Capitulum XVIII

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Antes de comenzar a contarles sobre mi experiencia y todas las cosas que suceden en mi vida, déjenme aconsejarles que nunca, jamás, en sus vidas practiquen deporte. ¿Por qué? se preguntarán. Bueno, la respuesta es simple, ¡Porque luego te duele el cuerpo entero y no puedes moverte sin gemir adolorido!

La semana consiguiente a aquel día todo en mi dolía a mares y las lágrimas salían de mis ojos al sentir como si mis huesos crujían con cada movimiento. Deseé haber muerto aquel día en el gimnasio porque me hubiese ahorrado todo el dolor y sufrimiento que pasé por una semana entera. ¡Una semana!

Pero dejando eso a un lado –solo quería quejarme un rato del dolor que soporté por un puro capricho de ejercitarme– el tiempo siguió su curso, creía yo que algo rápido porque, sin darme cuenta, la primavera se esfumó y el abrasador calor de la nueva estación inundó las calles de Busan.

¿En qué momento las plantas dieron a entender que sus frutos ya estaban listos o los estudiantes contaban sus días para las vacaciones de verano? No lo sabía, el tiempo al lado del mayor pasaba como si fuese un suspiro y apenas tuve el tiempo de reaccionar a la holeada de calor que estaba azotando en la ciudad. Juraría que los arboles se derretirían y el suelo se volvería liquido por las altas temperaturas. Hacía un calor infernal y para mi desgracia, mi departamento no tenía aire acondicionado.

Tal vez tengan algunas preguntas como dónde estaba yo ahora o dónde se encontraba el mayor. Bien, las responderé a su tiempo.

Primero, déjenme informarles que hacía tres días que no veía al más bajo. ¿Por qué? Bueno, básicamente porque aquel no se encontraba en el país. Si, como lo oyen, Jimin había partido hacía tres días en un vuelo a Francia en busca de mejorar su nivel laboral obteniendo un título de profesor para que lo dejasen ejercer en la universidad como maestro. Por supuesto, mi confusión fue la misma que la vuestra cuando me enteré de eso apenas desperté la tarde del problema con el Sr.Cho. Jimin me explicó con clama que hacía unos días, la oficina central de psicología de París lo había invitado a unas practicas para obtener el título necesario y poder dar clase sobre su trabajo. Me dijo que estaba pensando en si aceptar o no y que le gustaría saber de mi opinión. Claramente, yo estaba triste por pensar que se iría por ni más ni menos un periodo eterno de cinco meses, nos encontrábamos a principios de junio y el mayor regresaría a finales de octubre si decidía partir hacia aquel país. Pero tuve que dejar mis sentimientos a un lado y aconsejarle que aceptase ir. Aparté todos los malos pensamientos que rondaron mi mente al saberlo, el pensar que podría encontrar a alguien más estando allí o que se olvidaría de mí si no nos veíamos seguido. Dejé todo eso en lo más profundo de mi corazón y le sonreí, dándole fuerzas para que aceptase y mejorase en su carrera. Me hizo caso. Después de hablar un poco sobre el tema y enterarme de que al parecer, Jimin hablaba el ingles y el francés con fluidez a demás del coreano –cosa que desconocía– el mayor hizo una llamada informando que si asistiría al curso y le tomó unos minutos reunir toda la información necesaria para partir, siendo esta la fecha y hora de partida del vuelo a diez días de aquel.

Le acompañe al aeropuerto y nos despedimos, yo con el corazón en la mano y sintiendo como si una parte de mi alma se fuese en aquel avión con el mayor para darle fuerza. Después de su partida me tiré en el sillón de la sala de estar observando la planta de aloe vera que con el paso del tiempo había comenzado a dejar ver la pequeña yema de una flor. Era hermosa. Parecía frágil y delicada pero a la vez, mantenía con un toque vivo al resto de la mata. Sonreí al simbolizar aquella planta que el mayor me entregó en un estado seco y enfermizo con mis sentimientos por el mismo. Si me paraba a pensar, podía ver que, a medida que aquella flor crecía y las hojas de las maceta cogían un color verdoso y brillante, mi corazón se sentía de la misma forma. Tal vez sea algún tipo de planta mágica que sabe como me siento, pensé. Pero aquello era imposible por mucho que intentase buscarle una explicación. Por eso decidí prestarle más atención a aquel ser vivo verdoso y observar como iba cambiando.

Volviendo a las cuestiones anteriores, Jimin se encontraba en París, probablemente durmiendo por el cambio de hora. Pero yo no. Días después de la partida del castaño, una opción de como borrar el aburrimiento de mi mente al no tener a un bajo a mi lado que me distrajese, decidí tomar mis días de descanso en el trabajo y dirigirme a Nam-gu, pueblo en Busan donde yo había nacido y localización actual donde mi hermana, Min Hwa, me había comentado que pasaría una semana en la casa de nuestros padres.

Me pareció una buena idea pasar unos días junto a mi familiar más cercano y no tardé en hacer las maletas y partir hacia la estación. Como pueden imaginarse, el viaje no fue nada agradable para mí. Hacía mucho tiempo que no subía a un tren por el pavor que sentía hacia los gérmenes del lugar y el estrecho contacto que se creaba entre el resto de pasajeros. Pero ahora me veía capaz, creía que podría montar en aquel tipo de trasporte poco higiénico y así lo hice.

Volver a apreciar la fachada de mi antigua casa, me trajo muchos recuerdos. Algo se contrajo en mi interior, latidos nostálgicos azotaron mi caja torácica y mordí mi labio apretando con fuerza el manillar de las maletas al, imágenes de mis difuntos padres, aparecerse en mi retina. Saqué las llaves. No podía romperme a llorar en medio de la calle después de casi 13 años de aquel suceso. No debía.

Y, ¡Mierda! Dejé caer las llaves al suelo, sobresaltándome al escuchar mi todo de llamada en el bolsillo de atrás, ¿Quién será?

—¿Hola?

Buenos días, Kook, ¿ya comiste?me sorprendió oír la voz del castaño a esa hora. Se suponía que eran las 7 a.m. allí, en Francia.

—¿Jimin? ¿Qué haces despierto?—le pregunté, dejando las maletas a un lado y recostándome sobre la pared más cercana, sonriendo al imaginarme al mayor recién levantado.

Tengo que madrugar si no quiero llegar tarde y pensé que quizás me echabas de menos— sonó burlón.

—Mucho—afirmé y el chico río al otro lado.

Se supone que no debes darme la razóncomentó gracioso.

—¿Cómo quieres que lo haga si te extraño?— el psicólogo volvió a carcajear y sonreí con timidez.

Yo también te extraño...

—¿Jungkook?— Jimin fue interrumpido con una voz a mi lado y me tiré a mirarla. Era ella—¡Por dios, Kook! ¿¡Cómo se te ocurre crecer tanto!? ¿Qué va ha ser de mí?— reí contento al verla y me separé de la pared para acercarme.

—Jimin, tengo que irme, hablamos más tarde.

Claro, cuídate asentí y colgué la llamada para prestarle toda mi atención a aquella mujer que se paraba frente a mí, sonriendo. La observé con burla.

—No puedo detener mi crecimiento, enana— carcajeé cuando la chica morena frunció un tierno puchero por mis palabras y terminó riendo conmigo—. Me alegro de verte, Min Hwa.

—Yo también, Kook, te eché de menos— declaró acercándose a la puerta para abrila. La seguí por detrás, cargando mis maletas—. Creo que pasó casi un año desde la última vez que nos vimos ¿Cierto?— asentí, entrando a aquella residencia y siguiendo a mi hermana quien parecía haber regresado de la compra por estar cargando unas bolsas llenas de alimentos— Tienes que llamarme más, mocoso. Ya no sé si estás bien o no si no te llamo yo.

—Oh, vamos Noona, tengo cosas que hacer— fruncí un puchero sentándome en una de las sillas del gran comedor, observando como la morena guardaba los alimentos comprados en sus respectivos lugares—. ¿Cuánto llevas aquí?— le pregunté.

—Llegué hace unos días, me fue complicado venir antes por el trabajo—respondió y se giró a mirarme con una sonrisa traviesa.

Min Hwa se convirtió en mi ejemplo a seguir después de la partida de mis progenitores. Ella siguió adelante, por los dos, manteniendo la cabeza en alto y luchando por llevarnos en el camino correcto. Me respetaba. Llevábamos más de una década sin mantener ningún tipo de roce o contacto. Yo se lo negaba siempre o huía ante un posible toque. Era mi hermana y me dolía ver ese brillo trise en sus ojos cada vez que, sin querer, se acercaba demasiado y yo la rehuía. No era un perro pulgoso o una rata llena de bacterias, era mi hermana y aquello me lastimaba en sobremanera.

Pero, a pesar de todo el daño que la causé y seguía haciéndole, ella no se apartó nunca de mi lado y siempre se lo agradecería eternamente. Podrán pensar, "es tu hermana y, ¿no puedes tocarla?" Bueno, la respuesta es un rotundo no. Creía en lo más profundo de mi corazón que si, por alguna circunstancia la morena llegaba a tocarme, descubriría todo mi dolor, vería los recuerdos que yo poseía sobre aquel día trágico en el callejón y como mi alma se corrompió por completo a tan temprana edad. Tenía miedo de que si me rozaba todo saldría a la luz y Min Hwa me repudiaría como la persona infectada que yo era. Porque si, yo era un enfermo que poseía un alma contaminada desde hacía años.

La conocía bien, sabía que ella no era es clase de persona, pero aún así tenía miedo de que se decepcionase de mí. Por eso no le conté sobre Jimin y mi avance de poder tocar a alguien a mi hermana, no quería que ella supiera de eso, aún no.

—¿Quién era?—preguntó pícara y levantando sus cejas.

Rodé los ojos. Sabía que se estaba refiriendo a mi llamada con el mayor pero, como había dicho, ella no podía saberlo. Me hice el tonto.

—¿De quién hablas?

—Sabes de quién hablo, ¿Era tu novia a caso?

—Solo era...un amigo...— mi pecho se oprimió al pensar en el más bajo como un simple amigo. Escondí una mueca de disgusto por mis palabras tras un rostro serio, estaba seguro de que la morena no lo dejaría así.

—¿Te gusta?— preguntó curiosa y negué con la cabeza. Necesitaría un óscar después de esta gran actuación.

—Solo era un amigo, Min— ella frunció su ceño al oír mi tono de voz defensivo y se giró para seguir guardando las cosas, rindiéndose.

Suspiré más tranquilo al saber que no preguntaría más sobre el castaño y me levanté, dando por hecho que nuestra conversación había terminado.

—¿A dónde vas?— preguntó al verme en la puerta del comedor.

—Iré a mi habitación, quiero descansar un rato y ducharme si puedo— comenté. Min Hwa asintió.

—Comeremos en un rato, no tardes mucho. Quiero seguir hablando con mi hermano pequeño— bufé con molestia y salí de la sala rumbo a mi vieja habitación.

La morena sabía que se refiriese a mí como "pequeño", no era completamente de mi agrado, no por un motivo concreto, sino más bien porque toda mi vida me había visto como el protector de la chica y que ella me llamase pequeño me hacía ver débil y vulnerable. No me gustaba y Min Hwa lo sabía, pero lo utilizaba cuando quería molestarme y cuando me regañaba y usaba nuestra edad de referencia. Era una buena hermana mayor, sin dudas.

Estornudé por el polvo que había en el lugar cuando entré a la habitación al final del pasillo de la segunda planta. Todo seguía igual. Mi cama pegada a la pared, el escritorio conteniendo algunas fotografías sobre la madera y el armario aún conservando el viejo compartimento secreto donde solía guardar mi diario. Todo seguía idéntico desde hacía una década a excepción del polvo y alguna que otra caja en el suelo, por medio. Un sentimiento de nostalgia me invadió al recordar aquella libreta donde yo anotaba lo que pasaba en mis días, ¿seguiría allí? Tenía esperanzas de aquel viejo diario que utilizaba a mis 7 años no hubiese sido comido por las polillas o los bichos que hubiesen entrado en el lugar por la inhabitavilidad de la casa.

Mi corazón latió con fuerza al encontrar lo que buscaba, seguía ahí. No tardé en reconocer el pequeño libro en el compartimiento del armario y con rapidez lo tomé para sentarme en el colchón y ojearlo. Sentía como la adrenalina recorría mi cuerpo y se estremecía al sentir el contacto de las hojas de aquella libreta. ¿Habría aquí alguna información para encontrar a mi pequeño amigo, Mochi? Tenía una mínima esperanza de que fuera así. Lo abrí con miedo a romperlo, llevaba muchos años entre las puertas de un armario, podría dañarse con facilidad.

5 de mayo de 1994

Hoy en la escuela obtuve un 10 en matemáticas. Papá y mamá me felicitaron y Nonna me regaló un caramelo. Era de limón, mi favorito.

También estuve con Mochi y jugamos en el parque. Cada día que pasa hay algo extraño en mi corazón cuando lo veo, es extraño... Le pregunté a mamá qué podría ser y ella dijo que tal vez era porque nosotros jugábamos mucho y terminábamos cansados, pero no creo que sea eso. Es raro...no sé...

Solo espero que Mochi no se vaya nunca de mi lado o estaré muy triste, él me prometió quedarse siempre conmigo. Le quiero mucho.

Comencé a leer mi diario narrado de niño, apenas tenía siete primaveras y me sorprendió que supiese escribir bastante bien de pequeño. Pasé a la siguiente página.

23 de junio de 1994

Hoy fui con Mochi al parque de atracciones. ¡Fue genial! Su mamá nos llevó allí y nos montamos en un montón de cosas divertidas. Yo estaba asustado, había atracciones que eran muy altas y me daban miedo, pero Mochi me agarró la mano y no la soltó hasta que terminó el día.

Creo que esto que siento cuando estoy con él es algo que leímos hoy en clase de literatura, se llamaba amor. La maestra dijo que el amor era un sentimiento muy bonito y que significa que quieres estar siempre con esa persona que te lo provoca, que no quieres que esa persona esté mal y que quieres estar siempre a su lado pase lo que pase. Yo le dije que sentía amor por Mochi y la maestra me miró de una forma que me hizo sentir triste. No se por qué, pero no me importó. Yo quiero a Mochi, yo lo amo.

Estaba comenzando a sentir la angustia instalarse en mi pecho. ¿De verdad mi amor por aquel niño pelinegro fue tan fuerte? Mi yo pequeño me lo confirmaba con este diario pero no recordaba haberme confesado nunca, ¿Estará el día de mi confesión escrito?

Con el corazón en la garganta por cualquier cosa que pudiese descubrir sobre mi amigo de la infancia, deslicé unas hojas más adelante.

9 de abril de 1996

Ha empezado la primavera y no se por qué mamá decidió hacer limpieza de la casa. Por suerte, encontré mi diario, lo perdí hace tiempo. ¿Qué tal diario? ¿Te aburriste sin mí?

Ya han pasado dos años desde la última vez que escribí en ti y el amor que siento por Mochi no ha desaparecido. Tengo casi 9 años y estoy como un loco enamorado de este chico con el pelo negro. No habría problema si no fuese por eso... porque ambos somos hombres.

Se que está mal, dos chicos no pueden estar juntos pero... ¿Por qué siento como si lo único que me importase fuera estar con él y nada más? Cuando estoy con Mochi mi mundo desaparece y todo se pinta de un color de rosa. Me encanta la sensación que Mochi me hace sentir y , más, cuando me besa. Siento que es algo prohibido lo que tenemos, pero no quiero que se acabe nunca.

Querido diario, dime que hacer por favor, han pasado dos años y no puedo sacar a este chico de mi cabeza, ¿estoy realmente mal por amar a un hombre? ¿Debería alejarlo cuando coge mi mano o besa mi mejilla?

Por favor, dime que hacer.

Mi cuerpo se congelo al leer aquello.

Si bien tenía entendido, yo estuve completamente enamorado de Mochi y, por lo que leí, el parecía corresponderme. Sabía que en aquella edad la homosexualidad era algo mal vista para mí. Nunca creí que llegase a gustarme un hombre y menos que fuese mi amigo pelinegro del cual seguía sin saber su nombre real.

Yo lo amaba, o al menos lo hice, eso estaba claro pero, ¿él lo hacía conmigo? Parecía que si, parecía como si este diario hubiese sido escrito por el protagonista de un drama romántico y viviese en una fantasía.

Leer aquello me hizo recordar muchas cosas. El día que fuimos al parque de atracciones y, como bien había dicho la libreta, Mochi sostuvo mi mano y no la soltó por el resto del día. Cuando hicimos una carrera en el parque al que solíamos ir y acabamos en el suelo riendo, o cuando un día, el pelinegro se enfrentó a unos chicos de mi clase que me estaban molestando. Él era muy valiente y amable, cosas como aquellas fueron las que llegaron a enamorarme.

—¿Qué estas haciendo?— la morena de mi hermana entró por la puerta con una mirada curiosa. Su vista se dirigió al diario y rápidamente me miró sonriendo— Tu diario. ¿Dónde estaba?— cogió la libreta y comenzó a ojearla.

Pensar que podría ver lo que yo escribí de niño respecto a mis sentimientos con aquel muchacho me hizo alterar y se lo arrebaté con fuerza en un descuido, haciendo que la chica frunciese sus labios en un puchero y me mirase pidiendo por leer el contenido. Pero, oh no, eso no iba a pasar.

—Es secreto, no te diré—Min Hwa gruñó molesta por mi respuesta y alzó las manos en señal de rendición. Un suspiro aliviado se instaló en mis labios cuando vi a la chica alejarse en dirección a la puerta.

—Como quieras—dijo, saliendo de la habitación—. La comida está lista— declaró.

—En seguida voy— mi hermana asintió y se retiró al comedor donde una deliciosa comida me esperaba.

Lo que más me gustaba de estar con mi pariente de sangre eran los deliciosos platos que cocinaba, no me cansaría nunca de ellos.

Y, como había dicho, corrí a tomar una ducha rápida y borrar los rastros del viaje de mi piel para bajar y tener una agradable charla con la morena mientras degustábamos su cocina.

—Noona— la llamé a mitad del almuerzo y la muchacha alzó la cabeza— ¿Recuerdas a Mochi? El chico con el que siempre jugaba de pequeño— le pregunté y ella pareció pararse a pensar.

—Mochi... ¡Oh! ¿Ese niño pelinegro con el que pasabas las tardes jugando?— asentí esperanzado de que pudiese ayudarme con mi investigación— Lo recuerdo, ¿Qué pasa con él? ¿Os habéis estado viendo?— preguntó, pero esta vez negué.

—Lo estoy buscando. Hace poco lo recordé y me entró curiosidad sobre él, ¿No sabes nada que pueda ayudarme?

—Lo siento Kookie, no recuerdo nada, ya hace mucho tiempo que no vemos a ese niño— volví a asentir con la cabeza, esta vez de una forma decaída y triste.

La única persona que podría ayudarme a encontrar a quien fue mi primer amor hizo que mis esperanzas se esfumasen como en un resoplido y suspiré rendido. No había oportunidad de volver a verle y era obvio desde el principio. Yo no podía llegar y, de repente, esperar que un muchacho de algo más de 20 años estuviese esperando por mí. Era imposible y además, Mochi era brillante en el pasado, estaba seguro de que se habría mudado a otro país y ahora fuese alguien quien estuviese siempre ocupado con un gran trabajo como CEO o director de alguna empresa. Él era simplemente excepcional.

[. . .]

Mis días de vacaciones se acabaron y con ellos llego la hora de despedir a la morena. Pasé un tiempo agradable a su lado y aquello me ayudó a olvidar lo lejos que se encontraba el psicólogo mientras yo veía una película junto a mi familiar.

Como cualquier hermana curiosa que no ha visto a su pequeño hermano problemático por meses, sus preguntas curiosas se convirtieron en una especie de interrogatorio del cual no tuve escapatoria. Comenzó cuestionando sobre mi trabajo, mis compañeros y si tenía algún amigo cercano; qué solía hacer por las tardes o si había cambiado el sabor de mi helado favorito. No fue difícil responder aquello, pero el asunto se tornó algo más complicado cuando comenzó a preguntar sobre mi fobia y no me quedó de otra que decirle que estaba viéndome con un psicólogo, claramente, omitiendo la parte de los besos y los sentimientos, centrándome solo en la parte profesional de la relación que manteníamos Jimin y yo.

El rostro de Min Hwa se tornó sorprendida al escuchar que yo asistía a terapia desde hacía casi un año. Más tarde, me regañó por no haberle contado en nuestras llamadas diarias y amenazó con visitar al mayor para que hablase con ella sobre mi fobia. Rápidamente, me negué asustado a que se acercase al castaño y puse la escusa de que no manteníamos una relación cercana como para presentarle a alguien.

Min Hwa no era idiota, mucho menos estúpida y no poseía únicamente de una cara bonita y una buen cuerpo, ella era inteligente, demasiado, y también poseía de un sexto sentido para detectar las mentiras. Creía que todas las mujeres nacían con esa habilidad de poder notar cuando una persona les esta mintiendo u oler el peligro antes de que este tuviese la posibilidad de acercarse. Era sorprendente las veces que mi progenitora me había reñido por mentirla y no entendía como hacía para descubrirme si yo solía ser un buen mentiroso...Tal vez Jimin tenga razón y deba hacerme un test para ver si soy mitómano.

Dejando eso a un lado, hablamos del más bajo, sobre mi jefe y Mochi. Este último me dejaba un sentimiento angustioso en el pecho cada vez que lo pensaba o lo mencionaba. Decidí dejar de pensar en él, sería imposible encontrarlo y eso mi hermana, me lo dejó en claro cuando me comentó sobre que, unos meses antes de que nosotros regresásemos a casa después del período con mis tíos en la otra punta de Corea, la familia del pelinegro se hubiese mudado a otra parte de Busan, que la morena no recordaba pero si sabía sobre su partida.

Todo cobró sentido cuando me lo explicó. El por qué las horas que esperaba al pelinegro de mi amigo en aquel parque que reclamamos como nuestro y el hecho de que él no apareciera era porque no estaba aquí. Me sentí algo mejor al saber que no me había abandonado porque lo quiso así. Simplemente, su traslado no le había permitido volver a verme al igual que mi partida a otra ciudad. El destino lo había querido de esa forma y así, estaba bien.

Sonreí nostálgico una última vez y me despedí de la morena, prometiéndome que vendría a verme dentro de unos meses y que, pasara lo que pasara, quería conocer al psicólogo. Reí divertido por su insistencia y regresé a la ciudad principal de Busan, dejando la parte de mi corazón que amó a aquel niño que marcó mi pasado, en aquel pueblo y decidido a olvidarlo para siempre.

Regresé a casa, las cosas siguieron igual de pesadas con el trabajo y los meses siguieron transcurriendo. No faltaban las noches en las que mi cuerpo entero anhelaba al mayor y desprendía desesperación allí por donde pasase por volver a verlo. Pude hacerlo por dos días. Jimin regresó a mediados de agosto en un fin de semana que tenía libre y no me separé de él en ese período de tiempo. Disfruté de su calor al estar abrazados y de sus besos tiernos con los cuales tenía que ponerse de puntillas para llegar y sorprenderme con sus tiernos labios. Amé a ese chico con todo mi corazón por dos días y dos noches. Pero no duró demasiado y la soledad me bañó de nuevo cuando el castaño se vio obligado a partir de nuevo hacia París, la ciudad del amor.

Me deprimí el resto del tiempo solo y, lo único que podía hacer para mantener mi mente ocupada, era trabajar. Le pedí al pelimenta que me cargase de trabajo porque sino, estaba seguro que pasaría el día entero penado en Jimin y aquello se convertía en una tediosa daga directa a mi pecho.

Gracias a las horas extra trabajadas, me ofrecieron en el tener una semana más de vacaciones que al principio negué en aceptar. Pero un chico con una sonrisa cuadrada y su pareja de cabellera oscura me obligaron a admitir los días libres y me llevaron con ellos a una escapada en mitad del campo. Si, como lo oyen, en mitad de la montaña, con una temperatura elevada y bichos por todas partes, durmiendo en tiendas de campaña y encendiendo hogueras en la oscuridad de la noche.

Dudé en si aceptar o no. Tenía miedo de que, en mitad de la noche, a la pareja se le ocurriera estar de enamorados y me tocase escuchar como ellos disfrutaban de roces y caricias que yo, a diferencia de ellos, aún no podía brindarle al mayor. Sabía que eso me destrozaría el alma y la haría pedacitos pequeños que alguien debería recoger más tarde y no me apetecía presenciar esa escena. Pero la pareja terminó convenciéndome de escaparme por unos días a las montañas de Hwangnyeongsan cuando mencionaron que una cuarta persona asistiría con nosotros. No sabía de quien se trataba, pero estaría bien siempre y cuando no estuviese yo solo con aquellos tórtolos que, aunque ahora no me dolía como antes ver como se demuestran su amor, me recordaban a Jimin y los kilómetros alejados que este se encontraba.

Pero quizás si fue una mala idea aceptar cuando descubrí de quien se trataba esa cierta persona. Estarán pensando, ¿Quién es? Podría denominarse como mi peor pesadilla o un koala energético que se agarra a tu pierna y no te suelta por más que forcejees, siguiéndote a donde quiera que vayas, incluso si te niegas. Así es como yo tenía en mente que era Lee Jogin, el muchacho pelirrojo que había comentado tiempo atrás y que, como había dicho, parecía tener cierto entusiasmo si se trataba de mí.

No me molestaba al principio porque pensé que no habría problemas si era poco el tiempo que lo vería, pero no imaginé que el muchacho fuese unido a mi superior y este se hubiese tomado la libertad de invitarlo a venir con nosotros.

Una parte de mí estaba molesta con Taehyung cuando el chico pelirrojo se encontraba en el asiento trasero del auto de mi superior, esperando por recogerme y así, partir hacia nuestro destino. Incluso, me planteé en no subir a aquel vehículo y poner algún tipo de escusa como que me había enfermado o un asunto importante había surgido a último momento. Pero yo no era así y no quería hacer sentir mal a nadie si de repente me negaba a ir así que, con toda la calma del mundo, sonreí como pude, agarrando mi bolsa de equipaje con la otra mano y, rezándole al cielo porque nada sucediese aquella escapada, subí al auto para emprender rumbo a una nueva aventura en mi vida.

¿Quieren un consejo? Nunca juzguen a nadie sin conocerlo aún. Si les soy sincero, quedé encantado con Jogin. Era casi como el castaño pero más joven y con mucha más energía. Intenté rehuirlo en el camino de ida, mirando por la venta o revisando mi teléfono, más, me fue imposible no entablar conversación con el cómodo ambiente en el auto que, tanto Sumin como el pelirrojo, se encargaban de crear. Me uní a su conversación como por un impulso, fue como si estuviera tentado a hablar y no miento si digo que esa fue la mejor charla de mi vida. No hablamos de nada en especial, pero se sintió como si la conferencia más interesante de mi vida estuviese siendo dada por el muchacho sentado a mi lado y me perdí en su voz. Debía admitir que sentí un nuevo gusto de inmediato al oírlo hablar.

Algo que me alivió y que no debía dar por alto era que, al menos, cada uno poseíamos de una tienda de campaña y saco diferente por lo que no debería compartir calor corporal ni contacto con nadie.

Lo que pensé que solo serviría como una distracción de unos días y un infierno convertido en horno por el calor del verano, terminó siendo una aventura con recuerdos que memorar en un futuro. Me atreví a conocer y acercarme a Jogin, el chico me habló de que aún era un estudiante a cirugía pero que se esforzaba por conseguir ser fijo. Le di mi ánimo, su imagen me recordaba a mis tiempos de estudiantes y un brillo similar al que yo portaba cuando el mundo de la medicina aún era un universo increíble por descubrir y estaba ansioso por conseguir mi título. Me encargué de conocer a aquel muchacho y que este me librase de la ausencia del psicólogo por el tiempo juntos.

No le oculté nada a Jimin. En una de nuestras muchas llamadas le informé sobre que iría con Taehyung y su novia de acampada y aquel me dijo que me divirtiera. También le comenté más tarde sobre la presencia de aquel chico pelirrojo que vino personalmente a recogernos a la puerta del hospital y el castaño actuó de la misma manera, aconsejándome que me relajase porque últimamente había trabajado mucho. Asentí y repetí sus mismas palabras. Aunque no estuviésemos viéndonos, podía notar su tono cansado al otro lado de la línea y me preocupaba el estado del bajo. Solo esperaba por los dos meses que faltaban para su regreso y lo recibiría en un gran abrazo del que no se soltaría cuando aquel apareciese por las puertas del aeropuerto.

Me divertí, disfruté y carcajeé cuando mi superior fue atacado por unas ardillas que vinieron a robarles sus patatas Lay,s y el chico tuvo que pelear por la comida con unos roedores siete veces mas pequeños a su tamaño. En la defensa del pelimenta, añadiré que las ardillas son seres peligroso y llenos de enfermedades que estoy seguro de que harían cualquier cosa por comida. Esos animales parecían tener mucho hambre para ponerse a perseguir ladera abajo a un humano que solo intentaba saborear sus snack y el cual estaba completamente seguro que se convertiría en un meme viral en YouTube cunado el practicante a medicina colgase el video que grabamos del momento.

Para suerte de Taehyung, no todos los que le acompañábamos en la acampada disfrutábamos su combate por las patatas y la morena fue a su rescate, dándoles pedazos de pan a los roedores para que dejasen tranquilo a su pareja y extinguiendo nuestras risas cuando todo se calmó.

Ver a Sumin alimentando aquellos animalitos salvajes me recordó a Disney, cuando las princesas y protagonistas de la mayoría de historias tienen un gran vínculo con los animales y, les hubiese jurado por lo que más quería que, la chica se trataba de una princesa Disney si no fuera porque, al quedarse sin alimento para los roedores, estos se dieron la vuelta y regresaron por el mismo camino por el que habían venido, siendo perseguidos por Sumin al querer seguir estando con las ardillas y viendo como estaba se tropezaba y caía al suelo, llenándose de hojas y tierra.

"¿Lo has grabado?" fue lo que le pregunté al pelirrojo mientras ambos tratábamos de ahogar las carcajadas que amenazaban con salir e inundar el bosque entero. Jogin afirmó con su teléfono alzado y apuntando en dirección a la chica quien se había levantado de la tierra y sacudía sus ropas manchadas. Pero, al notar que la estábamos filmando, la morena nos gritó preguntando por qué hacíamos. Estaba molesta y apretaba su mandíbula de forma amenazante.

Aquello fue el detonante a grandes y fuertes carcajadas por parte del muchacho y mías y eso dió comienzo a la mejor persecución de mi vida, donde el pelirrojo y yo escapábamos de -la armada con una rama- Sumin y su cabello alborotado portando las hojas de la caída.

Sonreí y lloré de la risa, estaba contento y estaba bien. Todo estaba resultando agradable y para mi sorpresa entablé una gran amistad con el muchacho joven al ver que teníamos muchas cosas en común. Pero no todo podrían ser buenos sentimientos y en el fondo me dolía esconderle a aquel buen chico sobre mi condición. Jogin no sabía sobre mi misofobia y por ello a veces me tensaba al sentir como nuestras pieles rozaban o se acercaba de más. No le dije nada, no quería estropear aquella relación que estábamos forjando y Taehyung me regañó por ello. Él pudo apreciar mi actuar nervioso cuando el contacto surgía y me aconsejaba que me sincerase con el chico antes de seguir adelante para conocerlo. Pero simplemente no podía y eso se debía a que aquel joven me había confesado que yo era toda una celebridad para él y que me admiraba en demasía. Me sentí mal por él, simplemente porque estaba alabando a la persona equivocada, yo no tenía nada bueno. Pero por más que le negué que yo era alguien excepcional, Jogin insistió y me hizo bien saber que al menos servía como motivación a alguien por la cirugía. Estaba feliz al menos por eso.

Nuestro viaje acabó bien, si quieren que alguna vez les cuente más sobre ello será en otra ocasión porque ahora no quedaban más que otra tediosa y cansada semana para que Jimin regresara y mi piel se erizó con el simple pensamiento de ello. No experimenté una verano mejor que aquel, rodeado de las personas que quería y compartiendo momentos con ellos. Disfruté de regresar a mi antiguo hogar y los recuerdos nostálgicos que este me brindaba. Vi a mi hermana después de mucho tiempo, la había echado de menos más de lo que creía y debía admitir que las ganas por ir y abrazarla estuvieron presentes cada segundo en mi cabeza, pero no lo hice, por miedo a que ella supiese qué era lo que yo pensaba.

Compartí con Jimin un finde semana que, aunque solo hubiésemos paseado y hablado un poco del viaje del psicólogo, yo lo admiré como el mejor fin de semana de todo el verano.

Me aventuré en una escapada a la montaña con la pareja más graciosa y tierna que conocía y sus locas aventuras con las ardillas me hicieron el año entero.

Y me di la oportunidad de conocer a alguien que hubiese sido impensable para mí mantener una conversación fuera del ámbito profesional. Pero lo hice, y me enorgullecí al ver como mi vida estaba volviendo a ser la misma, a ser una vida llena de felicidad y que yo había dado por perdida durante mucho tiempo. Estaba regresando a ser feliz pero no viviendo en el pasado, no, esta era mi felicidad de ahora y me la estaba ganando con esfuerzo y dedicación a las personas que quería. Yo estaba superándome una vez más y estaba seguro de que mi camino en busca de la cura a la misofobia estaba siendo largo, si, pero yo no iba a dejar de avanzar ahora por muchos obstáculos que el destino interpusiera y estaba decidido a superarlos todos. Porque ya no estaba intentando superarme por otras personas. Ahora, lo estaba haciendo por mí mismo, y eso, era lo mejor de todo.


Lee Jogin

Buenas!! Estoy muy contenta con este cap, no se porq pero me gusta bastante ('∩。• ᵕ •。∩')
Quiero agradecerles por todo su apoyo en Misophobie, de verdad son los mejores (╥﹏╥)
Y les dejo por aquí un nuevo cap, espero q lo disfruten y si es así voten por él ^^ así q nada.
Gracias de nuevo y sigan dándole mucho amor a Misophobie, ya no estamos tan lejos del final ෆ╹ .̮ ╹ෆ
Gracias por leer! ( ◜‿◝ )♡

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