echando una que otra miradita a la escena.

—Yo... yo estoy arrepentida.

—¡Aaaah! ¡Arrepentida estás! —Alzó los brazos al cielo, irónica—. ¿Arrepentida de qué? ¡¿De no tener amor propio?!

—¿Cómo sabes que fue mi novio quien abusó de ella?

—¡Por qué está en todas las redes sociales! ¡Porque el rostro del enfermo de tu novio está siendo tendencia! ¿Te muestro la evidencia? ¡Te muestro el puto video si quieres, ciega! 

Ella abrió sus ojos como platos. Estaba consciente de que estaba perdida, de que estaba perdida junto a él. Ya era demasiado tarde para volverse su enemiga. ¿Era tarde para hacer justicia?

—Lo curioso es que se está diciendo que está muerto... ¿Es así? ¿Murió? ¿O acaso lo tienes escondido?

—¡Basta, Jota! ¡Basta! No sé dónde está, ¿vale?

—¡Lo estás encubriendo! ¡Te conozco! ¡Sabes lo que le pasará si llega a la cárcel! ¡Lo sigues apoyando, joder!

—Él me tiene amenazada, ¿vale? Me está pidiendo dinero.

—Entonces no ha muerto.

—¡No, no ha muerto! ¡Me quiere matar a mí! ¡Somos familia, Jota, ayúdame! 

—¿Te puedo hacer una pregunta?

—Javiera, por favor... solo te pido que me ayudes. ¡Eres mi prima!

—¿Tú mataste a Callie? ¡Ahora todo tiene sentido! ¡Tiene todo el sentido del jodido mundo! ¿Estás oyendo, Franco? —Él asintió, curioso—. Dylan quería silenciar a Callie antes que ella dijera que él había abusado de ella... ¡Y no encontró otra forma que usar a su marioneta! ¡Tú la mataste, idiota de mierda!

—¡Yo no lo hice!

—¡Llamaré a la puta policía!

—No... ¡No! ¡Javiera! ¡Ayúdame! ¡Soy tu jodida familia! ¿Acaso no lo entiendes?

Ella comenzó a marcar, pero Meredith le suplicó, tomándole la mano en la cual tenía el celular y casi colocándose de rodillas. Ella sabía que debía manipular a Javiera para no perder a Dylan. Ella lo daba todo por amor. Aunque claro, bien en el fondo de su perturbado corazón, sabía que él no la quería, pero le costaba reconocerlo. Más bien, no quería. 

—Por favor —suplicó—. No lo hagas... Yo no lo he hecho, Jota.

—¿Cómo puedo confiar en ti, Meredith?

—Porque yo sé quién asesinó a Callie Morgan. Yo te puedo contar paso a paso lo que sucedió.

—¿Y cómo sabes?

—Porque fui participe de aquello, pero yo no lo hice.

La rubia al escuchar las palabras como: fui participe de aquello, la dejó aún más descolocada. Su prima, su propia prima quién había sido su confidente, su amiga, su casi hermana, había participado en un jodido homicidio... En un homicidio de la mujer que Javiera quería demasiado y que cuya muerte le había impactado tanto hasta sentirse tan culpable como el que la mató. 

—Necesito que me cuentes todo, paso a paso antes de que te parta la maldita boca a puñetazos y te deje en el suelo. ¿Me oíste?

—No puedo contarte aún.

Javiera comenzó a alterarse. Era sabido y recalcado que cuando se metían con la gente que ella quería, se transformaba en alguien no muy agradable.

—¿No puedes contarme aún? ¿Y eso por qué?

—Porque te vengo a pedir dinero, si no me matarán y nadie podrá contarlo. Todo depende de mí. ¿Quieres que hable? Debes darme el dinero.


(**)

Último minuto:

El juez dictaminó que las pruebas de las cuales se le acusaban al señor Marcos Morgan, eran insuficientes. Desde la corte aseguran que una muchacha con problemas de drogas y alcohol no podía ser cien por ciento creíble.

El señor Marcos Morgan declaró que Dylan lo tenía amenazado y que todo se escapó de sus manos.





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