Eres solo mía, ¡entiende!

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Dante:

¿Que si no la amaba? Claro que lo hacía, lo hacía más de lo que me gustaría admitir, más de lo que ella se merecía en estos momentos, pero estaba cansado, lo que me hizo pasar esta noche no tiene perdón, pensé que me iba a volver loco buscándola, fui a cada una de las casas de sus amigas, recorrí las calles, los bares, en su busca, miraba incluso sus redes en busca de algún rastro de ella, la llamé incontables veces, la desesperación me invadió no sabía qué hacer, me sentía tan impotente, fue el infierno y resultó que estaba de fiesta tan tranquila dejando que otros la tocáran, que restregaran sus sudorosos cuerpos sobre ella, mientras no hacía nada para evitarlo y recordarlo solo empreoraba mi humor.

ESA NOCHE...

Me colgó, pensé incrédulo mirando mi móvil y fulminándolo con la mirada, pero un sentimiento no muy agradable me invadió al recordar sus palabras. ¿Cómo puede decir que soy asfixiante? Que soy el motivo de sus lágrimas, yo no quiero eso, quiero hacerla feliz, al igual que ella me lo hace a mí, pero es muy terca y siempre me reta poniéndome al límite, hasta el punto de tener que amenazarla para que entre en razón.

Ella no entiende, que lo único que quiero es protegerla, amarla, cuidarla de gente como su ex, quiero evitar que la hagan daño y quiero ser su única felicidad.

Recuerdo su cara horrorizada, cuando la desvelé por fin sobre su no tan secreto encuentro con su ex en mi club y como sus ojos me observaban como si fuera la peor persona del mundo. Lo sé, estaba siendo un cabrón, pero necesitaba que se mantuviera alejado de él y solo se quedara conmigo, suspiro y decido llamarla nuevamente, pero su teléfono no pasa, lo intento una y otra vez, pero sigue sin pasar, ¿No me digas que lo apagó? O quizás la pasó algo…

No, no vayas por allí.

Me levanto del sofá donde estaba sentado de un salto, sigo llamándola, mientras camino de un lado a otro, la envío varios mensajes deseando que regrese a casa o me diga dónde está, pero no responde. Mi desesperación aumenta y la ansiedad con él.

Llamo a Eva para ver si sabe algo, pero a pesar de que suena, no responde y lo intento unas cuantas veces, a la décima me detengo, tomo mi chaqueta y voy a la casa de Beatriz, dónde iba a ser la quedada, al llegar me bajo del coche sin apagar el motor y me asomo por todas las ventanas, pero no veo a nadie.

Realmente no mintió cuando dijo que no estaba allí, pensé que lo había dicho solo para hacerme enfadar, pero ya veo que no. Me subo otra vez al coche y regreso a casa con un torbellino de emociones, la llamo otra vez y otra, tantas que termino de perder la cuenta, le sigo dejando mensajes que no responde, estoy a punto de romper el móvil, mi ira crece y crece, por lo que voy a la cocina y arrasó con todo lo que encuentro, intentando apaciguarme de alguna forma, pero no es suficiente.

Le doy un puñetazo a uno de los armarios de la cocina, sigue sin ser suficiente, por lo que sigo una y otra vez, hasta tener los nudillos en carne viva, la sangre cae al suelo y también hay restos en el armario, voy a fregadero para cortar un poco la hemorragia.

Tengo que encontrarla, ¿Y si algo la pasa? No me lo perdonaría nunca, ¿otra vez perdería a alguien sin poder hacer nada como mis padres? ¿Como mi madre? Niego con la cabeza rápidamente, voy a mi habitación al baño concretamente y busco algo para vendarme la mano, cuando termino, tomó el móvil otra vez y llamo al único que sé que puede ayudarme sin hacer muchas preguntas.

—¿Qué pasa Dante?—respondió Alan con voz somnolienta.

—ayúdame a encontrarla, te daré lo que quieras a cambio—hablé de forma directa. Se escuchó un silencio y luego Alan habló.

—está bien, pero ¿Encontrar a quien?—preguntó confuso.

—Laura, ella no responde, no ve mis mensajes, no sé qué hacer, no sé dónde está, me está volviendo loco, ¿Y si la pasó algo? Está borracha y si alguien…

—hey, hey, frena un poco ¿Quieres? Estás muy acelerado, te ayudaré en lo que necesites, pero tienes que calmarte—me pidió y yo tomé una gran bocanada de aire.


