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~No quiero estar sola,

Sólo quiero ser tuya...

Haerin estaba realmente molesta.

¿Cómo mierda Niki consiguió su número?

Sintió vibrar su celular mientras preparaba un café, Bahiyyih esperando las tazas para llevarlas a la mesa cinco, y estuvo a punto de contestar para mandarlo al diablo.

Pero no podía hacerlo, no si no quería que Niki se molestara.

Y cuando Niki se molestaba...

Se estremeció al recordar como el mayor la acorralaba diciéndole cosas con su voz alfa. Como que se quedara quieta, que no dijera nada mientras sus manos enormes la acariciaban.

Nunca llegó a propasarse, no realmente, pero, aunque no lo hiciera, Haerin lo sentía como un abuso.

El móvil dejó de vibrar y suspiró, cansada. Recibió minutos antes un mensaje de Niki invitándola a una fiesta esa noche, en la casa de Jay, pero Haerin no le contestó. No pensaba pasarse por esa fiesta, ni siquiera lo consideró un segundo: una fiesta con tantos alfas, con Niki rondando... Prefería ahorrarse el mal momento.

Además, Xiaoting dijo que debía estudiar esa noche, Karina y Minjeong tenían una cita, Yujin cuidaría a su hermana menor, Bahiyyih pidió salir más temprano, y ella tendría que esperar a que su jefe llegara para cerrar el lugar.

No tenía ganas de nada en ese momento. Volvió a tener una pesadilla.

Y sumado al hecho de que Minji y Danielle estaban tomando algo, como cada tarde, tenía los nervios más alterados de costumbre.

Se sobresaltó cuando su móvil volvió a sonar y estuvo a punto de derramar el té que preparó para Danielle sobre la alfa.

—Lo siento —murmuró desganada, dejando el batido que Minji pidió frente a la azabache, haciendo después lo mismo con el té.

A las nueve y media podrás irte, se dijo, ignorando la vibración en su bolsillo, luego podrás llegar a casa y acostarte.

Al menos, eso pretendía. Solo esperaba que Dongyul no comenzara a molestarla, como siempre.

—Te ves distraída.

Parpadeó, viendo que fue Minji quien habló.

Pero no la estaba mirando, solo jugueteaba con la bombilla de su batido.

Desde hace varios días que la alfa lucía alejada, más fría de lo normal, y eso realmente le extrañaba. Se acostumbró demasiado a su actitud alegre, explosiva.

—Minji tiene razón —concedió Danielle—. ¿Te sientes bien?

La más bajita rascó su nuca, tragando saliva.

—Sí, no es nada —murmuró, antes de marcharse.

Minji enarcó una ceja, mirando a su amiga y tratando de ignorar el hecho de que seguía sin tener muchos avances con la omega. Y ahora estaba más irritada porque el día anterior Danielle le dijo, directamente, que tenía el número de Haerin y pensaba invitarla a cenar el próximo fin de semana.

Si no hubiera sido por la poca dignidad que le quedaba, Minji habría insistido en que le diera el número, o a pesar de que sabía de antemano que no obtendría nada.

Danielle frunció un poco el ceño.

—Lleva así por días —contestó como si no fuera nada, desinteresada.

Pero Minji estaba un poco sorprendida con las palabras de su amiga: Danielle, normalmente, no solía darse cuenta de esas cosas a menos que tuviera realmente interés en ello. Entonces, eso significaba que estuvo observando con detenimiento a la omega los últimos días.

La alfa miró de reojo a Haerin, que limpiaba una mesa recién desocupada, y no pudo evitar pensar que la chica era bonita, en especial cuando sonreía. Haerin no sonreía muy a menudo.

Marsh soltó un resoplido.

—Mamá me está molestando otra vez —gruñó con una expresión de irritación—. Quiere que vaya a cenar con los padres de Dayeon y ella en una hora.

—¿Oh? —Minji sonrió un poco divertida—. ¿Acaso quiere sellar el compromiso?

