No vales nada.

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—Debiste haber visto su cara, era digna de un retrato —comentó Diana, riéndose como una loca psicópata.

—Eres una perra, ¿Lo sabías? —le dije, y ella me miró con una sonrisa.

—Pero esta perra te ayudó a lograr lo que querías —respondió, cruzando las piernas en el sofá de mi despacho.

—Sé bien que esto no lo has hecho por mí, sino por tu propio beneficio. No eres alguien tan generosa.

—Qué mala imagen tienes de mí —dijo con fingido dolor, y yo puse los ojos en blanco.

"De verdad que estaba como una cabra." Estaba a punto de salir cuando esta loca apareció con una maleta en mano y llorando, diciendo que Laura la había echado de su casa. "Todo puro teatro."

Sinceramente, no sabía cómo había dado con mi club, pero decidí hacerla pasar para que me contara lo que había pasado, aunque ya me hacía una idea.

—Bien, tienes razón. Lo hice porque quise, no lo negaré. Ángel me gusta mucho y lo hace muy bien. No entiendo por qué ella se tiene que llevar todo lo que a mí me gusta —se quejó.

—Que yo sepa, ella lo conoció mucho antes que tú —la recordé.

—No me importa y, además, no me vengas juzgando cuando a ti te gusta ella, sabiendo que tenía novio —me reprochó.

—No sé de dónde sacas eso —dije con tranquilidad, y ella volvió a echarse a reír levantándose del sillón.

—¿En serio? No soy tonta. Sé reconocer cuando a alguien le interesa algo, y tú no apartabas la mirada de ella. Incluso un ciego se daría cuenta de que te gusta —declaró sentándose en el borde de mi mesa.

—Además, si no querías que viera todo eso, podías haber ignorado mis mensajes, pero decidiste llevarla a casa como te indiqué. Así que no te hagas el santo, porque querías esto tanto o incluso más que yo —soltó, pero no respondí.

Sabía que tenía razón en lo que decía. Diana me escribió para saber si estaba con Laura. "Debió haberme visto sacarla de esa fiesta esa noche." Cuando dije que sí, me explicó su plan y me dijo que llevara a Laura a su casa, y me avisó cuando sería el momento exacto. Aunque estaba siendo bastante hipócrita, también me molestaba que se riera así de ella. "No hay quien me entienda."

—Bueno, ¿Qué más pasó después de que Laura os descubra?

—Primero se fue como una cobarde, pero minutos después volvió. Me hubiera gustado que tardara un poco, la verdad. Casi lo tenía hecho con Ángel —narró con un deje de decepción en su voz.

—¿Y después? —quise saber con impaciencia e irritación.

—Entró como una furia, le dio una bofetada tan grande a Ángel que hasta yo misma lo sentí —se quedó callada por un momento y se echó a reír otra vez.

—La cara de él era digna de recordar, parecía que hubiera visto un fantasma. Cuando Laura entró abruptamente, la verdad, me costó mucho contener la risa con toda esa escena sacada de un drama.

—¿Eso fue todo? —pregunté, porque quería poner fin a esta conversación.

—Sí, ni siquiera nos insultó, solo nos echó y ya. Pensé que iba a haber un poco más de emoción.

—Si quieres, te agradece por haberte acostado con su novio.

—Podría. Estoy segura que las cosas que le hacía Ángel a Laura fueron aprendidas por mí.

—No me interesa —dije tajante y mirándola asqueado y cabreado, haciendo lo posible para no tener que imaginarme esas escenas de Laura con otro hombre.

—He mejorado mucho estos últimos años. Podría sorprenderte —me dijo con voz seductora, inclinándose sobre mi mesa y dejando a la vista su escote.

Ahora era yo quien se reía, por esa pésima manera de intentar seducirme.

—Eso no funcionará conmigo, así que deja de intentar algo tan inútil —la advertí, reclinándome en mi sillón.

—¿Estás seguro? —me provocó, acercándose más a mí.

La miré con lástima. Ella no tenía idea de que ya me había acostado con muchas como ella. "Eran tantas que no podía contarlas."

—Estoy muy seguro —dije, acercándome a ella también.

Miré su escote sin ningún disimulo y luego me acerqué a su oído.

—Incluso si te desnudas frente a mí, no lograrás ninguna reacción. Así que déjalo y lárgate antes de que mi paciencia se termine —solté y volví a sentarme como si nada.

Diana me miró con la boca abierta y se levantó a toda prisa de la mesa, recolocándose el vestido, molesta.

—Oye, ¿Qué bicho te ha picado? ¡Creí que estábamos juntos en esto!

—En ningún momento te pedí que hicieras algo así, ya te lo dije.

"Aunque, claramente, lo pensé."

—No me digas que estás así por lo que hice, ¿O es por Laura?

"Obviamente, era por Laura, ¿Por qué si no estaría aguantándola hasta ahora?"

—En serio, ¿Qué demonios os pasa con ella? No tiene encanto, es una maldita sosa que no sabe ni divertirse, ¡¿Por qué tan obsesionados con tan poca cosa?!

—¡Ella no se abre de piernas con cualquiera, como lo haces tú!—gritó cabreado.

—¡Yo al menos soy consciente de quién soy, a diferencia de ti, que te haces pasar por bueno, pero eres peor que las ratas!—espetó, y me levanté, alcanzando el límite de mi paciencia.

La tomé del brazo con fuerza y la conduje hacia la salida.

—¿Qué estás haciendo, maldito loco? ¡Suéltame! —gritó, forcejeando, pero la ignoré y la arrastré fuera.

Comenzó a reírse sin motivo aparente y luego retomó la palabra.

—Si me echas de aquí, prometo que la contaré todo. ¡Diré que esto fue tu plan desde el principio y que fuiste tú quien robó en su casa años atrás!—gritó, y me detuve en seco, mirándola fijamente.

"¿Me está amenazando? ¿En serio cree que puede hacerlo?" Ella me miró con una sonrisa triunfante y maliciosa.

—Estoy segura de que, si se entera, no querrá volver a verte. Así que sé bueno y...

No dejé que terminara su monólogo y la tomé del cuello. En sus ojos se reflejaba sorpresa y miedo a partes iguales mientras intentaba liberarse.

—Solo lo diré una vez y espero que lo entiendas —dije amenazante, golpeándola ligeramente en la frente.

—Mi paciencia es limitada. Incluso ahora mismo, me estoy conteniendo de no arrojarte por la ventana, ¡Así que no te metas en mis asuntos o te arrepentirás!—advertí con voz amenazante.

Ella solo me miraba con ojos llorosos, haciendo todo lo posible por que la soltara.

—Ahora, mantén la boca cerrada, toma tu maleta, compra el primer vuelo a Italia y no vuelvas aquí nunca. ¡¿Entendido?!

—Si has entendido, asiente con la cabeza —ordené, y ella asintió enérgicamente.

—Bien, buena chica —la solté, y ella se desplomó en el suelo, tosiendo e hiperventilando por la falta de aire.

—¡Ahora, saca tu culo de aquí antes de que cambie de opinión!

Diana se apresuró a tomar su maleta y salir de mi despacho. Luego cerré la puerta, volví a sentarme y tomé mi móvil.

—Y ahora, ¿Cómo debería consolar a mi pequeña?

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