02.- Querido amigo

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Caminaba a paso rápido y ya estaba casi llegando a la entrada de la universidad. Le tomaba exactamente veintidós minutos del complejo de departamentos a la facultad y aun así era increíble el hecho de que llegara atrasada o simplemente no asistiera, por eso mismo se había dicho a sí misma -como otras tantas veces- que no podía suceder nuevamente.

Por la velocidad que llevaba, procuraba sostener sus libros firmemente para que no se cayera ninguno mientras subía las escalinatas de mármol hacia la puerta. Lamentablemente, como estaba apurada, no se dio cuenta que la pequeña placa decía Tire y la empujó, ganándose así un buen golpe en el hombro.

-Como siga así ¡no voy a sobrevivir el día! -dijo ahogando un grito que no pasó inadvertido. Varios alumnos de otras carreras se quedaron viéndola y ante eso, la chica simplemente rodó los ojos y se puso en marcha directo hacia la biblioteca.

Mientras esperaba ser atendida por la encargada, una mujer mayor que su abuelita; pero que insistía en que la llamaran señorita, pensó que era una suerte que Sabo fuera puntual y que había podido firmar la lista de asistencia por ella.

Por un momento (t/n) se sintió culpable, en general era bastante correcta; pero a pesar de que quería hacer lo debido, era la segunda semana que no asistía a esa asignatura.

No importaba mucho la falta de material pues esa materia se le daba bien, podría conseguir los contenidos luego, lo importante era que esa asignatura tomaba en cuenta un 100% de clases presenciales para poder aprobar. Sabo le había salvado el pellejo sin duda, ciertamente no le debía una sino varias.

-Señorita, usted tiene un mes y trece días de retraso -le dijo una voz femenina y ronca, notablemente irritada, sacándola de sus pensamientos.

La señorita encargada le miró fijo a la vez que se bajaba los lentes bifocales para verla mejor.

-Sí, disculpe verá, olvidé el plazo de entrega y...Y... No tengo excusa -dijo (t/n) resignada mientras agachaba un poco la cabeza.

La joven estaba apretando los párpados mientras empuñaba las manos como dispuesta a recibir una merecida amonestación; sin embargo, la mujer de semblante severo arqueó una ceja y suspiró.

-Está bien hija, que no vuelva a pasar, por ahora solo te suspenderé por una semana, la próxima vez revocaré tu credencial por el resto del año estudiantil y no me mire así, es lo que corresponde.

(t/n) tragó en seco, eso había sido pura suerte, no imaginaba no tener acceso a la biblioteca por un año entero. Probablemente hubiese tenido que recurrir a su amigo una vez más para que le pidiera libros, estaría eternamente en deuda hasta el fin de sus días. No quería llevarse de nuevo un regaño de Sabo-mamá.

Se despidió con cortesía de la bibliotecaria y se dirigió a la cafetería de la universidad, teniendo mucho cuidado de no tirar la puerta donde decía «Empuje».

Luego de cruzar media universidad, llegó a su lugar de destino. Atravesó las puertas batientes de la cafetería y se detuvo en el basurero a un costado de la entrada para vaciar su bolso de cosas innecesarias y porquerías. Después de la mala experiencia de la mañana era preferible mantenerlo despejado. Mientras lo hacía, levantó la mirada buscando a su amigo que debía encontrarse en el sitio de siempre, junto al ventanal.

Sin más esfuerzo, vio allí sentado a un joven de melena rubia y ondulada. Se le veía hojeando un grueso libro mientras tomaba apuntes, detrás de unos lentes de marco oscuro destacaba una seria mirada de concentración. (t/n) observó con atención como tantas otras veces, la verdad era que Sabo era un joven muy atractivo para su edad. Era su porte, su amabilidad y su personalidad confiable las que destacaban en él, se preguntaba por qué se mantenía soltero aún.

Lo había intentado saber un par de veces antes de dejarlo por completo, pasaba que, ante cualquier pregunta de esa índole, Sabo evitaba la conversación. A (t/n) se le hacía extraño ¡cualquier chica estaría encantada de estar con él!

La joven suspiró y tiró el paño desechable con el que había limpiado su bolso para quitar los últimos rastros de labial.

Recordando fugazmente el incidente de la mañana, por un segundo, la imagen de unos ojos grises vino a su mente y llevó una de sus manos a una mejilla mientras sentía el calor y rubor apoderarse de su cara. Sin darle más importancia, se acercó a la mesa donde se encontraba Sabo y se dejó caer pesadamente en una de las sillas a la derecha de su amigo, suspirando de forma exagerada, en un intento por disimular el que sus mejillas se hubieran encendido.

