¿Por qué el cambio?

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Dante:

Una semana, una semana pasó y Laura y yo no discutimos, se sentía como un maldito milagro y eso no es todo, sino que empezó a dejar que me acercara a ella y ya no me miraba como si fuera el depredador más grande del mundo

No tenía ni la más mínima idea de qué demonios pasó, ¿Será por qué estaba siendo más indulgente? No lo sé, pero si era eso, me alegraba que funcionara. Seguía sin gustarme que no quisiera dormir conmigo, pero sé que me lo gané a pulso.

Seguía teniendo pesadillas de tanto en tanto, a veces se levantaba gritando mi nombre o llorando, eso de verdad me destrozaba, me destrozaba por dentro, un momento que desee que fuera para nosotros, que disfrutara, lo convertí el algo doloroso y traumarte.

Pero a pesar del dolor que la causé, lo disfruté como nunca. Soy una escoria sin lugar a duda.

Sé que si mis padres siguiesen vivos me habrían matado a golpes por lo que hice y no únicamente ellos, sé que muchos de mis amigos también, sobre todo Luka, que estaba muy insistente con el puñetero tema.

Cuando me llamó exigiendo saber qué le había hecho a Laura, joder, me cabree por qué pensé que ella le había contado, pero resultó que no fue así y todo venía de esa amiga suya. ¿Acaso no sabe meterse en sus puñeteros asuntos? Que siga follándose a Nik que parece que es lo único que se le da bien.

Apreté el volante con fuerza por la rabia de recordarlo, por lo que para distraerme, coloqué mi mano en el muslo de Laura y comencé a tamborilear en su muslo, que al momento de sentir mi toque su cuerpo se tensó nuevamente, pero no la apartó y no dijo nada.

Me detuve en un semáforo en rojo y ladeé la cabeza hacia ella para poder mirarla. Tenía los brazos cruzados y se agarraba una parte de esta con demasiada fuerza. Eso iba a dejar marca, estaba seguro. También se estaba mordiendo el labio mientras miraba por la ventana.

Estaba ansiosa, me temía, me tenía miedo. Quise decirla que no debía sentirse así, que nunca la haría daño, pero las imágenes de aquella noche inundaron mi cabeza y desistí apartando mi mano de su muslo con un suspiro.

Llevaba un hermoso vestido de color negro de mangas largas, que le llegaba por encima de las rodillas, su cabello estaba recogido en una cola alta.

Estaba preciosa y todo eso iba a ser visto por unos malditos pervertidos que se la iban a comer con los ojos hoy. No me gustaba, no me gustaba para nada, pero ya había accedido, no podía mantenerla encerrada todo el tiempo, a pesar de que era lo que más deseaba, pero debía ser flexible, quizás así, pueda ir recuperando a poco a poco.

Al menos esta vez, si sé dónde estará. Accedí a que saliera con sus amigas, con la condición de llevarla y recogerla. Tampoco era un sitio muy conocido, por lo que no estará lleno de gente o eso es lo que espero y me gustaría.

Diez minutos después, aparqué el coche frente al bar y el silencio inundó el espacio, ninguno de los dos dijo nada hasta que fue ella quién rompió el silencio.

—gracias por traerme.

—no me tienes que agradecer—respondí mostrándole una sonrisa.

Me giré para mirarla, alargué mi mano para tocar su mejilla y volví a notar como se tensaba, pero lo pasé por alto y la acaricié. Ella cerró los ojos, inhaló y exhaló varias veces antes de volver a abrir sus ojos y mirarme con esos ojos castaños que tanto amaba.

Mis ojos se desviaron a sus labios, cuando los mordió y deseé ser sus dientes para poder hacer lo mismo, pero no podía. Resignado levanté la mirada nuevamente.

—ten cuidado y no bebas mucho—la pedí a lo que solo asintió y esbozó una débil sonrisa.

Me incliné más a ella y dio un pequeño respingo, como si fuera un conejo asustadizo, pero lejos de lo que su mente pudiera estar pensando, solo abrí su puerta y deposité un beso en su mejilla, para luego apartarme.

—pásalo bien—dije con sinceridad.

—lo intentaré—respondió y se apresuró a bajar del coche cerrando la puerta detrás de ella.

Vi como caminaba hacia la entrada, llamando la atención de dos chicos que estaban fumando, pero ella parecía no percatarse entrando al bar.

Es muy sexi, por no decir hermosa, es normal que otros babeen por ella, cálmate. Me dije a mí mismo y arranqué el coche saliendo de allí, para no salir del coche y hacer otra estupidez.

