¡Esta no es mi cama!

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Un escalofrío recorrió mi cuerpo, dejándome helada. ¿"Diana volvió a dejar las ventanas abiertas?" "¿Cuántas veces le pedí que no hiciera eso? " Sus hábitos persisten a lo largo de los años. "Voy a terminar con una pulmonía por su culpa."

Abrí los ojos y me encontré en una habitación desconocida, con un techo alto y blanco. Una sensación incómoda y alerta me invadió. Me incorporé rápidamente, sentándome en la cama, mientras examinaba el entorno.

—Esta no es mi habitación —murmuré con alarma.

En una habitación amplia y bien decorada, como extraída de un catálogo de hoteles, con colores oscuros y detalles minimalistas, me di cuenta de que no reconocía mi entorno. Al intentar levantarme, mi mano chocó con algo, o mejor dicho, alguien. Al girar, la sorpresa fue abrumadora: Dante, mi profesor de Ética y Moral, dormía a mi lado, en ropa interior.

Un susurro ahogado escapó de mis labios. El corazón acelerado, la resaca atormentándome y la confusión reinando en mi mente. Traté desesperadamente de recordar cómo terminé en esa situación. Mis amigos jugaban a la botella, Dante desapareció con su "novia", y yo, preocupada por la llamada sin respuesta de mi novio, empecé a beber. La punzada de dolor en la cabeza reflejaba recuerdos confusos, diálogos con Dante que luchaban por emerger.

Miré mi cuerpo en ropa interior, sin recordar haberla quitado, y a él en la misma situación. Una pregunta temerosa resonó: ¿"Acaso lo hicimos?" Aparte del dolor de cabeza y las caderas, no me dolía nada más.

—Buenos días —dijo Dante despertándose y dándome un susto de muerte.

A toda prisa, me cubrí con las sábanas y puse distancia entre ambos, todo lo que me permitiese la cama.

—Buenos... días —le devolví el saludo, evitando sus ojos.

—Oye, ¿Qué pasa? ¿Por qué estás llorando?

—¿Qué? —dije confusa, sin saber a qué se refería.

Él se acercó a mí, tomando mi cara entre sus manos y acariciando mi mejilla, limpiando mis lágrimas, que ni sabía que estaban bajando.

—Yo... lo siento... No sé —se me quebró la voz y hundí mi cara entre mis piernas.

—¿Por qué estás llorando? ¿Te duele algún lado? ¿Has tenido una pesadilla o algo así? —preguntó él, con voz gentil.

"Sí, está, es una horrible pesadilla de la que desearía despertar." Negué con la cabeza, sin poder articular palabra.

—Entonces dime, Laura. Me estoy empezando a preocupar.

Yo levanté la cabeza después de varios minutos y lo miré, su cara parecía de alguien realmente preocupado.

—Nosotros... ¿Nosotros lo hicimos? —pregunté con voz temblorosa.

—¿Hacer el que?

—Bueno, ya sabes...

—¿Qué? ¡Claro que no! —se apresuró a decir y yo sentí cómo me invadía un gran alivio.

—Nosotros... Solo nos besamos —confesó, y yo lo miré con los ojos como platos.

—¿¡Qué?! —grité sin poder creerlo.

Dante desvió la mirada como si estuviera avergonzado y procedió a contarme lo que había pasado.

Me explicó que fui yo quien le pidió que me llevara a casa, ya que me sentía mal, pero como no tenía las llaves y no daba con mi prima, decidió llevarme a la suya. Además, vomité sobre su ropa, pero al llegar a esta, comencé a comportarme de manera extraña.

Me dijo que decidí hacerle un baile, y en el proceso, fui yo quien terminó por quitarse la ropa y mientras lo bailaba, yo lo ataqué, besándolo.

—Después de besarme, caíste rendida en mis brazos, así que solo te acosté en la cama, no pasó nada más, puedes estar tranquila —dijo él, terminando de narrar la historia.

Me llevé las manos a la cabeza y desearía que me tragase la tierra en este mismo instante.

—Te juro que no tengo por costumbre acabar mis noches así cuando bebo —dije en un murmullo.

—Es bueno saber eso —dijo él, y ambos nos quedamos en silencio.

Me sentía verdaderamente aliviada de que no hubiera pasado algo más y terriblemente avergonzada por todo lo que le había hecho a Dante.

—¿Estás más tranquila? —preguntó, alzando mi cabeza con suavidad para que lo mirara.

Me miraba con una sonrisa, y yo asentí sonriendo a mi vez con timidez.

—Siento los problemas que te cause. De verdad, esto no suele pasarme a menudo. Entre otras, por qué no suelo tener la costumbre de beber mucho.

—No te preocupes, todos hemos pasado por eso alguna vez —aseguró, y ambos volvimos a quedarnos en silencio.

