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~¿Por qué está tan oscuro cuando no estás aquí...?

Minji no sabía que Haerin era tan buena con la boca.

Jadeó al sentir la cavidad húmeda de la chica rodeando su miembro, y bajó la vista, chocando con los ojos dispares de la menor, que lamía toda su longitud con una lasciva, enorme sonrisa.

Estaba acostada en su cama, la muchacha entre sus piernas, totalmente desnuda, y Haerin volvió a meter la polla en su boca con un aguado sonido morboso.

Otra vez jadeó cuando la mano de la omega subió y bajó junto con su boca.

—Ha-Haerin... —gimió, la omega alejándose, con la saliva escurriendo por su barbilla.

—¿No te gusta, Minji? —ronroneó, ahora sólo lamiendo la punta de su miembro, sin dejar de mirarla, sus ojos nublados por el placer.

La de cabello azabache mordió su labio inferior, respirando aceleradamente, y notó que Haerin estaba penetrándose con sus dedos, con sus mejillas ruborizadas y haciendo bajos sonidos obscenos.

Mierda. Mierda. ¿Desde cuándo Haerin podía ser tan caliente?

—Date... vuelta... —gruñó, y la sonrisa de la omega se acentuó más, obedeciendo con rapidez para satisfacer a su alfa.

Aquel pensamiento la calentó más de lo que ya estaba.

Su alfa. Mía. Mi omega.

Notó que Haerin se giró sin quitar la mano de su interior y Minji gruñó en advertencia. La de ojos gatunos simplemente soltó una risilla, quitando sus dedos y volviendo a atender el miembro de Minji con su boca. La alfa no lo dudó ni un poco: la penetró ahora ella con dos dígitos, que se deslizaron fuertemente en el interior de Haerin, y la chica movió sus caderas en señal de querer más.

Cuando la iba a tirar sobre la cama para marcarla, despertó.

Abrió los ojos, jadeando, sudada, con un serio problema en su pantalón.

Tragó saliva, completamente incrédula y sin poder comprender un poco lo que estaba pasando. Qué significaba lo que acababa de ocurrir, el por qué Haerin estuvo en su sueño.

Por qué se excitó como si tuviera quince años.

Se puso de pie, tambaleante, tratando de no hacer ruido alguno, y fue al baño para humedecer su rostro. Se forzó a buscar alguna solución para ese problema allí abajo.

Mojó su cara, mirando el reflejo en el espejo, y su mente la traicionó por completo.

Volvió a imaginarse a Haerin de rodillas frente a ella, usando su boca, gimoteando en voz baja.

Esa erección no iba a desaparecer así como así, lo sabía.

Maldiciendo por lo bajo, volvió a su cama mientras se quitaba los pantalones del pijama.

Iba a tener que apurarse pronto con esa maldita apuesta o, muy probablemente, seguiría teniendo sueños como ese. Acostarse con Haerin o descargarse con algun beta. No, tenía que ser Haerin. Lo sabía muy bien.

Tomando aire, comenzó a mover su mano para arreglar su problema entre las piernas.

***

Haerin estaba sentada en el suelo, mirando la televisión, ignorando los morbosos sonidos que hacía su mamá al besar a Dongyul, y trató de ignorar también ese molestoso pie que golpeaba su espalda constantemente.

Recordándole quién tenía el poder allí.

Abrazó sus piernas, queriendo huir a su habitación, pero no quería parecer grosera.

Ni siquiera le estaba prestando atención a la película, que trataba de algo sobre un ser verde que odiaba la navidad. Haerin igual la odiaba, en especial luego de que su papá se fue.

Navidad era ahora sinónimo de soledad y abandono, porque mamá solía trabajar esas noches y Dongyul salía a beber y apostar. Ese año no esperaba recibir un regalo, como los anteriores. Con toda probabilidad, trabajaría hasta las ocho en el café y regresaría a casa a acostarse temprano, buscando hacer más soportable esa constante soledad que la ahogaba por dentro.

Al oír el gemido de su mamá se dijo que era suficiente.

Se puso de pie, sin decir nada, caminando hacia la puerta.

—¿Te vas, cariño? —preguntó su mamá antes de salir.

—Tengo cosas que hacer —se excusó sin ganas.

—¿No se supone que estás de vacaciones? —dijo Dongyul filosamente.

—Bueno, tengo un libro que leer.

Antes de que uno de los dos pudiera añadir algo más se escabulló por el pasillo, maldiciendo entre dientes. Quedaban cinco días para Navidad y ya era un suplicio todo.

