Capitulum I

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  Jeon jungkook

25 de agosto de 2008, Busan, Corea del Sur

Las personas paseaban despreocupadamente por las veredas transitadas de Busan y los automóviles circulaban, esperando por llegar a sus destinos. El sol resplandecía radiante en lo alto del firmamento y la brisa fresca de verano corría meciendo todo a su paso. Todo a mi alrededor se encontraba tranquilo y mi corazón latía con calma en mi pecho, libre de preocupaciones. Apenas habían trascurrido un par de horas desde que el sol se alzaba en el cielo regando con su luz todo en su camino que, mi compañero de trabajo y superior, Kim Taehyung, me había citado en el lugar en el que me encontraba ahora esperándolo. Nunca me gustó salir de casa desde que tenía 10 años y por ello decidí que mi oficina sería mi hogar junto con la compañía de mi portátil y algún que otro papel sobre el extenso escritorio de madera robusta.

No podía considerar que mi vida fuese mala, al contrario, todo en ella era tranquila y llevaba una serena rutina en mi día a día. Disfrutaba de la comodidad de mi estancia la cual siempre se encontraba impecable y fuera de impurezas y, los atardeceres, eran mis partes preferidas del dia. Me sentaba junto al gran ventanal que la sala de estar poseía y la taza de té verde que calentaba mis manos era una sensación reconfortante sobre mi fría piel. Apreciar la hermosa vista que me brindaba la gran esfera en su despedida para dejar que un nuevo día comenzase, era tranquilizante, gozando de la dulzura con la que los rayos de luz violáceos acariciaban la piel de mi mejilla, siendo acunada por la brisa del crepúsculo. Era una sensación increíble y cada vez que me encontraba sentado frente al los amplios cristales siempre en el mismo momento en el que la noche acechaba, le rogaba al cielo por poder curarme y acabar con todo la soledad y vacío que sentía.

Desde mi décimo cumpleaños, había vivido temiendo por ser tocado. Cualquier señal de gérmenes o enfermedad me hacía temblar asustado y por ello,no había mantenido contacto humano desde hacia 11 largos y pesados años, llenos de angustia y desolación, consumido por agrios sentimientos que me acompañaban a cada lugar en el que estaba y nunca salían de mi mente. Desde ese día, le rogaba al cielo por curarme de esta enfermedad y le pedía a mis difuntos padres que enviasen a alguien quien pudiese librarme de todos estas retorcidas cavilaciones, anulando la desazón que mi alma arrastraba con ella, cargando el anhelo de poder sentir el calor de la piel de alguien más sin, mi cuerpo, sufrir un ataque por ello.

Quería volver a poder salir de casa con normalidad o ir a comparar sin tener que esquivar a la gente quienes hacían sus quehaceres despreocupadamente. Ansiaba con el día en el que podría abrazar o ser abrazado por alguien sin que tuviese que correr a descontaminar mi cuerpo y prendas al instante, sintiendo como mi pulso aumentaba a punto de mi corazón pareciese suerte salir de mi pecho y alejarme de este mundo de los vivos. Anhelaba con cada centímetro de mi alma ser normal y llevar una vida como de niño solía hacer. Deseaba con intensidad todo eso y no dejaba de rogar porque alguien viniese a ayudarme y superarlo después de 11 años sumidos en la miseria del ruego silencioso por volver a poder estar bien.

Cada día de esta última década, la desesperación en la que me iba hundiendo era cada vez más profunda y ya apenas mis ojos alcanzaban a ver la superficie de aquel hoyo alejado de la sociedad.

Dejando todos esos pensamientos de lado, me encontraba sentado en una cafetería no muy alejado de mi hogar donde me encontraría con mi superior laboral. Durante todo este tiempo había sabido apañármelas sin sufrir apenas por aquella enfermedad a la que catalogalizan como misofobia. Poco después de empezar a padecerla y no saber qué era lo que ocurría con mi cuero y sus reacciones al contacto humano o la incapacidad a poder realizar acciones cotidianas con normalidad, me informé sobre ella y pude saber que era lo que estaba mal conmigo. En ese entonces yo apenas tenía 10 años y mi mente era más frágil y vulnerable por lo que, al comprender que me pasaba y abrumado aún por los recientes sucesos que pasé esa inmencionable época, mi mente no llegó a asimilarlo de la mejor forma, sufriendo mi primer ataque de ansiedad en mi vida y desencadenando desde ese instante una vida miserable y llena de desolación.

