Insoportable.

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Dante:

—tenemos que levantarnos—murmuró Laura, prisionera de mis brazos.

—mmm—fue lo único que emití sin abrir los ojos somnolientos.

Escuché como se reía por lo bajo y acariciaba mi cabello con suavidad y murmuraba otra vez, que debíamos levantarnos, pero no hice caso y hundí mi cara entre sus pechos.

Eran las siete de la mañana, por qué a esa hora puso su alarma y en la que sonó, pero el vuelo era a las diez, así que aún había tiempo de sobra.

—solo cinco minutos—pedí sin levantar la cabeza de su cuerpo.

—eso dijiste al principio y ya pasaron diez, vamos, no seas perezoso—intentó que me moviera, pero no lo hice.

Ella no tenía idea de lo mucho que amaba, adoraba y me encantaba tenerla cerca de mí, era mi calma y mi paz, nunca pensé que el dormir con alguien pudiera sentirse tan placentero y no únicamente eso, sino en mi cama, en mi casa, lejos de las miradas molestas de Luka o de terceros, solo nosotros dos y nadie más.

Y sería aún perfecto si pudiera hacérselo ahora mismo.

—¡Dante, no podemos!—alzó la voz y abrí los ojos de golpe, por qué hubiera dicho aquello en voz alta.

—¿Qué pasa?—pregunté con voz ronca, por acabar de despertarme.

—¿Preguntas qué pasa? Ya te dije que nada de sexo, necesito energías para el viaje—soltó y su cara estaba roja como un tomate recién maduro.

Me moví un poco y miré el bulto en mis calzoncillos, así que fue por eso que lo dijo. Vi como de reojo, ella también lo estaba viendo, pero desvío la mirada, justo antes que la pillara y sonreí, por su reacción.

Era muy adorable que se siguiera comportando así tan tímida y recatada, al contrario de cuando se excitaba, que parecía un animal hambriento, ¿Quizás sea por el embarazo?

—lo sé, nada de sexo el día de hoy—dije y volví a acomodarme junto a ella, abrazándola.

Ayer también me dijo lo mismo, me dijo que quería tener fuerzas para el viaje y para eso necesitaba descansar bien, por lo que acepté, al igual que ahora, pero sé que si lo deseaba, podría tenerla ahora mismo y hacer la mía, ambos somos muy débiles al cuerpo del otro, ella lo sabía y yo también y con eso, mis ojos se cerraron de nuevo.

—Dante, por el amor al cielo, levántate de una vez o perderemos el avión—soltó Laura por quinta vez.

¿O era la sexta vez? No lo sé bien, por qué me despertaba de tanto en tanto cuando me llamaba. Abrí los ojos otra vez y dirigí mi mirada a ella, que llevaba un vestido blanco de cuello alto y mangas largas, la llegaba por las rodillas, de color blanco, su cabello castaño suelto. Maldita sea, parece un ángel caído del cielo.

—¿Estoy en el cielo? Por qué ahora mismo estoy viendo un ángel—suelto un poco dramático, lo que a ella la hace reír.

—como no te levantes, este ángel se convertirá en un feroz demonio y te comerá vivo.

—oh, sí, quiero ver a ese feroz demonio ahora mismo—la tenté con una sonrisa.

—Dante Serra Lombardo, te lo advierto—dijo con autoridad, puso un semblante serio, se llevó las manos a las caderas y supe que estaba en problemas.

—está bien, ya me levanto, ya me levanto—dije a toda prisa, incorporándome en la cama y alzando mis manos.

—si vuelvo otra vez y te encuentro durmiendo, le diré a mi padre que me tuviste viviendo a base de fideos instantáneos—me amenazó.

—¿Lo dices en serio?—pregunto con la boca abierta.

Su padre es muy quisquilloso, sobre todo con todo lo referente a comida se trate, lo sé por qué lo viví de primera mano y si ella le contaba algo así, estoy seguro de que me cortaría en filetes, con esos cuchillos ultra afilados que tienen en esa cocina.

—muy en serio, así que ya sabes, quedas bien advertido—después de soltar eso, salió de la habitación.

Era irónico que me amenazara con eso, cuando ni siquiera hemos vivido juntos para que eso pasara. Me levanté a regañadientes, miré la hora en el móvil que estaba sobre la mesa de noche, iban a ser las ocho.

Tanto escándalo, cuando todavía nos quedaba tiempo, pero no quería hacer enfadar al padre de Laura, era terrible. Me quito los calzoncillos y me meto a la ducha, después que el agua se calentara.

Cuando el embarazo de Laura se asentó y ya no había peligro, decidimos hacer un pequeño viaje, solo un fin de semana, para darle la noticia a sus padres, Laura pensó que sería mejor decirlo en persona que por teléfono y así también aprovecharíamos para que me conocieran y viceversa, matar dos pájaros de un tiro.

El recibimiento fue mucho más cálido de lo que yo esperaba o quizás me había puesto mucho en lo peor y por eso no se sintió tan mal, Bianca, su madre era una mujer muy afectuosa, alegre y quizás un poco más entrometida de lo necesario, su padre Carlo, desprendía un aura como si quisiera matarte en ese momento, pero solo era una fachada, aunque cierto es que de los dos era él más sobre protector.

Cuando vieron a su hija, se comportaron como si viniera de la guerra, la noticia les sorprendió y al padre casi le da un infarto, supongo que por eso es hostil conmigo, pero no le daba importancia, pues podía entender hasta cierto punto eso.

Si yo tuviera una hija, no creo siquiera que soportara que tuviera un novio, que decir que aparezca embarazada de él, pero a pesar de esa hostilidad, siempre me trató con respeto y nunca fue ofensivo conmigo.

Salgo de la ducha, enrollándome una toalla en la cintura y agarro otra toalla, secando mi cara.

Fuimos a verlos unas dos ves más, así que esta sería la cuarta, Bianca me adora, tengo un don con las mujeres, pero estoy seguro de que no lo haría si supiera que fui quién entró a robar a su casa.

[• • •]

Dos largas horas de vuelo después, hemos llegado a Italia, concretamente en el aeropuerto de Turín, fuimos a por nuestras maletas en la zona de equipajes, cuando la persona que menos quería ver se acercó a nosotros, a pesar de saber de ante mano que iba a venir a recogernos.

—por fin estáis aquí, pensé que iba a morir de tanto esperaros—dijo Diana con su voz irritante habitual.

Nos evaluó con la mirada y sus ojos se agrandaron al detenerse en la barriga su prima. A pesar de que ta se habían visto en el último viaje, pero todavía el vientre no era muy visible y Laura prefiero ocultárselo, hasta hace poco que supo por qué vendríamos de nuevo.

—Laura, ¿Qué fue lo que comiste que te hizo engordar tanto?—soltó y yo puse los ojos en blanco.

—sí, ja, muy graciosa—respondió Laura y ella se echó a reír.

—cuando escuché que estabas embarazada, no me lo creí, sí que lo amarraste con fuerza—comentó y Laura a mi lado se removió incómoda, desviando la mirada y yo deseé matarla en ese mismo momento.

—más bien fue al contrario, pero al ella menos no intentó robar lo que no le pertenecía como tú ¿Qué digo? Aun intentándolo ni siquiera lo lograste—expuse con sorna.

Ambas me miraron, Diana ahora con la cara roja, no sé si de vergüenza o irá.

—veo que tú sigues igual de capullo.

—¿y tú sigues abriéndote de piernas con el primero que pasa?—respondí a su vez.

—Eres un…

—¡Ya es suficiente!—se puso en medio Laura, cortando lo que fuese que iba a decir su prima.

Se hizo el silencio entre nosotros, hasta que Diana volvió a hablar.

—os esperaré afuera—anunció, nos dio la espalda, alejándose y dejándonos solos.

Laura no dijo nada y yo tampoco, pero veía como me asesinaba con la mirada cada tanto, por lo que pasados cinco minutos, rompí el silencio.

—¿Podrías dejar de mirarme como si quisieras arrancarme la cabeza ahora mismo?—pedí a mi embarazada novia.