Mirándonos mutuamente, su mano no dejaba de acariciar mi mejilla, y yo no podía apartar la mirada de sus ojos negros. Ahora que lo tenía tan cerca, podía decir que realmente era atractivo. "Entendía por qué todas querían con él."

—Bien —dijo, rompiendo el silencio y levantándose de la cama.

Mis mejillas se pusieron rojo escarlata al ver su muy clara erección, que se notaba con esos calzoncillos grises. Aparté mi mirada a toda prisa de su entrepierna, muerta de vergüenza. Él dirigió la mirada hacia donde estuve mirando y simplemente sonrió.

—Cosas que pasan —dijo sin más, con toda la tranquilidad del mundo, como si fuera algo que le pasara todos los días.

Se acercó a su armario, dándome la espalda, y buscó algo que ponerse. Al final, sacó unos pantalones de chándal del mismo color que los calzoncillos. Luego caminó hacia lo que supuse que era el baño y volvió sosteniendo mi vestido, que ahora parecía más un trapo que otra cosa.

—Lo lavaré y secaré, estará listo en diez minutos. Mientras tanto, puedes darte una ducha si quieres —me informó, y yo asentí.

Él también asintió y salió de la habitación dejándome sola. Cuando se fue, solté un gran suspiro y me dejé caer en la cama.

—Qué surrealista es todo esto.

Me levanté pasados cinco minutos y fui al baño. Las paredes eran de mármol de un color negro, tenía ducha y bañera, y el espejo en forma de círculo decoraba la pared. El baño era lujoso y grande, al igual que la habitación. "¿Tanto gana que se puede permitir una casa así?" "Bueno, no era asunto mío."

Me quité la ropa interior y me metí a la ducha, el agua caliente caía sobre mí en cascada, era como si estuviera bañándome bajo la lluvia, una sensación agradable y muy relajante. Me di una muy buena ducha, lavándome el cabello y sacándome todo el olor a alcohol y la mugre. Cuando quedé satisfecha, salí de la ducha y tomé una de las toallas que estaban allí dobladas, de un color gris oscuro.

"¿Qué problema tiene con los colores vivos?" Ahora que lo percataba, todo estaba muy bien ordenado. "¿Acaso era un maniático de la limpieza y el orden o algo así?" Se me escapó la risa, pues no podía imaginarme a Dante siendo alguien así.

Después de secarme el cuerpo, me anudé la toalla alrededor y tomé otra para comenzar a secar mi cabello, pero unos golpes en la puerta me sobresaltaron.

—Ya está tu vestido, lo dejaré sobre la cama, te esperaré abajo —habló Dante al otro lado de la puerta.

—Gra-gracias —dije y segundos después, escuché la puerta cerrarse.

Salí del baño, mirando a todos lados para asegurarme de que no estuviera. Una vez asegurado eso, salí por completo y me acerqué a la cama. Como él dijo, mi vestido estaba tendido en la cama como nuevo, también había una chaqueta de un color azul. Me lo puse todo y bajé, así como él me indicó, con mis tacones en mano.

Bajé las escaleras, llegando al vestíbulo y miré a mi alrededor.

—¿Dante? —lo llamé alzando un poco la voz para que me escuchara.

—Al fondo —gritó desde el fondo de la casa.

Seguí el sonido de su voz, llegando al comedor, donde él estaba sentado, vestido completamente, llevándose un trozo de carne a la boca.

—Hola de nuevo —me saludó nuevamente después de acercarme a la mesa.

—Siéntate, imagino que tendrás hambre —indicó y enseguida mi estómago comenzó a crujir.

—Veo que sí —dijo riéndose y una vez más deseé que me comiera la tierra.

Quise sentarme frente a él, pero Dante me indicó que lo hiciera a su lado, así que obedecí y comenzó a servir comida en un plato para, luego, ponerlo frente a mí.

—No sabía que supieras cocinar —dije, cortando un trozo de chuleta y llevándomelo a la boca.

Dante se echó a reír de nuevo y yo lo miré un poco molesta, por qué se estuviera riendo de mí.

—No tengo tiempo para eso, la comida la hizo mi asistenta.

—¿Tienes asistenta? Oh, eso explica muchas cosas —dije sin más, y él me miró curioso.

—¿Por qué dices eso?

—Bueno, todo se ve muy limpio.

Él volvió a reírse y se llevó el vaso de agua a los labios.

—¿Me estás diciendo que soy desordenado?

—¿Qué? No, solo pensé que...

—Relájate, no te estoy reprochando nada, pero que quede claro que no soy nada de eso, solo me gusta vivir cómodamente —me explicó, y yo asentí.

Ambos comimos en un agradable silencio hasta que Dante decidió romperlo.

—Tengo curiosidad, ¿Qué fue lo que te llevó a comportarte así? Quiero decir, cuando te dejé en la fiesta, estaban bien y cuando volví parecías otra persona.

Agaché mi cabeza, mirando mi plato casi vacío y mordí mi labio. "Supongo que era normal que preguntara, teniendo en cuenta mi extraño comportamiento."

