Consolando a mi pequeña.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Llevo tres días sin ver a Laura, lo que está empezando a preocuparme seriamente. Pregunté a sus amigas, y solo dijeron que estaba enferma, cosa que sabía que no era así. "¿Tan fuerte la había golpeado la situación?" Sabía que tenía que pasar por el proceso de la pérdida, pero no esperaba que fuera tan difícil.

"En mis casos, prefiero ahogar mis penas de otras maneras, sumergiéndome en el trabajo, saliendo con amigos o follando." Pero esta vez, algo en mí quería consolar a Laura.

Pensé en llamarla, pero eso sería sospechoso si la contactara de repente, cuando se supone que no tengo idea de nada. Así que desistí y esperé encontrarla en la universidad, pero tampoco tuve suerte. "Estoy seguro de que no es la primera vez que le rompen el corazón" pero quería asegurarme de que fuera la última.

"Me gustaría encontrar a ese imbécil y partirle la cara." Pero sabía que Laura se enojaría. Debía encontrar una manera de que él pagara por engañarla de esta manera, especialmente con Diana. Hablando de Diana, envié a Gian para asegurarme de que siguiera mis órdenes, y afortunadamente, así lo hizo. "Espero no tener que verla nunca más."

—¡¿Crees que puedes llamarme cuando quieras?! ¡También tengo una vida, ¿Sabes?! —dijo Eva irrumpiendo en mi oficina como un torbellino.

—No te llamé para que me cuentes tu vida. Dime qué le pasa a Laura —solté yendo al grano.

Ella me miró con el ceño fruncido y luego sonrió con malicia.

—¿No dijiste que ya no estabas interesado en ella?

—Sea lo que sea que estés pensando olvídalo. Laura sigue siendo mi alumna y como tal, me preocupo por ella.

—Ya te lo dijimos, está enferma, tiene un fuerte resfriado —dijo, pero noté cómo su voz vacilaba y desviaba la mirada.

"Esta mintiendo o no me cuenta toda la verdad."

—Sé que estás mintiendo —espeté, y ella se giró sorprendida.

—¿Por qué crees que te miento?

Tenía que ser cuidadoso esta vez. No podía dar indicios de que sabía sobre lo que pasó el domingo en su casa, o las cosas se pondrían muy mal para mí.

—La última vez que nos vimos, Laura y yo, me contó que estaba teniendo problemas con su novio.

"Cosa que no era mentira, si nos detenemos a pensar."

—Y no se veía muy bien, por lo que estoy preocupado.

—¿De verdad estás preocupado por ella? —Preguntó sin poder creer en sus palabras.

"Claro que sí, idiota. Si no, no te habría llamado en primer lugar."

—Así que, me gustaría que me contaras si algo más le pasó, además del resfriado —dije con la voz más amable y persuasiva posible.

Eva dudó unos minutos, mirándome y analizando si contármelo o no. ¡Que desesperante, habla de una vez! "¡Qué desesperante, habla de una maldita vez!"

—Te lo contaré, con la condición de que, por favor, la respaldes si la ponen falta de asistencia estos días que no estuvo —me pidió, y yo accedí.

—¿Y bien? —insistí.

—Es cierto que se siente mal, pero no solo es por el resfriado.

—¿Entonces, por qué es?

—El desgraciado de su novio estuvo engañándola todo este tiempo —soltó con rabia contenida.

—¿Cómo pasó eso? —pregunté haciéndome el tonto y el sorprendido.

Entonces, me contó la historia que ya había escuchado de Diana, aunque esta vez era gratificante, como Eva dejaba por los suelos a ese tipo.

—Sufrió un ataque muy fuerte de ansiedad; tuvimos incluso que sedarla para poder calmarla —me explicó, y abrí mucho los ojos.

—¿Tanto así fue?

—Ni te imaginas. De verdad no entiendo cómo le pudo hacer algo así; eran la pareja perfecta.

—Pues ya ves que no.

"La única persona que debe estar a su lado soy yo y nadie más."

—Eso sería todo. ¿Algo más que quiera saber el señor? —Soltó de manera sarcástica, pero lo pasé por alto.