-Buenas noches, bella durmiente-saludó Sabo con sarcasmo, alejándose de su lectura mientras apoyaba el mentón en su mano, sonriendo maliciosamente.

-¡Sabo!

-¿Por qué llegaste tan tarde pequeña (t/n)? -preguntó su compañero sin dejar de sonreír.

-No quieres saber...-le respondió (t/n), mirando a su alrededor intentando evadir la pregunta.

-Oh, pero si quiero saber. A ver, déjame adivinar -comentó el rubio divertido-. ¿Te torciste un tobillo en la escalera? ¿Te quedaste dentro de un ascensor lleno sin poder salir? ¿Te quemaste con el café en la mañana? ¿Te cayó encima un meteorito?

-Ja. Ja. Muy gracioso Sabo ¿por qué eres tan cruel? además, lo del ascensor fueron solo dos veces -admitió (t/n) con los cachetes inflados mientras estiraba la boca, ofendida.

-Vamos no te enojes. Solo es broma, toma tu café, tienes suerte esté aún caliente, ¡la vida te sonríe, sonríe tú también! -le aconsejó Sabo con expresión amable-. Aunque lo del ascensor si fue bastante divertido -dijo, por último, soltando una carcajada.

(t/n) dejó caer la cabeza sobre una mano con el codo apoyado en la mesa mientras con la otra mano tocaba el borde del vaso desechable de café. Efectivamente aún le quedaba algo de calor, estaba muy agradecida con Sabo, como siempre. Pensó en que debía irle bien sí o sí en su entrevista de trabajo, tenía que devolverle lo que le había pedido a su amigo si no, se vería obligada a pagar de otras maneras.

Aún recordaba aquella vez en que ella le pidió comprar un pastelillo y él le hizo cargar los libros por toda una semana o la vez que se le quedó la chaqueta y él le presto un polerón suyo, tuvo que usar un chapita que decía: «Sabo es el mejor». ¿¡Para qué tenía ese chapita en primer lugar?!, sospechó que tenía que ver con alguna apuesta entre los hermanos, pero no quiso preguntar.

«Sus hermanos...» pensó (t/n) con cierta nostalgia. Hace ya bastante tiempo que no pasaba tiempo con los tres. A Sabo lo veía siempre en la universidad, algunas veces se juntaba con él y los demás para ver alguna película o juntarse en alguna de sus casas. A Luffy también, tenía la manía de irse a meter siempre que podía a la universidad. En cambio, a Ace... «Me pregunto si le está yendo bien...», pensó (t/n) sacudiendo inmediatamente la cabeza ante ese pensamiento y frunció el ceño, no tenía nada que ver con él y no iba a empezar a importarle ahora.

A medida que pasaba la hora se veían más textos y notas encima de la mesa. Sabo tomaba apuntes desde un gran libro que había pedido antes en la biblioteca y no conversaba mucho; pero estaba atento a lo que (t/n) le decía de vez en cuando. No era que tuviera mucho que decir la verdad, la chica para variar estaba perdiendo el tiempo, de vez en cuando solía visitar su mundo interior.

Hoy era uno de esos días.

Miraba a su alrededor distraída, no había mucha gente a esa hora más cuando en esas fechas no estaba el alumnado completo, quizá empezando el próximo mes se vería más gente porque además empezaban las actividades extra-programáticas de artes y deportes.

Este era su segundo año del bachillerato con mención en ciencias sociales y humanidades- «sin matemáticas, gracias al cielo», como solía decirle a quien quisiera escuchar- y aún no tenía decidido qué carrera seguir por lo que le iba bien estudiar de todo un poco, además podía estar con Sabo en varias asignaturas.

Él también estaba en segundo año, pero de la carrera de leyes, habían retomado su amistad el año anterior y se habían vuelto muy cercanos. Era como si el tiempo en que estuvieron separados no hubiese pasado en absoluto.

Sin embargo, a pesar de que seguía siendo su amigo Sabo de siempre, se notaba que había cambiado. Todos habían cambiado. Por momentos parecía que solo ella permanecía igual. Siempre dejándose llevar, siempre sobrellevando las consecuencias de sus no-tan buenas decisiones. Suspiró, era demasiado temprano en el día como para colocarse a pensar en cosas tan profundas.

En un intento por dejar esos pensamientos de lado, (t/n) se giró a ver a su amigo; sonrió al verlo tan concentrado en su actividad. Luego de estar observándolo por unos minutos, alzó una mano con el fin de apartarle un mechón de pelo de los ojos. «Es muy suave y sedoso», pensó la chica al tiempo que ordenaba el cabello de su amigo tras la oreja. Sabo se había detenido, dejando el lápiz suspendido sobre la hoja mientras cerraba los ojos para disfrutar de las caricias.

-Eres muy mimoso, Sabo - le dijo la chica con suavidad.

