Capitulum VII

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Cómo todo en esta vida, hay momentos buenos y otros no tan buenos. Pero seas quien seas, vayas a dónde vayas, los malos momentos te perseguirán y no podrás hacer más que enfrentarlos.

En mi caso, como el idiota que era, había aceptado ir a lo que sería mi propia perdición, siendo esta un maravilloso fin de semana en las nevadas montañas de Busan junto al chico rubio con el que estaba molesto —no en gran medida— y con la maravillosa idea de conocer a la pareja de mi jefe del cual me gustaba desde hacía tiempo y que, como ya sabrán, para él, yo no era nada más que un simple amigo y compañero de trabajo.

Por parte lo agradecía. Que me viese de esa forma, evitaba cualquier tipo de problema con respecto al trabajo y nosotros podríamos seguir con una relación de amistad simple y sin complicaciones.

¿La otra parte y la que no agradecía? El estado deplorable y lleno de lágrimas cual adolescente rechazada que estaba pasando.

Me había pasado la semana siguiente a la noticia llorando todas las noches y cuestionándole al cielo el por qué no podía ser yo el que provocase ese sonrojo, o ser yo el único receptor de esa sonrisa cuadrada llena de amor y sentimientos.

Pero, a medida que el tiempo avanzaba me daba cuenta. Yo no podría ser nunca algo más que una amistad para el castaño por el simple hecho de que yo era un hombre y Taehyung también lo era.

Nosotros estábamos destinados a eso, amigos y nada más que amigos. Porque dos hombres no podían mantener una relación amorosa y ser vistos y aceptados por la sociedad. Tan cerrada de mente y crítica, que la gente homosexual tenía el miedo de ir por la calle, exhibiendo la relación con su pareja por posibles ataques.

Eso sí, yo no estaba en lo absoluto a favor de la violencia homofóbica. A pesar de odiarlos —cosa que era extraño respecto al rubio—, no les deseaba ningún mal en particular. No tenía el deseo de que todos aquellos que gustasen de su mismo sexo debían ser golpeados o asesinados a manos del estado. Encerrados, tal vez. Sin embargo, no voy a negar que más de una vez repudié ver las muestras de cariño que parejas homosexuales mostraban a plena luz del día en las calles y, en esos momentos, deseé que aquellos no existieran. Pero por lo demás, yo no tenía problema siempre y cuando no se acercan a mí.
Ellos eran libres de amar a quien quisieran siempre que se mantuviera lejos de mi alcance y así no pudiese ver su asquerosa presencia.

¡Ah, si! Los malos momentos.

Cómo iba diciendo, la semana siguiente a aquello estuve en un estado para nada presentable y ya apenas quedaban unos días para navidad, por lo que, nuestro viaje, se realizaría para esa víspera.

La Navidad solía pasarla en casa, solo y sin riesgo de tocar a nadie o sufrir algún ataque. Este año sería algo nuevo para mí, sin contar la escalofriante idea que el castaño había tenido con respecto a esquiar los dos días de nuestra estancia.

Yo desconocía hasta los principios básicos del esquí y eso se debía a que nunca había pisado una montaña helada, mucho menos, realizado ese peligroso deporte.

Tenía claro que intentaría negarme a realizarlo hasta que mi boca se quedase sin saliva o el sol en el horizonte se escondiese, sin dejar oportunidad para esquiar por la oscuridad de la noche. No obstante, no tenía por seguro que me libraría de mi vil destino y que terminaría rodando colina abajo, metido en un traje para la nieve y con un par de botas de esquíes en los pies. Lo más probable era que yo sucumbiría a los encantos del castaño —un vez más— y terminaría de esa forma tan peligrosa con tal de ver la sonrisa del chico.

Este año, los pocos familiares que me quedaban se reunirían todos en Busan, llorando mi perdida y, el motivo de mi muerte, sería "caída rodando desde una colina por ser un idiota y no saber usar un esquí". Algo así más o menos pondría en mi lápida.

Mis maletas ya estaban listas para embarcar y habíamos quedado en que yo iría con el rubio en su coche —del cual desconocía su existencia y también del carnet de conducir del mayor hasta ahora— y el castaño viajaría con su novia, en un trayecto de dos horas a las cabañas.

Agradecí internamente cuando me dijeron que no tendría que viajar con el mi superior. Ésta última semana estuve evitandolo discretamente. No quería que notase mi estado deplorable y menos que supiese en motivo por el que me encontraba hecho un mar de lágrimas y lamentos, siendo él la causa. Así que, por ese motivo, solo contestaba sus llamadas pero no lo había visto desde entonces.

Esperaba que las cabañas fuesen de mi agrado y tuviesen todo limpio y desinfectado, porque sino, estaba dispuesto a regresarme a la ciudad, aunque fuese a pie.

Hacía años que no salía de casa en vacaciones y por eso había olvidado como era hospedarse en un lugar diferente por un corto período.