—Está loca si cree que voy a decir que sí —murmuró, antes de ponerse de pie—, pero lamentablemente tendré que ir si no quiero que me moleste por todo lo que queda de noche —sacó dinero, dejándolo sobre la mesa.

—Pobre Dayeon —se burló Minji, sin sentirlo realmente.

Danielle bufó, girándose para ir donde Haerin, quedándose un momento conversando con ella.

Minji desvió la vista, incómoda, sintiendo como la omega definitivamente lucía más relajada y cómoda al lado de la de cabello castaño, a diferencia de ella.

¿Qué mierda hizo mal?

Bien, coquetearle al principio definitivamente no fue lo correcto, pero luego se comportó como una dama, siempre educada y amable. Sin embargo, a la chica pareció haberse quedado con aquella imagen coqueta, presumida de la alfa, y no iba a olvidarla con facilidad.

Vio a Danielle marcharse, y miró su celular, pensando en alguna manera de obtener su número.

Tal vez si se quedaba hasta que cerraran, podría aprovechar el obvio momento a solas para hacerlo. Lo usaría para comportarse de forma tímida, suave, como una colegiala, con la que podría, tal vez, obtener algo. No esperaba mucho, de todas formas.

Con Haerin, siendo honesta, no sabía muy bien qué esperar.

Y no sabía si eso le gustaba o le desesperaba más de lo normal.

***

Danielle dejó salir un suspiro mientras se deslizaba en el asiento, su madre mirándola con una ceja enarcada. Los Kim todavía no llegaban.

Observó a su madre, viendo su rostro tan parecido al suyo, sólo más maduro y cuidado, y desvió la vista al notar sus ojos claros viéndola con enfado.

—¿Qué hice ahora? —preguntó, inexpresiva.

Marsh Hyemin se cruzó de brazos, el elegante vestido que cubría su cuerpo dándole un aire más precioso y llamativo.

Danielle no podía creer como era posible que su padre tuviera otro omega cuando su madre parecía ser lo bastante hermosa para uno. Sin embargo, entendía también que la personalidad agotadora de la mujer desesperaba a cualquier persona. Dani apenas podía con ella.

—Los padres de Dayeon me dijeron que su hija no ha sido marcada por ti —la voz de la mujer sonaba furiosa—. ¿Se puede saber qué estás pensando? ¡Dayeon es un buen partido!

Mierda, quería comenzar enseguida con los gritos.

Detuvo a un mozo del lugar, pidiéndole una copa de vino de la mejor viña del restaurante.

—No me gusta Dayeon —se limitó a decir.

La mujer frunció los labios, sus cejas arrugándose como si no entendiera las palabras de su hija.

—¿Y eso qué?

El mozo llegó, sirviéndole el vino, y Danielle no dudó en beber un poco para tratar de hacer esa cena más pasable.

—Que si no me gusta —gruñó, como si le estuviera explicando la situación a una niña pequeña—, entonces no la voy a marcar.

Hyemin soltó un chasquido en señal de molestia, cruzándose de brazos como si no pudiera entender el por qué la actitud negativa de su hija, por qué no aceptaba su situación.

—¿Tienes a otra omega acaso? —dijo, entrecerrando los ojos.

—¿Y si la tuviera qué?

La omega enmudeció con sorpresa.

Danielle la miró con claro desafío, sus ojos entrecerrados, mientras se apoyaba en el respaldo de la silla, sin abandonar su expresión aburrida.

—No puedes...

—Buenas noches, señora Marsh, Danielle.

Hyemin suavizó su expresión inmediatamente, poniendo una sonrisa encantadora mientras se ponía de pie para saludar a Kim Minhyuk, padre de Dayeon, junto a su mujer, Choi Jinri. Detrás de ellos, con una sonrisa tímida y vestida de una forma elegante, estaba Dayeon con la vista baja.

—Buenas noches, señores Kim —saludó Hyemin, en tanto la familia saludaba ahora a Danielle, que seguía con una expresión tranquila.

—Buenas noches —fue lo único que dijo Danielle a modo de saludo.

—Hola, Danielle —dijo nerviosamente la muchacha, pestañeando con, lo que supuso la castaña, seducción -una torpe seducción- que no le provocó nada, sólo lástima.

La ignoró, sentándose sin decir algo, mirando la carta.

Humillada, la chica se sentó a su lado, mordiendo su labio inferior.

Sus padres no hicieron mención alguna de ello, después de todo, el padre era un alfa y no enfrentaría a otra alfa por un tema que la joven debía ver. Por lo demás, si un omega le llamaba la atención a Danielle... Hyemin podía ser fría y dura con su hija en privado, pero no lo sería en público.

Si el padre de Danielle se enteraba de que su primera mujer le levantaba la voz a un alfa, la tendría que castigar, y Hyemin tenía claro eso.

—¿Cómo ha estado la universidad, Danielle? —preguntó el padre de Dayeon.

—Bien, he aprobado todos los ramos —contestó con orgullo.

—Eres una hija ejemplar —dijo Jinri, sonriendo con suavidad—, ¿no es así Dayeon? No entiendo por qué quiso entrar a estudiar, siendo que no trabajará cuando seas su alfa.

Enarcó una ceja con lentitud y su mamá la miró furiosa, diciéndole sólo con su expresión que no se atreviera a contradecir a la mujer. Pero si no lo hacía, tenía claro que eso sólo ilusionaría a la chica y a su familia, y prefería cortar de raíz con toda esa parafernalia.

—Disculpe, señora Kim —dijo con la voz firme, y su mamá le pisó el pie por debajo de la mesa. Danielle le lanzó una mirada de advertencia, tan parecida a la de su padre que la mujer se acobardó—, pero Dayeon no es ni será mi omega dentro de un futuro cercano. Su hija, lamentablemente, no me interesa mucho.

Corto, preciso y claro.

Hubo un silencio tenso en la mesa.

—Tu padre, Danielle... —comenzó a decir Minhyuk con impaciencia.

—A mi padre le da igual quién sea mi pareja —respondió la castaña, calmada—, no está interesado en buscarme algún omega y obligarme a marcarlo —luego, miró a la rubia, que parecía a punto de romper a llorar—. Mereces a alguien que realmente te quiera, Dayeon —declaró, llamando su atención—, y si te marco, te haré miserable. Es así de simple.

La muchacha asintió velozmente, aunque era claro que no lucía muy convencida.

Pero Danielle no haría más. No iba a insistir en ese matrimonio arreglado que su mamá quería hacer para llamar la atención de su esposo -Hyemin tuvo la suerte de ser la primera omega de un alfa, sin embargo, su papá no la tenía como prioridad: pasaba seis meses con ella, y otros seis meses con su otra omega, con quien también tenía un hijo-, y no se obligaría a complacer a su madre.

Soltó un chasquido, el mozo llegando, y todo el mundo pidió algo para cenar.

Todavía quedaba una larga velada, por lo que Danielle estaba al tanto de que su mamá seguiría insistiendo en el tema hasta que una de las dos cediera.

Sin embargo, Danielle no cedería, para nada, y si tenía que comportarse como una alfa déspota, lo haría. Su madre no iba a manejar su vida a gusto suyo.

***

El café estaba casi vacío a esa hora.

Bueno, sólo quedaba ella y Minji, que leía un libro para pasar el momento. Bahiyyih se marchó hacia bastante, y Kazuha acababa de irse, diciéndole que cualquier problema que tuviera -haciendo referencia a la alfa- no dudara en llamarla.

Terminó de limpiar una mesa, suspirando, antes de sentir su celular vibrar.

Si era Niki otra vez...

Miró el mensaje, y una sonrisa tiró de la comisura de su boca.

Danielle:

Estoy totalmente aburrida en una cena, Haerin.

Creo que me suicidaré.

¿Todo bien por allá?

Era el primer mensaje que recibía de Danielle, y de alguna manera, le alegró la noche.