Cerró la puerta de su cuarto con llave, poniéndose el pijama y acostándose bajo las sábanas. Se hizo una bolita mientras miraba su celular.

Una sonrisa inevitable se extendió por su rostro al ver los mensajes que tenía. Uno de Danielle y uno de Minji.

Sin poder evitarlo, sus mejillas se tiñeron de rojo, y suspiró en voz baja, abriendo cada uno de los mensajes para leerlos.

Danielle le estaba contando algo de que eran las vacaciones más aburridas de la vida y que podían ir a los juegos del nuevo parque inaugurado semanas atrás.

Minji le envió una foto de ella en la pista de hielo, en medio del suelo, diciendo que definitivamente no entraría otra vez a ese lugar.

Les contestó a ambas unas torpes respuestas, sin poder borrar un poco esa sonrisa idiota que tenía puesta encima. Cada vez que pensaba en cualquiera de ellas, su omega se retorcía en gusto y emoción, tan animada por la atención que recibía.

Sin embargo, luego de enviar los dos mensajes, se detuvo a pensar en lo que acababa de pasar, y los nervios y la ansiedad la atacaron de nuevo.

¿Qué estaba haciendo, hablando así con aquellas dos alfas? ¿Comportándose como una colegiala enamorada? ¿Esperando sus mensajes con desespero?

Eso no estaba bien. Para nada bien. Porque no podía permitirse... No debía dejar que...

Haerin no podía sentirse así. No debía sentirse así, con su estómago revuelto y su corazón bombeando fuertemente, como si aquellas dos alfas le gustaran.

No podían gustarle, porque Haerin sabía que no tenía futuro con alguna de las dos. Porque, ¿quién se fijaría en ella?

No, esa no era la pregunta correcta.

¿Qué alfa se contentaría solo con ella?

Porque los alfas sí la miraban de esa forma, con deseo, con lujuria, dispuestos a cumplirle los caprichos. Danielle y Minji no eran las primeras alfas guapas y con dinero que se le acercaban. Otros, más directos, le dijeron a la cara que si dejaba marcarse le comprarían un bonito departamento y le depositarían dinero cada semana para que estuviera siempre linda, cómoda y a gusto.

Pero nunca le decían lo que realmente quería. Lo que realmente deseaba desesperadamente.

Mis ojos estarán siempre posados en ti, en nadie más.

Nunca podían decirle eso.

Porque Haerin tenía una expresión triste, unos ojos distraídos, un fervoroso deseo de ser el centro del mundo de la persona que amaría.

Sin embargo, los alfas no eran así. Los alfas nunca se conformarían con ella. O se aburrirían de Haerin, dejándola en su frío departamento cada noche mientras la pasaba con otro omega, o simplemente dividiría su tiempo entre ella y todas sus otras parejas.

Haerin quería que todos los días su alfa llegara a casa y comieran juntos, como una familia.

Su celular vibró en respuesta, pero no lo miró.

¿Cómo podía negarse a esas dos chicas?

Tenía que negarse. No había forma de que ellas la amaran así. De seguro sólo la miraban como una conquista, como mera diversión.

Suspiró, cerrando sus ojos, encerrando otra noche más aquellos sentimientos que la hacían sentir inútil por dentro.

***

—¿Qué harás para Navidad?

Danielle soltó un suspiro, levantando la vista del libro que estaba leyendo y chocando con la mirada de Minji, que en ese momento se estaba preparando un café tras la barra de la cocina.

—Mamá quería invitar a los Kim a casa, por lo que supongo que me pasaré unas horas por allí y luego vendré aquí a dormir —contestó, distraída.

Pudo notar la sonrisa burlona de su amiga, por lo que simplemente la fulminó con la mirada para que no hiciera comentario alguno.

—Me da lástima Dayeon —respondió Minji con inocencia.

—Le he dejado en claro todo —dijo Danielle con algo de pesar, aunque sin mucha paciencia—. ¿Tan difícil es acaso entender una negativa?

—Oh, no digas eso cuando Haerin no quiere que ni siquiera la acompañemos a su casa.

La más baja la miró con una expresión enfurruñada, en tanto una sonrisa lenta se extendía por el rostro de Minji.

Pronto se cumpliría un mes desde que iniciaron con esa apuesta y ninguna llevaba un avance positivo. Sí, intercambiaban mensajes de vez en cuando, pero aparte de eso...

Haerin se negaba rotundamente si le sugerían ir a pasear a algún lado. Y estuvo un poco esquiva y con una mirada más triste de la normal.

—¿Acaso has tenido algún avance? —continuó Minji como si nada, ante el silencio de su amiga.