—lo siento, es que…

—lo entiendo, ven a mi casa, te ayudaré a encontrarla.

Nos encontramos y como dijo me ayudó a buscarla, no me pidió muchas explicaciones aparte de donde creía que podía estar Laura, cosa que le agradecí. Ambos la buscamos en bares y algunos clubes, mientras que seguí llamándola y enviándole mensajes, pero era igual o peor, por qué no dábamos con ella y mi desesperación aumentó a niveles estratosféricos.

Cuando estaba por amanecer, desistí y le agradecí a mi amigo, que hizo todo lo que pudo por calmarme, pero era imposible, volví a casa y me senté en el sofá, intentando calmarme otra vez, intentando ser racional y pensar que solo salió a divertirse y que estaría con todas sus amigas pasándolo bien, como Alan me repitió muchas veces, pero mi mente me jugaba malas pasadas y los recuerdos del accidente de mis padres, la muerte de mi madre, se mezclaba con ella, dando resultado a visiones de Laura muerta de muchas maneras.

Desperté sobresaltado y gritando, parece que me quedé dormido por el agotamiento, tenía el cuerpo sudoroso por la pesadilla, miré la hora, eran las dos de la tarde, tengo varias notificaciones de las redes de Beatriz, entró y lo que miro me deja atónito, veo a Laura pasándolo bien, bebiendo en una de sus historias.

Siento un profundo alivio al ver que está bien y nada de las cosas atroces que soñé pasaron, pero a la vez me cabrea por qué mientras estaba sumiéndome en la desesperación por su culpa ella se divertía, se lo hago saber enviándole más mensajes.

Sigo viendo más de las historias y lo que veo a continuación, me quiebra por completo, Laura está bailando, pegada a unos desconocidos, estos la toman de la cintura y ella mueve sus caderas al son de ellos, sonríe feliz y emocionada.

Se ve sexi, hermosa, alegre y desprende sensualidad, haya donde la mires y otros hombres, otros que no soy yo la estaban tocando, ¡está dejando que otros la toquen! Mi mente comienza a nublarse y todo a mi alrededor comienza a verse rojo como la sangre, aprieto el móvil con fuerza, mis brazos tiemblan de la rabia, la ira me invade, se apodera de mí y me cala hasta los huesos.

Ella no deja que la toque, no deja que la besé, ni que la de una simple caricia, cada que lo intento me mira de forma asesina, ella no sonríe, ya no me sonríe como antes, pero ahora lo estaba haciendo con unos desconocidos, ¡Ella era mía, solo mía! Pero dejó… Escuchó algo romperse y bajo la mirada al ruido, es mi móvil, la pantalla se agrietó, no me di cuenta de que lo sostenía con tanta fuerza.

Maldita sea, ahora tengo que llevarlo a reparar.

Me levanto y voy a mi habitación, me doy una ducha para calmar mi estado de ánimo, mi mente viaje nuevamente a esas imágenes de ella bailando tan alegre y atractiva, con ese atuendo, su cabello revuelto, mi polla se complace por mis pensamientos y me cabreo que ni mi cuerpo me obedezca. Pero era inevitable, llevo mucho sin hacerlo, creo que en toda mi vida, nunca había estado tanto tiempo sin sexo, ni siquiera me he tocado esperando por ella ¿Y todo para qué? Para dejarse tocar por otros.

Salgo de la ducha ignorando mi erección, me visto y después de tomar el móvil y esperar que mi entrepierna se calme, salgo de casa, no uso el coche porque decidí caminar. Dos horas después estoy volviendo a casa, con el móvil arreglo y como nuevo, entro en casa y voy a la cocina, me muero de sed.

Veo que el desastre que causé está todo recogido, como si no hubiera pasado nada, aunque el armario que golpeé sigue abollado, pero no tiene sangre.

Ella volvió, quiero llamarla, pero me resisto y voy a mi habitación, buscarla, pero no está, así que miro en el salón y allí estaba, tumbada en el sofá, completamente dormida, ajena al tormento que me hizo pasar. Seguía cabreado, furioso de hecho, pero ver la dormida, tan tranquila e ilesa, me dio una calma que no supe describir.

Acerqué mi mano para tocarla y me percaté de que me temblaban, así que me detuve, me senté en el pequeño sillón y esperé, con toda la rabia y amor que tenía dentro.