Nada más llegar al establecimiento en el que estaba, lo primero que había hecho fue asegurarme de que el local no se encontrara tan lleno de gente y proseguí en abrir la puerta para adentrarme en aquel moderno lugar. Yo nunca salía de mi hogar sin usar mis guantes blancos de piel los cuales me abstenían a desinfectar mis manos después de tocar cualquier objeto o superficie.

Aquellas prendas también ayudaban a ocultar las heridas de mis manos ocasionadas por el excesivo uso de jabón en estas. Sabía que me dañaba la forma brusca en la que solía frotar aquellas constantemente a la hora de lavarlas pero no podía controlarlo. Mi cuerpo tenía la tendencia de nada más llegar a mi hogar, el recorrido siempre era el mismo, parecía como si el camino estuviese trazado en un mapa y el estrecho compartimento donde resguardaba la pastilla de jabón con olor a Jazmín fuese la X, conteniendo el tesoro dentro del pequeño cofre del tesoro.

El apuesto camarero se acercó a mi preguntado si había algo de mi antojo en la carta del menú que desease probar. Ordené un vaso de limonada aunque sabía con certeza que no podría tomarlo. Yo no era capaz de catar alimento cual no hubiese sido preparado por mí mismo y solo jugaría con los hielos del recipiente esperando por la llegada de mi amigo y compañero quien se retrasaba.

Con la misma sonrisa con la que se había acercado, el joven se retiró y continuó con su servicio a las personas que poco a poco iban llenando el local.

El aburrimiento comenzó a invadir mi ser y bufé molesto al no ser capaz de siquiera deleitar un trozo de pastel de aquel lugar. Decidí dar una vista rápida a mi alrededor y así poder mantener mi mente ocupada con lo que las otras personas hacían.

Había un grupo de estudiantes quienes reían divertidos, comentando lo que parecía ser la imagen que uno de los teléfonos que aquellos mostraban. Sonreí con tristeza al ver como estos rozaban sus pieles sin ningún tipo de problemas y recordé lo odioso que fue mi periodo de adolescencia en un pasado. Con una mueca en mis labios, giré un poco más la vista, encontrándome con la desgarradora escena de una joven pareja besándose. Sus labios se mantenían unidos y la chica de los dos sonreía en mitad del beso. La pareja parecía disfrutar de aquel roce desbordante de felicidad y, tras separarse, se abrazaron, envolviéndose con el calor y el aroma de la otra persona, uniéndose en uno solo y sin tener el más mínimo temor a ser contaminado por su pareja.

Ver aquella escena me hizo tragar saliva duramente y cuestionarme qué era lo que se sentiría ser besado por alguien.

¿Será cálido?

¿Sus labios sabrán a fresa?

¿Podré hacerlo alguna vez?

¿Podré amar a alguien?

Me estremecí ante mis pensamientos. 

Muchas veces había soñado con poder llegar a amar a alguien y ser amado, pero todo lo que abundaba en mi cabeza las 24 horas del día no eran más que cavilaciones repitiendo que no debía mantener contacto con nadie o podría salir lastimado.

Yo lo quería, lo deseaba y soñaba con el día en el que pudiese salir a la calle cogido de la mano con la persona que me sanase de esto. Yo daba por sentado que uno de estos días, alguien se presentaría llamando a mi puerta y otorgándome la solución a todos mis problemas -la misofobia incluida-, haciéndome el ser más feliz del mundo y sosteniendo mi mano para no soltarla nunca. Poder sentir su tacto sobre mi mejilla cuando acariciase mi rostro y que besase mi frente a cada instante, brindándome una sonrisa sincera al mirarme y decirme lo mucho que me amaba.

 Todo sueños sin ningún tipo de realismo. 

