54: El chico de las rosas

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El chico de las rosas
Lillie Torres

No se en que momento la pijamada terminó en la piscina. Claro que era una decisión de la que nos arrepentiremos mañana, pero ahora solo estábamos divirtiéndonos.

—Está fría —se quejó Pamela al entrar al agua.

Bien, todo había empezado por Amanda, quien me tumbó al agua en cuanto no quise responder sobre Joe Mori. No quería que ella empezara a creer en esa relación de la que tanto se hablaba en las redes sociales.
El agua estaba helada, demasiado fría para mi gusto, pero al cabo de minutos fue algo de lo que me olvidé por completo. Todas estábamos en el agua riendo. Estábamos haciendo lo que nos habíamos propuesto esta noche: olvidarnos del exterior y divertirnos.
Nadamos por media hora, luego empezamos a luchar entre nosotras.

—Ven, Lillie —pidió Candace— vamos a derrotar a esta modelito.

Pamela empezó a reírse a carcajadas y escogió a Jenny como su compañera para la competencia.

—Bien, yo... prefiero juzgar desde la lejanía —habló Amanda alejándose de nosotras— no quiero recibir un mal golpe, pero por supuesto no se limiten, en este juego será válido todo, no soy Señorita Justicia, ni nada que se le asemeje.

Candace se hundió en el agua y aproveche para subirme en sus hombros, lo mismo hizo Pamela.

—A la cuenta de tres —avisó Amanda— y... tres.

Y Pamela intentó balancearse sobre nosotras, pero Candace estaba lista y preparada para esquivar al enemigo, pero yo no así que perdí el equilibrio y caí de los hombros de Candace. Al salir empecé a toser, tragué un poco de agua, pero las demás estaban riéndose descaradamente de mi situación.

—Creí que sería más difícil ganar —confesó Pamela.

—Lillie, te aconsejo no volver a jugar este juego —pidió Jenny muerta de risa—. En definitiva, no es para ti.

Les saqué el dedo de en medio, lo que las divirtió mas. Yo no soy precisamente la menos competitiva, así que fui por la segunda ronda, la cual ganamos.

—El peor error de la competencia claramente es subestimar a sus contrincantes —me burlé de Pamela y Jenny.

Quienes activaron su lado competitivo.

—Este es el desempate —avisó Amanda.

Nos preparamos para la tercera ronda. Amanda dio el aviso y empezamos a competir, Pamela me agarró de los brazos, pero pude zafarme de su agarre, Candace retrocedió al mismo tiempo, dándonos unos segundos para recuperar fuerzas.
Pamela y Jenny se acercaron y empezaron a atacar. Son unas bestias. Pamela finalmente estaba por enviarme al agua, pero Jenny se resbaló y ambas terminaron en la profundidad de la piscina. Candace y yo empezamos a celebrar.

—No, no —se quejó Pamela—. Pido una revancha.

—No, ya ganamos —respondió Candace.

—Ganaron injustamente —dijo Jenny.

—No importa como ganaron, el punto es que Lillie y Candace ganaron. Denle un fuerte aplauso —pidió Amanda muerta de risa.

Nos bufamos un ratito más de Jenny y Pamela, quienes finalmente se empezaron a reír. Jenny se defendió diciendo que Pamela es mucho peso para ella.

—Bien, ríanse todo lo que quieran —habló mi prima—, pero estoy segura que mañana estarán muriendo.

Y si, Pamela tenía la boca llena de razón, al día siguiente nadie se soportaba. La primera en marcharse de la casa de la abuela fue Jenny, tenía que ayudar a su madre. Al parecer a Chanel estaba entrando en crisis emocional porque no encontraba la tela que necesitaba para su prenda más importante. Pamela la acompañó. Ambas se despidieron y a medio pasillo las escuchaba toser.

—No debimos hacer eso —murmuró Amanda completamente arrepentida—. No debimos meternos a la piscina a media noche.

Iba a reírme, pero casi expulso mis pulmones para toser, incluso empezaba a sentir caliente mi piel.

—Tenemos que irnos —avisó Candace haciendo un puchero— al parecer hoy es el día de crisis de nuestras madres.

Y así mismo se marcharon Candace y Amanda. Me quede sola, sola y con el vacío que dejaron mis amigas en esta casa. A veces el silencio es espantoso en este lugar. Le escribí a la abuela diciendo que me sentía mal y que no pensaba salir de la cama hasta el año que viene. Theo empezó a escribirme desesperadamente recordando que tenia una cita al medio día. Por su culpa. Lo que claramente le recordé, así que escribí un texto más largo que la biblia diciendo que estaba enferma, casi muriendo y que se encargara el de cancelar todos mis compromisos hoy, me lo debía y él lo sabía, así que aceptó en contra de su voluntad.
Pase el resto de la mañana tendida en el sofá, arropada de pies hasta el cuello, durmiendo mientras afuera llovía desenfrenadamente. Me levanté para tomar una pastilla para el dolor de cabeza, fue cuando oí el timbre. Mire por las cámaras a ver de quien se trataba.

