Capítulo 11

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Capítulo dedicado a marcellus44
Un millón de gracias por todo tu apoyo. 💜

          Namjoon tenía la cabeza metida en el ordenador. Iba para su tercer día trabajando solo y la cantidad de información que había pasado por su cabeza, era más de la que alguna vez pudo imaginar. Por suerte, Jungkook debía incorporarse al día siguiente. Jeon se había comunicado con Jackson, informando que estaría ausente por una asistencia de celo. Cuando Nam lo llamó, preocupado por si necesitaría ayuda para Jimin mientras ayudaba al omega en cuestión, su compañero le aclaró lo que había sucedido. A pesar de que el celo de un alfa durara poco más de veinticuatro horas, el estado en que quedó Park ameritaba tener más cuidados para no seguir entorpeciendo su recuperación.

          —Lo siento por recargarme en estos tiempos llenos de trabajo. Mándame copias de los archivos, sin que Jackson sepa, los revisaré desde casa y te ayudaré en todo lo que pueda —había dicho Jungkook.

          —No te disculpes, para eso estamos los compañeros. Te agradeceré que me ayudes, es más cantidad de la que puedo manejar. Nadie sabrá, no nos conviene, se supone que en una asistencia de celo no tienes tiempo de mirar documentos —fue su respuesta.

          De no ser por la ayuda de Yoongi, que se había sentado con él a clasificar y obtener evidencia después de sus patrullajes, estuviera retrasado. Namjoon recargó su espalda tensa en la silla y cerró los ojos, apretando con fuerza el puente de su nariz. Estaba agotado, moría por volver a casa con su esposa e hija.

          Sintió su tono de mensaje en su bolsillo, que tenía como melodía la risa de su pequeña Moonbyul cuando todavía era una bebé, lo tenía especialmente reservado para Soyeon.

          «Espero vengas esta noche, tengo una sorpresa para ti 😉». Sonrió embobado a la pantalla. Quizás Yoongi tenía razón y se había vuelto un viejo blando y almibarado.

          La puerta se abrió y la atención de Nam salió de su celular.

          —Parece que te he traído con el pensamiento —le dijo a Yoongi, viéndolo entrar con una bolsa llena de lo que parecían pasteles calientes y un gran capuchino—. ¿A qué ejército piensas alimentar con todo eso?

          —A nadie, he estado hambriento. Tanto papeleo me ha abierto el apetito. —Se dejó caer pesadamente en la silla de Jungkook, soltó el pesado contenido y comenzó a rebuscar en la bolsa—. Te he traído tu favorito, viejo dulce: relleno de mermelada de frutos rojos. No te compré café porque sé que siempre traes un termo con tu delicia casera. —Se puso de pie nuevamente y se acercó a Nam para entregarle su parte.

          —Di lo que quieras, pero la combinación de sabores es insuperable. —Se levantó para alcanzar el postre, pero agarró la muñeca del oficial antes de que este pudiera alejarse—. Yoon, tú... —Un gruñido bajo e instintivo resonó en la garganta de Namjoon.

          —¿Qué pasa? —Su expresión estaba confusa—. Sé que compré el correcto.

          —No es eso y lo sabes. ¿Por qué estás trabajando así? Si estás tan cerca, me hubieras dicho. Me las habría arreglado.

          —¿Qué? ¿De qué hablas? —Frunció el ceño.

          —¿En serio no lo sientes? Es tu aroma, se filtra a través del supresor. Y, también... el olor de tu lubricación. —Se sonrojó levemente y apartó la mirada.

          —¡¿Qué?! —El color abandonó el rostro de Yoongi—. No puede ser, tomé la última dosis de supresores hace menos de dos horas y... no me siento mojado —terminó en un susurro.

          Min agudizó sus sentidos y aspiró profundamente. Namjoon tenía razón: la grosella negra y las rosas estaban en el aire. Era tenue, pero perceptible. Sintió la humedad, aunque escasa, deslizarse en su interior. ¿Desde cuándo? ¿Qué tanto? ¿Alguien más lo había notado? ¿Había algún otro cambio sin percibir? Se tocó y analizó por todos lados. Esto no podía estarle pasando, no había tenido ninguno de los síntomas que normalmente le alertaban la inminencia de su celo. No hubo agotamiento y somnolencia, tampoco pérdida del apetito; por el contrario, había estado inusualmente hambriento. Su mirada se dirigió hacia Namjoon, presa del pánico, en busca de alguna señal que lo tranquilizara. 

          —No hay nada más, solo el olor. Entonces, en serio no lo habías notado —dijo, como una afirmación comprensiva—. ¿Es la primera vez, o nos lo habías ocultado antes?