Fue en ese instante en el que, con mi corazón latiendo veloz en mi pecho y escuchando la risas ajenas de las personas en aquel ambiente de calma y tranquilidad, llevé una de mis manos a la tela lisa cubriendo la piel de mis muñecas y, lentamente, retiré el fino guante blanco que hacía poco había lavado, repitiendo la misma acción con su par y dejando ambos sobre la mesa.

Me quedé observando mis manos al descubierto por unos instantes. 

Lo había hecho, había asumido que nadie vendría en mi ayuda y que rogarle al cielo por la cura a las voces en mi cabeza advirtiéndome de los gérmenes y bacterias residentes en cualquier parte, nunca aparecería y yo mismo debía superarlo solo. Estos últimos 11 años habían sido una completa pérdida de tiempo y yo solo superaría esto.

Decidido, esperé a que el camarero trajese mi orden y así superaría esto. No fueron más de dos minutos cuando me encontraba con el cilíndrico vaso de cristal alargado sobre la madera y el ruido de los hielos en el contenido del recipiente me estremecía a cada sonido producido contra el cristal. 

Con mis manos temblando al estas encontrarse expuestas y mi pecho temblando por la respiración irregular que tenía, alcé mi brazo con intención de sostener el recipiente de la bebida, manteniendo contacto con el vaso, aquel vaso el cual había sido tocado por unas manos desconocidas de las que no tenía conciencia de en qué lugares antihigiénicos habría podido hallarse antes de sostenerlo, o si el desconocido había lavado sus manos antes de manipular el cristal continente de mi pedido. 

Decidí afrontarlo. Si era capaz de sostener aquel recipiente- del cual no sabía nada sobre su lavado-, y no tenía la necesidad de lavar mis manos después, podría darme por curado y sería una persona completamente  normal.

El sudor frío se formó en mis manos y frente y mis dedos estaban a centímetros de rozar el vaso.

¿Qué pasará cuando lo haga?

¿Estaré contaminado?

¿Podré siquiera hacerlo?

Mis frías yemas rozaron el recipiente y terminaron envolviendolo por completo con la palta de mi mano. Todo en mi interior se removía inquieto por lo que pasaría a continuación. Sentía como un nudo se creaba en mi garganta, ahogándome con la saliva por el nerviosismo y sintiendo el frío traspasar el cristal para instalarse en mi palma. Estaba seguro de que si seguía en ese estado sufriría un ataque y cerré mis ojos intentando contener las náuseas que surgían en mi garganta. No estaba seguro de cómo lo hice pero mi respiración volvió a ser calmada y pude abrir los párpados nuevamente para comprobar que era lo que estaba pasando. Una sonrisa se formó en mis labios al sentir el líquido frío sobre la palma de mi extremidad.

Lo había logrado.

Había conseguido establecer contacto directo con aquel recipiente y como consecuencia de ello no había tenido un ataque en el sistema nervioso. Estaba orgulloso de mi mismo y mordí mi labio inferior sin separarme aún del frío que calaba en mis dedos por la temperatura de la bebida. Fui capaz de hacerlo, de sostener algo que no sabía dónde había estado o si su programa de lavado había sido suficiente para eliminar cualquier tipo de germen en su superficie. 

Había tocado un objeto que estaba contaminado.

Rápidamente, retiré mi mano que envolvía el recipiente, corriendo en busca de los baños del lugar, encontrandolos tras unos segundos y sintiendo como las náuseas amenazaban con hacerse más fuertes ocasionando la expulsión de alimento que mi estómago contenía. Me adentre en uno de los compartimentos como si mi vida dependiera completamente de eso - aunque si lo hacía - y abrí uno de los lavabos para enjabonar mis manos contaminadas.

No pude hacerlo.

El pensar en los virus, las bacterias, los gérmenes, las enfermedades...Todo lo que ese cilíndrico podría haber estado expuesto me hizo volver a la realidad, la dura y fría realidad que me demostraba que yo no estaba bien y que tenía un trastorno.

Mis manos estaban contaminadas, mi cabeza también lo estaba y podría decir que hasta mi propia alma poseía de sus propios demonios que no la hacían estar limpia y en un estado de pureza. El miedo pudo conmigo una vez más, apoderándose de mi cuerpo como si ya fuese dueño y haciéndome perder el control nuevamente después de tanto tiempo, corriendo hasta el área de aseos y enjabonado mis manos con la desesperación misma de alguien cometiendo de un crimen quién quiere deshacerse de las pruebas incriminatorias cuanto antes.

