Capitulum VIII

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La capa gruesa de nieve blanca que cubría la montaña, dejaba una vista espectacular desde lo alto del telesilla en donde, a mala gana, acabé subiéndome con el resto del grupo.

Hacía menos de media hora que el castaño había estacionado su auto en el aparcamiento de la pista de snow y que habíamos hecho cola frente a una gran cabaña para recoger el material de esquiar y alguna que otra lección de aprendizaje por uno de los encargados del lugar.

Nunca había visto un par de esquíes de cerca y podría afirmar que llevar esas tablas de madera pegada a los pies se volvía una tarea complicada, por el peso de estos y por la dificultad de caminar como un pingüino al ser tan largos.

A la hora de colocarme las grandes botas y luego las tablas, había sido una batalla constante para el rubio porque si, yo no había hecho nada más que quejarme y lloriquear al no querer subir.

Debía admitir que el mayor tenía razón respecto a mis lloriqueos y terminé callando resignado cuando volvió a comentarlo.

Como me había prometido, Jimin no se separó de mí en todo momento y esperaba que fuese así el resto del día, porque sino, me veía rodando ladera abajo, llorando y pidiendo ayuda por que alguien me rescatase o al menos me detuviese.

—Nosotros nos bajaremos en la siguiente—habló en rubio hacía Taehyung y Sumin—. Será lo mejor para Jungkook.

—¡Oye!—me quejé por esa insinuación de que yo no podría ir a una pista superior —cosa que era verdad pero no quería admitir—.

—No lo tomes a mal Kook, lo hace por tu bien, seguro aprenderás rápido y vendrás con nosotros—el castaño dijo sonriendo a lo que su pareja asintió respaldándolo.

No dije nada después de eso. No podía reclamarle algo a Taehyung y menos si me sonreía de esa forma tan radiante. Mi corazón latió rápido y solo terminé asintiendo a sus palabras, esperando por una indicación del más bajo.

Hacía frío, pero no el suficiente como enfermarme de la forma tan abrigada en la que me encontraba y agradecí el clima.

Estaba ansioso por empezar, no lo negaría. El miedo y los nervios también estaban conscientes, reprimiendo algo en mi pecho como si portase piedras en él. Mis piernas temblaba, ya no sabía si por el frío o por el terror a que el telesilla en el que me encontraba se desprendiese en cuestión de segundos y todos los presentes falleceríamos en el instante en el que cayésemos en la nieve, a varios metros bajo nuestros pies.

Pensaba en todo y a la vez en nada. Cuestionaba si sería hoy el día en el que me reuniría con mis padres o si moriría sin haber podido amar a nadie. Cavilaba sobre si lo que estaba sintiendo por el rubio aumentaría en un futuro o si yo sería capaz siquiera de superar mi fobia. Todo eso se encontraba en mi mente que a la vez estaba vacía.

—¿Estás listo?— oí hablar a Jimin, sacándome de mis pensamientos y haciéndome mirar como una pequeña choza de madera se alzaba ante nosotros, donde las personas delante nuestras se bajaban sin que el telesilla se detuviese. Ahí me asuste.

—E-espera un segundo—lo miré— ¿Tenemos que saltar?

—¿Te da miedo?— cuestionó calmado y mis nervios afloraron en mi piel al ser eso un "si".

—¿¡A ti no!?—casi grité.

¿Ahora ven mi nivel de ignorancia? Nunca había escuchado sobre que teníamos que saltar sin que la máquina que nos transportaba se parase y que un señor, encargado del telesilla, nos ayudase a bajar del aparado por la dificultad que suponían los grandes esquíes en los pies.

Si antes estaba aterrado, ahora sentía como mi cuerpo entero temblaba, no solo mis piernas, y el sudor frío caía en pequeñas gotas por mi frente. Me sentía desfallecer mirando las pequeñas sombras de las personas en lo bajo de la montaña y mi estómago se removió al ser consciente de la vertiginosa altura a la que me encontraba. No me daban miedo las alturas, en absoluto, pero tener que saltar de la silla movible en la que me encontraba, pudiendo caer de mala forma y fracturarme un hueso, si me daba temor. No quería pasarme meses postrado en la cama de un hospital, con la pierna enyesada y sobrellevando el dolor a base de medicinas. No lo quería en lo absoluto. Pero algo que tampoco deseaba era fastidiarle su escapada al castaño, quien me miraba con temor al verme tan indeciso con respecto a bajar del aparato en marcha y, entonces, me decidí.

—Está bien—respiré profundamente para calmarme—¿Qué es lo que debo hacer?— le cuestioné al rubio.

—Solo salta cuando sientas el suelo cerca.

—¿Nada más?—negó—Entonces, vamos.

Como el mayor me había indicado, salté cuando consideré el suelo lo más cerca de mis pies y, para mi sorpresa, todo fue de maravilla. El aterrizaje se hizo sobre la panta de mis esquís y no sobre otra parte de mi cuerpo y ninguno de mis huesos se quebró en el acto.

Sonreí contento.

