No, no te vayas...

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Dante:

Sé que mi silencio la estaba atormentado, estoy seguro de que sigue esperando que salte, que enfurezca como solía hacerlo, que la grité, desea que le dé más motivos para irse, para irse de mi lado y dejarme solo, a pesar de que lo prometió, a pesar de que me prometió hace unas horas no hacerlo, me prometió quedarse a mi lado, pero me mintió, como ha estado haciendo.

Pero ni siquiera tenía fuerzas para gritarla, no tenía fuerzas para nada, solo quería estallar en lágrimas, deseaba arrodillarme si hacía falta para qué se quedara a mi lado, ¿Pero de qué iba a servir? Ella quería irse, quería marcharse y quería llevarse a nuestro hijo con ella.

Ya se me hacía extraño que actuara tan tranquila, tan bien, que me dejara tocarla nuevamente, estos días ha estado tan encantadora, que me era sospecho, tenía un mal presentimiento, como dijo mi psicólogo nadie cambia de la noche a la mañana, necesita un proceso lento y arduo trabajo para ello, sobre todo después de todo lo que la hice, me despreciaba, me temía y de la nada, era cariñosa, algo no se sentía bien, pero aún me dejé manipular, deseé vivir en esa mentira, en pensar que me estaba perdonando.

Cuando supe la noticia de que estaba embarazada, no supe cómo tomarlo, era algo que no esperaba y egoísta de mí, pensé que no quería compartirla con otra persona y temía que todo ese amor que casi no me dio, irían a parar al bebé y no a mí, algo muy infantil y estúpido, lo sé.

Pero luego me alegré, al verlo con otra perspectiva, pues era una manera de estar vinculada a ella de por vida, sentía esperanza, otra vez, supuse que con el bebé todo podría estabilizarse y me propuse cambiar, cambiar de verdad, por el bien de ella y nuestro hijo, por mi nueva familia.

Aunque no lo quería, busqué ayuda, para tratar mi cabeza, para tratar la necesidad de ella, no quería que volviera mírame como si estuviera loco, no quería que volviera llamarme así tampoco y no quería que me tuviera miedo nunca más, pero no sé lo dije por qué me daba vergüenza admitir que ella tenía razón y tenía miedo de su rechazo, quería ser mejor para ella.

La amaba, no, aún la amo, la amo con todas mis fuerzas, estoy locamente enamorado de ella, hasta el punto de darme ansiedad si no sabía de ella o no la tenía cerca, era mi razón de vivir, lo era todo para mí y ahora quería dejarme, quería irse de mi lado.

Ayer mi ansiedad no se iba por mucho que la tuviera cerca, algo se sentía mal, se resbalaba de mis manos, así que busque paranoico la razón de aquella inquietud, busqué por todas partes, entré a su ordenador y vi su historial, había estado buscando billetes para irse, pensé que era una broma, mi mente quería creer que ni siquiera eran para ella, esperé a qué al menos tuviera la decencia de decírmelo, pero no lo hizo, incluso está mañana la tanteé para ver si decía algo y a la vez tenía la esperanza de que no se iría al final, pero resulta que estaba en error ¿Qué debería hacer? ¿La encierro y que no se vaya aun cuando recibiré todo su odio de nuevo? ¿La imploro? ¿Qué debería haber?

Abrí el cajón que estaba junto a la mesa, dónde estaba sentado y vi el arma que hace mucho compré, solo para emergencia por mis negocios, paso mis dedos por ella, ¿Debería amenazarla con esta arma para que se quedara conmigo? Un escalofrío recorre mi cuerpo al tener ese simple pensamiento y cierro el cajón.

—por favor di algo, este silencio me está matando—murmuró aún sentada frente a mí, en mi pequeño despacho.

La arrastré hasta aquí, con el fin de hablar, pero ahora quería de todo menos hablar.

