꒰◌; capítulo treinta y tres

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Irene le comentó a Lisa lo que pasó anoche, con todo y detalle, pero aún sin mencionar el nombre.

La extranjera escuchaba todo con atención, se alegraba de cierta manera verla con un brillo notorio en sus orbes y su característica sonrisa de dientes perfectos.

—Tal vez nos juntemos mañana. ¿Qué dices?

—Yo estoy más que encantada, Hyun, por fin conoceré a mi cuñada —sonrió con picardía.

—¡Hey! —ambas rieron, una más nerviosa que la otra.

—¡Hasta que las encontré! —la voz de Jennie hizo acto de presencia para luego acercarse a pasos apresurados hacia ellas—. Pensé que me habías dejado, estuve buscándote por todo la planta baja —se acercó con normalidad y abrazó a Lisa por la espalda, rodeando su pequeña cintura con sus brazos.

La tailandesa recibió gustosa el abrazo, adoraba sentir la calidez combinada con aquella fragancia elegante que suele usar la mayor.

—Sí, claro, yo también estoy bien, Jennie. Gracias.

Kim sonrió con cierta burla y comicidad que a veces le causaba Joohyun.

—Lo siento, Hyun, me alegra verte.

Bae sonrió ampliamente.

—Bien —aplaudió una sola vez—. Quizás nos veamos mañana, Lisa, te mandaré mensaje. Adiós —sonrió para luego tomar su propio camino, quizás a cierta cafetería que ya conocía.

—¿Te juntarás con Joohyun? —apoyó su mentón en el hombro contrario.

—Sí, quiere que conozca a alguien —Jen se tensó al instante y por inercia acercó a Lisa más a ella—. Es una... vieja amiga, una de su infancia —dijo de inmediato. Ni siquiera sabía porqué daba explicaciones.

—¿No puedo acompañarte? —acarició con su nariz la tersa piel del cuello blanquecino de Lisa.

Lisa empezó a disfrutar de las lentas y suaves caricias que sentía.

—No, Nini, es una amiga íntima de Hyun. Quizás luego nos invite a ambas —tomó las manos de la castaña entre las suyas para intentar alejarse—. Vámonos.

Mas Jennie no se lo permitió.

—Aún es temprano, hay que tomar algo de tiempo para las dos —sugirió ladeando su cabeza y ver el rostro de la menor.

La pelinegra la vio por unos segundos, detallando las bellas facciones que poseía. Pero no duró tanto cuando a lo lejos escuchó murmullos, con disimulo llevó su vista al frente y lo confirmó, habían ciertos grupitos, tanto varones como mujeres que las miraban.

—Jennie, aléjate, por favor. Hay que irnos ya —las miradas le incomodaban, le hacían sentir juzgada, era algo que no podía lidiar fácilmente. No quería que miraran a Jennie de esa forma también.

—¿Por qué? ¿Qué pasó? —Lisa bajó su cabeza algo apenada mientras que Kim levantaba la suya y pudo comprender—. ¿No tienen otra cosa mejor que hacer? —dijo en voz alta mirando a los que rodeaban por allí—. Estamos algo ocupadas. ¿No saben respetar un momento de pareja?

Todos quedaron absolutamente callados. Unos mirándolas con indignación y molestia, otros con simple sorpresa y contusión, uno que otro mirando con ternura y emoción a la pareja.

Muchas emociones, muchas miradas y una simple frase de Jennie que hizo sentir a Lisa abrumada y alterada, especialmente a su corazón. Escondió el nerviosismo de su cuerpo y siguió con la mirada baja hasta que sintió que ya no había nadie cerca de ellas.

—No hagas eso, Jennie, van a criticarnos.

—¿Importa? —preguntó con seriedad de repente. Le fastidiaba la gente que se dedicaba a mirar y juzgar la vida ajena.

—¿Estarías bien con todo lo que te puedan decir? Jennie, me preocupa como puedas sentirte —habló en voz baja.

