Locura.

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Dante:

Estoy loco, estoy completamente loco, pero ¿Qué más podía hacer? Necesitaba, necesito que escuche lo que tengo que decir, quiero que me deje explicarme, pero conociendo lo terca que es, no me dejaría decir ni una palabra si fuera de buenas.

Cuando descubrió la verdad y me hizo aquella pregunta, pensé que mi mundo estaba por derrumbarse, en cierto punto pensé en mentirla, decirla que la zorra de su prima solo estaba intentando meterse en nuestra relación, que era una maldita envidiosa y qué no la hiciera caso, estaba seguro de que si la decía eso, seguro iba a creerme, pero supe que si lo hacía jamás podría volver a decirla aquella verdad y no quería que esa estúpida tuviera algo por lo que chantajearme, por qué sé que buscaría otra forma de fastidiar a Laura nuevamente.

Alguna vez, se me pasó por la cabeza aquel inconveniente, pero con el paso del tiempo se me olvidó y ni siquiera lo pensé cuando Laura se fue, pues, en lo único que podía pensar era en lo mucho que la iba a echar de menos.

Si mi cerebro hubiera funcionado como se debe y hubiera recordado eso, habría hecho hasta lo imposible para retenerla aquí y que no se fuera, pero como las cosas se dieron así solo podía seguir adelante.

Cuando me soltó todo eso y me dejó, bloqueándome y a pesar de que me sentía preocupado, podía estar un poco calmado por qué sabía que la vería al día siguiente y podría explicarme y ella entendería, entendería que nunca quise ir a su casa a robar, que todo fue culpa de Diana, pero cuando vi que no volvió y que los días pasabas, luego las semanas y no regresaba me aterré, me aterré de verdad, sobre todo, por qué ni siquiera sus amigas sabían si volvería o no.

Entré en una desesperación, la ansiedad me comía por dentro, estaba tan inquieto que era una completa bomba explosiva, lloré como un estúpido impotente, fue de verdad horrible, una agoniosa pesadilla.

¿Iba a terminar todo así sin más? ¿No había segunda oportunidad? ¿No iba a volver a verla? No iba a volver a ver esa sonrisa, su cara, ojos, tocarla... No, no podía, podía aceptar esa realidad.

Cuanto más me hundía en la miseria y la agonía, más pensamientos macabros pasaban por mi cabeza, una de ellas era ir a Italia y raptarla, sabía donde vivía a fin de cuentas, había entrado una vez y me sería sencillo, a no ser claro que hubieran cambiado de casa, pero aun así iría, me costara lo que me costara.

Y a medida que pasaban los días y la soledad de su ausencia me consumía, mi mente cada vez más estaba decidido en ir por ella.

Pero antes de tomar la decisión final, en un intento de mantenerme cuerdo, obligué a Eva que averiguara fuese como fuese si iba a volver en algún momento o no, ya que si no lo hacía si iba a ir yo a por ella, pero fue mi alivio cuando supe que sí iba a volver, por lo que modifiqué mis planes.

La verdad no sabía si el plan iba a salir muy bien, por lo que por medida de seguridad, hice unos cuantos más.

Suspiré, revolviéndome el cabello con nerviosismo y salí del coche, con dos bolsas llenas, abrí la puerta de mi casa, he ingresé en ella, caminando hacia la cocina donde dejé las dos bolsas y comencé a sacar y ordenar cada cosa en su lugar.

Ya casi había oscurecido, eran las ocho pasadas, la recogí en el aeropuerto a las doce del mediodía, por lo que ha estado durmiendo casi todo el día.

Estoy seguro de que cuando se despierte tendrá hambre, pero teniendo en cuenta lo cabreada que estará y sumando lo terca que es, seguro no querrá comer

La comisura de mis labios se levantó en una sonrisa con solo imaginarla así ¿Por qué demonios me río de algo como eso? Realmente he perdido la cabeza, Bueno, sí, estoy loco por ella y por eso mismo no puedo dejar que lo nuestro termine así tan fácil.

Termino de colocar la compra y subo con tranquilidad a mi habitación, que por alguna extraña razón me siento tan nervioso como emocionado, es una sensación realmente extraña. Abrí la puerta de mi habitación, el lugar estaba iluminado por la tenue luz de la lámpara de noche, cerré la puerta y me acerqué a la cama, donde Laura estaba tendida.

Sus muñecas estabas estaban extendidas hacia arriba, esposadas a la cama, al igual que sus piernas y un rollo envolvía su boca, impidiéndola el habla. La contemplé y suspiré nuevamente.

En otras circunstancias esto me habría parecido excitante.

Mi hermosa novia dormía plácidamente y me acerqué sentándome en el borde con cuidado para no despertarla, extendí mi mano a su mejilla para tocarla, pero ella abrió los ojos de golpe pillándome desprevenido y con la confusión intentó darme un cabezazo, pero me alejé antes que pudiera alcanzarme.