Yo en ese momento parecía que me encontraba con un arma apuntando a mi sien y mis manos rogaban ser desinfectadas de todo posible caso de contacto con el vaso.

No pude y no podré nunca.

Salí del cubículo del aseo con una toalla de papel retirando la humedad restantes de mis extremidades y volví de nuevo a la mesa donde no tardé en colocar los blancos guantes sobre mis manos, suspirando rendido por la impotencia de la situación a la que me encontraba expuesto.

—¿Puedo sentarme?—una voz suave pero masculina me habló desde el frente, parándose una figura frente a mí y observándome con una sonrisa.

Un chico rubio y de bajos complejos se encontraba frente a mi persona, preguntando por un asiento libre. El hombre tenía un aura a inteligencia producido por sus gafas de pasta negra situadas en el puente de su nariz y su cabello rubio peinado a la perfección partido en dos, dejando su frente al descubierto lo hacía ver maduro.

Sin esperar por una respuesta, el chico rubio tomó asiento en la silla en frente  y mis cejas se fruncieron al ver la forma tan natural en la que este sujeto actuaba, colocando su ordenador portátil gris sobre la mesa y dejando algunos papeles en esta última.

—Me presentaré, mi nombre es Park Jimin, soy licenciado en psicología en la Universidad Estatal de Busan. Me gustaría hablar con usted, ¿tiene unos minutos?—su presentación me dejó aún más confuso y el hombre se apresuró en sacar una tarjeta azul del bolsillo interno de su chaqueta, dejándolo sobre la mesa para que pudiese corroborar sus palabras. —Pude observar cada uno de sus movimientos desde que entró en la cafetería y me he dado cuenta de que usted padece del miedo a contaminarse o mejor conocido como misofobia, ¿Estoy en lo cierto?—el rubio cruzó sus manos sobre la mesa y me miró fijamente, haciéndome estremecer por su seria mirada.

—Si, pero siento decirle que no necesito ayuda— afirmé entre un bufido por la inesperada compañía.

—No parecía necesitarla cuando intentaba sostener ese vaso sin el uso de guantes pero no puedo decir lo mismo cuando tuvo que correr hasta los servicios para calmar su miedo—bufé molesto una vez más al escuchar la veracidad de sus palabras y él sonrió al ver mi reacción para continuar— Últimamente, el tratamiento a la cura de los pacientes con fobia a los gérmenes obtienen unos resultados excelentes y puedo asegurar curarlo si está de acuerdo en tomar consulta conmigo, solo serán-

Lo detuve antes de que siguiese hablando.

—No necesito ayuda, mucho menos ir a un psicólogo, siento haberle hecho perder su tiempo, pero no creo que pueda ayudarme— mis labios formaron una mueca triste ante mis palabras, sabiendo que todo aquello era verdad y yo no escaparía nunca de esta cruel realidad donde viviría condenado a este tipo de vida, conviviendo con mi miedo hasta mi último suspiro.

—Señor-

El muchacho rubio frunció su ceño al ser interrumpido por el brusco abrir del recibidor del local y todas las miradas de los presentes se dirigieron a la presencia recién llegada junto a la puerta.

—¡Jungkook!— el castaño de mi compañero quien llegaba media hora tarde a nuestra reunión, corrió a mi encuentro —Siento llegar tarde, no me acordé que teniamos una reunion y-

—No importa, lo importante es que estas aquí y podemos irnos— el castaño asintió, quitando las gotas de sudor que resbalaban por su frente por haber corrido y me levanté del asiento, sintiendo la insistente mirada de aquel extraño hombre puesta sobre mí—Lo siento señor Park, pero no me interesa nada con mi fobia y aprendí a convivir con ella, fue un placer.—sin nada más que añadir, me dirigí a largos pasos hasta la salida esperando que el castaño me siguiese por detrás y no le tomase presencia al rubio.

