08

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

~Escucha el latido de mi corazón

Te llama a su propia voluntad...

—¿Cuándo vas a regresar? —preguntó Minji, frotando sus ojos por el sueño.

Danielle la miró, rodando los ojos a pesar de que había una sonrisa en su rostro.

—El dos de enero, ya te lo dije —contestó su mejor amiga, agarrando su bolso—. ¿Qué, ya me estás extrañando?

Minji le sacó la lengua, sentándose en el sofá para ponerse a ver televisión.

—Por favor, es sólo para saber cuántos días estaré a solas.

Danielle no quiso pensarlo de alguna otra forma, pero no pudo evitar imaginar en que Minji llevara a Haerin allí. La sola idea de que Haerin estuviera en su departamento, junto a su mejor amiga, le ponía de muy mal humor. Especialmente, luego de enterarse de que el día anterior estuvieron juntas por el cumpleaños de Kim.

Para su propia fortuna, quedó en salir con Haerin luego de que volviera de su viaje. Iría a pasar Año Nuevo a un centro de esquí en Pyeongchang junto a sus padres, por lo que su mamá estaba muy contenta con esa atención recibida de su alfa. Al ser su primera omega, Hyemin recibía muchos regalos por parte del padre de Danielle. Además, Hyungsik estaba muy orgulloso de que su primogénito fuera una alfa, por lo que el premio era doble para su madre.

—Recuerda que tienes prohibido... —comenzó a decir Danielle.

—¡Traer omegas aquí a follar! —gritó Minji, cambiando de canal—. ¡Tranquila, Dani! Si salgo con alguien, siempre procuro la discreción de un motel.

Danielle no pudo aguantarlo demasiado, por lo que terminó preguntando:

—¿Piensas llevar allí a Haerin? —le soltó, algo ácida.

Minji se congeló un momento, sorprendida y desconcertada por la pregunta realizada. Danielle la observó, pensando en la apuesta hecha, en lo raro que se sentía todo ahora, en la forma en que Haerin la miraba a veces. En ese bonito rostro que llamaba la atención con facilidad, porque tenía una extraña belleza. Danielle no podía evitar compararla con un tierno gatito, que maullaba por el mundo y se escondía de los perros agresivos.

Su mejor amiga se volteó a mirarla. Danielle no reconoció su expresión, que contenía una mueca extraña, como si tratara de aguantar la risa y el enojo a la vez.

Y es que Minji tampoco sabía cómo reaccionar ante la pregunta hecha. En especial, porque las últimas veinticuatro horas estuvo pensando demasiado en Haerin y lo que era para ella. Se le hacía demasiado complicado encontrarle sentido, pero, tal vez, todo se resumía a una palabra: atracción. Existía una innegable atracción de su alfa por la omega. Minji estaba un poco asustada, porque eso complicaba un montón las cosas, y a pesar de ello, no quería alejarse de Haerin.

—Claro que no —habló Minji, con la voz grave—. Tengo pensado un bonito hotel en el que consentir a Haerin. Después de todo —su tono se volvió borde—, se lo merece, ¿no es así?

—Espero que sea caro —replicó la australiana—, yo había pensado en algo frente a una playa. ¿Te imaginas lo emocionada que estará por eso?

La menor dijo lo último de la nada, porque realmente no lo pensó con anterioridad. Pero, en ese momento, supo que sería una magnífica idea. Haerin era como una niña pequeña a la que podías sorprender con cualquier cosa, y estaría emocionada hasta por el más simple de los regalos. Además, eso le daría a entender lo dispuesta que estaba a gastar en ella.

Claro, ahora que lo pensaba, Danielle dudaba mucho que estuviera contenta sólo una noche con Haerin. Fuera del hecho de marcarla, pensar en tener a la omega bajo ella, sudorosa y caliente, era suficiente para ponerla dura en segundos. Sí, con una vez no quedaría contenta.

—¿Tanto piensas gastar en una simple omega? —se burló Minji, a pesar de que pudo notar cierto rencor en su expresión.

—Tú misma lo dijiste —bufó Danielle, tirando de su maleta—. Haerin se lo merece —le sonrió con inocencia—. Bueno, ¡nos vemos!

Minji se despidió de Danielle también, sintiéndose un poco extraña. En todos esos años de amistad, y desde que tenían esas recurrentes apuestas para llevar a la cama a un o una omega, las cosas no llegaron a torcerse así. Ellas jamás tuvieron esas conversaciones en las que se echaban a la cara ciertas cosas, o celaban al omega que estaban cortejando. Eso era impensable, porque sólo significaba una cosa, y es que estaban empezando a generar sentimientos por quien se suponía era sólo una apuesta.