—me has estado mintiendo a la cara, me has mirado esta mañana y me has dicho que no ibas a abandonarme y cuando me doy la vuelta es lo primero que haces—hablé con pesadez y cansancio.

—no fue mi intención mentirte.

—¿A no? ¿Entonces qué pretendías?—pregunté, riendo, sin ganas.

—si te lo hubiera contado no me habrías dejado ir, estoy segura de que me habrías encerrado aún más sin salir, solo me quedaba esta forma para poder escapar, huir de ti—explicó y yo cerré los ojos absorbiendo cada una de sus palabras.

Huir de mí, escapar, lo ha dicho, quiere irse. No se equivocaba en sus palabras, si me lo hubiera contado quizás habría estallado y la habría encerrado para nunca dejarla salir y que se quedará a mi lado.

—pensé que me estabas aceptando al fin, que por fin podríamos… Que podríamos formar una familia, pero resultó todo otra mentira—repetí llevando mis manos a la cabeza.

Las imágenes de estas dos semanas, pasaron por mi mente, su risa, sus besos, sus palabras amorosas y cariñosas hacia mí, todo fue una vil actuación, ella nunca me aceptó, solo jugó conmigo. La pena, el desconsuelo empiezan a tornarse en ira.

—¡jugaste conmigo!—grité sin levantar la vista a ella.

—¿Qué? ¿Qué yo jugué contigo? ¡¿En serio lo dices?!—noté su voz alzarse, incrédula.

Eso me molestó aún más y levanté la mirada, verla en este momento me dolía tanto que era insoportable.

—¡Si Laura jugaste conmigo! ¡Me usaste a tu antojo y luego me tiraste como si fuera mera basura! —la grité sin poder contenerme más.

—¿¡Y que hay de ti?! Me dices que me amas, que lo soy todo para ti, pero solo son palabras vacías, ¡Lo único que te importa, es este bebé!—me gritó de igual forma mirándome furiosa.

—¿¡Qué tonterías estás diciendo?!—me levanté del sillón furioso, encargándome a ella y ella igual se levantó sin miedo y se paró frente a mí.

—¡¿Me lo vas a negar?! ¡Lo vi! ¡Vi el mensaje de esta mañana! ¡Y luego tienes la cara de venir y decir que yo te utilice a ti!—bramó soltando una risa nerviosa.

¿De qué estaba hablando? ¿Un mensaje? ¿Esta mañana? Entonces recordé, hoy tenía una sesión con mi psicólogo, el doctor Alfonso ¿A eso se refiere? ¿Lo confundió con que la estaba engañando? No pude evitar reírme de lo absurdo que sonaba siquiera en poner la mirada en otra mujer. Pero a la misma vez me molestó, me enfureció que pensara que le haría algo así.

—¿Crees que soy como tú? ¿Crees que dejo que se me acerquen hombres, me coqueteen sin más, o me restriego con ellos bailando?—escupí furioso.

Ella me miró con la boca abierta.

—¡Yo lo tengo la culpa que tú seas un maldito desquiciado que se monta películas, cada vez que me ve con un chico! ¡Para empezar esto que tenemos ni siquiera se puede llamar relación! Y da gracias que no te denuncio por qué no quiero que nuestro hijo tenga que ver a su padre entre rejas, por qué allí es donde tienes que estar, ¡En la cárcel por todo lo que me has hecho!

» Desde que me conociste, Me hiciste la vida, un infierno, por qué te dio la gana, quizás te aburrías y querías entretenerte con algo, me acosaste, invadiste mi privacidad, me besaste sin mi consentimiento, aun sabiendo que tenía novio, te hacías el digno cuando supiste que mi ex me engaño, aprovechaste mi momento de vulnerabilidad para poder lograr tu objetivo, tenerme, pero aun con todo, ¡no tuviste la decencia de decirme que tú eras el hombre que vino a robar a mi casa! ¡Me tuve que enterar por mi maldita prima!

Solo necesitaba tiempo, para mí, quería espacio, pero tú no sabes lo que es eso, te negaste aceptar un No por respuesta, así que para retenerme, ¡Me drogaste y me secuestraste por una maldita semana entera!

Golpeó mi pecho y me empujó con rabia, mientras decía todas esas palabras y sus ojos se llenaban de lágrimas y estás bajan por sus mejillas, al igual que las mías.

—Y no contento con eso, ¡Me amenazaste! Alejaste a mis amigos de mí y volviste a encerrarme, privándome más y más de todo, ¿¡Crees que eso es algo normal que se debe hacer en las relaciones, a la persona que según tú dices amar?!

» Salí una maldita noche, baile con chicos ¿Y qué? ¡Tú tienes a una maldita prostituta por amiga por el amor de dios! ¿Y ves que me queje o te reclame? Pero yo salgo una maldita noche y me haces lo que nadie se merece en esta vida, ¡nadie! ¿¡Te gustaría que le digamos al bebé que fue fruto de un maldito abuso?! Y yo soy la egoísta, la mentirosa y quien te uso ¿¡Yo?! Y tonta de mí, cuando me estaba replanteando todo, me veo ese mensaje, ¡Nunca cambiarás! ¡Eres una maldita basura, así que perdona si quiero huir de alguien como tú!

Gritaba, gritaba sin parar, contando cada uno de mis errores, cada una de las veces que la hice sufrir, me golpeaba, pero no sentía nada, sus palabras dolían mucho más, quería decirla que tenía razón, que había sido la peor escoria del mundo, pero que de verdad trataba de cambiar, quería cambiar para ella, para nuestro hijo, nuestra familia, pero estaba enfadado, cabreado, muy dolido y aquellas palabras que tanto deseaba decir no fueron las que salieron de mi boca.

—yo nunca te he engañado y jamás lo haría, ¡¿Cómo puedes pensar siquiera que haría eso, cuando me desvivo por ti?! El mensaje que leíste, fue un malentendido, eso fue de mí…

—¡No quiero saberlo Dante! Ya no me importa, estoy decidida a irme, ¡Quiero perderte de vista para siempre!—me gritó, cortándome a mitad, alejándose de mí y caminando hacia la maleta.

No me di cuenta de que también me había movido y ahora sostenía su maleta, junto con su mano, reteniéndola, la miré implorante, desesperado, no sabía qué hacer, ¿Entonces solo me queda suplicar hasta que se compadezca de mí y se quedase?

—suelta—murmuró y noté como se la quebraba la voz.

—no lo hagas, por favor, piensa en el bebé, en nuestro bebé, no me hagas esto—imploré y las lágrimas que estaba que estuve conteniendo comenzaron a caer.

—siento que esto es lo mejor para nosotros, nunca te privaré de tu hijo, podrás verlo, pero lo mejor es que por el momento estemos separados, la verdad, siento que nunca debimos estar juntos.

Sentí como si me hubieran abierto el pecho en canal y hubieran tomado mi corazón para luego aplastarlo como si fuera mero papel, con lo que dijo y solté su maleta, procesando sus palabras. Se arrepentía de haberme conocido, realmente este era el adiós.

Como si mis ojos fueran a cámara lenta, vi como tomaba su maleta nuevamente y se alejaba de mi despacho, se alejaba de mí, quise salir tras ella, pero mis piernas no se movían, vi como se cerraba la puerta y dejó de estar a mi vista.

No, no, no puede, no te vayas, ¡vuelve! Gritaba en mi fuero interno, mi mente comenzó a jugar conmigo, imágenes de mí pasando, del accidente de mis padres, la muerte de mi padre, el sentimiento de soledad, el dolor a la pedida, todo se mezcló, El dolor aumentó y grité, grité con todas mis fuerzas, hasta que mi garganta se desgarró y lo supe, no podía, no podía dejarla ir.

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