𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟒

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—¡Abran la puerta!

Y en realidad parecía que iban a tumbarla con los fuertes golpes que le daban a la madera.

¿Qué hizo la puerta para merecer tanto odio?

Cerré la llave de la ducha para poder escuchar con claridad.

—Muestren sus caras, pecadores...

No se trataba de un solo grito, se trataba de medio pueblo, seguramente.

Sonreí como el gato malévolo de Alicia en el país de las maravillas porque significaba que ya habían visto la fuentecita.

Mis padres llamaron un par de veces a mi habitación.

—Hija, al parecer ha pasado algo grave —dijo mi padre.

—Varios vecinos estuvieron tocando la puerta —informó mi madre—. Quieren que vayamos a la estatua, parecía urgente.

Les avise que saldría en unos minutos, que tenía que vestirme y peinarme. Oí a mi padre decir que tenía un problema en su trabajo y que lo solucionaría, así que fue el primero en marcharse. Mi madre esperaba pacientemente en la sala. Al verme alzó su mirada y entrecerró sus ojos, escaneándome completamente.

—¿Hiciste algo? —cuestionó— ¿Hiciste algo malo? Tengo que saberlo antes de que me rellenen como pavo navideño.

—¿Yo? Bueno, hice un pequeño cambio en la estatua del viejo Gibson —comenté.

Mi madre se levantó casi perpleja con la boca en una perfecta "O".

—Pero, digamos que se ve mejor que antes. Te gustará —aseguré.

Salimos de casa, emprendiendo la caminata hasta la fuente. Al llegar todos los reunidos empezar a hablar al mismo tiempo, la mayoría se encontraba furiosa, otros se reían mientras tomaban fotos y otra pequeña parte estaba llorándole a la estatua.

El señor Tomas fue quien levantó la mano, fue mas como una orden, así que los demás se callaron, incluidas las lloronas.

—Señora Aurora, aprecie la bestialidad que su hija hizo mientras descansábamos anoche.

Y todos se hicieron a un lado para dejar apreciar mi arte.

Mi madre me miró y sonrió completamente, pero al final ocultó su sonrisa.

—Su hija es una bestia, es una chica perversa. En este pueblo no hemos conocido a una chica tan maldita como ella, es un caos, es una malcriada y...

Mi madre tosió al escuchar todo.

—Disculpe, pero ¿acaso en este maldito pueblo no conocen otro nombre que no sea el de Melina? Estamos exhaustos de que siempre la culpen de todo lo malo qué pasa en este pueblo, pero bueno, creo que quedó muy bonita la remodelación, deberían agradecerle a mi hija por ponerle un poco de color a la vieja estatua.

Miré a mamá sin poder creer todo lo que decía, es que ¿me la cambiaron mientras dormía?

—Ya veo, la madre igual que la hija... deberíamos ponerle una restricción a su hija, no hace más que dar problemas a todos nosotros.

Iba a defenderme, pero el silencio se hizo permanente cuando llegó la familia Gibson. Gabriel, el director y también padre de Lucas, impresionado por la barbaridad que veían sus ojos se obligó a contener sus lágrimas. Nadie dijo nada, nadie me acusó, pero él ya sabía de quien provenía todo esto. Creo que quería matarme con tan solo mirarme si le fuera eso posible. La abuela de Lucas temblaba de la ira y Lucas estaba incrédulo ante la situación en la que se encontraba.

Todos en silencio, esperaban reclamos o alguna otra reacción por parte de la familia Gibson.

—Pero quien fue la infame persona que ha cometido esta atrocidad, mi pobre padre estará revolcándose en su tumba, Dios perdone a la pecadora.

Gritaba aterrorizado, viéndome fijamente.

Era más que evidente que me estaba lanzando las indirectas a mí. Todos sabían que había sido yo la autora de este acto y la verdad no iba a negarlo.

—Ay, vamos —me quejé— no sea tan inmaculado y puro, sabemos que su padre al igual que usted no son unos santos y es más, me atrevo a decir que no me arrepiento de nada y es más, esto tuve que haberlo hecho desde hace mucho.

Este señor se acercó en grandes pisadas, llegando a mí levantó su gran palma para luego querer golpear mi cara, pero tan rápido como sucedía Lucas se adelantó a mí y detuvo la mano de su padre.
Todos se detuvieron, quedaron inmóviles y no disimulaban su sorpresa ante todo lo que sucedía.

—No te atrevas ni siquiera pensar que puedes alzarle la mano —soltó su hijo.

Lucas miró muy feo a su padre y luego me arrastró por todo el pueblo hasta alejarnos de la multitud, donde mi madre se quedó sola afrontado el conflicto, mi conflicto. Me sentí completamente mal por ella porque mi madre no era culpable de nada, ella no había cogido la pintura para hacer tal locura, eso lo había hecho yo, sola y sin ayuda.

—Melina, ¿cómo te atreviste a obrar de esa manera? ¡No ves la crueldad que hiciste!

—No, no la veo —respondí— Están exagerando, es una estatua, es cemento con una estúpida forma de hombre. Es mucho drama para una vieja y ridícula estatua.

Lucas se dio la vuelta, claramente enojado y fastidiado.

