17: La habitación de hotel

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La habitación de hotel
Lillie Torres

—Estas son las llaves de su habitación...

Theo me tendió las llaves, me dio la dirección y acepté sin decir nada al ver el nombre del hotel.
Aún estaba exaltada y molesta, también confundida, pero quizás sentía un poco de arrepentimiento al comportarme como un orangután con la abuela, pero mi enojo tenía una razón.

—Habitación 1294.

—Gracias, Theo.

Esto le tomó de improvisto, porque su cara era de asombro total.

—¿Por qué?

Moví levemente mi cara.

—Haces un trabajo impecable y siempre estas acatando mis órdenes, gracias.

Y este aceptó, aún sorprendido.

Subí al carro y le tendí la tarjeta con la dirección al chófer.

—Señorita Torres —me detuvo Theo.

—¿Si?

Se quedó en silencio unos segundos, sin saber que decir o peor, tenía que decirme algo, pero no podía.

—Nada. Buenas noches.

Asentí y el chófer condujo hasta dejarme ne frente de las puertas.

—Genn, puedes irte —mire al chofer— me quedare aquí. Puedes tomarte la noche.

—Gracias, Lillie. Que tengas buenas noches.

Caminaba por el pasillo del piso indicado.

—Eh, Candace encontré un hotel... estaremos aquí mientras reparan el departamento, eh también quería pedirte un poco de ropa seca, tampoco te olvides del...

Y entonces mi celular se apagó.

—Cargador —terminé de hablar.

Ahora no tenía ropa, ni cargador para mi celular. Todo estaba saliéndome mal. Este era mi castigo por ser como soy.
Pero al menos tenía un lugar de paz y armonía, estaría sola hasta que pudiera hablar con Candace y decirle: Encontramos un lugar seco y caliente en donde dormir.

Entré al baño y abrí la llave de la tina, le hice espuma y luego de retirar mi ropa, me metí. Necesitaba pensar en lo correcto. Puede que la abuela haya mentido, me haya ocultado algo tan importante, pero odiaba admitir que tenía razón, debía separar mi vida personal de la laboral. Claro que darle la razón me molestaba más cuando se trataba de él, incluso llegaba a pensar que lo querían mas a él que a mi.

Estaba por quedarme dormida cuando la puerta se abrió y un Santiago semidesnudo entró como perro por su casa al baño.

Grité y él también.

—AAAAAAH

—EEEEEEEEH

—AAAAAAH

—EEEEEEEEH

—¡QUE HACES AQUI! —exclamé molesta.

Santiago miró todo rápidamente hasta recaer nuevamente en mi, se ruborizó y entonces volteó antes de que yo se lo ordenara.

—De hecho, debo ser yo quien pregunte eso. Esta es mi habitación —aclaró.

—Claro que no, es mía —empecé a discutir— yo tengo las llaves, ¡entonces te has metido aquí y llamaré a los de recepción!

—Entonces te sacarán a ti de esta habitación... yo de ti, me pongo un poco de ropa.

Le salpique agua en cuanto quiso darme la cara. Me aferré a la toalla.

—No hay paz. Eres como el arroz con pollo, por todos lados te encuentro.

—Gracias.

—¡No es un cumplido!

—Lo tomaré como uno.

—¡No puedes, no puedes! —chille.

Voy a perder la paciencia, incluso la cabeza me dolía y justo al salir de la tina mi pie se deslizó por el piso, casi me mato sino fuera porque Santi me agarro a tiempo. Abrí los ojos al estar consciente de que el me había ayudado.

—No me toques, idiota —solté.

—Entonces, ¿te suelto? —preguntó— mira, que no quiero que digan que te he asesinado.

Mire sus ojos, en ellos solo había diversión, mientras que yo estaba muriendo de ira. Esto no era justo.

—Esto es un error... —solté— el karma está enseñándose con la persona equivocada. Espera, tu planeaste esto?

Me aleje de sus brazos y lastimosamente mis ojos recayeron en su pecho desnudo. Quería apartarlos con rapidez, pero maldición, de había puesto muy bueno.
Sacudí mi cabeza, avergonzada.

—No he planeado nada, Lillie, pero es claro que Dios quiso darme una sorpresa —y empezó a reírse con pena.

Golpeé su pecho. Molesta.

—Si no fuiste tú, quién...

Entonces recordé a Theo, el maldito me había traicionado y por eso se mostraba tan nervioso, pero ¿por qué?

—Entonces ¿llamaremos a la recepcionista?

—No, claro que no —comenté—. Me marcho yo, me es imposible respirar tu mismo aire y estar en la misma habitación que tú pone mal, me enferma.

—Pues tus ojos no dicen eso.

Quite la mirada de su pecho. Avergonzada.

—Mira, Santiago —advertí— No me busques porque no estoy de humor con absolutamente nadie.

—Vete, voy a vestirme.

Santiago sonrió ante mi molestia y pretendía molestarme más, pero le eche la puerta en la cara. Me vestí casi que en segundos, desesperada por marcharme de aquí. Cuando salí del baño vi a Santiago mirando su celular que sonaba.

—Es Nicolas —dijo y entonces me observó como si ya supiera para que lo llamaba.

—Atiéndelo.

Abrió la llamada y me pidió silencio. Aunque yo ya sabía más o menos a que venía la aparición de Nicolás.

—AY DIOS —soltó con asombro— SIGUES CON VIDA, AMIGO MÍO.

Nicolás se alejó del altavoz porque apenas se escuchaba lo que decía:

"Chicos, Santiago sigue con vida. Mete la pata al acelerador que aún no es muy tarde, Jenny"

Santiago y yo nos dimos esa mirada, esa mirada que lo decía todo. Nuestros amigos tenían que ver con esto.

—¿Que has hecho? —preguntó Santiago.

Y Nicolás empezó a reír con culpa.

—Bueno, antes de que empieces a sermonearme, quiero decirte que lo hice con un gesto de...

—Cual gesto, ni que nada —me metí yo—. Nicolás, en donde tus narices estén metidas en esta... confusión, sabes que haré?

—Que harás? —preguntó con miedo.

—TE ARRANCARE LAS...

Santiago me arrebató el celular de mis manos.

—Es mejor que no digas nada más, Nicolás —habló.

Por supuesto que Nicolás aún quería seguir con vida.

—Juro que no sabíamos que esto pasaría, solo estábamos haciendo lo que creíamos correcto, pero entonces Lillie aparece en las noticias, es tendencia en Twitter y ahora los tienen acorralados en ese hotel.

¿Que?

—¿De que estás hablando? —le preguntamos al mismo tiempo.

—Eh, prometo que no volveré a meterlos en problemas, pero antes deben salir de ahí con precaución y luego por la santa paz hacemos las paces como buenos amigos que somos. Vamos, no nos olvidemos de los amigos, hay que perdonar y no ser rencorosos.

—¿De que hablas? —pregunté yo, molesta, más.

—¿En dónde están? —preguntó Nicolás confundido.

—Casualmente en el mismo hotel.

—Ahora todo tiene sentido. Creo que deberíamos golpear un poco a los verdaderos...

—Si, si, me amenazan luego, ahora lo importante —continuo— Lillie, debes salir de ese hotel sin que los reporteros te vean.

Miré a Santiago, no estaba entendiendo absolutamente nada, no lo entendí hasta que lo vi. Nos asomamos a las ventanas con precaución.

—Pero... —susurré incrédula.

La calle está repleta de personas y cámaras y... Dios, me iba a dar un infarto. Eran reporteros.

—¡Nicolás! —exclamó Santiago.

—Eso no lo hicimos nosotros —refiriéndose a los camarógrafos— eso lo hizo Lillie.

—¡¿Me montan una trampa y aparte me echan la culpa?!

—Si —afirmó Nicolás.

Se escucharon varios "dámelo, es mío" y unos golpes.

—Lillie —habló Pamela—. Estamos unas calles abajo, tendrás que salir de ahí sin ser vista... al menos que quieras ver chismes sobre la infidelidad de Lillie hacia su novio el príncipe.

Y casi digo:

—¿Que novio? —por un momento olvidé la mentira del novio— Si es mi prometido. Bueno, creo que no puedo salir sin que me vean. Al menos, la puerta principal no es segura, pero la puerta trasera de...

—Prima, la puerta trasera no es una opción, está igual de llena.

Dios...