PRESENTE:

—Dante…—el sollozo de su voz llamdome, me hizo volver a la realidad, pero la besé para callarla.

Subí mis manos por sus suaves muslos, pero cuando quise ir más allá presionó con fuerza estos para no dejarme acceder, lo que solo hizo que cabrearme más. No quiere que la toque, pero a otros si deja. Pero sabía que en el fondo ella también me deseaba.

¿Por qué demonios se resiste tanto a mí? Sé que ella también me desea, pude notarlo la última vez que nos besamos, lo sentí, sentí como su cuerpo se calentaba, se excitaba y anelaba ser tocado por mi, me desesba, conozco mejor su cuerpo que nadie.

Hacía tanto que no la veía desnuda, que enseguida que la desnudé mi cuerpo reaccionó al momento, me volvía completamente loco en todos los sentidos y ver esos vídeos… Verla restregarse feliz, riendo contra esos hombres que no era yo en esa discoteca.

Recordarlo solo avivó las llamas de mi furia. Ella era mía, toda mía, ¿Por qué otro tuvo que tocar lo que era mío?

Me desabroché los pantalones en cuestión de segundos, intenté abrir sus muslos, pero ella estaba haciendo presión, no quería que la tocara, no quería que yo la tocara, que la colmara de mi amor, que la mostrara lo mucho que la amaba y deseaba, pero se dejaba manosear por otros extraños. Separé sus piernas usando más fuerza.

—Por favor… No lo hagas… lo siento, lo siento, por favor…—me imploraba, mientras las lágrimas bajaban de sus ojos sin parar.

—no llores, sé que lo sentirás, te gustará al igual que yo, quiero que seamos uno como tantas veces hicimos—dije acariciando su mejilla enrojecida.

Una punzada me invadió, no quise golpearla, no quería ponerla las manos encima a no ser que fuera para colmarla de mi amor, pero es tan terca, tan desobediente y lo que me hizo... Acercó mis labios a su mejilla, para poder calmar un poco el dolor, pero Laura, apartó su rostro, para que no la tocara.

—¡no me toque, eres un maldito desgra…!

Cubrí su boca con la mano que tenía vendada y  llevé mis dedos a sus muslos que estaban abiertos para mi y metí un dedo en ella. Laura cerró los ojos mientras la estimulaba, vendo como sus lágrimas caían de sus ojos, los lamí y besé, metiendo otro dedo en ella y moviendolos. Siguió con los ojos cerrados, su cuerpo se tensó, pero al poco se relajó y aunque tardó un poco, su interior empezó a mojarse, a mojarse por mis dedos y las caricias que la daba.

—¿Lo ves? Te dije que tú cuerpo me deseaba—murmurré en su oído y lo mordí, ella se revolvió estremeciéndose.

Cuando la tuve suficientemente lubricada, aparté mis dedos y y froté la entrada de su vagina con mi vagina, por lo que abrió los ojos de golpe y comenzó a negar con la cabeza, para que no lo hiciera, sus ojos castaños me miraban con miedo, pero no podía parar. Destapé su boca y cubrí sus ojos, entrando en ella por fin, despacio y lento para no hacerla daño y fue la gloria.

—oh, mi amor, ¿Es que no lo sientes? Te he echado tanto de menos, sé que tu cuerpo a mí también—murmuré limpiando sus lágrimas.

—por favor… para… Me duele, me duele mucho—murmuró implorante.

—si no me hubieras tenido en abstinencia, esto no estaría pasando, pero seré gentil —la aseguré, llenando de besos todo su rostro.

—no quiero... Esto, no lo quiero, no lo…—volví a cubrir su boca, esta vez con mis labios.

Besé sus labios, introduje mi lengua en su boca y tomé la suya, aunque hacía lo posible por hacerme difícil el acto, pero no me detuve y seguí besándola, entrado y saliendo de ella, despacio, hasta que su cuerpo se volviera acostumbrar a mí. Debía hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad, de mantener un ritmo lento y constante, a pesar de que moría de ganas de follarla como un desquiciado, pero no quería hacerla daño.

Pero Laura, rebelde como ella solo podía ser, volvió a morder mi labio, para resistirse a mis besos, volviendo a pelar en intentar liberarse, quite mi mano de sus ojos y ella me miró con odio.

—no importa cuanto te resistas mi vida, no voy a dejaré ir, hasta que entiendas, que eres solo mía, como soy tuyo.

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