—No tienes que responder si no quieres, solo espero que no fuera algo grave —dijo con calma.

Levanté la cabeza para mirarlo y solté un suspiro de tristeza al recordar todo lo que pasó en la noche.

—Yo... bueno, tuve una pelea con Ángel.

—¿Ángel? —preguntó sin comprender.

—Ángel es mi novio —le indiqué.

—Comprendo, ¿Y por qué discutieron?

—No se lleva bien con Diana—le dije mientras jugueteaba con el tenedor.

—Ah, ya recuerdo, la que recogimos en el aeropuerto.

—La misma.

—¿Y por qué no se llevan bien? —preguntó otra vez.

Dudé un poco de si seguir contándole, pero al final decidí hacerlo. "¿Ya que empecé a hablar, no debería contar todo?"

—Como ya te conté, mi prima tiene una personalidad un poco difícil de aguantar y ambos siempre se han llevado como perros y gatos, pero en su último viaje parece que la cosa empeoró —comencé a explicar.

—¿Qué pasó esa vez de diferente?

—Ella vino con un amigo, que me lo presentó, delante de mi novio, y el chico comenzó a coquetear conmigo. Eso no le gustó mucho a Ángel y se enfadó, pero todo resultó en una broma.

—¿Una broma? —soltó con tono incrédulo.

Lo miré con el ceño fruncido, ya que me recordó mucho a como reaccionó Ángel.

—Sí, él ya tenía novia y todo fue una broma de Diana, pero desde entonces, Ángel no quiere ni verla.

—No me extraña, fue una muy mala broma —soltó, dándole la razón, lo que me sorprendió.

—¿Tú también lo crees? —dije con irritación.

— ¿Cómo te sentirías si fuera al revés? Estoy seguro de que no te gustaría ver cómo otra chica coquetea con tu novio en tu cara, incluso si es una mera broma.

Me quedé callada, pensando en sus palabras, y me vi dándole la razón. "Ciertamente me molestaría mucho."

—El caso es que se molestó porque fui a esa fiesta con ella, además...

Le conté un poco por encima la situación que tenía entre manos y él me escuchó atentamente, cada una de mis palabras.

—Y eso fue todo lo que pasó —dije soltando un gran suspiro.

—Tu vida es digna de una novela de drama —dijo con una sonrisa.

"En eso tenía toda la razón."

—¿Puedo darte mi opinión de forma sincera sin que te enfades? —pidió girándose a verme.

—Sí —dije con timidez y algo dudosa ante lo que iba a decir.

—Tu novio es un idiota. Si fuera mi caso, no dejaría que nada estropeara el momento con mi pareja, incluso si tengo que soportar a alguien que no me cae bien, solo por estar con la persona que amo, lo haría. Parece que se dejó llevar por su odio a ella y te dejó de lado, y si tanto le molestaba que estuvieras en una fiesta, podía haber venido y pasar el rato contigo —expuso alargando su mano a mi mejilla y rozándola.

Me quedé mirando sin saber qué decir a esas palabras.

—Si fuera tu novio, desearía estar contigo a todas horas, sin importar qué —murmuró acercando su cara más a mí.

—Pero no lo eres, eres mi profesor —dije casi sin aliento, tragando con fuerza al tenerlo tan cerca.

—Sí, desgraciadamente. Por ello digo que tu novio es un idiota, al no saber valorar lo que tiene.

Siguió acariciando mi mejilla, y sus ojos bajaron a mis labios por un momento. Luego pasó su pulgar por ellos, tocándolos.

—Dante... —susurré para detenerlo, al ver que estaba cada vez más cerca, pero él no se movió ni un centímetro.

Sin saber por qué, incliné mi cabeza hacia él, Dante no perdió tiempo y entrelazó nuestras bocas y nuestros labios. Sus labios eran extrañamente suaves mientras se movían ansiosos por mi boca, entrelazando rápidamente nuestras lenguas.

Tiró de mí, casi sin romper el contacto con nuestras bocas, colocándome sobre su regazo, y nuevamente volvió a besarme. Este beso, en cambio, no tenía nada de dulce o suave como el anterior, sino que estaba cargado de tanto deseo que se sentía abrumador. Tiré de su cabello, y él soltó un pequeño gruñido que logró encender todo mi cuerpo como nunca antes, y pronto empecé a sentir como todo su miembro me golpeaba, duro contra mi braga a través de sus pantalones y mi vestido, ahora un poco subido.

Sentirlo tan vivamente me hizo volver a la realidad, y me separé abruptamente de él, cortando el beso. Ambos nos mirábamos jadeando, confusos por este arrebato. Los ojos de Dante estaban cargados de puro deseo y algo mucho más salvaje y peligroso que me hizo estremecer al momento.

Me bajé a toda prisa de su regazo, poniendo distancia entre nosotros, dándole la espalda y llevando mis manos a los labios. "¿Qué acaba de pasar?"

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