Danielle le mostró la lengua, frunciendo el ceño, y terminó por cruzarse de brazos en clara señal de negación.

El celular de la de castaña vibró, y miró a Kim burlonamente, sacándolo para revisar el mensaje. Soltó un resoplido al ver que no era de Haerin. La niña le dejó el visto la noche anterior.

Danielle se estaba cansando de ser la que la buscara siempre, de ser quien le hablara primero. Aquella maldita apuesta le estaba destrozando la cabeza más de lo que esperaba realmente.

Y Minji no estaba mejor. Eso estaba durando más de lo que esperaba.

Ambas sabían que se debía a que ninguna de las dos quiso dar el paso que detestaban: de alguna terrible manera, ambas se negaban a enamorarla y romperle el corazón. A cargar con el peso de haber ilusionado a una muchacha que lucía frágil, triste y asustada del mundo en el que se encontraba.

Haerin ya lucía desamparada sin que alguien hubiera intervenido en su vida de esa forma. ¿Cómo se vería una vez que la apuesta finalizara?

Ni Minji ni Danielle querían ver eso.

Pero, al mismo tiempo, ninguna estaba dispuesta a perder ese estúpido juego ni echarse atrás. Una parte irracional y pequeña deseaba llegar hasta el final, tener a la chiquilla bajo su cuerpo, sometiéndola por completo.

Esa parte alfa enloquecía cuando Haerin les sonreía, aunque no fuera muy a menudo.

—¿Y tú tienes algún avance? —preguntó Danielle luego de contestar el mensaje que la estúpida de Garam -una de sus compañeras-, guardándolo en su bolsillo.

Por décima vez desde que pasó aquel incidente, Minji quiso decirle a Danielle sobre lo ocurrido en la cafetería días atrás, como un alfa quiso forzar a Haerin y estuvo a punto de hacerlo. Y lo habría hecho, si Minji no hubiera estado allí para intervenir.

Sin embargo, sólo negó con su cabeza, encogiéndose de hombros y quitándole importancia.

Trató de no recordar los ojos llenos de lágrimas de la pequeña, y como unos segundos después quiso lucir entera, haciendo como que no pasó nada. Queriendo disimular las cosas. Pero no para Minji, sino para alguien más.

La alfa sentía que había muchas cosas que Haerin se guardaba en su interior, y que algún día, iban a hacerla colapsar. La harían perder la cabeza, la quebrarían por completo.

—Aunque hubiera algún avance, no te lo diría —le sacó la lengua también, caminando hacia su cuarto, e ignoró la mirada calculadora que le dirigió su mejor amiga.

Danielle, luego de verla marchar, sólo suspiró y trató de prepararse mentalmente para los siguientes días, sabiendo que serían difíciles debido a lo cercano del cumpleaños de la azabache.

***

—¡Feliz Navidad, Haerin!

La omega se volteó, siendo abrazada sorpresivamente por su mejor amiga, y la de ojos gatunos sonrió con cariño, devolviéndole el abrazo. Sin poder evitarlo, le sacó la lengua a Xiaoting, quien bufó por la molestia.

Jimin, a su lado, sonrió de lado y le tomó la mano a Minjeong, que se rió por la escena de Xiaoting. La alfa pelirroja era muy celosa cuando se trataba de Yujin y sus abrazos.

—Por fin pudiste hacerte un tiempo para nosotras —bromeó Haerin, guardando sus manos en los bolsillos apenas Yujin se alejó.

Su amiga, omega igual que ella, esbozó una sonrisa culpable mientras le tomaba la mano a su novia.

—¡Lo siento! —chilló, avergonzada—. Tuve que ayudar a mis papás con el cambio de casa y visitar a mis abuelos y-

—Yujin-chan, oye, no importa —se apresuró a decir Hae, sonriendo—. Es sólo que... Ya sabes, te extraño.

El grupo completo se devolvió para mirar a la menor con sorpresa y Haerin bajó la vista, avergonzada. Enseguida, Yujin no pudo contenerse, volviendo a abrazarla ante la mirada indignada de su novia.

—También te he extrañado, Haerin —dijo su mejor amiga, alejándose y bajando la voz—. ¿Cómo están las cosas con tu mamá y Dongyul?

Haerin se removió incómoda, pensando en esos años donde Yujin y ella no eran más que niñas de diez años, vecinas, que jugaban todos los días. Pero los años fueron pasando, Yujin se mudó a un mejor sector, mientras el papá de Haerin abandonaba a su familia y el contacto entre las dos amigas se hacía más esporádico y breve.

Seguían siendo mejores amigas, pero aun así...

Nadie sabía de su verdadera situación con Dongyul. Nadie lo conocía más allá de un vistazo, y Haerin lo prefería así. No quería que se compadecieran de ella, de su situación. Que la juzgaran por su posición.

O temía decir algo y que le dijeran que debía resignarse a su lugar. Que no había que hacer para poder ayudarla.

—Como siempre —contestó, estoica.

Su amiga la miró y Haerin trató de cambiar de tema inmediatamente. Cada vez que Yujin la miraba de esa forma, temía que pudiera leer sus pensamientos con una increíble facilidad.

—Vamos al centro comercial a comer algo —se apresuró a decir, sonriendo—, las tiendas estarán llenas, pero el patio de comidas probablemente esté vacío. Además, aprovéchate de tu novia y haz que te compre algo lindo.

—¡Oye, no soy millonaria, Haerin! —dijo Xiaoting algo indignada—. ¡La ricachona aquí es Karina, que nos invite a comer!

—Imposible —bromeó Minjeong—. No me invita a comer ni a mí.

—¡Minjeong, me estás avergonzando! —se quejó Jimin—. ¡Además, si te invito a comer!

—No recuerdo una vez que lo hayas hecho.

—No te preocupes —saltó ahora Yujin—, Xiaoting también es una tacaña.

—¿Qué tontería estás diciendo? —balbuceó la alfa, incrédula por lo que decía su novia.

—¡Es la verdad! El otro día me llevó a una cita que terminó en un motel, ¡y no fue capaz de comprar los condones!

Haerin las observó reír, sonriendo forzadamente también para aparentar que todo estaba bien, aunque no pudo evitar mirar las manos juntas de Yujin y Xiaoting. A Karina abrazando a Minjeong por los hombros, la pelinaranja recostándose contra ella, mientras Haerin... Haerin apretó sus manos para tratar de eliminar la naciente picazón que la golpeó.

Estaba muy feliz porque sus amigas hubieran encontrado a sus parejas, porque ellas eran felices, pero eso no evitaba sentirse un poco triste y celosa por lo que significaba. No sólo por remarcar el hecho de que estaba sola, sino que también porque ahora no tenía mucho tiempo con ellas. Yujin y Xiaoting, Jimin y Minjeong, eran como sanguijuelas que iban a todos lados juntas.

Haerin quería tanto pasar un tiempo a solas con Yujin, o con Xiaoting, así no se sentía tan sola...

Sabía que, si le decía a Yujin o Xiaoting cómo se sentía, sus amigas no dudarían en pasar más tiempo con ella, en preocuparse más del estado de ánimo de la omega menor del grupo. Pero sentía que, si les decía, luciría como si quisiera llamar la atención, y no deseaba eso. No deseaba que se vieran obligadas a prestarle más atención.

—¿Vas a trabajar hoy? —preguntó de pronto Minjeong, mientras subían por las escaleras mecánicas.

Haerin se removió, incómoda, sintiendo los ojos puestos en ella.

—Le cambié turno a Kazuha, así que estaré en el café de tres a ocho.

Xiaoting arrugó los labios en tanto Yujin la tomaba del hombro.

—¿Cenarás con tu mamá? —preguntó la china con preocupación, antes de que Yujin pudiera hacerlo.

—Mamá tiene turno de noche.

Como siempre. Como cada festividad.

Se encogió de hombros, tratando de restarle importancia.

—Podrías ir a cenar con mi familia —ofreció Choi, con expresión inquieta y ojos con algo de pena.

—También puedes cenar conmigo, Haerin —apoyó Xiaoting.

—Mi mamá estaría feliz de verte, Hae —también dijo Karina, tratando de sonreír con amabilidad.

—Incluso puedes ir conmigo, Haerin —añadió Minjeong, su rostro tranquilo y dulce.

La pequeña omega se sintió conmovida por todas las palabras de sus amigas, tanto que se vio incapaz de poder decir algo inmediatamente.

—No se preocupen —dijo, luego de unos segundos—, ya estoy acostumbrada —se forzó a sonreír—. Vamos a comer pronto, me muero de hambre.

Podía sentir los ojos todavía puestos en ella, pero los ignoró deliberadamente, fingiendo que las cosas estaban bien en ese momento.

Que, pasar la noche de Navidad sin compañía alguna, estaba bien para ella, porque debía acostumbrarse a eso. Ya que más adelante seguiría pasando noches especiales con soledad, porque era lo único a lo que podía aspirar porque nunca sería la única de una persona.

La única de un alfa.

***

Minji se fue minutos atrás con su familia esa noche, y Danielle soltó un suspiro de aburrimiento e irritación al sentir su celular sonar. Sabía, sin necesidad de mirar, que era su madre la que la estaba molestando en ese momento.

—¿Te interrumpí? —dijo con voz sarcástica la mujer cuando contestó.

—Pues sí —respondió la chica ácidamente, medio enfurruñada por la situación—. ¿Qué ocurre?

—¿A qué hora estarás por aquí? —respondió su madre sin rodeos—. La familia Kim llegará alrededor de las diez.

Danielle no contestó de manera inmediata, sino que dejó que la mujer se respondiera a sí misma con su silencio.

—¿No piensas venir? —chilló Jiwon.

—Mañana pretendo comer contigo, ya que si mal no recuerdas, es Navidad y tiempo de familia —dijo con un bufido, aunque su voz también sonó algo molesta por la situación.

—¡Danielle Marsh!

—No pienso cenar con los Kim cuando ya dejé las cosas claras —espetó, y cortó la llamada, dejando su celular en silencio.

Trató de continuar leyendo el libro que comenzó a leer esas vacaciones, pero luego de varios intentos se rindió por completo, poniéndose de pie y saliendo del departamento para tratar de despejarse un poco, yendo directamente a su auto estacionado fuera. Conversar con su mamá siempre la ponía de pésimo humor, además de que la deprimía un montón por lo interesada que era con todos.

Las calles, a esas horas, ya estaban quedando vacías. Eran casi las nueve de la tarde y las tiendas empezarían a cerrar pronto. Eso le aliviaba un montón, ya que la gente conduciendo era poca y no andaba batallando para abrirse paso entre todos los conductores desagradables de esa maldita ciudad.

Antes de darse cuenta, estaba girando en una esquina y viendo desde lejos la cafetería donde cierta chiquilla bonita trabajaba.

Vio la luz encendida y frunció el ceño.

¿Acaso...?

Al acercarse más con el auto lo notó: Haerin estaba trabajando como si nada, atendiendo las pocas mesas presentes. ¿No debería estar con su familia en ese momento?

Estacionó el auto fuera del local, entrando poco después al pequeño lugar sin pensarlo.

Haerin parecía la única trabajadora presente en la cafetería, y al notarla la miró con sorpresa. Terminó de atender la mesa de una pareja para luego acercársele.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Haerin, ladeando la cabeza.

Danielle enarcó una ceja, tratando de lucir divertida.

—Hola Hae, estoy muy bien, gracias —habló con una sonrisa burlona.

El rostro de la muchacha lució avergonzado, con sus ojos bicolores brillaron con algo parecido a mofa.

—Es Nochebuena. ¿Acaso esto no se pasa en familia? —dijo Haerin.

—Lo mismo podría decir.

Pudo ver con claridad cómo su expresión decaía y sus ojos se nublaban con pena.

Quiso decirle algo, distraerla de otra forma, pero Haerin negó con la cabeza y mordió su labio inferior.

—¿Vas a pedir algo? —preguntó.

—Lo de siempre —dijo con una sonrisa pequeña, pero agregó—. ¿No hay nadie más contigo? ¿A qué hora vas a cerrar?

Haerin se encogió de hombros mirando la libreta, fingiendo anotar algo allí.

—Sunhye sabía que hoy no estaría muy lleno, así que le dije que me dejara la llave para cerrar, para que no tuviera que preocuparse por el local...

La alfa frunció el ceño sin saber qué decir exactamente, queriendo saber por qué Haerin no parecía desesperada por ir a su hogar, siendo que era una fecha para pasarlo en familia.

Decidió ir a sentarse para no darle muchas vueltas al asunto, recibiendo segundos después el café que Haerin le sirvió. Danielle tomó aire, un olor dulce llegó a sus fosas nasales. Tierno. Cálido.

Mientras bebía el café, observó a la omega lavando los pocos platos que quedaban, la pareja arreglándose para marcharse. Las mejillas de la chica estaban cubiertas de escarlata, pareciendo respirar con fuerza.

El olor dulce aumentó.

¿Feromonas?

Pero Haerin era la única omega del lugar. ¿Acaso...?

Haerin se sostuvo del mesón que servía como caja al acercarse, con una expresión mareada, llevando una mano a su estómago y perdiendo el color de su cara.

—Oh, mierda —la escuchó murmurar.

La omega se encogió mientras su mano temblaba.

Danielle abrió la boca para decir algo, pero ahora las feromonas de celo de la chica la golpearon con más fuerza. De pronto, hacía demasiado calor en esa cafetería y su pantalón le estaba quedando pequeño y apretado.

Levantó la vista y vio como la pareja tenía los ojos puestos en la chica, ambos alfas, sin alejarse de Haerin un poco, con una mirada lujuriosa y reclamadora.

Antes de darse cuenta, Danielle se puso de pie y casi corrió hacia donde estaba Haerin, que respiraba de forma entrecortada. Sin pensarlo un poco, la alfa se metió detrás del mesón, agarrando a la pelinegra de la cintura, atrayéndola contra su cuerpo. No lo dudó: mordió la piel de su cuello de forma superficial, lo suficiente para impregnarla en su olor.

La menor gimió sin pudor, en tanto Danielle la pegó mucho más a su cuerpo, su trasero contra su entrepierna, y miró con desafío a esa pareja, que tenía expresiones congeladas.

—Fuera —ordenó en un gruñido bajo, sin soltar un poco a Kang.

Los dos hombres decidieron obedecer con rapidez, queriendo alejarse del potente olor que Haerin soltaba y de la mirada posesiva de Danielle.

La más baja volvió a gemir mientras Danielle se separaba, apretando sus manos para no volver a tomarla de la cintura, tirarla boca abajo sobre la mesa y hacerla suyo.

Nunca ningún olor de omega en celo la hizo perder el control de tal manera, principalmente porque los omegas solían tomar supresores diarios que ahogaban por completo el celo.

Mientras se movía por el lugar, recogiendo las tazas y apagando las luces, miró de reojo a Haerin, que se seguía sosteniendo de la mesa con sus piernas temblaban, el rostro afiebrado y apretando su boca fuertemente, como si quisiera impedir que sus gemidos salieran de su boca.

Danielle se acercó y tuvo que cubrir su nariz y boca para evitar que las feromonas, que con cada segundo cobraban más fuerza, la hicieran caer. Aunque una parte de ella le decía con voz maldadosa que se aprovechara de la situación. Que ese era su momento para darle fin a la apuesta.

Se imaginó el rostro de Haerin cuando terminara con ella, y ahogó todo lo que decía su instinto. No podía... No con la muchachita así, apenas consciente de sí misma.

—Voy a llevarte a tu casa —murmuró Marsh de pronto, sin saber exactamente el por qué.

Haerin levantó la vista con los ojos llorosos, sin decir nada, y dejó que Danielle pasara un brazo por su espalda para ayudarla a salir.

—Las llaves... en mi bolsillo...

La alfa no puso expresión alguna cuando deslizó una mano por su bolsillo trasero, a pesar de que pudo notar la creciente humedad en el pantalón debido al lubricante que la muchacha debía estar soltando.

Sacó las llaves lo más rápido que pudo e ignoró el pequeño gemido que Haerin soltó.

Salió con Hae prácticamente recostada a su lado, haciendo malabares para cerrar el local, y en medio de la oscuridad creciente la llevó a su auto. Danielle logró subirla al auto, sintiendo su cuerpo caliente, sus gemidos bajos, sus manos tratando de moverse para satisfacerse un poco, pero sin ceder demasiado. Negándose a darse satisfacción a pesar de que su celo estuviera trabajando como loco.

La alfa no sabía cómo mierda se estaba controlando para no atacarla en ese momento, para cerrar la puerta del auto y hacerla suya allí mismo. Nunca su cuerpo se sintió tan desesperado por marcar a una omega.

Se sentó en el asiento del conductor, abriendo la ventana para no sentirse tan ahogada.

—¿Dónde? —murmuró Dani, respirando superficialmente.

Haerin abrió un ojo, apretando sus dientes un momento antes de murmurar la dirección en voz baja, como si esperara que aquello la ayudara a disimular un poco su estado.

¿Cómo mierda se olvidó de tomar sus supresores toda la semana, cuando su celo no estaba regulado gracias a eso?

Ah, era bastante obvio. Cuando se sentía más triste de lo normal solía olvidar un montón de cosas, concentrándose en temas banales para distraerse un momento. Todo empeoraba con el trabajo, sus paseos, la salida con sus amigas...

No era la primera vez que se olvidaba de algo. Pero si era la primera vez que olvidaba algo tan importante como eso.

Mierda, y si estaba Dongyul...

Por favor, rogó a cualquier Dios que la escuchara, que esté fuera. Por favor, te lo ruego, por favor.

Danielle, en tanto, conducía por las calles con sus mejillas algo coloradas y tratando de concentrarse en el camino, aunque sintiendo su ropa ajustada debido a la creciente erección que se instalaba en su entrepierna. Iban a los barrios bajos de Seúl, lugar donde nunca antes estuvo. Lugar donde vivía lo peor de lo peor.

¿Cómo era posible que Haerin no quisiera dejarse marcar por un alfa de buena posición, siendo que vivía en ese cuchitril?

Siguió las vagas indicaciones de la muchacha hasta que se detuvo frente a una pequeña casa que tenía las luces apagadas, y oyó el suspiro de alivio de la menor.

Era Nochebuena. Luego de eso, Danielle debería ir a cenar con su familia.

No parecía que hubiera alguien en la casa de Haerin.

—Gra-Gracias... —susurró la de cabellos negros, abriendo la puerta, queriendo alejarse del potente olor alfa que emanaba Danielle y la estaba haciendo perder de a poco la mente, el control de sí misma.

Sus ojos se encontraron un momento.

—Te acompañaré dentro —dijo, e increíblemente su voz no sonaba afectada por el celo sorpresivo de la chica.

—Estoy...

No pudo terminar su frase: un nuevo calambre en su estómago le indicó que la peor etapa del celo comenzaría en unos minutos. Etapa donde su mente se nublaría, perdería el juicio y buscaría follar con el primer alfa al alcance de la vista.

Antes de poder protestar, Danielle se bajó del auto para ayudarla a entrar a su casa.

Efectivamente, la casa de la omega estaba completamente vacía, con un aire deprimente que le hizo fruncir el ceño. No había ni siquiera un indicio de cena, nada, sólo una triste soledad que pareció tragarla por completo.

Haerin la llevó, tambaleante, a su cuarto, agarrando el frasco de supresores con rapidez que tenía sobre el velador, y se apuró en ir al baño para consumir el que correspondía y así bajar el celo.

Danielle no sabía qué hacer. Por un lado, sentía un irrefrenable deseo de huir de allí; por otro, quería desnudar a Haerin y someterla. Y una tercera y pequeña parte... no quería dejarla sola. No esa noche. No en Navidad.

Danielle notó, entonces, sobre la pequeña mesita que Haerin tenía, un cuaderno abierto. Sin saber por qué, se acercó al lugar, deslizando sus dedos por el dibujo hecho en carboncillo.

Una bonita chica de cabello largo y cuerpo curvilíneo, riéndose, con su mano con unas puntiagudas uñas levantadas, cubriendo su boca. Todo el dibujo estaba en blanco y negro, con sombras grises en algunas partes.

Dio vuelta la hoja, viendo otro dibujo: la camarera que la ayudaba en el café, ella que tenía rostro indiferente. Sin embargo, al igual que el dibujo anterior, estaba hecho en carboncillo, sólo utilizando el negro para los trazos y las sombras.

Pasó a otra hoja, viendo ahora el paisaje que se veía desde uno de los puentes que cruzaba el río Han, con el sol oculto a lo lejos. Pero debido al color negro, el único presente en el papel, lucía triste, deprimente, sin vida.

Haerin era una buena artista, lo notó enseguida.

Unos minutos después, la omega salió del baño con el rostro más compuesto, el olor de sus feromonas bajando considerablemente. Puso una expresión de sorpresa al verla allí, más aún observando su cuaderno de dibujos.

—Creí que te fuiste —dijo como si nada.

Aquellas palabras la golpearon duramente. Había sonado como si la niña estuviera acostumbrado a que la dejaran abandonada en los momentos más difíciles de su vida. Como si no esperara algo de ella.

Sintió ganas de decirle que nunca la dejaría sola, sin saber por qué.

—Es Nochebuena —habló en voz baja, con su voz temblando un poco. Hubo una pequeña pausa—. Dibujas monocromáticamente.

Haerin rascó su nuca, incómoda.

—Sí, yo... —no quería decirle el motivo de aquel estilo utilizado, lo que delataban sus dibujos, así que buscó cambiar de tema—. No te preocupes, estoy acostumbrada a pasar esta fecha sola.

Sintió su estómago pesado y una incómoda sensación asentándose en su cuerpo. Quería huir de ese lugar, escapar lo más rápido que pudiera.

—¿Tus papás? —en su lugar, se encontró preguntando aquello.

La omega mordió su labio inferior.

—Mamá es secretaria en el hospital y tenía turno esta noche —explicó, incómoda.

—¿Y tu padre?

El rostro de Haerin se endureció.

—Nos abandonó.

Pero podía sentir el olor de otro alfa en esa casa. Sin embargo, Haerin no hizo mención de ello y Danielle no quiso presionar tampoco. No ahora que...

¿Qué?