No, pero... pero eso era imposible. Era imposible que ellas estuvieran enamorándose de Haerin. Sólo era atracción, porque era una omega que llamaba la atención, porque era una omega distinta a las que habían conocido. Nada más, nada menos.

Sin embargo, eso no explicaba el porqué de esa tensión entre ellas. Esas pequeñas discusiones que giraban en torno a Haerin, esas pullas que se lanzaban sin pensarlo. No estaba bien, considerando que eran mejores amigas. Las mejores amigas no debería pelear por la atención de una omega.

Suspiró por el cansancio, volviendo su vista a la televisión y pensando en los largos días que se venían por delante.

***

Haerin se tomó la noticia como correspondía: murmuró un "Felicitaciones" de forma mustia, antes de comer dos trozos de pollo, y decir que ya estaba satisfecha. Hizo el amago de ponerse de pie, pero Dongyul habló en ese momento.

—¿No vas a quedarte aquí? —le dijo, y parecía molesto—. No seas maleducada, Haerin. Tu madre trabaja casi todos los días para cuidarte, ¿y así lo agradeces?

—Tu padrastro tiene razón —intervino su mamá, decepcionada—. Haerin, ni siquiera pareces feliz con el hecho de que vas a tener un hermanito. Me lo pedías desde que eras pequeña, ¿no?

Sí, cuando tenía cinco años y papá todavía no se iba. Cuando se suponía que eran una familia feliz. En esa época, vivían en otra casa, en un mejor barrio, y Haerin siempre pensó que tener un hermano sería genial. Papá sólo se reía ante sus insistencias. Sin embargo, una vez su padre se marchó, su mamá guardó todas sus cosas, la agarró de la mano y se fueron de esa bonita casa, para irse a vivir a ese nuevo barrio. Cuando ella le preguntaba sobre papá, la mujer siempre se ponía a llorar y Haerin no insistía más en el tema.

La tristeza la golpeó. Se preguntó si su padre la extrañaría, la echaría de menos. Probablemente tenía una nueva pareja, no podía saberlo con exactitud, porque mamá nunca fue marcada por él. No alcanzó a ser marcada. Pero debía tenerlo, un nuevo omega, y otros hijos, porque nunca volvió por ella a pesar de que lo dijo cuando pelearon.

—Estoy preocupada —mintió—, mamá, no eres tan joven...

—¡Qué estás diciendo! —gritó Goeun que parecía enfurecida ante el hecho de que su hija le sacara eso en cara—. ¡Tengo treinta y ocho años, puedo tener más cachorros sin problema alguno!

Parecía querer convencerse más a sí misma que a Haerin. Podía entenderla, porque su mamá no quería perder la atención de Dongyul, quería seguir luciendo funcional ante los ojos de su alfa. Si podía darle un hijo, entonces su relación se afianzaría más.

—Lo siento —se disculpó, aunque no sabía por qué pedía perdón.

—¡No quiero verte más! —Goeun bufó—. Realmente eres una decepción, Haerin. ¡Estoy harta de tu comportamiento!

Haerin se inclinó, pidiendo disculpas otra vez, y se marchó lo más rápido que pudo de allí, fingiendo que las palabras de su mamá no le habían herido. Ella nunca parecía orgullosa con nada de lo que Haerin hiciera.

Se encerró en su cuarto, con las manos temblando y el deseo de estar con alguien más. Con Danielle o Minji. Por un instante, deseó que cualquiera de las dos -o las dos- estuvieran allí, frente a ella, listas para consolarla, para decirle que no se preocupara, que ellas la iban a cuidar. Sin embargo, lejos de hacerla sentir mejor, esa idea le pareció horrible. Haerin no quería depender así de otra persona, de alguien más, porque eso le entregaba el poder a otro de hacerle daño. Peor aún: no le daba autonomía a ella.

Por Dios, Haerin no sabía lo que quería. Lo único que deseaba con fuerza era poder encontrar a alguien que la amara a ella, sólo a ella, pero no sabía si eso sería posible en algún momento. En algún día.

Se lanzó en la cama y su móvil, en ese momento, sonó en señal de un mensaje. Lo desbloqueó, viendo que era Danielle.

Dani

Haerin, hey.

¿Cómo la estás pasando?

Yo estoy aburridísima.

Me habría gustado que vinieras conmigo.

¿Te gusta la nieve?

Y le envió una foto del lugar en el que estaba. Danielle parecía encontrarse en un balcón, porque la foto mostraba el exterior: un bosque oscuro, la tierra cubierta de un manto blanco. Debía ser un lugar muy lujoso, considerando que estaba en un centro de esquí, según le contó unos días atrás.

Hae

Unnie, se ve muy bonito el lugar.

Estoy algo aburrida.

¿Cómo puedes aburrirte en ese lugar?

Dani

Me aburro porque no estás tú.

Haerin sonrió al leer eso. Su omega se removió en felicidad. Danielle era un poco menos descarada que Minji, pero no dudaba en hacerla sentir bien con sólo unas palabras. Sin pensarlo un momento, decidió ser atrevida.

Hae

Bueno, llévame la próxima vez...

Me encantaría ir contigo.

Danielle no contestó enseguida y Haerin comenzó a preocuparse. ¿No fue demasiado? Tal vez, pensó con pánico, la alfa la veía sólo como una amiga, y le decía esas cosas porque la quería de esa forma. Sí, Danielle y ella eran amigas, lo había dejado claro cuando se quedó a dormir a su casa y, a la mañana siguiente, su mamá le preguntó si eran pareja. Ambas dijeron que sólo eran amigas.

Estaba a punto de escribir un "Es broma, unnie", cuando su móvil sonó por una llamada. Era Danielle.

Unos segundos sin saber qué hacer. Cuando logró moverse, fue a su puerta y cerró con llave, antes de volver a la cama y meterse bajo las sábanas para amortiguar un poco su voz. Marcó el botón verde para contestar y llevó el celular a la oreja.

—Unnie —barboteó, con la voz temblando un poco—, lo que dije...

El catorce de febrero, ¿quieres pasarlo conmigo? —preguntó Danielle al otro lado, haciéndose oír por el ruido de la fiesta en la que estaba. Salió al balcón para enviarle la foto a Haerin y decidió quedarse allí para hablar con la menor—. Podría pedir una reserva en este hotel y te traigo, Haerin. Dos días, o tres, o los que quieras, para nosotras.

—Unnie —repitió, atónita, y soltó una risa torpe ante lo que le estaba proponiendo—, yo... uh... No tengo mucho dinero...

No me importa, yo cubriré todo —contestó la alfa, poniendo un tono tentador—. Yo me haré cargo de ti, Rin.

El dulce apodo casi la enloqueció por la emoción. No sabía qué le estaba pasando, por qué reaccionaba de esa forma ante Danielle, y de pronto, fue como si una ampolleta se iluminara en su cabeza.

Haerin estaba teniendo sentimientos por Danielle.

Su estómago se volteó ante esa verdad, y su lógica dijo que era momento de cortar por lo sano. Debía decirle que no podía verla más, que debían alejarse, para que así ella no saliera herida. Haerin sabía que la única herida sería ella si las cosas salían mal. O peor, si se dejaba marcar, porque Danielle provenía de una familia tradicional, conservadora, que probablemente esperaba que tuviera bajo su poder a más de un omega. Haerin jamás sería suficiente para Danielle.

Pero... pero ¿tan malo era? Los alfas podían tener a los omegas que quisieran, ¿por qué Haerin debía pedir más? Haerin debía conformarse con eso, con nada más, porque no era especial. Si Danielle se lo ofrecía, debería aceptarlo, irse a vivir con ella y darle cachorros. Tal vez podía acostumbrarse a eso.

¿Hae? —preguntó Dani, creyendo quizás haber ido demasiado lejos.

—Danielle unnie —murmuró Haerin, casi a punto de llorar—, ¿vas a cuidarme?

La alfa vaciló un momento, observando hacia el interior del salón. La fiesta estaba en su máximo apogeo, y entremedio de la multitud, vio a sus padres. Su madre bailaba con su padre, contenta de tener esa atención en ella. Ella se enfadaría mucho si marcaba a Haerin. Puede que su padre también se molestara, porque Haerin no venía de una buena posición. Con toda probabilidad, la obligarían a tomar a otro omega bajo su poder, como Dayeon. Eso le rompería el corazón a Haerin, sin embargo, ¿qué podría hacer?

Claro que sí, Rin —le dijo Danielle—, te cuidaré todo lo que tú quieras —Haerin sorbió por su nariz—. Oh, Hae, ¿estás llorando?

—No —mintió—, es que estoy un poco enferma —antes de pensarlo más, volvió a hablar—. Está bien, unnie. Me gustaría ir contigo allí el catorce de febrero. Pero... —titubeó—, si yo digo que no, ¿lo vas a respetar?

Por supuesto, Rin —aseguró Danielle, honesta—. Jamás podría presionarte en nada, ¿entendido?