—es que ahora mismo tengo ganas de matarte, Dante, ¿No quedamos en que ibas a portarte bien?—me reprendió soltando chispas por los ojos.

—¿Así que, según tú, debí haber dejado que la idiota que te tocó por prima siga faltándote al respeto?—solté de mala gana y ella me miró entornando los ojos.

—Diana no me faltó el respeto, solo estaba bromeando, ya sabes cómo es ella—la defendió.

—bien, entonces tomate lo mío también como una broma.

Ambos nos quedamos en silencio, solo batallando con la mirada. No entendía como es que podía defenderla, después de todo cuanto la hizo, es cierto prometí portarme bien, por qué sabía que ella ahora vivía con sus padres, e iba a ser inevitable que nos viéramos, pero tampoco iba a dejar que la hablara así delante de mí, sobre todo cuando era la que más tenía que callarse.

Por fin las maletas llegaron y tomamos las nuestras, entrelacé nuestras manos y salimos del aeropuerto, no tardamos en encontrar a Diana, que estaba apoyada sobre un coche, en brazos de un tío de cabello negro que le sacaba media cabeza.

—veo que ya estáis, ah, sí, os presento, él es Ángelo, un amigo, Ángelo, ella es mi prima Laura y el idiota a su lado es su novio—soltó sin ocultar su disgusto cuando reparó en mí.

El tipo repasó a mi novia con la mirada, antes de darla dos besos con una sonrisa de oreja a oreja.

Cálmate, cálmate, no está haciendo nada malo, solo la saludó, no montes una escena, solo por eso, me decía a mí mismo en mi fuero interno y proseguí a saludarlo también.

—es bueno conocerlos por fin, Diana habla mucho de vosotros—dijo el tipo y yo fruncí el ceño.

—espero que cosas buenas—habló Laura siendo tan amable como siempre.

Ángelo volvió la mirada a ella y sonrió nuevamente.

—no te preocupes, todo es bueno.

—será mejor que nos pongamos en marcha, los tíos están impacientes por verlos—anunció Diana y por una vez estaba de acuerdo con ella.

Guardé nuestras maletas en el maletero y todos nos subimos al coche, Ángelo como conductor, nos pusimos en marcha. Miré de reojo a Laura que miraba por la ventana, su ceño estaba fruncido, ¿Sigue enfadada? Miro nuestras manos aún entrelazadas.

—¿Estás enfadada?—murmuro acercándome a su oído para que no nos escuchen.

Aunque la música, que sonaba, ayudaba para que no fuera posible.

—por favor no te enfades, odio cuando nos peleamos—susurré colocando un mechón de su cabello detrás de la oreja.

No me gustaba nada que estemos así y más por culpa de alguien que no se lo merece. Su cuerpo se estremeció por mi toque y giró la cabeza a mí, mirándome al fin.

—a mí tampoco me gusta estar enfadado contigo, pero no quiero peleas—habló con el mismo tono bajo que yo.

—lo sé, lo siento mi vida, es que no soporto cuando alguien habla mal de ti o intenta hacerte daño—dije con sinceridad.

—lo sé, Dante, pero ya deberías saber cómo es Diana, la gusta provocar a las personas, no entres en su juego, ya te dije, quiero tener unas navidades tranquilas, no solo yo, tu hijo también lo quiere así—declaró llevando nuestras manos entrelazadas a su barriga.

—qué mala eres, siempre usas a nuestro hijo para hacer conmigo lo que quieres—me quejé, pero no pude evitar sonreír.

—puedo hacer contigo lo que quiera sin la necesidad de nuestro bebé—expuso con una sonrisa maliciosa y sus ojos me retaban a que dijera lo contrario.

Pero tenía razón, era completamente suyo, me tenía comiendo de su mano, tanto así que haría y daría cualquier cosa por ella.

—cierto—me acerqué más a ella, para besar sus labios, pero ella se apartó.

—Dante…—miró de reojo hacia adelante, donde estaban Ángelo y Diana.

—solo es un beso, un beso de reconciliación—dije a modo de excusa.

Me acerqué nuevamente y esta vez no se apartó y permitió que mi boca se uniera con la suya.

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