Ese repentino encuentro a apenas las 12 de la mañana y mi -casi- ataque de nervios, me habían dejado exhaustos para lo que restaba de día. Solo tenía el deseo de terminar los asuntos pendientes con Taehyung para regresar a mi hogar y poder tomar una larga ducha, quitando los rayos de cualquier sustancia en mi cuerpo y acostarme para dormir por varias horas más.

Al cabo de unos minutos, el castaño salió del local y, sin cuestionar nada, nos dirigimos a su oficina para realizar algunos trámites necesarios respecto a nuestro proyecto.

[…]

—Deberías intentar tratarte Jungkook— sentado en su escritorio el castaño me dió una mirada rápida tras soltar aquella palabras y regresó su vista a los papeles que le había entregado.

Molesto bufé.

—No lo necesito, estoy bien Tae— respondí con molestia.

Hacía algo más de tres años que conocía a Taehyung por temas relacionados con nuestro trabajo y aquel no había tenido inconvenientes a la hora de relacionarse conmigo sin tener ningún tipo de contacto. Era consciente de que el no poder tocarme era algo que a Taehyung le costaba de sobremanera pues, la forma de tratar a todo el mundo del castaño, era mediante abrazos o pegándose al cuerpo de la persona con la que se encontraba. Mi amigo tenía una personalidad muy energética y había veces que se comportaba de la misma forma en la que un niño lo hace. Esa fue una de las muchas partes que terminó haciéndome gustar del castaño. Tan solo unos meses atrás, había aceptado que aquel sujeto me gustaba y no como un simple amigo o compañero. Taehyung me gustaba de forma romántica y yo no había accedido a aceptarlo hasta unas semanas atrás. No estaba enamorada de mi energético y agradable compañero ni mucho menos. Lo que yo sentía por Taehyung era una atracción, tanto física como emocional y, la forma en la que me sentía a su lado, era una de las pocas sensaciones agradables que mi miserable vida había podido disfrutar. La comodidad de su cercanía sin ser demasiada y su voz emocionada al hablar sobre cualquier tema trivial, habían producido sonrisas cálidas en días fríos de invierno y de alguna forma, verlo sonreír y mostrar su blanca hilera de dientes me hacía sentir reconfortado y como si me encontrase entre sus brazos, siendo sostenido con todo el amor y cariño del mundo, apreciando el latir risueño de su corazón por la cercanía, cercanía que nunca podría ser posible por mi parte y que sólo era una efímera ilusión.

—Aquel chico parecía especialista.— insistió — No pierdes nada por intentarlo, vamos Kook...

—No quiero tratar con un psicólogo porque si lo hago, tendré que aceptar que no estoy bien y que necesito ayuda.— el castaño levanto su vista de las hojas escritas frente a él y su mirada triste me hizo estremecer, contrayendo mi corazón el cual sollozó en mi interior al verlo de esa forma.—Lo siento pero no....

Taehyung no volvió a insistir sobre el tema y terminó con su tarea para volver a entregarme las hojas ya firmadas y despedirse de mí.

Suspiré cansado por el agotador día que llevaba al llegar a mi hogar y no tardé en abrir la ducha dejando que la lluvia artificial produjese un sonido relajante al chocar contra el azulejo del suelo negro.

Tras tomar un cálido lavado me dirigí al living para comprobar si había algo por limpiar y así poder acostarme tranquilo y descansar.

Mi pelo negro mojado caía por mi frente mientras, con una toalla, secaba la parte de mi nuca, esparciendo varias gotas por el suelo de la sala y deteniendo mis acciones al oír el teléfono móvil sonar.

¿Quién podría ser?

A pasos lentos, me acerqué hasta el auricular del que provenía el sonido de la llamada y, al ver que se trataba de un número desconocido, respondí la llamada extrañado.

—¿Diga?— contesté.

Si, hola, ¿Hablo con Jeon Jungkook?— una voz risueña y varonil al otro lado de la línea contestó al cabo de varios segundos.

La voz de la persona me resultó conocida pero no supe descifrar de quién se trataba.

—Si, ¿puedo saber quién pregunta?

Por supuesto, nos conocimos hoy, soy el doctor Park Jimin, el psicólogo — aclaró dando a conocer su identidad.

