Capitulum II

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Oh, la vida. Llena de placeres y caprichos de la naturaleza. El aire que se nos es necesario para vivir y la sensación placentera de llenar nuestros pulmones con esa sustancia. 

Muchas personas solía disfrutar de sus vacaciones en un lugar montañoso alejado de las ciudades y los gases nocivos que los vehículos producen. La mayoría, solía llamarlo "tomarse un respiro". Esas palabras significaban huir de las preocupaciones a un lugar lejos de todo y respirar el aire más puro que pudiesen encontrar, usualmente, en la cima de una colina o en mitad del campo sin ninguna autopista en los alrededores. Para mí, nada de eso era una posibilidad. Mis órganos respiratorios llevaban más de una década sin ser llenados por una aire limpio y sentir la grata sensación por ello. No poseía de ningún problema respiratorio o cardíaco. Mi cuerpo y forma física eran saludables y, aunque mi complejo fuese delgado, yo me encontraba bien. El problema que tenía a la hora de respirar, era el hecho de que el aire estaba contaminado. Pensadlo. El aire que respiramos, ese gas que nos hace vivir cada día y que es imprescindible para cualquier ser vivo. Ese oxígeno, no es puro.

El aire que respiramos está contaminado por otras personas. Muchas de las enfermedades podían ser contraídas por medio del aire y, lo único que era necesario para contagiarte de estas, era respirar. Hacer que el aire pasase a través de tus fosas nasales, llegando a tus pulmones y que estos utilizaran el aire, dándote vida.

La acción de respirar era algo que es involuntario. Sí o sí, tu cuerpo inalará oxígeno si tiene la posibilidad y lo hará circular en tu organismo, haciendo que esa sustancia fuese entregada a todas y cada una de tus células para producir el intercambio de gases en tus vasos sanguíneos y renovar el fluido de tus venas, expulsando tus desechos mediante la exhalación.

Todo esto significaba que, el aire que parece estar limpio y que nosotros respiramos día a día, resultaba que no es más que los desechos de otros seres vivos mezclados con diminutas partículas de oxígeno producidos por la fotosíntesis de las plantas.

Para las personas con misofobia como yo lo era, respirar muchas veces se nos complicaba y resultaba que una acción tan simple como aquella se convertía en todo un mundo de angustia en cuestión de segundos.

Nuestras retorcidas mentes nos hacen cavilar sobre si el aire contenía alguna enfermedad o si nosotros la contendríamos, haciéndonos ahogar entre pensamientos y sensaciones de sofoco, produciendo sudores fríos y acelerando nuestro pulso a su antojo. 

Nuestras mentes nos controlan, nosotros no podemos controlarlas a ellas.

Pero, al fin y al cabo, el oxígeno era necesario y no podríamos prescindir de él, por lo que aceptamos que estábamos contaminados de alguna forma. Librarse de aquel mal que albergaba en nuestros cerebros no era fácil y no conocía a nadie quién hubiese podido superar la fobia a los gérmenes, pero aquí me encontraba yo ahora, sentado sobre uno de los sillones verdes de la sala de consulta de aquel chico rubio que tanto había insistido por el teléfono y esperando en que todo esto de la terapia y la psicología de verdad pudiese dar sus frutos y curarme para llevar una vida plena y llevadera.

—Bien, empecemos por algo simple, quiero que primero me hable de usted, su vida, su trabajo, sus hobbies. Cualquier cosa para conocerlo— declaró el hombre sentado sobre uno de los sillones frente a mí, con su vista posada sobre la pantalla brillante de su portátil.

—Bueno, mi nombre es Jeon Jungkook y tengo 21 años, vivo solo desde hace casi 5 años y tengo un doctorado en medicina, anatomía y filosofía humana.—respondí más tranquilo, las preguntas no eran difíciles por el momento.

—¿Es médico?—preguntó el rubio sorprendido —Nunca había escuchado sobre un médico con misofobia.

—Tengo mi doctorado pero, claramente no puedo establecer mi trabajo de forma práctica por esto, así que trabajo desde mi hogar de forma teórica, aconsejando a los cirujanos prácticos la mejor solución y estudiando sobre más posibles cirugías.— él asintió.