Las cosas eran demasiado raras en ese momento. Como si estuvieran fuera de lugar. ¿Por qué le molestaba la idea de otro alfa en esa casa? ¿Por qué le molestaba que Haerin pasara la noche, esa noche, sin compañía alguna? ¿Por qué de pronto quería abrazarla al verla allí, queriendo lucir entera, pero sus ojos diciendo que quería que alguien le quitara las cadenas que parecía cargar cada día?

¿Por qué no se marchaba? ¿Por qué no se aprovechaba de ella en esa situación?

¿Por qué no podía cumplir la apuesta?

¿Por qué la idea de Minji ganando le molestaba, pero no por perder unos cuantos wons, sino porque imaginarse a Haerin bajo su amiga hacía que su estómago se sintiera pesado?

¿Por qué no podía dejar de preguntarse tantas cosas?

—Deberías irte —dijo Haerin, desviando la vista.

Danielle apretó su mandíbula un pequeño instante.

—También estaré sola esta noche —murmuró, casi inaudiblemente.

Pero Haerin la escuchó, y la miró con sorpresa. Y pudo ver cómo mordía su labio. Danielle quería acurrucarla contra su pecho y no soltarla nunca más.

¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué quería comportarse de esa forma con la omega?

Sus feromonas, eso debía ser. Todavía la estaban afectando, así que debería irse. Pero sus pies no se movieron.

—¿No la pasarás con tu familia? —preguntó Haerin—. Pero es una fecha bonita.

—Sí —Danielle levantó su barbilla en la oscuridad de la habitación—. Pero ahora... no quiero estar con mi familia.

Se arrepintió de haberlo dicho apenas terminó de decir la última palabra, sin embargo, para su sorpresa, Haerin no dijo nada con respecto a ello. Dándole su espacio, diciéndole con los ojos que, sí quería decírselo más adelante, la iba a oír.

—Yo... Pensaba dormir ahora —respondió Kang, mirando sus manos, sin saber qué decir exactamente. Sintiendo una calidez extraña recorriendo su estómago—. Es temprano, aunque... ¿Quieres... quieres dormir conmigo, Danielle?

Danielle la contempló en silencio, aunque sus ojos se abrieron levemente debido a sus palabras. Pero no había una mirada sucia, malinterpretando por completo sus palabras, sino...

¿Qué expresaban esos bonitos ojos de Danielle?

Haerin quería saber, de pronto, todo lo que pensaba Dani. En especial de ella.

—¿Entraremos las dos ahí, Hae? —preguntó, apuntando a su cama.

Esa pequeña, fría cama que la acogía todas las noches.

—Puedes abrazarme —dijo Hae dulcemente, y aquel tono envió escalofríos por todo el cuerpo de la australiana.

‹‹¿Qué me está pasando?››, se preguntó la alfa mientras veía a Haerin recostarse en la cama y sus pies se movían en su dirección. ‹‹¿Por qué... quiero que me mire solo a mí?››.

Y Haerin no estaba mejor, porque su mente era un mar de pensamientos confusos. Días atrás dijo que debía alejarse, pero ahora, al tener a Danielle tan cerca, al ver que no se aprovechó de su situación como Minji tampoco lo hizo en su momento... ¿Por qué no podía negarse a esas dos alfas? ¿Por qué estaba empezando a ansiar que la fueran a ver?

¿Por qué su corazón se aceleraba con las dos?

Eso estaba mal. Eso no podía ser.

Danielle, de forma repentina, la abrazó. Y todos los pensamientos odiosos de Haerin desaparecieron, reemplazados por un pequeño calor que se extendió por su cuerpo ante el abrazo. Que la hizo sentir feliz y extraña al mismo tiempo. Que la hizo desear jamás alejarse de esos brazos que la envolvían, que la tocaban como si fuera algo bonito y frágil.

La alfa llevó su nariz a su cuello, acariciándoselo superficialmente, mientras Haerin las cubría a las dos con una manta.

—Hueles bien —murmuró Danielle, para luego dejarle un pequeño beso.

Haerin siempre pensó que se alejaría con todos los alfas que hicieran eso, que buscaran su cuello para dejar una marca. Con Dongyul se había hecho a un lado, con Niki gritaba, con otros alfas que se aprovecharon de ella salía corriendo. Pero Danielle... Danielle la hizo querer rogar por otro beso.

Sin embargo, sólo se acurrucó contra su cuerpo, cerrando sus ojos.

—Gracias, Dani —susurró, respirando con suavidad.

Danielle le acarició el cabello, sin decir nada, y dejando que la quietud de la noche las envolviera por completo a las dos, llevándolas a la bruma del sueño en unos segundos.

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