oficialmente, se acabó

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¡Feedback oficialmente terminó!

La banda que sacudió la mente de los adolescentes rebeldes se ha disuelto tras la muerte de la famosa cantante Callie Morgan. Expertos anticipaban este fatal desenlace.

Alex agachó su cabeza y se mentalizó que no debía hacer contacto visual con él. Por un momento creyó que se trataba de una pesadilla o también podía ser producto de posibles alucinaciones ligadas a la abstinencia. No estaba seguro, le parecía irreal. Marcos estaba más pálido de lo habitual. Sus ojos cansados seguían siendo altivos, despreciativos y a la vez perturbadores, turbios. Pero eso no era todo, ya que Alex estaba realmente asustado por la marca de la soga en el cuello de él.

Marcos esbozó una risita mordaz, lo suficientemente agitadora y oscura como para que Alex sintiera temor.

Ambos estaban vestidos con el uniforme naranja. Y es que ¿quién iba a pensarlo?

Tragó saliva, fuerte. Eran tantos sus nervios que sus manos perdieron el control; se volvieron torpes y pesadas. Su manzana cayó al suelo.

—Uuuh, si pasan más de cinco segundos... —La recogió Marcos— no la podrías comer, pero... —él se la estrechó—, aún está limpia.

Alex continuaba mirando el suelo, sin recibirla. Se sentía vulnerable, sucio, asqueado. Se preguntaba cómo podría enfrentarlo, cómo podría ser fuerte sin que le pisaran los talones. Pero entre más vuelta al asunto le daba, más se lo devoraban... y con una simple mirada ya lo tenían con la vista en la acera.

Quería morir.

—¿No la recibirás?

El rubio platinado negó con la cabeza.

—Bien..., me la comeré yo. —Marcos se sentó a su lado.

Alex, al sentirlo tan cerca, comenzó a hiperventilar, a agitarse. Su pierna empezó a repiquetear contra el asiento y sus uñas se dirigían involuntariamente hacia su boca. Se había pasmado y cada nervio de su cuerpo se había recogido como empuñar una mano con fuerza. Se estaba ahogando, pidiendo auxilio, pero de manera interna, de manera que nadie lo notaba.

En el patio siempre solían haber personas jugando basquetbol, construyendo muebles, armando pandillas y chismorreando. Había pasado un tiempo y Alex aún no se integraba a ningún grupo.

—Me alegra tener un amigo acá ¿sabes? —dijo Marcos, sobándole el hombro—. Tendremos una linda amistad.

El rubio de inmediato le corrió el brazo, pero seguía asustado.

—Déjame solo, Marcos...

—Sigues igual de débil... Esto no hubiera pasado si tú hubieras seguido todo al pie de la letra. Pero te entregaste... yo lo tenía todo bajo control y ahora estamos encerrados, como los estúpidos.

—Eres un maldito enfermo... —continuó sollozando— Eres... ¿En qué momento pensé en... querer ser tu amigo? ¿En...?

—Yo te gustaba, lo sé... ¿Sabes lo que me impresiona de eso? Es jodidamente divertido que creyeras que yo sentiría algo de vuelta...

—¿Tú la querías a ella? ¿A Callie? ¡¿Si quiera la querías, Marco?!

Él rodó los ojos y miró al cielo, aburrido.

—Tal vez sentía aprecio... Costumbre o qué se yo.

—Ella me decía que tú le advertías que no era bueno el camino que estaba tomando, que querías inscribirla en la universidad, que... ¡que querías que fuera alguien! —continuó Alex—. ¡Si no la hubieras querido no te hubiera importado un carajo!

—Hacía eso para que creyera que la quería y que me preocupara y blablá... no quería que sospechara lo de los videos y ya, supéralo.

—Joder, maldito psicópata... maldito, ¡maldito!

—No te quejes, todo es tu culpa. Aunque admito, aún no sé cómo no me di cuenta de que había guardado la evidencia en su gato. Debí cortarle el cuello a ese maldito animal insoportable.

Alex no podía creer lo que estaba escuchando. Si bien él siempre fue distante, calculador, sin vínculos sociales, jamás lo vio como realmente era y le resultaba tan perturbador que lo único que pensaba era en desaparecer, en cavar un agujero y salir lo más rápido posible antes de que terminara ahogado con tanta repulsión.