—Entiendo, ¿Qué hay de su familia? ¿Tiene hermanos?

—Tengo una hermana mayor, ella vive en Daegu y trabaja como secretaria en una gran compañía.

—Eso es genial—sonrío—, ¿Que hay de sus padres?

El doctor iba apuntando varias cosas en la libreta sobre su muslo y seguido tecleaba en su computadora, no sabía que era lo que escribía, pero el sonido de teclear era agradable y me ayudaba a estar más relajado.

—Ellos fallecieron cuando tenía 10 años, en un accidente de automóvil—declaré.

—Oh, lo siento mucho....¿Puedo saber cómo sucedió?

—Ese día, ellos venían a recogerme a la salida de mis clases pero nunca llegaron. Recuerdo haberme enfadado bastante cuando me di por vencido de esperarlos y tener que regresar a casa a pie en la oscuridad de la noche. Solo era un pequeño niño que pataleaba las piedras en medio de su camino y-y entonces pasó....— tartamudee sintiendo mi garganta arder al hablar de ese día.

Recordar ese día nunca me había hecho bien. Aún no estaba seguro de haber superado todos los acontecimientos de ese horrible día y el temor que sentí en esos momentos regresaba a mí con cada imagen que mi mente reproducía. Sentí como una lágrima traicionera mojaba mi mejilla a su paso y rápidamente la quité para seguir hablando tras aclarar mi voz que había salido rota en las últimas palabras.

—Cuando pude volver a casa, todas las luces estaban encendidas y me asusté mucho cuando al entrar, un oficial de policía preguntó por mí. Después de eso, me llevaron a comisaría y recuerdo haber llorado como nunca antes cuando me dijeron que mis padres habían fallecido. Me arrepiento aún de que mi último pensamiento sobre ellos fuera que me abandonaron y no fueron a recogerme. Después de eso me fui con mi hermana y viví con ella por el resto del tiempo hasta que pudiese irme por mi propia cuenta. Mi mosofobia empezó por esas fechas.—concluí.

—¿Cree que su fobia puede deberse a la traumática noticia sobre sus padres?

—No lo creo, lo afronté bastante bien a pesar de ser solo un niño y, aunque no pudiese ser abrazado por nadie, estuve bien a pesar de todo.

—Entiendo. Seño-... Jungkook, Jungkook a secas —se corrigió—¿Su fobia es solo relacionada con los seres humanos o puede establecer contacto con otros seres vivos?

—¿Otros seres vivos? ¿A que se refiere?—confuso por su repentina pregunta, cuestioné.

—Estoy hablando de los animales y las plantas, ¿Puede tocarlos?

—Oh, si, si puedo, no tengo problema con ello aunque sé que también contienen bacterias, solo...—hice una pausa buscando las palabras correctas para expresarse.—Solo pienso que esos "gérmenes" no me afectarán a mí.

—Interesante, ¿Es bueno cuidando plantas?—parpadee varias veces por las extrañas que sus cuestiones se estaban tornando y asentí con la cabeza.

—¿Que tiene que ver todo esto con mi fobia?— pregunté tras ver como en sus ojos nacía un brillo tras mi afirmación.

—Nada, pero me gustaría que me hiciese un favor.—el chico rubio dejó los objetos posados sobre sus muslos a un lado y se levantó para salir de la habitación. Dudé unos segundos en si seguirlo o esperarlo pero no hizo falta una respuesta cuando el de cabellos claros apareció de nuevo por la puerta con una maceta en sus manos.—Hace tiempo que la tengo y no consigo que vuelva al color verde del principio, ¿Puede cuidarla?

Una planta de aloe vera con las hojas moradas por la falta de cuidado se encontraba en la maceta porcelana blanca entre sus manos. El doctor me miró esperando por una respuesta y solo fruncí mi ceño confuso por su repentino acto.

Yo sabía sobre los cuidados de ese tipo de eucaliptos y con solo ver el estado de aquel ser vivo sabía que era lo que necesitaba para regresar al color natural del que el rubio hablaba. 

—Puedo hacerlo pero...— dudoso extendí mis brazos para sujetar aquel recipiente de barro.

 Llevaba mis guantes y mantener un objeto no desinfectado previamente no era un problema siempre que mi piel no tuviese contacto directo con este, por lo que cogí la maceta entre mis brazos y mire aquel ser color violáceo por falta de agua.

—¡Perfecto! Haremos esto, cuando usted esté completamente curado me la devolverá. Cuidar de la planta será su pago para mis sesiones.—el rubio sonrió contento al yo acceder a tratar la mata violácea  y regresó a la pequeña sala en la que nos encontrábamos antes.

 —¿Qué le hace pensar que seguiré con esto de las sesiones?—pregunté una vez que volvímos a sentarnos en los sillones verdes, dejando reposar la maceta sobre la alfombra en el suelo.

—Sencillo, usted aún sigue aquí —molesto, bufé por la veracidad de sus palabras. 

Me encontraba en su hogar y en ningún momento desde que había cruzado la puerta en mi mente había pasado la idea de largarme de ese lugar, por lo que el chico tenía un punto.

— Está bien, tiene razón, pero si voy a ser tratado, quiero conocer al menos a la persona que me acompañe en esto.—dije, seriamente.

El rubio me miró confuso dejando a un lado de nuevo el ordenador sobre observándome fijamente.

—¿Se refiere a que quiere que le hable de mí?— con una sonrisa asentí— Está bien, pero si quiere saber algo sobre mí, tendrá que hacer algo a cambio.—el rubio me miró con una sonrisa en sus labios que no parecía tramar nada bueno y dudoso asentí. —Jungkook, quítese los guantes.

—¿Qué?

—Quíteselos y le diré lo que quiera saber sobre mí.

—¿Por qué me pide eso?

—No hay una razón, solo hágalo. En mis sesiones quiero que se los quite para que se vaya acostumbrando a ello.—se cruzó de brazos decidido a no hablar sin yo acatar su orden y mi ceño se frunció aún más, creyendo que de tanto fruncirlo, me quedaría con esa expresión para toda la vida.

Su petición me dejó helado, pensando en si obedecer o negarme e irme. Era cierto que no había sido incómodo en ningún momento hablar con él y por motivos que desconocía me resultaba sencillo abrirme a su persona pero, eso no quitaba el hecho de que yo aún no estaba preparado para ser considerado lo que sociedad denominaba normal y me sentía expuesto, sin ninguna protección en mi manos ante el posible contacto con otra persona u objeto.

Tras unos segundos observando los guantes sobre mis manos con detenimiento, decidí aceptar y retirar aquellas prendas blanquecinas, dejándolos sobre mis muslos y dirigiendo la mirada a la persona frente a mí quien tenía una expresión tranquila.

—Perfecto, ahora me presentaré. Mi nombre es Park Jimin y tengo 25 años. Como sabe, tengo un título en psicología. Hace dos años empecé a ejercer mi oficio en una clínica y, cuando tuve suficiente dinero, decidí abrir la mía propia desde mi hogar, así fue como empecé a trabajar desde aquí hace 1 año más o menos. Vivo solo desde los 20 y soy muy penoso tratando con las plantas.—su último comentario ocasionó una risa por parte de ambos y el rubio se acomodó mejor en el sillón acolchado donde se sentaba, haciendo que, el bolígrafo que antes se encontraba en su libreta, cayese al suelo y rodase hasta casi detenerse en mis pies.—Oh, ¿Puede alcanzarlo?—tras darse cuenta, preguntó, observando con detenimiento cada uno de mis movimientos.

—Por supuesto—asentí.

Decidido, incliné mi torso hacia delante, acercando mi mano para recoger el material de escritura que el rubio había dejado caer segundos antes pero, al ver la piel rosada de mis dedos, pude darme cuenta de que no llevaba mis guantes y entonces retrocedí, sosteniendo mis manos entre sí y desviando la mirada hacia el suelo al no haber podido realizar aquella acción—. Lo siento...

—No se disculpe, no es culpa suya— el de cabellos claros se levantó de su asiento para recoger el tubo de plástico contenido de tinta y regresó a su lugar, anotando algo inteligible para mí en su libreta para después sonreír con tranquilidad.