Haerin:

Síp, todo bien.

Ugh, estoy muerta.

Llegaré sólo a dormir.

¿Cena familiar o qué?

Siguió limpiando la mesa contigua, tarareando en voz baja, esperando la respuesta de la alfa, que llegaría minutos después, e ignoró por completo que Minji la estaba observando de reojo.

La alfa sentía que estallaría de rabia.

Tenía claro que era Danielle quién estaba mensajeando a Haerin, después de todo, la omega parecía esbozar esa sonrisa bonita y suave sólo cuando se trataba de su amiga.

Kim sentía que podía matar a Danielle por ello, porque claramente, desde que la australiana se marchó, sus avances con la muchachita seguían siendo nulos. Sin frutos. No daba ni un nuevo paso.

—Oye, Minji —dijo Haerin, mirando la hora y acercándose.

—¿Sí? —preguntó, tratando de no lucir ansiosa.

—¿Vas a pedir algo más o ya te vas? —frunció el ceño. Por supuesto, la chica le preguntaría sólo eso—. Vendrán a cerrar en diez minutos, por eso digo...

Ah, cierto. Pasó lo que quedaba de tarde en ese estúpido café fingiendo leer ese estúpido libro mientras esa estúpida omega la ignoraba descaradamente.

—Me gustaría un café más, cargado —respondió, cerrando el libro—. Iré al baño mientras, luego pago todo lo que consumí.

—Como digas.

La omega, sin dejar de tararear, fue detrás de la barra calentando la cafetera. En tanto, la azabache desapareció por el pasillo. Haerin se veía incapaz de perder la pequeña felicidad que le dio el momento de mensajería que compartió con Danielle. La castaña se comportaba de forma tan amable y amistosa con ella, que Haerin realmente se sentía a gusto a su lado, algo que no solía pasar con facilidad.

La campanilla del lugar sonó.

—Lo siento, ya estamos cerran... Niki, ¿qué estás haciendo acá? —la muchacha, al terminar de girarse, contempló con incredulidad al alfa que acababa de cruzar la puerta.

Niki sonrió, pero Haerin notó enseguida que había algo mal: las mejillas del rubio estaban un tanto ruborizadas, además de que sus ojos lucían desenfocados, y al tratar de dar dos pasos, tuvo que apoyarse en una silla.

Detrás, estaban Jake y Jay, ambos sin decir nada, pareciendo esperar algo.

—¿Por qué... no fuiste a... la fiesta, Haerin? —preguntó Niki entrecortadamente, antes de girarse a sus amigos—. Fuera —fue lo único que ordenó, y los dos betas obedecieron.

Haerin rodó los ojos, irritada. ¿Por qué, de todos los días, el alfa tenía que venir a molestarla en ese?

Salió detrás de la barra, tomándolo del brazo.

—Vete —dijo.

Pero antes de que siquiera pudiera dar un paso, fue empujada contra la barra con fuerza, el enorme tipo acorralándola entre sus brazos, su cuerpo chocando. Gimió por el dolor.

—Eres... tan linda, Hae... —ronroneó—. Quiero follarte...

El aliento lleno de cerveza del alfa golpeó su rostro y la omega tuvo que contener las ganas de vomitar.

Demonios. ¿Acaso salió de su fiesta para ir a verla? Pero, ¿qué demonios le ocurría a ese idiota?

—Niki, márchate —dijo de mal humor—, lo que menos quiero ahora es verte.

—No... —Niki quiso lucir como un perrito apaleado, pero a Haerin no le provocó nada más que asco—, anda... Eres bonita... Sé mía, Hae...

Y antes de que pudiera decirle algo más, Niki la besó brutalmente, sus dientes chocando, y de forma automática cerró sus ojos, sintiendo como su cabeza parecía explotar con el choque.

Las manos de Niki no se quedaron quietas: fueron directamente a su cintura, agarrándola con firmeza y su entrepierna poniéndose contra sus piernas. Las separó, frotando su erección con fuerza, y los labios del más alto se deslizaron por su mandíbula, su lengua acariciando su cuello.

