Epílogo

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* Línea temporal: meses después de mudarse junto a Jennie (Lisa 20 años).

Hace frío.

Llueve afuera mientras las horas pasan, minutos silenciosos solamente interrumpidos por el leve clip clap de las gotas que impactan en la ventana.

Lisa observa a todos lados de su habitación, donde sus peluches duermen en total calma mientras ella se muere de ansiedad ahí dentro, sola, envidiosa de que sea la única intranquila en toda la habitación. Nunca le ha gustado particularmente la lluvia y teme, a cada segundo que pasa, que esa llovizna de otoño se convierta en una tormenta monstruosa que haga rugir al cielo y, consecuentemente, gritar a Lisa.

Un alargado suspiro se extiende por la habitación cuando Lisa se hace bolita bajo las mantas, escuchando que la lluvia ha tomado fuerza y ese repiqueteo suave es ahora una carrerilla de gordas gotas que caen una sobre otra, más rápido y mucho más fuerte. Cierra los ojitos con fuerza y se abraza de Cony, su conejita, quien la hace sentir un poco más valiente.

Sin embargo, ni siquiera Cony puede ayudarla cuando el primer trueno se escucha lo suficientemente cerca, haciéndola salir disparada de su cama y abrir la puerta con fuerza. Lisa llega frente a la puerta de Mami, quien la mantiene abierta siempre por si algo llegara a ocurrir y vaya que está ocurriendo, pues la menor se siente tan asustada que está a punto de lanzarse a la cama para temblar ahí dentro y abrazar a Jennie con fuerza. Está aterrada, pero parte de ella sabe que no sería correcto lanzarse así sin más, invadir la cama de Mami y decirle que...

—¡¡¡Mami!!!

Jennie despierta de golpe el momento en el que Lisa grita, segundos antes de meterse a la cama y solo pocos segundos después de que ese monstruoso trueno hiciera crujir los vidrios. No sabe qué la despertó, si el trueno o el grito pero poco le importa cuando siente a Lisa enroscada a su lado, sujeta como un koala y temblando como gelatina.

Se talla la cara torpemente y atina únicamente a rodearla con sus brazos, tratando de calmar a la chica que se aferra a ella como un salvavidas. No puede verle la cara porque está escondida en su costado, pero sabe que está llorando cuando siente la tela de su camiseta humedecerse.

—¿Lisa-ah? —llama Jennie con cuidado, recibiendo como respuesta a la menor abrazándose con más fuerza—. ¿Bebé, que ocurre?

—Llueve —susurra la chica, alzando apenas la vista. El corazón de Jennie se oprime con dolor al verle las mejillas encharcadas—. Y no me gusta...

Jennie entiende entonces que a Lisa le asustan los truenos, quizás un poco más de lo que a la gente comúnmente le asustan. Sin embargo, no tiene tiempo de pensar en ello cuando siente que tira de la tela de su camiseta, llamando su atención. La mayor se remueve un poco, tratando de hacerla verle a la cara.

—Lili, estás helada —le explica, siempre mirándola a los ojos para que se concentre en ella y solo ella—. Necesitas más mantas, iré por ellas y te daré un té, ¿de acuerdo?

La menor asiente suavemente.

—¿Vas a volver?

—Por supuesto que sí mi amor.

Lisa quiere hacer otra pregunta pero prefiere asentir en silencio.

—Eso es, esa es mi niña valiente —le besa frente suavemente antes de retirarse por completo, saliendo de las tibias mantas al helado suelo—. Volveré pronto, lo prometo.

Para mantener su promesa, Jennie corre rápidamente a la cocina, donde a movimientos veloces y un poco torpes porque todavía no despierta del todo, coloca el agua en una taza para meter al microondas con una bolsita de té dentro. Se lava la cara con rapidez y llena su boca de agua para, al momento de sonar la alarma del microondas, escupir y volver con Lisa quien la espera sentadita en la cama, cubierta con la manta.

La imagen le rompe el corazón, muy por el contrario de la que Lisa recibe: Jennie con la camiseta mojada y los ojos bien abiertos, mucho más asustada que ella.

La menor sonríe poquito, apenas perceptible, cuando Jennie coloca la taza en el buró a su lado, vertiendo la miel dentro.

—¿Mami? —Jennie responde con un "¿Mmm?", moviendo la cuchara dentro de la taza—. ¿Por qué estás mojada?

La mayor se detiene un momento, analizando que efectivamente se secó la cara con su camiseta de pijama.

—Uhm, yo... No tenía una toalla, cariño.

Y agradece muchísimo que Lisa no la esté mirando mientras busca las mantas extra en el closet, porque se siente torpe y nerviosa de haberse puesto en evidencia. Estaba tan preocupada por la menor que en las prisas por no dejarla terminó en ese estado.

—Aquí —deja ambas mantas sobre la cama, al pie de Lisa y extiende la taza para la menor quien la toma con cuidado—. Ahora, hay que ponerte calentita...

Lisa observa como Mami le cubre con una y luego otra manta, con cuidado y paciencia, dejándola
perfectamente arropadita mientras bebe de su té de manzanilla con miel. Cuando termina, Jennie tira de su camiseta hacia arriba (quedando en sostén, porque sí, aveces duerme con el) para sacarla frente a los ojos de una sonrojada Lili que trata con todas sus fuerzas de no verla mientras busca otra en el closet.

Cuando la encuentra, se dispone a usarla metiendo un brazo en la manga. Sin embargo, una vocecita la sobresalta.

—¡No! —Lisa se cubre la boca inmediatamente después, absolutamente colorada cuando Jennie la mira desde su sitio en la habitación—. Y-yo... no dije, no quería...

Jennie le sonríe de lado, bajando el brazo junto a la camiseta.

—¿No quieres que la use?

—¡Ah, yo no dije eso! —y aunque quiera convencerse de ello, el sonrojo de su rostro la delata terriblemente.

La mayor la mira con media sonrisa coqueta, aproximándose a entrar a la cama junto a la chica que tiembla contra la taza, misma que retira con cuidado y deja en el buró. Se recuesta totalmente y tomando a Lisa de la cintura, la une a su pecho, donde la abraza con fuerza y una gran sonrisa.

—Bueno, no voy a usarla, pero tendrás que abrazarme para no pasar frío.

Lisa asiente, nerviosa y apenada por tener a Jennie tan cerca y tan poco vestida, peligrosamente cerca suyo su pecho firme y brazos fuertes que la rodean, como el mejor y más seguro escudo contra cualquier miedo que existe en el mundo. Lisa cierra los ojos y respira el aroma suave que desprende la piel de Jennie, escuchando el latir tranquilo de su corazón contra su oído. Se siente segura, se siente en paz y a la vez tiene unas terribles ganas de alejarse presa del bochorno que le da tener así a Jennie

Si, llevaban meses viviendo juntas como pareja. Por supuesto que en ese tiempo pasaron cosas, situaciones románticas y eróticas que iban subiendo tranquilamente de nivel, siempre a ritmo de Lisa quien curiosa se dejaba llevar en esos besos y caricias largas y tranquilas que compartían de vez en vez, algunas un poco más apasionadas que la dejaban con los labios hinchados y la respiración difícil.

Pero eso, por mucho que hubieran compartido, definitivamente la hacía sentirse ansiosa, deseando poder llenar de besos y tocar el torso de Mami.

—¿Qué piensas? —pregunta Jennie con los ojos cerrados, acariciando el cabello de la menor entre sus brazos.

—No pienso en nada... Importante. ¿Por qué?

Kim se ríe sutilmente.

—Estás moviéndote mucho, puedo sentir tus piesitos ansiosos —abre los ojos con cuidado, mirando directamente a la chica que le ve con sorpresa—. Cuando piensas mucho en algo te pones ansiosa.

Lisa se lleva el índice a los labios en ese gesto peculiar que por mucho que pasen los años, no lo abandona.

—Ah... Yo... Estaba pensando si podía besarte, Mami...

Jennie la aleja lo suficiente para verla, con las cejas alzadas.

—¿Por qué me pides permiso para eso, mi amor? Sabes que puedes hacerlo siempre que quieras —y le deja un largo beso en la frente—. Mami es tuya, solo para ti. Puedes besarla tooodo el día...

Lisa sube la mirada hacia su mentón, donde deja un beso, seguido de dos en cada lado del cuello y se le escapa una pequeña risa cuando Jennie sonríe al besarle Lisa los labios muchas veces, una después de la otra. Se deshacen en risas y besitos fugaces hasta que otro trueno estalla en el cielo, haciendo a la menor crisparse de inmediato y esconderse en el pecho de Jennie, quien la abraza con fuerza.

—Shhh... Ya está, está bien mi amor... Estás a salvo... —tranquiliza, sobando su espalda—. Estoy aquí, Lili, estás a salvo...

La respiración de la pelinegra se ralentiza suavemente, hasta tomar un ritmo controlado. En todo momento y sin detenerse hasta que puede escucharla respirar en calma, Jennie la acaricia con dulzura, haciendo círculos en su espalda. La lluvia no cesa y Lisa ha comenzado incluso a reaccionar a los truenos más lejanos, aquellos que se escuchan amortiguados.

—Cariño, mírame —pide con un tono indulgente y suave, alzando el mentón de la menor hasta que sus ojos se encuentran.

Los profundos pozos oscuros le devuelven miedo junto a su reflejo, empañados esos ojos que hacen que cada milímetro de su cuerpo se sienta débil, a los que no puede negarles absolutamente nada y significan, la luz en sus días mas oscuros.

Jennie se inclina para besarla, absolutamente llevado por el inundante sentimiento de desesperación al ver llorar a Lisa. La chica devuelve el beso con la misma fuerza que lo recibe, aferrándose al salvavidas que aleja sus miedos y temores, dándole únicamente paz y cariño. Las manos de Jennie bajan suavemente por su abdomen, delinean su cintura y hacen camino entre sus muslos, como cada vez que se besan sin frenos y hasta que se les acabe el aire.

Lisa suspira contra los labios de la mayor, quien esperando que suceda como siempre que ha sido demasiado lejos para su pequeña, se detiene para mirarla a los ojos, esperando su respuesta. Sin embargo esta vez no hay respuesta, ni un sólo sonido que provenga de esos dulces labios que atacan los suyos con desespero, corriendo Lisa sus dedos por el cabello oscuro y desordenado de la mayor. Pueden escuchar sus suspiros fuertes y la forma errática en la que sus labios chocan, pero poco importa cuando Lisa acaricia sin pudor ni vergüenza el pecho desnudo de Mami, por primera vez.

La pequeña baja a su cuello y ahí deposita un camino pintado de besos hasta las clavículas de Jennie, quien echa la cabeza hacia atrás y se deja hacer absolutamente complacida. Cuando sus ojos se encuentran de nuevo, hay un rubor sutil en el rostro de la menor, quien sonríe dulcemente.

—Quería hacerlo desde hace mucho... —se sincera, jugando con sus dedos en el pecho de Jennie—. ¿Estuvo mal?

Jennie le alza el rostro con el dedo índice, negando en silencio.

—Toda tuya, ¿recuerdas?

Lisa asiente apenas una sola vez, abrumada.

—Mami...

—¿Mmm?

Lisa se coloca sobre las piernas de la mayor, cubriéndose la espalda con las mantas. Por reflejo, Jennie le sujeta de la cintura.

—Yo... Yo también quiero ser toda de Mami. Solo suya...

Jennie le responde con una sonrisa, llevándola hacia su pecho para comenzar a besarla de nuevo, repartiendo besos en todo su rostro. La recuesta contra el colchón y al salir de las tibias mantas, siente el frío del ambiente golpearla de lleno, pero le da absolutamente igual cuando su pequeña se cubre el rostro con ambas manos y abre de a poco sus piernas, invitándole a colocarse en medio de ellas, de rodillas en el colchón. Jennie le besa las manos, susurrando: —¿Estás segura de esto?

Lisa asiente, con cada poro de su cuerpo emanando confianza ciega por la mujer que le besa los muslos y le acaricia los tobillos de arriba a abajo. Está a punto de lanzarse al vacío sin paracaídas, sabiendo que Jennie estará ahí para sujetarla cuando caiga.