Solo esperaba que mi habitación correspondiente no fuese un completo basurero, y que la higiene del lugar fuera digna de las reseñas que se encontraban en la página web del lugar.

Lo que yo no sabía, era que aquellas habitaciones eran...

[…]

—¿¡Compartidas!?—pregunté alterado.

—Sí. Pensamos que no habría problemas ya que son buenos amigos—contestó el castaño algo confuso por mi reacción exagerada.

Pero es que de verdad no podía compartir habitación con el rubio. ¿Y si me asaltaba mientras duermo? ¡Ni loco me meto a una habitación a dormir con ese adicto al sexo!

—Jungkook—me llamó el rubio—¿Puedes venir un segundo?—pidió, fingiendo una sonrisa para el castaño.

Asentí de mala gana y fui hasta el lugar algo apartado donde se encontraba en chico bajo junto a sus maletas.

—¡Me niego a compartir habitación contigo! ¡Me iré a dormir con Sumin!

Para los que se hayan perdido, Sumin es la linda y encantadora pareja de mi actual jefe. Ella fue simpática desde el primer momento y hasta ahora no veía un solo motivo por el que el castaño debía alejarse de ella.

Era una chica morena, de ojos claros y labios pomposos y rosados. Su maquillaje era sencillo y tenía varias perforaciones, tanto en su nariz, como en sus pequeñas y lindas orejas.

Su personalidad energética y amigable te hacía confiar en ella desde el principio y las sonrisas que daba te dejaban a sus pies.

Si existiese la imagen exacta de una diosa, Lee Sumin sería esa. Tan perfecta y preciosa. Nadie podría compartir contra aquel encanto, ni siquiera Jimin podía.

Eso no quería decir que nada más verla mi querer por el castaño hubiese desaparecido, al contrario. Ahora tenía aún más ganas de que fuese yo y no ella la persona entre sus brazos y que fuesen mis labios finos y no esos rosados los que estuviesen presionando contra los ajenos en medio de una dulce risa.

Ellos hacían la pareja perfecta mientras yo aquí me rompía una vez más en silencio.

—Creo que exageras, Jungkook...

—Oh no, claro que no—
negué—. No voy a dormir en el mismo lugar que un adicto al sexo que no sabe contenerse. ¡Ni en mis más altos momentos de locura!—el rubio suspiró cansado.

—Se contenerme, ¿Sabes? No todo en la vida es follar, soy consciente. Así que deja de quejarte y mueve el culo— gruñó autoritario—. ¿Cómo quieres curarte si prefieres dormir con la novia de tu jefe antes que con tu psicólogo? ¿Eh?— punto para el rubio—No voy a asaltarte Jungkook, aunque seas aceptable, eso no me da la libertad de hacerlo. Así que no te preocupes por mí y preocupante por tí. No quiero una escena de lloriqueos cuando estemos solos—se giró para coger sus maletas y entrar a lo que sería nuestra habitación.

—¡Oye! ¿¡Cómo que aceptable!? ¿¡Qué significa eso!? ¿¡Y como que lloriqueos!? ¿¡Sabes acaso que es lo que siento!? ¡De verdad quieres que te entierren Park!— entré a la habitación detrás de él, escuchándolo reír al haber conseguido molestarme.

La casa era una bonita cabaña con la base de piedra y la parte de arriba de madera, con una amplia iluminación exterior y un gran balcón cubierto de nieve. Era hermosa y rústica. Una casa de vacaciones que cualquiera podría desear.

En interior de la choza no se quedaba atrás, ni mucho menos. El establecimiento contaba con una amplia sala de estar y con un cenador hecho de madera de roble. La chimenea encendida por la época del año en la que nos encontrábamos y un gran sillón color gris era alumbrado por el fuego. El lugar se mantenía caliente a pesar de la baja temperatura en la intérprete y por parte lo agradecí. Así no me enfermería.

La planta de arriba tampoco se quedó atrás. Dos grandes habitaciones con baños modernos en cada una y una bañera de hidromasaje apartada del resto en una sala aparte, con un ventanal enorme que dejaba las maravillosas vistas de las montañas y que estuve deseando en probar desde el momento que lo vi.

Las dos habitaciones, con grandes camas, en una de matrimonio y otra con camas grandes pero separadas, llenaban las salas decoradas rústicamente con figuritas de maderas y una chimenea en cada habitación para mantenerse caliente por las noches. Alfombras de terciopelo en los pies de los lechos y los grandes ventanales con cortinas blancas dando su paso a una vista espectacular de la gran montaña helada. Amé cada detalle de esa casa y deseé tener el suficiente dinero como para comprarme una propia.

Pero como decía antes, todo lo bueno tiene que acabar en algún momento, y ese momento fue cuando supe que compartiría habitación con el mayor y aquello no me agradaba en absoluto. La parte buena era que al menos no compartiríamos cama y no tardé en correr a una de ellas, tirándome encima tras el pesado viaje y adueñándose de ella sin intención de ser movido.