—Bueno, unnie. Deberías volver con tus padres. Cuando regreses, vemos todos los detalles.

No puedo esperar a verte, Rin.

Haerin cortó la llamada, volviendo a sorber por su nariz, y tomó aire para no sentir que se ahogaba. La omega no sabía por qué se sentía de esa forma, ¿Danielle no le estaba dando una gran oportunidad? No era idiota, no era una ilusa, porque la alfa le estaba diciendo, entremedio de su ofrecimiento, que podía hacerla su omega. Podía hacerle el amor -Haerin no quería pensar en eso como una follada- y después darle una mejor vida. Iría a vivirse con ella, dejaría de estar a cargo de Dongyul y se libraría de sus garras. Eso era un magnífico panorama.

Y Minji...

Pensar en Minji la hizo sentir peor. Ella también daba ciertas señales sobre tener algo con Haerin, y a veces, la omega lo pensaba. Jamás creyó verse en esa encrucijada, porque nunca pensó que dos alfas estarían tan interesadas en ella. Por lo normal, cuando los rechazaba desde un inicio, la dejaban en paz enseguida. Los alfas jamás perseguían a los omegas de esa forma.

¿Y si Minji se lo ofrecía también? ¿Qué pasaba si le preguntaba si quería ser su omega? Eso la puso en otra posición, en un nuevo escenario, y sintió su mundo dar vueltas. ¿Dos alfas pidiéndole que fuera su omega? Debería rechazar a una, pero ¿a cuál? De sólo pensarlo, algo en su pecho se apretaba.

Sin embargo, debía elegir, pues no podía quedarse con las dos. Eso era imposible.

Se bajó de la cama, frotando sus ojos para alejar las punzantes lágrimas, y le dieron ganas de ir al baño en ese momento. Sabiendo que su madre estaría muy concentrada en tener contento a Dongyul, lo aprovechó para salir sin que le vieran el rostro. No quería llamar la atención de nadie en ese momento. Fue un largo día y lo único que quería ahora era descansar.

***

El uno de enero decidió pasarlo con sus amigas, a pesar de que muchas tiendas iban a estar cerradas por la fecha especial. Más tarde iría a cenar con Minji, que la invitó al departamento para darse el abrazo de Año Nuevo. Una parte de ella quiso negarse y dejar las cosas allí, considerando lo que habló con Danielle el día anterior, pero no era tan sencillo para ella. Cuando hablaba con Minji, todo en sí temblaba. Qué desastre más grande era.

Además, necesitaba salir para estar lejos de su mamá. La noticia del embarazo la descolocó por completo, además que le provocó náuseas la idea de tener un hermano, cuyo padre fuera Dongyul. Peor aún: si su padrastro lograba su cometido y la violaba, con toda seguridad también la haría parir cachorros. ¿Qué tan bizarro y asqueroso podía ser eso? Haerin podía vomitar con esa simple idea.

Así que debía alejarse de esa casa. Para su propia fortuna, Jimin y Yujin se juntaron con ella. Minjeong fue con sus abuelos, en otra ciudad, mientras que Xiaoting se quedó dormida. Para Haerin estaba bien, porque le gustaba pasar tiempo con sus mejores amigas.

—¿Vas a casarte con Minjeong? —preguntó Yujin, mientras caminaban por el parque.

—Le propondré matrimonio cuando acabemos nuestras carreras —habló Jimin, mirándola con reprobación—. No está bien que te cases tan joven con Xiaoting, muchas cosas pueden salir mal y no...

—¡Xiaoting es mi alfa y no quiero a ningún otro! —saltó Yujin, mostrando su anillo brillante en su dedo—. Haerin, ¿les has hablado de tus pretendientes?

La de ojos gatunos se atragantó con su saliva. Jimin parpadeó, desconcertada, antes de voltearse hacia la menor del grupo. Haerin quiso salir corriendo.

—¡Yujin unnie, eres una chismosa! —se quejó Haerin—. Además, ¡estás exagerando! No son pretendientes...

—A ver, espera, no estoy entendiendo —intervino Jimin—, ¿cómo...? Haerin, ¿estás saliendo con alguien?

—¡No! —dijo la omega, antes de balbucear un momento—. Es decir... Estoy conociendo a alguien. A dos alfas.

—Dos alfas —repitió Karina—. ¿De dónde?

Haerin no se había preparado para explicárselo a Jimin, porque su amiga era alfa y muy sobreprotectora. En especial con ella. Siempre que salían, solía mirar muy mal a los alfas que se le acercaban a Haerin, incluso varias veces le marcó en su olor para que así supieran que alguien la estaba cuidando. La omega pensó varias veces que, si Jimin no hubiera conocido a Minjeong, tal vez ellas habrían estado juntas.

