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LISA

Mudarse a Corea no era parte de mis planes. Si me hubieran dicho hace un año que terminaría aquí, en este instituto, fingiendo ser un chico, me habría reído en la cara de quien fuera. Pero la vida, y las deudas de mis padres, tienen una forma muy cruel de dar giros inesperados.

Todo comenzó cuando el negocio de mis padres, un pequeño restaurante en Tailandia, se metió en problemas con la gente equivocada. Prestamistas peligrosos, de esos que no te dejan muchas opciones si no pagas a tiempo. Las cosas se descontrolaron rápidamente. Primero fueron amenazas por teléfono, luego en persona. Lo siguiente que supe fue que me estaban usando a mí como moneda de cambio. Si mis padres no pagaban, me iban a buscar a mí. Me dijeron que las deudas podían “desaparecer” si yo desaparecía también.

Por eso estoy aquí, lejos de casa, fingiendo ser Leo, un chico cualquiera. Si ellos creen que me fui del país, entonces mis padres estarán a salvo... o eso espero.

Pero esto no es fácil. Fingir ser alguien que no soy me está desgastando. En la pantalla, era fácil. Jennie nunca sospechó nada cuando hablábamos por chats y jugábamos videojuegos. En ese mundo virtual, solo era “Leo”, su amigo que vivía lejos. Pero ahora que estoy aquí, viéndola en persona cada día, es más difícil mantener la fachada.

Hoy, cuando me llamó durante el almuerzo, quería hablarle. Quería contarle que sí, soy la misma persona con la que compartía memes estúpidos a las tres de la mañana. Pero abrirme no es una opción. Cada vez que me habla, siento una mezcla de culpa y miedo. Ella es la única persona aquí que me importa, y lo último que quiero es que se entere de la verdad... y que todo se arruine.

—Leo —me dijo con tono firme, y supe que no se iría sin obtener algo de mí—, hemos hablado durante meses, y ahora actúas como si no supieras quién soy.

Claro que sé quién es. Sé que Jennie es divertida, que puede ser sarcástica hasta en los momentos menos indicados, y que odia perder en Mario Kart tanto como yo. Pero, ¿cómo le explico que todo esto es una mentira? Que el chico que pensó conocer en línea nunca existió.

—Jennie, no es que no quiera hablar contigo —le dije en voz baja, mirando alrededor para asegurarme de que nadie nos escuchaba—. Solo... las cosas aquí son diferentes.

Y era cierto. Nunca tuve que preocuparme por quién me miraba o qué podían descubrir en una conversación de chat. Pero aquí, en el mundo real, cada palabra cuenta, cada gesto podría delatarme. Mantener las distancias es lo más seguro, incluso si eso significa que Jennie empiece a odiarme. Porque lo peor que podría pasar no es que ella me descubra, sino que mi familia esté en peligro por mi culpa.

No pude evitar pensar en lo que mis padres me dijeron antes de dejar Tailandia. “Lisa, por favor, cuídate. No podemos perderte.” No soy fuerte como ellos, pero no tengo opción. Mi vida aquí tiene que ser lo más normal posible. Y eso significa ser Leo, el chico nuevo que no tiene amigos.

—Está bien, Leo. —Jennie suspiró, como si hubiera llegado a alguna conclusión interna—. Pero no creas que puedes evitarme para siempre. Nos vemos en clase.

Cuando se fue, me quedé mirando la bandeja de comida delante de mí. Fingir ser un chico es más difícil de lo que imaginé. Todo el tiempo tengo que estar pendiente de mis gestos, de mi voz, de no bajar la guardia ni un segundo. Cada conversación, cada mirada de los demás, me recuerda lo frágil que es mi mentira.

Mi hermana, Chiquita, lo sabe todo. Ella también está en Corea conmigo, aunque no asiste al mismo instituto. Mis padres pensaron que era lo mejor para que no nos descubrieran. Tiene solo 16, pero a veces parece mucho más madura que yo. Mientras yo me estreso por cada pequeño detalle, Chiquita solo se ríe y me dice que me relaje, que todo saldrá bien. Ella cree en mí, en que puedo mantener este engaño hasta que la situación con nuestros padres se calme.

Pero hay momentos, como ahora, cuando me pregunto si realmente podré soportarlo. ¿Cuánto tiempo puedo seguir mintiéndole a Jennie? ¿Cuánto tiempo antes de que descubra la verdad?

Me recuesto en la silla y cierro los ojos por un momento, tratando de calmar la ansiedad. Tengo que seguir adelante. Por el bien de mis padres, por el de Chiquita... y, aunque no quiera admitirlo, por Jennie también.

Porque si se entera de la verdad, no solo podría perder a mi familia. También podría perderla a ella, y eso es algo que no estoy dispuesto a arriesgar.

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