También necesitaba distraerme, sabía que si me quedaba en casa estaría dándole vueltas y más vueltas y eso no iba a ser bueno para ninguno de los dos, pero tampoco estaba para aguantar a los idiotas de mis amigos y menos a Luka, que estaba insoportable. Así que mientras conducía, saqué mi teléfono y marqué el número de Alan.

—¿Dante?

—¿Quién más iba a ser?—respondí poniendo los ojos en blanco.

—¿En serio? No puedo creer que respondas el móvil cuando estamos en mitad de un polvo.

Escuché que se quejaba una voz masculina al otro lado del móvil.

—¿Por qué estás ladrando tanto? Si te vas a correr en menos de cinco minutos—le respondió Alan con mofa.

Aquel comentario me produjo gracia y asco a partes iguales.

—que capullo eres—se quejó el tipo, pero lejos de enfadarse, Alan solo se echó a reír.

¿Por qué demonios debía presenciar esta maldita discusión?

—ya veo que te llamé en un mal momento—dije deseando terminar la llamada.

—¿Qué? No, para nada, ¿dime pasa?—inquirió.

—¿Por qué tiene que pasar algo?—pregunté mal humorado.

—bien cascarrabias, ¿Qué se te ofrece entonces?—preguntó sin dejar aquel tono burlón.

—quería distraerme un poco.

—es tentador la oferta, pero ya sabes que no eres mi tipo—soltó y yo no pude evitar poner cara de asco.

—eres repugnante—espeté y él estalló en una carcajada.

Tener amigos para esto.

—estoy yendo hacia tu casa, así que termina lo que sea que estés haciendo, estaré allí en quince minutos—le informe.

—sin problema, me sobran diez—soltó con toda la naturaleza del mundo.

Lo colgué antes que me arrepintiera de mi decisión.


20 minutos después…

Estaba en la cocina de Alan, con una copa de ron en la mano que bebía cada tanto. No podía emborracharme, ya que tenía que conducir. Mientras él se paseaba de aquí para allá con solo unos calzoncillos grises.

—¿Qué fue lo que hizo ella esta vez?

—¿Hacer qué? ¿Quién?—me hice el loco, ya sabía que se refería a Laura.

—¿Quién más? La chica que te está volviendo un psicópata.

—¿Un psicópata?—repetí alzando una ceja con una media sonrisa.

—eso mismo.

—Que yo sepa no he matado a nadie.

—de momento—puntualizó, abriendo su nevera y sacando una cerveza.

Ignoré aquel comentario y mientras miraba mi vaso respondí a la primera pregunta.

—no ha hecho nada, todo está bien, estamos bien.

—si es así, entonces¿por qué tienes esa cara?

—¿Qué cara?

—Dante—me llamó la atención, mirándome serio y llevándose la cerveza a los labios.

Dejé el vaso en la mesa y suspiré.

—hoy salió con sus amigas y es algo que no me gusta mucho—confesé.

¿Qué digo de mucho? No me gustaba para nada.

—¿Te das cuenta de que estás sonando como un demente?—me dijo medio riéndose.

—no estoy loco.

—¿No? Recuerdo muy bien ese día, que estuviste buscándola como un maldito desquiciado y todo para que solo esté en una discoteca pasándola bien con sus amigas—me recordó.

No respondí, he intenté hacer lo posible por no pensar en eso, en aquella noche. Respiré hongo.

—a mí siempre me gustaron tus locuras, eran divertidas, sobre todo por qué sacaban de quicio a Luka y mayormente a Cristian, pero esto es pasarse, aver la chica está buena, es guapa y…—se quedó a mitad de oración al ver la mirada gélida que le estaba echando.

—lo que quiero decir es que sí, es atractiva, ¿pero hasta el punto de perder así la cabeza? ¿Qué demonios fue lo que te hizo para acabar así?—preguntó un tanto incrédulo.

Me quedé en silencio sin saber cómo responder a eso. ¿Qué demonios me había hecho para acabar así por ella? No lo sabía, solo podía decir que la amaba, que me enamoré como un idiota de ella y no podía ver más allá si no es con ella.

—solo sé que la amo y tenerla lejos me vuelve loco, tanto que solo deseo ir a ese estúpido bar y sacarla de allí.

Encerrarla para que nadie más que yo pueda verla. Pero esto último lo guardé para mí, mi amigo ya estaba siendo bastante tolerante, no quería tentar a mi suerte.

—sí, suenas como un puto loco—dijo y se echó a reír a carcajada limpia.

No se lo iba a negar, estaba loco, loco por ella, sin duda.

—será mejor que te relajes o harás que se espante, que se espante de verdad y te mandé a la mierda, aunque no sé cómo demonios no lo ha hecho hasta el día de hoy.