Desde la primera vez que lo había visto curvar sus esponjosos labios en una sonrisa y sus ojos se perdían en una línea recta, me había hecho darme cuenta de que no todo el mundo sonríe de una manera falsa o que no siempre se debe estar extremadamente feliz para sonreír de verdad. La sonrisa del señor Park era una de las más bonitas y sinceras que había visto y gracias a ella, el momento incómodo que se había formado- al parecer solo en mi cabeza- desapareció, destensando todos los músculos de mi cuerpo y respirando con normalidad.

—Creo que es suficiente por hoy Jungkook, ¿Qué le parece si nos vemos la semana que viene?—habló tras varios segundos de contacto visual.

Asentí risueño, aún absorto por la energía positiva que el rubio desprendía y nos dirigimos al recibidor, colocando nuevamente los guantes sobre mis manos y sintiéndome mejor por mas protección en mi cuerpo.

—¿Puedo....puedo preguntarle algo?—hablé una vez que salí de su casa y este se encontraba recostado en el marco de la puerta.

—Claro, ¿de qué se trata?—el rubio preguntó despreocupado.

Dudé por unos segundos, buscando las palabras correctas para responder. Me había parecido agradable aquella nueva experiencia y creía que no era necesario que yo resultase curado, con hablar simplemente con alguien y saber que soy escuchado, el sentimiento ameno en mi pecho me hacía saber que todo estaba bien. Me sentí sin pesos ni preocupación por un rato.

—¿Puedo ser curado de verdad?—el chico en la puerta sonrió sincero tras mi pregunta y asintió.

 —Estoy seguro de que usted será curado, Jungkook.

Me despedí de él con una reverencia y acordamos que nos veríamos la semana que viene aquí de nuevo a la misma hora el miércoles. Regresé a casa con un humor más animado de lo habitual. Me sentía feliz y saber que superaría esto me daba ánimos y esperanzas, tanto, que me vi comprando una rica cena después de muchas comidas solitarias en estos últimos años.

Yo podría superar mi misofobia.

[…]

La semana siguiente llegó en un suspiro. Más trabajo, papeleos y soluciones para los problemas de mis pacientes.

Taehyung me había preguntado días atrás sobre mi experiencia con el doctor Park y le conté sobre todo lo que había sucedido con él. También, me encargaba de cuidar la planta del rubio como él  había solicitado y cabe añadir que un color verdoso comenzaba a surgir por el tallo de aquella mata. La observaba constantemente desde que me la obsequió, al menos 15 minutos, y me aseguraba que tuviese luz las mayores horas posibles del día, encontrándose bajo el gran ventanal de la sala de estar donde yo solía rogar por una cura para mi enfermedad. Estos últimos días, desde que conocí al doctor Park, mis ruegos y peticiones hacia alguien superior del más allá, habían quedado casi en el olvido, siendos sustituidas por el magnífico apreciar del atardecer con la usual taza de té que mi cuerpo ingería como si fuese costumbre, pensado que yo superaría toda esta situación y regresaría a la normalidad como hacía casi 12 años atrás.

Sin darme cuenta de la velocidad a la que el tiempo se movía, me encontraba despidiendome del Dr. Park tras una sesión más. Ese día me había preguntado sobre lo que podía y no podía hacer con respecto a mi fobia y habíamos quedado en la la siguiente vez que nos viesemos, intentaría poner a prueba algunas de las acciones que le había citado de las que no era capaz de realizar como, ir a una tienda de alimentación y tocar el pasaporte sin ningún tipo de protección en mis manos y sin lavar estas tras realizar el cometido. 

Me había negado hasta el cansancio sobre hacer eso pero, el rubio, me había terminado convenciendo sobre intentarlo, poniendo la excusa de que sino, no me curaría. Me despedí una vez más de él y regresé a mi hogar para tomar una cálida ducha antes de acostarme. El día de hoy también había sido pesado y tan solo nos encontrábamos a mitad de la semana. Aunque no quedase mucho tiempo para el fin de semana, mi cuerpo se encontraba exhausto y el cansancio hacía difícil la motorización de mi tenue y delgado cuerpo, haciendo pesar mis piernas y que mi ser se arrastrarse por las calles oscuras de Busan.

Caminaba bajo el amplio firmamento, contemplando los astros que brillaban en lo alto del cielo y apreciando la suave brisa de verano que apenas se percibió estos últimos días por el cambio de estación. Unos pantalones de vestir negros y una camisa con chaqueta vaquera del mismo oscuro color era lo que llevaba mientras el viento chocaba contra las prendas, introduciendo por esta entre pequeñas cavidades y calando hasta mis huesos más finos, provocando escalofríos agradables que me hacían recordar que yo aún estaba vivo. Durante estos últimos años sin señales de mejoría, mi esperanza se había perdido en los más profundo de mi alma y ya solo me quedaba seguir avanzando aunque fuese a rastras como un reptil. Las ganas de vivir fueron nulas por un tiempo y, si no hubiese sido por mi hermana Min Hwa, mi cuerpo ahora mismo seguramente solo serían restos en descomposición, mezclados con las bacterias del suelo y dejándose devorar por las criaturas subterráneas. Había pensado en el día de mi muerte todos los días por un año entero, sumido en un estado de depresión bastante elevado y sin establecer contacto con nadie en el exterior. Había deseado una muerte lenta pero sin dolor y más de una vez, me encontré parado frente a un pequeño frasco conteniente de pastillas que yo solía recetar a los pacientes postoperatorio para que no sintieran el dolor de la apertura cosida en su piel. Estaba en el conocimiento de saber que, si ingería 3 de aquellas cápsulas en un periodo alternado menor de 8 horas, mi cuerpo no reaccionaría ante la sustancia y mis músculos se adormecerían al igual que mis órganos, durmiéndome lentamente para jamás despertar de nuevo. Aquel bote blanco de pastillas, había supuesto muchas de mis pesadillas durante ese desastroso año, y muchas noches en dos velas habían causado graves consecuencias en mí, como desmayarme varias veces a la semana e incluso vomitar cualquier alimento ingerido en el día. La falta de sueño me afectaba gravemente  y no podía seguir sufriendo de aquella forma mientras cuestionaba mi destino, por lo que decidí deshacerme de las cápsulas y no volver a pensar en acabar con todo. 

Mi mayor hermana había formado una parte importante de esta decisión por parte mía cuando, uno de los días en los que mi estado era lamentable, ella vino a visitarme y al encontrarme tan delgado y huesudo, con las bolsas oscuras bajo mis ojos y mi tez blanca como si hubiese visto un fantasma. Ella me regañó y se quedó cuidándome por las siguientes dos próximas semanas, dándome el cariño y consuelo que necesitaba, ayudándome a pasar por aquel difícil bucle que mi día a día era antes de su regreso. Min Hwa, me había asegurado con certeza que yo sanaría mi enfermedad y que ella estaría para mí en cualquier momento. Esta situación se había dado hace 4 años atrás y ahora formaba parte del pasado.

De mi pasado.

Uno que había superado con ayuda de mi pariente y que ahora estaba seguro de que seguiría enfrentando con la ayuda del  rubio, realizando sesiones y sometiendo a prueba mi vil mente quien se negaba a dejarme ser completamente normal y feliz. Estaba decidido a que superaría esto y dejaría todo atrás utilizando, todas las situaciones que la vida había puesto en mi camino, como algo de lo que aprender, aprovechando los conocimientos obtenidos todos estos años como una advertencia para futuros problemas y viendo mi situación actual como algo bueno de lo que aprender.

[…]

El día en el que podría a prueba mi mente, sujetando con la piel de mis dedos directa los productos de una tienda y no poder lavarme las manos y siquiera desinfectarlas después, estaba asomando en el alba del horizonte, dejando ver los primeros rayos de sol de lo que sería un día algo más frío debido al otoño y me levanté de la cama para tomar una ducha y prepararme para la salida que el rubio había organizado con la excusa de que yo debía interaccionar más con las personas.