          —Nunca antes había pasado esto. Todo es atípico.

          —¿Cuál es la fecha para la que estaba programado tu celo, exactamente?

          —¡En una semana! —Se pasó los dedos frustrados por su cabello—. Esto no puede estar pasando... ¿Qué está pasando?

          Se paseó de un lado a otro de la oficina, con pasos veloces y rígidos. De la nada, se quedó quieto en el centro, como si se hubiera congelado. No era tan sorpresivo, si lo pensaba bien. El tiempo de duración del efecto de los supresores había ido disminuyendo progresivamente; tampoco era tan potente como antes, si las feromonas de Taehyung le habían afectado recientemente. ¿Era esto secundario a la pérdida de la agudeza de sus sentidos? ¿Era el uso prolongado de supresores lo que estaba provocándolo?

          Todo estaba de cabeza para Yoongi. Todo estaba al revés a los síntomas usuales de su precelo. Y si...

          —Santa Luna...

          —¿Qué pasa? —Namjoon se puso en alerta máxima—. ¿Sientes algo más?

          «¿Y si se adelantó? ¡¿Qué voy a hacer?! ¿Cuánto tiempo me queda antes de que empiece?». Los pensamientos de Yoongi se volvieron un torbellino.

          Miró a Namjoon, que continuaba expectante por una respuesta. Tenía que irse, y rápido. Si todo lo que había sucedido era alguna clase de mensaje, significaba que este celo sería intenso y doloroso. Si sus feromonas se disparaban, no sabía qué podría pasar. Una cosa era segura: tenía que alejarse de Namjoon. Si por culpa de su calor, algo llegaba a suceder entre él y Namjoon, jamás se lo perdonaría y no tendría vergüenza para volver a mirar a Soyeon a la cara. Aunque se tratara de un alfa emparejado, la respuesta a las feromonas sexuales era totalmente instintiva e incontrolable.

          —Tengo que irme —dijo, sin mucha explicación—. Creo que va a adelantarse.

          —Bien, vámonos. —Namjoon hizo el amago de agarrar su chaqueta del respaldo de la silla.

          —Tú no vas a ningún lado. Yo me voy a casa. —Le clavó el dedo índice en el pecho, deteniéndolo en su lugar—. Estoy bien, ¿ok? A pesar de que nunca me había pasado como ahora, conozco mi cuerpo. Tengo tiempo —mintió, el calor expandiéndose por sus entrañas lenta, pero implacablemente.

          —¿Estás seguro? Puedo llevarte a casa y asegurarme de que quedes a salvo. Le diré a Jackson que te fuiste por un problema personal y te acompañé.

          —Y eso le dirás. Pero no te irás conmigo. No podemos levantar tantas sospechas, ya bastantes tenemos con que se me presente algún problema misterioso cada tres meses. —Cerró su puño en el pecho de Nam y dejó un suave golpe—. Estaré bien —prometió, se dio vuelta y salió sin dar tiempo para protestas.

          Por los pasillos más solitarios de la estación, Yoongi corrió a los baños, que por suerte estaban vacíos. Se miró al espejo. Sus pupilas estaban dilatadas y su respiración era superficial, podía percibir su aroma y su humedad más que antes. Se estaba quedando sin tiempo. Rebuscó entre sus pertenencias y sacó la jeringa de supresor de celo que siempre traía consigo, como un seguro. Ya no las usaba, se había pasado con la dosis en otros años. Su médico le había advertido que estaba a punto de perder su fertilidad, que no volviera a inyectarse, a menos que fuera una emergencia.

          Miró con impotencia la jeringa en su mano. Esto era una emergencia. Empezó a temblar, la posibilidad de concebir era lo único que lo ataba, a estas alturas, a su identidad como omega. Era lo único a lo que podía aferrarse, para creer que tendría una familia en el futuro. Un latido sacudió sus entrañas y una cantidad considerable de líquido abandonó su agujero, mojando su ropa interior. Al parecer, ni siquiera tenía tiempo de dudar.

          —¡Mierda! —Clavó la aguja en su hombro, con una exclamación frustrada.

          En medio del tráfico vespertino, en intentos inútiles de avanzar en su auto, Yoongi apretaba las manos en el volante hasta dejarlas blancas. Miraba el reloj una y otra vez, calculando el tiempo estimado de acción del supresor. No tenía preparadas todas las condiciones para pasar su celo, creyó que tenía tiempo. Había localizado una farmacia aleatoria en su ruta, donde se detendría a hacer unas compras de emergencia, pues hacerlas en su vecindario levantaría demasiadas sospechas. Quizás estaba siendo paranoico, pero ya tenía demasiados cabos sueltos con los que lidiar.

          Cuando encontró una que podría servirle, aparcó relativamente lejos y salió a paso apresurado, intentando regresar tan rápido como fuese posible. Entró, seleccionó lo primordial, hizo el pago en la caja y volvió a la acera. No había caminado ni una cuadra, cuando sintió unos pasos detrás de él. Aceleró sus pisadas, disimuladamente.

          —Sé que ya notaste mi presencia, no finjas —dijo la voz desconocida, escuchándose más cerca—. ¿Qué haces tan oloroso y solo? ¿O es que buscas compañía?

          El estómago de Yoongi se revolvió, ni siquiera quería mirar atrás. No tenía que ser un genio para saber que se trataba de un alfa. Esto era lo que le faltaba. Su auto aún no estaba visible. Se maldijo internamente por su precaución anterior, que ahora era solo un obstáculo.

          —¿Qué me dices, gatito? —La mano del desconocido le sostuvo la muñeca.

          Yoongi se soltó del agarre y corrió hacia un callejón que tenía a un lado. Si su memoria no le fallaba, le serviría de atajo para llegar a dónde había estacionado. Justo ahora, se odiaba. No traía uniforme, ni placa, y sus hormonas estaban tan desordenadas que su cuerpo solo temblaba en lugar de ponerse en guardia.

          No se trataba solo de que fuera un desconocido. La sola idea de pasar un celo con un alfa le hacía revolver el estómago. Ni siquiera había aceptado la ayuda de Jungkook, en quien confiaba plenamente, porque sintió que mostrar su lado vulnerable ante su compañero de trabajo, quien lo consideraba como un igual, era denigrante. Era un omega orgulloso, alguien que pudo tener un futuro brillante y feliz, pero le fue arrebatado hacía ya más de una década. Sin embargo, al menos había sobrevivido. Y había decidido hacer que su vida contara, para resarcir a sus amigas, que no habían corrido con tanta suerte.

          Cuando vio su auto y tuvo la mano en la puerta, listo para abrirla, sintió el alivio recorrer su cuerpo. Podría salir de esta.

          —¿Vas a llevarme a dar un paseo? Qué amable de tu parte. Supongo que no quieres que te escuchen gemir como perra en celo. —El alfa estaba cernido sobre él de nuevo, casi cubriéndolo por completo con su cuerpo.

          «¡Mierda!».

          Yoongi se odiaba tanto. En momentos como este, detestaba su naturaleza como omega. El tipo estaba claramente ofendiéndolo e invadiendo su espacio. Pero su cuerpo había liberado más lubricación en respuesta a las feromonas de casta del alfa, que habían seducido a su abandonado omega. ¿Acaso era esta la respuesta al prolongado tiempo en soledad? ¿Era una señal retorcida de que se estaba quedando sin tiempo? ¡No era esta la forma en que quería averiguarlo!

          —¡Ey! ¿Qué crees que estás haciendo? —Una nueva voz desconocida se unió a la conversación.

          Min, encogido en su sitio, aturdido y todavía aprisionado por el cuerpo de su perseguidor, no lograba registrar y comprender del todo lo que estaba pasando a su alrededor.

          —¡Atrás, cara bonita! Yo lo encontré primero.

          —No hable de una persona como si fuera un objeto. No es su dueño. Lo que está haciendo es ilegal. —La nueva voz se escuchaba firme e indignada.

          —Calma, justiciero. ¿Qué quieres, un polvo también? Podemos turnarnos. Está en celo, podrá bien con los dos. —El alfa jugó sus cartas. Sabía que la oferta de follar a un omega en celo era demasiado tentadora y aplastaría cualquier sentido de deber.

          Las fosas nasales del recién llegado se ensancharon y sus pupilas se dilataron, un gruñido gutural resonó en su pecho y sintió la sangre calentarse en su interior. Las feromonas sexuales golpearon con fuerza sus sentidos, a la vez que el aroma del omega, cuya silueta no podía ver por estar oculta bajo el cuerpo del otro alfa. Se congeló en su lugar y su mente se aclaró por un instante, un olor familiar impregnándose en él. En un movimiento ágil, sacó el celular de su bolsillo.

          —Hola. ¿Policía? Quisiera denunciar un caso de maltrato público omega. —Su mirada seria se clavó en el otro alfa, dando a entender que no estaba bromeando.

          —¡Estúpido! —rugió. Soltó el pequeño cuerpo de un empujón y salió corriendo por el mismo callejón del que había salido.

          En medio de temblores y en el suelo, porque sus rodillas hechas gelatina no pudieron sostenerle el peso, la mente de Yoongi comenzaba a aclararse. Seguía caliente, pero sus sentidos comenzaban a funcionar, sintiéndose a salvo ahora. Inhaló profundamente para tratar de tranquilizarse, solo para que el aroma a cedro y azafrán se apoderara de su sistema. Entonces el propietario de la voz se hizo claro en su cerebro confuso. Conocía este olor, aunque estuviera un poco pesado por la excitación que, seguramente, su celo le había provocado. ¿Por qué, de entre todas las personas posibles, tenía que ser Kim Taehyung?

          —¿Está bien? —Se acercó Tae, con cuidado, sin llegar a tocar el cuerpo de espaldas a él, que se encogió ante su cercanía—. No tiene que preocuparse, acabo de tomar una dosis de supresores, déjeme ayudarle.

          Debía faltar menos de un minuto para que hiciera efecto, pero no fue lo suficientemente rápido como para evitar que el interior del alfa Kim convulsionara al identificar el aroma: grosella negra y rosas. El mismo que había percibido algo tenue en la estación de policía, cuando se encontró con el oficial Min, y había atribuido a algún tipo de ambientador. Pero, deslizando su mirada por la figura encogida, que no se movía para hacerle frente, reconoció el cabello ondulado y largo, la figura andrógina y hermosa, la piel pálida y la menuda estatura que había apreciado y elogiado.

          —¿Oficial Min? —tanteó con cuidado, sin terminar de conciliar lo que veían sus ojos.

          Cuando el omega se volteó ante el llamado, la identidad fue confirmada. La expresión de Yoongi estaba consternada, mezclaba tantas emociones que Taehyung, por un momento, no supo cómo reaccionar. Ese era el rostro de alguien que veía su mundo romperse en pedazos ante sus ojos, confundido, atrapado y sin saber qué hacer. La mirada inyectada de sangre y con pupilas dilatadas, los labios entreabiertos, la respiración agitada y los temblores continuos, evidenciaban que nada estaba bien. Para Kim era desgarrador ver a este hombre orgulloso e independiente, reducido a esto.

          Era un omega, de eso no había dudas. Uno a punto de entrar en celo, liberando feromonas sexuales y lubricación. Taehyung agradeció a la Luna porque los supresores comenzaran a hacer efecto, o nada le garantizaba no comportarse como el alfa al que había ahuyentado.

          Un gemido se escapó de Yoongi, quien se abrazaba a sí mismo, más sonrojado y tembloroso que antes. Esa fue la señal para que Taehyung saliera de su trance. Debía ayudarlo, mientras estuviera en sus cinco sentidos y sus instintos no lo dominaran. Debía apresurarse o cometería una locura.

          —¿Es este su auto? Dígame dónde vive, lo llevaré a casa. —Le puso la mano en el hombro, pero Yoongi rehuyó del contacto—. No le haré daño, ¡créame, por favor! No puedo dejarlo a su suerte en ese estado. No sé qué pasa, pero juro que no diré nada. Su secreto está a salvo conmigo, se lo prometo. —Enfrentó sus rostros, mostrando su honestidad de la mejor manera posible—. Solo... déjeme que le ayude.

          El omega, a pesar de mostrarse renuente a dar su información personal estando tan vulnerable, acabó por ceder, no tenía mejores opciones. Ninguna opción, para ser precisos.

          En camino, Taehyung preguntó por algún familiar o persona de confianza que ayudara a Yoongi en su celo, buscando alternativas, pero todas las respuestas fueron negativas. No parecía haber nadie. Cuando mencionó a Jungkook, una negativa más fuerte sacudió la cabeza del oficial. Las cosas podrían ponerse difíciles.

          El departamento era pequeño, pero acogedor. Estaba pintado de beige, amueblado de color negro y con pinturas abstractas relacionadas con la música por todos lados. Kim miró al omega en sus brazos, había tenido que cargarlo, pues la temperatura de su cuerpo había subido demasiado y temblaba sin cesar, retorciéndose de dolor mientras se aferraba a su camisa. Se veía hermoso, aunque indefenso.

          El aroma tenía a Taehyung a punto de volverse loco. Estaba empalado en sus pantalones y tenía que ahogar desesperadamente los gruñidos de su alfa en el fondo de su garganta. Debía apresurarse, el efecto del supresor se estaba yendo más rápido de lo usual, apenas quedaba algo en su sistema. Si no se iba rápido, no sabía que pasaría. Era la primera vez que sentía un celo de un omega tan intensamente. No se trataba de que tuvieran una conexión especial, sino de la fuerza y densidad de las feromonas sexuales, que casi lo asfixiaban.