En ese momento supe de quien se trataba la persona al otro lado del teléfono y me plantee en si colgarle y no volver a coger el teléfono.  Pero sabía que no serviría de nada porque el rubio había insistido mucho en persona y estaba seguro de que volvería a llamar si lo cortaba, así qué, decidí seguir.

—¿De dónde sacó mi numero?— pregunté.

Su amigo, no se como se llama pero el chico castaño me lo dio para que lo llamase y-

—Y él quiere que me ayude, ¿no es así?—

Estaba molesto. No porque Taehyung hubiese dado mi información a un desconocido y este se encontrase llamando para que me ayudase, me molestaba que mi día había sido agotador y mis fuerzas eran casi nulas. Lo único que deseaba era colgar aquel aparato y acostarme para no despertar en horas, olvidándome de todo este problema y sumiendome en el despreocupado mundo de los sueños.

Tras unos segundos de silencio contestó.

Asi es, y a mi también me gustaría tener una oportunidad para ayudarlo, Jungkook.

—Se lo dije a mi amigo y se lo digo a usted, estoy bien y no necesito ayuda de nadie. He vivido con esto por mucho tiempo, estoy acostumbrado.

Pero puedo ayudarlo a vivir de una mejor forma. Vi como miraba a la pareja en la cafetería y sé que desea poder estar en contacto con otras personas... Puedo ayudarle a conseguirlo.

—¿Por qué insiste tanto? ¿En que le beneficia a usted tratarme?

Usted me recuerda a alguien y, como doctor, me gustaría tratarlo, es mi trabajo.—contestó sincero.

Pensé por varios segundos. Anhelaba con mi alma entera poder caminar sin ningún temor por las veredas concurridas de Busan sin cuidarme de entablar contacto con nadie y también deseaba tratarme para terminar con todo esto de una vez por todas. Pero mi inseguridad y parte racional estaban conscientes y no podían tomar la decisión de involucrar a un desconocido sin antes estar seguros.

Tengamos una sesión, si no esta conforme, no insistiré de nuevo— el rubio al otro lado de la línea habló tras escuchar mi silencio. Rendido suspire.

—¿Cuándo?—pregunté ansioso tras unos segundos que parecieron horas a mi parecer.

Mañana en la tarde, ¿Está disponible?—asenti en la llamada.— Perfecto, le mandaré en un correo con la dirección de la consulta, nos vemos mañana señor Jungkook.

Tras aquello, dormí por el resto del día esperando a que la noche llegase y poder finalizar algunos papeles que faltaban y volver a dormir con una única pregunta en la mente.

¿Será esta la persona por la que tanto esperé todos estos años?

[…]

El día de hoy era bastante similar al anterior. Las calles llenas de gente paseando sin preocupaciones y disfrutando de las sombras que los árboles proporcionaban, resguardándose del los calientes rayos de sol que azotaban el pavimento como si quisiera fundir este.

Apenas llevaba unos minutos andando cuando me paré frente a una gran casa de dos plantas y revisé nuevamente la dirección apuntada en el trozo de papel que sujetaba por encima de mis guantes.

Había accedido a una sesión con el Doctor Park y debía cumplir con mi palabra, tal así, que me encontraba en frente de su puerta, comprobando que no estaba en la dirección equivocada.

Estaba nervioso y, he de admitir, que también me encontraba algo ansioso. Nunca había hecho algo de este tipo y tampoco pensé en comenzar con sesiones de psicología para tratarme. Siempre pensé que la persona que vendría a ayudarme sería de una forma simple, como amor a primera vista y que, como por arte de magia, todos mis males y demonios desaparecerían, siendo reemplazados por sentimientos y sensaciones nuevas y agradables.

Cabía la posibilidad de que el amor no existiese en la vida real tal y como mostraban en las películas pero, yo tenía la esperanza de que, al menos, poder sanar mi mente y vivir de una manera reconfortante para ser capaz de salir y buscar aquel sentimiento confuso y que muchos anhelan con sentir denominado amor y cariño, fuese algo que estuviese a mi alcance.

Con mis manos temblando ocultas por la tela blanca, llamé al timbre de aquella casa. Había pensado que el psicólogo trabajaría en una consulta y, ni en mis mejores sueños, podría pensar que me hallaría en frente de lo que parecía ser el hogar del hombre rubio donde tomaría mi primera sesión.