Salí de mi edificio apenas el reloj marcó las 9 a.m. y me encaminé en dirección a la consulta. Iría a recogerlo para que, más tarde, él me guiase en dirección al lugar donde intentaría superarme a mí mismo.

Transitaba tranquilo por las amplias veredas de la ciudad, sin ningún tipo de problema rondando mi mente y eso era algo poco habitual. La primera vez que vine a la consulta del Dr. Park, el nerviosismo carcomía mis entrañas y mis manos temblaban por consecuencia de ello. Ese  mismo día, cuando le pregunté al chico rubio sobre él, el mismo me había sugerido retirar las telas que cubrían mis manos para poder charlar. Al principio no entendía el por qué tan repentinamente su pedido pero, a medida que pasaron los días consiguientes de ese, una teoría se formó en mi cabeza. Tal vez, el hecho de que se le cayera el bolígrafo al suelo y rodase hasta mí no fuese una  mera coincidencia, pensaba. Cabía la posibilidad de que, el de bajos complejos, hubiese hecho caer el material de escritura al suelo intencionadamente y, cuando me pidió recogerlo y no pude, él anotarse aquello en su libreta como lo había visto hacer. Aún no estaba seguro de si yo tenía razón o solo eran imaginaciones propias pero, había decidido preguntarle sobre aquello cuando lo viese hoy.

Llegué a su puerta a las 9:30 a.m. y llamé a esta última para ser abierto por el mismo rostro de la semana pasada y por el cual yo estaba empezando a grabar en mi memoria como alguien a quien recordar.

 —Buenos días doctor Park —le sonreí al rubio mientras él salía de su hogar, cerrando la puerta y comenzamos a caminar, yo a la par.

 —Buenos días Jungkook, ¿Tuvo una agradable noche? —preguntó girando a mirarme con una leve sonrisa.

 —Se podría decir que sí, no hubo ningún problema, ¿Usted?

 —Fue algo movida pero nada que no se arregle con una taza de café—el rubio rió por sus palabras y yo solo me limité a asentir. 

Nunca me había parado a fijarme en sus facciones a excepción de la altura pero, ahora que lo veía desde una perspectiva de perfil, podría afirmar que era hermoso. Su nariz pequeña y redonda, sus ojos avellanas cuales parecían analizarlo todo de una solo mirada, sus labios gruesos y carnosos. Podía afirmar que el rubio era una persona vastamente inteligente y que, junto con eso, él era hermoso. Muy pocas personas poseían la inteligencia junto con la belleza, pero tenía justo a mi lado a uno de los posibles sujetos en todo el mundo que poseyera ambas.

  —¿Qué es lo que mira? —el hablar del rubio me sacó de mis pensamientos devolviéndome a la realidad. Creía que me había quedado demasiado rato observando fijamente y que eso podría haberlo molestado.

 —Lo siento —murmuré —. Lo miraba porque nunca antes lo había hecho y me he dado cuenta de que es usted hermoso Sr. Park —el rubio soltó una carcajada ante mis palabras y yo me limité a encogerme de en mi lugar por la vergüenza que sentía al ser descubierto, percibiendo el calor emanar de mis mejillas, tiñendo estas a su paso cálido.

 —Gracias Jungkook, usted también es hermoso.

Detuve mis pasos en seco para mirarlo con un notorio sonrojo en mis cachetes y el se detuvo a metros de mí para mirarme con una sonrisa más amplia que la anterior.

Nunca antes, nadie -a excepción de mis familiares- me habían considerado "hermoso" o insinuado que yo era atractivo y por ese motivo llegué a pensar que yo formaba parte del montón de personas que habitan en este mundo sin ningún rasgo característico. Pero, la forma tan sincera en la que el rubio frente a mí lo había hecho, me hizo sentir especial por unos segundos y podría afirmar que esa sensación era el sentimiento más bonito que nunca antes haya sentido en todos estos años de vida.

 —Gracias.—sonreí como un idiota y seguí caminando bajo su graciosa mirada avellana.

 —No hay porque darlas.

Tras varios minutos de más andar, uno al lado del otro y sumidos en un cómodo silencio, el rubio me detuvo a varios metros de una tienda de convivencia.

—Tengo que comprar algunas cosas y ya que estamos lo haremos juntos, ¿Está preparado?—habló el chico más bajo.

Antes de darle una respuesta, levanté mi vista para analizar el local en el que me adentraba, tragando saliva duramente al pensar en la cantidad de virus y gérmenes que se hallarían en ese establecimiento y empezando sentir agobio por ello. No me veía muy capaz de hacerlo y la brusca forma en la que mordía mi labio inferior daba a entender cómo me sentía sin falta de preguntarme.

Cerré mis ojos por segundos y respiré profundamente, llenando mis pulmones de aire e intentando concentrarme para no sufrir un ataque allí mismo. Tras varias intensas caladas, abrí mis ojos de nuevo y los dirigí al rubio quien me miraba analizante con una expresión de calma.

—¿Qué debo hacer?— hablé decidido. 

Tras verme más tranquilo, el chico bajo sonrió y señaló mis manos ocultas bajo la blanca tela de los guantes. Sus intenciones fueron captadas al instante y lentamente retire las prendas, dejando ver la dañada piel de mis dedos una vez más al merced de aquel sujeto de cabellos claros.

 —Bien, vayamos y abrirás la puerta, ¿Sí?—tragué saliva una vez más y asentí, comenzando a caminar hacia el local de alimentar a escasos metros de nosotros. 

A medida que más nos acercábamos a la entrada, el nudo en la garganta que sentía iba aumentando su tamaño y el respirara era más dificultoso cada metro acortado. Mi pecho subía y bajaba tembloroso y mi boca salivaba haciéndome tragar y moviendo la nuez de Adán en cada salivar de sufrimiento. Mi respiración agitada delataba el nerviosismo a flor de piel y el palpitar angustioso de mi órgano fue lo único que podía escuchar a medida que mis lechosos dedos con cortes se acercaban al mango de la puerta, aquel por el que me estaba sofocando más de lo que pensé que eso me supondría.

—No puedo hacerlo—hablé acercando la mano que estuvo a punto de rozar el pasaporte nuevamente hacia mi torso tembloroso.

—¿Cuál es el problema?—con un tono calmado, el chico a mi lado y quien estuvo en silencio, observando cada gesto de sufrimiento de mi rostro, habló calmadamente.

—Me da miedo por quien haya sido tocado el pomo—mordí mi labio inferior.

—¿Y por qué piensas en ello?

—No lo sé, simplemente... me da asco—el desprecio por esa superficie lisa que estuve apunto de entrar en contacto, se notó en mis palabras y un suspiro escapó de los labios del rubio, haciendo que captaste mi atención por completo.

—Inténtelo una vez más y esta vez intente pensar en otra cosa. Por ejemplo, dígame un sinónimo de la palabra "percepciones" en 11 letras.

Fruncí mi ceño por la pregunta confusa del castaño claro y, antes de contestar vi como este hacía la señal de que intentase—de nuevo—sujetar el pasaporte. Asentí ante su gesto y volví a hacer el ademán de agarrar el pomo, la única diferencia fue que puse todo mi empeño por centrarme en pensar en la palabra que podría ser el acertijo y, sin ser consciente, ambos nos encontrábamos en el interior del establecimiento.

Amaba los acertijos y los juegos de ingenio, eran mi debilidad. Desarrollé mi capacidad de vocabulario a una temprana edad y desde ese entonces amé pasarme las tardes resolviendo adivinanzas y juegos mentales algo complicado. Solo fueron 4 personas las que supieron sobre mi flechazo con los crucigramas y, dos de ellas, no se encontraban actualmente en el mundo de los vivos.

—Sensaciones—me giré con una sonrisa triunfante para mirar al rubio quien ahora sostenía el manillar de uno de los carritos de la compra del lugar y sonreía al saber que mi respuesta era la  correcta—. ¿Cuándo lo ha cogido?— pregunté confundido al oír la carcajada por parte del bajo ante mi —ahora—ceño fruncido.

—No fue tan malo, ¿Verdad?— sonrió gracioso y vertiginosamente mi rostro cambio a uno pálido, tomando consciencia de mi anterior acto segundos antes.

Observé mi mano infectada y la miré con asco. Las nauseas se aproximaron por mi esófago y el sudor frío comenzó a deslizarse en pequeñas gotas por mi frente. Estaba seguro de que ahora moriría definitivamente. Si no era por una infección al haber estado en contacto con un pasador sin ninguna protección, sería por un ataque de nervios y, mentalmente, me estaba despidiendo de este mundo, rogándole al cielo por que cuidase de los pocos familiares que aún poseía y estando seguro de que en pocos minutos me reuniría con mis padres, por fin.

—Jungkook... ¡Jungkook!—un grito reclamándome me hizo volver a la realidad en la que me había perdido y, como si se tratase de un disparo de bala, mi cuerpo se movió de una manera rápida hacia los baños del lugar. No tardé en encontrarme enjabonando mis manos una y otra vez como un maníaco, sintiendo mis heridas sangrar nuevamente por la rudeza de mis movimientos y el ruidoso palpitar de mi corazón asqueado junto con el temblar de mi pecho me hacían entender que no estaba bien.

—Mierda, mierda, mierda...—murmuraba repetidamente junto con el accionar de mis actos rápidos y sin pausas.

Las voces en mi cabeza repitiendo una y otra vez que yo ya estaba perdido y que mi cuerpo estaba contaminado del todo, estaban consiguiendo sumirme de nuevo en una desesperación profunda de la que supuse que no volvería a pasar cuando comencé esto de las sesiones con el de rubios cabellos. El malestar de mi alma junto con el tétrico estado de mi cuerpo no era agradable. Me sentía contaminado, axfisiado por la falta de oxígeno limpio e incluso un mareo repentino se instaló en mi cuerpo haciéndome desestabilizar y tener que agarrarme al lavabo del lugar.

Bajé la vista, mirando como la clara agua se perdía por el sumidero del lavabo y levanté mi rostro para apreciar el reflejo sobre el espejo del aseo. Patético, fue lo que pensé al verme, observando el estado deplorable en el que me encontraba por el simple hecho de resultarme difícil una acción en la que la gente normal no tenía ningún inconveniente.

Me odiaba por ello. Llevaba haciéndolo desde el primer ataque que sufrí en mi infancia y el asco que me sentía era aún más grande que el odio hacia mi impotencia como ser humano. 

Y lo haría. Vencería esta enfermedad, como que podría hacerlo. Y tanto que lo superaría. Me daba igual si lo haría yo solo o en compañía, pero no me dejaría asustar por este pequeño percance que tuve en el principio de lo que sería mi cura y dejé de tener el rabo entre las patas para alzar mi pecho y dar una última mirada en el cristal.

Sequé mis manos con una de las toallas de papel que el lugar disponía y salí en busca de mi acompañante, ahora más molesto por la anterior situación que asustado. Pude distinguir al Dr. Park en un rincón cerca de la salida. Parecía nervioso por la forma en la que jugaba con sus dedos y cuando nuestras miradas conectaron, no tardó en acercarse a mí a pasos apresurados.

—¿Está bien? Podemos dejarlo si-

—Estoy bien, quiero hacerlo—mi  tono firme y seguro pareció aturdir al rubio quien había hablado con una voz preocupada anteriormente.

Sin decir nada más, pasé de largo al chico frente a mí quien me miraba asombrado por mi repentino accionar y sentí como una sonrisa más tranquila se formaba en sus labios para asentir y correr de nuevo a por el pequeño carrito metálico y seguirme a zancadas rápidas por detrás.

Hoy superaría uno de mis más grandes miedos: hacer la compra sin ningún tipo de protección en mí.

Hola!!! q tal todo? :) No se si habrán pensado pero, ¿Cómo sabrá Jimin sobre los gustos por los crucigramas de Jungkook?

A lo largo de los capítulos iré dejando pequeñas pistas para el avance de la historia.

Quiero añadir que no tengo muy clara la longitud de el fanfic pero si se que como no tengo mucha experiencia, me gustaría que no tuviese más de 30 cap, como lo ven?

Les dejo aquí, un saludo :D

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