Capítulo 2

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⚠️⚠️🔞🔞ADVERTENCIA 🔞🔞⚠️⚠️
⚠️🔞🚩CONTENIDO SENSIBLE🚩🔞⚠️

          Todo era oscuridad alrededor. La humedad y los malos olores impregnaban el aire del desmejorado lugar. Una bombilla colgante y parpadeante, que parecía a punto de fundirse, era la única fuente de luz. Aquel sótano putrefacto y lleno de celdas oxidadas había sido el hogar de un alma desesperada y desesperanzada, por el último par de semanas.

          Jimin, desde la esquina de su celda, se acurrucaba desnudo, agarrado a los barrotes, en un mísero intento de mantenerse unido a la realidad. Aunque, en su estado, la inconsciencia era mil veces mejor. La sangre seca en su piel y cabello, los moretones marcando todo su cuerpo, los cortes inflamados en su rostro; sus extremidades estaban inútiles y sin fuerzas. Sin embargo, eso era lo menos doloroso de todo, lo menos humillante. Las múltiples mordidas en su cuello, unas más cicatrizadas que otras, algunas en proceso de infectarse, le recordaban su flagelación. Las marcas de agarre en sus caderas, el dolor en su trasero y el semen seco entre sus muslos, eran el recordatorio de lo peor que su cuerpo había sufrido, en apenas dos semanas.

          ¿Cómo había pasado de asistir normalmente a la universidad, a ser secuestrado y arrojado a pelear con otros alfas? No lo sabía. No sabía nada. Había maldecido todo y a todos, incluido a sí mismo. ¿Por qué tenía que ser tan débil? ¿Por qué no había sido capaz de ganar un solo combate? El ganador podía marcar y reclamar el cuerpo del perdedor, en una muestra de dominio y superioridad. Jimin nunca había tenido de eso. A pesar de esforzarse y entrenar toda su vida, su físico no cambió… y su condición de alfa recesivo, tampoco.

          Si su padre lo viera ahora, lo repudiaría más de lo usual, quizás hasta renegaría de él y lo dejaría morir, para deshacerse de «su error», como solía llamarlo, de una vez por todas. ¿De qué sirvieron todos sus estudios, sus esfuerzos, sus calificaciones? Todo el tiempo intentando complacer y hacer sentir orgulloso a alguien que solo sentía repulsión hacia él. Hizo todo lo que se le dijo, hasta someterse a ese extraño procedimiento que, según, lo arreglaría, y no hizo más que descomponerlo, de una vez por todas.

          No fue hasta que entró a la universidad, que conoció a Jeon Jungkook, que algo cambió para él. Algo se sacudió en su interior. Por primera vez, no sintió repulsión de la dulzura de su oporto, ni de la frescura floral de su lavanda. Jungkook se convirtió en su modelo a seguir, en el prototipo de alfa que quería ser, a pesar de saber que esto era imposible. Jungkook era un alfa dominante, el más dominante, en una manera increíble, que jamás pensó ver. Pero este alfa, a quien veía como perfecto e inalcanzable, nunca lo miró con condescendencia o lástima, en su mirada siempre hubo comprensión y respeto, lo trató como a un igual.

          ¿Qué pensaría Jeon Jungkook si lo viera en este deplorable estado? ¡Era patético! Él también era un alfa, por el amor a la Luna. Era dominante, territorial, tenía sus feromonas de casta, como todos los demás; pero no era suficiente. Nunca lo fue. ¿Por qué justo ahora, tenía que pasarle esto? Por qué ahora, que estaba encontrándose y aceptándose a sí mismo, que había logrado hacer un buen amigo como Taehyung, que lo apreciaba tal cual era. ¡¿Por qué, maldita sea?!

          Intentó moverse, pero cada parte de su cuerpo se resintió en el acto, recordándole todas sus lesiones. Sintió el calor emanar de su propio cuerpo y su visión volverse borrosa, ¿acaso la fiebre y la inanición lo iban a privar de la consciencia que tanto se había esforzado por mantener?