          «¿Sus celos serán siempre así? ¿Cómo podrá lidiar con esto?», pensó, solo imaginando el dolor que le esperaba al oficial. Había escuchado que los celos de los omegas se hacían más intensos con la edad, con la proximidad del final de su edad fértil, pero jamás imaginó hasta qué punto.

          —¿Dónde está su habitación? —preguntó, de pie en medio del salón, sin saber qué pasillo tomar—. También dígame dónde está lo que necesita para pasar su celo, se lo dejaré a mano y me iré.

          Yoongi se revolvió entre sus brazos y ronroneó como un gato, le acercó la cabeza al hueco de su cuello y aspiró profundamente, llenando sus pulmones con el delicioso aroma y las feromonas. Gimió de placer.

          —Alfa —dijo, en un jadeo—. Hazme tuyo.

          Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Taehyung. Este no era el oficial Min, sino su omega necesitado y caliente. Él solo era un alfa de carne y hueso, joven, de poco autocontrol, fácil de dominar por sus instintos. Esto lo estaba superando demasiado. Tenía que irse, o cometería una locura. Pero tampoco podía dejar a Yoongi en medio del salón, inconsciente y presa del dolor que seguramente llegaría pronto.

          —Oficial, por favor —trató de sonar imponente, pero solo se escuchó como un ruego desesperado.

          El omega se bajó del agarre, pero solo para empujarlo contra la pared y caer de rodillas frente a él, con el rostro a la altura de su abultada entrepierna.

          —Mío —ronroneó y dio una suave mordida en el pene cubierto, arrastrando los dientes por la tela—. Dámelo todo.

          Tae estaba congelado en su sitio, con las manos apretadas en puños a los lados, tratando de mantener unido el último hilo de su autocontrol, mientras Yoongi abría sus pantalones y liberaba su miembro erecto. La humedad y el calor de la boca lo envolvieron en cuestión de segundos.

          —Joder —exhaló, chocando la cabeza contra la pared—. Detente... —dijo, en un susurro, aunque era evidente que ya no había vuelta atrás.

          En un ágil movimiento, el omega le envolvió el cuello con los brazos y lo besó, desordenado, húmedo y delicioso. Taehyung gimió instintivamente. Yoongi le mordió el labio inferior y le dejó besos a lo largo de la mandíbula, bajando hasta su cuello, donde lamió y saboreó hasta llegar a su oído. Le succionó el lóbulo de la oreja y susurró:

          —Te necesito. Fóllame y lléname con tu semilla, Alfa.

          Taehyung se quebró. Su autocontrol cayó en pedazos mientras alzaba a Yoongi y lo pegaba a la pared, con los muslos abiertos para acomodarse entre ellos. Dominado totalmente por sus instintos, le rasgó la tela de los pantalones y tanteó velozmente la entrada con sus dedos, en un intento precario de preparación.

          El omega gimió, tan dilatado y mojado que su lubricante empapó los dedos intrusos. El alfa los sacó y los llevó a su rostro, oliendo la combinación de grosella y rosas antes de lamerlos y saborearlos. De un solo empujón duro, lo penetró allí mismo, de pie contra la pared. Las embestidas eran implacables y salvajes, a la vez que masturbaba el pene enrojecido.

          —Sí... Más profundo —gimió Yoongi, totalmente ido—. Dámelo todo.

          —Mío —gruñó el lobo de Taehyung, ajustando su agarre en las nalgas para dar paso a un nuevo frenesí de estocadas.

          —Tuyo. Todo tuyo —respondió el omega.

          Si a alguno de los dos, estando conscientes, les dijeran que iban a estar así, se habrían reído. Pero la consciencia era algo que los había dejado hace mucho, poniendo los instintos al mando. Solo bastaron unos pocos empujes más para que ambos se corrieran, con el nudo de Taehyung manteniéndolos unidos y el cuerpo de Yoongi hecho una gelatina balbuceante de incoherencias satisfechas.

          Esta situación tenía la palabra «DESASTRE» escrita con letras mayúsculas por todos lados. Pero, con sus lobos en control, ninguno había sido capaz de resistirse al más primitivo de los impulsos.

¡Holiwis! Perdón por venir tan tarde, hoy tuve un día terrible. Me empastillé y me acosté a dormir en cuanto llegué del hospital (Andrés, te odio 😭). Y cuando pienso que voy a actualizar, viene JK y sube ese tiktok desestabilizador emocional hsnsjssbdjkdjd *c muere*.

En fin jajajjajaa... Espero en sus países siga siendo jueves y que les haya gustado el momento taegi desenfrenado UwU.

Chao chan 😘

Hasta el próximo jueves.

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