—Así que estabas fingiendo dormir —dije con una media sonrisa, mientras me fulminaba con la mirada y me la mandaba miradas asesinas.

Si las miradas matasen, estaría convertido en polvo, ¿Qué digo polvo? No quedarían siquiera las cenizas.

—Vamos, no me mires así, esto lo has provocado tú, no me has dejado elección —la digo y ella se me quedó mirando abriendo mucho los ojos.

Comenzó a patalear y forcejear para intentar liberarse de las esposas.

—si quieres que te quite eso para poder hablar, tienes que calmarte primero o no lo haré —la advertí.

Dejó de palear y se serenó. Esperé unos minutos más para asegurarme que de verdad estaba tranquila, luego me incliné en la cama y la saqué el pañuelo que cubría su boca y en cuento lo hice, no perdió tiempo y empezó a arremeter contra mí.

—¡Maldito psicópata! ¡¿Qué yo no te he dejado elección?! ¿¡Has perdido la cabeza?! ¡Suéltame ahora mismo! —bramó como una mujer poseída.

—¿Sabes? Puedo escucharte perfectamente, no soy sordo, así que deja de gritar y sí no me has dejado elección, por qué no habrías querido escuchar mi explica...

—¡Así que como no quiero escuchar tus malditas mentiras, decides drogarme y secuestrarme! —me cortó gritando.

—¿¡Qué?! ¡No te he secuestrado!, pero tenemos que arreglar las cosas, nuestra relación...

—¡No hay ningún nosotros Dante! Terminamos asúmelo y déjame ir! —gritó volviendo a tirar de las esposas.

¿Quiere que acepte eso así sin más? Me niego, no puedo dejarla, no puede dejarme ahora que sé y descubrí que la amo.

—Bien, te dejaré ir si a cambio escuchas mi explicación —dije llevando mis manos hacia atrás y ocultando mis puños.

Ella me miró como si no creyera nada de lo que estaba diciendo, por lo que adopté una pose menos ofensiva.

Me acerqué a ella, sentándome en la cama, alargué mi mano para tocar su mejilla, pero apartó su rostro, lo que no me gustó, pero lo dejé estar y la acaricié de todos modos.

—Te aseguro que yo no quería llegar a esto, he estado esperando que volvieras para explicarte todo bien, por ello te dejé estar, pero me volví loco al ver qué no volvías, incluso pensé que te ibas a quedar allí para siempre, ahora necesito que me escuches, seré sincero y te contaré toda la verdad, así que ¿Podrás hacer eso? —la pedí, pasando mi dedo por su clavícula.

Ella estaba reticente, ni siquiera, volvía a vista a mirarme. Sé que estaba enfadada y por eso actuaba así, estaba seguro de que una vez escuchara mi explicación todo volvería a como siempre y ambos volveríamos a estar juntos.

La tomé de las mejillas con suavidad para que me mirara, seguía mirándome con desconfianza y recelo, cosa que entendía y no se lo tuve en cuenta.

—¿Qué verdad quieres contar que no sepa? Entraste a mi casa a robar, ¡y casi me matas del susto! Eres un maldito ladrón y para empeorar amenazaste a Diana con sus padres para que no me dijera la verdad, eres lo peor, ¡no quiero escucharte Dante, quiero que me sueltes y me dejes ir! —vociferó a pleno pulmón y yo me quedé con la boca abierta con lo último que soltó.

¿Qué yo había amenazado a Diana con sus padres? ¿En qué momento hice eso? ¿Qué sarta de mentiras la habrá contado? ¿Y como es posible que Laura la haya creído tan fácil?

—No puedo creer que con todo lo que te hizo la creíste así tan fácil, sí que eres muy ingenua.

—¿Y yo por qué tendría que creer en ti? No es como que tú y yo nos lleváramos bien desde un principio, eras un capullo ¿Recuerdas?

¿A qué demonios viene eso ahora?

—Tampoco es que tú fueras una santa.

Le chupaste la polla en un maldito club a un imbécil, pensé para mis adentros y me mordí el labio para no soltarla eso y empeorar más las cosas.

—Yo he cambiado, no soy como Diana.

¿Cree que estaríamos en esta situación si así fuera?

—Es cierto, no eres como ella, eres mucho peor, ¡Ahora te dedicas a secuestrar a las personas!—vociferó, pataleando, intentando soltarse una vez más.

—¡Ya te dije que no te secuestre, maldita sea! —la grité de vuelta, y arto de esta maldita discusión sin sentido, volví a cubrir su boca.

Lo que claramente no la gustó para nada y empezó a gruñir y forcejear nuevamente.

Así era imposible hablar con ella, estaba muy cabreada y no iba a atender a razones. Yo también estaba cabreado ahora. Me llevé las manos a la sien y me las froté intentando controlar mi mal genio.

Miré a mi preciosa mujer que todavía seguía mirándome como si quisiera estrangularme.

—Necesitamos calmarnos para poder tener una conversación y veo que no estás por la labor, así que te dejaré para que te calmes, mientras tanto me ocuparé de esa entrometida que tienes por prima —al decir eso, ella me miró con los ojos muy abiertos y pude ver la preocupación reflejada en sus ojos.

A pesar de todo lo que le hizo Diana, todavía seguía preocupándose por ella. Tengo una mujer realmente compasiva.

Me acerqué nuevamente a ella y la mostré una sonrisa.

—No te preocupes, no la mataré o algo así, aunque no me faltan ganas, lo admito, pero no haré nada de eso, solo la haré entender que no fue buena idea, meterse con las cosas que me pertenecen —sostuve y besando sus labios, salí de habitación.

Era cierto que no iba a matarla, no iba a ir a la cárcel por culpa de esa imbécil, pero lo que la haré, hará que desee morir.

* * *

Habían pasado dos días desde que traje a Laura a mi casa y como siempre, seguía sin querer escucharme y hablar conmigo y lo único que hacía era insultarme y maldecirme, cuando tenía oportunidad, pero no importaba, podía esperar, hasta que se sintiera preparada además me gustaba tenerla conmigo así que no suponía ningún esfuerzo.

Pero también sabía, que no podía retenerla por mucho tiempo, por qué su familia y amigas empezaran a preguntarse donde está, además que en pocos días iban a empezar sus clases nuevamente, así que necesitaba hablar y solucionar el problema.

Estaba en la cocina haciendo algo de cena para mi gruñona novia, que aún seguía sin querer dirigirme la palabra, no obstante había logrado que empezara a comer algo. Supongo que el hambre al final pudo con su orgullo.

Mi móvil sonó en mi bolsillo, dejé de cortar las verduras y lo cogí. Era Diana, mi sonrisa se ensanchó de oreja a oreja.

—¿A que se debe es...?

—¡Maldito hijo de puta! ¡¿Cómo has podido hacerme esto?!—me interrumpió gritándome.

—¿De qué estás hablando? ¿Hacerte el qué? —pregunté haciéndome el inocente.

—¡No te hagas el imbécil conmigo! ¡Sé que fuiste tú! ¡Sé que eres el único cabrón que sería capaz de hacer algo así! ¿Sabes en los problemas que estoy metida por tu culpa?—volvió a acusarme y esta vez su voz se quebró, como si estuviera al borde del llanto.

—¿Por qué todo el mundo me culpa de toda su miseria? ¡Si no me dices de qué va todo esto, te colgaré, no tengo tiempo para tus estupideces! —la advertí y ella guardó silencio.

—No me lo niegues, sé que fuiste tú, tú le enviaste esas fotos a mis padres ¿Verdad? Números extraños me llaman pidiéndome servicios, ¡creen que soy una maldita prostituta! —soltó rompiendo en llanto.

—Conozca a varias prostitutas y estoy seguro de que no son ni la mitad de mezquinas que lo eres tu Diana —la respondí.

—¿Por eso lo has hecho? ¿Por qué le conté a Laura la verdad? Iba a acabar sabiéndolo tarde o Temprano.

—¿Así que me vas a decir que lo hiciste por qué te preocupabas por ella? —pregunté riéndome.

—No puedo creer que me hayas hecho esto por culpa de esa estúpida niña mal...

—no sé en qué mierda te has metido, pero deja de echarle a culpa a los demás de la mierda que tú misma provocas, ya deberías saber que cada cosa tiene sus consecuencias, así que te pido que no me vuelvas a molestar más, ni a mí ni a Laura o lo que te ha pasado será muy poco con lo que te haré yo.

—Espe... —intentó decir, pero me apresuré a colgar dejándola con la palabra en la boca.

Empecé a reírme con solo imaginar la cara que debieron poner sus padres al saber que su hija no era tan inocente como seguramente les habrá pintado y me reí aún más al recordar su llanto de desesperación a través del teléfono.

No tenía muy en claro como iba a vengarme de esa zorra de Diana, así que empecé a ojear todas sus redes sociales en busca de algo que pudiera ayudarme, hasta que di con algo bastante interesante.

Encontré un enlace donde me llevaba a una página privada, que estaba bloqueada y debía pagar para acceder, no estaba por la labor de darla ni un centavo, así que le pedí a un amigo que me ayudara y resulta que era una página donde subía fotos de todo tipo y cuanto más explicito más dinero debías pagar.

Gracias a David, pudimos hacer alguna que otra travesura, moviendo fotos y subiéndolas a varias páginas porno, adjuntando su número de teléfono y como colofón, enviamos de forma anónima las fotos a sus padres.

Me había contenido bastante de hacer mucho más, pero sí, sin duda, eso la enseñará a no volver a meterse con algo mío.

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