          En medio de la bruma de la confusión y sus esfuerzos por mantener los ojos abiertos, un dolor fulminante atravesó su cuerpo, aturdiéndolo, arrebatándole el aire de los pulmones, y sacando de su cerebro la sensación de que había alguien más ahí. Sabía lo que estaba sucediendo, lo había experimentado demasiadas veces en el último par de semanas que llevaba ahí: el lazo temporal se había roto.

          Había llegado a odiar a la naturaleza, a los instintos, a la Luna por haberlos hecho así. Una nueva batalla era una derrota segura, y una nueva mordida para él. Sin embargo, si el alfa que lo derrotó mordía a otro en otra pelea, o era mordido, también se rompía. Él, como receptor de la marca, perdedor e inferior, siempre era quien sufría las consecuencias del lazo roto, a pesar de que hubiese sido hecho contra su voluntad.

          Estaba harto de todo, sí, pero no quería morir. No quería perder. Si en algún momento quiso vivir para encontrarse a sí mismo y aprender a amarse tal y como era, a pesar de ser diferente, ahora solo quería vengarse. Quería vencer, probar su fuerza y valía a sí mismo, contra todo pronóstico. Deseaba sentirse y ser fuerte, a pesar de estar físicamente en desventaja. Quería levantarse, salir adelante y echarle en cara a su padre que era alguien valioso y hacerlo arrepentirse por darle la espalda.

          —¿Qué mierda me pasa? —susurró con voz ronca, preguntándose si era estar al borde de la muerte lo que lo volvía tan retorcido, o si en el fondo siempre había sido así.

          Un ruido de hierro oxidado se escuchó a través de sus sentidos nublados y una luz blanca y brillante se proyectó hasta él. ¿Era acaso la entrada al cielo, que se abría para recibirlo y librarlo del sufrimiento?

          —Vamos, puto, ha llegado la hora de tu próximo combate. O, debería decir, ¿de tu próxima follada? —Unos pasos se acercaron y comenzaron a abrir la reja de su celda.

          Lo que acababa de abrirse, una vez más, era la entrada al infierno. Su verdugo había venido a buscarlo.

─━━━⊱✿⊰━━━─

          Namjoon y Jungkook se bajaron de su auto, vistiendo ropa casual, en el parqueo cercano a la entrada de la discoteca subterránea. Nadie se imaginaría que eran policías, quienquiera que los mirase, pensaría en ellos como un par de alfas en busca de una noche alocada. Desde una distancia prudencial, cubriendo las salidas, principal y traseras, Yoongi, al frente del resto de los coches patrulla, esperaba la señal para entrar en acción, llegado el momento.

          En la puerta, los esperaba un hombre de baja estatura, fornido, vestido totalmente de negro. Su nariz era algo grande, pero sus rasgos eran seductores. Llevó a los detectives a través de los guardias de seguridad, evitando la larga fila para entrar al local. Caminaron en fila por un estrecho pasillo subterráneo de concreto, bajando cada vez más en profundidad y sintiendo las vibraciones de la música expandirse a través de su cuerpo.

          —Bangchan, ¿todo está listo? —indagó Namjoon.

          —Sí. Atravesaremos la discoteca y los llevaré a la puerta oculta que comunica con el área de peleas, a partir de ahí, están solos. Tienen que pasar de largo y sin distracciones, ¿entendido? —Los miró, haciendo hincapié en sus palabras—. El tiempo es oro.

          —Entendido —dijo Jungkook—. Llevamos demasiado tiempo en esto, no vamos a echarlo a perder.

          —Entregarán esto de mi parte al guardia del prostíbulo, en los archivos les expliqué cómo dar con él. —Le dio a Namjoon una pequeña USB negra, con un diseño particular y el símbolo omega grabado en plateado—. Los identificará como clientes potenciales.

