Capitulo 23

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¿Cual fue nuestro castigo? Esa era una de las preguntas que me hicieron tantas veces.

¿Cual fue?

Primero, no nos dejaron ir y estar presentes en el parque al momento de dar en adopción a los perritos, ni siquiera me dejaron despedirme de ellos, esa parte del castigo fue la que más me lastimó. Segundo, estuvimos encerrados en la azotea todo un día, viendo desde el computador la fiesta que tenían, fue difícil e inaceptable, ver cómo comían todo lo que se les antojaba mientras nosotros a penas y teníamos agua y pan, además, soporte a Pamela hablar pendejadas todo el día. Tercero, nos mandaron caminando a la escuela, toda la semana, me gustó esa parte del castigo, mucho más cuando oía a Pamela quejarse de la vida, unas de esas mañana un carro le chispeó agua estancada en todo su uniforme, nunca me reí tanto de algo como eso. Cuarto, ninguna de las cosas que mencioné fueron el castigo oficial, fueron más bien como una probadita de el.

Ya habían pasado dos semanas y más, cuando me levante de buen humor, creyendo que ya habíamos pasado la etapa más difícil del castigo.

—¡Buenos días!—salude con buen humor.

Me senté y empecé a desayunar con alegría, pero todos estaban muy silenciosos, me preocupaba.

—¿Que sucede?

Pamela me miró casi pegándome el mal ojo.

—Mi abuela quiere que nos equipemos, iremos al club de madres de Skinds—respondió de mala manera, muy normal en ella.

—Daniel, puedes explicarme de lo que habla tu hermana.

Deje los cubiertos sobre el plato, mirando al otro lado de la mesa.

—El club de madres planea dar una fiesta celebrando su aniversario número treinta— eso era lo que los tenía de mal humor?—Quiero decir, ese lugar va a ser una locura, filmarán una propaganda y quieren que cuidemos de los niños.

—Genial, me gustan los niños.

Llegamos al mencionado club, encontrándonos con Jenny y Santiago. Ellos traían una cara de pocos amigos.

—¡Me agrada este castigo!

Todos me observaron como si estuviera diciendo estupideces. Iba a refutar pero entraron una docena de mujeres que traían en brazos bebés, bebés desde un mes de nacido hasta de dos años.

—¿Que es esto? ¿Vienen por nosotros?—pregunté y nadie me respondió, bueno, esto empezaba a asustarme.

Entro la abuela, conversando a risas con otra mujer de su edad.

—Chicos—miro su reloj—son las nueve de la mañana, hablé con estas bellas mujeres y en la charla salió un tema de conversación muy particular— levantó sus manos como si estuviera viera un cartel— Las niñeras, en el tiempo de antes, eran muy puntuales y cuidadosas, hoy en día, solo llegan y se sientan para andar por las profundidades del internet. Fue cuando razone y dije: Tenemos cinco adolescentes vagos y sin obligaciones de adultos. Hoy van a cuidar a todos estos hermosos bebés, hasta que termine nuestra celebración de aniversario.

Casi me caigo de la impresión.

—Que sucede Lillie, creías que venías a festejar con nosotras— preguntaba observándome con diversión.

Caí en mi propia felicidad, ahora ya me empezaba a torturar psicológicamente.

—¿Que? No, para nada, son bebés, podemos con los bebés— observe a mis amigos y sus caras no eran las mejores— ¿cierto?

Todos asintieron sin más opción, fingiendo una ligera sonrisa.

—¿Si? Me alegra, justo están por llegar veinticinco madres más—Victoria, miró hacia la puerta—traen a sus hermosos angelitos.

Esta vez no pude ocultar lo impresionada que me encontraba.

—Créanme este no es un castigo, es una oportunidad para que comprendan lo que es tener la responsabilidad de otras vidas.

Ella decía que no era un castigo, si lo era, si lo era y estaba apunto de estresarme hasta desmayar, pero ella parecía importarle una verdura, porque ella estaba disfrutando de nuestras caras.

–No te defraudaremos— fingí con una sonrisa, una mejor que esas de las propagandas de Colgate.

Bueno, ahora lo que quería hacer era colgarme.

—No será un problema para ustedes chicos— preguntó una de las más jóvenes— mi Perlita, es muy tranquila, creo que ella no les dará guerra.

Las bellas señoras, llevaron a sus bebés a un cuarto más iluminado, con ventanas y donde no se oía el ruido ni de la naturaleza. En aquella habitación había de todo, cunas, mecedoras, perezosas, televisión, juguetes, baño, una cocina y otra habitación con más cunas, ¿porqué otra?

Habían 42 bebés. ¡42 bebés! Todos estaban dormidos, sus madres los acomodaron en las cunas y se fueron sin mirar atrás.

Que no incumba el pánico, me decía a mi misma.

—¿Y ahora?— el pánico estaba incumbiéndose en mis adentros.

—Ahora que Lillie, que quieres decir con "ahora"? —Pamela respondió de mala manera.

Los demás la hicieron callar.

Jenny se apartó y empezó a contar a los bebés.

—No deberían callarme, es su culpa que estemos aquí, yo debería estar de camino a la playa, no aquí, cuidando bebés que no son nada mío.

—Estarías de camino a la playa si no hubieras sido tan fastidiosa como para seguirme—debatí.

Vino corriendo a mi, con intenciones de pegarme. Daniel la detuvo y Santiago me alejó de ella. La puerta se abrió, creí que ya nos dejarían ir y que dirían que era una broma, pero no, entró Nicolás y cerraron la puerta, con seguro.

—Es mi idea o nos encerraron y ¿por qué lo hacen? —pregunté.

—Eh... hola preciosas personas de la tierra— Nicolás entro, acomodándose en la habitación, mirando que nadie lo golpee por su traición.

Nadie le presto atención.

—Darán una fiesta, personas importantes vendrán, no quieren que los molestemos.

—¿Y si necesitamos salir?

—Lillie, tienes todo a la mano, tenemos que arreglárnosla hasta que se termine la fiesta—respondió Daniel.

—Hay 19 bebés de entre dos y cuatro meses de nacido, 11 entre seis y ocho meses, 10 ente nueve meses y 2 de dos años—cálculo Jenny, anotando en una libreta—Nos repartiremos a los bebés. Santiago, Lillie y Pamela, cuidan a los de este lado- señaló los cuneros, eran más que del otro lado.

—¿Que? ¡Son 22 bebés!—refutó Pamela.

—De este otro lado, los cuidare con ayuda de Daniel y Nicolás—Jenny comentó sin importarle los quejidos de Pamela.

¿Ya íbamos a ignorar a Pamela? Empezaba a gustarme este día.

—Al menos los bebés están durmiendo— exclamó Nicolás, jugando con una bola de metal, dejándola caer al piso, detonando un fuerte sonido ensordecedor.

Todos miramos las cunas, sin respirar, rogando que ningún bebé se despierte.
Un bebé del lado de Jenny empezó a llorar, haciendo que otro llorara y así empezó la cadena de bebés llorando y gritando a todo pulmón.
Empezó el bullicio y el alboroto, nadie sabía a qué bebé coger en brazos o cómo hacer que pararan de llorar.

—Voy a volverme loca, ¡estoy volviéndome loca!

—Lillie, agarra a ese bebé, tienes que arrullarlo—Santiago me remeció—tienes que hacerlo antes de que nos quedemos sordos.

—Son muchos bebés—susurre.

Yo miraba a todos esos pequeños y gritones bebés. Por Dios, de donde sacan tanto volumen para gritar sin parar y tomar aire?

—El otro día eran cincuenta y nueve perros y un gato, puedes hacerlo.

Él tenía un punto.

Tenía razón, pude con 59 perritos y un gato, porque no podría con 22 bebés?

Daniel se encargaba de mecer a los bebés en sus propias cunas, pero, eso los molestaba aún más. Jenny llevaba en brazos a una pequeña, que empezaba a tranquilizarse. Nicolás recogía la bola del piso. Pamela recién se ocupaba de su bebé, rechistando con el pequeño que la miraba con desdén. Mire a Santiago y asentí.

—Lo haré— respondí con determinación.

Me hice una cola en mi corto y desordenado cabello y me acerqué para coger al bebé más pequeño, gritaba sin fin, pero después de cantarle un poco, pudo calmarse y dormirse, lleve al bebé a la otra habitación y lo dejé en una cuna, cerré la puerta y fui por otro bebé.

—Siguiente.

Ya entendí porque había otra habitación.

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