—Veo que ya has elegido— habló el rubio entrando en la habitación, cargando su maleta y mirándome con una sonrisa graciosa.

—Si—me incorporé para mirarlo, quedando sentado con mis piernas cruzadas sobre el colchón.

Era muy blandito y las mantas me abrigarían del frío por la noche. Amaba esa cama y estaba cómodo estando en ella. No me separaría de la almohada en todo el fin de semana si era posible.

—¿Qué te parece la casa?—preguntó después, mientras deshacía su maleta postrada sobre su respectiva cama.

—Es bonita—respondí. El rubio río por mi respuesta tan simple y se giró para mirarme, riendo.

—¿Nada más?

—Está bien. Es todo lo que se puede desear— confesé con la sonrisa más encantadora de mi vida. Jimin volvió a reír y se sentó en el colchón, observando a su alrededor.

—Si que es preciosa—comentó.

Mi vista se dirigió al perfil del rubio quien observaba la habitación con una leve sonrisa en sus labios en la cuál no tardé en perderme, quedando absorto.

Todo en él parecía tallado por los mismo ángeles, desde su nariz pequeña y redonda hasta sus ojos avellanas, esferas que me atraparon en su brillo desde la primera vez que los había mirado fijamente. Sus labios con ese tono rosado y pomposos como una nube a simple vista. Más de una vez me pregunté que sería de besarlo. ¿Se sentirá bien? ¿Será cómo comer algodón de azúcar? ¿Así de dulce se sentirá besar a alguien? No lo sabía, porque nunca lo había hecho.

Y preguntaréis, ¿Cómo es eso posible?

Pues verán, si bien había perdido mi virginidad a una temprana edad de la peor forma posible, mis labios nunca habían estado en contacto con unos ajenos y eso, por parte, se debió a mi fobia impartida ese día.

El sujeto inmencionable que despojó de mi cuerpo la inocencia, robándola y marchándose con ella por el callejón oscuro, no había tenido la intención de besarme en ningún momento y por ello, yo aún conservaba mis finos y poco atractivos —para mi ver— vírgenes labios.

En las películas románticas que me dedicaba a ver en el sofá durante las tardes lluviosas de invierno, besar a alguien lo mostraban como una acción muy gratificante y que conseguía llenar tu corazón por completo de alegría y felicidad. En las novelas de amor, pasaba lo mismo. La única diferencia entre las películas y las novelas — prefería las últimas— era que en la película, todo era más visual, puro actuar sin sentir nada en real aunque lo pintasen como el amor verdadero. Sin embargo, en los textos, todo era más específico y llamativo. Narraban desde la intensidad del beso, los más minios roces y detalles, y cómo el intenso corazón del protagonista se aceleraba tras cada palpitar consumido en amor. Todos esos detalles fueron los que dieron paso a mi imaginación en más de una ocasión y me encontré, mirando por el ventanal de la sala de estar, mientras pensaba como sería mi primer beso cuando mi misofobia desapareciese.

Me había quedado tan absorto mirando en la dirección en la que estaba el rubio, pensando en besos, labios y más cosas por el estilo, que no fui consciente en que momento Jimin se levantó de su respectivo colchón, parándose frente a mí con una sonrisa extrañado al yo encontrarme soñando despierto.

No hizo falta que me llamara para que reaccionase y ahora mi atención fue puesta de nuevo en el mayor y no en la pared que tenía a un costado y a la que parecía haber estado mirando con deseo por la curva en los labios del pelirubio.

Oh dios, sus labios.

Creo que fue el peor error que cometí, el quedarme mirando sus labios, teniéndolo a menos de un paso y con su mirada puesta en mi rostro. Pero no puede evitarlo. Mis ojos fueron absorbidos por el rosado de sus belfos, aquellos que contenían una leve sonrisa que tanto amé ver desde un principio y que, poco a poco, desapareció, dando lugar a una línea recta sin expresión.

Aún al percibir como su sonrisa desaparecía, mi vista no se apartó de aquellos y los siguió en todo momento. Cuando el rubio pasó su lengua por estos, mojándolos con su saliva al encontrarse algo secos y quedándose un poco entreabiertos.

Tragué saliva duramente al sentir esas molestas alas de mariposa revolotear en mi estómago, estremeciéndome al ver como el cuerpo pequeño en frente mío se acercaba un poco más a mí.

Más que mariposas, denominaría abejas molestas al repentino movimiento que se producía en la parte baja de mi estómago, como si mi cuerpo supiese que se encontraba frente a su destinado cuando eso no podía ser posible.

Mi corazón comenzó a acelerarse cuando Jimin se inclinó, quedando su rostro a centímetros del mío y obligándome a desviar la vista de sus labios para fijarla en sus avellanas pupilas.

¿Por qué te aceleras, estúpido? Le cuestioné a mi órgano vital internamente.