—¡Estás loca!... No puedo creerlo, ¿siempre actúas de esta manera? —preguntó molesto— Eres inmadura y siempre le haces cosas muy malas a las demás personas, nunca piensas en cómo eso puede afectarle a los demás o como puedes herir los sentimientos de las personas. Estás mal, muy mal, siempre son tus padres quienes enfrentan tus desastres y luego vas y dices cosas como esas y no te entiendo... no entiendo cómo puedes estar feliz con lo qué haces.

Me pegué a la pared, sin mirarlo.

—¿No te vas a defender? ¿No vas a decir algo? ¿Negar la situación al menos?

—¿Quieres escuchar mentiras o excusas?

Se cubrió el rostro con las manos por unos segundos y luego me miró con decepción.

—Vas a vivir con tu abuela, ¿es cierto? —enarcó una ceja.

Me sorprendí ya que nadie más que mis padres sabían que iría a vivir con esa señora, por otro lado, sabía que en este pueblo los chismes volaban a la velocidad de la luz.

—Sí, ¿de dónde lo escuchaste?

—Lo oí por casualidad.

—¿De quién lo oíste por casualidad?

—Carla —respondió mirando a otro lado, nervioso.

—¿Desde cuándo Carla y tú son amigos? —pregunté curiosa.

Carla, mi mejor amiga nunca se había logrado llevar bien con Lucas. Ellos dos no se soportaban y ahora ¿estaban chismeando de mí a mis espaldas?

—No somos amigos —aclaró— ella hablaba con otras chicas por la mañana y lo escuché casualmente. ¿Ibas a contármelo?

Negué.

—No entiendo por qué estas tan molesta conmigo, ¿es por mi padre? ¿Es porque te expulsó? ¿Es por eso por lo que sigues molesta?

—Estoy loca, ¿lo recuerdas? —hablé.

De hecho, pensaba decirle la verdad, decirle que descaradamente lo vi besándose a una muchacha en frente de mi casillero, ese casillero donde tantas veces me había besado a mí. Me parecía hipócrita de su parte verlo tan molesto por esto cuando él hacia cosas peores. Que también estaba molesta con su padre y con toda su familia y que en realidad no me arrepentía de pintar esa estatua de su difunto abuelo. También quería decirle que ahora no me arrepentía de ser culpable de arruinar la misa con la canción de Sexo y nada mas y que en realidad prefería no haber aceptado nunca salir con él. Me callé, no tuve la fuerza suficiente para decir todo eso en voz alta, no podía decir eso y perder mi orgullo y dignidad ante él, de todas formas, no se solucionaría nada, el pasado no se podía revertir y en definitiva no podía eliminar de mi mente esa escena en donde se esta besando con Dios sabrá quién. Él me había traicionado y no le daría la oportunidad de redimirse o siquiera defenderse, no merecía mi pena.

Me trague todas esas palabras que se esfumaron por completo al ver a mi madre caminando furiosa a casa.

—Ey, ¿ya te vas? —preguntó sorprendido.

Sostuvo mi mano, deteniéndome.

—Si, ahora me voy. ¿No recuerdas que soy inmadura y que mis padres son los que enfrentan mis problemas? Pues ahora quiero saber cómo está mi madre.

Me solté de su agarre y caminé a casa, encontrándome con mis padres.

—Estuve a punto de partirle la cabeza a ese hombre, lo juro.

Mi madre empezó a reírse a carcajadas largas y contagiosas, haciendo reír a mi padre y por lo tanto a mí.

—Lucas tiene razón, estamos locos —comenté.

—¿Eso dijo ese muchacho? —preguntó mi padre con enojo fingido.

Asentí.

—No se equivoca —respondió.

—Ahora todos estamos tan locos, —dijo mamá—. Todos han dicho que te quieren fuera del pueblo y que tienes que pedirle disculpas al alma de Alberta, digo, Alberto o que por lo contrario levantaran una denuncia por la estatua y por el grafiti de la escuela. Querida, tendrás que ir y decir unas cuantas mentiras.

Mi sonrisa desapareció fugazmente.

Mi madre sabía que no sentía nada bueno al respecto por la familia de Lucas, todos se sentían tan perfectos y puros que siempre miraban por encima a los demás y eso me molestaba mucho.

—No creo que tenga que disculparme, no, no lo haré.

—Creo que esta vez si te pasaste un poco, corazón —admitió mi padre— y viendo que te quieren meter presa, pues es una solución sana para todos que te disculpes con la familia de tu novio.

De los tres, él es el más condescendiente y amable de todos, luego está mamá, que suele ser la más sensata y recta, por último, estaba yo que creía en lo que hacía y no me molestaba que a otros no les pareciera.

—Si tu hermana estuviera con nosotros seguramente estaría muy enojada contigo —habló papá.

Abruptamente recordé a Beth.

Mi corazón dejó de latir con normalidad, recordé aquel vacío que sentía en mi alma y de nuevo sentía tristeza y melancolía. El dulce recuerdo de mi hermana se escondía en lo profundo de mi corazón hasta que alguien decía su nombre en voz alta.

—Limpiaré mi dormitorio —respondí sin muchas ganas.

Mamá limpió varias lágrimas de su rostro y luego sonrió.

—Yo me encargaré de escribir las disculpas para los Gibson —informó.

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