—Mira a tu alrededor, Alex. Todos son unos perdedores, unos sujetos que no necesitan más que armas de madera para luchar porque carecen de inteligencia. Si te unes a mí... no tendrás que retroceder quinientos años de evolución —Marcos lo miró y expulsó sus palabras minuciosamente, pero con firmeza, con sinceridad—. Si te unes a mí, estarás protegido.

—No necesito de tu maldita protección... me das asco.

—La gente como tú, Alex, necesitan de alguien, necesitan protección. Eres débil, no vales nada —resopló—. Tu palabra, Alex, no tiene importancia ni cabida en este mundo. Si no te unes a mí, quedarás como un trapo, como las sobras... y créeme que eres mucho más que eso si das lo mejor de ti.

Alex inhaló e intentó tragar saliva. Trataba de no tener ansiedad, de no desesperarse. De ser así, la abstinencia sería mucho más fuerte, ¡pero se le hacía imposible teniendo a una personas así a su lado!

—Realmente espero que sufras maldito infeliz... ¡Realmente espero que te destruyan aquí! —Alex le espetó y se bajó de la mesa queriendo marcharse.

—La gente como yo jamás sale perjudicada, Alex... Jamás. Probablemente esté toda mi vida acá en la cárcel, sí... pero puedo sobrevivir, manipular. Tú no.

Marcos resopló y le dio una última mirada. Luego, simplemente, le dio unos toquecitos en su hombro con un rostro resignado y se marchó.

Alex curvó sus labios hacia abajo, tratando de no llorar. Había estado todos los días de esa manera que ya sentía que los ojos se le quemarían si se asomaba una lágrima más. Estaba pagando y dolía tanto que su futuro le resultaba incierto.

Su mamá lo fue a ver un día y se sintió como un niño pequeño que solo quería protección. Su mamá se la dio por unos instantes, pese a que estaba alcoholizada.

Cayó la noche y Alex se tumbó en la parte de arriba del camarote. Esperó a que todos se durmieran para colocar su lámpara bajo la cama y comenzar a escribir.

Del bolsillo de su pantalón sacó una libreta y se escabulló bajo las sábanas.

Querida Callie.

Sé que es descarado de mi parte hacerte una carta... soy consciente de eso, pero créeme que busco todas las formas para hablar contigo y no sé cómo hacerlo... No sé cómo hacer para que me perdones... Es imposible, lo sé. Lo que hice claramente es injustificable y me gustaría que trataras de entender mis razones, pero mi mente no estaba funcionando bien... me sumergí en las drogas y en la desesperación...

Cuando esa persona me dijo que debía hacerlo, tuve pánico por mí. Soy un ridículo, lo sé. Yo, el muy estúpido, me había enganchado de las drogas más duras que podían haber. No tuve la valentía para enfrentarlo porque sentía a mi cuerpo quemarse por dentro. Me estaba destruyendo y dolía, dolía mucho. Yo era incapaz de no meterme sustancias cuando de pequeño había estado metido en ellas. Me aterraba mucho la idea, demasiado. Como te dije: estaba perdido y jugaron conmigo. No pienses que quiero librarme de cargos, te quité la vida, mi Callie bonita. Solo te comento cómo me sentí en ese momento. Es un poco más liberador en este infierno.

Quería morir yo, Callie. Si tan solo me hubieras dejado dispararme tú estarías viva y yo en un lugar mejor. Estoy cansado.

Quería contarte que ahora estoy llevando correctamente el proceso de rehabilitación. Cada día encuentro que me supero más a mí mismo y me siento feliz por aquello. A veces lo extraño, a veces no, a veces..., es jodidamente difícil y tú pasaste por eso ¡Lo enfrentaste! ¿Tienes idea de cuanto te admiro por hacerlo?

No sé por qué te cuento esto la verdad, no sé por qué te cuento de mis logros si yo fui quién acabó con tu hermosa vida... solo sé que tengo la necesidad de comunicarme contigo. Te extraño mucho.

Mi querida Callie, me la pasaré toda mi vida lamentándome por aquello. Debo pagar y... y no sé cuanto duela el proceso, pero estoy dispuesto a enfrentarlo. No te mereces menos, chiquitita.

Con mucho amor, Alex.

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