          Se detuvieron frente a una puerta metálica, gruesa, pesada y negra. La música se filtraba ligeramente desde el interior.

          —Hemos llegado, se acabó el tiempo de conferenciar. Ahora se trata de no levantar sospechas y de que lleguen a su destino.

          —Gracias, Bangchan. —Jungkook le puso la mano en el hombro y dio un ligero apretón—. Nada de esto hubiera sido posible sin ti.

          —Son ustedes los que hacen posible esto, yo soy feliz solo con haber podido formar parte. —Miró a ambos con expresión triste, como si recordara—. Por favor, salven a esos pobres chicos y chicas. Soy alfa, y ni así pude soportar ver tanto. Eso es demasiado inhumano.

          —Haremos todo cuanto esté en nuestro poder —coincidió Namjoon.

          Asintieron al unísono. Bangchan dio unos toques con una secuencia específica y una ventanilla se abrió. Intercambiaron contraseñas, confirmaron identidades y unos minutos después, estaban dentro.

          El lugar estaba repleto, la música ensordecedora y el ambiente liberal. El aroma a feromonas, tanto sexuales como de casta, impregnaba el aire, en conjunto con el alcohol. Personas de todas las edades, alfas, betas y omegas, disfrutaban como iguales, quizás ayudados por alguna que otra sustancia, que no era su objetivo investigar hoy. Se encontraban eufóricos, ajenos a la cruel situación que ocurría a solo unos metros de distancia, separados por unas pocas paredes y guardias. Bailaban y se restregaban en medio de una falsa utopía, creyendo en la falsa igualdad que promulgaba la sociedad.

          Hasta cierto punto, Jungkook entendía por qué este tipo de discotecas se había vuelto cada vez más populares, como una manera de escapar de la realidad y divertirse, sin estar atados por normas, o clases sociales. Pero esa falsa libertad era también un problema. Dejarse llevar por los instintos, creyéndose bendecidos y con derecho a flagelar a otros, solo por estar en una posición privilegiada, no era correcto.

          Porque, obviamente, los traficantes eran los culpables a arrestar. Pero, ¿de dónde salían los clientes? No todos eran peces gordos del bajo mundo, que llegaban a los prostíbulos a través de sus contactos. De los asistentes frecuentes a la discoteca, debieron salir otros clientes potenciales.

          Jungkook miró a su alrededor, caminando a través del concurrido espacio junto a Namjoon y Bangchan. De un momento a otro, se sintió mareado, sucio por los toques y roces. ¿Podría ser? ¿Podrían esas personas, comunes y corrientes, ser consumidores de tal atrocidad?

          —A partir de aquí, van solos. —La voz de Bangchan sacó a Jeon de sus pensamientos—. Buena suerte.

          En medio de sus cavilaciones, habían atravesado el espacio de la discoteca y se encontraban frente a otra puerta, oculta tras uno de los bares y un par de pasillos, debidamente resguardados y estratégicamente posicionados. Su informante intercambió señas con el nuevo portero, y la entrada se abrió para ellos. Entraron sin perder tiempo.

          Aquí era distinto. Vítores, abucheos, el olor a sangre y a metal impregnando el pesado aire, las cercas siendo sacudidas, los metales chocados con los tubos de la valla; los sonidos de los golpes y los gemidos de dolor hacían estremecer. Contrario a la discoteca, la mayoría de los asistentes en este espacio, eran alfas, esparciendo sus feromonas y sus fuertes y agrios aromas. También había ¿excitación? No era de extrañar, las peleas de alfas se trataban de eso: identificarse con el ganador, sentirse poderoso, dueño de todo.

          Por algo había un prostíbulo concomitando. Un alfa eufórico, viril, enardecido por la victoria del ejemplar por el que apostó, o por una propia, si decidía participar, siempre terminaba en un estado de excitación increíble. Las peleas solían desencadenar estados similares a los de un celo agresivo, ¿qué mejor que omegas indefensos y drogados, para poseer y descuartizar? Nadie les exigiría responsabilidades, ni serían incriminados, sería tan simple como pagar el precio por dañar la mercancía, como si no fuese un ser humano.