Tomó aire para comenzar a contarle sobre Danielle y Minji. Omitió ciertas cosas, como el día en que Niki la atacó o cuando Danielle se quedó en su casa, hablándole sólo de momentos en que estuvieron con ella. Salidas y conversaciones, nada más.

—Ellas parecen interesadas en mí —terminó por decir Haerin, y Yujin la abrazaba, fingiendo llorar porque decía que su bebé ya creció—, son muy agradables, unnie, y...

—Deberías alejarte de esas idiotas —le interrumpió Karina, luciendo irritada. Yujin se interrumpió—. De seguro sólo están jugando contigo, Haerin.

La omega menor bajó su expresión como una niña pequeña a la que estaban regañando, sintiendo su garganta un poco apretada. Yujin la soltó, plantándose frente a Jimin con una expresión de enojo.

—¡¿Qué le estás diciendo?! —regañó su mejor amiga—. ¡Sólo lo dices porque eres una tonta alfa sobreprotectora!

—¡Lo digo porque tengo razón! —replicó Karina—. ¡No te hagas buena persona, Yujin, tú también lo piensas! ¡Sabes que esas alfas no se fijarían en Haerin a menos que quisieran algo!

A Haerin le dolió que Jimin hablara de ella como si no estuviera junto a ellas. Peor aún: que hablara de esa forma, sabiendo que alfas de la categoría de Minji y Danielle no le dirigirían a Haerin una segunda mirada, porque la omega no era lo suficientemente buena para ellas y sólo servía para una cosa.

—¡Eres una idiota! —gritó Yujin, más enojada ahora—. ¡No tienes derecho a actuar así con Haerin, Jimin! ¡Ella sólo...!

—Danielle me está ofreciendo su marca —habló Haerin, interrumpiéndolas y con la esperanza de que Jimin cambiara su actitud. De que viera que una de esas alfas iba en serio con ella.

Sin embargo, eso enfureció más a Karina, que le agarró la mano con brusquedad. Haerin se asustó, pues nunca la vio tan iracunda como hasta ese momento. Por lo normal, la alfa siempre solía mantener la calma y compostura, siendo Yujin la más expresiva del grupo.

—¡¿Y tú te lo crees, Haerin?! —le gritó Jimin—. ¡¿Realmente crees que te dará su marca?! ¡Con toda probabilidad, te lo dijo para llevarte a la cama y usarte como una puta!

Yujin se metió en medio de ellas cuando Haerin se puso a llorar, herida y lastimada por las palabras de la alfa. Jimin jamás le trató de esa forma ni le dijo algo tan cruel, y la omega no pudo evitar darle la razón. ¿Por qué una alfa le daría una marca a Haerin?

Haerin era monocroma, nada en ella brillaba, era como una luz opaca a punto de apagarse. Cuando se miraba en el espejo, sólo se veía un triste rostro de ojos dispares y sonrisa adolorida. La omega era gris, blanco y negro, ¿por qué una alfa se quedaría con alguien de colores monocromáticos? No había ni un poco de color en ella.

—¡Espero que estés contenta, cretina! —dijo Yujin, más colérica—. ¡Mira lo que hiciste! ¡Hiciste llorar a Haerin!

Ella era una omega de segunda categoría, una omega que sólo servía para caprichos. Nunca podría ser la primera opción de ningún alfa.

—Oh, Dios —masculló Jimin—, lo siento, Haerin, no quería... Mierda, no sé qué me pasó, es que... de sólo pensar que te hagan daño, yo...

—¡Vete a la mierda! —la defendió Yujin, toda una mamá gallina—. ¡Le diré a Xiaoting que te patee el culo! No la tomes en cuenta, Haerin, dijo demasiadas tonterías. Me siento muy feliz de que una alfa quiera marcarte, ¡te lo mereces! De seguro...

—Le diré que no —gimoteó Haerin, sin dejar de llorar—, U-Unnie tiene razón, e-esas alfas...

Yujin se volteó y golpeó a Jimin en el hombro, quien no se quejó. Miraba hacia abajo, avergonzada por su arrebato e incapaz de poder decir algo para consolar a la pequeña.

—No dejes que esta idiota decida en tu corazón —le dijo Yujin, buscando su paquetito de pañuelos desechables para limpiarle la nariz a Haerin—. Si esa alfa te quiere y te lo demuestra, ¡entonces está hecha para ti! ¡O quién sabe, puede que esas dos alfas sean para ti! —eso la hizo reír y Yujin le sonrió, limpiándole también las lágrimas—. Vales oro, Hae, ¡nunca lo olvides!

