48: Verdades

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Verdades
Lillie Torres

Mi error más grande fue descuidarme, creer que todo estaba bajo control. No era así, no fue así.
Mientras nosotros nos divertíamos, bailábamos y cantabamos a todo pulmón y con toda la emoción en nuestros corazones, alguien estaba entrando a la habitación del señor Patrick para asesinarlo.

—¿Que sucede, Lillie? —exigió saber Santiago.

Me cubrí la boca. No era algo fácil de creer, parecía una broma.

—Zac, es... es imposible —fue lo único que salió de mi boca.

Todos estábamos ebrios, pero al recibir la noticia cualquier rastro de alcohol desapareció de nuestros sistema. Volvimos a la realidad, realidad en donde se había cometido un asesinato.

—Mierda —solté.

Todo sucedió tan rápido, todo fue muy deprisa. En un momento estábamos en la pista de la discoteca, y en el otro todos estábamos escuchando las palabras del funeral del señor Patrick. Tenía una esposa, una hija... una familia. Seres queridos que lloraban su pérdida sin importar qué lo había llevado hasta la tumba.
Me negué a decir algo como tanto me lo había pedido la abuela. El hombre quería asesinar a Zac tanto como a mi antes de morir y no se me hacia del todo correcto decir algo.
La policía recababa información tanto como podía, que a decir verdad, era muy poco. Nadie podía entender como demonios alguien armado entraba al hospital, cometía un crimen y huía como si nada. No tenían un sospechoso, a parte de Zac y... probablemente yo. Éramos los únicos que habíamos tenido disturbios con el difunto, no lo habían hecho oficial, pero eramos hasta ahora los únicos sospechosos.

—Sentimos mucho su pérdida —finalizó la abuela.

Era la única que podía mantener la calma, mientras Zac y yo nos encontrábamos incrédulos y preocupados.
Habían tantas preguntas sin respuestas, respuestas que creíamos que nos daría Patrick, al menos era lo que se tenía planeado antes de que todo esto sucediera.

Todos se dispersaron cuando la brisa empezó a caer y tomar más fuerza. Todos menos la esposa del difunto y por un momento recordé a Beth, recordé el momento de su partida, de mi despedida... todo era muy duro. Creer que la herida había cicatrizado era la mentira más grande en esta vida porque sinceramente nunca se puede superar la muerte de un ser querido. Mi hermana era lo más bonito que tenía y ya ni eso, ella ya no estaba y de alguna manera, oír todos los pésames hacia la viuda era... duro, cruel e insoportable.

Suspiré sin saber que estaba haciendo.

—Siento mucho como terminó esto para el señor Patrick —solté parándome a su lado.

La mujer sabía los antecedentes que tenía con su esposo. Todos lo sabian, pero nadie se atrevia de hablar de eso. Hasta ahora.

—Él trató de asesinarte —soltó chillando.

Entonces la observé.
Ella estaba rota, estaba en pedacitos y aún así admitía lo que su esposo había hecho.

—Se que su esposo quiso matarte tanto como a Zac, nos queria muertos, pero... siento que solo actúo bajo el miedo, la amenaza y el temor.

Ella se limpió las lágrimas.

—Aún así no responde a todas mis dudas, todas las preguntas de... ¿por qué hizo todo eso? —fue una pregunta que se oía más a reproche.

—Es una pregunta que no tendrá respuesta —respondí.

La mujer asintió.

—Solo me queda la resignación, supongo.

Me quede en silencio mirando la fresca tumba.

—Perdón, mi esposo fue...

—No, usted no es responsable de las acciones de su... no lo haga, no se culpe de lo sucedido, créame, se mas que nadie lo difícil que es superar esto, más cuando uno trata de buscar culpables.

Ella me abrazo y sollozo.

—Gracias, señorita Lillie.

—Cuídese —pedí y finalmente me marché.

Estaba por subir al carro cuando Zac se acercó.

—Lillie.

Me detuve y espere sus palabras.
Zac se veía preocupado, pero acechado.

—¿Que sucede? —me preocupe.

—Lillie, hay algo que no sabes... Félix está desaparecido.

—¿Félix? Imposible.

Zac me agarró del brazo y me alejó del carro.
Inquieto miró para todos lados.

—¿Que esta pasando? —pregunté interesada

—Lillie —dijo enfocando su mirada asustadiza sobre mi—. Félix está desaparecido y me temo que esté...