Haerin gimió ante las sensaciones grotescas y de asco que sintió.

Niki se alejó un poco, sonriendo con satisfacción, por lo que Haerin no lo dudó ni un momento más: golpeó a Niki en el rostro, empujándolo, conteniendo las ganas de llorar.

—¡Vete, estúpido hijo de puta! —gritó furiosa, girándose para buscar sus cosas e irse.

—Quédate quieta, Haerin.

Su cuerpo obedeció ante la orden dada con la voz alfa de Niki, y dejó de moverse, respirando aceleradamente.

El alfa ya no lucía divertido, sino molesto, enojado e iracundo.

La parte omega de Haerin se activó por completo.

Si un alfa estaba rabioso, ella debía hacerse bolita y protegerse de los golpes que pudieran lloverle. Pero Niki le dijo que no se moviera, entonces no pudo hacerlo, sólo se estremeció cuando el rubio se puso delante de ella, sus ojos brillando por la cólera.

—Me golpeaste —gruñó, empujándola otra vez, girándola boca abajo, empujando su pecho contra la barra, y Haerin lo sintió—. Eres una omega... No puedes golpearme...

Sollozó cuando Niki la embistió, su polla apretada en su pantalón, frotándola contra su trasero cubierto también por la ropa. Podía sentir lo grande que era, lo que quería hacer con ella, y el sólo pensamiento de esa acción la aterraba por completo.

Gime como la puta que eres —ordenó Niki con su voz alfa, simulando penetrarla otra vez—. Ruega por mi polla en tu puto coño.

Haerin jadeó, queriendo soltarse, queriendo quitárselo de encima, pero no podía. No podía, porque sólo era una patética omega que debía dejarse someter, pisotear por todos los alfas que quisieran hacer algo con ella. No podía porque no había nadie para salvarla, y ella tampoco podía salvarse a sí misma.

—D-Dame... —gimió, su voz cargada por una artificial lujuria que su instinto demandó crear—, de... de ti... Te quiero... ngh... de-dentro de mí... Niki...

El alfa la giró, sonriendo con placer, y la subió sobre la barra, separando sus piernas una vez más. Se inclinó, sin borrar un poco la mueca divertida de su rostro.

Mientras eso ocurría, Minji estaba saliendo del baño, bostezando por el cansancio, y se quedó quieta al olisquear el aire.

Feromonas de miedo. De terror.

Luego, oyó un gemido bajo, entrecortado, lloroso.

—Vas a... a chuparme la polla, Hae —ordenó un alfa con entretenimiento -era un alfa, lo podía reconocer porque utilizó su voz para imponerse—. Y luego... luego te marcaré... y serás mía...

Otro gemido de horror, las feromonas aumentando su intensidad.

Salió del pasillo, llegando al frontis del café, y la escena que contempló casi la hizo vomitar.

Haerin estaba presionada contra la barra, llorando, apretando sus párpados, mientras un alfa alto, enorme, deslizaba una lengua por su cuello.

Una irracional rabia ardió en su interior.

Antes de detenerse a pensar siquiera un poco en sus acciones -sólo podía pensar en la omega llorando, gimiendo como una niña pequeña, sin poder hacer nada- dio un par de pasos, empujando al rubio que forzaba a la omega. Antes de que el desconocido pudiera hacer algo más, recibió un golpe dado por su puño que lo desestabilizó, haciéndolo caer al suelo con un estrepitoso sonido.

Minji pudo ver de reojo como Haerin gemía, cubriendo su rostro, bajándose de la barra y deslizándose hasta sentarse en el suelo. Rodeó sus rodillas con sus brazos, ocultando su cabeza entre sus piernas.

—Qué patético —escupió Minji, antes de darle una patada a Niki—, forzando a una omega con tu voz alfa. ¿Tan desesperado estás? —el desconocido gimió al recibir otra patada, y en ese momento, los amigos de Niki entraron, viendo la escena con sorpresa—. ¿Es su amigo? —Jake asintió, temblando—. Si no se lo llevan ahora, juro que lo mataré —entrecerró los ojos, pero antes de que los betas pudieran dar un paso, se inclinó, tomando de la camisa a Niki. Su nariz sangraba—. Si vuelves a tocar a mi novia, a mi omega, voy a descuartizarte. ¿Entendido, pedazo de mierda?

Niki gimoteó una vez más, y Minji lo empujó contra sus amigos, que lo apoyaron en sus hombros para sacarlo del lugar.

Minji soltó un gruñido, pateando una silla, queriendo quitarse toda la rabia que seguía trayendo encima. Queriendo seguir golpeando a alguien. No, a ese alfa. Lo quería romper lenta y dolorosamente.

Su línea de pensamientos se cortó al escuchar un gemido entrecortado.

Se giró, contemplando a la omega que todavía estaba sentada en el suelo, sollozando, y dio un paso para alcanzarla. Se puso de rodillas, extendiendo una mano para acariciar su cabeza y tranquilizarla de alguna forma, pero apenas sus dedos tocaron los cabellos de Haerin, esta se tensó con terror.

—No —lloriqueó la peliengra, sin dejar de liberar sus feromonas—. No... no me toques... no me hagas nada, por favor...

Minji tragó saliva.

—Haerin —murmuró—, soy yo, Minji —la muchacha gimió, sin levantar un poco su vista—. No te haré daño, Haerin, lo prometo. No quiero hacerte daño —entonces, la omega levantó la vista, sus ojos café y verde-azul llenos de lágrimas, y algo se removió en el interior de la más alta—. Está bien, voy a protegerte, no dejaré que nadie te haga daño, es una promesa —extendió sus manos, temblorosas, y acunó el rostro de la pequeña.

Hubo un instante en que ninguna de las dos se movió, en que ninguna hizo nada, pero luego...

Haerin se echó a sus brazos, rompiendo a llorar con fuerza, rodeando la cintura de la alfa rápidamente mientras hundía su rostro en el pecho de la mism. Minji sólo le devolvió el abrazo, besando su coronilla y acariciándole el cabello para tratar de calmarla de alguna forma.

La campanilla volvió a sonar, y Minji miró hacia la puerta, sin soltarla ni un poco.

Un hombre de cabello oscuro contempló la escena con sorpresa. Parecía ser el jefe de Haerin.

Minji no alejó a Kang, quien todavía no lograba calmarse lo suficiente, y recogió las cosas de ambas haciendo malabares, diciendo que luego la omega le explicaría lo que sucedió. El hombre no pareció molestarse, sino que de alguna forma adivinó lo que ocurrió, e hizo señas de total comprensión.

Al salir, Minji reparó en que estaba nevando otra vez.

Tocó el delgado abrigo de Hae, frunciendo el ceño al notar que se helaría con ello, y la puso sobre los hombros de la chica.

Entonces, Haerin levantó la vista. Minji casi suspiró de alivio al notar que dejó de llorar, sin embargo, sus ojos expresivos lucían tristes y rotos.

Le acarició la mejilla con cuidado antes de inclinarse a darle un beso suave en la frente.

—¿Dónde vives? —preguntó Minji en un susurro, mientras comenzaba a caminar, los brazos de la menor sin soltarla un poco.

—Pu-puedo... irme en bus... —murmuró, mordiendo su labio inferior.

—Hae...

—Está bien —se alejó, temblorosa—. Sólo... ¿puedes... dejarme en la parada, por favor? Si no quieres...

—Claro, no te preocupes —Minji le tomó del brazo, volviendo a atraerla, el calor de la niña golpeándola—. No te preocupes, no permitiré que nadie te toque si no quieres.

La omega se acurrucó contra el costado de Kim.

Silenciosamente fueron caminando hasta la parada, sin alejarse un poco de la omega, que lucía más calmada ahora, ya no tan quebrada.

Haerin limpió sus lágrimas con rapidez, frotando sus ojos para no lucir tan mal, para tratar de no lucir como si hubiera llorado. Si llegaba a casa en ese estado, su mamá iba a preocuparse, y si le contaba... si le contaba, ella pegaría el grito al cielo, diciéndole que tuvo que dejarse marcar por ese alfa.

Y Dongyul... Dongyul la mataría.

Se obligó a respirar profundamente, enterrando lo que acababa de ocurrir en lo más recóndito de su alma, para que no saliera nunca más a la luz. Se obligó a añadir lo ocurrido a la larga lista de cosas que enterró para que no le hicieran daño nunca más.

Niki no volvería a tocarla. No iba a permitirlo, no dejaría que pusiera sus sucias manos sobre ella, que volviera a tratar de dominarla como hizo en ese momento. Si no hubiera sido por Minji...

Miró a la alfa de reojo, que apretaba su mandíbula con molestia, todavía sus ojos brillando con rabia.

Haerin la abrazó. Se aferró a ella como si la alfa fuera su salvación. Nunca hizo eso antes, nunca pensó que lo llegaría a hacer.

Y Minji no se aprovechó de la situación, pudiendo hacerlo.

—Minji... —susurró, llamando su atención. La aludida la miró, sus ojos pequeños y oscuros observándola. ¿Fueron siempre así de bonitos?—. Quería... darte las gracias, Minji —trató de sonreír, aunque no supo si lo logró—, si no hubiera sido por ti...

La azabache hizo un gesto con su mano.

—No te preocupes —Minji tensó sus hombros—, pero si lo vuelvo a ver...

—Vamos en la misma secundaria —quiso explicar.

—Mierda —hizo un ruido de fastidio—. Si pudiera protegerte de alguna manera...

Haerin jugueteó con sus manos, sintiendo su celular en su bolsillo, y mordió su labio inferior.

Pudo ver, a lo lejos, el bus viniendo.

El celular se hizo más pesado en su bolsillo.

—Yo... ¿Quieres mi número? —preguntó tímidamente, sintiendo sus mejillas rojas.

La alfa la miró con evidente sorpresa.

Por un breve segundo, pasó un horrible pensamiento por su cabeza: agradecimiento hacia el alfa que puso a Haerin en ese estado, porque ahora la menor le estaba dando su número, estaba avanzando en esa apuesta.

Tragó saliva, forzándose a eliminar aquella idea, y diciéndose que, si aceptaba aquel número, era para proteger a Haerin de alguna manera.

No quería ver otra vez a ese alfa cerca de la niña. No quería que le hiciera daño, que abusara de ella. La omega no se merecía eso.

¿Y qué se merece?, pensó.

La respuesta llegó rápido a su mente, y casi quiso reír por la ironía.

Haerin no iba a acostarse con ella. No a menos... a menos que pudiera enamorarla. A menos que le prometiera amor eterno, compañía para siempre, nunca abandonarla, estar a su lado por toda su vida.

Haerin lucía como una chica que ansiaba el amor, que pedía cariño.

Y Minji podía prometerle las estrellas, pero solo terminaría recibiendo una daga en el corazón.

—Claro, dame tu número —respondió Kim con calma.

Mientras el bus llegaba, la más baja recitó su número.

Minji tendría que jugar sucio con Haerin, tendría que demostrarle que era una alfa que valía la pena para así ganar la apuesta.

Y al momento de acabar...

No pensó en ello. No iba a pensar en ese futuro. Por ahora, debía preocuparse del presente.

El bus llegó y Haerin la detuvo.

—Gracias —dijo, titubeante—, de verdad, Minji... —retorció sus manos y se inclinó, dándole un beso suave en la mejilla a la alfa—. Nos vemos pronto, adiós —dijo total y absolutamente avergonzada, subiendo al vehículo, las puertas cerrándose.

Unos minutos después, el bus desapareció de la calle.

Y la culpa dentro de Minji pareció aumentar solo un poquitito más.

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