No podía decir nada. Mi cerebro parecía no reaccionar por la cercanía y mi boca pareció secarse en un zas de segundo. Todo a mi alrededor comenzó a desaparecer, quedándonos en una burbuja imaginaria solos, Jimin y yo.

Nunca pensé que uniría el nombre del mayor con el mío, pero acababa de hacerlo y este sentimiento que empezaba a florecer en mi piel no me estaba agradando en absoluto. No porque me sintiese mal, al contrario. Porque era la mejor sensación que había experimentado en toda mi vida y que solo el de cabellos rubios conseguía provocar.

No podía ser. Era imposible que yo sintiese algo por aquel...¿Cierto...?

Estaba empezando a dudar de ello. De cómo me sentía por Jimin y temía que esto se convirtiese en algo incluso más fuerte de lo que sentía por el castaño. Pero no podía decir nada. Mi boca no formulaba palabras y mis ojos comenzaron a hacer un vaivén, desde los orbes del rubio a sus labios que cada vez se encontraban más cerca de los míos. Mi cuerpo tampoco reaccionaba a la señal de peligro que se proyectaba en mi mente cada centímetro acortado por él.

Por él.

Por Jimin, un chico que había entrado en mi vida, forzando la cerradura y que ahora estaba destruyendo mis sistemas de seguridad desde dentro. Porque, cuando Jimin se encontraba a mi lado, mis defensas se retiraban como si supiesen que estaría más seguro a su lado que en una cámara acorazada y, todo mi organismo, se removía de emoción al verlo sonreír u oír su melódica risa de ángel.

—¿Ji...Jimin....?—mi cuerpo consiguió reaccionar, apartando la cabeza hacia atrás y mirando al rubio alejarse los centímetros acortados. Con sus ojos más abiertos de lo normal y un leve sonrojo se formaba en sus mejillas redondas.

No había sido consciente en el momento en el que mis pulmones dejaron de respirar para retener el aire y luego soltar un gran suspiro cuando la distancia volvió a ser impuesta.

El pelirubio pareció confuso al reaccionar, quedándose estático como si hubiese sido poseído por alguien o algo que lo hizo actuar de esa forma impulsiva y acercase a mí por instinto, cosa que en parte comprendía de alguna manera porque, el sentimiento, era el mismo.

—Lo siento—se disculpó—. Pensé que tenías algo en las pestañas y...—me dió una mirada rápida creía que para comprobar mi estado actual.

¿Debía recalcar que yo me encontraba en un estado de shock?

Era así como estaba todavía por los recientes acontecimientos. De mi mente no salían las imágenes de los labios del mayor, tan pomposos y cerca de rozar con los míos. Sus ojos destellantes de un brillo que no supe descifrar pero que me hizo perder una vez más por el color avellana, dejándome atontado y a completo merced para los depredadores. Su olor, al cítrico de la mandarina y la menta fresca de la montaña también hicieron un papel importante, dejándome en ese estado mental como si estuviese drogado y fuera del alcance de razonar coherentemente.

No di respuesta a sus palabras. No quería creer que eso fuese cierto y mi mente no aceptaba esa escusa. Quería más, mucho más. Sentirlo, rozarlo, tocarlo. Sentir sus labios contra los míos y sus manos corrompiéndome por completo. Tocando cada parte de mi cuerpo y...

Pum.

Pum.

Pum.

El latir frenético de mi corazón no me dejaba pensar con claridad. ¿Qué es lo que estoy pensando? ¿Jimin habrá hecho algo en mí? ¿Por qué me siento de esta forma?

Nuestras miradas volvieron a conectarse. Me sentí flotar en una nube una vez más. No dije nada. Solo disfruté de la cercanía ajena y relamí mis labios secos por el éxtasis. Todos estos sentimientos nuevos estaban comenzando a florecer en mi interior y tenía el presentimiento de que crecerían con el pasar del tiempo.

El rubio me devoraba con la mirada. Eso podía notarlo en su forma de mirarme y en como su nuez de Adán se movía lenta y costosa en cada salivar desesperado del mayor. Al igual que él, el deseo de ser devorado estaba ahí, en el brillo de mis ojos, y él pareció notarlo.

En pasos lentos, volvió a acercarse a mí y entrecerró sus ojos levemente. El palpitar de mi órgano me estaba cegando, tanto que ya había perdido el conocimiento de quién era yo o dónde estaba. Lo único que sabía con certeza, era que mi cuerpo y alma podrían encontrar el calor y consuelo que anhelaron por años en ese pequeño cuerpo formado y el olor a cítrico de la mandarina con la menta, bañándome en su esencia y siendo protegido en el hermoso brillo de sus ojos.

Todo pasaba despacio, como si mi mente quisiese recordar ese momento para siempre y algo en mí se removió inquieto cuando el rubio alzó su mano hacia mi mejilla, sin llegar a tocarla, casi rozando sus labios con los míos y a centímetros de unirlos en un beso. Su quijada de torció levemente dándose más espacio para acercarse. Pero, ese beso, nunca llegó.