—A mí también me preocupas, mucho —aún abrazadas, tomó las manos de Lisa y las entrelazó con las suyas. Le gustaba mantenerlas así—. Pero fuera de esos absurdos comentarios, ¿crees que a mí me importa?

—No lo sé.

Jennie sonrió ante la ternura que le causaba ver a Lisa tímida.

—No, Lili. No me importa la gente que no considero sumamente especial. Si no son mis amigos, mi familia y tú, solo ustedes me importan —sonrió—. Deberías recordarlo. Si tú estás bien, si te sientes feliz con lo que haces, no te evites a ti misma por pensar en los desconocidos.

Lisa hizo un esfuerzo y como pudo dio la vuelta para abrazar a la de ojos gatunos, rodeando con sus delgados brazos el cuello de esta y escondiendo su rostro en la curvatura del hombro de Kim.

—Me importa que tú estés feliz y tú también debes pensar en eso. Vas a sentirte libre y mejor contigo misma.

—Gracias, Nini —se separó escasamente para verla.

—Gracias a ti por permitirme estar cerca de ti otra vez.

Jennie trató de contenerse para no besarla.

Con sus mechones algo despeinados y cayendo sobre su frente, un sutil color rosa decorar sus mejillas, resaltando toda la fina y blanca piel que poseía. Esos labios, gruesos y con un brillo genuino.

Tomó con delicadeza su rostro entre sus manos, acariciando con sus pulgares la suavidad de sus mofletes y le dio un tierno beso en la nariz y otro en la frente.

Lisa sonrió por inercia, mostrando sus dientes, con sus mejillas contraídas, dando una imagen demasiado tierna.

¿Jennie ya podía morir de amor?

—Adiós, Jennie-ah. Gracias —sonrió ampliamente, con una malteada de fresa que la castaña insistió en comprarle.

—La pasamos bien —rodeó los hombros de Lisa, dejando un beso en su coronilla—. Nos vemos luego, adiós.

Ambas se sonrieron cómplices, dejando que todo fluya con naturalidad. Lisa no tenía tiempo para pensar y analizar las cosas cuando las sentía extremadamente bien.

Dejó de ver a Jennie cuando esta ya estaba cerca de su casa. Soltó un suspiro tal cual chica risueña y entró a su dulce hogar, siendo recibida por el agradable olor del almuerzo que su mamá de seguro estaba preparando.

—Buenas tardes, mamá~ —se acercó a ella y le dio un sonoro beso en la mejilla.

La bella mujer sonrió por el contagioso cariño de su hija y puso a cocinar a fuego lento.

—Hola, Lis —acarició sus hombros y mejilla derecha con ternura mientras que la menor disfrutaba del suave toque—. ¿Cómo estuvo tu día?

—Muy bien —sonrió con suficiencia.

—¿Te vino a traer Jennie, verdad? —la señora Manoban no pudo esconder muy bien su emoción al preguntar aquello.

Lisa se ruborizó ante la simple mención de la chica. ¿Su madre las habrá visto cuando estaban afuera?

Sin embargo, el tono de llamada del celular de Lisa la salvó.

—Tengo que contestar —le sonrió pidiendo permiso y su mamá solo asintió, disfrutando de ver a su hija tímida.

La pelinegra se fue hasta la sala y contestó la llamada.

—¿Aló? ¿Seulgi?

Hola, Lis —se escuchó el tono amable en su voz.

—¿Pasó algo?

Uh.... No creo, solo es que te llamaba para poder vernos. ¿Puede ser hoy?

Lisa lo pensó un poco, ciertamente había olvidado por completo a aquella chica. Sin embargo, al recordarla le pareció alguien agradable, podrían empezar una amistad o al menos eso era lo que quería.

—Está bien, unnie —sonrió aun sabiendo que esta no podría verla.

—Bien, apunta la dirección.

Temas de qué hablar o quizás un encuentro casual. Solo Seulgi sabe sus propias intenciones.

¡Gracias por leer!
🌻

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