La noticia.

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—¿Seguirás sin hablarme? —preguntó Eva, sacándome el auricular por tercera vez.

No la respondí y volví a colocarme el auricular sin dejar de correr en la cinta y mirando la pantalla que daban las noticias, pero que a su vez no veía de verdad.

Eva no volvió a molestarme y se centró también en su cinta de correr. "¿Cómo quería que la hablara, después de la noche que pasé por su culpa?"

Ayer viernes, era mi día libre y como tonta decidí hacerle un favor, pero acabé siendo tratada de manera inapropiada por culpa de un imbécil. "Tenía que haberle dicho que no desde el principio y quedarme con mi novio, como había planeado."

Salí de Euforia tan furiosa y lo primero que hice fue llamarla y expresarle mi disgusto, pero ella solo se rió y a la vez, se preocupó por que golpeé a un cliente. "¿Qué se supone que debía hacer después de decirme algo así? "Una bofetada era lo mínimo que se merecía."


Tres horas después, salí del gimnasio y mi mejor amiga me siguió detrás.

—Oye, creo que ya he tenido suficiente castigo.—Eva se colocó delante de mí, estirando los brazos para que me detenga.

—No seas así, ya te pedí perdón mil veces, te dije que te daría todo el dinero de esa noche y te prometí no volver a pedirte ese tipo de favores, pero no merezco que me trates como si fuera mi culpa que ese tipo te haya dicho eso, además, no es como si fuera la primera vez—me recordó y yo la miré con mala cara.

"Si está intentando que la perdone, va por muy mal camino."

—Quiero decir, no es la primera vez que te pasa, y a mí tampoco. Ya sabes lo idiotas que son a veces los hombres —intentó justificarse.

—El que sean idiotas no significa que vaya a dejar que me traten así —hablé al fin.

—Lo sé, lo siento. Por favor, perdóname —imploró, juntando las manos como en una súplica y haciendo pucheros.

Miré a mi amiga; su piel oscura resplandecía bajo el sol, su cabello afro recogido en dos grandes coletas me recordaba a Minnie Mouse, y sus ojos marrones suplicaban perdón.

—Está bien, te perdono —dije finalmente en un suspiro, y ella se abalanzó sobre mí.

—¿De verdad? —preguntó, sin poder creerlo.También la abracé, y por primera vez en estas terribles veinticuatro horas, sonreí..

—Qué tonta eres a veces —dije de forma cariñosa.

—Lo sé, pero gracias por quererme a pesar de eso. Ah, y gracias por no decirle a Luka.—

—No es nada.

"Lo he considerado, no lo niego." Pero reflexioné y decidí no contarle nada. Luka puede ser tranquilo, pero es estricto y tiene un carácter difícil. Decírselo podría costarle el trabajo a Eva y al tipo en cuestión, que, siendo amigos, probablemente saldría impune.

"Aunque lo que hizo mi amiga me molestó, no quería que pagara las consecuencias por culpa de un idiota."

Después de nuestra reconciliación, quedamos en ir juntas al club en la noche, nos despedimos y yo volví a mi casa.


A la tarde, mientras preparaba mi comida, mi móvil empezó a llenarse de mensajes. Sin necesidad de mirar quién era, ya me hacía una idea de quiénes podrían ser. "Lo revisaré más tarde." Pero entonces, mi móvil comenzó a sonar; era una videollamada grupal iniciada por Caeli. Con cuidado de no manchar el móvil, respondí y lo primero que vi fue a Caeli, que no dejaba de hablar con emoción.

—Quiero seguir conservando mis oídos —me quejé.

—Eso mismo digo yo —respondió Beatrix.

—¿Podrías dejar de gritar y contarnos la noticia ya? —intervino Anna.

—Si la dejamos hablar, quizás nos lo cuente —dijo Marian.

"Siempre era lo mismo, nunca lográbamos ponernos de acuerdo." Las dejé que continuaran su discusión mientras seguía cocinando, dando forma a mis hamburguesas caseras. Cuando estaba a punto de empezar a freír, Caeli gritó con emoción.

—¡AL FIN ME LO HA PEDIDO!

Marian, Anna, Beatrix y yo nos quedamos mirando la pantalla de Caeli, donde nos mostró su mano con un anillo de compromiso. "No puede ser."

—¿Es en serio? —preguntó Anna incrédula.

—¡SÍ! —gritó nuevamente Caeli.

—Tienes que estar bromeando —dijo Beatrix.

—Claro que no. Tenemos que salir esta noche para celebrarlo y contaros todo. Así podréis ver que todo es verdad —propuso Caeli.

Salí de mi asombro y respondí rápidamente.

—¿Esta noche? Yo no puedo, ya sabéis que trabajo.

—¿Qué? ¿No dijiste que esta semana te darían un día libre? —se quejó Caeli.

—Ese día fue ayer.

—Qué mala eres, Lu, casi ya no pasas tiempo con nosotras, pero casi siempre estás pegada a Eva —me echó en cara Marian.

"No, otra vez."

—Ya lo dije, nos vemos más porque trabaja conmigo.

—Otra opción es ir a tu club —sugirió Anna.

—No creo que sea buena idea.

Prefería no mezclar mi trabajo con mi vida personal, y no quería que se encontraran con tipos como los de ayer, que abundan en ese lugar. Esto último lo decía más por Marian, la más joven de todas, con veintitrés años y su forma de ser, a veces lleva a la confusión. Es tan amigable con todos que los hombres la malinterpretan fácilmente.

"No quiero que sea el blanco de esa panda de pervertidos."

—Creo que es buena idea, siempre quise conocer dónde trabajas —dijo Marian.

—Otro día, hoy no —dije, tajante, y todas comenzaron a quejarse, pero las ignoré.

—No sé por qué tanto secretismo, pero en fin, si todavía te queda tiempo, puedes pasarte; estaremos en Indiana, informó Caeli.

No pude evitar poner los ojos en blanco. "¿De todas las discotecas que podía elegir, esa es la que vio que era mejor?"

—Sin problemas —dije y después de hablar un poco más de tiempo, colgué.

Seguía pensando que no era bueno mezclar mi vida privada con mi trabajo, pero si alguien me hubiera dicho lo que venía a continuación, quizás las habría suplicado que fueran.

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