—Absolutamente...

Jennie le besa la frente antes de tomar con sus manos la ropa interior de Lisa y bajarla lentamente, capturando cada gesto de la menor en su memoria para guardarlo por siempre. La forma en la que sus nariz se encoge cuando pasa las puntas de sus dedos entre sus muslos, el suave susurro que exhala cuando sus labios besan todos sus lunares, como aprieta los ojos a medida que las manos de Jennie estimulan su entrada y los pequeños temblores que dan sus labios entre besos, tratando de controlarlos sin mucho éxito la chica bajo sus manos.

El calor de Lisa es suave, es abrumador y opaca al frío de afuera. Poco a poco, entre besos y caricias  bien colocadas, la temperatura del cuarto sube a medida que incrementan los suspiros y gemidos, entre palabras dulces.

Lisa sisea entre dientes al sentir la primera intromisión de un dígito en su entrada, siendo distraída rápidamente por la mayor quien se encarga de besarla en ese sitio que la vuelve loca.
La escucha susurrar un quedo "Pídelo y me detendré" al que responde negando con la cabeza, apenas mirando bajo sus párpados a la mujer que la observa desde arriba, retirando el cabello húmedo de su frente.

—Estoy bien —susurra Lisa, con la voz pintada de éxtasis.

Y tras un suave movimiento de manos, Jennie entiende el mensaje, dedicándose a preparar a la menor. Ayudada de lubricante, paciencia y muchos besos haciendo gemir a la chica, Lisa parece estar lista cuando empuja con fuerza, al ritmo de la mano de Jennie manipulando su interior con maestría.

—Por favor... —es el dulce susurro que escapa de sus labios rosas contra los ajenos, al sentir la mano de Jennie deslizarse fuera—. Te quiero ahora...

Jennie sella sus labios antes de posicionarse. Abre los labios, lista para soltar la pregunta que ronda su mente, para decirle a Lisa que todavía puede negarse y todo será siendo igual entre ellas, pero los ojos nublados de la menor la miran desde abajo, con una dulce sonrisa en sus labios.

—¿Qué sucede?

Lisa niega lentamente con la cabeza, los ojos cerrados y una sonrisa que se hace más grande.

—Solo te amo. Como... Demasiado.

Jennie sonríe de vuelta y le besa los labios lentamente, a medida que entra en ella, de forma lenta y suave, siempre procurando la menor. El primer impulso de Lisa es abrazarla, con los brazos al rededor de su torso. Un suave gemido sale de sus labios al mismo tiempo, su cabeza se recarga en su hombro y su espalda vuelve a tocar el colchón cuando se deja ir hacia atrás, gimiendo alto y con una mano entre sus dientes que Jennie retira con la respiración acelerada.

—Quiero escuchart....

Lisa gime alto al sentir la primera estocada de aquellos delgados dedos, apretando con fuerza sus labios. La mano desocupada de Jennie la acaricia y sujetan con fe, con amor, con cuidado.

Puede ver a Jennie respirando con dificultad y sonríe, de pensarse tan plena al lado de la persona que ama y piensa amar hasta que un día no despierte más. Sonríe y siente sus ojos nublados, riendo entre lágrimas de alegría al notar una gota caer en su abdomen, proveniente de los ojos de Jennie que ahora la miran con pestañas cubiertas de rocío.

—Te amo, mi ángel... —susurra la mayor, tan solo para que Lisa la escuche.

Lisa sonríe con los ojos cerrados, absolutamente plena, con la definición de amor y felicidad en las manos.

Este libro ha llegado definitivamente a su fin, muchas gracias por todo el apoyo, espero que lo hayan disfrutado.

Y por cierto, si quieren seguir leyendo este tipo de contenido, he publicado dos libros de one shot's (no sólo jenlisa, son de los ships de lisa con blackpink). Uno con temática únicamente +18/smut y el otro ya de géneros más variados, donde podrán encontrar del romance más tierno hasta los relatos más tristes.

Ojo que por comodidad propia, todo esto lo he publicado en mi cuenta secundaria (jennietop).

Si están integrados, ¡los espero!

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