Capitulo 28

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Resulta que un gran e importante asunto familiar, del que ningunos de los nietos estábamos enterados, resurgió de los profundos secretos de Victoria. El señor fue todo un criminal en sus épocas de juventud, fue el segundo esposo de Victoria y entró a prision por matar a un par de hombres( ese fue un dato muy perturbador). El asunto se mantuvo bajo la mesa, hasta el día de hoy.

—Entonces, ¿Daniel y mi estrellita son primastros? —intervino Nicolás.

Dorothea, tomó unas papas y las unto con la salsa.

—Recuérdame porqué lo dejamos pasar a la habitación?—le pregunté a Dani.

—¿Porque trajo mucha comida?

Cierto, Nicolás no era del todo estupido y para entrar trajo mucha, demasiada comida, incluso Dorothea estaba con nosotros, en la cama, comiendo mientras escuchábamos el chisme.

—Entonces, ¿mi abuelo si está muerto?—volvi al tema principal.

De hecho, aún no me iba, solo para oír tal chisme.

—Tu abuelo falleció de un misterioso infarto mientras dormía— abrí los ojos, sorprendida—tú aún estabas en el vientre de la señorita Aurora.

—Puedes decirle señora con confianza, no le dire—respondí.

Nicolás se atragantó con una papa que comía, Daniel le paso rápidamente, un vaso con agua, ayudando a pasar el susto.

—Soy el único que escuchó la palabra "Misterioso infarto", ¿qué significa eso?— insistió en saber.

—Eso oí del reporte... no puedo decir nada más— dijo Dorothea.

—Y mi abuelo es un criminal... Jamás pensé en eso—comentó Daniel, parecía ensimismado en sus pensamientos.

—Lo es— afirmó Victoria—Dorothea, llévate todas estas cosas a la cocina, limpia mi habitación que está algo desordenada—me miró—niños es hora de conversar seriamente.

—¿De que?—pregunté a la defensiva—¿del abuelo que no es mi abuelo? O del robo que no cometí?

Aún seguía muy enojada.

—O del abuelo criminal que tengo?—dijo Daniel.

—O del porqué todo esto sucedió mientras dormía—exclamo Nico.

—Se qué hay muchas preguntas sin respuestas, pero ahora necesito hablar con mi nieta, ahora si me permiten— comentó algo enojada.

Todos salieron sin rechistar.

—Traidores—susurre cuando todos salían.

Victoria se sentó sobre el borde de la cama, sin decir alguna palabra, hasta después de algún tiempo.

—Se que hice muy mal, Melina. Debí ser más considerada contigo y tus padres, me disculpo sinceramente por todo, espero me entiendas.

—¿Entender que? Que querías llenar esta casa con todos tus hijos y exs?

—No quería estar sola.

—Tienes a Daniel, a su hermana y a sus padres.

—¿Daniel? Él está enamorado. ¿Pamela? Te das cuenta que ella solo se interesa por ir de compras y molestar a los demás y que decir de mi hija y su esposo, ellos viven viajando. Lo único que sé con certeza... Cuando Beth murio me dolió en el alma, no quiero perder a otro nieto y aunque no te guste, soy tu abuela.

—¡Podías haberlo pedirlo!

—¡Te ibas a negar!

Ninguna de las dos quería ceder, esto ya venía en la sangre.

—No... bueno si, pero porque creía fielmente que eras la culpable de la muerte de Beth— solté un soplido de frustración.

—Tienes razón, si yo hubiera pensado en ustedes, en mi familia...no hubiera convencido a Beth de hacer tal cosa.

Aún recuerdo muy bien como sucedió todo. Como se arruinó nuestras vidas en instantes. Recordar o hablar sobre Beth y lo que ocurrió, me devolvía ese horror, esa tristeza que trataba de esconder, de hacer desaparecer de mi aliña, de mi vida... no quería ser una chica deprimida, no como lo fui cuando todo sucedió.

—No sabes cuánto me arrepiento de la manera en la que actué— sollozó—creo que tenerte aquí nos ha hecho ver la vida desde otra perspectiva,— limpio una lágrima que rodaba por su mejilla—debo admitir que desde que estas aquí en esta casa se siente la inmensidad de tu felicidad y alegria, tus locuras nos alegran la existencia y hasta parece un hogar.

—No exageres, aún estoy muy enojada con todo lo que has hecho... a mis espaldas.

—Perdóname por eso y por todo lo demás— se disculpó, con cierta tristeza en la voz—se que no soy la mejor abuela o persona de este mundo, pero tendrán que aguantarme un poco.

Por primera vez en todo este tiempo, me permití reírme con sinceridad.

—¿Un poco?— seguí riendo—Te soportamos todos los días y todos tus antojos.

Me senté al borde de la cama y la abracé. Los desacuerdos son solo eso, la familia está en la sangre, en la vida y en todos los momentos, buenos o malos.

—Melina, eres una chica muy buena y de noble corazón—donde estás ese noble corazón que no veo?

—Llámame Lillie— dije de repente—me empezó a gustar, más cuando me enteré que mi segundo nombre lo llevaba el perrito de la infancia de mamá.

Victoria empezó a reírse de las bobadas que decía. Se que antes de venir y vivir aquí, tenía un mal concepto de Victoria, pero, al igual que yo, cometía muchos errores y no era quien para juzgarla o hacerla sentir de lo peor. Cometer errores era de humanos.

—Y  no le dire a mis padres lo que hiciste, creo que no deberían pasar coraje, además estaríamos a mano por lo que me ocultaron.

—No es tu deber contárselos, es el mío.

Yo acepté, porque la verdad no quería contarles a mis padres, bueno exactamente a mi madre, quien pegaría un grito de terror y probablemente me mataría al enterarse que destruí el cuarto de su madre.

—Y el señor que cree que soy tu sirvienta?

—De él nos encargaremos luego— no le agraciaba hablar de él—quieres ir y comprar  helado?

Los ojos me brillaron por tan exquisita propuesta.

—Aún no hemos desayunado— respondí por instinto—a penas está amaneciendo, pero, tampoco puedo negarme a una propuesta como esa.

La abuela estaba a punto de negarse al escuchar todo lo que decía, antes que se arrepienta, me levante y la arrastre a la salida.

—¡Que bien!, ya nos llevamos—dijo Nicolás.

—¿A donde van?—preguntó Daniel.

Un momento estaban esperando fuera de la puerta de mi habitación?

—Nunca se fueron del todo?— pregunté aunque sabía la respuesta.

Los chicos se hicieron los locos mirando a otros lados, incluso preferían ver unas flores que mirarme a la cara. Bueno, las flores si estaban bonitas.

—Llevaré a Lillie a la heladería— la abuela comentó, al ver el silencio que emanaba en el pasillo.

—¡Yo también quiero!—chillo Nicolás con emoción.

—No se si entiendes, pero, vamos solo ella y yo—bromeé—la matare en el camino.

Santiago se empezó a reír fuertemente, sin disimular, su mirada me causaba gracia, era muy lindo verlo sonreír de esa forma, con sus hoyuelos profundos.

—Es mejor ir todos, así Lillie no tiene tiempo para aventarme del carro.

—¿Sabes manejar?— le pregunté a la abuela, ansiosa por su respuesta.

Nunca la he visto manejar, siempre anda con chofer.

—Sabía, ya no recuerdo mucho— aclaró—Y bien, vamos o no por un helado?

Todos salimos y arrastramos a la abuela, antes de que se arrepintiera, de nuevo. Daniel conducía.

—¿Puedes enseñarme?— me interpuse entre los dos asientos delanteros.

—Soy muy malo enseñando, seguramente te estrellarías en tu primer viaje.

Retrocedí, volviendo a mi asiento.

—Yo puedo enseñarte—Nicolás me sonrió con picardía.

Sonreí mostrando mis dientes.

—No permitiré que le enseñes a mi nieta. La otra vez vi que chocabas con un contenedor de basura.

—Ey, tía Victoria no me hagas mala fama— Nicolás pidió.

Mire a mi última oportunidad.

—¿Quieres enseñarme a manejar?—mire a Santiago con ojitos de peluche, los adorables, no los aterradores, que en la noche te dan ganas de llorar.

—¿Yo?—parecía sorprendido.

—He visto y eres el que mejor conduce— el alago era la clave para que acepte.

Daniel casi me mata con su mirada herida.

—No se ofendan pero si es la verdad, si o no abuela.

—Estoy de acuerdo con Lillie.

El resto del camino sonreí con alegria, al saber que aprendería a conducir o al menos fallaría en el intento.

—Como así no has aprendido a conducir?- preguntó Nicolás, con interés.

—No pienso decírtelo.

—La abuela si sabe—Daniel abrió su bocota—abuela cuéntanos.

—No, lo hagas abuela— exigí.

—Cuando Lillie tenía trece, se le ocurrió aprender a andar en moto, la única moto que tenía a su disposición era la del novio de su hermana—recordé aquellos tiempos en las que Beth salía con un chico que tenía motocicleta—estaban en medio de una celebración— la abuela volteó a verme, yo hundida en mi asiento—Lillie, como se llamaba ese chico que estaba enamorado de ti?

—Lucas— respondí sin ganas.

—Bueno, de ese Lucas, él era el cumpleañero, estaba muy enamorado de Lillie y la invitó a su fabulosa fiesta, pero aquí la señorita llegó en una moto que no le pertenecía y no solo chocó contra la mesa de aperitivos, también arrolló al festejado

—Un momento, no lo arrolle, el solito se entrometió en mi camino— tenía que aclararlo.

—Bueno, el muchacho pasó un mes en el hospital y los padres de Lillie le prohibieron manejar cualquier vehículo que tenga ruedas, incluso las bicicletas.

Recordé riéndome llena de vergüenza por aquel día.

—Nunca hay que dejarle manejar una moto a mi prima.

Todos reían a carcajadas menos Santiago, él parecía asustado y agobiado.

—Pobre chico, seguro se largo a vivir muy lejos de mi Estrellita... ¿tu primer fracaso amoroso?

—Y si mejor te fracaseo la cabeza?— le ofrecí mi puño, al querer saber más sobre mi fallida vida amorosa. Mire a Santiago, ofreciéndole una pequeña sonrisa— créeme, no voy a arrollar a nadie cuando me enseñes a manejar.

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