Dios, dame paciencia.

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Cuando volví a la fiesta, escuché como algunos estudiantes se amontonaban mirando algo, y lo primero que pensé fue que Gian ya había hecho de las suyas.

Para mi sorpresa, quién se estaba ganando los silbidos, vítores y gritos, era ni más ni menos que Laura. Quién estaba bailando, como una loca, restregándose sin pudor con una chica de cabello rojo, mientras la pelirroja le tiraba por encima alcohol, empapando su vestido y haciendo que este se marcara y se pegará aún más a su cuerpo.

La escena era jodidamente sexi y no era el único que parecía darse cuenta de ello, por qué muchos las estaban mirando casi hipnotizados. "¿Cómo pasó de estar tranquila a hacer un estriptís a un montón de niños babosos?" Solo estuve poco más de media hora afuera" ¿Y esto se ha descontrolado de esta manera?"

Busqué con la mirada a sus amigas y algunas estaban enrollándose con otros tipos, sin prestar atención al desastre que estaba haciendo su amiga. Busqué también a Diana, pero ella no estaba por ningún lado. Vuelvo a dirigir la mirada a Laura, que seguía bailando encima de la mesa y la que se le habían unido otras dos chicas más. Movía su cuerpo de forma sensual, mientras estaba empapada en alcohol, con varias copas de más, ajena a las miradas hambrientas de los chicos que la observaban. "¿Qué demonios pasó para que terminara así?"

—Profesor, has regresado —mencionó ella, arrastrando las palabras.

"¿Cuánto había bebido?"

—Sí, he vuelto, y veo que necesitas bajar de allí.

—¿Por qué? Estoy genial aquí. ¡Ven, únete a nosotras! —gritó, animada por las otras dos.

—Si quieres, puedo bailar contigo, pero necesitas bajar. No puedo subir allí —dije con calma, conteniendo el impulso de sacarla de allí bruscamente.

—Eres un viejo, profesor —se burló, seguido de un ataque de risa.

—Sí, sí. Baja a bailar con este viejito —le pedí, y sorprendentemente, obedeció.

—¡Atrápame, profesor! —gritó, lanzándose al aire, y me apresuré a atraparla a duras penas.

—¡Laura, eso fue peligroso !—la regañé.

—Pero me atrapaste —dijo entre risas.

Mi corazón latía a mil por hora; aún la sostenía en mis brazos, lo que me tranquilizó un poco. No perdí tiempo y la saqué de esa casa maldita.

En el exterior, consideraba qué hacer con ella. Creo que lo mejor sería llevarla a su casa, pero también debería buscar a su prima. "No quiero enfrentarme mañana a reproches por no ayudar a ambas." Mientras pensaba si volver a entrar en busca de Diana, Laura vomitó sobre mí, manchando toda mi camisa.

—¡Joder! —maldije y cerré los ojos para contener la frustración y cagarme en sus muertos y más.

Las personas a nuestro alrededor se alejaron asqueadas. Anticipando otro episodio de vómito, la llevé a una zona apartada para que se desahogara. "Lo que hago por esta chica."

—¿Mejor? —le pregunté cuando cesó.

Con las mejillas enrojecidas, negó con la cabeza, visiblemente avergonzada.

—Lo siento por... —se disculpó, señalando mi camisa manchada de vómito.

—No tiene importancia. Ven, te llevaré a casa.

"Ya veré cómo hago que me pagues por esto." La sostuve por la cintura, gran parte de su peso cayendo sobre mí. Laura apoyó su cabeza en mi hombro sin resistencia, pareciendo más muerta que viva. Caminamos hasta mi coche, donde la dejé en el asiento del copiloto. 

Aseguré el cinturón y, para entonces, tenía los ojos cerrados. "¿Se ha quedado dormida?"

Conduje hasta mi casa. Donde la deposité con cuidado en la cama y después de asegurarme de que todo estuviera bien. Fui al baño, me duché y me deshice de la ropa impregnada de vómito.

Regresé a la habitación con una toalla anudada a la cintura. Laura se movió un poco en la cama.

—No era así como tenía planeado pasar la noche.

Me acerqué; su vestido apestaba a alcohol.

—Tengo que hacer algo con esa ropa.

Me apoyé en la cama con precaución para no despertarla, retiré el vestido y los tacones, dejándolos en el suelo del baño. Con una toalla húmeda, regresé a limpiar su cuerpo pegajoso por el sudor y la bebida.

Evitaba quedarme embobado, sabía que sería inapropiado. Estaba solo en ropa interior, deslumbrante y seductora, pero resistí la tentación de algo más. "No iba a aprovecharme de su estado, menos aún después de que me vomitara encima."

Cuando se movió, quedó boca arriba, cabello enmarañado. Aparté suavemente el cabello de su rostro. Su respiración era tranquila, su cara parecía serena como un ángel. "¿En qué me he convertido?" Un hombre de veintiocho años, fascinado por una mujer de veinticuatro. Mi dedo siguió su contorno, desde la mejilla hasta los pechos, deteniéndome más de lo debido. Se estremeció ante mi tacto y se movió, quedando de lado, ofreciéndome una vista tentadora de su trasero.

Paseé mis dedos por su brazo, como una caricia. Un quejido escapó de ella y aparté mi mano, saliendo del trance.

—¿Qué demonios estás haciendo? —me reprendí.

Dejé la toalla en la mesita de noche, me revolví el cabello con frustración contenida, mirando el bulto visible por encima de la toalla.

Aún sabiendo que estaba mal, mi cuerpo de nuevo se movió por si solo, tumbándose en la cama junto a ella, todo lo que me permitiese su cuerpo. La tenía de espaldas, y su trasero se frotaba ligeramente con mi entrepierna,  el cual estaba más que encabtado de aquello. 

Llevé mi mano a mí miembro, desaciando el nudo de la toalla. Mi polla estaba caliente, duro, palpitante y ansioso por un poco de atención.

Cerré mis ojos, pegándome más a Laura, oliendo el aroma de su cabello y me imaginé que en vez de mi mano fueran las suyas las que estuvieran masturbandome en en estos momentos o quizás algo mejor. Su boca, esa que se arrodilló en mi local para comerle la polla a otro tipo. Quería esa misma me lo estuvieran haciendo justo ahora. Que me recibiera con esos labios carnosos, dentro de esa húmeda y cálida boca. 

Aumenté el ritmo de mi mano, que seguía moviéndo arriba abajo. Mi mente vagaba más y más, de todo lo que me gustaría hacerle a ese cuerpo, que cada vez me tenía loco y que justo ahora estaba irradiando tanto calor. La excitación, el deseo, se acumulaban, hasta el punto de no poder más y liberarme por fin.

Tomé la toalla y envolví mi miembro en él, para derramar todo mi semen en el y no marchar la cama.

—Dios, soy un gran pervertido—dije después de recuperar el aliento.

Dos minutos después. Solté un suspiro profundo al abrir el armario y vestirme con calma. Volviendo a la cama, me recosté a su lado y la abracé por la espalda, buscando su calor. Suspiré, anhelando poder detener el tiempo para permanecer así con ella.Reafirmando las ganas que deseaba que fuera para mí.

"Supongo que no me quedará más remedio que buscar apoyo en Diana para distanciarla de su novio." Anhelo tenerla a mi lado cada noche, en circunstancias más adecuadas.

—Pronto que serás para mí; no sabes cuánto lo anhelo.

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