Lo he echado de menos.

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Dante:

—eres tan, cruel, dijiste que me ibas a castigar y no lo has hecho, eres un mentiroso—decía con una voz infantil, haciendo pucheros.

Aparqué el coche soltando un fuerte suspiro. Nunca en mi vida pensé que conducir podría volverse algo tan difícil y peligroso.

Cuando fui a por ella, a aquel bar, se lanzó a mis brazos, logrando que ambos casi nos caigamos, estaba realmente borracha, incluso más que aquella vez en esa fiesta de universidad.

El viaje de vuelta fue un reto para mí, por qué no dejaba de provocarme cada vez que tenía ocasión, besando mi cara, mis mejillas, el cuello mordiendo y lamiendo todo lo que quería y más, metiéndome mano dentro de la camisa, frotando su pie en mi entrepierna y haciendo que mi cuerpo respondiera de forma inmediata a todo eso, estaba duro, tanto que dolía y era jodido llevar los pantalones puestos, todo mi cuerpo deseaba corresponder a todo eso y más, pero que a regañadientes debía apartar si no quería que tuviéramos un maldito accidente.

Salí del coche, pero ella no se movió del asiento del copiloto, por lo que fui abrirla la puerta.

—¿Quieres pasar la noche en el coche?—la pregunté con tono divertido al ver que no hacía ademán de moverse o bajar.

—llévame—ordenó con una sonrisa de borracha, extendiendo las manos hacia mí.

No pude evitar sonreír con tristeza y Anhelo. Deseaba verla en este estado siempre, pero no borracha.

La tomé en mis brazos, cerrando el coche con el pie y caminé hacia mi casa, entrando y cerrando la puerta, mientras Laura me miraba de forma intensa como si estuviera buscando algo, luego su ceño se frunció.

—¿Por qué tenías que ser tan guapo? —soltó de la nada, pillándome desprevenido.

—¿Soy guapo?—pregunté entre sorprendido y divertido.

Ella asintió enérgicamente y llevó su mano a mi cabello y lo revolvió, cuál perro fuese. Subí las escaleras con ella en brazos hasta llegar a mi habitación donde la deposite en el suelo con cuidado. Pero en cuanto lo hice, sus labios impactaron con los míos, descolocándome.

Por un momento no sabía si era producto de mi imaginación de haber anhelado tantos sus besos.

—Dante...—gimoteó en la comisura de mis labios, volviéndome a la realidad.

Pero debía ser sensato y no dejarme llevar a pesar de que lo deseara con todas mis fuerzas. La aparté con delicadeza, pero ella se negaba dejarme ir y volvió a pegarse a mí.

—por favor—volvió a pedir casi en una súplica y me quebré.

La tomé de las caderas y en menos de un segundo, la tenía pegada a mí y entrelazando su boca con la mía, sus besos eran torpes, he urgentes, anhelantes y deseosos de algo más y yo no me quedaba corto, mi deseo aumentaba a medida que el beso se hacía más y más profundo.

Sin romper el contacto de nuestras bocas se apresuró a quitarme la chaqueta que llevaba y mis manos se deslizaron por sus muslos levantando su vestido.

Lo que me encantó y encendió aún más, si es que cabía la posibilidad de estar más cachondo de lo que ya estaba.

La deseaba, la deseaba con todas mis fuerzas, pero no debía, no debía, no de esta manera. Así que con todo el autocontrol que fui capaz de reunir me separé de ella, me separé de verdad, poniendo larga distancia entre nosotros.

La miré, detenidamente, jadeaba a causa de la falta de aire y su mirada... Oh Dios, esa mirada que tanto había echado de menos, esa mirada de deseo intenso y profundo hacia mí, tuve que hacer otro esfuerzo en mantenerme donde estaba, su vestido estaba subido y tenía plena vista de su ropa interior.

Laura miró a su alrededor, ajena a mis miradas lascivas y confusa, añadió.

—esta no es mi habitación—dijo de la nada.

—¿No querías que te castigara? Este será tu castigo, dormirás aquí hoy—la indiqué, acercándome a ella, tomándola de la mano, haciendo que se sentara en la cama.

—sí, quiero dormir contigo—expresó mostrándome una sonrisa coqueta mientras me arrodillaba para ayudarla a sacarse los zapatos.

—¿Acaso bebiste afrodisíacos en vez de alcohol?—solté con tono burlón y coqueto siguiéndola un poco el juego.

