Capitulo 44

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Nota: Se que soy muy deeesssgraciada al subir este capítulo a media noche, al menos es media noche en mi barrio,  así que he decidido subir este capítulo porque resulta, sucede y acontece que hoy fue un gran día para mi. Así que como regalo aquí dejo este capítulo. Así que Gracias por leer mi historia, bueno, la de nuestra Lillie alias el diablo.

Estaba en el cuarto de lavado, donde convenientemente no era habitado los lunes.
Me escondía en aquel cuarto sin ganas de ver a alguien, hablar o respirar. Estaba enojada y triste conmigo misma, me había convertido en todo lo que alguna vez odié.

Quería llorar y gritar, quería romper todo lo que tenía a mi alrededor, pero trataba de no hacerlo. Me senté en la fría cerámica, apegándome a la pared.

Oí la puerta abrirse y luego cerrarse, alguien dando pasos lentos y cercanos.

—Tus padres estuvieron buscándote todo el rato... decidieron irse.

—Santiago, no quiero hablar —susurré.

Sentía que si hablaba más de lo debido terminaría llorando y era lo último que me apetecía hacer.

—¿Puedo abrazarte? —preguntó serio.

—Quiero estar sola.

—Y yo quiero acompañarte.

Se sentó a mi lado, rozando su brazo con el mío.

—No tienes que hacerlo.

—Quiero hacerlo —insistió —¿por qué no me miras?

—Estoy avergonzada de mi comportamiento y de lo boba que fui, que soy y que seré —me costaba mucho mirarlo y sentía mis ojos húmedos y tibios.

—No lo eres, lo sabes muy bien.

—Lo soy, soy una estupida —la voz se me quebraba —fui egoísta y muy mala con mis padres... ellos no merecen una hija como yo.

—Todos somos un poco egoísta... —dijo seguro de sí mismo.

—¿Te has dado cuenta de lo bastante egoísta que soy? Yo los supero a todos.

—Siempre súperas a todos —dijo con una sonrisa orgullosa.

—No me agradas justo ahora. Lo dices como si aprobaras mi comportamiento que por cierto fue muy inapropiado.

Él suspiró y luego me miró a los ojos.

—Lillie, lo que hiciste allá fuera fue todo menos egoísta o inmaduro. Admitiste en frente de tus padres lo que habías hecho. Discúlpame si soy muy entrometido pero creo que es lo más valiente que he visto. Tener la valentía de admitirlo fue mejor que mentirles y créeme vi lo suficiente como para saber con toda seguridad que ni siquiera pensaste en mentirle sobre lo que hiciste.

—Ya, pero eso no quita lo mal que hice en poner la casa de mis padres en venta.

La vergüenza me llevaba.

—No, eso no lo quita.

—Gracias, ahora me siento mejor —dije ignorando su hermosa mirada.

Me quede en silencio, cubriendo mi cara entre mis rodillas.

—Tienes unos padres increíbles y tú eres una hija maravillosa, digo superaste mi nota y la de Mirian en el examen de admisión. Sabes lo mucho que estudié el día que la rendí? Sabes cuantas noches me amanecía estudiando cada concepto hasta saberlo al revés y al derecho? Acepté mi nota y no tengo problema con ello, pero te das cuenta que tu ni siquiera leíste una página de cualquier libro? No sé tú, pero eres mi inspiración.

Estaba demasiado enojada como para darme el tiempo de derretirme como mantequilla ante el fuego. Y eso también me enojaba más.

—A eso se le llama suerte —corregí — y mis padres no son increíbles, siempre me regañan y nunca me creen, ademas siempre me lo gana a pulso así que tampoco puedo decir más sobre el tema.

—Tus padres te aman, lo he visto con mis propios ojos... y si tanto te regañan es porque solo quieren lo mejor para ti, quieren que seas la mejor y vaya que lo han hecho bien.

—Deja de mentirme, si?

—Una vez conocí a un niño, pequeño y temeroso... de pequeño sacaba muy malas notas en matemáticas y en ortografía, así que cuando llegaba a su casa tenia miedo de darles las notas a sus padres, pero él sabía que era malo no entregárselas.

—No quiero oír cuentos.

—Entonces, un día la profesora les comunico a sus padres sobre las malas notas... ellos no hicieron nada en absoluto, así que el niño estuvo alegre por no llevarse un regaño de sus padres.

—Bien por el.

—Así que la niñera que lo cuidaba mientras limpiaba el cuarto descubrió las malas notas así que ese día ella aprendió a utilizar las redes sociales y cuando lo hizo, lo primero que hizo fue buscar en YouTube y aprendió los difíciles ejercicios de matemáticas que no le cabían en la cabeza al niño.

—¿Y le subieron el sueldo por hacer eso?

—No. Pero la siguiente semana el niño llegó muy feliz a casa para enseñarles las buenas notas a sus padres, ellos estaban muy ocupados en cosas del trabajo como para prestarle atención al niño. Así que ese día el niño lloro escondido en el armario de su habitación. La niñera fue la única que se preocupó por él al no verlo como de costumbre, así que fue y lo encontró llorando en el armario y le dijo: "Pequeño, porque lloras si obtuviste buena nota y mereces festejarlo".

