Capitulo 22

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—Estoy esperando una respuesta que tenga lógica y sea razonable.

Bueno era muy razonable ir a rescatar a su hijo, pero para ella no tendría lógica ya que seguramente le tenía prohibido salir a su hijo.

—Voy a—ví en la lejanía el carro de Santi—tía, un perro volador.

Señale con el dedo, ella miró y me soltó, dejando la oportunidad para correr y entrar al carro de Santiago.

—¡Lillie! Hablaré con tu abuela—levantó su voz, amenazando con su cartera que movía en el aire, creo que siguió diciendo cosas pero ya estábamos demasiado lejos de ella como para entender todo lo que decía.

—Que posibilidades hay de que el padre de Jenny lo encuentre—pregunté, atando  los cordones de mis zapatos.

—Cuidado te golpeas—advirtió.

Y como si fuera por arte de magia, al levantarme me golpee con el baúl en la cabeza.

Bueno, sus advertencias no me ayudaron para nada.

—¡Auch!

—¿Estás bien?— preguntó preocupado, tanteando mi cara con sus manos, sin dejar de mirar la carretera— ¿te golpeaste fuerte?

Empecé a reírme con fuerza.

—¿Que? ¿Que es tan gracioso?

—Me río para no llorar— respondí aun riendo.

Santiago arrugó sus cejas, sin entender.

Yo misma podía entenderme.

—Cuando estaba pequeña y mis padres decían: "Melina no corras que te vas a caer..."yo no obedecía y me caía, mis rodillas podían estar sangrando y ardiendo todo lo posible pero yo prefería y prefiero reírme antes que llorar.

Seria como perder parte de mi orgullo.

—Eso es muy orgulloso de tu parte.

Ambos nos reímos un poco, olvidando un poco lo que nos esperaba en casa de Jenny.

—Los padres de Jenny son muy estrictos?

Santiago asintió.

—Más bien, lo es mi tío— respondió al mirarme.

Se metió a una calle más fina y de una sola dirección.

—¿Jenny es tu prima?— estaba anonadada.

—Si, como crees que conoció a Daniel.

Dio vuelta en la esquina y luego se detuvo. Nicolás nos vio y corrió hacia nosotros.

—¿Por qué demoraron tanto?— nos preguntó a penas dejamos el auto.

—¿Daniel sigue en la casa?— observe la casa, a la distancia, no se veían señales de mi primo.

—Si, no lo he visto salir y tampoco asomarse a la ventana, ¿que haremos?

—Santiago es tu tío, entra y busca a mi primo.

Santiago parecía preocupado, dio una vuelta desorientado y luego se detuvo.

—Nicolás, escríbele a Daniel, dile que salga por la puerta trasera—apuntó el teléfono de Nicolás, luego se fijó en mi—Lillie llamarás a la puerta y me darás tiempo para esperar a Daniel por la puerta de atrás.

—¿Yo? Te he dicho que soy muy mala para conversar con los adultos?

—Uh, imagina hablar con el papá de Jenny, la última vez que lo salude me fracturo el dedo y eso que solo lo estaba saludando con un normal apretón de manos.

Mire a Nicolás, al igual que Santiago.

—Eso no ayuda.

—No le creas— Santiago respondió poniendo sus manos en mis hombros— solo exagera.

—Exagerar? Amigo estuve en el hospital.

Santiago le regalo una mirada asesina.

—Ahora que lo recuerdo... parece que fui por intoxicación de la comida que me ofreció— Santiago no se detuvo y le ofreció un golpe— bien, bien, no hablaré más... pero Lillie, piensa en que eres una chica, bueno casi chica y que a las chicas no se les falta el respeto.

Ignore a Nicolás.

—Bueno, buscaré una excusa y tu harás el resto. 

Todos pusimos en marcha el pequeño y peligroso plan.
Llegue a la casa y toque un par de veces el timbre, miraba por todos lados, el vecindario era tranquilo y callado.

Un hombre grande y robusto, abrió la puerta.