—¿Se puede saber por qué ahora están tan interesados en mi desastrosa vida? —pregunté a la defensiva.

—Eh, por ser desastrosa ¿quizás?

—Bien, saldré de aquí dando la cara...

No he hecho nada malo, aunque seguro que si parecía antes los demas. Los chismes no me preocupaban, pero el príncipe si, ¿qué tal si rompía nuestro trato? Iría a la cárcel. No quiero ir a la cárcel.

—Lillie, ¿sigues ahí? —preguntó Pamela.

Santiago me arrebató el celular y respondió.

—Estamos aquí, tengo una idea.

Y colgó la llamada.

—Ven aquí.

Santiago me agarro del brazo y nos paramos en frente de unas maletas de su habitación.

—¿Que haces?

—Tengo una idea genial.

—Ah, si?

—Saldrás de aquí por la puerta principal, pero nadie te verá.

—No es momentos de chistes... me verán, al menos que fuera invisible.

Y Santiago sonrió.

—Están interesados en Lillie, no en un hombre.

Entonces entendí.

—Que buena idea —solté impresionada—. Ahora dame el disfraz.

Y empezaba a sacar ropa deportiva de su maleta.

—No me pondré eso.

—¿Por qué no?

—Porque es tuyo —solté con obviedad.

—Ah, entonces ¿sigues peleando?

Hice una mueca de molestia.

—Eres muy rencorosa —afirmó.

Pero siguió buscando ropa, incluso zapatos.

—Aquí tienes.

—No quiero tu ropa —aseguré.

—Entonces tenemos la de Nicolás —dijo encogiendo sus hombros— pero esta...

Olía horrible.

—Pero, ¿desde cuando Nicolás no lava su ropa?

—¿Desde hace un año? Ni yo lo sé con certeza, prefiere comprar ropa nueva, que lavar la que ya tiene. Entonces  ¿que te pondrás?

Y yo revisaba con algo de náuseas.

—Oh, eso se lo puso hace dos semanas, y no dire, pero fue asqueroso.

Entonces vi esa gran mancha. Tiré la ropa. Debería tirarme también del balcón.

—¿Y la ropa de Daniel? —pregunté encontrando por fin otra solución.

Y fuimos a la maleta de Dani. Dios, no sabía que pudiera tener tantos sacos formales.

—¿Sabes que? Renuncio.

—Y eso que significa?

—Que no me pondré esta ropa —asegure.

Por un lado estaba la asquerosa ropa sucia de Nicolás, era un salvaje y por otro estaba la elegante ropa de Dani, loco. Y por otro lado estaba la de Santiago.

—Y entonces ¿que te pondrás?

Revire los ojos y inhale mucho aire.

—La tuya —susurré.

—¿Que? No te he oído bien.

—Que prefiero la tuya —solté casi que en contra de mi voluntad.

Señaló su oreja.

—Lo siento, no te he oído del todo.

—¡QUE PREFIERO MIL VECES LA TUYA QUE LA DE NICOLÁS O LA DE DANIEL! —exclamé sin paciencia.

Pero claro, Santiago sonrió.

—Ves que no fue difícil.

Y entonces recaí en el disco firmado del nuevo álbum de ¡HARRY STYLES!

—Dios, no puede ser real —brinqué saltando hacia el disco— ¿es real?

Y Santiago estaba agarrando unas medias de su maleta. Se detuvo y me observó detenidamente.

—Si.

Agarré el vinilo, sin poder evitar ponerlo en el tocador de discos y entonces sonó.

Music for a sushi restaurant.

Podía quedarme aquí toda mi vida.

—¡ES HARRY!

—Si, si —Santiago me agarro del brazo— ahora es momento de convertirte en hombre.

—Eres un aguafiestas.

Yo empecé a cantar felizmente porque eso es lo que causaba la melodiosa voz de Harry en mi.

—I don't want you to get lost —Cantaba—. ¿Por qué me ayudas? Fui mala contigo... de hecho, fui mala con todos hoy.

—It's 'cause I love you, babe —respondió siguiendo la cancion— In every kind of way.

Me cerró la boca.

Nota: Esta es la última parte de la actualización por San Valentín, espero que la hayan disfrutado y nos vemos en la próxima. Besos en las nalgas💋

Lillie:

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