Al final, Haerin quiso devolverse a su casa. Jimin le pidió más disculpas y la omega dijo que ya la perdonó, pero Yujin seguía muy molesta. Haerin igual estaba un poco herida, sin embargo, podía entender la desconfianza de su amiga. Eso no quitaba que lo que hizo estuvo mal, y por ahora no quería verla, así que decidieron dejar esa salida hasta allí.

Además, Haerin no quería ir con Minji hecha un desastre. Quería ponerse lo más linda posible, por lo que, una vez en casa y aprovechando que Dongyul no estaba, se puso los mejores pantalones que tenía, una blusa limpia e incluso encontró un viejo labial de brillos que tenía, poniéndoselo. Trató de arreglar su cabello, aunque no tuvo mucha suerte.

Al salir de su cuarto, se encontró con su mamá. La mujer no tenía turno ese día y había estado en su habitación, hasta ahora.

—¿Dónde estabas, Haerin? —preguntó ella, y por su tono de voz, supo que seguía molesta.

—Salí con Yujin —dijo, y se apresuró en añadir—. Ahora iré con Jimin, me invitó a comer a su casa. Estaré temprano, no...

—Estoy harta de que no te preocupes un poco por tu futuro —le soltó su mamá, y Haerin calló—. Sales y sales con tus amigas, pero no estás un poco preocupada por encontrar un alfa que pueda tomarte. Luego vienes con esa tonta idea de querer estudiar, ¡deberías buscar a un alfa de buena clase que te tome!

—Mamá —trató de decir—, sólo necesito... Aún me quedan unos años, no es...

—Yo voy a tener otro hijo ahora —continuó Goeun, como si no le escuchara—, ¿y sabes qué significa eso? Que voy a tener que dejar el trabajo para dedicarme a criar a este niño como corresponda. Ojalá sea alfa, otra omega sería una desgracia más grande. ¡Voy a necesitar apoyo económico!

—Pero Dongyul...

—¡Él tiene sus propios negocios! —le interrumpió—. ¡Un alfa que te dé dinero sería bastante bueno para mí y tu hermanito! ¿No puedes pensar un poco en tu madre? ¡Di todo para sacarte adelante!

Haerin sentía que estaba colapsando de a poco. Lo que le dijo Jimin, sumado a esto, le estaba sacando totalmente de los nervios. Sus manos volvían a temblar, mordía con fuerza su labio inferior y las ganas de llorar estaban empujando en su garganta. Picaba mucho, y tenía la loca idea de rasgarse esa zona para buscar consuelo.

Su mamá no dejaba de hablar y recriminarle todo, y Haerin necesitaba un respiro.

—¡Basta! —le gritó, y Goeun se calló, sorprendida.

Pero Haerin no se quedaría a escuchar sus reclamos, por lo que la hizo a un lado y caminó a la puerta. Sin pensarlo, una vez fuera, se puso a correr para alejarse lo más posible de esa casa, de ese lugar, sintiendo como todo en ella se derrumbaba y se derretía, como la nieve bajo ella.

Todo estaba mal, muy mal, y Haerin no podía hacer nada para encontrar una tabla en medio de ese violento mar. Cada día que pasaba era como si se ahogara un poco más, como si estuviera siendo arrastrada por la marea hacia lo profundo de aguas oscuras, hasta asfixiarla para matarla. Haerin no sabía cuánto más lo soportaría, porque en algún punto, la corriente se haría más fuerte y no importaba cuánto nadara, terminaría hundiéndose sin una sola posibilidad de volver a flote.

Corrió, corrió, corrió, hasta que sus pulmones comenzaron a doler y no sabía qué hacer. En medio de la apagada ciudad, una dirección brilló en su mente y se dirigió allí. Se suponía que debía llegar más tarde, pero a Minji no le importaría verla ahora. Haerin estaba sudorosa, todavía en pánico, con pensamientos desordenados e inconexos en su cabeza, sin embargo, lo único concreto era ver a Minji. A Min.

Llegó al lujoso edificio, y aprovechando que el conserje de la entrada no estaba, corrió al ascensor para subir al piso de Minji. La chica le dio la dirección cuando quedaron en juntarse para esa cena, así que una vez llegó al piso nueve, buscó el número del departamento. En el momento en que estuvo frente a la puerta, tocó con desesperada furia.

La puerta se abrió y un conocido rostro se asomó.

—¿Rinnie? —preguntó Minji, sorprendida.

