𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟑

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—Cariño, ¿ya estás aquí? —saludó la abuela de Lucas a... Lucas.

¡Él estaba aquí!

—Creí que llegarías más tarde —añadió su abuela, dando pasos cada vez más cercanos.

Iban a entrar, la anciana se daría cuenta que no vine a recuperar nada mío, se daría cuenta que de hecho estaba robándole a su querido nieto.

Tomé una memoria y bajé todos esos documentos importantes, lo guardé en mis bolsillos y me tiré a la cama, justo después de tirar la laptop en el lugar donde la había encontrado.

La puerta se abrió y entonces sorprendido sonrió, medio sonrió.

—Hola —saludé fingiendo emoción.

Lucas miró a su abuela y luego a mí, la primera se encogió de hombros y salió de la habitación, dejándonos solos. Al menos respetaba la privacidad, no como yo.

—¿Qué haces aquí?

—Si quieres me voy —respondí.

Él se apresuró a negar y empezó a sacar las cosas de su mochila.

—Creí que estabas enojada conmigo —comentó.

—Aclaro que no estaba enojada contigo, más bien, estaba enojada con todos, nadie en especial —dije— venía a ver mi chaqueta azul, ¿la viste por aquí?

Lucas miró por todo el lugar, ¿sabía que estaba mintiendo?

—Sí, la tengo conmigo, por favor no te la lleves —suplicó— cuando te extraño, me gusta oler tu abrigo y pensar que estás conmigo.

¡Maldito mentiroso!

Mi corazón se hacía chiquito e indefenso, quería llorar, pero no quería que mis lagrimas cayeran con él estando cerca.

—Bien —accedí— te la obsequió es lo único que tendrás de mí.

—Ves, —comentó— sí estás enojada conmigo.

Negué, pero él se acercó y me estrechó en un largo abrazo.
Posteriormente me separé de él, con más ganas de golpearlo que abrazarlo, me contuve.

—Tengo que ir a casa —avisé—. Te veo luego.

Estaba a punto de desaparecer por la puerta, cuando llamó.

—Melina, se te olvidó algo —giré con lentitud— contarme que fue lo que dijeron tus padres sobre la expulsión y darme un beso de despedida.

—Se me hace tarde.

Fue lo único que pude pronunciar sin que la voz se me rompiera.
Al salir de su casa pude respirar con tranquilidad, es más, no sabía que estuviera conteniendo mi respiración, esta vez me sentía como una ingenua y estúpida. Me sentía tan traicionada, más porque la traición provenía de alguien que creía que era honesto conmigo, estaba equivocada y él también al pensar que se saldría con la suya victoriosamente. No iba a burlarse de mi sin al menos probar un poco de mi cucharada llena de venganza.

Caminé por todo el pueblo buscando pintura rosada y un par de cosas que necesitaba para el escarmiento que estaba por venir.

**

A las 4 de la mañana, cuando todos dormían y la soledad era mi única acompañante salí de casa, sin despertar a nadie y sin decir nada.
Una vez escuché que las mujeres no deben de llorar por un hombre, adivinen, es cierto, apenas derramé un par de lágrimas por los hombres Gibson y ahora eran ellos los que debían aprender y saber que a las chicas no se les hace llorar.

Caminé escuchando el silencio del pueblo, a la luz de la luna, bajo las luminosas estrellas, hasta llegar al centro del pueblo.
El pueblo no era tan grande, al contrario, era tan pequeño que había dos escuelas, una que se caía en pedazos y otra en la que cada día salía un herido como poco, había un parque que daba más miedo que diversión y un par de tiendas donde a veces no encontrabas ni chicle, dos tiendas en las que no me permitían entrar solo por un par de accidentes en los que me veía involucrada.

Estas personas eran intolerables a la alegría y felicidad, al contrario, te preferían callada, tímida y manejable. Preferían a las chicas sumisas y evidentemente yo no calificaba para serlo.

Las calles ya eran viejas, los baches y huecos las describían perfectamente y las luces de los posters encendían cuando se les daba la gana, y esta noche era una de esas donde los posters dejaban de funcionar por minutos, dejando todo a oscuras y a voluntad de la luna. Escuché a un búho cantar y hasta la piel se me hizo de gallina porque recordé viejas historias contadas:

Cuando escuchas a un búho cantar, significa que cosas malas van a pasar... tal vez alguien se enfermará o morirá. Su canto es de mal augurio, me lo contó mi abuelita.

Las palabras de nuestra difunta niñera vinieron a mi cabeza como la brutalidad de una piedra a gran velocidad impactando mi cráneo. Me sacudí completamente, creyendo que así alejaría los malos pensamientos porque era mala, pero también miedosa y sinceramente no podía ser ambas al mismo tiempo.

—La madrugada es la hora del diablo, siempre hay espíritus malévolos buscando a quien asustar.

Volvieron los viejos cuentos de esa vieja gruñona.

—¡Ya basta! —exclamé al viento—. Diosito me protege.

Intenté quitarme el miedo y empecé a repetir en mi mente: la sangre de Cristo tiene poder, la sangre de Cristo tiene poder.

Cristo me dio fuerzas y voluntad para continuar con mis planes de esta noche. La maldad a veces es mas fuerte que el miedo, al menos en mi caso el imaginarme la reacción de todos por la mañana me sacaban una gran sonrisa hasta tal punto de olvidarme del miedo que sentía hace unos minutos.

Me detuve en frente de la fuentecita, la más ridícula y ordinaria que había visto en toda mi vida, pues en medio de esta, estaba la estatua más ofensiva que alguien puedo esculpir, honrando a un hombre que no era más que un machista y un petulante, nada más y nada menos que el señor Alberto Gibson, papá del papá de Lucas.
Nunca pude comprender la razón de que aquel hombre fuera tan apreciado, querido y respetado, cuando en su juventud, y de hecho en toda su vida, fue un golpeador de mujeres y un estafador. Fue un abusivo y con tal abuso construyó un pueblo el cual lo aclamaba.

Con el tarro de pintura rosa, lo pinte de pies a cabeza, tome una peluca corta, negra y con flequillo y la puse en su cabeza, le puse un vestido, collares y pulseras, en manos y cuello, unos pantis que realmente fueron difícil pero no imposible de poner, un bolso y un cartel que decía: Lucho para existir.
Al agua turbia de la fuente le tire tinta de colores, no tenía ningún significado los colores en el agua, pero seguramente más de uno se ofendería. Observé el resultado y hasta casi me olvido de que antes era una estatua que odiaba, ahora hasta me gustaba más, decidí tomar una foto de recuerdo antes de irme.

Sabía que eso en realidad no era un ajuste de cuenta para Lucas, no, simplemente decidí que no haría algo que lo hiciera sentir tan mal como me sentí en algún momento, decidí hacer esto en contra del pueblo que tanto me aborrece por ser real.

La verdad me divertí al darle un nuevo estilo al abuelo de Lucas, seguramente su familia se ofendería muchísimo, pero su familia nunca fue de mi total agrado y el sentimiento siempre fue mutuo, siempre estaban atacándome y culpándome por cualquier cosa que sucedía en el pueblo, una vez soñé que haría esto, fue el mejor sueño que tuve en mucho tiempo y ahora el sueño se había hecho realidad.

Me preguntaba cuál sería la expresión de todos al ver mi obra de arte.

Me fui a dormir, viendo que amanecería en un par de horas y que lastimosamente me perdería las primeras reacciones hacia mi obra de arte.

Para el amanecer todos estarían enojados y probablemente llorando por su amado Alberto o más bien Alberta, mientras yo dormía como un lindo e inocente angelito. 

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