—¡Chicos! ¡La cena est-

Taehyung, quien había llegado de imprevisto, se interrumpió a si mismo al vernos en esa escena al rubio y a mí, tan cerca, a solo unos milímetros de tocarnos que fueron arrebatados cuando Jimin dió un bote hacía atrás, asustado por la nueva presencia en la habitación y miró al castaño nervioso.

—A-ahora vamos Tae. Gracias—hablé intentando suavizar el ambiente incómodo recién formado.

El chico en la puerta asintió aún cohibido por la anterior escena y se retiró del lugar, dando paso a un suspiro de alivio por mi parte. No dudé en levantarme de la cama, recibiendo la atención del mayor con esos ojitos avellanas, ahora con un brillo asustado más que nunca. Sin decir nada, negué con mi cabeza y salí del lugar, dejando una parte de mi corazón deseosa por más allí, al lado del pelirubio quien no tardó en seguirme por detrás para ir con la pareja quien nos esperaba.

No hubo contacto. No hubo roce y mucho menos nos besamos. Olvidaría esto y preferiría no volver a hablar de ello, pero...¿A quién engaño?

No podría dormir en toda la noche pensando en ello. Me conocía demasiado bien como para saber qué aquel acercamiento me dejaría en un gran debate interno sobre lo que yo sentía y lo que el rubio sentía. Todo era tan confuso. Pero por algún motivo me sentía en calma. No tenía ganas de que la tierra se partiese en dos y me tragase. Tampoco hubo un momento incómodo en la cena. Me sentía bien, como si saber que estuve a punto de ser besado por Jimin me diese a entender que era mío y de nadie más. Me sentía como la persona más confiada en el mundo. Y ¡Joder! El sentimiento era el mismo como si un dios hubiese estado apunto de tomarme entre sus brazos y llevarme a la ciudad en el cielo, lejos de preocupaciones e inquietudes.

En resumen, mi mente divagaba desde el casi-beso y me sentía flotar por la tierra, como un alma en calma que sabe que no tiene nada de lo que arrepentirse. No era yo mismo y eso estaba empezando a asustarme. Tal vez, el bajo fuese un mago y me hubiese hechizado con su encanto. Quizás, fuese un ángel en cubierta que vino en busca de un alma a la cual ayudar. No lo sabía y no iba a tener el descaro de ir y preguntarle si era un ser ancestral porque entonces, sí que arruinaría todo. Así que solo seguiría normal y calmaría a mi pobre corazón.

Mi débil órgano estaba sufriendo mucho últimamente. Si no era por las dagas clavadas por el rechazo del castaño, era por lo acelerado que este iba cuando se encontraba en una situación comprometida con el mayor.

Solo esperaba que esta escapada terminase cuanto antes y que pudiese volverme a encerrar en la burbuja segura, lejos de sentimientos innecesarios y donde no fui dañado durante todo este tiempo, mi hogar.
También deseaba que todo siguiese igual y que no sufriese ningún ataque repentino debido a mi fobia.

[…]

Como había mencionado, la comida transcurrió risueña y terminamos bebiendo algo de vino entre charlas y risas.

Debía admitir que mi corazón aún le latía al castaño y ver las escenas románticas que éste hacía con la morena no ayudaron a sentirme mejor después del altercado en la habitación. No obstante, le agradecía a él y al rubio que no comentasen nada respecto a eso y ambos actuasen con normalidad. Si que pude notar la distante mente del más bajo de todos —porque tampoco era más alto que Sumin— en toda la cena. Parecía estar en otro mundo, lejos de aquella mesa y siendo atormentado internamente por algo que desconocía. No me atreví a preguntarle. Si aquel quería compartir sus problemas tendría los brazos abiertos para escucharlo, pero no lo forzaría a hablar. No era de mi incumbencia.

Nos despedimos de la pareja quienes dormirían juntos en aquella amplia cama matrimonial, una vez la cena llegó a su fin —siendo el rubio y yo quien nos encargaremos de recogerlo todo—. Envidié a Sumin por ello pero no lo demostré, entrando a mi respectiva habitación, seguido por el rubio para acostarnos nosotros también.

No volvimos a hablar más que para darnos las buenas noches y acostarnos cada uno en su cama, intentado dormir. Todo estaba siendo muy extraño y suponía el por qué. Estar a punto de besar a alguien por el que no sientes nada, te dejaba cuestionando el motivo de tus acciones y no diría nada para que él solo aclarase sus ideas. Yo también debía aclararme y descubrir la razón por la cuál no sufrí un ataque en el mismo momento en el que el rubio se acercó con la clara intención de tocarme. Pero eso no importó nada porque hablé demasiado pronto.

En mitad de la noche, todo cobró sentido y, entonces, entendí que era lo que había pasado con el mayor. Corriendo al baño y despojando toda la deliciosa cena que Taehyung y Sumin se habían encargado de realizar, al sentir el asco emanar de mis fauces y notar todo mi cuerpo arder en contaminación, no comprendí el motivo por el que mi organismo había reaccionado tardío ante el acercamiento y que este último era el posible motivo de mi vómito.

Parecía que echaría el estómago entero por la forma tan agresiva en la que mi asco estaba atacando y no le vi final a ese malestar. Apenas eran las 4 a.m. y me encontraba vomitando en el retrete de la preciosa casona invernal, mientras mis lágrimas brotaban por la desesperación reciente. No sabía como mi cuerpo había tolerado aguatar tantas horas después de la cercanía ajena y ahora no había vuelta atrás. Todo esto ocurría por mi culpa al no haberme apartado y debía abstenerme a las consecuencias. Si yo resultaba contraer un virus o una enfermedad por no haber huido del mayor a tiempo, me culparía el resto de vida por ello.

—Dios...—murmuré una vez enjuagué mi boca y miraba el reflejo en el claro espejo.

Mi tez clara y mi rostro mostrando cansancio al no haber dormido nada hasta entonces.

—Me doy...Asco...—comenté.

La última lágrima de malestar, fue borrada de mi mejilla y, silenciosamente, regresé a la habitación donde el rubio parecía seguir durmiendo, ajeno a todo. Con el mismo sigilo típico de un gato, me acerqué al colchón, sentándome con la mirada puesta en la cama del rubio y observando como su pecho subía y bajaba lentamente en calma.

—¿Qué haré contigo Jimin?—susurré— No me haces ningún bien y no puedo evitar sentirme de esta forma a tu alrededor...—los hilos de agua salada comenzaron a brotar de nuevo por mis mejillas con cada palabra sincera que salía de mis labios—.Me das asco, mucho asco. Pero... ¿Cómo es que lo único que quiero es ser tocado por ti a pesar de todo? ¿Por qué?— sollocé, cubriendo mi boca con mis manos para contener los ruidos—. Juré cerrarme a todo el mundo y no dejar entrar a nadie. Taehyung lo hizo poco a poco y tú... Tú amenazaste con no irte de mi casa hasta que el castaño llegase. Insististe con ser mi amigo aún sabiendo que yo no te aceptaría— una leve risa salió de mis labios al recordar aquello—. Y a pesar de todo, sigues a mi lado... ¿Por qué? ¿Acaso buscas algo de mí? Sabes que no puedo darte nada. Entonces...¿Por qué?—el silencio inundó la habitación y aparté la vista hacia el gran ventanal, admirando los astros a través del cristal—¿Por que él? ¿A caso es cosa vuestra? ¿Por qué tuvisteis que iros de repente? Yo os necesitaba, ¿Sabéis?— lloré con más intensidad, acercándome a la ventana a pasos lentos—. Y me odio por no poder hacer nada. ¿Habíais pensado siquiera en Noona*? ¿Pensásteis en mí? Porque yo no dejé de pensaros en cada segundo que pase en manos de ese...ese....¡Joder!—apreté mis puños, sintiendo las lágrimas arder en mis ojos, pero seguí— Os odio. Os odio tanto por dejarnos así, por no venir a por mí y por no estar aquí ahora. Yo no merecía esto y sin embargo, miradme. Solo quería un abrazo, ¿Tanto era pedir?—me rompí una vez más— Y vosotros ya os habíais ido, sois unos egoístas. No perdonaré lo que le hicisteis a Noona y tampoco lo que me hicisteis a mí.

Silencio. Silencio fue lo único que obtuve después de mis palabras cargadas de dolor y rencor hacia mis progenitores.

Había puesto mi alma en aquellas palabras y ahora sentía un peso menos al poder haberlas expresado en voz alta después de tantos años. Tanto tiempo de silencio y agonía fueron expulsados y entonces, solo observé las estrellas. Astros tan brillantes y cargados de luz que parecieron ser los únicos que entendieron mi dolor y lo amenharon con su brillar.

Le sonreí al firmamento oscuro. Había sido mi consuelo de soledad durante años y esa noche, brillaba más que nunca. Todo parecía desaparece cuando me perdía en aquella capa de azul oscuro de las noches y me limité a sonreírle, agradeciéndole mientras lloraba en silencio.

El cielo fue mi salvación. La red que no me dejaba caer al vacío y mi soporte para sobrellevar la soledad que implicaba poseer misofobia. Encontraba al cielo oscuro de la noche como lo más puro y limpio en esta vida, soñando con ir allí alguna vez.

El resto de la noche, descansé en paz, con un peso menos que cargar y sintiendo algo de alivio al ver que el rubio había estado durmiendo todo este tiempo sin escucharme o ser consciente de mis lágrimas. Sinceramente, si se hubiese levantado y comentado algo respecto a mis palabras, juro que me hubiese desmayado por la vergüenza. Por suerte, no lo hizo y el amanecer del día siguiente, aquel en el que se convertiría en una pesadilla, había llegado y con el grito del castaño avisando del desayuno.