—¿En peligro? —pregunté.

—Si —admitió.

—Estamos hablando de Félix, él si que sabe cuidarse.

—No, Lillie —negó— Felix no puede cuidarse ni de él mismo.

Quise reírme, pero no encontraba ni una pizca de gracia. Zac estaba desbordado de preocupación y miedo.

—¿Me está ocultando algo?

Hubo unos segundos de silencio y el silencio también es una respuesta.

—Lillie, Felix tiene problemas...

—¿Que tipo de problemas? —pregunté

—Trastorno bipolar —soltó—. Se que este no es tu problema, es mío, pero necesito ayuda, estoy preocupado, no lo encuentro por ninguna parte, está desaparecido y esta mañana encontré todas sus pastillas completas... me temo que ha dejado de tomarlas y...

Me quede de piedra.

—Es incontrolable cuando tiene esos cambios de ánimos... temo que haga algo que ponga en peligro la vida de él o de alguien más.

—¿Por qué me lo dice hasta ahora? —solté asombrada y molesta.

—Lillie, las cosas no están nada bien, ninguno de nosotros se encuentra en el mejor momento de su vida, pero necesito tu ayuda, no lo sé, seguro sabes donde podría estar.

—No se me ocurre nada. Él siempre está viajando, nunca esta en la ciudad... —entonces me percaté del gesto en su rostro—. No viajaba, ¿cierto?

Negó.

—A veces solo se encierra en su casa, pero ahora no está ni en su casa, no está en ningún lado, Lillie —soltó— lo he buscado hasta debajo de las piedras, no se si esta vivo, muerto o si ha huido... francamente no se nada de mi sobrino.

Suspiró.

—Ni siquiera se lo que estoy haciendo justo ahora, Lillie, perdóname, no debí ponerte en esta situación, por favor, olvida todo. Seguro lo encontraré, no te preocupes.

Y se marchó con rapidez.

Claro que la conversacion con Zac me habia dejado de piedra, anonadada, asustada, preocupada. Es que todos estaba denso aqui.
Llevaba algunas horas acostada en el mueble mirando las luces en el techo.

—¿Que tienes? —preguntó Pamela.

—¿Como que que tiene? —preguntó Nicolás—. Hasta un ciego ve lo que tiene Lillie.

Pamela le sacó el dedo de en medio a Nicolás y volvió a mirarme.

—No entiendo ni una mierda lo que está pasando aquí —admitió Jenny— asi que no juzgo a Pamela.

—Si, dímelo a mi —salto Candace.

—Es horrible —soltó Amanda— Todo es muy confuso y Lillie no dice mucho.

Y empezaron a debatir sobre mi silencio ante el tema.

—Ya basta —los calló Santi— ¿Desde cuando son bestias salvajes a punto de arrancarse los ojos al opinar sobre un tema ajeno a ustedes?

—Callate, tu sabes todo, por eso es que no estas preguntando nada —aseguró Nicolas—. Nosotros tambien queremos saber.

—Comparto la opinión de Nicolas —respondió Amanda.

—¿Desde cuando estas de acuerdo con lo que mi esposo dice? —preguntó su hermana.

Amanda se encogio de hombros.

—Desde que parece que hace uso de su cerebro —respondió la más joven.

—Gracias, valoramos tu comentario —Nicolas dijo contento.

Y cuando parecia ante los demas que no hablaria sobre el tema, lo hice.

—¿Es normal que sienta algo de culpa?

Y me gane la mirada de todos.

—¿Que semejante estupidez acabo de escuchar? —preguntó Nicolás.

—Primera vez que concuerdo con Nicolás —habló Pamela.

—Si, esta es mi segunda vez. Parece que ir de vacaciones funciona en los hombres —dijo Amanda.

—Chicos, ey, basta —habló Jenny— debemos comprender un poco a Lillie.

—¿Y sentir pena por el muerto? —preguntó Amanda

—Amanda, mejor no opines —le habló Candace—. Lillie, nada de esto es culpa tuya.

—Pero el hombre terminó en el hospital, herido y además...

Santiago me observó.

—Lillie, si no hubiese sido él, probablemente hubieras sido tu o Zac. Él hombre te disparó —soltó.

Y todos se quedaron en shock.

—Creo que me olvide de contarles ese pequeño detalle —solté.