—¡Muy bien Kook! ¡Nos vemos!— la morena y su novio me felicitaron sonrientes y se despidieron de nosotros para dirigirse a otras de las pistas con más dificultad.

—Bien, empecemos—declaró el psicólogo con su voz desinteresada.

Esperaba que al menos me felicitase por mi gran salto al ser la primera vez, pero nada parecía impresionarle y no le cuestionaría por ello. Solo me sentí herido por su irrelevancia y, finalmente, asentí para seguirlo a un lugar apartado de la zona de llegada del telesilla.

Empezaban mis clases de esquí con Jimin.

[…]

¿Alguna vez vieron a un pingüino enrredarse con sus propios pies? No, ¿Verdad? Pues si quieren verlo, solo deben mirarme intentado caminar con un par de tablas de esquiar enganchadas y como terminaba enterrado en nieve al no ser capaz de avanzar.

El rubio no dejaba de reír, recalcando lo torpe que era al no poder ni siquiera dar un paso por la nieve y me ayudaba a levantarme para repetir la misma escena.

—Jungkook, solo debes usar los bastones para impulsarte. No intentes andar normal porque volverás a caer. Solo, impúlsate— aclaró.

—¿No podías haberlo dicho antes?— bufando molesto, avancé —esta vez sin caer— como el rubio había indicado.

—Es que era divertido verte caer y oír como lloriqueabas— rió una vez más y le di una mirada matadora, asesinándolo—. Vamos, vamos, olvidemos esto y te enseñaré a esquiar— gruñendo una vez más por lo divertida que le parecía mi desgracia, asentí, prestándole atención—. Lo importante de esquiar bien, es repartir el peso de tu cuerpo, sin dejarlo en solo una parte, ¿Ves?

Para mostrarme la manera de no provocar una caída a la hora de lanzarme a la pista en un intento de esquiar, el mayor dobló sus rodillas, echando su trasero hacia atrás y su torso hacia delante, quedando en una forma en la que su peso fuese repartido de tal manera que mantendría un equilibrio estable.

—Vamos, una avispa— declaré.

—¿Una avispa?— asentí ante su pregunta cuando se incorporó tras oírme hablar.

—Las avispas tienen un gran trasero y, cuando haces eso, tú también— dije sin complicaciones, obteniendo una mirada confusa y graciosa por su parte.

—¿Estás insinuando que mi trasero es igual al de un insecto?—preguntó con un tono de gracia.

—No siempre, solo cuando haces eso. El resto del tiempo es redondo, pero no tan notable como....

El calor subió por mi cuerpo, pintando mis mejillas de un color vino intenso al ser consciente de que le estaba confesando que había estado observando su parte trasera sin ningún tipo de descaro. Por ello, me interrumpí al hablar.

Debía admitir que se volvió una acción complicada al principio el mantener mi vista alejada de las nalgas del menor al ser tan voluminosas y atractivas.

Su trasero era perfecto, tan redondo y con esa vista como si fuese tan blando como una almohada que te daban ganas de ir y golpearlo para comprobar su dureza.

Cuando fuimos al supermercado, pude apreciar como, tanto hombres y mujeres, se comían con los ojos al más bajo al ser tan llamativo por su belleza y pude notar como muchas de las miradas descaradas estaban puestas en la parte trasera del chico rubio.

Pero ahora, esos recuerdos no importaban. El pelirubio me miraba con una pizca de burla en sus ojos y una amplia sonrisa, mostrando que se divertía ante mi nerviosismo por hablar de más.

—Continua— pidió divertido.

—Ha sido un accidente, no quería decir nada de eso....—hablé apenado y el mayor carcajeó una vez más.

—Olvidemos esto también y sigamos, lo importante es que te haya quedado claro como tienes que ponerte, ¿No?—asentí avergonzado una vez más— Perfecto entonces, después de eso, solo tienes que darte un empujón con los bastones a cada lado y dejarte llevar por la cuesta.

—¿Solo eso?—el rubio asintió. Resultaba bastante fácil oírlo describirlo de esa forma, tanto que me sentí confiado de repente.

Solo debía ponerme en la pose de la "avispa" e impulsarme con los "palos" que el hombre a cargo nos había entregado junto con el resto de material para esquiar.

—¿Quieres probar?—pregunto, solo que ahora asentí yo—¿Te parece si voy detrás de ti para controlarte?—volví a asentir con la cabeza —Entonces, ¿A qué esperas?—sonrió. No tardé más tiempo y ambos nos dirigimos al comienzo de la pista para prepararnos en bajar.

Debía admitir que aún seguía nervioso y esperaba resultar ileso al descender la cuesta. Pero, saber que tendría al rubio en caso de que algo pasase, me daba más confían y, entonces, me lancé de lleno.

Tras conseguir mantenerme en la postura de equilibrio indicada por el mayor, seguí sus instrucciones y me impulsé en los laterales con ayuda de los bastones que tenía.

Los primeros instantes, cerré los ojos, esperando por algún tipo de impacto contra la nieve o contra algún obstáculo en el camino. Pero ese choque nunca llegó y sonreí, abriendo los ojos de nuevo al ser consciente de que lo había logrado.