Él abrió los ojos mirándola y sonrío con las mejillas levemente sonrojadas.

-Bueno a cualquiera le gustan tus caricias (t/n). ¿A qué vino eso? -inquirió su compañero con genuina curiosidad, sin querer su corazón había empezado a latir más rápido.

Esa pregunta la encontró desprevenida. ¿Porque lo había hecho? No tenía una respuesta clara.

-¿P-por qué?, ¿te molestó?

-No, en lo absoluto. -Sabo volvió a sonreír entre cerrando los ojos, la observó por un segundo más y volvió a fijar la mirada en sus apuntes-. No me molestaría que lo hicieras más seguido -agregó con una voz suave sin mirarla.

(t/n) sintió un súbito aumento de temperatura en la cara, sinceramente no sabía que decir frente a eso, así que simplemente desvió la vista hacia los pasteles del mostrador.

-Que rica se ve esa tarta... ¿Cierto Sabo? -preguntó, intentando desviar la atención.

-Ajá ...-respondió el rubio riendo por lo bajo. Siempre era así, cada vez que se veían en una situación levemente comprometedora, terminaba cambiando el tema. Hubiese preferido ser sincero y dejarse llevar por sus impulsos, pero sería mejor que se concentrara en lo que estaba haciendo. No era el momento ni el lugar y lo tenía más que claro.

(t/n) se le quedó viendo de reojo. Se sentía muy cómoda estando con él y le gustaba compartir cada momento, estaba segura que tenía algún tipo de sentimientos hacia él, aunque cada vez que sentía que se aclaraba, volvía el recuerdo del «pecoso». Llegaba a darle rabia el que siguiera todavía pensando en él, a pesar de estar segura que no había nada entre los dos.

Sacudió la cabeza, tenía que aterrizar. No le hacía un bien a nadie divagar y tener un desorden en su mente. Intentó enfocarse en los estudios recordando de pronto lo que había conversado la semana pasada con Sabo, lamentablemente solo había alcanzado a captar la parte en que le decía que debía entregar un informe en tres días más, sin tener idea de que se trataba. Menos mal que ese día tenían varias horas desocupadas, por lo que se enfocaría en ese trabajo más tarde.

- ...O quizás te lo pida a ti -dijo (t/n) bajito, sonriendo.

Escuchó a Sabo soltar una carcajada sin dejar de hacer lo suyo.

-No, querida (t/n) -respondió intentando ponerse serio, sabía perfectamente a que se refería-. No te voy a pasar el informe, haz el tuyo, no es difícil.

-Oye tú ¿qué eres?, ¿una especie de adivino o qué? -replicó la chica bastante sorprendida, sacándole la lengua.
-Nop, solo te conozco bien-volvio a responder Sabo, calmadamente.

Acto seguido, mientras subía su vaso de café para volver a tomar, se quedó a mitad de camino cuando se percató que había un joven alto observándola fijamente desde el mostrador de la cafetería, estaba apoyando un brazo en el mesón mientras le preparaban un café. Era el mismo tipo que había visto en la mañana en la entrada del ascensor.

La sonrisa de (t/n) desapareció y se vio por unos segundos sumergida en esa mirada que parecía odiarla, pero que la estudiaba a fondo. Ante los ojos de cualquier persona lucía evidentemente molesto. Pero ¿cómo podía estarlo con ella si ni siquiera se conocían?

Pasaron un par de segundos y el chico finalmente se dio la vuelta para recibir su pedido.

(t/n) chasqueó la lengua y lo dejó de mirar, sonrojada, recordando otra vez la vergüenza de esa mañana.

-Que pesado... -dijo volviendo a mirar su vaso de café mientras intentaba sacarse los pensamientos que de pronto habían surgido. El tipo ciertamente le llamaba la atención, le molestaba su actitud, pero no estaba nada mal. Le sentaban bien esos jeans claros y sudadera amarilla con negro que vestía. «¿Y tiene tatuajes? Eso es tan genial», pensó con ilusión.

-¿Pesado quién...?

(t/n) sacudió la cabeza y miró extrañada a Sabo

-¿Eh? ¿Qué cosa? -preguntó la chica algo perdida.

-Eso que mencionaste hace, literalmente, unos segundos, ¿quién es pesado? - preguntó Sabo, sin dejar de escribir con una media sonrisa.

El tipo de mirada sombría ya se había retirado a hablar con un par de chicos un poco más bajos que él a un costado. Se veían simpáticos, los dos usaban sombreros característicos-en uno de ellos se leía Penguin- y sonreían mucho. «Que extraña debe ser su relación con ese moreno de mala cara, no sé si quisiera ser su amiga», pensó (t/n), volviendo a inflar los cachetes y preguntó:

-¿Quién es ese tipo?, parece que siempre está enojado, al menos conmigo -preguntó en tanto bebía el último sorbo de su café.