—¿Qué hora es?—preguntó la voz ronca del rubio soñoliento.

—Las 9 a.m, debemos prepararnos para ir a esquiar. ¿¡No tenéis ganas!?—la emoción de Taehyung estaba en su más alto apogeo y eso me hizo sonreír inconscientemente al ver su encantadora y geométrica sonrisa, cual niño emocionado.

—Bajaremos en unos minutos Tae— hablé igual de soñoliento que el rubio, quien ya se había levatando y se disponía a tomar una ducha.

El castaño se retiró, diciéndonos que no tardásemos mucho y asentimos para verlo desaparecer.

—¿Dormiste bien?—dando un bote al no esperar escuchar al mayor hablar, asentí ante su pregunta, aunque solo hubiese dormido un par de horas después de la "conversación" en mitad de la noche—¿Seguro?—volví a asentir— Pareces cansado.

—Estoy bien.

—Claro.... Iré a ducharme.

Su tono cargado de desconfianza me hizo saber que se necesitaría unos
excelentes dotes de actor para engañas al más bajo, pero tras un rápido movimiento, el chico rubio se perdió por la puerta del baño, dejando apreciar segundos después el relajante sonido de la lluvia artificial azotar contra los azulejos del baño y, sin poder evitarlo, volví a quedarme dormido, siendo atrapado en los brazos de Morfeo, buscando un tiempo más de descanso.

[…]

—Jungkook. Vamos levanta, Kim nos espera—la dulce voz del rubio me sacó del mundo de lo sueños, removiéndome entre las mantas para incorporarme y observarlo con sueño y pudiendo apreciar su cabello rubio ligeramente mojado por la reciente ducha—Iremos tarde si no bajamos ahora.

—Vete tú, iré a ducharme y bajaré— declaré, levantándome y cogiendo algo de ropa para imitar al rubio en su higiene.

—¿Estás seguro de qué estás bien?— preguntó una vez más.

—Sí. Ahora, ve.

No entendía cual era el problema. El repentino actuar del mayor me dejaba confuso y su manera nueva de preocuparse en exceso por mí no le encontraba sentido en mi cabeza. Será que...¿Habrá escuchado todo lo de ayer?

Asustado por esa posibilidad, volteé a ver al rubio quien solo se limitó a asentir con la cabeza y salir de la habitación, dejándome en un estado de nervios repentinos.

¿Y sí de verdad lo ha escuchado?

No. Eso era imposible, comprobé que él durmiese antes de acostarme de nuevo.

Pero... ¿Y sí solo fingía?

Rezaría porque ese no fuese el caso y me apuraría en ducharme para no retrasarme en demasía.

Varios minutos después y con una cambio de ropa casual pero abrigado, salí de la habitación, dirigiéndome al comedor con horas de sueño encima y tropezándome con la mayoría de muebles que se encontraban en mi camino.

Un rico y grande desayuno, con todo lo que se puede desear, suficiente como para alimentar un pueblo entero, me esperaba, repartido por la extensa mesa del comedor y con el resto de personas en la casa sentados al rededor de ella.

Saludé y fui saludado por la pareja, me senté para dar paso al comienzo del festín. Necesitaría fuerza para lo que se avecinaba en el día.

Tenía claro que esquiar no era tarea fácil y, viendo cómo pareció que todos los muebles de la casa se pusieron en mi contra, sabía que no vería la puesta de sol ileso del todo.

Habíamos estado hablando en el camino hacia aquí y el rubio se ofreció voluntario a enseñarme aunque me advirtió que él hacía tiempo que no lo practicaba. Le agradecí por su ayuda y solo esperaba que fuese un buen profesor y que mi cerebro fuese capaz de coger los movimientos para no estara más tiempo entre la nieve que esquiando.

Tras finalizar la comida entre risas, Jimin y yo fuimos los encargados de nuevo en recoger todo —nosotros seríamos los siguientes encargados de preparar la comida—, cada uno se dirigió a su respectiva habitación para equiparse lo más abrigado pero ligero posible.

Tuve la suerte de poseer en mi armario unos pantalones de snow y una polera térmica gris que cubrí con una chaqueta aún más grande de un color aguamarina; unos grandes guantes blancos para que las manos no se congelasen; y botas altas en cada pie. Esas ropas más una bufanda de habrás doradas y plateadas y un gorro de un color azul oscuro, me di por listo. Lo suficientemente abrigado como para no coger una hipotermia o un resfriado.

El rubio también había terminado de cambiarse y ambos esperábamos a la pareja en la sala de estar.

El chico bajo, portaba un gorrito de lana blanco junto con unos pantalones de snow parecidos a los míos, del mismo color que el gorro. Guantes y polera negros y unas botas de montañas altas, casi hasta su rodilla.

Se veía bien llevando eso. Estar portando tantas prendas, ocultando su pequeño cuerpo, lo hacía lucir como una bolita pequeñita y achuchable. Era "tierno" lo primero que pensabas al verlo vestido así.

Había dado por hecho, tras observarlo con detenimiento, que me equivocaba. Estaba equivocado con respecto a ser escuchado por él la noche anterior y eso se debía a que su comportamiento era el mismo. Risueño y energético al mismo tiempo, como un cachorro.

—¿Listos?— la voz de Sumin se hizo presente en la sala y ambos presentes volteamos a verla, asintiendo— ¡Genial! ¡Vamos!

Debía admitir que la chica se había lucido si eso era lo que se proponía. Pero, ¡WoW! El mono rosa pastel que cubría casi todo su cuerpo, junto con el gorro igualmente de un tono rosáceo y las botas altas de color negro, la hacían lucir como una modelo de ropas de invierno. El traje de ceñía a su cuerpo y las dos trenzas en las que había amarrado su cabello azabache lucían muy bien en ella.

Por supuesto, no fui el único que noto lo hermosa que se encontraba la morena y Taehyung no tardó en hacerselo saber, llegando por su espalda y agarrándola de la cintura, diciéndole que se veía hermosa y besándola cuando la morena volteó a verlo con una sonrisa.

Claramente, aparté la vista de esos dos. Era consciente de que si me quedaba mirándolos, mi corazón comenzaría a sollozar una vez más y no quería eso nada más empezar el día. Menos, en un día especial como éste lo era.

Como había comentado, la escapada fue pensada para la víspera de Navidad y el día de hoy, no era nada más ni menos, que un sábado 24 de diciembre, el día antes de Navidad.

Como era un día especial, acordamos entre todos preparar una deliciosa cena, llena de mucha comida y bebida y finalizar la noche mirando las estrellas en la bañera de hidromasaje del hostal. Ninguna de esas dos acciones citadas me pareció mala idea, al contrario, estaba deseoso por degustar esa exquisita cena y también por probar el agua de la bañera especial.

Lo malo, tal vez, era que trabajar con tres personas más en una cocina, ocasionaría ciertos choques y roces y eso ya no era tanto de mi agrado. Pasaba lo mismo con la bañera de hidromasaje, donde, a pesar de ser algo grande, nuestros cuerpos en bañador se tocarían y no estaba preparado para eso.

Sumin no sabía de mi enfermedad, mucho menos pensaba que era crucial que lo supiese. Así que solo actuaba como si nada y procuraba no acercarme mucho a ella por si decidía asaltarme de imprevisto. Taehyung le había comentado sobre que no me gustaba el contacto y ella pareció no importarle en demasía, cosa que agradecí. Si iba a pasarme un fin de semana, escuchando como me llamaban bicho raro por sufrir de fobia al contacto, no sería agradable, pero era soportable, no sería la primera vez.

Con todo listo y las energías adquiridas en los nutrientes del desayuno, partimos hacia la pista de esquí que se encontraba a más de 20 km de la cabaña. Nos metimos en el auto del castaño —está vez todos juntos— y partimos hacia lo que sería un infierno para mí, con la canción Hot N Cold de Katy Perry y el castaño cantando avivado la letra del solo.

Un cosa más que amé de Taehyung: su voz cuando canta.

*Noona: es un honorífico coreano que solo se usa por los hombres para llar a las mujeres que son mayores que ellos, tanto hermanas como amigas o novias.

Lee Sumin


Katy Perry- Hoy N Cold

https://www.youtube.com/watch?v=7bnfQ6ujYps


Hola!!! (☆▽☆)

Os dejo por aquí un capítulo más de Misophobie ^^
Quiero agradecer a las personitas que votais por la historia. Muchas gracias!!! :D

También quiero aclarar que la imagen de la cabaña que encabeza el cap NO es la cabaña en la que me fijé para describir el lugar. El problema es que yo la mayoría de imágenes las saco de Pinterest y la imagen que me gustó se me olvido guardarla y lo perdí (╥﹏╥) pero estuve buscando la más de 20 min y como no aparecía pues encontré la que tenéis arriba y más o menos (;ŏ﹏ŏ)

Pero bueno, también os dejo la imagen de Sumin, la novia de Taehyung ⬆️. El problema fue que no pude meterla en el capítulo especial para los personajes porque ni yo sabía que pasaría algo así XD.
Yo escribo teniendo una mínima idea en la cabeza de lo que quiero y luego el capítulo se va formando solo asi que cuando terminó, hay veces que ni me doy cuenta de lo que escribo.

Y...¿Creen que Jimin si haya escuchado a Jk hablar? ¯\_(ツ)_/¯

Bueno, con esto y un bizcocho (tengo hambre :-|) os dejo este cap aquí y esperado por el número VIII ^^

Nos vemos!!

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