Tengamos la fiesta en paz.

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Laura:

Ambos bajamos las escaleras y nos dirigimos al comedor donde todos estaban sentados, excepto mis padres que seguía colocando la comida en la mesa.

—¿Laura? ¿De verdad eres tú? ¡No lo puedo creer!—dijo mi tía Greta, levantándose de su asiento para apresurándose a mí y darme un abrazo de oso.

—cuando Bianca me dijo que estarías, no lo creí, pero de verdad estás aquí, has crecido tanto…

—desde luego creció, lo mires por donde lo mires—la interrumpió Ugo el mediano de sus hijos, a lo que Nico el pequeño se echó a reír entre dientes.

Su padre les lanzó una mirada asesina a sus hijos que ellos solo ignoraron haciéndose los inocentes, yo preferí ignorarlos, pero Dante a mi lado se tensó.

Y solo estamos empezando, espero que esta noche no acabe en sangre.

—Ugo sabes que no estás para hablar, cuando tú sigues sin dar el estirón y ya estás por cumplir los dieciocho, hermanito—salió en mi defensa Viviana, la mayor de los trillizos.

Tanto, Nico cómo Diana y aquel chico que nos presentó en el aeropuerto, Ángelo se echaron a reír, haciendo que Ugo soltara un bufido.

Viviana se levantó de su asiento y se acercó a mí, saludándome con una sonrisa y estrechándome entre sus brazos, algo bastante inusual.

—estás guapísima, no le hagas caso—dijo para luego dirigirse a Dante.

—soy Viviana, pero puedes decirme vivi y tú debes de ser quien le robó el corazón a mi querida prima—vivi le dio dos besos y le estrechó en sus brazos, sin darle tiempo a reaccionar.

Dante a mi lado también se presentó, no solo con ella, sino con el resto de la familia reunida, que comenzaron a llenarlo de preguntas, aunque más que preguntas parecía un interrogatorio y sentí un pequeño Déjà vu cuando vivimos a visitar a mis padres él y yo por primera vez.

Cuando la comida estuvo servida y lista todos nos sentamos a la mesa, donde continuó las preguntas, de mi familia hacia Dante, que respondía a todas ellas sin problemas, a pesar de lo incómodo que se veía, también lo ayudé de vez en cuando.

Yo observaba a mi familia, mi tía Greta, no había cambiado mucho, con su cabello corto por los hombros, liso y castaño y sus ojos caramelo, seguía igual de cotilla por querer saber todo de todos y era la que más acribillaba a preguntas a Dante.

Su marido, con cabello canoso y barba de igual forma, de ojos cafés, se mantenía a la escucha tranquila sin mucho que decir.

Mis primos, había heredado el color de cabello de su padre, ya que este era castaño, casi rubio, y sus ojos, igual que su madre, habían crecido bastante, teniendo en cuenta que la última vez que los vi aún eran unos críos.

Donde más notaba el cambio era en mi prima Viviana, era toda sonrisas y alegría, con todos, al contrario de cómo la recuerdo, que era una gruñona que se enfadaba con mucha facilidad y parecía tener problemas con todo el mundo, al contrario que ahora, que intentaba entablar conversación con Dante, pero este la respondía de forma cortante y sin mucho ánimo de hablar, así que se decantó en hablar más con Diana y Ángelo.

—¿Y ya pensaron en un nombre para el niño?—preguntó mi tía Greta como buena cotilla que es.

—tenemos algunos en mente, pero…

—¿En serio? Me encantaría saber en cuáles pensaron?—me interrumpió Viviana con demasiado entusiasmo.

—pensamos que si era niña sería Dana y si es niño Laurent—respondí llevando mi mano a mi vientre donde la dejé reposar.

—¿Qué tan cursis son que les pondrán sus propios nombres?—comentó Nico.

—Y que lo digas—escuché que decía Diana por lo bajo a mi lado.

Dante y yo nos miramos conteniendo una sonrisa, ya que esas mismas palabras las soltaron sus amigos, más concretamente Luka y Alan, que les hizo llevarse un golpe de Dante.

—¿Cursi? Yo opino que muy romántico—dijo Viviana.

—¿Romántico? A si, se me olvidaba que todavía tienes el síndrome de Romeo y Julieta—se burló Ugo y su hermana le lanzó un trozo de pan a la cara.

—si yo tengo eso, tú tienes envidia crónica—contraatacó Vivi.

Pero antes que pudiera responder Ugo, ambos fueron reprendidos por su madre para que se comportaran y yo me reí.

—como siempre, de los tres soy el único normal—dijo Nico mirando a sus dos hermanos que echan humo por la boca.

Supongo que hay cosas que no van a cambiar, por más que pasasen los años.

Las horas pasaban y con ello la noche, la cena, trascurrió en un ambiente mejor del que me esperaba, entre bromas, risas, poniéndose al día de cada una de las cosas que hacía cada uno.

Mi tía tenía un pequeño negocio, era una tienda de dulces caseros, Ugo y Nikon estaban a punto de terminar el instituto, pero todavía no sabían qué rama escoger, en cambio, Vivía, lo tenía muy claro, quería ser psicóloga.

Después de la velada, llegó el momento de compartir, los regalos, compré para todos, eran más un recuerdo para que tuvieran que otra cosa, que abarcaba desde ropa, permites, joyas y más, en cambio, a mí los regalos iban más dirigidos al bebé que esperaba, que a mí misma, pero no me importaba y agradecí de todos modos.

Mis primos querían que la fiesta continuara y nos animaron a salir con ellos, pero tanto Dante como yo nos negamos, estábamos cansados del viaje y el día y lo único que queríamos era poder descansar.

(° ° °)


Dante y yo estábamos en la cama, bajo el edredón, al terminar la cena y no salir, subimos a mi habitación para dormir, yo estaba medio muerta, por lo que Dante me ayudó a quitarme la ropa y ponerme el pijama, ya que yo no tenía energías.

—esto es la gloria, creo que debiste haber elegido esta profesión—decía soltando un gran suspiro de satisfacción.

Las manos de Dante, seguían masajeando mis hombros, cuello y sien, con delicadeza, destensado, toda la tensión que había acumulado.

—¿De verdad dejarías que hiciera este tipo de cosas a otras mujeres?—dijo y escuché como soltaba una risita.

—siempre y cuando seas profesional, no habría ningún problema—aseguré con confianza.

—gracias, pero prefiero guardar mis habilidades solo para ti.

—qué generoso por tu parte—dije apoyando mi cabeza en su pecho, disfrutando de sus caricias.

—¿Has disfrutado de la cena?—pregunté, girando un poco la cabeza para mirarle.

—sí, tu familia es un poco ruidosa y demasiado habladora, pero estuvo bien—confesó con una sonrisa.

—y no has visto nada, pero…—me interrumpo para bostezar y Dante a mi lado sonríe.

—mañana seguiremos hablando todo lo que quieras, es hora de dormir—anunció recostándome mejor en la cama y cubriéndome con el edredón.

—sí, estoy agotada—murmuré dándole la razón y acurrucándome a su lado.

—gracias por dejarme compartir este momento con tu familia y contigo.

—no tienes que agradecerme algo así.

—si quieres mañana…—escuché que murmuraba, pero mis ojos se estaban cerrando a causa del sueño y el cansancio, por lo que no escuché lo último que decía.

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