-Ah, a él te referías con pesado... Es tu vecino de enfrente. Y no está enojado contigo, él es así. -dijo Sabo despreocupado, pero claramente divertido dando vuelta la página de su libro.

-¡¿Qué?! -exclamó (t/n), muy asombrada, girándose bruscamente hacia su amigo para luego toser atragantada con lo que le quedaba de café en la boca.

Sabo dejó el escribir, suspiró y miró a (t/n) sonriendo un poco extrañado extendiendo el brazo para darle palmaditas en la espalda.

-Cuidado pequeña (t/n), tienes que sobrevivir el día.

Cuando estuvo seguro que ya había pasado su tos y que no moriría ahogada, volvió a su tarea.

-Uy casi me muero, ésta sí que fue sorpresa, se me fue el café por el camino equivocado. ¿Quién dijiste que era? -continuó la chica, una vez normalizada su voz.

-Tu vecino -repitió Sabo-. No me digas que no te habías dado cuenta. Creo que ha estado antes de que llegaras al edificio. Incluso Luffy lo conoce y ha ido a su departamento varias veces... -. Se encogió de hombros y mientras le daba un golpecito en la frente con el lápiz, continuó-: Eres demasiado despistada (t/n).

-Ah, ya veo.

-¿A qué viene ese repentino interés?

-Bueno, es que no es común que vivan chicos tan guapos a mi alrededor, casi hay puros viejitos...-susurro (t/n), riendo nerviosa cuando escucho a su amigo carraspear-. Jajaja, digo...Y él, ¿estudia aquí? -continuó preguntando curiosa, sin dejar de observar al nuevo vecino. No había notado que incluso miraba algo embobada.

-Sí, me parece que está terminando la carrera medicina. ¿En serio no lo habías visto antes? -inquirió el rubio, de alguna manera le estaba empezando a molestar ese repentino interés-. ¿Por qué quieres saber tanto?

(t/n) cerró la boca.

-Ahm, solo preguntaba, tu sabes que no recuerdo caras, además no lo había visto de cerca -intentó excusarse.

Sabo le desordenó el pelo con cariño y ella le devolvió una gran sonrisa. Le hacía sentido esa respuesta, (t/n) realmente vivía en la luna, pero era una de las cosas que más le gustaba de ella. Desde que la conoció había sido así y la verdad no le molestaba ayudarle en algunos asuntos, aunque fueran muy obvios. Le divertía ver esa cara de confundida que colocaba.

-Deberías poner más atención a tu alrededor (t/n)-chan, sobre todo a las personas que viven cerca. Nunca está demás conocer a los vecinos -le dijo con mucha paciencia, a pesar de que hubiera preferido que no le pusiera tanta atención a ese sujeto en particular.

-Sí, supongo que tienes razón. Aunque no veo qué diferencia hace, no se ve que es una persona agradable. ¡Ay! -se quejó de repente, llevándose la mano a la cabeza, esta vez Sabo la había golpeado suavemente en la cabeza con el lomo de su libro.

-No digas esas cosas, siempre es mejor conocer a la gente. No seas gruñona ni prejuiciosa, eres mejor que eso -aseveró Sabo a la vez que un leve color rosa aparecía en sus mejillas.

(t/n) miró hacia otro lado también sonrojada. Había momentos como este en los que Sabo le hacía sentir de manera diferente: cuidada y aceptada. Estaba convencida de que esos sentimientos correspondían a gratitud y amistad, pero si eran más que eso, no estaba segura si quería saberlo. Solo atinó a suspirar y mirar de reojo como Sabo daba unos últimos trazos en sus apuntes y cerraba su gran libro. Unos minutos más tarde vio cómo su amigo guardaba todo en su bolso, para levantarse e ir a la siguiente clase.

-Bueno, querida (t/n)-chan, ya es hora de que me vaya a la siguiente cla...

-¡¡¡Sabooo!!!! -gritó un joven a unos metros, interrumpiendo de pronto. Segundos después, el pobre sintió como lo abrazaban desde atrás, empujándolo hacia adelante. Por suerte alcanzó a apoyarse en la mesa con las manos para no irse de bruces, lamentablemente no pudo evitar tirar el bolso y libro al suelo.

(t/n) fue en su ayuda y se agachó rápidamente a recogerlos, en eso vio quién era el que había causado tal conmoción y sonrió. Un chiquillo atlético, moreno, de cabellos revueltos y cicatriz bajo el ojo izquierdo -siempre con ese sombrero de paja colgando del cuello-, sostenía con fuerza a su hermano mayor.

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