—Mis padres nunca me han regañado o se han preocupado por mi. Es más, puedo asegurarte que ahora mismo se han olvidado que tienen un hijo llamado Santiago —dijo divertido.

Y entonces dejé de comportarme como una estupida.

—Yo... lo siento. Ahora que lo veo de esta forma he de parecer una llorona imbecil. Cada vez me siento mas egoísta y ser egoísta me hace una mala persona y sabes...No iré al cielo, iré al infierno.

Sus ojos estaban llorosos pero entonces se rió fuertemente.

—Probablemente —seguía riendo— irás al infierno, pero serás el ángel más bonito y angelical de ahí, todos te envidiarán.

—No, eso no ayuda.

Me quede en silencio por minutos.

—Fue un 20 de diciembre... el día que mi hermana falleció. Sabes, ella era la única que siempre soportaba mis berrinches y todas las locuras que hacía, ella me comprendía, era el único lugar donde no era juzgada.

Me aguante las ganas de llorar.

—Mi abuela, ella sucedió. Beth iba a cumplir los 18, ella era la más pegada a la abuela, es más, era la única que la soportaba. Yo recuerdo que cumpliría los quince, así que mis padres querían hacer una pequeña fiesta, todos estábamos de acuerdo, solo invitar a los más cercanos, pero mi madre invito a la abuela por educación, así que cuando llegó el día de mi cumpleaños, ella estaba ahí, juzgando cada pequeño detalle que no le agradara —recordaba con tristeza —recuerdo mucho que me había llenado la cara de escarcha de colores, para mi era lo mejor, pero al saludar a la abuela, ella fue muy directa y déspota, mis padres tuvieron una pequeña discusión con ella... todos quedamos enemistados con ella, menos Beth, ella era muy buena y decía que las personas necesitaban una segunda oportunidad. Recuerdo tanto ese día, Beth decidió pasar las vacaciones con la abuela, mis padres se negaron pero al final le dieron permiso, para cuando volvió, no vino sola. La abuela le pidió a mis padres la firma para vender la casa, esa fue la gota que derramo el vaso, mis padres se negaron y le prohibieron volver a la casa... Pero ella no se quedó quieta, así que metió a Beth en todo ese problema de adultos, mandó una carpeta donde se necesitaba un par de firmas y Beth me pidió que falsificara las firmas de nuestros padres, en ese tiempo no sabía para que lo quería o que podía ser algo malo, creía que eran malas notas de la escuela, entonces las falsifiqué, cuando nuestros padres encontraron la carpeta, nos castigaron a ambas, a Beth le prohibieron volver a ver a la abuela y a mi me quitaron la computadora, yo creía que era el peor castigo y golpeé a Beth, muy enojada. Ese 20 de diciembre ella se salió de la casa porque quería ver a la abuela, nadie sabía que Beth había salido, fue cuando llegue a la habitación que vi que la mayoría de sus cosas no estaban, al igual que el carro de papá... estaba muy enojada con ella, pero no me atreví a decir que ella se había ido y la cubrí todo el tiempo...

Cerré la boca. Recordarlo era muy doloroso. No quería llorar, no después de tanto tiempo cuando yo ya había creído superarlo.

—En la madrugada la policía llamó a mis padres para pedirles que se acerquen a reconocer el cuerpo de Beth, que ya hacía en la morgue. Fue la peor noche de nuestras vidas. Aún puedo escuchar cuando mis padres entraron a la habitación buscando a Beth, ambos se reían histéricamente porque creían que la policía había cometido un error... fue difícil verlos desmoronarse.

El corazón se me partía al recordar y revivir aquel momento.

—Yo tuve que decirles que Beth no estaba y que no estuvo en todo el día... Y yo solo podía ver el sufrimiento de mis padres al ver el cuerpo sin vida de mi hermana. Todo parecía irreal incluso cuando ella estaba ahí, solo parecía que dormía como siempre lo hacía, su rostro era pacifico y su piel estaba pálida... desde ese día mis padres no fueron los mismos y no me perdonaran nunca que mi hermana murio, se que nunca me lo perdonaran y peor cuando cometí el mismo error que la abuela.

Estaba ahogándome en mi propio sufrimiento, me costaba respirar.

—Lillie, respira con calma —Santiago me tomo el rostro —inhala y exhala... con calma.

—¡No... puedo!

—Cuenta hasta tres.

Contamos juntos.

—Uno... dos—contábamos al mismo tiempo—tres.

Pude volver a respirar con normalidad

—Ven aquí.

Santiago me arrastro hasta su pecho y me enrollo en un abrazo cálido y alentador.

—La extraño mucho.

Extrañaba tanto a Beth y sabía que su muerte había sido mi culpa.

—Desearía haberla abrazado, no haberla golpeado nunca y decirle cuanto la amo.

—Ella ya lo sabía, Lillie. Ella sabía que la amabas tanto como ella a ti.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por no irte cuando te lo pedí —susurré.

—No lo haría nunca —besó mi cabeza —no podría dejarte.

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