—¡Lo he hecho!—exclamé emocionado, girando mi rostro para mirar al rubio quien sonreía orgulloso, siguiéndome por detrás a varios metros de distancia.

—Bien hecho— me felicitó. Por un momento, la felicidad invadió mi alma y me sentí contento por ello.

Todas las malas emociones que había acumulado durante años, desde la muerte de mis padres hasta el más reciente doler de mi corazón por los sentimientos hacia el castaño, desaparecieron, siendo sustituidos por un orgullo inminente al haber logrado una de las cosas de las que me sentí incapaz. Una de las muchas cosas que lograría estando a su lado. Al de Park Jimin.

Pero seguiré repitiendo esto hasta el cansancio y es que, todo lo bueno, se acabará en algún momento, y ese momento fue cuando fui consciente de que el pelirubio había olvidado enseñarme un pequeño detalle. Había olvidado enseñarme a frenar.

—Jimin...—hablé ahora asustado, viendo como estábamos llegando al final de la pista y no podría frenar— Creo que se te olvidó enseñarme algo...

—¿Algo?¿Como qué?—preguntó confuso, notando como aceleraba para posicionarse a mi par. Hablábamos entre gritos por el constante movimiento en la nieve.

—¿¡Cómo narices voy a frenar!?—dije finalmente, alterado y desviando mi vista del camino para mirarlo. Su cerebro pareció reaccionar al oírme hablar y un rostro de preocupación se dió lugar en el chico bajo.

—¡Tienes que juntar la punta de tus esquíes y formar como un triángulo!— gritó al ver como cogía más velocidad al encontrarnos casi con el final de la pista.

¿Había mencionado que el final no era un final sino más bien, una indicación de dónde terminaba? Pues bien, la pista no tenía un final como tal, sino que tú debías detenerte al llegar a la altura de otra caseta en donde subirte de nuevo al telesilla. Pero que la pista continuaba en otra aún más inclinada con algunos árboles por medio.

Si bien no frenaba contra la nieve, la rama de un árbol sería lo último que vería.

—¡No se cómo hacer eso!—respondí de vuelta, asustado.

Mis pies no parecían reaccionar y lo que me explicaba Jimin se estaba complicado realizarlo. Ya ni siquiera estaba en esa posición tan extraña que te hacía mantener el equilibrio y ahora mi cuerpo estaba recto, esperando por el posible impacto.

—¡Solo junta la punta de los esquíes!—repitió.

El chico rubio parecía asustado igual que yo y eso, de alguna forma, me hizo sentir culpable. No quería que el mayor pasase un momento de angustia por mi culpa. No se lo deseaba a nadie.

—¡No puedo hacerlo!

Jimin pareció notarlo. El cómo mis fuerzas por intentar frenar se esfumaron y en cómo ahora dejaba que los esquíes me guiasen a lo que sería mi fin.

No lucharía, solo me dejaría llevar para aterrizar en cualquier parte y esperar por la fractura en mi cuerpo o, incluso, la muerte.

No tenía sentido intentar algo de lo que no era capaz por la adrenalina y que al rubio se le había olvidado enseñarme.

Tampoco iba a culparlo. No era su culpa el que yo fuese un ser tan inútil que, incluso a mi edad, no supiese frenar con unas tablas de madera en mis pies con los que niños pequeños eran capaces. Y tampoco fui consciente de cuando el chico pelirubio me adelantó en un arrebato de segundo ni cuando éste se detuvo frente a mí, causando nuestro choque.

Una vez más, todo a mi alrededor giró 360° pero no hubo dolor al caer sobre la fría nieve. Tampoco hubo fractura en mi huesos o sangre de por medio. Solo se escuchó un gemido adolorido por el más bajo quien ahora me sostenía entre sus brazos y con el cual, yo me encontraba sobre su pecho, escuchando su corazón latir algo acelerado.

—¿Estás bien?—preguntó, incorporándose levemente para mirarme tras la caída pero sin separarme de su cuerpo.

Nuestros ojos chocaron y fui consciente de la cercanía que nos unía, tan corta que la punta roja de nuestras narices llegaron a chocar.

Sentí su aliento cálido contra mis labios y eso se sintió asqueroso pero agradable a la vez. Saber la cercanía de un cuerpo ajeno pegado al mío era algo reconfortante a pesar de las circunstancias y no dudé en asentir ante su pregunta, sin alejarme un mínimo centímetro porque estaba empezando a amar estar tan cerca del bajo.

—Yo estoy bien, fuiste tú quien recibió todo el impacto, ¿Cómo se te ocurre?—el mayor río, tan dulce y melodioso que me perdí en su risa, una vez más.

—Era mi culpa si te hacías daño por yo haber olvidado enseñarte a frenar— negué con la cabeza, regresando la vista que se había puesto en sus labios a sus avellanas orbes.

—No es tu culpa, soy yo el que tiene que disculparse por no ser capaz de hacerlo— respondí apenado.

Después de eso, ninguno de los dos dijo nada. Ambos nos perdimos en la mirada ajena, escuchando el palpitar del corazón del otro.

El órgano vital de Jimin se aceleró con el pasar de los segundos. Podía sentirlo a través de la gruesa capa de sus ropas y, ese resonar en su interior, se volvió agradable de sentir.

Como había mencionado, la distancia era tan escasa que nuestros alimentos se mezclaban entre ellos y nuestras narices creaban roces de vez en cuando.

Sentir su piel contra la mía me ocasionaría asco en otras circunstancias, en unas en las que el sofoco por tocarnos fuese tanto que no lo soportaría y correría lejos para lavar las zonas infectadas. En este caso, el asco que sentía estaba presente pero era un asco agradable. ¿Cómo explicarlo?

Es similar a la sensación que tienes cuando estás con el cuerpo bañado en sudor y mugre después de haber estado un día caluroso trabajando en un proyecto al aire libre pero, a pesar de saber que todo tu cuerpo emana suciedad, te sientes agradable al saber que es consecuencia de tu esfuerzo y termina haciéndote sentir bien el estar contaminado.

Era algo así como me sentía al ser tocado por el mayor, como ahora lo estaban haciendo la punta de nuestra nariz.

—Jungkook— me llamó con un tono calmado, sacándome de la burbuja de comodidad que había creado en segundos entre sus brazos. Hice un leve sonido afirmamdo que lo escuchaba—. ¿Hay algo qué quieras decirme?— preguntó finalmente.

—¿Algo qué decirte?—hablé confundido— No que yo sepa—negué—¿Qué es lo que debería decirte?— cuestioné una vez más.

Aquella repentina pregunta me había sacado por completo del trance en el que me había sumido al estar absorto en los ojos del pelirubio y no llegué a entender el significado de su cuestión.

El chico negó con su cabeza y sonrió tiempo después.

—No es nada—respondió—. Cuando regresemos, me gustaría que tuviésemos una sesión—separándome de sus brazos y levantándose de la nieve que nos había cubierto por minutos, donde consiguió calar al interior de nuestra ropa y mojarla por dentro, sometiéndose helado, pidió.

Sentirme alejado de repente del calor y cobijo que proporciona el mayor, me dejó tiritando en el frío de la nieve con un rostro algo confuso por la repentina sugerencia de tener una sesión en nuestro regreso.

No entedía el por qué de la necesidad de una pero, eso, lo dejaría en el cuestionar del experto en psicología.

—Claro—afirmé, tomando la mano tendida por el chico, ayudándome a levantar.

—Genial. ¿Quieres intentarlo otra vez?—preguntó sonriendo.

Con la intención de no rendirme, afirmé una vez más y volvimos a tomar asiento en la máquina que nos subiría al principio de la pista con tal de volverlo a intentar, está vez sabiendo como frenar y consiguiendo practicar esquí por primera vez en la vida.

Me sentí orgulloso de haberlo logrado finalmente y, más, cuando el castaño se unió a nosotros junto a la morena tras varios minutos de deporte y así poder mostrarles lo aprendido, obteniendo felicitaciones y sonrisas por parte de la pareja y sintiendo crecer el ego en mi interior.

A pesar de que mis ropas se encontrasen empapadas y el frío calase mis huesos, no me detuve en pasarlo bien por el resto de horas y decidí dejar de buscarle el sentido a por qué Jimin quería que tuviésemos una sesión.

Reía cuando el rubio se caía por falta de concentración, dejando marcado su redondo trasero en la nieve y en como luego debía ir a ayudarlo a salir de esta, burlándome por ser tan torpe como él había afirmado que yo lo era tiempo atrás.

También reía cuando veía a Taehyung intentando hacer una pirueta para encantar a la morena, acabando enterrado en la fría nieve con nuestras carcajadas de fondo. Lo de las piruetas no era algo que a se le diese bien al castaño y sus intentos de impresionar a su pareja se quedaron en el viento helado de la montaña. Sin embargo, era la morena, que tenía un dominio increíble con los esquíes, quien fue la que nos dejó a todos boquiabiertos con sus piruetas y mortales en la pista para profesionales.

Me divertí mucho durante todo el día, a pesar de pasarme la mayor parte del tiempo tirado sobre la nieve o ayudando al rubio a salir de ésta.

El tiempo pasó volando al estar pasando momentos agradables que luego se convertirían en recuerdos memorables y, ninguno de los cuatro fuimos conscientes en qué momento la noche avisaba de su llegada por la puesta del sol.

Nos retiramos del lugar con la intención de regresar al día siguiente. Aún pasaríamos otro día más aquí antes de volver a casa y seguir con nuestras vidas normales.

Dejamos todo el material prestado en su respectivo lugar y nos subimos al auto del castaño para regresar al hostal, riendo y comentando sobre lo que habíamos hecho hoy.

Era agradable el sentimiento implantado en mi pecho al estar rodeado de personas encantadoras y con las que me gustaba estar. Había pasado tanto tiempo solo, estos últimos años, que había olvidado que era pasar un buen momento entre amigos y charlas. Incluso, llegué a olvidar el roto de mi corazón y me concentré en disfrutar del paisaje por la ventana del coche, mientras oía la radio de fondo con una canción que no conocía pero que le daba al trayecto un aura de comodidad.

[…]

Después de todos haber tomado una cálida ducha y cambiado nuestras ropas por unas secas, nos encontrábamos en la cocina del lugar, preparando nuestra cena para la noche de Navidad entre las canciones navideñas que sonaban por la radio en el comedor.

A pesar de ser Jimin y yo los encargados ese día de preparar las comidas, la pareja se ofreció a ayudarnos al ser una ocasión especial y, como habían prometido, los cuatro nos encontrábamos ocupados, con algo que hacer entre las manos y bañándonos en el aura navideña del lugar.

Mientras Taehyung y Sumin se encargaban de rellenar el pavo que nos habíamos parado a comprar antes, el rubio y yo nos encargamos del resto de preparativos, como la ensalada o el pudin.

El día había transcurrido a la perfección y apenas sentí el vacío en mi corazón mientras veía como el castaño le sonreía a su pareja de esa forma que solo ella podría conseguir.

Pero algo me hizo volver a ese pasado tan cruel por esta víspera, al escuchar a mi jefe y su novia discutir por el relleno del ave.

—¡Te digo que no!—gritó la morena—¡Tenemos que hacer el pavo con ciruelas!

—¡Pero sabe mejor si lo hacemos con las castañas y carne!—remarcó el chico.

Al escucharlos discutir sobre ese tema tan trivial pero que para mí, tenía un significado profundo, no pude evitar que una risa se escapase de mis labios mientras los miraba, atrayendo la atención de todos los presentes al interrumpir con mi risa su disputa.

—Kook...— oí hablar al castaño, observando cómo su rostro y el se la morena se tornaban a uno preocupado de repente— Estás...¿Estás llorando?

Sin ser consciente, lágrimas cargadas de recuerdos brotaron de mis ojos y rápidamente las retiré de mis mejillas mientras sonreía.

—Oh, lo siento—me disculpé—. Oíros discutir por el relleno me recordó a mis padres. Ellos...ellos solían discutir por lo mismo este día y solo pensé en ellos— sonreí una vez más con aquella miradas de lástima puestas en mí.

Sin previo aviso, Sumin se acercó y envolvió mi cintura con sus brazos para apegar su cuerpo al mío, forjando un abrazo inesperado y del cual ansié tener en momentos tan frágiles como este en un pasado.

No me separé, mucho menos aparte a la chica, solo me tensé bajo su repentino roce y terminé abrazándola de igual forma, sintiendo el calor del pequeño cuerpo y sonriendo por estar tan cálido.

Pude notar como los dos hombres a nuestro lado se tensaban de igual forma que yo, al ver el repentino accionar de la chica, pero sus rostros cambiaron a unos perplejos cuando terminé correspondiendo la muestra de apoyo de la morena.

Ellos no dijeron nada. Solo se quedaron observándonos y seguramente preguntándose cómo era que yo no había corrido con el rabo entre las patas al ser tocado por otro.

Buenos esto tenía su explicación como todo y, esa explicación, era una que quería esconder del castaño a toda costa. Si bien yo podía ser abrazado por la chica, esto se debía a que estar todo el día con ropa empapada y expuesto a -10° C, habían interferido en mi sistema inmunológico y, ahora, mis defensas se encontraba combatiendo contra el frío. ¿Entienden a lo que me refiero? Para los que no, me aclaro. Yo no me había curado de la misofobia, ni mucho menos, la explicación que tenía del por qué podía tocar a la morena, era porque me había enfermado gracias al frío y ahora mi temperatura corporal sería de una 38°C aproximadamente.

A pesar de sentirme como una mierda y tener mis extremidades entumecidas, decidí esconder el pequeño resfriado de Taehyung para que él pudiese seguir con su escapada con junto a la chica, como la pareja feliz que eran.

Si de pronto, llego yo y les digo que estoy a punto de desmayarme por la fiebre, ellos se asustarían y cancelarían sus planes de seguir esquiando al día siguiente y, por nada en el mundo, deseaba eso.

La mejor opción que vi fue esta, esconderlo de todos, incluido el rubio quien estaba seguro que me dejaría en cama si se lo dijese, e intentar mantenerme en pie lo que quedaba de tiempo en aquella cabaña.

La chica rompió en abrazo tiempo después y dejó un tierno y cálido beso en mi frente para sonreírme con ternura. Suponía que el castaño le había hablado sobre mis padres también.

—Estaremos aquí si nos necesitas, ¿Vale?— sujetó mi rostro con sus manos cálidas.

Sonriendo y posicionando mis manos sobre las suyas en mi rostro, asentí, sonriendo para que, finalmente, la morena se separase de mí.

De alguna forma, el cariño que me brindaba Sumin, me hacía sentir querido y protegido, como el típico amor de madre cuando su pequeño hijo está enfermo.

¿Cómo estarás ahora, mamá?

-¿Jungkook...?— la voz cohibida del rubio me hizo estremecer.

Sabía que, engañarlo a él, sería asunto complicado, pero fingiría de la mejor forma y con eso en mente, me giré para mirarlo con una sonrisa.

—Cierto, sigamos con la cena—disimulando estar bien, me dispuse a seguir mezclando lo que sería un pudin en un futuro y cada uno continuó con sus acciones. Al final, la pareja se decidió por un relleno diferente a los que ambos sugerían tal y, como mis progenitores, hacían cuando peleaban por la cena de navidad.

[…]

—Demos las gracias por poder celebrar esta navidad rodeados de amigos, poder haber pasado un rato agradable todos juntos y, porque en un futuro, sigamos juntos— declaró la castaña cuando todos los presentes unimos nuestras manos para dar comienzo a la cena que se celebraría está víspera.

Cuando terminamos de preparar toda la comida y el ave relleno se encontró en el horno, todos decidimos ir a arreglarnos para degustar la cena más tarde.

Debía admitir que las cualidades culinarias de la pareja se habían superado una vez más y el pavo resultó una de las mejores comidas de mi vida.

Tal vez solo fue tan buena para mí porque los sentidos se encontraban obstruidos y por ello toda la cena fue un manjar digno de dioses a mi ver. Pero no creí que fuese solo a mi degustar cuando, todos los presentes, gimieron complacidos ante la comida y no tardaron en atacar con el resto de alimentos.

Nadie comentó nada respecto a lo ocurrido en la cocina. El rubio lo intentó un par de veces cuando nos encontrábamos solo, pero no le di chance a saber de más. Taehyung no pronunció palabra y Sumin resultó más cariñosa conmigo, pero nada fuera de lo normal. Todos olvidamos el tema y disfrutamos del agradable momento de la víspera, mientras la radio reproducía canciones amenas de fondo y carcajadas inundaban la sala.

Una vez todo en el lugar fue recogido, regresamos a las habitaciones de nuevo para cambiarnos de ropa y ponernos nuestros trajes de baño, con la intención de ir a disfrutar un cálido momento en la bañera de hidromasaje, que había estado deseoso de probar.

—Jungkook, ¿Podemos hablar?— preguntó una vez más el bajo, mientras cerraba a su espalda la puerta de la habitación.

—No hay nada de lo que hablar, hagámoslo más tarde— respondí, rebuscando en mi maleta, el traje de baño.

Por suerte, el resfriado solo acababa de empezar y, los estornudos y mareos, aún no se hacían presentes, cosa que no tardarían en aparecer pero que, con suerte, serían de noche.

—Yo creo que sí— el chico no se dio por vendido, acercándose a mí.

Me giré para encararlo, como las muchas veces que ya no había hecho, con la intención de negarle cualquier suposición pero el mayor volvió a hablar, acercándose a mí y dejándome helado por su siguiente pregunta.

—¿Estás enfermo?

Mi cuerpo se tensó al oírlo. Si bien era consciente de que su trabajo consistía en leer a las personas, pensaba que mi actuación estaba siendo de 10 cuando el repentino mareo en mitad de la cena se hizo presente y conseguí mantenerme normal.

—No.

—No me mientas— bramó serio al ver mis intenciones de seguir actuando.

Pero no podía rendirme. Si le confesaba la verdad, no tenía la certeza de que no saliese corriendo a contarle al castaño de mi estado enfermizo y, todo por lo que había estado aguantando, se fuese por el retrete.

—No estoy enfermo...Solo...solo es un pequeño resfriado, nada más— hablé achantado por el aspecto amenazador de más bajo y la forma intensa con la que sus ojos me observaba. Me sentía vulnerable ante esa faceta de él—. Me la paso enfermo la mitad del año, estoy bien.

—Vete a la cama. No harás nada más por hoy—ordenó dándose la vuelta hacia la puerta con el ademán de salir de la habitación, ignorando mis últimas palabras.

—¿A donde vas?— agarré su mano antes de que sus dedos rozasen el pomo de la puerta para salir de la sala y se giró a mirarme.

Mi rostro reflejaba miedo por que, el rubio, pudiese ir a decirle al castaño y, todo mi ser, temblaba por los escalofríos a causa del resfriado. No podría estar más tiempo fuera de una cama o sentía que me congelaría. Por eso, pensé que, el baño caliente del yacupsi, podría calamar el frío de mi cuerpo y, aunque no ayudase a bajar mi temperatura, pasaría un rato agradable con el resto.

—Iré a decirle a los demás— confirmó mis sospechas—. No vas a ir a ninguna parte estando así.

—No les digas— apreté el agarre de su muñeca por el terror, notando el rostro indiferente del chico—. Estoy bien Jimin, te digo que estoy bien.

—Estás temblando— confirmó.

Y era cierto, todo en mí temblaba helado. Yo no podría seguir así por mucho más tiempo y el rubio podría soltarse de mi agarre y correr a contarle a Taehyung sin ningún tipo de esfuerzo. Porque yo no me encontraba bien y lo sabía.

Baje mi cabeza hacia el suelo, pensado en la mejor forma para hacer entrar en razón al mas bajo sobre que me dejase seguir con mi actuación. Sabía que Jimin, era un hueso duro de roer y dejarme salir de la cama no estaría en sus planes.

—Te lo dije Jungkook— habló de nuevo sin soltarse de mi agarre—, eres penoso mintiendo. Desde el momento que abrazaste a Sumin lo supe y creo que Kim también sospecha algo— me estremecí.

Oírlo decir eso me hizo asustar y mirarlo con temor. Si todo el esfuerzo que estaba poniendo por ocultarle la verdad al chico de sonrisa cuadrada no resultan para nada, entonces me sentiría culpable por arruinarle el tiempo junto a su pareja y eso no me lo perdonaría.

—Déjame ir—rogué soltando su muñeca y mirándolo suplicante—. Por favor Jimin, déjame al menos que esta noche termine bien.

—Pero, ¿Para quién terminará bien? ¿Para él? No te das cuenta Jungkook, no pued-

—¡Si puedo! Puedo hacerlo, solo hoy, ¿Si? Mañana podrás decirle lo que quieras pero no hoy...Déjame hacerlo feliz un poco más...

El rubio me miró serio, sabía que no estaba de acuerdo conmigo y que sería difícil convencerlo. Pero yo era mayor de edad y un adulto en condiciones de decidir su propia vida. No me importaba fingir estar bien por una o dos horas más si las sonrisas del castaño estaban por medio.

—¿Por qué insistes tanto?—preguntó algo molesto por mi comportamiento.

—Porque lo quiero—con toda la sinceridad el mundo, declaré, haciendo que bufara molesto por mi respuesta, al saber sobre su veracidad.

No me daría por vencido, nunca lo haría mientras conservase estos sentimientos por mi jefe y seguiría luchando aunque me constara la vida si eso lo hacía sonreír.

—Mañana no saldrás de la cama y me dejaras cuidarte, ¿Entendido?— sonreír cual niño pequeño a punto de recibir una caja entera de caramelos.

—¡Si!

—Ahora ve a cambiarte y si te encuentras peor regresaras a la habitación— asentí de nuevo y corrí a mi maleta, deteniéndome bruscamente al llegar al lado de esta por un mareo repentino y escuchando como el rubio gritaba mi nombre preocupado al verme.

Me giré a sonreírle y el mayor gruñó una vez más por mi comportamiento infantil pero, todo eso, lo hacía por amor.

[…]

El baño salió de mis expectativas.

El agua estaba en su punto exacto, ni tan frío ni tan caliente y, los chorros de agua que azotaban zonas específicas de la espalda y cuello, destensaron todas las contracciones que tenía acumuladas por el estrés, haciéndome gemir complacido por el suave masaje del agua.

En todo el tiempo que estuvimos dentro de la bañera, la pareja no se había separado mientras se sonreían enamorados y, notaba la mala cara que el chico bajo ponía, cuando me miraba de vez en cuando.

Sabía que estaba molesto por mi irresponsabilidad pero, ¿Qué podía hacer yo? Haría cualquier cosa por Taehyung y por la felicidad de este y no cambiaría mis planes nunca, aunque aquello, me costara la vida.

Deducí también que el castaño no sabía nada sobre mi enfermo estado, por la forma tan natural que tenía al actual conmigo y lo agradecí. Las deducciones del psicólogo habían fallado y me alegraba por ello.

Todos reímos de vez en cuando dentro de las aguas cálidas y nos despedimos una vez la 1 a.m. marcó en el reloj, dirigiéndonos a nuestras respectivas habitaciones con el fin de dormir.

—Estabas equivocado—le comenté al rubio una vez cerré la puerta de la habitación —Taehyung no sospecha nada sobre mi resfriado—sonreí algo débil.

—¿Estás seguro? Yo creo que estoy en lo correcto— remarcó, acostándose sobre el colchón una vez estuvo cambiado.

—No, te equivocas, él no sabe nada.

—Eso ya lo veremos—rodé los ojos divertido al ver el carácter confiado del mayor.

Una nueva faceta que conocí de él la noche del 24 de diciembre de 2008.

Los dos meses desde que lo había conocido como psicólogo, nunca había dejado de ser rutina el encontrarme con su rostro serio la mayoría del tiempo y con sus gafas de pasta negra sobre el puente de su redonda nariz —cosa que solo utilizaba cuando estaba trabajando—, todo lo contrario a lo que el chico era en realidad, una tierna y dulce persona con más energía de lo normal en alguien de su edad y que no había dejado de sorprenderme desde este mostró su lado amistoso por primera vez en mi habitación.

Debía admitir que, en ningún momento Jimin me había decepcionado y que, gracias a él, estaba pudiendo superar mis miedos, tanto la misofobia que tenía, como la homofobia y asco hacia la gente homosexual. Después de descubrir que él pertenecía a ese colectivo y conocerlo un poco más como persona, había sido consciente de que no todos los gays eran malas personas y él me demostró eso, no invadiendo mi espacio personal o soltando comentarios ofensivos hacia mi persona. Estaba más que agradecido con el rubio y también era consciente de que sentía afecto con él como el gran amigo que era.

Algo que mis padres se encargaron de enseñarme antes de fallecer era que, a las personas con las que te lleves bien o sientas afecto, debes demostrárselo lo más que puedas porque nunca sabes cuando la perderás.

Que razón tenían mis progenitores sobre que la vida está llena de sorpresas y no sabes cuando esta se va acabar.

—Jimin—lo llamé al ya estar ambos recostados en nuestras respectivas camas y, escuchado un leve sonido de su parte, dándome a entender que me escuchaba, proseguí—. Gracias por todo— no hubo respuesta de su parte pero supuse que se reincorporó para mirarme al escuchar sonidos en su lado de la habitación—. De verdad, gracias. No se que habría hecho sin ti.

—Creo que la fiebre te está afectando al cerebro...— reí por su comentario.

—Eres un idiota, déjame agradecerte sin hacerme pensar que me equivoco— reí de nuevo— Tonto.

—¿A quién llamas tonto, mocoso?— respondió con tono de burla, sabía que también reía.

—Al único tonto en esta habitación, ¿A quién va a ser?— decidí molestarlo.

—¿A, si? Ahora verás— tras aquello, sentí como el rubio se levantaba de su cama y, repentinamente, lo tenía subido sobre mi regazo, mientras sentía las cosquillas provocadas por él, no pudiendo retener mi risa y luchando por quitármelo del encima.

—¡Ya! ¡Jimin!— hablé entre risas—¡Detente! ¡Lo siento, no volveré a decirte tonto!— carcajeé una vez más. El chico detuvo sus movimientos tras oír mi rendición y me miro con una sonrisa de orgullo.

—Más te vale—añadió, dispuesto a bajarse de mi regazo.

Para mi suerte, su guardia estuvo baja en el momento en el que agarré de sus muñecas y en un rápido movimiento me posicioné encima de él, dejando sus manos sujetas sobre su cabeza y sentándome sobre su regazo con una sonrisa landina.

—Solo te llamaré idiota y enano— hablé sonriendo, observando como me miraba sorprendido por mi repentino accionar atrevido. Jimin sonrió divertido.

—Si fueses otra persona, te dejaría sin poder andar por días, cariño— dijo de forma provocativa, acercando su rostro al mío, sin llegar a tocarme.

En el momento en el que oí su insinuación, mi temperatura pareció aumentar aún más y mis rostro ardió en vergüenza, pero mi expresión se mostró sorprendida.

Me esperaba cualquier tipo de comentario excepto de ese tipo y el más bajo pareció reaccionar ante sus palabras, mirándome ahora, algo nervioso.

—Lo siento, yo no-

—No serías capaz— hablé, interrumpiéndolo y recibiendo una mirada confusa por su parte—. En todo caso, sería yo el que te dejaría sin andar— recalqué, obteniendo una carcajada por el mayor y viendo como sus músculo se destensaron al no haber sido un momento incómodo.

—Vayamos a dormir Kook o de veras te mostraré que te equivocas una vez más— con un rápido movimiento, consiguió zafarse de mi agarre y levantarse del colchón aún riendo. Reí con él y ambos nos propusimos dormir tras dar las buenas noches.

El problema fue cuando mi corazón parecía estar más despierto que nunca y latía desenfrenado, resonando en mis oídos aún nervioso y sorprendido por el acercamiento y la insinuación del pelirubio.

Mi órgano reclamaba en cada palpitar, ser tocado por más tiempo, con más intensidad por Jimin. Ser ensuciado por sus manos pequeñas y oírlo bromear una vez más sobre temas de quien era el macho alfa de los dos.

Me gustó estar tan cerca de Jimin y anhele que sus insinuaciones no se quedasen es míseras palabras y que, de verdad, me demostrase de que era capaz y...

Espera Jungkook, ¿Qué estas diciendo?

Al final terminé asumiendo que el rubio tenía razón cuando dijo que la fiebre me estaba afectado a la cabeza. Un Jungkook en un estado normal no pensaría nunca en ser corrompido por alguien...¿Cierto?
Quien iba a pensar que esos anhelos de ser tocado por el rubio algún día se volviesen realidad.

Holap :) Habéis visto ya el MV de Film Out? Si es así, alguien quedo aun más enamorado de los chicos como yo?

Nada mas ver a YoonGi creo que mi corazón reaccionó mal y creo que latió tan rápido que me rompió una costilla. ಥ‿ಥ

jajaja, No, es broma, estoy bien, más o menos, pero si que latió demasiado rápido al ver a YoonGi, siempre me pasa XD.

Bueno, si aun no lo han visto, les dejo el link para que lo vean (aunque esto se publicara el lunes y ya será algo tarde :')) Pero igual, de todas formas lo dejare el link para que se pasen a ver a los bbs hermosos :3

https://youtu.be/zFT3f9biz68

Quiero aclarar que la última parte del jikook ni yo me la esperaba, literal estaba como "qqk!!?" cuando la escribia y me gusto que Jimin fuese atrevido porque me representa. Yo soy así con mis amigos y me la paso ligando con todo el mundo XD, asi que me dió uno de esos momentos en los que te sientes diva y me representé en Jimin y pues... eso salió:D

Espero que les guste y ya saben, voten por él y me ayudarían mucho si lo comparten.

Gracias!!!

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