—puede ser, ahora necesito que me cures—pidió y sonrió de forma maliciosa, colocando su pie en mi entrepierna.

—¡Laura!—grité sobresaltándome y apartando su pierna, lo que a ella solo la hizo estallar en risas.

—¿Ya no me deseas?—soltó sin más mirándome desde arriba.

Yo me quedé mirándola de lo absurdo que sonaba aquella pregunta.

—Laura, no hay nadie en este mundo que te desee más que yo—la aseguré y ella se mordió el labio retorciéndose un mechón de su pelo.

—si es así, ¿Por qué no me lo estás haciendo?

Mi mandíbula se desencajó y la miré con la boca abierta. Me incorporé, he ignorado sus palabras y la ayudé a quitarse el vestido, ignorando sus constantes provocaciones.

—has estado insoportable con que querías hacerme tuya y ahora que puedes no lo haces—se quejó haciendo un mohín y se deslizó en la cama, sentándose en ella, cruzándose de brazos.

Me incorporé poniéndome en pie, quedando al borde de la cama, mirándola. Si ella supiera lo mucho que me contenía, no estaría diciendo eso.

—claro que lo deseo, no sabes lo mucho que me gustaría hundirme en ti, estoy seguro de que puedes ver lo mucho que te deseo—dije señalando mi creciente erección.

Ella bajó la mirada hasta mi erección y sonrió mordiendo su labio y el deseo inundó sus ojos.

—yo puedo ayudarte con eso—soltó gateando por la cama, llegando a mí y colocando sus manos en mi dura polla.

Maldita sea, esta mujer de verdad será mi perdición conmigo.

—Laura, estás borracha y estoy seguro de que si lo hacemos, mañana te arrepentirás.

—pero tengo ganas... ¿Me dejarás así?—gimoteó, tumbándose en cama.

Se quitó las bragas que parecían molestarla y abrió sus piernas dejándome ver lo mojada que estaba.

Tragué con fuerza.  La deseaba, ahora, en este momento, ya no podía aguantarlo más.

—te lo advertí, que no se diga que no lo intenté, no me detendré incluido si me suplicas que pare—la advertí

Me quité la camisa por la cabeza y desabroché mi pantalón, quitándomelo y liberando por fin mi miembro, todo eso sin apartar la mirada de ella que sonreía triunfante por obtener lo que deseaba.

—vamos... no aguanto más—volvió a gimotear y no perdí tiempo y me abalancé sobre ella.

La besé, en todas partes, en la boca, la cara y bajé hasta sus pechos, me llevé uno a la boca y lamí, mordisqueé y ella gimió gustosa, seguí con el otro haciéndo que se retorcerse debajo de mí. Con la otra mano libre la llevé mis manos a su vagina y metí dos dedos.  estaba caliente, muy caliente, de hecho. Lo que me hizo preguntarme una vez más que fue lo que la dieron de beber.

Retiré mi mano y lo sustituí por mi miembro que empecé a frotar en su entrada, provocándola. Laura empezó a mover sus caderas de forma inconsciente y su respiración empezó a acelerarse cada vez más.

—Dante...—ella soltó un quejido de frustración, lo que me hizo sonreír, estaba ansiosa, deseosa de mí.

Puse fin a su tortura y entré en ella, lentamente, gozando de su calor. Solté un fuerte suspiro de placer y satisfacción.

Entré y salí de ella varias veces, de forma lenta, quería sentirla hasta lo más fondo, recordar todo, pues no sabía cuando sería la próxima vez que tuviera una oportunidad como esta.

Mis manos buscaron sus senos y los acaricié.

—más—escuché que pedía, pero yo seguí, torturando la con la boca.

—más rápido, por favor—imploró, clavándome sus uñas en mi espalda.

Me encantaba cuando me suplicaba, ansiosa de más de mí y yo un perro estaba dispuesto a darle todo lo que deseaba.

Aumenté el ritmo y su cara de puro placer era un gozo para mí. Se mordía el labio, tenía los ojos entreabiertos al igual que la boca. Me encantaba verla así, se veía tan preciosa, quería colmarla de todo ese amor y deseo que tanto estuve reprimiendo.

—te he echado tanto de menos—murmuré apartando los mechones, que se habían escapado de su coleta.

Nos miramos y por unos pocos segundos y atisbé ese amor que una vez me tuvo, pero desvió la mirada para luego añadir.

—cállate y solo hazmelo—ordenó besando mis labios, haciéndome olvidar todo lo que no fuese ella.

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