40: Despelucada, extraviada y atropellada

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Despelucada, extraviada y atropellada

Lillie Torres

—Entonces ¿simplemente lo llamo y finjo estar borracha?

—Si, también debes llorar, fuerte, como María Magdalena lloraba por Jesús.

—No metes a Jesús en esto —pidió Candace— pero bueno, tú solo llora y finge como lo hacías en el internado, te ira bien.

—Esta bien, lo haré... pero ¿y si él no es tan idiota?

—Créeme, el hombre es un egocentrico y si lloras arrepentida pues su ego estará casi que en la luna entonces ignorara el resto, no dejarás ni dudas. A ver, muéstranos cómo vas a llorar —pidió Nicolás.

Y empecé a mostrar parte de mi talento dramático.

—Lo siento, creo que... cometí un gran error al dejarte por él —y lloré.

Ambos levantaron los pulgares aprobando mi actuación.

—Ve con todo, nena —me animó Candace.

—Lillie —Nicolas habló— recuerdas cuando Lucas se hospedó en la casa de Victoria?

Yo asentí.

—Y luego él y Santi y casi todos peleamos? Pues esa tarde parecías muy molesta, tu mirada era desafiante y no tenías miedo a nada, pues no olvides que nadie puede intentar verte la cara de imbecil sin llevar su merecido.

Cerré la llamada y me preparé para mi papel de víctima.

—Lillie, ¿que haces aquí? —preguntó Félix al llegar.

Estaba sentada al borde del Sena con una botella de alcohol en la mano. Ya estaba vacía, pero la mitad la había tirado al agua.
Y al levantar mi mirada lo encontré a él, parecía genuinamente preocupado. Y fue ahí cuando una lagrima cayó de mi rostro. Era todo o nada.

—Oh, pero ¿Lillie que ha pasado? ¿Alguien te lastimó?

Y yo asentí. El se sentó a mi lado y yo aproveché para hundir mi rostro en su pecho. Sollozando. Dios, no se de donde salía este gen de actuar, pero parecía que lo hacía bien.

—No te preocupes estoy aquí, estoy aquí —hablaba— tranquila.

—Y-yo —hable separándome de él— fui estupida, yo creí que él me quería, Félix... él esta con otra y yo... dios, cometí muchos errores por darle una oportunidad... yo te cambié por él, claramente no debí cometer ese error.

Y volví a ocultar mi rostro en su pecho, pero él se alejó, levantó con su mano mi rostro y negó.

—Me alegra de que admitas que fue un error terminar con nuestro trato por estar con él.

Idiota.

—Pero debes saber que no me rendí a lo nuestro. Porque sabes que me gustas, mucho.

Y entonces me enrollo en un abrazo. Sonreí y seguí sollozando. Bueno, al parecer esta noche había alimentado el ego de alguien.

Ahora

—Félix y yo hemos retomado nuestro compromiso.

—Exactamente —añadió él— un tropezón en nuestra relación, no fue una caída definitiva.

Y se acercó a mi, tomando mi mano izquierda. Justo en donde Santiago fijó su mirada, en la sortija que nuevamente llevaba en mi dedo anular.
Santiago no sabía que decir, estaba mudo, como si no saliera algo de su boca por más que quisiera.

—Santiago, ¿necesitas otro documento? —pregunté.

El negó, pero luego su rostro de sorpresa simplemente endureció. Me sentí culpable, por supuesto, pero no podía decirle que esto es un plan en contra de Félix, necesito que aún piense eso mientras yo pienso en cómo deshacerme de dos locos:
Félix
Camila.

—Felicitaciones —dijo casi obligado— si me permiten, tengo que continuar con mi trabajo.

Y se marchó, no sin antes darme una última mirada. Si se la había creído, totalmente. Mi estomago se retorció, me sentí culpable y mala. Tenía que resolver esto rápido y sin que Félix sospeche nada.

Me volteé a él y sonreí.

—Bueno, entonces ¿cuando anunciaremos la fecha?

El sonriente se acercó.

—Este fin de semana en el aniversario de la empresa —aseguró.

Pretendía darme un beso en los labios, pero gracias a dios y a Theo, no fue posible. Le había dado la orden a Theo de que pusiera cámaras en la oficina y que cada vez que Félix entrara el vigilara que no se pase de la raya.

—Discúlpame, pero el deber me llama —informe con mi voz más inocente.

Mire la cámara escondida en el librero y le dije: "Gracias". Me volteé hacía Félix.

—Lo siento, tengo que salir. Nos vemos luego.

Bese su mejilla y hui de mi oficina.
Respondí la llamada de Theo.

—Estuvo cerca, necesito que sigas buscando esa maldita caja.

—Ya me encargue de contratar a un investigador profesional —aseguró— está trabajando en ello.