La gran puerta de madera fue abierta a los pocos segundos de mi llamado y aquel chico de bajos complejos que acababa de conocer, me recibió con una sonrisa risueña en su rostro, invitándome a pasar a su hogar para que pudiésemos comenzar con aquello.

El rubio llevaba unos pantalones de seda color marrón y una camisa de mezclilla clara que combinaban a la perfección. La primera vez que lo había visto, su estilo de ropa me dejó impresionado con lo moderno que vestia y aún seguía pensando que aquel hombre era muy elegante para mi gusto. A mi me gustaba vestir cómodamente con una ancha sudadera y unos pantalones deportivos pero, al llevar los guantes blancos, solía llevar un traje a cada lugar que yo iba para no dar mala impresión, siendo aquella prenda la que yo vestía actualmente.

Tras un saludo, seguí al chico rubio hasta lo que parecía ser una sala de consultas y ambos tomamos asientos en los sillones acolchado que se hallaban en el lugar.

—Bien señor Jungkook, ¿Empezamos?— me preguntó sin borrar la sonrisa de su rostro mientras acomodaba el portátil gris sobre sus muslos.

—Dígame Jungkook, a secas—aclaré, recibiendo un gesto afirmativo por su parte—. Y, ¿ Qué debo hacer exactamente?

Nunca en mi vida había hecho algo parecido a esto y tampoco me había encontrado nunca en el ambiente de una clínica como el paciente.

No lo había comentado anteriormente pero puede que suene extraño que una persona con misofobia tenga un doctorado en medicina y sea cirujano, ¿Verdad? Pues ese era mi caso. Hacia 2 años me recibí en la universidad de Gangwon, obteniendo mi título y pudiendo ejercer mi trabajo como cirujano de planta. Ese fue el sueño de mi vida y por el cual había sacrificado horas de sueño y sudor para obtenerlo. Pero todos los sueños se caracterizan por tener sus defectos y el mío no iba a ser una excepción. Si bien yo tenía el permiso y el reconocimiento necesario para trabajar en un hospital, lamentablemente no era capaz de entrar por la puerta de una UCI y utilizar el material quirúrgico sin tener problemas. ¿Saben por qué? Exacto, mi fobia. Aunque la higiene en el ámbito de las cirugías fuese extremo, el pánico que sentía al estar expuesto a posibles infecciones era mucho más fuerte que la higiene requerida y pocas veces había participado presencialmente en una operación. Por suerte, mi superior, Taehyung, comprendía mi situación y me permitió aportar al centro hospitalario en el que trabajaba sin intervenir directamente, otorgando soluciones a las causas de mis pacientes y dando indicaciones por videoconferencia a los cirujanos del lugar.

—Esto será sencillo Jungkook, lo único que haremos hoy serán unas preguntas y debes responder con sinceridad— habló el señor Park tras mi pregunta. —Claramente no está obligado a contestar cada una de mis preguntas pero iríamos más rápido si lo hace, ¿De acuerdo?— asentí. Estaba nervioso y mordía mi labio inferior cuando me encontraba en ese estado, muchas veces provocando cortes por mi impulsiva acción. —Bien, empecemos por algo simple, quiero que primero me hable de usted, su vida, su trabajo, sus hobbies, cualquier cosa para conocerlo.

Holita!! Aquí les dejo el primer capítulo de Misophobie. Agradecería un montón su se pasen por mi perfil a ver mi otra historia kookmin y si comparten está :) Uno de mis sueños es qué la gente me entienda a través de mis escritos. Siempre tuve muchos problemas a la hora de esperarme y desde que comencé a escribir me ha resultado más sencillo. Saber que tus obras y mensajes me llegan a alguien aunque solo sea una persona y recibir un voto en señal de que hiciste algo que a otros puede agradarles es seguramente la mejor sensación del mundo.
Muy profundo y aburrido,¿No?
Está bien, ya me voy.
Solo quería saludar en el primer CAP y decir que espero que disfruten de la obra. Actualizaré poco a poco así que esperen :3
Nos vemos pronto!!

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