Me limité a asentir y terminarme la copa. Si él supiera, se le borraría esa sonrisa que tiene en la cara.

El resto de la noche trascurrió bien, bueno, todo lo bien que puede ir, teniendo en cuenta que Alan se pasó riéndose de mí todo lo que le dio la gana y más.

—¿Si yo soy patético, tú qué? Que estás enamorado de Luka.

—¿Quién dijo que estaba enamorado? Solo me gusta.

Me eché a reír con ganas. ¿Qué solo le gusta? ¿Esas miradas que suele darle es de alguien que solo le gusta? ¡Ja! No se lo cree, ni él.

—así es como empecé yo y mírame.

—no me compares contigo Dante, tú y yo somos diferentes.

—¿Diferente en qué?

—para empezar yo sé cuándo debo rendirme.

—sí, ya vi lo mucho que te rendías todas esas veces, mientras te pajeabas a gusto en mis malditas sabanas—solté con sarcasmo.

Alan abrió mucho los ojos y luego se echó a reír como un maldito desquiciado.

—Así que lo sabías.

—no eras muy sutil que digamos.

—¿Allí fue cuando lo supiste?—preguntó curioso.

—sí, pero no entiendo esa asquerosa costumbre que tenías de hacerlo frente a Luka, mientras dormía y luego yo soy el loco.—me quejé asqueado y él se echó a reír.

—era divertido, me gustaba lo profundo que tenía el sueño y a pesar de hacer todo eso no se despertaba.

Lo cierto es que no fue la primera vez que lo vi haciendo algo tan repugnante, la primera qué me enteré fue de la forma más incómoda del mundo. Fue en una de las excursiones que organizó el instituto, aquel campamento. Los tres dormíamos juntos, Luka yo y Alan, todavía no me llevaba bien ellos, pues recién me transfirieron desde Italia.

Sus malditos ruidos fue lo que me despertaron, se estaba haciendo una maldita paja contra el cuerpo de un Luka dormido que era ajeno a todo, supongo que desde ese momento tomó esa asquerosa costumbre de hacerlo cuando Luka dormía.

—¿Recuerdas aquella vez que fuiste el pervertido del año?—soltó de la nada y yo lo miré con mala cara.

—¿Cómo iba a olvidarlo? Hijos de puta, por vuestra culpa pasé un infierno.

Alan se echó a reír a un más fuerte.

—¿Aún resientes eso? Solo fue una broma.

—¿Una broma? Me llevé una bofetada gratis por vuestra culpa y Luka estuvo sin hablarme por una semana.

—¿Cómo íbamos a saber que la ropa interior que robamos de los vestuarios, era de la chica que le gustaba?

—¿Y lo que veis que podéis hacer es meterlo en mi mochila?—dije con indignación.

—pero al final acabamos diciendo que eras inocente.

—sí, después dos largas semanas—dije soltando un bufido.

—oye, tampoco te hagas el inocente, que tú también se las hiciste pasar muy mal a los demás, sobre todo a Cristian, te follaste a su novia de ese entonces.

—le estaba salvando de una cazafortunas —recalqué.

—¿pero tenías que hacerlo el día de su cumpleaños? Y lo peor es que lo llamaste para que lo presenciara con todos nosotros.

—para empezar no sabía que era su cumpleaños y vosotros se autoinvitaron, yo solo lo llamé a él, quería que viera que su novia no era tan pura como decía.

Ni siquiera era virgen, como le había dicho al tonto de Cristián.

Seguimos hablando de todo y nada, recordando nuestra adolescencia y las travesuras que hacíamos unas más divertidas que otras, estaba sumido en la conversación, cuando mi móvil comenzó a sonar. Sin mirar, el remitente sabía de quién se trataba.

—¡Dante, amor mío!—gritó Laura arrastrando cada palabra.

—¿Laura?—dije dudoso, llamando la atención de Alan que me miraba con curiosidad.

Pero me levanté, alejándome de la cocina y de su vista para tener más privacidad.

—la misma que viste y calza—soltó riéndose en el proceso.

Estaba borracha y mira que la dije que no bebiera en exceso.

—¿Cuánto has bebido?—dije con voz calmada.

—no mucho, solo… Dos, una, tres, cero, ¡Bingo!—volvió a reírse.

—veo que mucho.

—¿Vas a castigarme?—preguntó en un susurro ansioso.

Lejos de ser temeroso era como si lo deseara. ¿Me lo estaba imaginando?

—¿Es que quieres que te castigue?—quise saber con el mismo tono que ella.

—sí, quiero que me castigues—soltó en un jadeo.

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