—Bien, voy a cortar.

—Lillie —se apresuró Theo— se murmura en los pasillos de la empresa que usted está buscando trapos sucios, así que, considere cuidarse, no vaya a ser que alguien quiera lastimarla.

—Lo tomaré en cuenta, Theo, gracias.

Y choque con Camila.

—La próxima avisa, sabes que tu presencia aterra a la gente.

—Solo venía a asegurarme de que estuvieras cumpliendo con mi pequeña petición —comentó con tono burlón.

—No te preocupes, linda —respondí— ahora estoy ocupada en cosas más importantes que en seguir tus peticiones.

Camila iba a responderme con rudeza, pero se detuvo al ver a Félix acercarse.

—Cariño, se te olvidó tu chaqueta. Hola, ¿tu eres?

Y Camila cambió su maléfico rostro de psicopata por uno más amigable. Le tendió la mano a mi prometido sin mover su inocente sonrisa.

—Soy Camila, ¿y tú?

—Soy el prometido de Lillie, creo que ya nos hemos visto en algún lugar.

—Es la loca con la que tuve que estar cuando nos secuestraron —informe.

—¿Ustedes son amigas?

—No, ni loca de estarlo —negué con rapidez.

—Lillie, no lo dice en serio —me contradijo la individua.

—Si lo digo en serio —aseguré.

—Oh, son amigas, ¿es con ella con quien iras al spa, Lillie?

Negué.

—No, quiero quitarme las malas energías y ella es una fuente de esas.

—Lillie, no seas dura que me entristezco —respondió con pena.

—Oh —Félix no parecía entender— ¿por qué no van juntas? Dijiste que te sobra un tique.

Si, porque mi mejor amiga está en Londres en su luna de miel cuando hice la reservación hace un par de meses.

—Si, acepto —dijo Camila.

Ella estaba fastidiándome y lo lograba con efectividad.

—No, ella se ve como una mujer ocupada.

—No, estoy libre —aseguró.

—Pues bien, no perderás el tique —comentó Félix, feliz— Nos vemos.

Y Félix se marchó. Al doblar la esquina, agarré a Camila del brazo.

—En serio no vas a venir con nosotras.

—Pues si voy.

—Estará Pamela, Jenny y creo recordar que no te llevas con ellas.

—Entonces, en esa cita nos llevaremos —aseguró— Bueno y ¿cuándo es?

Me crucé de brazos y la dejé hablando sola.

—No puede ser —Pamela hablaba— ese novio tuyo no me agrada y ahora menos con lo que acaba de hacer. Es un entrometido.

Y si, no podía negarlo.

—No me gusta poner mi energía en este tipo de cosas, pero ¿en serio? Invitarla estuvo mal, ella no nos agrada, es una bruja —añadió Jenny.

—Si, lo sé —suspiré cansada— No se preocupen, Camila no entrara a ese spa, no con nosotras.

Estábamos en la sala mientras ignorábamos la televisión.

—Oye, prima y donde está el pequeño demonio? —preguntó

—¿Amanda? —pregunté— está en su entrenamiento para el campeonato de voleibol en el que su equipo está participando.

—¿En serio? —preguntó Jenny— si hace falta aquí.

—Si, la condenada se ha ganado nuestro afecto. Sin duda es de las nuestras —admitió Pamela.

Entonces aproveché para preguntarle si demoraba.
Recibí su mensaje minutos después, donde aseguraba que no demoraría y que estaba tan cansada que llegaría directo a dormir.
El día de la cita en el spa nos aseguramos de decirle a la chica de recepción que no dejara entrar a nadie con el nombre de Camila. Incluso le mostramos la foto para que no hubieran errores. Así que estábamos en la piscina cuando me llamaron de recepción. Y si, ahí estaba Camila, ni siquiera sabía cómo había dado con el lugar si no le había dado la dirección, mucho menos nombre. Sinceramente a veces ella y su intensidad me causaba miedo.

—Lillie, ven aquí, la señorita —dijo de malhumor— me está negando la entrada.

—Señorita Torres, ¿usted conoce a esta chica?.

Había un cambio de turno, entonces ella no sabía que no debía dejarla pasar, lo sabía la otra, la que se fue hace media hora.

—No, no la conozco. No tengo idea de quién es, pero al parecer le urge un corte en las puntas.

Vi como los guardias se llevaron a Camila directo a la salida.

—Por perra —aseguró Pamela— ni te arrepientas, hiciste lo correcto, prima.

—Bueno, sentí algo de pena.

—¿Pena? —preguntó Pamela en desacuerdo— esa perra siempre hizo cosas para fastidiarte, Lillie, es el demonio mientras con Santiago finge ser un ángel.

—Cierto. Es muy manipuladora con mi primo.