—¡Buenas noches!

—¿Te conozco?— preguntó el, con una fuerte voz.

—Si, digo no. Soy amiga de su hija, de Jenny y estaba por aquí— el señor intimidaba—ella dejó unos libros en mi casa, decidi traerlos, espero no le moleste.

El señor me miró de pies a cabeza, disgustado aceptó.

—¿Y donde están los libros?

Ya no sabía que más hacer o decir, creí que para este momento Daniel y Santiago estarían en el carro, huyendo por sus vidas.

—Me puede regalar agua de tomar, por favor.

El hombre aceptó y pude ver a Daniel bajando las escaleras, atrás del hombre.

—¡Un momento! —Grite con fuerzas, el señor se asustó y me devolvió una mirada retadora.

—¿Que sucede niña?

—No, ya no quiero agua, se me quitó la sed—vi que Daniel se ponía la camiseta y quería matarlo por lo estupido y lento que era, ya que prefería hacerme señas en vez de huir por su vida—creo que ya tengo que irme, luego le traigo los libros a Jenny.

El señor se dio cuenta de que no le estaba viendo a él, así que giro y encontró a Daniel.

Se armó el relajo, el señor agarro a Daniel por la camiseta y estaba a punto de golpearlo con su puño, pero, Santi se interpuso entre ambos, recibiendo un golpe en el ojo.

—¡Ay, eso dolió!— aclamé sientiendo dolor ajeno.

De repente ya estaba encima del señor, tratando de apartarlo, su hija bajo las escaleras corriendo y tratando de apaciguar el pleito, ambas los sostuvimos, con un buen agarre que duró muy poco tiempo, al siguiente instante volvía a tener a Daniel del cuello de la camiseta.

Me atreví a pasar a la cocina y llenar una olla con agua del grifo, estaba helada y cuando la aventé, logré que dejaran de remecer a mi primo.

—Jenny quienes son todos estos chicos, ¡invadiendo mi casa!—exigió una respuesta el hombre, que chorreaba de agua.

Al cabo de un tiempo, nos sentamos todos en el mueble. Daniel con su ojo derecho golpeado, Santiago con su ojo izquierdo amoratado y Nicolás viendo desde afuera, asomado en la ventana.

Traidor.

—Jenny, exigo una explicación de todo esto, ¿quien es esta chica?

Me apunto con el dedo.

—Soy Lillie, soy prima de Daniel—el señor miró a Dani—si al chico que acaba de golpear... por cierto, es gusto conocerte Jenny, buen agarre.

La felicité porque me ayudo a sostener a su padre, en algún momento.

—Santiago, ¿que estás haciendo aquí?

—Tío, ellos son mis amigos...

El señor nos miró a todos, como si veía a gente deshonesta, nos reprobó con la mirada. Bueno, entrar a su casa sin permiso no estaba bien, pero ya caerle bien, eso ya era mucha avaricia por nuestra parte.

—Le haré saber esto a tus padres y tu—me miró a los ojos—supongo que era mentira que venías a dejar unos libros.

Asentí avergonzada.

—Si, en realidad quería evitar que golpeara a Daniel—mire a Daniel—pero está golpeado, primo discúlpame, falle en mi misión.

Daniel aceptó mis disculpas o eso creía, ya que me veía sin gracia.

—¿Que haces aquí? Tú estás castigada, la abuela nos advirtió de que no podías salir.

Bufé.

—Malagradecido, vengo a ayudar y me sales con esto, eres injusto, señor si quiere golpearlo, hágalo, esta vez no haré nada por defenderlo.

Al señor abrió sus ojos con ganas de hacerlo pero se retuvo.

—¿Que hacen aquí?.

Dios, la que faltaba. En serio, esa voz molestosa y aguda resonaba en la casa.

Pamela entró a la sala, como si fuera su misma casa, viéndonos con extrañeza.

—¿Eh? Deberíamos preguntarte lo mismo—respondió su hermano.

Pamela se hizo la loca, mirando cada diminuto detalle de la sala, pero al final respondió.

—Seguía a Lillie, escuché que no podía salir de su habitación, cuando la rastreé reconocí la ubicación y crei que estaría en problemas.

—Creíste que estaría en problemas o querías meterme en problemas.

—Discúlpame pero no necesitas de mí para meterte en problemas, de eso tú misma te encargas—respondió, iba a debatir o a discutir en nombre de mi honor, pero vamos, ella tenía razón.

—¿Quién es esta chica?—preguntó el papá de Jenny.

El señor estaba tan confundido que yo creía que iba a perder la cordura en cualquier momento.

—Es mi prima, es la odiosa de la familia—conteste.

El asintió, mirando a todos mis parientes.

—Veo que todos los integrantes de tu familia son igual de odiosos.

Iba a asentir, pero, eso era un insulto.

—Me ofende, se lo digo de verdad.

Se escucharon más pasos por la casa, todos miramos a la puerta, encontrándonos con mi tía Merly y la abuela.

—¿También me rastrearon?— sonreí, bromeando.

—¿Cómo lo sabes?—respondió mi tía.

Abrí mi boca, sorprendida.

—Perfecto, todos me rastrean sin mi consentimiento. Esto ya rebasa mi privacidad.

—Fue idea de mi hermana, ella me enseñó a rastrearte, no me culpes—respondió mi tía, sin vergüenza alguna.

—¿Que hacen ustedes en esta casa ajena?—hablo la abuela.

Si, la mujer traía un elegante traje azul oscuro como la noche, unos tacos de punta fina y bajos, un sombrero del mismo color y sus finos lentes que guardó en su delicado y pequeño bolso, de donde venía con tanta elegancia que opacaba a todos, incluso a la glamorosa Pamela, que traía guantes de seda.

Empezaba a interesarme seriamente por sus finísimas salidas.

—Señora con usted quiero hablar—comentó el papá de Jenny— parece que es la única cuerda.

La abuela, mi tía y el, salieron de la sala, dejándonos solos.

—Lillie solo te falto traer a Dorothea y ya estamos completos—reclamó Daniel.

—Si, ahora todo es mi culpa, pero, si no estuvieras en problemas yo no tendría razón de venir e intentar ayudarte.

—No es culpa de Lillie, es tu culpa por venir a la casa de Jenny, sabiendo cómo es mi tío— Santiago, intento defenderme.

Todos nos culpábamos de estar en semejante situación.

Vimos a Nicolás por la ventana, queriendo huir pero hasta en eso fallaba.

—Él es el culpable, le pedí que vigilara y no lo hizo, por hacer quien sabe que.

—Estaba durmiendo— corrigió.

Nicolás se iba a excusarse pero al ver a Daniel, levantarse, se separó de la ventana y al mismo tiempo se salvó de que Daniel le tirara un elefante en la cabeza, porque entraron los adultos, después de una larga charla.

¿De qué hablaron? ¿Que tenían en común estos señores?

—Chicos, están castigados—hablo la abuela, mirando a Daniel y luego a mi.

Yo ya estaba empezando a acostumbrarme a los castigos, pero no permitiría que Pamela se burlara de nosotros. Justo cuando iba a lanzarle un cojín, mi tía se interpuso, mirando a su hija.

—Pamela, hija tu también estás castigada.

Me reí de Pamela.

—Pero, pero mamá, yo soy inocente en todo este pleito que armo Lillie!— Pamela insistía en salir con las manos limpias de ese problema, bien, eso le pasaba por seguirme— ¡mami, por favor, retírame el castigo!

—Ya dije que no. Estás castigada como los demás— dicho eso, se acercó a Victoria— Chicos, espero que se lamenten de sus errores.

Nosotros asentimos con la cabeza cabizbaja.

El papá de Jenny, carraspeó un par de veces, obteniendo toda nuestra atención.

—Jenny, Santiago— habló con una voz grave—ustedes también están castigados.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro