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~En esta negra oscuridad estás brillando tan intensamente...

Danielle dejó caer su bolso en el suelo, en mitad del comedor, y volteó su mirada hacia Minji. Su mejor amiga se encontraba en la cocina, preparándose una leche con cereal como desayuno, y con esa enorme sonrisa en su rostro.

No podía dejar de recordar el rostro de Haerin, sólo minutos atrás, cuando se la encontró de frente en la puerta. Venía con el rostro cubierto de rojo, los ojos brillando fuertemente, aunque con cierta expresión de pánico que no supo identificar bien. ¿Qué estaba haciendo la omega allí? Era la pregunta que rondaba por su cabeza, una y otra y otra vez.

Imaginarse lo peor le estaba provocando un retorcijón en el estómago, y más cuando recordó la llamada que compartió con la chica. ¿Es que acaso cambió de opinión?

—Te mueres por preguntarme, lo sé —habló Minji, y Danielle se volteó a mirarla—, pero te la haré fácil: no, no me acosté con ella. Haerin sólo pasó la noche aquí, pero no la llevé a la cama, metafóricamente hablando.

Danielle tuvo que sentirse aliviada al escuchar eso, pero fue peor: pudo sentir como el enojo la invadía, porque Haerin pasó la noche allí y no hubo nada sexual entremedio. Minji seguía comiendo su desayuno como si nada, y la alfa menor percibió el aroma a bebé de Haerin en su mejor amiga.

—¿Por qué estaba aquí? —preguntó, tratando de no verse molesta, a pesar de que no podía soportar la situación—. Si no estaba aquí por la apuesta, ¿entonces qué hacía aquí? —Kim parpadeó, observándola—. ¿Sabes cuál es la regla número uno o no?

Minji bajó el bol donde tenía su desayuno, atónita por lo que estaba escuchando, y Danielle se sentía aliviada de haberla agarrado desprevenida. Eso era lo que necesitaba.

—¿O ya rompiste también la regla cinco? —siguió preguntando la castaña—. ¿Estás enamorada de Haerin?

—¡No! —saltó Minji, apretando su boca en un mohín de rabia—. ¡No he roto ninguna regla, y menos esa!

Danielle se encogió de hombros, fingiendo una indiferencia que no sentía. No podía creer que Minji hubiera llevado a Haerin allí, de seguro se besaron. No era ninguna idiota, y si ellas no se acostaron, probablemente hicieron otras cosas. Minji no habría desperdiciado una oportunidad como esa.

—La primera regla es estúpida —masculló la más alta, tratando de calmarse. No sabía cómo Danielle le sacó tan rápido de los estribos, cuando sólo antes había estado en una nube al recordar los besos con Haerin—. ¿Por qué no traerla? Aquí sería más fácil grabarla cuando me la folle.

Por Dios, Danielle se enojó mucho más al escucharla decir eso con tanta simpleza, al hablar de Haerin como si fuera un juguete.

Pero eso se supone que era. Ellas apostaron su virginidad como si no fuera nada para ellas.

Su estómago se apretó al pensar en la llamada que le hizo, en su propuesta, en llevarla a la nieve con ella. ¿Qué significaba eso? Danielle tampoco lo pensó mucho, sólo se lo sugirió porque realmente quiso hacerlo, sin una apuesta de por medio.

—¿Y tú? —le preguntó Minji, alzando su barbilla—. ¿Qué, acaso estás celosa? No habrás roto la regla de oro tú, ¿cierto, Dani?

Danielle apretó sus dientes. ¿Cómo se atrevía a preguntárselo?

—Claro que no —dijo, despectiva—. Es más, voy a preguntarle a Haerin si quiere salir esta semana conmigo, tal vez la lleve a un lindo hotel por allí en el que abrirla de piernas.

Casi de forma inmediata se sintió más mal al decir eso, en imaginarse el rostro de Haerin si las escuchara hablar de eso. Por Dios, ellas la destrozarían si eso llegara a pasar. La omega no sólo terminaría con el corazón roto, sino que acabaría totalmente desgarrada con esa dolorosa verdad.

Minji, frente a ella, tenía el rostro tenso y apretado, como si estuviera tratando de contener su propia ira ante sus palabras.

—Procura no marcarla —espetó Kim, con la voz temblorosa en rabia—. A tu madre no le hará gracia.

—Ni a la tuya —replicó Danielle—. Además, de seguro tu padre espera que tengas más de tres omegas. Tu familia se especializa en eso.

El aire se cargó en feromonas alfas, fuertes, pesadas y tratando de imponerse una a la otra. De seguro, si hubiera un omega allí, ya estaría en pánico ante todos los fuertes aromas que ambas exhalaban.

Ninguna podía creer lo que estaba ocurriendo en ese instante, porque ellas jamás tuvieron una discusión que pudiera escalar a ese punto. Ambas, siempre, se entendieron más que bien, pues se conocían por completo, nunca existieron secretos entre ellas. Pero ahora, lo que estaba pasando, era totalmente nuevo y desconcertante.

Ellas... ¿estaban peleando por una omega? ¿En qué mundo eso era posible?

—La regla uno puede irse al diablo —habló Danielle con lentitud, tratando de recuperar la calma—. Haerin... ya estuvo aquí, cualquiera de las dos puede traerla —la azabache asintió en automático—. Y la apuesta...

—Sigue de pie —contestó, sintiéndose peor ahora, pero debía decirlo—, porque... porque ninguna está enamorada de Haerin , ¿no es así, Danielle?

Danielle tragó saliva.

—Claro que no —mintió en automático—. Haerin es una omega. Una simple omega.

Que gran mentira. Desde hacía mucho que había dejado de ser eso.

***

Su madre no la recibió con ninguna sonrisa. Dongyul, por otro lado, tenía los ojos brillantes por el enojo, y Haerin tuvo miedo. No, mentira. No era miedo. Era terror.

Ni siquiera podía sentirse un poco bien al recordar los besos con Minji, porque la enorme sensación de terror era mucho más grande. En especial, temía que alguno de los dos se diera cuenta: su madre saltaría por la felicidad, pero Dongyul...

Dongyul la mataría. O peor: la violaría y marcaría.

—¿Dónde estuviste? —preguntó Goeun, con la voz helada.

—Con Jimin, mamá —habló, tratando de controlar los latidos de su corazón—. Te lo dije ayer.

—Estuviste con una alfa —intervino Dongyul—. ¿Eso te parece correcto?

—Jimin tiene una omega —se apresuró a decir—. Se llama Minjeong. Ella... —se forzó a no perder los estribos—, ella es mi mejor amiga. Jamás se fijaría en mí, y yo tampoco la quiero de esa forma.

—¿Y a ti te parece correcto entonces pasar la noche con una alfa que ya tiene omega? —espetó Goeun—. ¿Qué demonios te pasa? ¡Por último, si te hubiera marcado...!

—¡No! —saltó Haerin, interrumpiéndola—. Mamá, no. No, basta, por favor —suavizó su voz—. No te alteres, no le hará bien al... al bebé.

Sus palabras parecieron calmar a la mujer lo suficiente, aunque seguía viéndose insatisfecha con esa situación. A Haerin, en realidad, no le interesaba mucho convencerla a ella, sino a Dongyul. Dongyul no podía enterarse, bajo ningún motivo, que estaba mintiendo.

Comenzó a sentirse mal con toda esa situación.

—No vuelvas a hacerlo sin avisar —dijo ella, desdeñosa—. Y la próxima vez, asegúrate de obtener una marca.

Asintió con fuerza, bajando la vista. La mayor bufó, yendo a la cocina para comenzar a preparar el almuerzo. Al menos, ese día no debía ir a trabajar, porque si se quedara sola con Dongyul, de seguro todo sería catastrófico.

Su padrastro se sentó en el sofá.

—Mírame a la cara, Haerin, y dime la verdad.

Mordió su labio inferior un instante antes de obedecer. Puso una expresión de cansancio, como si estuviera harta de todo ese interrogatorio.

—No mentí —aseguró, felicitándose porque su voz no tembló—. Jimin es mi mejor amiga, ella ni siquiera está interesada en mí. Ya tiene una omega.

—¿Segura que fuiste con ella y no con Danielle?

Por un instante, quiso bajar la vista y echarse a llorar. Sin embargo, fue lo suficientemente inteligente como para no hacerlo, porque eso sería admitir la verdad. Y no podía hacerlo, ni siquiera con su madre podía ser honesta.

—Hace mucho no veo a Danielle, porque no le gusto ni ella me gusta —siguió mintiendo—. Además, tú mismo lo dijiste. Yo soy poca cosa para alfas como ella.

Dongyul asintió con la cabeza, sin dejar de mirarla. Le sostuvo la mirada, temblorosa por dentro, a punto de tener un ataque de histeria por la situación.

—Bueno, puedes irte a tu cuarto —aceptó Dongyul, viéndose más satisfecho—. Y no te atrevas a hacerlo otra vez. Lo único que faltaría es que anduvieras de puta por allí.

Se puso de pie y a punto estuvo de correr, pero sólo hizo un gesto con su cabeza y se marchó. Una parte suya se enfureció ante las últimas palabras que oyó, sin embargo, hubo otra que le dio la razón al alfa. Después de todo... ¿no estaba jugando con Minji y Danielle?

Le dijo a Danielle que iría con ella a esquiar el catorce de febrero. Incluso pensó en que, si todo salía bien, podría dejarse marcar por la castaña esa noche. Sin embargo, días después, va donde Minji, le cuenta sus problemas y se deja besar por ella. Más que besar: ellas se enrollaron en la cama de la alfa, tocándose mutuamente, durmiendo abrazadas. ¿Eso no era actuar como una puta?

Y lo peor de todo, no era eso: era saber que se estaba metiendo entre dos amigas. Dos amigas muy íntimas. Que crecieron juntas, iban a la universidad juntas, que vivían juntas. Haerin era una desgraciada.

Cerró la puerta de su cuarto y se dejó caer en la cama, sacando su celular. Mierda, y se encontró con Danielle al huir de ese departamento. Danielle ya debía saber lo que pasó entre Minji y ella. Ahora, de seguro, la alfa no querría verla ni en pintura.

Aun así, no pudo evitarlo. Fue al chat que tenía con la chica y le envió un mensaje.

Hae

Danielle unnie.

Perdón por lo ocurrido hace unas horas.

¿Puedo hablar contigo?

Danielle vio el mensaje, pero no contestó enseguida. Por un instante, Haerin pensó que eso fue todo, lo arruinó, ahora la chica no iba a hablarle más. De seguro la bloquearía y allí acabaría todo.

Pero Danielle contestó media hora después, cuando Haerin estaba presionando su cabeza contra la almohada para ahogar los sollozos.

Dani

Haerin.

No pasa nada.

¿Te parece si lo dejamos para la próxima semana?

Estaré ocupada estos días.

No sabía cómo tomarse esa respuesta: ¿era algo bueno o malo? Es decir, Haerin no esperaba que respondiera a esas alturas. Y su respuesta no era, honestamente, algo esperanzadora. Era obvio que no quería hablarlo, ni quería verla.

Aunque le contestó. Bien podía no hacerlo.

Haerin se sentía como una estúpida, reprochándose por lo que hizo anoche, por la forma en la que actuó. No estuvo bien nada de lo que hizo, ni siquiera tuvo que haber ido donde Minji. Pero, por Dios, que bonito se sentía saber que tenía un lugar al que ir en caso de emergencia, saber que alguien la estaba esperando y le podía hacer sentir mejor. Haerin no quería depender de nadie, pero ¿estaba mal desear tener a una persona especial?

Bueno, pero ya lo hizo. Ya cometió varios errores, y ahora tendría que aprender a vivir con ellos. Le daría su tiempo a Danielle e iba a esperar a hablar con Minji, aprovechando esos días para tratar de descifrar lo que estaba pasando con ella. Lo que sentía por esas dos chicas.

Sí, Haerin necesitaba aclararse, identificar sus sentimientos. Ella no quería herir a ninguna de las dos, no cuando... cuando fueron tan amables con ella.

Sin embargo, luego de cinco días sin obtener ninguna noticia de ellas, sintió el pánico estallar en su interior.

Ni Danielle ni Minji le dieron alguna señal, ya fuera por mensaje o yendo a visitarla al café. Parecía como si se hubieran esfumado de la tierra, o peor, le estuvieran evitando por completo. Esa idea la hacía sentir horriblemente mal, y sabía que debía distraerse con algo. Sobre pensar tanto las cosas no le haría bien.

Sin poder evitarlo demasiado, terminó llamando a Yujin para salir con ella. Su amiga tuvo que notar su tono desanimado, pues no tardó en aceptar, y el jueves, después del colegio, se juntaron en uno de los centros comerciales de Seúl. Fueron a comprar algo para comer, y fue que se pusieron a hablar.

—¿Así que te besaste con Minji? —preguntó Yujin, luego de que Haerin le contara todo—. ¿Y Danielle te invitó a salir y casi propuso una marca?

Haerin asintió con la cabeza, algo deprimida.

—Danielle me vio con Minji, y estoy segura de que, si Minji no se lo dijo, debe adivinarlo con facilidad —agregó la menor—. Es decir... es obvio, ¿no, unnie?

—Sí —concedió—. Qué complicado, Rin.

El dulce apodo le hizo soltar una risa baja.

—¿Crees que debería dejarla? —preguntó la de ojos gatunos—. Es decir, ellas... ellas tienen un interés en mí, pero ¿y si lo arruiné? Son amigas y me estoy metiendo entremedio de ellas.

—A ver, pero ¿qué tal si vamos por partes? —Yujin se enderezó—. Ellas van juntas a verte, ¿no es así? A veces aparecen solas, pero también van juntas.

—Sí, uh... —Haerin asintió con la cabeza—. Son mejores amigas, Jin.

—Claro, así que creo que es evidente que ellas... No sé, si las dos están interesadas, debieron haberlo hablado, ¿no crees, Hae? —aventuró, comiéndose una papa frita—. Las mejores amigas se hablan de todo, así como tú y yo, ¿no es cierto?

Haerin sabía que Yujin se lo decía para animarla, no porque la estuviera acusando de algo, pero no pudo evitar sentirse mal. Había muchas cosas que Haerin ocultaba de su amiga, comenzando por Dongyul y la situación en casa. La menor no se veía capaz de decirle algo como eso.

—Sí —concedió, tratando de disimular su tristeza.

—Lo que quiero decir es que ellas... ellas deben saberlo, es decir, deben haber conversado previamente sobre cortejarte —continuó, un poco preocupada—, a menos que... —se interrumpió, un poco brusca.

Haerin la miró, parpadeante.

—¿A menos que qué, unnie?

—¡Oh, nada, ideas tontas! —Yujin se rió—. Tal vez deberías hablarlo con las dos, ¿me entiendes? Citarlas a las dos y decirles que sean claras con lo que quieren de ti.

Yujin no le dijo lo que realmente pensaba, porque eso sería asustarla. No quería darle alguna idea descabellada que le comiera la cabeza a Haerin, pues la conocía demasiado bien para saber cómo iba a reaccionar. Por un instante, tuvo la idea de que quizás esas chicas sólo jugaban con ella, así como pensaba Jimin, pero no sería lo mejor decírselo a alguien como Haerin. Yujin no se lo diría, sin embargo, tenía claro que su mejor amiga era ansiosa y sufría, quizás, de depresión.

—Pero eso no sería un poco... uh... ¿descarado? —aventuró Haerin, indecisa.

—Claro que sí —apoyó Yujin—, pero ellas quisieron cortejarte, entonces que se atengan a las consecuencias.

Esas palabras la hicieron reír, animándola un poco. A pesar de que Yujin fuera bromista y risueña, sabía escuchar y dar buenos consejos. A Haerin le gustaba estar mucho con su mejor amiga, y se sintió algo culpable por pensar en quererla sólo para ella.

—Unnie —le dijo, algo más contenta—, estoy muy feliz de que Xiaoting y tú se vayan a casar —el rostro de la mayor se iluminó.

—¡Qué bueno, Hae! —contestó—. No te preocupes, cuando ella y yo nos vayamos a vivir juntas, y si tú quieres, te podemos adoptar.

Volvió a reírse, olvidando momentáneamente todos sus problemas, y eso fue suficiente para tenerla aliviada un par de días más. Al menos, hasta que los nervios volvieron a atacarla por estar siendo ignorada por ambas alfas.

Es decir, ella no volvió a enviarles un mensaje preguntándoles si podía verse con cualquiera de las dos. Decidió esperar pacientemente, quizás alguna le pedía juntarse a comer algo, o incluso, cada vez que iba a trabajar, esperaba que se aparecieran, por último, a saludarla. Pero ninguna de las dos dio señal de vida alguna por el resto de la semana.

Cuando llegó la quincena de enero, prácticamente dos semanas desde que ocurrió todo y ellas seguían haciéndole el quite, fue que Haerin decidió enviarles un mensaje. Por último, pensó con desolación, les diría todo lo que pensaba antes de mandarlas al diablo.

Yujin tenía razón, las alfas debían haber hablado sobre ella, aunque fuera algo mínimo, y por eso ahora le hacían el quite. Tal vez las dos se dieron cuenta de lo fácil que era, así que ya no la querían. Aquel pensamiento casi la hizo llorar, sin embargo, no se dejaría amedrentar por la idea de un posible corazón roto.

Básicamente, le pidió a cada una juntarse, pues debía decirle algo serio. Omitió el hecho de que las citó el mismo día a la misma hora, y es que temía que ellas se negaran a juntarse las tres en el mismo lugar. Esperaba, eso sí, que las alfas no lo hubieran conversado.

Haerin llegó antes al parque central en donde quedó en esperarlas, aprovechando un día que tenía libre en el trabajo. Le mintió a su padrastro diciéndole que iría a estudiar donde Karina, así que iba con su mochila y aspecto casual.

La primera en llegar fue Danielle.

—Hola, Haerin —saludó, viendo a la chica levantarse de la banca en donde estaba sentada. No lo diría en voz alta, pero esas últimas semanas, sin verla, provocó que su alfa la extrañara demasiado.

—Unnie —dijo la menor, sin saber cómo actuar, y sólo inclinó su cabeza—, ¿cómo estás?

—Algo estresada —respondió Danielle, sentándose a su lado—, el regreso a clases ha sido un poco caótico... ¿Y tú?

—Um, bien —Hae no la miró, mordiendo su labio inferior—, igual que siempre, unnie.

—Me imagino...

—¿Haerin? ¿Danielle?

Ambas se giraron hacia el lugar de donde provenía la confundida voz. Minji estaba a unos pasos, con expresión sorprendida al ver a su amiga junto a Haerin. El rostro de Danielle también se tornó confundido, volteándose hacia la omega.

—Las cité a las dos —aclaró con rapidez Haerin, su tono de voz temblando—, necesitaba... ha-hablar con ambas.

—¿Con las dos? —Minji parecía todavía desconcertada, pero también un poco molesta—. ¿Qué se supone que hay que hablar?

—Sí, no entiendo esto, Haerin —apoyó Danielle, frunciendo el ceño—. ¿Hay un tema que tenemos pendiente?

Por un instante, ambas se miraron con cierto temor en sus ojos, pensando que Haerin se enteró de la apuesta. Sí, la chica tenía que saberlo y ahora las iba a encarar para mandarlas al diablo, era el único motivo para que las hubiera citado.

—Ustedes me... me han estado evitando —habló Haerin, agarrando valentía e interrumpiendo el hilo de pensamiento de las alfas—, yo no sé si hice algo mal, pero ustedes, desde año nuevo, me han ignorado.

—¿Cómo? —preguntó Minji.

Haerin pareció agarrar valentía, a pesar de que todo su interior se encontraba temblando como su voz.

—¡Eso! Ustedes dos... —sus mejillas se colorearon de rojo, temiendo quedar en ridículo, pero siguió adelante—. Ustedes dos me estaban cortejando, ¿no es así? Y ahora... ahora ya ninguna quiere algo conmigo...

Esperaba las carcajadas de burla por parte de las chicas, negando sus palabras y diciendo que ellas jamás le iban a cortejar o querer estar con ella de cualquier forma. Sin embargo, tanto Danielle como Minji quedaron en silencio, sin saber exactamente qué responder.

Las dos parecían saber que, si lo negaban, ese sería el fin de lo que sea que tuvieran con Haerin. Y la idea les provocó pavor. Aunque tampoco se atrevían a decirlo en voz alta frente a la otra.

Haerin interpretó su silencio como una afirmación.

—Las dos deben haberlo hablado —tartamudeó, recordando las palabras de Yujin—, son mejores amigas, así que tuvieron que hacerlo, pero parece que lo he arruinado. Si ustedes... —apretó sus labios antes de seguir—, si ustedes no están más interesadas en mí, quiero me que lo digan. Necesito que me lo digan ahora.

—Haerin —la primera en hablar fue Danielle—, ¿no sería mejor que cada una lo converse contigo por privado? —tragó saliva.

Sin embargo, supo que no fue la elección correcta de palabras al ver el rostro de Haerin decaer. La chica se puso de pie, agarrando la tira de su mochila.

—¿Hablar qué en privado? —preguntó, un poco enfadada—. ¿Acaso sienten vergüenza? ¿Vergüenza de cortejarme? —sacudió su cabeza—. Si alguna de las dos no está interesada en mí, prefiero que me lo diga ahora. Incluso si las dos no me quieren de esa forma, para dejar de esperar algo de ustedes.

Más silencio por parte de las alfas, tan asustadas por el rumbo que estaba tomando la conversación.

Es decir, ambas lo sabían. Ambas tenían claro que, para llevar a Haerin a la cama, tendrían que jurarle amor eterno, enamorarla y fingir que la amaban. El problema es que no sabían si lo fingían. No tenían claro si eso seguía siendo un juego.

La expresión de Haerin se volvió decepcionada.

—Ya veo —suspiró, desilusionada—. Al final, siguen siendo unas alfas orgullosas que jamás mirarían a una omega como yo en serio —parecía muy triste y ambas querían consolarla, pero se quedaron en silencio.

—Las cosas no son así —Kim tomó valentía para hablar luego de un instante—, pero Haerin...

—Pero nada —replicó la pelinegra—. Yo necesito las cosas claras, ¿no lo entienden? No voy a jugar con ustedes dos porque eso no está bien, y por eso necesito saber qué quieren de mí. Pero, a fin de cuentas, creo que ya me han dejado todo claro —retrocedió un paso—. Gracias por venir, Danielle y Minji. Nos vemos.

Antes de que pudieran detenerla, Haerin se giró y marchó de allí a paso apresurado, sin querer voltear atrás porque sabía que eso provocaría que rompiera a llorar. Ahora tenía muchas ganas de hacerlo, pero no les daría el gusto de hacerlo en público. Su omega se sentía muy triste y afectada por lo que acababa de ocurrir, y es que no pudo evitar ilusionarse un poquito por la forma en que ambas la trataban.

Qué tonta fue.

Danielle y Minji vieron desaparecer a Haerin, sin moverse un paso, antes de sentir cómo el pánico estallaba en ellas. ¿Qué demonios acababa de pasar?

Las dos se miraron.

—¿Acaba... acaba de rechazarnos? —preguntó Danielle, aturdida.

—¿Rechazarnos? —Minji mordió su labio inferior—. ¿O mandarnos al diablo?

—Mierda. Esto no... —Danielle se puso de pie, vacilando un momento, pero ya no pudo aguantarlo más—. ¿La estabas cortejando o qué mierda?

—¿Yo? —se defendió Minji—. ¿Y tú? Estoy segura de que tú también lo hacías.

Danielle quería darse de cabezazos contra un árbol. Minji estaba a segundos de ir tras de Haerin para decirle cualquier cosa.

—Deberíamos dejarla —habló de forma repentina Minji, llamando su atención—, ¿no lo crees? Deberíamos... —titubeó—. Deberíamos dejar de cortejarla.

—Y olvidarla —concedió Marsh, pero la sola idea le provocó una molestia inexplicable en su corazón—. A la mierda. A la mierda —su tono se volvió un poco agresivo—. No, seguiré adelante, ¿me oyes? Si tú no quieres seguir con esto, no lo hagas, pero yo lo haré.

—¿Qué? —saltó Minji, y estrechó sus ojos—. ¿Qué demonios? Jamás dije que no quise seguir con esto —sin poder evitarlo, emitió un gruñido bajo—. ¿Quieres seguir con esto, Marsh? No tengo ningún problema —la miró, altiva—. Jamás he perdido contra ti, esto no será diferente.

Ambas ya lo sabían, sin embargo, si se trataba de un juego. Si esa apuesta seguía en pie. Sus palabras decían, evidentemente, que sí, pero sus expresiones...

Sus alfas estaban enfurecidas con el hecho de abandonar a Haerin, de dejar de verla, de no poder hablar más con ella. La sola idea de pensarlo las volvía un desastre.

—Haerin será mía —gruñó Danielle, con la voz temblando por la ira.

—¿Tuya? —se burló Minji, rodando los ojos—. Ni en tus más locos sueños, Dani.

Al parecer, la competencia ya no era sólo por el dinero. Ahora incluía también la atención y el amor de Haerin. Pero nadie lo diría en voz alta, no por el momento.

***

Cuando se menciona a Yujin, es esta ternura de arriba (Kep1er), no la otra guapetona de IVE, por si acaso.

Y aquí Yujin con su alfa Xiaoting, las amo. 🩷

Eso, gracias por leer y, ¡adiós! :3

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