—Bien, vamos consentir nuestros cabellos —pidio Pamela.

Y el objetivo era relajarnos y sentirnos en paz, pero la paz se acabó cuando vi la mitad de mi cabello tirado en el piso. Terminé de quitarme la máscara de los ojos y entonces vi al demonio de Camila con unas tijeras.

—Creo que ahora si tiene forma —aseguró riendo.

Volví a mirarme en el espejo y entonces:

—¡AAAAAH, ESTAS DEMENTE! —asegure.

Me lancé sobre ella, no solo había cortado mi cabello sin sentido, me lo había tinturado de muchos colores.

—¡Y TU ERES UNA ZORRA MOJIGATA!

No me detuve y la bofetee, la agarre del cabello y la arrastre por todo el cuarto mientras ella gritaba pidiendo ayuda. No se en que momento, pero lograron quitármela. Los señores de seguridad lograron llevarse a Camila lejos de mi.

—Lillie, ¿que sucedió? —preguntó Jenny.

—¡Ay, carajo, Lillie! —soltó Pamela.

—Ella esta loca, está loca como un demonio —asegure—, pero de esta no se libra, le haré ver el infierno.

El resto del día pase en casa encerrada, de hecho, ya habían fotos circulando en las redes sociales sobre mi cabello picado.
Tocaron la puerta y Pamela fue a abrirla.

—Abuela —saludó.

—Quería ver en persona el daño —aviso al entrar—, pero que pasó aquí.

Y si, incluso la abuela creía que esto estaba horrendo. Ya había llorado a mares y cuando creí que ya no tendría más lágrimas por ofrecerle a mi difunto cabello, llore. Mi cabello antes solía estar a la altura de mi cadera, ahora estaba casi por la altura de mis hombros. Esto era un crimen.

—No te preocupes —entró Dorothea— no hay nada que nosotras no resolvamos.

—Estamos aquí para solucionar este problema —dijo la abuela.

—A ver si este problema si solucionamos, no como nuestro matrimonio —bromeó Dorothea.

Y la abuela empezó a reírse, pero al ver mi cara se quedaron en silencio.

—¿Donde está Amanda? —preguntó la abuela.

Mire y me percaté de su ausencia.

—Esta en la escuela —respondí— en su entrenamiento. Bueno, eso me dijo en la mañana. Voy a escribirle.

Deje un mensaje para luego escuchar la solución que le daríamos a mi cabello.

—No te preocupes, hemos hecho esto muchas veces y siempre nos sale genial.

—Si, la abuela y Dorothea nunca hacen algo mal.

—Quedarás regia —aseguró Jenny— oh, mi madre volvió a la ciudad y al parecer también trajo problemas. Debo irme, no se olviden de enviarme los resultados finales del cambio de look.

La abuela y Dorothea agarraron unos productos y empezaron a mezclar.

—Un momento —las detuve— creo que quiero un nuevo color en mi cabello.

Y les mostré el color que quería ahora.

—Oh, si, ese quedara genial —aseguró Pamela.

Después de cinco horas la abuela dejó que me levantara de la silla.

—Ni rastros de que te hayan despelucado.

—Exactamente —comentó Dorothea.

—Lillie, te quedo increíble. Sabes hasta se me antojo traer el cabello de ese color.

—Gracias, abuela —corrí a abrazar a la abuela y a Dorothea— Gracias Dorothea. Ustedes dos se ganaron un escalón al cielo.

Ellas chocaron las palmas y se quedaron un rato más a tomar té.
Tiempo después se marcharon.

—Yo también tengo que irme —Informó Pamela.

Ella reía con su celular y de hecho, había pasado toda la tarde sonriendo y escribiéndose con alguien. Y recordé que así fue como empezó Candace.

—Oye, ¿con quien hablas tanto? —inquiri.

—Con un chico con el que me estoy conociendo. Tengo que decirte adiós, pero luego quedamos, bueno, esta semana no, estoy haciendo una sesión de fotos con algunos vestidos de Channel. Me saludas a Amanda. Adiós.

Me beso y se marchó. Cerré la puerta y me metí a twitter mientras esperaba a que llegara Amanda. Entonces paso una hora y luego el reloj dio a las 11 pm.
Ella nunca llegaba a esta hora. ¿Debía alarmarme? Tal vez estaba con sus amigas, pero nunca mencionó quedarse con sus amigas.
Empecé a llenarle el buzón de llamadas, audios y mensajes. No contestaba a ninguna llamada, por otro lado si respondió a mi último mensaje.

Amanda: estaba en las prácticas, ahora estoy comiendo con Arianna.

Y entonces supe que no estaba hablando con Amanda. El corazón casi se me salía del pecho. No sabía cómo proceder. Debía llamar a Candace y gritarle que había perdido a Amanda, pero primero me obligue a responder el mensaje de Amanda, que no era Amanda. Sea quien sea que esté con el celular de Amanda pues había cometido el peor error y es que sabía perfectamente que Amanda había discutido con Arianna y de hecho, llevaban ya varios días sin hablar.

Y ¿si sí estaba con Arianna?

No, imposible, hubiera enviado un mensaje tipo: estoy resolviendo las cosas con Ari. Porque siempre le decía Ari, no Arianna.

Yo: esta bien, no demores.

Amanda: no me esperes despierta.

Y le envié un emoji del dedo arriba.
No era Amanda. Había perdido a Amanda y no sabía a quien recurrir.
Llame a Nicolás, pero no contestó, también llame a Pamela, Daniel y Jenny. Nadie contestaba. Trataba de localizar a Theo, pero su celular ni siquiera sonaba. Era momento de ir a la policía.
Agarre mis cosas, mi bolso, mi chaqueta, las llaves del carro de Candace y casi que me choco con la puerta por salir rápido.
No sabía manejar del todo bien, tenía miedo de manejar y tenía mucho tiempo sin hacerlo. De todas formas tenía que ir con la policía. Fue una pérdida de tiempo, ellos no ayudaron, dijeron estupideces como:

"Si desapareció hace 48 horas puede poner la denuncia"

Inservibles.
Subí al carro, casi al borde del llanto. Mis manos temblaban y estaba desesperada. Candace iba a matarme. Agarré el celular para llamar nuevamente a Nicolás, no hubo respuesta, decidí llamar a Candace, pero tampoco respondió. Entonces decidí mirar las cámaras secretas de mi oficina. Ahí estaba Theo, roncando encima de mi escritorio. Eh ahí mi salvación.
Conduje hasta la empresa. Agarre el ascensor y entré a la oficina. Theo ya no estaba, ¡Theo ya se había ido! Iba a chillar aquí mismo.
Baje nuevamente al parqueadero y prendí el carro, pero la vista se me nubló por las lágrimas y alguien se quejó. Mire el retrovisor y si, había atropellado a alguien.
Salí del carro asustada y me apresuré a ver si era el bote de basura o si de verdad era una persona.

—¿Lillie? —preguntó Santiago— Lillie, ¿acabas de atropellarme?

Y entonces solté el llanto.

—¡Oh, Dios mío!

Y la voz se me quebrantaba. No podía con tanta presión.

—¿Estas llorando porque no pudiste matarme? —preguntó bromeando.

—Perdí a adi —solloce.

—Estaba bromeando —aseguró—. Lillie, mírame.

Y levante mi rostro.

—¿Que te paso en el rostro? —preguntó asombrado— ¿Dios, quien te hizo esto?

Y lo que menos me importaba eran los rasguños que me hizo Camila.

—Eso no importa ahora, pero Amanda —respondí tratando de calmarme— no encuentro a Amanda.

Santiago arrugó sus cejas.

—¿Que? ¿Como? ¿Que paso?

—Son muchas preguntas a las que no tengo respuestas. Solo se que no la he visto en los últimos días, solo respondía mis mensajes, pero creo que fui estupida y no me di cuenta que alguien más que no era Amanda me respondía. Que idiota fui, Candace va a morir cuando sepa de esto.

Santiago negó, se acercó y trató de tranquilizarme.

—Respira, cálmate un poco y vuélveme a explicar todo.

Eso hice, calme mi respiración, dejé de llorar y traté de contarle como sucedió todo de nuevo.

—¿Y le preguntaste a Arianna si está con Amanda?

Y demonios, ¿por que no se me ocurrió eso?
Marque rápidamente a Arianna.

—¿Hola? —respondió la chica.

—Ari, ¿puedes pasarme a Amanda? —pregunté.

—Eh, ella no está conmigo. De hecho, quería llamar para preguntar por qué no ha ido a la escuela estos días.

Me quedé en silencio unos segundos, finalmente respondí tratando de sonar con normalidad.

—L-lo siento, me equivoqué, Amanda ya está en casa.

Cerré la llamada y mire a Santi.

—No esta, dice que no ha ido a la escuela. Yo, Dios mío, le paso algo malo.

Y nuevamente empecé a llorar.

—¿Ya fuiste a la policía? —preguntó.

—De allá venía y dijeron que no podían hacer nada, dijeron que es una adolescente en Paris y que seguramente esta vagando. Amanda es el diablo, pero no hace este tipo de cosas. Sucedió algo malo.

Santi puso sus manos en mis hombros.

—Vamos a encontrarla, okey, no llores más.

Limpié mi rostro y se me ocurrió revisar su habitación.

—Se como encontrarla —murmuré.

Iba a subir al asiento del conductor.

—Es mejor a que conduzca yo —comentó.

Acepte y le lance las llaves.

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