El sobrenombre la quebró y volvió a llorar. Minji se movió con rapidez, agarrándola de la cintura y llevándola al interior, cerrando la puerta. Haerin la abrazó por el cuello, sin dejar de llorar, y la alfa la sentó en el sofá, sin alejarse un poco.

—¿Qué pasó, Rinnie? —susurró Minji, luciendo preocupada en ese momento—. ¿Alguien te molestó?

—Mamá está embarazada —sollozó Haerin, sin poder controlarse, y la alfa parecía algo perdida—, está esperando un bebé de ese idiota, y ese idiota quiere marcarme, y ella quiere que me busque un alfa que me mantenga, y yo sólo soy una omega pobre, de segunda categoría, y sé que nadie va a quererme, y soy un desastre sin color, y sólo sirvo para ser una puta, nada más, y...

—Oye, oye, tranquila, bebé —le interrumpió Minji, desorientada por todo lo que estaba escuchando. Agarró a Haerin de las mejillas, viendo su rostro lloroso, y la alfa quedó aturdida al tenerla tan cerca. Esos bonitos ojos brillantes, uno café y el otro azul-verde, le observaban con desesperación—. Necesito que respires conmigo, ¿vale? Vamos... inhala... exhala...

Haerin imitó su respiración, sin alejarse un poco ni parecer remotamente incómoda por esa cercanía. Su cuerpo estaba un poco encima del de Minji, con sus piernas sobre los muslos de la alfa, y la mayor le agarraba de las mejillas con delicadeza. No había asco o desprecio en sus ojos, sólo tranquilidad y suave cariño.

La omega estaba perdida, condenada, porque supo en ese momento, mirando los ojos de Minji, que también le quería. Así como quería a Danielle, también quería a Minji.

—Eso, bebé, así... —murmuró Kin, y Haerin sintió la calma al escuchar esa voz tan cerca de ella—. ¿Ves que puedes hacerlo? Eres tan increíble, Rin...

—Lo siento —lloró Haerin, mucho más tranquila—, no pretendía... No quería...

—No, no te preocupes, bebé —Minji, vacilante, le besó la frente. Haerin cerró sus ojos—. Cuando quieras, cuando lo necesites, voy a estar para ti.

Así, con los ojos cerrados y apretados, casi acurrucada contra Minji, le murmuró lo que había pasado. Le contó sobre el embarazo de su mamá, sobre el idiota de Dongyul, sobre las crueles palabras que Karina le dijo. Le contó acerca de lo triste que se sentía, del miedo y terror que parecía llenarla cada día más. De las presiones de su mamá para que se consiguiera un buen alfa.

—Oh, bebé —murmuró Minji, acariciándole el cabello—, necesitas salir de ahí, Hae, no te hace bien. Ese hombre... —trató de no dar rienda suelta a la rabia que sentía, porque sabía que eso iba a asustarla—. Y sobre tu madre, tú sabes... —vaciló un momento—. Si tú me lo pides, yo puedo serlo. Yo puedo ser tu alfa, si tú lo quieres.

Un pequeño silencio entre ellas, no tenso, no pesado. Un silencio que anticipaba una respuesta, y Minji lo sintió como si ambas estuvieran en cada extremo de la habitación, a la espera de que una diera el primer paso.

Estuvo a punto de decirle que lo olvidara, que no quería presionarla, pero Haerin fue quien avanzó primero.

—Minji unnie —barboteó, abriendo sus párpados—, ¿vas a cuidarme?

La alfa le dio otro beso en la frente. Haerin, bajo ella, soltaba ese aroma a bebé que tenía. Sentía el loco impulso de enterrar su nariz en el cuello de la chica, encima de su glándula de feromonas, y quedarse allí para siempre.

—Claro que sí, Hae —le dijo la mayor—, voy a cuidarte siempre que tú me lo pidas.

Haerin sonrió, temblorosa, asustada, pero también hermosa. Mostró esa bonita sonrisa que tenía, y Minji no pudo aguantarlo más: se acercó hasta quedar a pocos centímetros de sus labios.

—¿Puedo besarte? —le susurró la alfa.

Haerin debería pensarlo. Debería ponerle un alto en ese momento. Debería ser sensata.

Pero estaba cansada de sobrepensar tanto las cosas.

—Sí —murmuró en respuesta.

Minji se inclinó un poco, lo suficiente como para que ambos labios se rozaran, y pudo ser la primera en probar esa bonita boca de fresa que la omega tenía. La presionó con suavidad, sólo un toque superficial y dulce, y se alejó unos centímetros. De pronto, sintió las manos de Haerin agarrándola del rostro.

—Más —pidió, y Minji se vio incapaz de decirle que no.

Volvió a presionar de manera ligera, antes de ser un poco más atrevida y mover sus labios sobre los de Haerin, que trataba de imitar su actuar con tímida ignorancia. Eso provocó más a su alfa, saber que era el primer beso de Haerin. Fue más lejos, volviendo el beso húmedo y cálido cuando su lengua delineó el labio inferior de la omega. Haerin se sobresaltó.

—¿Demasiado? —preguntó Minji, preocupada.

—No —tartamudeó Hae—, más, por favor.

—Lo que quieras, bebé.

Otro beso más, ahora metiendo su lengua en la boca de Haerin, que parecía dejarse llevar por ese toque. La omega se sentía flotar en el cielo, con el agarre firme de Minji en su cuerpo, con sus labios encima, besándola como si fuera la chica más hermosa del mundo. Como si fuera su única omega.

—¿Quieres quedarte aquí en la noche? —dijo Minji, alejándose y notando el rostro arrebolado de Haerin, con los labios hinchados y una expresión soñadora. Por Dios, quería devorarla, pero no en un sentido sexual. Eso estaba muy lejos en su mente en aquel momento.

—¿Si? —masculló la pelinegra—. Pero...

—No haremos nada que no quieras —le prometió la alfa—. Te lo juro. Jamás te haría daño, bebé.

Haerin asintió con la cabeza, empujándose a besar a Minji. Quería más, más besos, sólo besos, porque la hacían sentir amada. Le hacían sentir muy especial.

Minji la agarró con fuerza, levantándola, y sin dejar de besarse, la llevó a su cuarto.

Esa noche, Haerin soñó con las estrellas.

***

Despertó cuando su móvil sonó con fuerza.

Con los ojos hinchados por el sueño, trató de orientarse en la habitación. No la reconoció, era la primera vez que estaba allí, y se enderezó de golpe cuando sintió un cuerpo al lado suyo.

Se volteó, encontrándose con una dormida Minji, que roncaba y tenía la boca abierta. Haerin agarró su celular, viendo que era su mamá quien llamaba, y soltó un grito al ver la hora. Las ocho de la mañana.

¡Por Dios, ¿pasó la noche allí?!

Cortó la llamada, sabiendo que la mujer llamaba porque no estaba en casa. Era la primera vez que la omega pasaba la noche fuera de casa y sin avisar. Su madre estaría enfurecida, y Dongyul...él estaría más que enojado.

Debía apestar a alfa en ese momento, pero al menos tenía una mentira: dijo que iría donde Karina. Dongyul probablemente le daría un golpe por eso, sin embargo, era mejor que contarle la verdad.

Recordar los besos que se dio con Minji le provocó una enorme vergüenza en aquel momento.

—¿Hae? —gruñó una voz, y la alfa se removió, frotando sus ojos.

—Debo irme —le dijo, buscando sus zapatillas. Estaban al lado de la bandeja de comida que la mayor llevó en un momento de la noche, para que cenaran algo—. Yo... Minji...

—Ven aquí —suspiró la nombrada, agarrándola de las manos—, la pasé muy bien anoche.

—Debo irme —repitió, nerviosa.

Minji la observó unos segundos. La omega sentía el pánico crecer en su estómago.

—Te enviaré un mensaje para que nos veamos —aceptó Minji, poniéndose de pie y soltándola.

Haerin lo agradeció, yendo a la puerta del cuarto. Sin embargo, la alfa le agarró del hombro y la chica se giró para preguntarle qué pasaba.

No pudo hacerlo, porque Minji le estaba dando un beso en la boca. Haerin se sintió derretir.

—Ahora sí, puedes irte —le dijo la más alta, sonriendo.

Haerin no pudo contestar, aturdida todavía, pero caminó con rapidez hacia la puerta del departamento. Podía sentir los labios de Minji bailando sobre los suyos cuando la abrió, y se encontró cara a cara con Danielle.

Perdió el color de su rostro.

—¿Haerin? —preguntó la alfa, desconcertada.

La omega sabía que debía una explicación, aunque no tuvo tiempo para eso, porque su móvil volvió a sonar.

—¡Lo siento, unnie, de-debo irme! —tartamudeó, y salió corriendo de allí hacia el ascensor.

Danielle la vio desaparecer, atónita, y al girarse, vio a Minji aparecer por el pasillo con una sonrisita presumida.

—¿Qué puedo decirte? —dijo Minji, contenta—. ¿Cómo te fue en tu viaje?

Danielle quería matar a su mejor amiga.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro