Capitulo 29

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—Tienes que bajar un poco la velocidad.

Los gritos de Nicolás se escuchaban claramente, a pesar del ruido que hacía al frenar a raya. Golpeando a todos los pasajeros.

—¡Lillie! ¡Casi nos matas!—Daniel me reprochaba lo muy mal que conducía.

—Estoy aprendiendo, es normal ¿cierto?—Mire a mi lado, Santiago estaba aguantándose el vomito.

Bueno, ya había aprendido lo más importante y  básico, cosas como, encender el auto, primera, segunda y tercera y todas las que le seguían, estacionarme fue algo difícil pero lo logré al final.

—Ves, conduces como un ogro—Nicolás comentó—casi haces que mi bebé vomite— se refería a Santi.

—Estoy bien— sus ojos rojizos, me hacían pensar lo contrario—Es mejor si regresamos a tu casa.

—¿Qué? No, recién empezamos.

—Eso mismo, no quiero morir en segundos—comentó Daniel con su risita nerviosa.

Vi a mis tres pasajeros, en muy malas condiciones, uno queriendo vomitar, el otro asustado y el otros nervioso.

—Está bien, conduciré a casa.

—¡NO!— todos exclamaron.

—Es decir, ya estarás cansada— mi primo hablo.

—Yo me siento bien, a diferencia de ustedes.

Todos se negaron e incluso me suplicaron para que dejara conducir a Santiago, no entendía cual era el mío que me tenían? Yo conduzco muy bien.

–Conduzco muy bien, cual es el problema? Si, un par de veces el contenedor de basura se chocó con nosotros—les comentaba.

—Corrección, tú chocaste al contenedor de basura—corrigió Daniel.

Da lo mismo.

—Y estuvimos a punto de chocar con un árbol—completo Nicolás.—Y también estuvimos a punto de irnos por un acantilado.

—Si no hubiera sido por Santi, ya estaríamos bajo tierra.

—En mi defensa, quien en su sano juicio te lleva a aprender a conducir cerca de un acantilado?

—Creímos que eso sería lo mejor, después de que casi atropellas a un anciano— Santiago exageró.

Estaba exagerando, yo en ningún momento atropellé o estuvo por atropellar a un anciano... bueno, si estuve a punto, pero fue porque el anciano se cruzó en medio de la luz verde.

—Además, si no chocaba con el contenedor, probablemente hubiera atropellado a la pobre ardilla.

Era la tercera vez que Santiago me enseñaba a conducir, todas fueron un desastre pero porque ellos gritaban y me desconcentraban.

—Si, fue lo único bueno que hiciste— Daniel dijo.

—Está bien, sigan diciendo que soy culpable, que soy esto y lo otro, pero, son ustedes los masoquistas que quieren venir.

—Yo solo me quería burlar de lo mal que conduces, pero no imaginé que saldría batuqueado como batido.

Ignore a Nicolás.

–Haremos lo que quieras, pero, déjame conducir—respondió Santi.

Bueno eso me interesaba.

—¿Lo que yo quiera? ¿Están seguros?

Todos asintieron suplicando que cambiara mi puesto por el de Santi.

—Primero necesito que lo firmen—agarre una servilleta y escribí todo lo que ellos habían dicho que harían—firmen y cambiaré mi puesto.

Todos firmaron sin pensarlo, vaya me temen mucho cuando estoy al volante.

Salí del auto y cambié al puesto de copiloto. Al llegar a casa encontramos una vez más, una fiesta de jovencitas que nadie conocía.
Cierto, el abuelo de Dani, era toda una joyita, ya llevaba un mes durmiendo en la mansión, al principio me parecía agradable y algo loco, pero, vivimos en un mundo donde la cordura no es de nadie y la locura es de todos. Así que dije, "vamos el solo quiere disfrutar de su libertad", recordé la canción de Jerry Rivera, solté la risa por las pendejadas que se me venían a la mente en instantes serios. En conclusión, la abuela lo quería fuera de su vida y de la casa, la tía Merly le huía a su padre porque siempre pasaba ebrio, Pamela lo detestaba porque decía que no era una persona normal, como si ella lo fuera, vamos se tiro de las escaleras para culparme, en fin, me desviaba del punto. Nadie lo quiere en casa, excepto yo, ya que creía firmemente que las personas necesitan nuevas oportunidades y alguien que se las dé.
Empezaba a arrepentirme de eso.

—¿Ese es mi abuelo? Por Dios está bailando con una jovencita.

—Yo debería estar en su lugar—dijo Nicolás, riéndose.

—Creo que tu abuelo confunde celebrar su libertad con avergonzar a la familia.

Vimos que habían un par de reporteros escondidos en los arbustos.

—Hijos queridos!—gritó el hombre, alzando su lata de cerveza—¡vengan! Hay que disfrutar la vida.

Hablaba con dificultad.

—Por que se le ocurre hacer una fiesta en media entrada?— pregunté, normalmente las hacía en la piscina.

Empezó a bajar las escaleras, cayó al suelo, pero se levantó victorioso.

—Lillie, tus padres están aquí, niña deberías ir y recibirlos, tú madre es igual de insoportable que hace 20 años.

Casi se me cae la cara al oír sus palabras, lo decía por el aliento que se cargaba y porque al hablar me bañaba de saliva.

—Será mejor entrar—le dije, se negó.

—Eres igual de amargada que tu madre—dijo y luego vomitó sobre mis zapatos.

Empezaron los clips de las cámaras de los reporteros ocultos. Me los imagine diciendo "déjame capturo esta humillación"
Daniel obligó a entrar al anciano. Nicolás se acercó a las cámaras, se acercó para hacer lo que mejor sabe,  decir locuras. Santi me acompañó a quitarme los zapatos.

—Oh Dios mío, que comió ese hombre—susurre, quitándome los zapatos.

Se escucharon varios golpes y ruidos extremadamente  fuerte, corrimos y entramos a la casa. El anciano tiró todo al piso y quebró el más preciado juego de vajillas de la abuela, mis padres veían la escena con preocupación y la abuela, muy enojada.

—¡Quiero vivir mi libertad!

—Vívela lejos de aquí—respondió la abuela.

—Viejo loco, deberías ir con un doctor a ver si te medica para controlar tu demencia—Pamela hablo con vergüenza.

Dorothea arrastró a Pamela, llevándosela lejos del problema.

—Yo solo necesito amor, comprensión y ternura, Viki, mi amor, aún podemos ser felices— suplico el hombre.

—Lucio, ya pase de pagina, hazlo tú también— ella muy decidida, tomó su teléfono—Llamaré al centro de ayuda para personas con adiciones.

—Yo solo soy adicto a tu piel, cariño—le respondió a la abuela.

Lo que me hizo soltar una gran carcajada.

—Dorotis, aún soportas a esta mujer, te admiro, te admiro... donde está mi habitación, quiero ir y beber una gran copa de alcohol.

—Es Dorothea, señor.

—Como sea!—intentó caminar pero fracasaba, cayendo al piso, llevándose con él, una mesa—estoy bien, tranquilos, no pasó nada.

Hablaba muy borracho.

La abuela le dio una miradita a Dorothea, ella se desapareció con el celular, para hacer una llamada.
Luego de diez minutos llegó una ambulancia, para llevarse al anciano, que se quedó dormido a mitad de las escaleras.  Cuando los enfermeros fueron por él, despertó y empezó a llorar y rogar que lo dejaran en paz, que solo quería vivir su vida bebiendo alcohol y que eso no era nada malo. Lloró y lloró, luego al ver a mi abuela, le tiro un almohadón, muy cerca de golpearla.

—¡Volveré!—se acercó a mi—Lila...

llevo sus manos a sus bolsillos y sacó algo rápidamente, todos nos asustamos, pero, Santiago me alejo de él inmediatamente, el solo quería regalarme una flor que ya estaba muerta y seca.

—Una flor para otra flor.

Bien, me preocupaba su salud mental, me estaba regalando una flor muerta, acaso era un mensaje subliminal?

—Adiós.

Estaba muy segura que diría algo más, pero volvió a vomitar, esta vez, pegue un brinco, alejándome aún más de él.

—¡Que te mejores!—me despedí de lejitos.

Cuando la ambulancia salió de la propiedad de Victoria, se pudo respirar con tranquilidad y sobre todo con paz.

—Necesita una nueva oportunidad, lejos de esta casa—alegó la abuela.

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