          —Vamos, JK —llamó Namjoon—, no tenemos tiempo.

          Jungkook se espabiló y asintió, comenzando a moverse tras su compañero, discreto, pero sin levantar sospechas. No podía creer que se hubiese sentido sobrecogido de esa manera por el ambiente. No era su primera vez en un lugar así, y los había visto peores. ¿Qué era esa sensación que se metía por debajo de su piel? Tenía un mal presentimiento y esperaba que no pasara a mayores, pues sus instintos no solían fallarle para estas cosas.

          Las peleas entre alfas, a pesar de ser legales, nunca le habían gustado. Le parecían una práctica primitiva y sin sentido. Había leyes, contratos de propiedades, posibilidades de traspaso legales. ¿Por qué había que pelearse, con pura fuerza bruta, por ello? Había sitios, aparentemente como este, donde también lo hacían por puro placer. ¿Qué necesidad había de someter, marcar y hasta abusar sexualmente de los perdedores? Para un alfa, ser tomado y sometido de esa manera era la más grande humillación, pero serían capaces de someterse una y otra vez al riesgo de ser violados, solo por una oportunidad de demostrar su fortaleza y superioridad.

          A veces, los instintos y la naturaleza de cada casta eran una mierda. Los omegas huyendo de los abusos, mientras que los alfas eran capaces de correr a ellos, solo para obtener la posibilidad de sentirse merecedores de estar encima de los demás.

          —¡Aaaaagh! —El grito se esparció, haciendo eco en todo el espacio, dejando un silencio sepulcral a su alrededor.

          No era un grito de batalla, ni de dolor. Se trataba de algo distinto. Era un aullido instintivo, un llamado a la supervivencia, una última muestra de lucha y rebeldía. Esa fue la sensación que transmitió a Jungkook. Le recordó a los alaridos de los animales heridos y acorralados, que cazó junto a su padre en su niñez. Una presa acorralada y sin nada que perder, podía ser tan peligrosa, como volátil; tan fuerte, como débil. ¿Qué tipo de pelea llevaba a uno de los contrincantes a gritar así?

          Antes de poder controlar sus acciones, sus ojos se fijaron en el ring central, donde un cuerpo casi inerte, a duras penas se sostenía en el centro. Era delgado, de estatura baja, su cabello parecía castaño, aunque no podría asegurarlo, con tanta sangre pegada en él; su rostro estaba cubierto por una máscara. Toda la piel estaba llena de magulladuras, los brazos y piernas estaban llenos de heridas sangrantes y mordeduras. Cuando Jungkook centró su atención en los hombros tensos, que se agitaban con cada respiración temblorosa, y subió un poco más a su cuello, donde las marcas de mordidas se superponían unas con otras, casi sintió su corazón detenerse dentro de su pecho.

          —¡Namjoon! —llamó alarmado, con su pecho oprimido.

          —¿Qué pasa? —Cerró la distancia para no ser escuchado—. No podemos detenernos, JK. Escuchaste a Bangchan.

          —¿No lo has visto? ¿No lo miraste cuando gritó? —Su mirada era desesperada.

          —Tampoco me gustan las peleas entre alfas, y sí fue desgarrador de oír, pero no es a lo que vinimos. Te comprendo, pero hay demasiado en juego, debemos seguir.

          —Pero… ¡es un omega! —alzó la voz.

          De inmediato, la atención de Namjoon se centró en el cuadrilátero, para corroborar lo que había escuchado. Jungkook también miró de nuevo, y un nudo más grande se instaló en su garganta. Vieron al débil y frágil cuerpo ser golpeado, doblegado, mordido y penetrado frente a todos. La ira brillaba en los ojos apenas conscientes, visibles a través del antifaz, los brazos y piernas se resistían inútilmente en movimientos descoordinados, intentando quitarse a su adversario de encima. La sangre brotaba por cada herida, en cada sacudida del cuerpo por las embestidas.