Y entonces todos empezaron a revisarme y preguntar donde me habian herido. Me quejé porque aun me dolia un poco el raspon de la bala.

—¿Como es posible que nos hayas ocultado esto? —preguntó Candace.

Mire a santi y él levanto sus hombros.

—De todas formas tenian que saberlo en algun momento —se defendió.

—Si y al parecer no seria por Lillie —se quejó Pamela.

—Basta, estoy bien —hablé— solo fue un pequeño roce.

—¿PEQUEÑO ROCE? —gritó nicolas— ¡Casi puedo verte los huesos!

No pude evitar soltar la risa.

—Exageran, todos estan exagerando con la herida.

Santi negó y fue por agua.

—¿Exagerando? —preguntó amanda— dijiste que Patrick tenia las intenciones de asesinarte, no que te disparó.

—El punto es que estábamos discutiendo, el ambiente estaba tenso y Zac lo golpeó, si no hubiéramos hecho eso, el no hubiera disparado y estaría... vivo.

—Basta, ni lo pienses, Lillie —Santiago dijo.

—Concuerdo con el guapo —comentó Amanda—¿Que? ¿Que hice mal?

Agarré el vaso que me ofreció y bebí un poco de agua. Suspiré y volví a mirar a todos. Se veian molestos.

—Nacer —bromeó Nicolás.

—Ja-ja-ja. Me estoy muriendo de risa, mírame no puedo parar —le respondió Amanda con sarcasmo.

Candace controló a su hermana y a su esposo con una sola mirada.

—Solo espero que no le digan a mi madre que me dispararon —pedí.

Me había costado mucho convencer a la abuela para que no se lo contara a mamá, no quería que se preocupara en vano, así que tampoco dejaría que ellos le dijeran algo. Finalmente aceptaron porque no tenían mas opción.

—A decir verdad, me dio mucha tristeza ver a la viuda —confesó Amanda—. Sea lo que sea, se trataba de su esposo...

—Es verdad, no puedo imaginar la idea de perder al amor de mi vida, peor de esa forma —se sinceró Jenny.

Daniel miró a Jenny en cuanto escuchó el comentario. Compartieron miradas que solo ellos podian comprender. Candace miró a Nicolás y segundos después se encerró en su habitación. Fui la unica que noto eso.

—¿Que esta sucediendo, Nicolás? —pregunté seria.

Nicolas empezó a reirse nervioso.

—Nada, que podría estar sucediendo a parte de que asesinaron al señor Patrick, te han disparado y un asesino anda suelto por las calles de Paris.

—Gracias a Dios que no esta pasando "nada" —comentó Pamela.

Todos estaban tan estresados y preocupados que me fue imposible contar sobre la misteriosa desaparición de mi prometido, con el que se supone que me casaré en una semana.

Recibí algunas miradas y mostré una sonrisa. No podia angustiarlos con mas de mis problemas, ya era suficiente con los problemas de cada uno. Pamela y Jenny estaban trabajando juntas para la siguiente colección, Pamela seria la modelo de pasarela de la mejor pieza de la colección y a decir verdad estaban mas ocupadas de lo que parecia, asi que se marcharon. Candace y Nicolás desaparecieron, al igual que Amanda, quien saldria con su madre para hablar con el abogado que les ayudaria con el caso de su padre. Finalmente solo eramos Santi y yo.

Me levanté y entré a mi habitación. Todo estaba pulcro, limpio, ordenado y brillando porque finalmente me di cuenta que aunque no podía solucionar o controlar lo que pasaba a mi alrededor al menos podía mantener limpia mi habitación. No es como si solucionara mi vida entera, pero al menos sentía que ordenaba mis pensamientos... de alguna manera.

—¿Que te dijo Zac? —interrogó Santi.

Me senté en la cama, mirando la ventana. Hoy no paraba de llover, el clima estaba muy frío y oscuro.

—Lillie, vamos, no es momento en que te calles todo, somos un equipo, ¿lo recuerdas? Para bien o para mal todos nos apoyamos y solucionamos los problemas juntos.

Mire a Santi, que se había sentado a mi lado.

—Siento que todo a nuestro alrededor se esta derrumbando y... no puedo hacer nada. Siento que o arruino todo o no hago nada en absoluto.

Y Santi negó.

—Eso no es cierto, Lillie, y créeme todos los sabemos, sabemos lo mucho que te esfuerzas para conseguir lo que quieres y luchas por ello.

—Mentira —solté—. Santi, si estoy aquí es por Mila, no es porque lo haya construido yo misma y mira lo bien que me estaba yendo, asesinan a uno de mis socios y el otro pierde a su sobrino... —vi la cara de confusión de Santi, así que tuve que aclarar las cosas—. Zac cree que Félix está en peligro.

—¿Cómo es eso posible? Hasta ahorita es él el que pone en peligro la vida de otros, por ejemplo, dio ordenes para que te secuestraran, sabrá Dios que planes tenía en mente cuando lo hizo. Lillie, creo que estás culpándote de cosas que no has hecho, eso no es justo.

—Creo que Félix no quiso hacerlo —confesé.

—¿Hacer que?

—Secuestrarme.

—¿Estas bromeando? —preguntó insólito—. Si que quiso hacerlo. Dios, fingía no saber nada de tu secuestro mientras actuaba con preocupación. Ese chico es peligroso.

Sostuve mi cara entre mis manos. Todo esto se me estaba haciendo asfixiante.

—Él está desaparecido, nadie sabe nada de él y eso le preocupa a Zac, si su propio tío esta preocupado es porque de verdad ha pasado algo, tenemos que ayudarlo.

Me levanté y me limpié las lágrimas.

—Qué, no no no, Lillie —se interpuso Santi—. Si está perdido que lo busque la policía, no dejaré que te expongas a sabrá Dios que tipo de situación.

Santiago cerró la puerta, interponiéndose entre ella.

—Si no me vas a ayudar, entonces no te interpongas.

Santi endureció sus facciones.

—Basta, Lillie —pidió— No me voy a quitar. Él tipo es un mentiroso, ni siquiera sabemos con certeza que es verdad y que es mentira sobre él.

—¿Y quién eres tú para hablar de mentiras? —debatí—. Creo que eres la persona menos indicada en este de momento.

—No te he mentido, Lillie.

—¿No me has mentido? Por Dios, tú y Nicolás me esconden algo.

—Nicolás no sabe nada —aseguró.

—¿No sabe nada? La otra noche casi me cuenta lo que pasó, pero luego dijo que no era nada, eso es mentir. Él miente, tú mientes, así que no me digas que no me has mentido porque esa mentira es la mas estupida.

Santiago se quedó en silencio porque incluso él sabía que no tenía argumentos para defenderse.

—Estoy agotada, cansada de esperar a que se les antoje decirme eso que me esconden con tanta dedicación —solté molesta— Dímelo, Santiago, dime que es eso que me ocultan ambos.

Su silencio incluso fue una respuesta.

—Bien, no piensas decir nada, esta bien, pero que sepas que no pienso estar cerca de alguien que se niega a ser sincero. Apártate de la puerta antes de que sea muy cruel y sabes que si que puedo ser hiriente cuando me lo propongo.

Santi me observó completamente abatido y desconcertado, se alejó lentamente de la puerta, dejándome pasar.

—Lillie.

Me detuve dándole la espalda.

—Perdóname —dijo.

Ni siquiera quise mirarlo, no lo hice, simplemente salí de casa. Tome un taxi y le di la dirección de la casa de Félix la cual había visitado hace mucho tiempo. Es una casa alejada de la ciudad, casi que saliendo, un lugar privado y muy cercano a la naturaleza. Pague y me acerqué a la entrada. Adentro de veía todo oscuro y desolado, incluso las cámaras de seguridad estaban desactivadas.

Llame a Zac, quien respondió al segundo.

—Zac, ¿encontraste a tu sobrino?

—No, pero he encontrado una pista, creo saber dónde está, de hecho, voy de camino, en cuanto tenga noticias te llamo.

Y cortó la llamada, en realidad parecía que estaba a punto de encontrar a su sobrino, su voz se oía apresurada, nerviosa, pero aliviada, un poco. Entré a la casa de Félix, tal vez adentro podía encontrar algo que sirviera de ayuda en caso de que no lo encontrara.
No tenía llaves, pero sabía que había una escondida entre los arbustos, así que me puse en acción.
Me encontré con un gusano que casi logra matarme, una lombriz y finalmente las llaves.
Entré y encendí la luz, todo parecía estar en orden, estaba todo en su lugar. No pretendía pasar a revisar la casa porque parecía que nadie había pisado esta durante mucho tiempo, pero fue una mancha en la pared que logró llamar mi atención.

Me estaba acercando para ver exactamente qué tipo de mancha era, pero el sonido de llamada en mi celular me interrumpió.

—No quiero hablar contigo ahora, Santiago —hablé mientras colgaba la llamada.

Puse en silencio el celular al ver que Santi estaba obstinado en que agarrara la llamada, pero no lo haría, no quiso hablarme cuando se lo pedí, ahora le tocaba esperar a que quisiera escucharlo.
Deje el celular en el mueble y continué en lo que estaba.

—Pero que...

Era sangre, sangre seca, pero no tanto como para deducir que era una mancha reciente.

—Dios, que es esto —solté cuando descubrí que no era la única mancha en esta casa.

Estaban en las paredes y finalmente en la manecilla de la puerta del baño.
Abri la puerta con suficiente miedo de encontrar a Félix tirado.

—Dios Dios Dios —repetí nerviosa.

Félix no era mi mejor amigo, apenas intenté ser su amiga hace mucho tiempo, pero tampoco es que me alegrara verlo en mal estado, o verlo en otras circunstancias, así que abrir esa puerta era un gran factor de miedo, no me apetecía ver a otra persona herida o muerta.

Abrí los ojos al darme cuenta que los había cerrado. No había nadie en el baño, pero si había una camiseta llena de sangre.

—Mierda —solté asustada.

Cerré la puerta del baño inmediatamente, me alejé tan rápido como podía. ¿Que tal si está era una escena de crimen?
Iba a agarrar mi celular cuando la puerta se abrió fuertemente.
Félix está aquí.

—Pero que linda sorpresa, mi prometida esta de visita.

—Acabó de entrar —mentí—. Zac me dijo que no te localizaba así que he decidido venir a ver si estabas en casa, ahora que veo que estás bien, puedo marcharme más tranquila.

Agarré mi celular y pretendía salir, pero la mirada de Félix fue algo que nunca había visto en mi vida. Me dio miedo. Sus ojos tenían un brillo que nunca antes había visto en él, era como estar frente a otra persona.

—No te dejare ir sin antes tomar un té.

—No me gusta el té, pero te lo agradezco. Se me hace tarde, así que debo irme.

—Entonces tomaré un té, mientras tú me haces compañía hasta que lo termine.

Me quede rígida, no se oía como una recomendación, se oía como una orden. Estaba volviéndome loca, estaba delirando, estaba escandalizándome por él y no debía, solo es Félix, quien no ha hecho nada malo.

—Claro, me iré cuando termines tu té.

Extendió el brazo dándome para que siguiera a la cocina.

—Primero las damas.

Sonreí en contra de mi voluntad, mostrando seguridad y tranquilidad, dos cosas que no sentía ahora.

—Disculpa las manchas, el otro día atropellé a un perro y he olvidado limpiar.

—¿Cuáles manchas? —fingí demencia— uh, no me había dado cuenta... creo que necesito lentes. Si, creo que le haré caso a Candace, ella asegura que tengo astigmatismo.

—Claro.

Al entrar a la cocina me senté en medio de la isla, solo deseaba que se apurara preparando su té para poder largarme de aquí.
Mi mirada cayó en los zapatos de Félix, estaban manchados de barro.
¿Donde se había metido?

—Oh —se quejó— me había olvidado de estos zapatos sucios, ¿te importa si subo a cambiarme?

Negué y vi como subió apresurado a su habitación.
¿Que ha pasado aquí?

Se encendió la pantalla de su celular que estaba al otro lado de la isla. Varios mensajes, uno tras otro.
Miré la puerta, asegurándome de que Félix no estuviera detrás mío, lo hice y me levanté a mirar con cuidado.
Un mensaje tras otro de un número desconocido. Desbloquee con la clave el celular y por encima, sin abrir por completo el mensaje vi algo que no debía haber hecho.

"No seguiré escondiendo tus errores, hijo. No es el primero y estoy segura que no será el último, necesitas retomar tus sesiones con el doctor"

Bloquee el celular y volví a mi puesto.
¿Que errores cometió? ¿Por qué su madre habla de eso? ¿Por qué el número no está registrado?

—He vuelto —avisó Félix.

Me sobresalte en mi puesto, asustada.

—Sabes que, tengo que irme ya.