Es Joe Mori.

Incluso olvidé mi enfermedad en busca de soluciones para no darle la cara. Dios, estaba muriendo y él plantado en la entrada mientras el cielo se caía.

—Torres, se que estás ahí —habló por la camarita— es en vano que te escondas.

Aplasté el botón y procedí a hablar.

—No me estoy escondiendo —aclare— solo estoy muriendo en casa. Largo.

Y vi una sonrisa en su cara. Maldito. Se atrevía a reírse de mí frente a mis ojos. Imbecil. Sin duda, hoy en día ya no existen caballeros.
Miró su reloj y volvió a mirar la cámara.

—Tenemos una cita.

—Puedo morir en medio de un almuerzo —empecé— ¿quieres que muera por tu culpa? No, claro que no. Vete y déjame agonizar tranquilamente.

—Solo abre la puerta —pidió— me estoy congelando acá afuera.

Bueno, tenía pena de que este hombre muriera afuera de mi puerta. No quería ser la culpable de algo así.

—Mierda. Bien, entra —accedí de mala gana.

Vi hasta que cerró la puerta principal, cruzó el jardín y llegó a la puerta. Abrí la puerta y su brillante sonrisa pudo dejarme ciega. ¿Como es que podía estar tan bien presentando y con ese ánimo en un día como el de hoy?

—Uy, si que estás mal —habló.

—Si me lo permites, me iré a agonizar al sillón.

Y eso hice. Me lancé al mueble y me acurruqué en la misma posición en la que estuve anteriormente. Escuché los pasos del hombre alejándose de la sala, como si estuviera yendo a la cocina. Abrí los ojos y me levanté a echar un vistazo. En efecto, el hombre estaba en la cocina.

—¿Que estás haciendo?

—No te preocupes, me encargaré de prepararte algo que levantará tu ánimo.

—Ya... ¿tú cocinarás? —pregunté sorprendida.

—Desconfiada —respondió—. No diré nada más, solo esperare tu agradecimiento cuando pruebes la sopa que haré para ti.

Y no pensaba discutir con nadie hoy, solo quería estar acurrucada en el sillón, mientras deliraba por la fiebre. No se cuanto tiempo dormí, pero estaba consciente de que había dormido más de una hora.

—Lillie —llamó Joe, en tono muy bajito— esta lista la sopa.

Abrí los ojos desconcertada. Me senté en el sillón y agarré el plato con sopa.

—No juzgues antes de probarla —pidió Mori.

Déjenme decirle, que es la propia sopa levanta muertos. Es que ni siquiera me la terminé cuando ya me sentí mejor, incluso la fiebre había bajado.

—Te lo dije —habló Joe Mori con suficiente orgullo en la voz.

—Bien, tenías razón —admití—. Gracias, tú sopa me ha animado, pero no tanto, así que no te alegres.

Joe levantó el plato y se rio de camino a la cocina, que estaba en completo orden. Ya, yo me servía un vaso con agua y todo era un caos completo. Sin duda, Diosito le daba las mejores habilidades y talento a sus favoritos. Me senté durante unos minutos, mirando un punto fijo en la pared hasta que llegó un mensaje de la abuela diciendo que llegaría por la noche y que tenía que hablar conmigo.

—Torres, ¿deseas algo de tomar? —preguntó Joe.

Empecé a reírme.

—Dios, ¿estás ofreciéndome algo de tomar en la propia casa de mi abuela? Eres impresionante —dije divertida.

—Gracias —respondió coqueto— me lo dicen muy seguido, deberías cambiar el repertorio.

Y empecé a reírme.

—¿Te lo dicen antes o después de abofetearte frente a cámaras?

Y se quejó.

—Golpe bajo, Torres.

Me levanté y lo vi parado en la cocina, terminando de secar el meson, eso hasta que se detuvo para mirar la refrigeradora. Con demasiado interés.

—¿Que haces? —pregunté.

Me acerqué y vi lo que señaló.

—Ella es tu hermana —preguntó aunque sentí que no era una pregunta, si no una afirmación.

Ni siquiera me había dado cuenta que la abuela tenía varías fotos de nosotros, sus nietos, pegadas en la refrigeradora. Sonreí.

—Beth, mi hermana mayor, si —respondí— era toda una cerebrito que no dudaba en recalcar lo maleducada que soy... la extraño mucho.

Aunque eso lo había dicho para mi, no para Joe Mori a quien apenas conocía. Suspiré y continué sonriendo.

—Esta es Pamela, mi prima. Parece un ángel, pero en realidad es muy mala, claro, con las personas a las que cree falsas y todas esas cosas. El de aquí es Dani —dije al ver la foto de Daniel sonriendo mientras andaba en bicicleta con Nicolás y... Santi.

Me calle porque no iba a hablar de ellos a profundidad. Además, es Joe Mori, seguro que ya estaba bostezando del aburrimiento.

—Daniel es tu primo —soltó.

Yo asenti.

—Si, es terrible, pero no tanto como su hermana.

—Parece que es de familia ser terrible, malos y rebeldes.

Levanté la ceja.

—¿No estarás hablando de mi?

Y Joe Mori empezó a reírse.

—No, por supuesto que no —dijo aclarando— tu eres la excepción, seguro.

Y me reí, eso hasta que escuché que cerraron la puerta. Casi me da un infarto al ver a Pamela y a Jenny acercándose hacia mi. Ambas venían sonriendo hasta que vieron a la persona detrás de mi.

—Lillie, veníamos a ver si estabas con vida... ¿interrumpimos algo? —preguntó Jenny.

Y yo me alejé inmediatamente de Joe.

—Chicas, él es Joe Mori —me apresuré a presentar.

Joe se acercó a Pamela y la saludó con suficiente confianza, así mismo hizo con Jenny, claro que Jenny no parecía tan encantada como Pamela.

—Debo admitir que en televisión no le hacen tanta justicia a tu extraordinaria belleza.

Y casi me atraganto con mi saliva.

—Pamela, ¿estas bien?

—Claro, que si —respondió inmediatamente—, pero si que veo que estás mal.

—De hecho, ya estoy mejor —aclare— gracias a la sopa que Joe preparó.

—Oh, Claro —empezó a hablar Joe— ha quedado sopa, chicas, pueden tomar en caso de que se sientan mal.

Pamela me miró, dándome esa miradita socarrona. Dios, mi prima ya se estaba haciendo una película en la cabeza.

—Jenny, ¿como está tu mamá? —pregunté cambiando de tema.

Jenny no estaba del todo cómoda, pero finalmente ignoró a cierto desconocido que al parecer no le agradaba ni un poco.

—Si, estaba a punto de tirarse por la ventana, pero gracias a dios, Marie encontró la tela que mi madre necesitaba, ya sabes, lo mismo de siempre, ella entra en desesperación, Marie busca la solución y todo vuelve a la normalidad. Hemos vuelto porque Pamela ha dicho que estabas muy mal.

Y yo asentí.

—Si, creo que estuvieran ya rezando diez mil Ave María en mi velorio por mi pobre alma cansada. Apenas sabia la abuela de que estaba un poco enferma... y Theo. ¿Pamela como te has enterado? —pregunté.

Pamela estaba ordenando las cosas que había comprado. Frutas, pan, medicina, café. Se detuvo y algo sorprendida respondió.

—La abuela —soltó inmediatamente.

—Pero si la abuela no me contesta los mensajes desde las —mire mi celular— nueve.

Pamela estaba algo nerviosa.

—Bueno, pues me lo comunico mediante Dorothea. De hecho, querían que te preparara ese jugo espantoso que le gusta darnos la abuela.

—No gracias —me negué— prefiero la muerte.

Y creí que sería incómodo estar en casa con Pamela, Jenny y Joe. No fue así, en un momento todos nos olvidamos de la tensión y entablamos una conversación hasta que a Pamela se le ocurrió invitarlo al desfile.

—Deberías venir —repitió— así y arrastras a Lillie.

—No es necesario que me arrastren —aseguré—. Además, dije que iría si en la empresa iban las cosas bien.

—Las cosas van más que bien —habló Joe— entonces no hay excusas para negarse a ir.

—Exacto —estuvo de acuerdo Pamela—. Gracias a Dios, alguien que me apoya.

Jenny me pidió acercarme a ella, claro que disimuladamente. Jenny y yo entramos a mi habitación.

—Lillie, invite a mi primo al desfile —confesó—, pero ahora no se si es buena idea viendo que Pamela invitó a tu amigo.

—¿Que? ¿Santi vendrá al desfile?

—Bueno, es mi primo y sabes que mi mamá lo adora, así que lo he invitado, aún no me ha dado una respuesta, pero creo que sería un poco raro que llegues con tu amigo, peor sin saber que Santi estará presente.

Y casi entró en desesperación. Podría hablar con él... aun podía, ¿cierto?

—Sabes que Joe solo es un conocido.

—Un conocido que ha llegado a casa de tu abuela para prepararte sopa. ¿No crees que es obvio que está tratando de conquistarte?

—¿Estas molesta conmigo porque Joe está aquí?

—¿Qué? No, claro que no, Lillie —se apresuró a aclarar—. Eres mi amiga, solo quiero entender que sucede con él.

Suspiré.

—Es parte del trabajo —respondí—. Si Santi llega a venir...

—Si, te avisaré si confirma su asistencia. Volvamos, no quiero que piensen mal de mi.

Jenny se adelantó y aproveche para ponerme algo más decente que una pijama. Abrí el armario y entonces vi las rosas. Había olvidado que estaban escondidas aquí.

—Lillie, Joe tiene que irse —avisó Pamela.

Corri a la sala y despedí a Joe Mori. Bueno, lo acompañe hasta la salida.

—Gracias por la sopa mágica —agradecí.

—Fue un placer prepararte sopa para que no mueras.

Yo sonreí y abrí la puerta, Joe Mori estaba por subirse a su auto cuando lo detuve.

—Joe, quería agradecerte por las rosas que enviaste anoche, pero no era necesario —solté.

Joe negó confundido.

—¿Cuáles rosas?

Y entonces fue lo que me distrajo todo el resto de la tarde. Si Joe Mori no había enviado esas rosas, ¿quien demonios lo había hecho?

—Lillie, ¿estas bien? —preguntó Pamela.

Sali de mis pensamientos. Mire a las chicas, parecían preocupadas.

—Estoy bien... de hecho, al despedir a Joe le dije que no era necesario que me enviara flores, pero él ni siquiera sabía de que flores hablaba.

—¿Qué? —Pamela preguntó toda confundida.

—Y si no fue él, ¿quien fue? —preguntó Jenny.

Y esa es la pregunta que no podía responder.

—Eso mismo quiero saber. El courier nunca me dio un nombre, al revisar la notita creí que se trataba de Joe, pero no es así, no es él.

Tocaron el timbre y Pamela me envió a abrir la puerta. Abrí la puerta completamente distraída.

—¿Lillie Torres? —preguntaron y asentí— esto es para usted.

Un sobre de papel amarillo fue puesto en mis manos. El hombre desapareció y yo dejé el sobre en mi habitación, restándole importancia.
Pasamos lo que quedaba de la tarde en el jardín hablando y comiendo. Jenny se marchó unas horas más tardes, Pamela también. La abuela llegó después de media hora.

—Lillie, ¿estas bien? —preguntó revisándome de pies a cabeza.

—Abuela, solo era un resfriado, estoy mejor.

Pero al ver el rostro de la abuela supe que no se refería al resfriado.

—¿Que está pasando? —pregunté tomando seriedad.

La abuela me llevó a su oficina, se tomó el tiempo para decir lo siguiente con precaución.

—Zac se ha comunicado con Félix... él esta muy resentido con todos, incluso su tío —confesó— así que ha dicho cosas.

—¿Que cosas, abuela?

—Necesita dinero, ya sabes que bloquearon todas sus tarjetas... el punto es que le ha pedido dinero a Zac, quien se niega a darle dinero y ayudarlo a escapar de la justicia.

—Ve al punto, abuela —pedí.

Victoria dio vueltas hasta que se detuvo dándome la cara.

—El punto es que, si Zac no le ayuda con el efectivo, dijo que se desquitaría de la peor manera. Zac teme de que se vaya a meter contigo, más con el resentimiento que te tiene desde que le disparaste. Así que, creo que de hoy en adelante llevarás un guardaespaldas, al menos hasta que Félix esté bajo prisión y no signifique peligro para tu vida, Lillie.

Pero dejé de escuchar a la abuela. Me metí a mi habitación y abrí el sobre que había recibido en la tarde. Eran fotos. Yo aparecía en esas fotos. Fotos de hace una semana, fotos de ayer, fotos de hoy. Dios, me estaban siguiendo, me estaban vigilando segundo a segundo. Mi mirada cayó en el armario. Abrí el armario y tiré las rosas al piso, el recipiente se quebró, pero algo llamó mi atención. Una cámara. La destroce con mis zapatos al instante.
Leí la nota una vez más. Es que como no fui capaz de entenderlo. Estas rosas no me las había enviado Joe Mori, ni otro chico, me las había enviado Félix.

—Mierda.

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