21: Tú y yo

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Tú y yo
Lillie

Abrí la puerta del carro y lo primero que me encontré fue la tormentosa y atractiva cara de Santi.

Esperen, no acabo de pensar en lo atractiva que es la cara de Santiago, fue una alucinación y un error que cometió mi recién despertado cerebro.

—Hola, buenos dias, ¿cómo estas? —preguntó.

—¿Que andas de sapo?

—Grosera.

Lancé mi maleta como si fuera a callarle la boca.

—UH —soltó— amanecimos bravos.

—No empieces —lo detuve—, no empieces, es muy temprano para tener que soportarte a ti y a tus bromas. Por cierto, ¿dónde está Johnson?

—¿Que andas de sapa?

Hice una "O" con mi boca.

—Igualado, atrevido —respondí.

Santiago se reía de mi, disfrutaba mucho molestándome.

—Dijo que no le apetecía viajar cinco horas con la insoportable de su socia.

Volteé mis ojos y subí a la camioneta.

—Claro que no lo dijo.

Entonces Santiago empezó a reproducir un mensaje de audio.

"No pienso compartir este viaje al lado de Lillie, me saldrian canas" —Johnson.

Me ofendí, por supuesto que sí, mi socio hablaba más con Santiago que conmigo, su propia socia.

—Pero si su cabeza ya está canosa, no tiene porque tirarme la culpa.

El carro arrancó y tomó la autopista.

—Espera, ¿dónde están los demás?

Santiago sonrió.

—No hay nadie mas, solo somos tú y yo.

Y me puse nerviosa.

—Ah, ¿ahora tendré que soportarte todo el viaje?

Él asintió sonriendo totalmente.

—Genn, detente, me bajo. Prefiero ir caminando si es posible, pero con Santiago, imposible.

Pero Santiago miró a Genn y este aceleró más. No contaba con que Genn se convertiría en un salvaje al que le encantaba la velocidad, me mandó a volar encima de Santiago, pero me levanté enseguida.

¿Era mi idea o este chico se ejercitaba? Y para aclarar, en medio de todo el relajo mi mano se intentó sostener del pecho de este chico. No fue intencionalmente, de hecho, no sabía que Santiago tuviera un pecho tan duro y firme. Aunque más duro tenía el corazón en mi humilde y venenosa opinión.

—¡Genn casi me matas!

Escuché a Genn disculparse.

—Ah, si —habló Santiago— hazte la inocente, apuesto a que te lanzaste sobre mi con la intención de manosearme, cochina.

Casi se me sube la bilirrubina.

—No toque tus miserias al propósito, como si no tuviera a quien manosear. No eres la última Coca Cola del desierto, Santiago.

Íbamos a discutir, pero Genn le subió todo el volumen a la música. Genn es francés, pero como le encantaban las canciones de Miguel Bosé. Incluso las cantaba mejor que yo.
Así que en los parlantes sonaba Morenamia.

Me acomode y decidí ignorar la existencia de ese molesto chico, pero me era imposible cuando cantaba con tanta pasión la canción.

—Cuando tu boca, me toca, me pone y me provoca me muerde y me destroza, toda siempre es poca, y muévete bien. Que nadie como tú me sabe hacer el café

Mire de reojo a Santiago, quien no paraba de mirarme.

—Por favor, ¿puedes callarte? Estas asesinando la canción.

Y fui ignorada. Segundos más tarde Genn y Santiago cantaban a todo pulmón la siguiente parte.

Morena gata, y me mata, me mata y me remata
Vámonos pal' infierno, aunque no sea eterno
Suave, bien, bien, que nadie como tú me sabe hacer el café

Y eso fue suficiente. Me incline y cambie la canción. Los oí quejarse, pero la siguiente canción de trataba de otra de Miguel Bosé, así que los oí festejar. No les duró mucho la alegria porque la cambie, pero adivinen que? Volvió a aparecer Miguel Bosé.

—Genn, déjame decirte que esto ya es una obsesión. Necesitas terapia.

Después de tanto salió una canción de Andrés Calamaro.
Me rendí porque al parecer se sabían cada canción que salía.

—Flaca, no me claves tus puñales por la espalda —gritaban— tan profundo. No me duele, no me hace mal.

No podía. Es que ellos no estaban cantando, estaban gritando y al parecer ni se cansaban de hacerlo. ¿No les dolía las amígdalas? No, no les dolía. Música ligera fue la canción que sonó en los parlantes y estos dos parecían que iban a cantarla hasta sangrar sus amígdalas. Me rendí, eso hasta que Santiago brinco a mi asiento para cantar con Genn "Devuélveme a mi chica".

Fue suficiente para pagar la radio. Si, lo hice.

—Pero Lillie —se quejaron.

—Ya basta. Ustedes no cantan, ustedes masacran mis oídos. Y creo que es momento de poner reglas en este carro.

Genn se calló y siguió conduciendo con aburrimiento.

—Aguafiestas —refunfuñó.

Genn reaccionó y le tiró la culpa a Santiago.

—Santiago lo dijo primero.

Mire a Santiago que fingía demencia mientras miraba la ventana.

—Este lado es mio y ese el tuyo. Procura no romper el limite.

—Procura tú no romper el limite.

—No lo romperé —aseguré.

—Lo romperás. Yo tengo el mejor lado —me saco pica.

Dios, primero debí tomar ese lado, incluso estaba la cafetera.

—No necesito nada de lo que esta a tu lado.

—¿Ni la puerta? —preguntó seriamente.

Él se estaba burlando de mi estaba claro como el agua.

—Utilizaré el techo si necesito salir —dije.

Es un viaje largo en el que tendré que soportar a Santiago, pero sería fácil si simplemente lo ignoraba y fingía que no estaba aquí.

—Oh, Genn, mira que bonito es el paisaje.

—Esta feo —confesó.

Y si, no había nada bonito.

—El arte existe hasta en lo feo —comenté.

Haría y diría cualquier cosa para seguir conversando con Genn y no con Santiago.
Y fue así durante una hora, preguntándole incluso estupideces con tal de ignorar la presencia de ese otro ser. Me cansé, me puse los audífonos y fingí estar dormida, al menos lo hacía hasta que Genn frenó bruscamente.

Mi cuerpo pudo ser expulsado por los vientos si no me hubiera aferrado a mi asiento.

—Wow, ¿estas bien, Lillie? —preguntó Santiago al ver que casi me estampo en el techo.

—¿Qué pasó? —le pregunte a Genn.

—Disculpen, esquive un hueco, pero al parecer termine arruinando la llanta.

—¿La llanta? —pregunté aterrada.

Y si, nuestra suerte era casi in existente, teníamos frio, hambre y una llanta desinflada.

—Tranquilos, yo me encargo de esto, solo demoraré unos minutos.

Los minutos se conviertieron en una hora, luego en dos y luego en tres porque la única llanta de repuesto ya estaba arruinada.
Genn pretendía llamar a la grúa o a un mecánico, pero no había señal en estas montañas.

—No llegaremos —empecé a torturarme—. No llegaremos, Johnson se aprovechará de esto... mierda.

—No se preocupen, llegaremos —Genn soltó decidido—. Haré lo que haga falta, ustedes déjenmelo a mi.

Y Genn se puso a levantar el dedo y hacer todo tipos de señas para que alguien bondadoso se detuviera a ayudarnos. Pasaron cinco minutos y nadie bondadoso se detenía a ayudarnos.

—Iré a ayudarlo.

Santiago se bajó de la camioneta y cuando llegó al lado de Genn lo imitó, ahora eran dos hombres quienes levantaban sus pulgares con las esperanzas de que funcione. Y no, no funcionaban sus técnicas.
Casi frustrada bajé de la camioneta.

—Lo haré yo —comenté casi molesta.

—No es necesario, lo tenemos bajo control —Santiago se interpuso en mi camino.

—Si, se nota —respondí.

Los calle y los mande a esconderse. En cuanto se acercaba un auto levanté mi pulgar y entonces, entonces se detuvieron.

Casi chillo de emoción.

—¿Estas bien? —preguntó el chico, deteniéndose.

—No, la llanta de desinfló y el repuesto también.

—Que mal, ¿estás sola? —preguntó.

Y entonces del escondite salieron Genn y Santiago.

—¿Te parece que esta sola o es que eres ciego? —respondió Santiago.

—¿Nos puedes ayudar? —preguntó Genn.

El tipo nos ayudó, nos vendió la llanta de repuesto que tenía, guardó el dinero y se detuvo antes de pasarme.

—¿Estas soltera? —me preguntó directamente con una socarrona sonrisa.

Y yo me reí.

—Eh...

Santiago llegó poniendo sus brazos en mis hombros.

—Estamos esperando bebés —respondió— gemelos, ¿cierto amor?

Me atraganté con mi propia saliva.

—Pronto nos casaremos —le decía con total seguridad—, ¿deseas asistir a la boda? Has hecho un gesto noble al detenerte bondadosamente. De verdad, le agradecemos a tu honrado corazón por ayudarnos, ahora vete, no llegarás tarde a tu... lo que sea que tengas planeado hacer. ¿Quieres que cuente hasta tres?

La cara del chico pasó a enrojecerse totalmente, huyó antes de que pudiera negar todas las barbaridades que Santiago dijo.

—¡Auch! —se quejó.

Le aplaste el pie y con eso pude quitármelo de encima.

—Estas loco. El chico fue amable y tu lo asustaste con tu sonrisa endemoniada, peor con toda esa historia que te inventaste.

Y se hizo el inocente.

—¿Yo? —asentí y él sonrió—. Te he salvado de un posible secuestrador... o de algo mucho peor.

—Ah, ¿ahora que te digo? ¿Superhéroe?

—Un "Gracias, Santi" no estaría mal.

Volteé mis ojos y fue a ayudarle a Genn. Retomamos el viaje, llegando cuatro horas más tarde de lo acordado. Seguramente ya habían firmado los papel, seguramente me habían dejado fuera de la negociación.

En cuanto llegamos, Johnson nos recibió junto al señor Hamilton, que viejo viejo no era. Tenía buena pinta el señor Hamilton.

—Han llegado tarde, ¿deberíamos preocuparnos? —preguntó el señor Hamilton.

—Ya es una característica de Lillie —se entrometió Johnson.

Entrometido.

—Hubo un inconveniente con la camioneta, pero lo hemos solucionado —aclaré—. ¿Me he perdido de la reunión?

Y el señor Hamilton negó, sonriente.

—No podíamos empezar sin la cabeza principal.

Y yo sonreí, muy emocionada.
Toma esta Johnson.

—Hamilton desea que nos quedemos un día más —informó.

¿Un día más? ¿Compartir un día mas con Santiago?

—¿Qué pasó, Lillie? —preguntó Hamilton—. ¿No te gusta estar muchos días en el campo?

Y yo me apresuré a negar.

—Por supuesto que no, de hecho me fascina.

Y todos sonreímos.

Mi sonrisa se congeló cuando miré a Santiago. El muy condenado ni siquiera fingía, estaba rebosando de alegría. Yo solo esperaba que los mosquitos se lo llevaran en peso esta noche.

—Entonces pasemos, les presentaré a mi familia —comentó Hamilton.

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