—Nada, puedes irte.

Ella hizo una reverencia muy dramática y salió de mi despacho.


*   *   *


Aquí me encontraba, frente a su residencia, con una bolsa en mano y una extraña sensación de nerviosismo. No era la primera vez que visitaba a una chica en su casa, pero me preguntaba por qué me afectaba de esta manera.

Respiré profundamente y pulsé el timbre. Dos minutos después, la puerta se abrió, revelando a una Laura que no reconocía. Su cabello castaño estaba desaliñado, parecía un nido de pájaros, recogido de manera torpe. Sus ojos marrones oscuros estaban vidriosos, rojos e hinchados, como si hubiera llorado durante mucho tiempo. Además, tenía notables ojeras, indicio de falta de sueño, y su nariz estaba enrojecida. Llevaba una sudadera blanca amplia que alcanzaba más allá de sus rodillas, acompañada de calcetines negros altos. Sostenía un pañuelo en la mano.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con voz débil y congestionada, confirmando que también estaba resfriada.

—Tienes un aspecto terrible —dije sin querer.

Ella me miró con sorpresa y entrecerró los ojos.

—Gracias —respondió de manera irónica, y me reproché por mi falta de tacto.

—Lo siento, no era lo que quería decir.

—¿A qué has venido? —preguntó a la defensiva.

—Estaba preocupado, quería saber cómo estabas.

—Pues mal, como puedes ver. Ahora vete —espetó, a punto de cerrarme la puerta en la cara, pero la detuve.

—Me lo merezco, perdón. Empecé con mal pie, pero de verdad estaba preocupado por ti —dije sinceramente.

Me observó durante un rato largo y, finalmente, suspiró, apartándose para que entrara a su casa.

Era la primera vez que cruzaba esa puerta. Su casa no era muy amplia, pero se veía bastante ordenada. Caminé detrás de ella hasta llegar al salón, que no era grande, con dos sofás de tonos grises claros, una pequeña mesa blanca a juego con los muebles simples de la televisión y una alfombra de patrones romboides marrones. Las paredes blancas permitían que la luz inundara la estancia, creando un ambiente colorido, todo lo contrario a mi casa.

"Incluso, nuestras casas, nos hacen ver lo diferentes que somos."

—¿Quieres tomar algo? —preguntó, moviendo sus manos y pies, aparentemente nerviosa.

—No, gracias. Estoy bien. Por cierto, te traje esto —señalé la bolsa que llevaba conmigo.

—¿Qué es?

—Son algunos medicamentos y unos pasteles. No sabía cuáles te gustarían, así que compré varios.

—Vaya, gracias, pero no tenías por qué molestarte —respondió, poniéndose colorada.

Tomó la bolsa que estaba sosteniendo y se dirigió hacia la cocina, donde la seguí y me apoyé en el marco de la puerta. Observé cómo sacaba todo de la bolsa y colocaba los pasteles en una bandeja.

Quería abordar el tema de su ex, pero sin comprometer a Eva. No es que me importara su amistad, pero ella era mi fuente de información y si sabía que ella me contó algo, estoy seguro de que dejaría de hacerlo.

—¿Cómo te sientes, además de tener un resfriado de tres pares de cojones? —dije casualmente.

—Ni siquiera sé cómo me siento. Yo... —su voz vaciló, cerró los ojos por un momento y al abrirlos estaban llorosos.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —pregunté acercándome a ella.

Coloqué mi mano en sus hombros, inspeccionando su rostro que se veía peor ahora que la tenía más cerca. Ella negó con la cabeza y, sin esperarlo, me abrazó. Tardé varios segundos en responder, pero acabé envolviéndola en mis brazos. "¿Está más delgada o es mi imaginación?"

Se aferró más a mí, su cuerpo tembló levemente y escuché cómo lloraba. Yo no dije nada y me quedé allí abrazándola, dándole todo el consuelo que necesitase. Tenerla en mis brazos, era lo mejor del mundo. Era lo que más había deseado: que confiara y solo me buscara a mí, fuese para bien o para mal. Aunque me dolía verla así, no pude evitar esbozar una sonrisa.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro