Capitulum XIII

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¿Alguna vez les habían dicho "te quiero"? ¿Si? ¿No? Bueno, si es así, concordaran conmigo de que es el sentimiento más bonito escuchar un "te quiero" y más si es de la persona que amas. Con dos simples palabras, tu día puede pasar de ser el peor a convertirse en uno que recordar. Solo dos palabras, ocho letras y un espacio son necesarias para hacer latir el corazón de las personas y llenarlas de felicidad y alegría.

Saber que alguien en el mundo te aprecia y se preocupa por ti es algo que todos querían tener, más, no todos logran adquirir con el paso de los años. Resulta deprimente saber que nadie te quiere y vela por ti, por que estés bien o que simplemente compartáis momentos divertidos entre risas. Saber que alguien te recordará.

Pero si vuestra respuesta a si alguna vez alguien os lo ha dicho fue negativa, entonces déjame adelantarte que escucharlo de una persona que te importa puede llegar a hacerte cambiar la forma de ver las cosas. De una pintura sin color, en blanco y negro, a un cuadro floral lleno de vida y emoción. Así me había sentido al oír la confesión del mayor minutos antes, emocionado y desbordante de vida.

Desde ese momento, ambos nos recostamos nuevamente en el sofá beige de la sala, compartiendo caricias dulces y disfrutando de la cercanía ajena con una sonrisa en nuestros rostros. Yo mantenía apoyada la cabeza sobre el pecho del castaño mientras este proporcionaba una especie de jugueteo con los mechones de mi pelo negro. Nos mantuvimos en esa posición por varios minutos, pero juraría que nunca podría cansarme de escuchar los risueños latidos del más bajo por lo armonioso que sonaban. Estos eran como la melodía perfecta a mi ver, tan perfectos y sincronizados con los míos. ¿Será qué nuestros corazones llevan una misma sintonía por el destino? Estaba comenzando a pensar que así era y, aquello, me hacía sonreír aún más ampliamente.

—Jungkook— levanté la cabeza para mirar al chico quien me reclamaba, asintiendo para que viese que poseía de toda mi atención—¿Yo te gusto?— preguntó. Mi respuesta fueron varios movimientos de cabeza afirmando, tan contento por mi respuesta como si la pregunta del mayor hubiese sido sobre la nota de un examen y mi resultado en la prueba fuese excelente— Entonces...¿Qué somos?

—¿Quieres ser algo?— me reincorporé para mirarlo, quedando cara a cara.

Como había dicho antes, no quería apresurarme. Si bien ya ambos sabíamos de los sentimientos amorosos del otro aún las inseguridades se encontraban presentes y no deseaba que, mi primera relación oficial, terminase de una mala forma, menos si era Jimin de quien se trataba.

El chico se encogió de hombros para responder.

—No es necesario de momento. Podemos seguir siendo amigos con algún tipo de derecho, ¿Te parece?— cuestionó. Negué con la cabeza varias veces, yo no quería ser su amigo, aquella palabra dicha por el castaño me dañaba en lo más profundo.

—Yo no quiero ser tu amigo, Jimin— el mayor hizo un puchero ante mis palabras.

—¿Volveremos a empezar con qué no quieres ser mi amigo como cuando estabas enfermo? Ya pasamos por eso, me costó mucho convencerte, ¿Otra vez tengo qué rogarte par-

Reí por lo tierno e infantil que estaba actuando. Se le veía realmente cohibido por mis palabras aunque todo fuese un malentendido por su parte. Yo no quería que se fuera de mi lado como en aquella ocasión, lo que no quería era que nuestra etiqueta de relación fuese "amigos". Yo no quería ser su amigo, yo anhelaba por ser algo más importante para el mayor. Lo interrumpí con mi risa mientras hablaba.

—No es que no quiera que no seas mi amigo y desaparezcas, lo que no quiero es ser solo eso, amigos... — mis últimas palabras salieron algo bajas por lo nervioso que estaba comenzando a ponerme de repente. ¿No hacía mucho calor? ¿El aire acondicionado se habría roto? El chico bajo sonrió, entendiendo lo que quería y asintió con la cabeza energético.

—Entiendo, entonces podemos ser lo que he dicho, amigos que no son amigos, ¿Si?— asentí con un leve sonrojo en las mejillas. Estaba feliz de que mis sentimientos fuesen correspondidos— ¡Genial!— se inclinó un poco a mí y robó un toque casto de labios para levantarse del sillón y caminar rumbo a la cocina. Antes de llegar se giró a mirarme— Por cierto, me gustaría que tuviésemos una sesión ¿Cuándo puedes?

—¿Qué?¿Por qué?— pregunté confuso mientras me levantaba y lo seguía por detrás. El mayor ya había entrado en la cocina y ahora se encontraba sentado en la mesa del lugar.

—Quiero hablar contigo como psicólogo. Entenderás que no sé que te sucedió ayer y me gustaría aclarar algunas cosas— se refirió a mi ataque la noche anterior.

Mencionar aquel tema que ya había olvidado por la burbuja de felicidad en la que me encontraba, me hizo tragar saliva duramente y evitar la mirada del castaño para ir a los armarios y sacar ingredientes con la intención de preparar nuestro desayuno.

— No es necesario... — intenté evitar el tema.

—Lo es, ¿Cuándo estás libre?— insistió, levantándose de su lugar para ayudarme a cocinar unas deliciosas tortitas. 

Suspiré rendido, sabía que cuando Jimin se proponía algo no desistía hasta conseguirlo y, que fuese tan cabezota, me gustaba en cierta forma. Terminé diciéndole que esa semana, el jueves era mi único día menos ajetreado y quedamos en vernos ese mismo día por la tarde en su casa. También acordamos que, después de la sesión, podríamos pasar el resto de la tarde juntos y luego charlar un rato más. Me gustó la idea de pasar tiempo junto a él, y el hecho de tener que hablar de lo mal que me sentí y la razón por la que colapse hacía unas horas, ya no era tan mala si después pasaría un rato agradable con Jimin, el chico que era mi amigo pero no tan amigo.

Nos encontrábamos desayunando sin ningún tipo de inconveniente, entre risas y charlas cuando mi teléfono resonó en la sala de estar, interrumpiéndonos. A penas eran las 8 a.m. y alguien ya reclamaba de mi atención un lunes, ¿De quien podría tratarse?

Disculpándome con el castaño, me levanté de la mesa en busca del sonido con el ceño fruncido al no esperar una llamada por parte de nadie. Relajé mi expresión una vez el nombre de mi superior estaba en la pantalla y contesté su llamada mientras regresaba con el más bajo quien degustaba su café con leche.

—Dime Tae—hablé saludando a la persona al otro lado de la línea, sentándome en la mesa del comedor y recibiendo una mirada curiosa por mi acompañante.

¿Jungkook? ¿Dónde estás?—su voz salió preocupada. ¿A caso sucedió algo?

—Estoy en casa, ¿Por qué? ¿Sucedió algo?— Jimin frunció sus cejas al oírme.

Necesito el informe del último caso. Hoy era la fecha límite y es urgente, ¿Lo tienes?

Mierda.

—¡Lo olvidé! ¡Lo siento! Te lo entregaré en 10 minutos.

Estaba en problemas. No le faltaría razón a mi jefe si ahora me etiquetaba como irresponsable. Estaba tan sumido en la alegría de compartir mis sentimiento con el más bajo, que olvidé mi trabajo y ahora debía apurarme en finalizar y dar el visto bueno a un documento del cual me hice cargo hacia unos días.

Tras unas palabras de que me diese prisa por parte del pelimenta, colgué la llamada y corrí al escritorio que se encontraba en la sala de estar. Me estaba empezando a estresar y el sol a penas se alzaba en el horizonte. Con un rápido movimiento, até mi cabello algo largo en una coleta y me senté en la silla giratoria para comenzar a teclear en el portátil.

El caso que llevaba era uno relacionado con hemodinámica por lo que la presencia del corazón era el daño principal. Un hombre de mediana edad llegó hacía unos días con problemas en su órgano y estaba buscando la mejor solución sin que fuese necesario el uso de un quirófano. Por suerte, antes de la salida de ayer con Taehyung, avancé bastante en aquellos informes y los documentos solo requerían de un último vistazo y una opinión, más mi firma. Era sencillo, pero revisarlo todo llevaba tiempo y debía transcribir algunas cosas.

Con algo de suerte, no tardaría más de 7 minutos en realizar el escrito y enviárselo a mi superior. Había pedido algo más de tiempo del necesario para asegurarme de que podría entregarlo. 

Con respecto al por qué ataba mi cabello, bueno, eso era una costumbre cada vez que debía trabajar. Mechones oscuros me tapaban la vista cuando bajaba la cabeza con la intención de redactar y encontré la solución en una goma de pelo. Recogerlo en una pequeña coleta no era especialmente mi estilo, era práctico y ayudaba a dejar mi vista descubierta. Era agradable ver que tenía delante sin la necesidad de estar retirando molestos mechones cada segundo, recogiéndolos detrás de las orejas para que estos volviesen a caer y cegarme de nuevo.

Me concentré en el trabajo cuando noté como una silueta entraba a la sala y caminaba a mi espalda. Me hubiese asustado si no fuese porque recordé que el castaño seguía allí. Observé como el chico se paraba junto a mí, portando la correspondiente taza que le había otorgado y, con miradas curiosas, examinaba mi escritorio con determinación. Parecía buscar algo, una foto, un escrito, documentos... lamentablemente, mi lugar de trabajo estaba bastante ordenado y, a excepción de un portalápices y varias hojas colocadas junto con el ordenador en el que tecleaba, no había nada más en la madera. 

—Te queda bien— comentó mientras se sentaba en unos de los sillones a mi derecha y sorbía de su bebida.

—¿La coleta?— pregunté sin despegar mi vista de la pantalla, no podía perder tiempo. El mayor asintió— Es molesto trabajar con el pelo largo, debo cortármelo.

—Me gusta tu cabello largo, no lo cortes— se acercó y acarició mi nuca haciéndome tensar todos los músculos por su contacto. Una sensación conocida se instaló ante su roce y temí de que mis sospechas fuesen ciertas—¿Es mucho lo qué tienes que hacer?

—No, solo unos minutos y termino. Lo siento— le di una corta mirada para seguir tecleando, ahora más tranquilo al ver como se sentaba de nuevo en el asiento y me miraba con una pequeña sonrisa.

Sentí sus ojos avellanas clavados en mi persona, aquello ocasionó nerviosismo al instante y concentrarme se volvió una acción difícil. Si tenía a la persona por la cual estaba flechado mirándome a metros de distancia después de confesar mis sentimientos y que ésta tuviese sus pupilas puestas en mí con aquella sonrisa tan risueña que a la vez me hacía derretir, ¿Quién no se pondría nervioso?

—¿Podrías no mirarme?— pregunté con notable nerviosismo en mi voz. Jimin sonrió y se levantó para acercarse de nuevo.

Intenté no prestarle atención y continuar con los documentos, solo debía enviarlos y todo estaría correcto.

—¿Por qué?— preguntó con cierta burla, parándose a mi lado— ¿Acaso te pones nervioso?— el castaño posó el recipiente de cerámica sobre el escritorio y giré mi rostro para mirar a otro lado y que no notase el sonrojo creciente de mis mejillas. El psicólogo carcajeó y negó con la cabeza divertido— Está bien, te dejaré en paz. Es gracioso que se sienta intimidado con alguien más bajo que usted, señor Jeon— se burló y aquello fue suficiente para que lo mirase desafiante mientras nuestras miradas retadoras se conectaban.

—Esta vez ha sido usted quien ha insinuado de su corta estatura, enano Park— sonreí de lado, escuchando el bufido incrédulo por mis palabras y como se cruzaba de brazos, alzando una de sus cejas.

Tuve que hacer un esfuerzo inhumano para contener la risa por la expresión del mayor y lo adorable que se veía de aquella forma, intentando aparentar estar molesto pero con un ligero puchero fruncido y abultando sus mejillas haciéndolo ver como una ardilla.

—¿Sabes? Me gustó más la forma en la que te referiste a mí ayer— como si hubiera encontrado la llave necesaria para abrir una puerta secreta y que esta accediese a una habitación donde habría cosas que podrían herirme o avergonzarme, Jimin sonrió en muestra de victoria y yo solo lo miré confundido, dejando de apreciar la pantalla enviando el documento al no saber a qué se refería en mayor.

—¿Ayer?—cuestioné, el chico asintió y se acercó un poco más a mí, provocante.

—Cuando yo estaba llorando y me llamaste pequeño— sentí mi rostro entero arder al escucharlo, juraría que incluso mis orejas tomaron un color carmesí por la vergüenza repentina.

No esperaba que se acordase, al menos, que no sacase en tema o lo utilizase en mi contra. Pero ahora conocía otra parte del mayor, una que conseguía ponerme nervioso y que pintaba mis mejillas de un rojo intenso a su gusto.

Sabía que el castaño podía llegar a ser descarado, pero aquello último, más que descarado fue en modo abusivo. Jimin me conocía lo suficiente como para saber dónde tocar y donde no. Era conocedor incluso de lo que yo sentía más que yo mismo, y también llevaba una parte de mi corazón consigo donde quiera que fuese.

No podía reclamarle nada, él era el chico al que amaba y daría todo con tal de que fuera feliz. Lo malo es que el chico parecía querer molestarme a todas horas y vaya si lo conseguía. Estaba más que claro el dominio de mis nervios del más bajo y, sinceramente, me gustaba demasiado.

Lo que no sabía Jimin, era que no me iba a dejar intimidar tan fácilmente. Levanté la cabeza mirándolo sin pizca de vergüenza en mis ojos aunque por dentro estaba temblando y todo mi rostro siguiese rojo. El castaño conectó su mirada y sonrió landino viéndome tan decidido.

—Ya veo, ya. ¿No me tienes ni una pizca de miedo, Jungkookie?— sus paso acortaron la única distancia entre nosotros y alzó su mano, dirigiéndola a mi mejilla carmesí.

El problema surgió cuando el más bajo preguntó sobre mi miedo e, inconscientemente, todo en mi interior se removió inquieto observando las imágenes en mi cabeza de aquel día donde un desconocido me preguntó lo mismo y esa misma persona cambió mi vida entera en solo unos minutos.

Los recuerdos pasaban por mis ojos, reviviendo todas las emociones y sensaciones de ese desagradable momento. El rojo de mi rostro desapareció dando lugar a un pálido por el reciente miedo y mi corazón bombeó con fuerza exaltado y, sin yo quererlo, la pequeña mano del mayor, con esos dedos regordidos típicos de un bebé y que tanto me gustaba mirar cuando hacía algo, se transformaron en la monstruosas mano del agresor, haciéndome temblar en la silla.

No podía dejar que me tocase, no un vez más o estaría perdido. Así que, con un rápido movimiento y con la mano ajena a centímetros de rozar mi cachete, corrí la silla hacía atrás provocando que su extremidad se quedase en el aire y este último gas llegase a mis pulmones, había contenido la respiración. El psicólogo me miró confundido, era obvio que no sabría el por qué ahora actuaba como un cachorro asustadizo cuando nos habíamos besado horas antes. Su mirada penetrante y confusa estaban haciendo que mis nervios regresasen. Mi estado actual era más que asustado y nada podría ayudarme más que estar solo. No quería echarlo, al fin y al cabo, había sido yo quién le ofreció resguardo del diluvio. Pero ahora la tormenta había cesado y ya nada retenía al mayor en mi departamento.

Pero claro, ¿Cómo decirle a la persona que acabas de rehuir y la cuál te está haciendo temblar por dentro que se marche porque sino puedes sufrir un ataque? En el colegio nunca te preparan para situaciones de este tipo y, claramente, no sabía cómo hacerlo.

—¿Jungkook?— llamó mi nombre con cierto asombro, verlo tan cohibido sin saber la razón de mis actos me hizo sentir culpable y triste.

—Lo siento, yo... debería terminar esto— señalé con la mirada el ordenador, evitando hacer contacto directo.

—Entiendo—murmuró triste, alejándose—. Debería irme, tengo una sesión esta tarde y debo prepararla.

—¿Quieres que te... acompañe?—le cuestioné.

No era muy inteligente por mi parte el preguntarle a la persona de la cual había huido y que, seguramente se sentía incómoda, el si acompañarlo, no sería agradable para ninguno de los dos, pero no quería dejar de estar a su lado incluso si el momento se tornó incómodo.

—No, está bien. Gracias por dejarme quedar, iré a cambiarme.

Sin más, el castaño desapareció en dirección al baño donde sus ropas se encontraban secando. No supe que más hacer que quedarme mirando la pantalla de la máquina, pensando en la forma descortés en la que había actuado antes y en cómo aquello afectaría ahora a nuestra relación. Tenía miedo.

Salió del aseo ya cambiado y se dirigió  al puerta de entrada, parándose antes de salir a mirarme.

—Nos veremos el jueves Jungkook, te espero— con eso último, desapareció, perdiéndose entre el pasillo del edificio y dejándome con una sensación de angustia y tristeza en el paladar.

Lo había fastidiado y bien, si todo parecía ir maravilloso, mis miedos y defectos debían estar ahí para estropear los mejores momentos y, la misofobia, no había fallado esta vez en dar en el punto que más me dolía, horribles recuerdos del pasado que llegaban a interferir en mi forma de ver al mayor.

Bufé molesto conmigo mismo, agarrando mi cabello con fuerza y tirando de el desesperado, me merecía todo el mal posible después de haber causado esa triste y confusa mirada en el castaño. Pero mi cabreo interno fue interrumpido con el ruido de mi teléfono una vez más en lo que llevaban de mañana.

Genial.

Rodé los ojos y contesté la llamada sin ver el emisor, no me importaba lo más mínimo, ahora nada más que el psicólogo lo hacía.

—¿Qué?—dije descortés.

¡WoW! Siento haber llamado, solo quería decirte que los documentos llegaron bien.

—¿Taehyung?— reconocí la voz al otro lado.

Mi superior sonó cohibido por la forma seca de mi responder y aquello solo me hizo sentir aún peor.

Las dos únicas personas que tenía y a las dos terminaba defraudando.

Soy yo. No sé con quién hayas peleado o que sucedió pero pareces molesto— río al oírme bufar por el mínimo de razón que tenía. No estaba enfadado con otra persona sino con mi propio ser—. ¿Quieres contarme?

—Hice la estupidez más grande del mundo. Soy un verdadero idiota, Tae.

¿Por qué? No creo que haya sido tan malo.

—¿Podemos vernos? Necesito de consuelo— fruncí un puchero recordando lo ocurrido con el psicólogo.

Estaba triste y requería de mi amigo por sus consejos y, más que nada, necesitaba que alguien me dijese que yo no había sido el mayor imbécil del planeta y que todo estaría bien, aunque no fuese verdad.

Voy, Kookie.

—Gracias.

[...]

—Espera, espera, repíteme de nuevo todo— pidió el pelimenta sentado en el sillón de la sala.

—Me llamó en mitad de la tormenta y vino a mi departamento, terminamos durmiendo juntos, me confesé y él también lo hizo, nos besamos, parecía que superé mi misofobia, luego me entró miedo y cuando fue a tocarme, lo rechacé, me miró con lástima y se fue— resumí por tercera vez los actos, obviando la parte en la que sufrí del mortal ataque y por la cual verdaderamente terminamos durmiendo juntos.

Taehyung había llegado hacía media hora y ahora nos encontrábamos sentados en los sillones de la gran sala de estar, yo recostado, mirando el blanco techo y mi superior intentando procesar todos los hechos narrados.

—No lo entiendo.

—¡Ya! No es tan difícil Tae— le reclamé porque llevábamos en el mismo punto muerto desde su llegada y la desesperación empezaba a carcomerme.

—¡Pero no es mi culpa! Entiéndeme Jungkook, te conozco y sé sobre tu fobia, pero que me digas que de un día a otro te has besado con alguien cuando llevas años sin ser tocado, es impactante.

—Ni yo mismo lo entiendo, por eso te necesito— me reincorporé en el asiento para mirarlo—. Dime que todo estará bien Tae, dime que todo ha sido un mal sueño y Jimin sigue aquí solo que está en otra habitación—le rogué. El chico me miró con algo de lástima y negó con su cabeza.

—Mira Kook, lo que creo es que Park sabe de tu problema, por eso os conocisteis, creo que él entiende como te sientes más que nadie y que no se sentirá molesto por lo que haya pasado— hizo una pausa para tomar aire—. Él es inteligente y si de verdad siente lo mismo de tú, eso significa que te quiere incluso con misofobia. Park sabía de tu problema desde el inicio y desde que lo conoces he visto muchos avances en ti, Jungkook—sonrió—, estoy seguro de que no tienes nada de que preocuparte, Park lo entenderás y todo estará bien, hablarás con él en unos días, ¿no?— asentí— Entonces con más razón debes pensar que no hay problema si él mismo te pidió hablar.

—Tienes razón, gracias Taehyung— le sonreí al pelimenta algo más reconfortado por sus palabras.

Mi superior tenía toda la razón, no tenía nada de lo que preocuparme y todo eran historietas en mi cabeza. Si realmente Jimin afirmaba quererme como yo lo hacía, entendería que mentalmente no estaba completamente bien y él sabía del motivo.

Me conoció por mi enfermedad y su objetivo fue ayudarme a tratarla. Nada ni nadie nunca me había hecho sentir de la forma en la que la presencia del bajo ocasionaba en mi sistema y, como el pelimenta había citado, desde la aparición del psicólogo en mi vida, mi enfermedad había mejorado notablemente, dando un paso tan grande como lo era el poder tocar cosas sin la necesidad de guantes o, siquiera, haber bebido de la misma taza que otra persona.

Creía que, la verdadera razón del por qué fui capaz de beber del recipiente, fue porque él había sido el portador de este. Él y nadie más. Y él había sido la persona con la que tiempo después había compartido mi primer toque de labios y a la cual mi corazón había latido en los últimos días.

Era él, era Jimin de quien hablaba y, sinceramente, pensar que el castaño era una persona sabia la cual me conocía bastante, me tranquilizaba, y la voz interna de mi cabeza afirmaba la veracidad en las palabras del peliverde. Conocía a Jimin lo suficiente y necesario como para sentir calma y alivio al saber que no era mala persona. Si la situación fuese otra, si en fondo yo le habría escondido de la misofobia que sentía al mayor y éste desconocía de mi razón inusual de actuar, temería por las verdaderas consecuencias. Pero no era el caso y una pizca de esperanza albergaba en mi alma sobre que no habría problema en nuestra siguiente sesión. Todo estaría bien.

—Créeme que la tengo, Jungkook—me sacó de la burbuja de reflexión en la que estaba—. Si Park es realmente como le conozco, no tienes de que preocuparte.

Le agradecí por sus palabras de consuelo. Taehyung era bueno consolando a las personas y parecía saber que decir y en qué momento. Era una gran persona y, más, un buen amigo. Lo quería.

Hablamos por unos minutos más, olvidándonos del tema del castaño y charlando sobre trabajo, proyectos, la pareja de mi jefe y más temas triviales. Se sentía bien hablar con alguien de vez en cuando, y ese alguien, era Taehyung.

—Creo que debería irme, tengo citas planeadas para esta tarde— interrumpió nuestra charla amena levantándose del asiento. Imité su acción.

—Claro. Por supuesto. Perdona por las molestias.

—No eres una molestia Kook, me gusta poder ayudarte— sonrió cálidamente y anduvo hacia la salida.

Antes de que saliese por la puerta decidí intentar algo. Necesitaba estar seguro o, sino, no dormiría esta noche.

—Taehyung.

—¿Hmm?—obtuve como respuesta, parándome a su lado.

Debía admitir que todo en mí temblaba por el simple hecho de lo que tenía pensado intentar, pero debía intentarlo, al menos eso.

—¿Puedo intentar...?— alcé mi mano, mostrándosela sin poder terminar la frase.

Mierda, los nervios me estaban matando y sentía el sudor frío recorrer mi frente.

Creía que no fueron suficientes más palabras cuando el pelimenta entendió a lo que me refería y sonrió levemente.

—Claro—alzó su mano dejándola a mi vista con la palma extendida.

Las manos de mi superior siempre me habían llamado la atención simplemente por lo hermosas que éstas lucían. Tal vez piensen, ¿Cómo puede verse una mano hermosa? Verán, existen muchos tipos y formas de manos; las mías, unas manos de forma cualquiera con unos dedos tamaño estándar, lo único que resaltaba en mi extremidad eran la cantidad de cortes y cicatrices de éstas por la insistencia al lavarlas.

También tenía consciencia de otro tipo de manos más pequeñas y con los dedos regorditos y cortos, como los de los bebés. Un buen ejemplo para este último, eran las manos de más bajo. Había poseído el tiempo de apreciarlas con detenimiento y llegué a amar la forma tan esbelta y compleja de sus manos.

Por último y para las que a mí especialmente llamaba mi atención, eran las grandes, firmes y con ligeras venas manos de Taehyung. Este hombre poseía de unas extremidades atractivas y con solo verlas te dejaban cuestionando como sería agarrarlas. Dedos largos y finos que te preguntabas cuál sería la diferencia de longitud con los tuyos propios. Las manos del hombre eran simplemente excepcionales. Me encantaban.

Volviendo al tema, el pelimenta captó mi indirecta y con lentitud acerqué mi palma a la suya. Quería comprobar si podía tocarlo o la incapacidad había regresado con mi último actuar asustadizo.

Pero, como en lo más hondo temía, no pude ni siquiera rozar la piel del chico y me achanté retrocediendo los centímetros acortados, disculpándome con mi superior y despidiéndome finalmente de él después de recibir un "no te preocupes" por su parte.

Suspiré rendido, dejándome caer en el sillón de nuevo una vez estuve solo en la sala. La mañana había empezado de una gran forma y terminó convirtiéndose en un pesadilla a medida que el tiempo transcurría, despertando con la cálida imagen del mayor como si fuera un ángel, durmiendo. Todo había llegado a estropearse, con una mísera pregunta que me hizo asustar al solo recordar mi pasado. Pero hablar con mi superior me había hecho calmar esa inquietud sobre que el castaño no quería volver a verme y me hizo sentir más tranquilo.

Jimin era una persona inteligente y me conocía lo suficiente para saber la razón de mi actuar, yo debía confiar en él y disculparme cuando volviese a tener la oportunidad. Si bien sabía que lo más probable era que el mayor no se hubiese enfadado después de la noche y el amanecer compartidos, él no merecía la forma en la que lo traté, como si fuese un infectado al cual temer. Eso nadie se lo merecía y menos un persona de alma tan cálida como la del psicólogo. Por ello, debía disculparme y rogarle que no se fuese de mi lado, si era el caso. Lo haría el jueves, el día en el que tendría la sesión en la cual hablar de cómo me sentía sin mentiras, sin secretos que esconder y dolores que alejarle a Jimin, porque podía confiar en él y tenía por seguro que era la persona que me ayudaría, aunque ni siquiera el chico fuese consciente de ello. Su sola presencia me reconfortaba y, saber que me quería, tal vez de la misma forma, me dabas ganas de seguir adelante y esforzarme en superar mi fobia.

Yo podía con esto si Jimin estaba a mi lado, de eso estaba seguro.

Hola (◍•ᴗ•◍)❤ siento muchísimo el retraso!!!(;ŏ﹏ŏ) Estuve cargada de exámenes y aún no los terminé. Peeero, que estoy!! Con un Cap algo más corto de lo normal pero un capítulo más :3
Quiero informar que a partir de ahora, las acotaciones, remarcaciones, cosas para añadir, como quieran llamarlo, las frases que yo añado en la historia entre (-) serán añadidas con rayas normales (—) entienden? Bueno, ya lo verán XD.
Sin más se lo dejaré por aquí, gracias una vez más a todos los que leen la historia, la comentan y comparten.
MUCHAS GRACIAS!!! (●♡∀♡)
Agradecería si compartiesen mis historias y espero que las disfruten.
Nos vemos pronto!!
( ◜‿◝ )♡

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