          —¿Te gusta lo que ves, chico? —Un alfa de apariencia grotesca, estatura baja y barriga cervecera se acercó a Jeon, pasándole su brazo amigablemente por los hombros—. Es nuestra adquisición más reciente.

          —No sabía que en este sitio también hacían pelear a omegas —dijo, controlando cada gota de ira dentro de su ser. Si dejaba escapar sus feromonas, todo sería en vano.

          —Pero ese no es un omega —aclaró el viejo alfa—. Es un alfa, como tú y como yo. Es su culpa por ser débil —escupió con desprecio.

          Un nuevo tipo de ira afloró en Jungkook, a punto de desbordarse. El arrugado y viejo alfa frente a él era, sin dudas, uno de los más débiles que jamás había visto. Era de la clase que Jungkook más odiaba, la que buscaba probar su fortaleza aprovechándose de los débiles, pero sin tener las agallas de desafiar a un oponente superior.

          —¿Quieres probarlo? Es una buena presa, cuando quieres subir el ánimo y calentarte.

          En un movimiento ágil y sigiloso, Jungkook lo agarró de la camisa y lo levantó del suelo, poniéndolos cara a cara.

          —¿Por qué no peleas mejor tú conmigo, imbécil? —rugió, en un susurro amenazador. El hombre palideció en su agarre, paralizado por el miedo e incapaz de defenderse ante una fuerza tan superior.

          —JK, cálmate, ¡ya basta! —Nam lo agarró por el brazo, intentando hacerlo entrar en razón. Nunca había visto a Jungkook perder los estribos así, no era un alfa que disfrutara de someter a otros con su dominio.

          —¿Tienes miedo de perder? ¿Suplicarías por misericordia? —Jeon continuó amenazando al tipo, cegado por la furia, sin percatarse de las palabras o el toque de su compañero—. ¿Acaso crees que no te sometería como te mereces? Después de todo, es tu culpa por ser débil, ¿no? —le devolvió sus propias palabras.

          «Atención, D-23. Repito: Atención, D-23». El intercomunicador en su oído, hasta ahora silencioso, se había encendido. Algo andaba mal. «La operación ya está en marcha, procedan. Repito: procedan, ¡ya!».

          Jungkook volvió en sí al escuchar las órdenes. Tiró al repulsivo alfa al suelo y lo miró con superioridad y desdén, haciendo pasar su altercado como una de las comunes desavenencias en esos sitios. Observó el cuadrilátero por última vez, frustrado e impotente, y apartó su mirada a Namjoon, quien lo observaba con los mismos sentimientos encontrados.

          —¡Mierda! —gruñó Jeon.

          Ambos se dieron la vuelta y se dirigieron a toda prisa al sitio donde debían encontrarse con el último portero, que les garantizaría la entrada al prostíbulo. Si todo iba como habían planeado, la operación se resumiría a encontrarse con Yoongi y el resto de oficiales, así como con la otra unidad del ejército, que trabajaba encubierto junto a ellos.

          Por más que Jungkook se dijera que lo que pasara en las peleas de alfas no tenía que ver con ellos, su lobo había identificado a ese pequeño alfa como omega, inicialmente. Sin importar cuánto quisiese poner sus sentimientos en orden y sus instintos en control, le era imposible. ¿Qué le estaba pasando?

¡Holiwis! Porque hoy es el cumpleaños de JK acá en nuestro hemisferio, y porque sí 🤭🤭🤭, hoy toca segunda actualización sorpresa. Aunque por el contenido del capítulo y cómo acaba, sé que deben estar queriendo matarme. En los capítulos de contenido fuerte, tal y como dije en el disclaimer, estaré dejando la advertencia inicial. 💜

Chao chan 😘

Hasta el próximo jueves.

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