Me levanté y agarré mi celular.

—No, no te irás hasta que termine mi té, lo dijiste.

Casi obligada volví a tomar asiento.

Empezó a sacar temas de conversación, eso hasta que llegamos al tema de la boda. Quería salir de aquí corriendo.
¿Por qué sentía miedo de Félix? ¿Era esa sonrisa maliciosa o sus ojos brillantes? Tal vez la forma en la que actuaba, agitaba mucho sus manos, su voz se escuchaba hostil y fría.

—Es en cinco días —informó— y no me has contado si elegiste vestido.

—Estaba en eso —mentí—, busque en tiendas y eso, pero finalmente convencí a la mamá de Jenny que hiciera el mío.

Asintió, lentamente.

—Creí escuchar que estaba completamente atorada y sin tiempo por el desfile en el que participara.

Sonreí tratando de mantener la calma.

—Si, pero de eso de encargara Marie y sus otras ayudantes.

Mi celular se iluminó, un mensaje nuevo.

Zac: Mi sobrino asesinó a Patrick.

Mierda, mierda, mierda, mierda, mucha mierda. La sangre en esta casa no era la de ningún perro, era la de Patrick. La sangre se me heló, el corazón se me detuvo, la respiración se me corto y la vista se me nubló.

—¿Que ha pasado? —preguntó.

Yo levanté la mirada y sonreí.

—Candace discutió con Nicolás y ahora quiere que hablemos. Código de amigas, así que debo irme ya.

Pero ni siquiera pude mover un músculo. Félix no se veía nada agradable, nada bien, parecía fuera de sí mismo.

—Tendrá que esperarte un poco, porque hay algo que quiero contarte, más bien mostrarte.

Dejó un sobre amarillo en mis manos.

—Revísalo, por favor.

Abrí el sobre y saqué unas fotos.

—Mierda.

—Si, fue lo mismo que pensé, Lillie Torres.

Me levanté rápidamente.

—Lo siento, tengo que irme.

Y Félix me obligo a sentarme de nuevo.

—Aún no me he terminado el té y estamos apenas hablando sobre esas fotos en la que mi prometida se besa con su ex novio, fotos en la que mi prometida mete a su casa a su ex novio, al que lleva a todos lados como llaverito. Lillie, no te atrevas a decir que son fotos viejas, la más vieja es de hace cuatro días. Has estado burlándote de mi junto a él, Lillie. ¿No te da vergüenza?

Me canse.

—Basta, no pienso hablar de esto, no voy a hablar de él contigo y de hecho, me largo.

—No saldrás de esta casa hasta que te lo permita —soltó molesto.

—Llamaré ahora mismo a la policía...

Agarró mi teléfono y lo lanzó a la pecera. Me quedé congelada.

—Me engañaste con él.

—No, no lo hice.

—Eres una descarada. Me dijiste que habían terminado, que te habías dado cuenta que él no valía la pena, ¡DIJISTE QUE SALÍA CON CAMILA! ¡MENTISTE TODO EL TIEMPO!

—Dios, tú también mentiste "tengo que salir del país, tengo que salir de la ciudad" —fingí su voz—, dios, sabemos que estabas aquí, escondido.

—Me engañaste, Lillie, me engañaste con ese tipo que tanto daño te ha hecho.

—Mira, Félix, nadie sabe en realidad lo que ha hecho o no Santi conmigo, así que no hables como si supieras solo para decir cosas negativas de él.

Y se empezó a reír exageradamente.

—¿No? ¿Estás completamente segura de eso, Lillie? Sabes que, hoy me siento un ser piadoso y verás lo que nadie te ha mostrado... la verdad.

Me llevo hasta su oficina, abrió la puerta, me dejó caer sobre el sofá y encendió el proyector.

—Tu hermana no murió en un accidente —soltó— tu hermana fue asesinada esa madrugada y ¿sabes quien está siendo juzgada ahora mismo por su muerte? Anna Martin, la madre de Santiago Martin.

¡NO NOS QUEREMOS CALMAR! Dios, ¿es un giro que se esperaban? Bueno, ya saben, siempre pasan cosas. Por otro lado, hoy estoy cumpliendo años 😭😭😭😭😭 y si no mal recuerdo hace un año andaba publicando la noticia de esta segunda parte de mi exilio con la abuela. Me largo a chillar ☝️😍.

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