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~Lo mejor de mí, eres tú...

La madre de Minji fue mucho más cruel, más que la madre de Danielle. Haerin se preguntaba cómo podían herirla más de lo que ya había sido, sin embargo, tampoco era algo que ya le sorprendía.

—¡Oh, Hyemin me lo dijo! —habló ella, sonriendo como si no estuviera a punto de decir algo terrible—. Cariño, al parecer tu hija y su mejor amiga han decidido acoger a una prostituta en su hogar.

Haerin sintió que perdía el color enseguida del rostro, tan sorprendida por las palabras que acababa de recibir. ¿Qué... qué dijo ella? ¿Una...?

Ni siquiera pudo ser capaz de reaccionar, aturdida y tratando de procesar la dureza en la voz, y el hombre (que debía ser el padre de Minji, se parecían en el porte y la mirada atractiva), le echó un vistazo.

—No parece una prostituta —comentó el adulto, indiferente—, así, con esas ropas, hasta puede pasar por una omega de primera categoría, Youngmi.

Hablaban de ella como si no estuviera allí, como si no fuera capaz de oírlos. O, peor, como si fuera tan estúpida como para no entender lo que le decían. Como si fuera un objeto inerte y sin emociones, acostumbrada a recibir ese trato.

—¿Qué mierda dicen? —la voz de Minji la sacó de su shock, volteándose a verla—. ¡¿Quién mierda se creen para hablarle así?!

El rugido que pegó la alfa la sobresaltó en su lugar, y fue peor cuando sus padres la vieron, también sorprendidos por la reacción de su hija. De pronto, fue consciente de otra cosa: la gente a su alrededor. No todos, pero varias personas parecían atentas a lo que ocurría ahí, en esa mesa, y vio a lo lejos a los dos omegas que antes cuchichearon en el baño. Ambos observaban la situación con interés y una pizca de maldad en sus ojos.

Danielle, a su lado, se puso de pie y las sacó de su vista. La alfa más baja le agarró la mano.

—Está bien —le susurró Dani, y tiró de ella. Haerin no tuvo más que ponerse de pie—, vámonos lejos de aquí.

—¿Qué quienes nos creemos? —escuchó decir a la mujer, indignada—. ¡Tus padres! Traer a semejante omega a un lugar como este, ¡nos dejas en ridículo! Si quieren tenerla como su perra personal, ¡que sea en privado y no en público!

—Tu madre tiene razón —respondió el padre de la alfa, frío—. Por último, si la querrás tener como omega, que sea la tercera o la cuarta. Omegas como esas no merecen nuestro apellido.

—¡Pueden joderse! —Haerin se volteó a ver a Minji mientras era arrastrada por Danielle a través de las personas. La azabache se veía enfurecida, enojada, fuera de sí—. ¡Si la tomaré como primera, es decisión mía y de nadie más!

La omega abrió la boca, pero en ese momento, se dio cuenta de que estaba llorando. El salado sabor de las lágrimas inundó su boca en un santiamén, y al probarse, fue como si toda la situación la golpeara: en medio de una cena, en público, siendo humillada por dos desconocidos.

Haerin nunca sería digna de ellas a los ojos de esas personas. Ella nunca sería suficiente, ni para Minji ni para Danielle. Sus padres jamás la aceptarían, jamás sería recibida dentro de esa familia y, tarde o temprano, ellas se darían cuenta de eso. Y ese sería el final.

—Dani —susurró, y sorbió por su nariz.

Danielle sólo tiró de ella, llevándola hacia el estacionamiento y subiéndola al auto. Haerin pensó que se irían enseguida, pero la alfa sólo la sentó en los asientos traseros, y se acomodó a su lado.

—Shhh —murmuró la mayor, y las manos de Danielle le acariciaron las húmedas mejillas—, no hagas caso de esos idiotas, ellos no saben ni una mierda de ti.

Las suaves y dulces palabras de Danielle hicieron que sus labios temblaran, y ahora el llanto no pudo ser retenido más. La alfa sólo la abrazó contra su pecho mientras Haerin sollozaba sin control alguno, con los crueles insultos resonando en su cabeza. Le habría gustado ser mucho más fuerte y fingir que no le dolieron, pero ella nunca se caracterizó por ser capaz de ocultar sus emociones. Era demasiado transparente para gusto propio, y más cuando estaba con Danielle y Minji.

Minji apareció diez minutos después, subiéndose al asiento del piloto y encendiendo el auto. Haerin no se separó de Danielle, sin dejar de sollozar.

—Lo siento mucho, Rin —la grave, pero suave voz de la alfa fue un poco agradable de oír—, jamás se repetirá. Jamás dejaré que otras personas te vuelvan a tratar de esa forma.

—Fue... fue... mi...

—No —el tono de Danielle era firme, aunque dulce—, no fue tu culpa. Fue nuestra porque no pudimos protegerte. Somos tus alfas y vamos a cuidarte como la omega más hermosa del mundo que eres.

Más llanto desconsolado. En ese preciso momento, debido a lo que le acababan de decir, supo que ya no había vuelta atrás para ella: estaba irremediable y condenadamente enamorada de ambas alfas, su corazón se apretaba y latía por las dos, y quería compartir su vida con ellas.

El viaje hacia el hotel fue hecho en silencio, sólo roto por los suaves quejidos de Haerin, que quería dejar de llorar pero le costaba demasiado. Para el momento en que llegaron y se acomodaron en la cama, la omega tenía los ojos hinchados y la cabeza le dolía demasiado. Ni siquiera quiso bañarse, acurrucada contra Minji, que seguía en el traje pues esperaba que Danielle terminara de ducharse.

Estaba quedándose dormida, inundada en esas cálidas feromonas, cuando su celular sonó. No pudo evitarlo y soltó un quejido, molesta porque el nido que empezó a hacer fue roto. Incluso oyó el gruñido de Minji atrás de ella.

—No contestes —los labios de la alfa acariciaron su nuca haciéndola temblar—, vuelve aquí, mi amor.

Haerin pensaba cortar la llamada, pero el nombre de la remitente le hizo no hacerlo.

—Hanni unnie —murmuró.

Hae, bebé —contestó la voz de su hermana al otro lado de la línea—, a ver, cuéntame, ¿qué ha pasado? Mi alfa ha estado inquieta desde hace varios minutos.

Otro instante de confusión hasta que la razón la golpeó. Claro. Claro. Almas gemelas. Soulmates. Como sea. Suponía que, tal vez, su llanto fue demasiado y tiró del lazo que tenía con su media hermana.

—Nada, unnie...

—¿Nada? —pudo escuchar la preocupación, la ansiedad—. Llorabas mucho, Haerin. ¿Ha pasado algo con esas alfas? ¿No trataron de aprovecharse de ti? —ahora oyó la repentina rabia—. ¡Iré por ti ahora mismo si me lo pides!

—Nini... —farfulló Haerin—. No es necesario. Ya, para...

Detrás de ella, Minji sólo trataba de no moverse o emitir algún gruñido de enojo por haber visto interrumpido ese momento con la omega. El sueño de Haerin parecía haber desaparecido, al menos por ahora, a medida que discutía con su media hermana. Desde que oyó su nombre que la irritabilidad la golpeó, ¿qué se creía esa idiota actuando así? Se comportaba casi como si fuera su novia.

—Te juro que estoy bien... —insistió Haerin en sus brazos—. No ha pasado nada malo con Danielle ni Minji, te lo prometo... Sí, no te estoy mintiendo... Qué pesada que eres...

—Córtale —comenzó a susurrarle Kim, maldadosa—, vamos, córtale...

Haerin le dio un suave golpe en la pantorrilla. La alfa soltó un resoplido.

Unos segundos después, Danielle salió del baño con el pijama ya puesto. Minji no tardó en meterse para ducharse, a ver si se quitaba toda la rabia y el cansancio que ese día le dejó. Antes de entrar, claro, escuchó a su mejor amiga.

—¿Con quién hablas? ¿Con la cretina de tu hermana?

—¡No seas tonta, Dani!

Danielle, imitando a Minji, resopló. Se metió bajo las sábanas y Haerin se volteó, dándole la espalda, por lo que la australiana la abrazó por la cintura. Ni aun así dejó de hablar con su hermana, a la que podía oír parlotear y parlotear mientras la omega la oía atentamente.

Los minutos siguieron pasando. Minji no tardó en salir de la ducha también, con el ceño arrugado al notar que Haerin continuaba hablando con Hanni. Para su total fastidio, la menor parecía verse mucho mejor, más despierta, con el rastro de lágrimas desaparecido y una leve sonrisa en su rostro. No le enojaba que luciera así, sino el motivo por el cual se veía de esa manera. ¿Cómo era posible que esa alfa pudiera levantarle el ánimo de tal forma, como si nada? Danielle parecía tener el mismo pensamiento que ella, porque la observó con las cejas un poco arrugadas.

—... no es necesario que vengas, unnie —decía Haerin, ajena a ellas—, sólo buscaremos un departamento... Sí, pero tienes que seguir estudiando... Papá se hará cargo de eso...

Entonces, Danielle pareció tener una idea. Apretó a Haerin más contra ella, que pareció levemente sorprendida ante el gesto, aunque continuó con la conversación. La alfa, como si no quisiera la cosa, posó su boca en la nuca de la pelinegra, sus labios presionándose y la lengua lamiendo superficialmente.

La voz de Haerin pareció bajar un tono antes de volver a la normalidad. Golpeó a Danielle en el muslo en un gesto de advertencia.

Sin embargo, la alfa no se amedrentó. Su boca volvió al ataque, sólo que besando encima de la glándula de feromonas de Haerin, y el aroma de la menor se disparó casi de inmediato. La respiración de la chica empezó a volverse errática.

Minji se acostó frente a Haerin, observando los movimientos de Danielle y la expresión que tenía la muchacha. Las mejillas se encontraban arreboladas en rojo, los ojos empezaron a brillar y los labios estaban húmedos y entreabiertos. Al otro lado del teléfono, Hanni sólo hablaba y hablaba.

—Sé que hablar con ella te está quitando la pena —le susurró Minji, y los ojos de la omega fueron hacia ella con rapidez—, pero tenemos otra forma de hacerte feliz, Rinnie.

No se suponía que iban a hacer algo así esa noche, pensaban las dos, pero a fin de cuentas, ¿qué importaba? Ellas dijeron que el tema de la intimidad debía ser lejos de la vista de la otra por los celos, por el tema de la posesión de sus alfas, sin embargo, al ver a Haerin así, esa idea se hacía a un lado con facilidad.

—Unnie... —masculló Hae, y Danielle volvió a besarle el cuello—. Yo... uh... Estoy cansada...

—¿Cansada? —Hanni comenzó a quejarse—. ¡Qué mala eres, Hae! Te llamo y tú...

—Nos vemos, Hanni unnie —barboteó la omega, y le cortó, apagándolo enseguida para no recibir otra llamada que le molestara.

—Qué niña más mala eres, Haekie bebé —se rió Dani, y Haerin ni siquiera alcanzó a contestar, porque Minji se inclinó y le agarró las mejillas para besarle en la boca.

Los labios de la alfa comenzaron a besarla con fuerza dura y la menor solamente tembló en su lugar, con las manos firmes de Danielle sosteniéndola de la cintura. Sus ojos se nublaron en las lágrimas de placer, tratando de seguirle el ritmo apenas, y un jadeo tímido escapó de sus labios cuando le soltó.

Volteó su cabeza y Danielle, ahora, la besó. Su cuello fue atacado casi de inmediato por Minji, dedicándose a hacerle y dejarle marcas en su piel, como si quisiera cubrirla toda de chupones. Haerin apenas podía concentrarse en algo en específico, con su mente flotando y flotando a medida que los besos se volvían más y más profundos.

De pronto, unas manos se colaron por debajo de su playera y otras por entremedio del pantalón del pijama. Una parte suya, la parte sensata y lógica, gritó que lo mejor sería detenerlas, pero su omega, su lado sentimental, insistía en seguir, permitirles que hicieran lo que quisieran con ella. Haerin lo aceptaría todo con una sonrisa más que complacida.

—Si quieres que paremos —gruñó Danielle, y Haerin contempló el hilo de saliva que unía sus labios con los suyos propios, mareada y tan caliente—, puedes decirlo.

—Es el momento ideal —respondió Minji, y la omega ahora se volteó a mirarla. Podía sentir la dureza contra su pierna—, Rinnie...

—Sigan —pidió Haerin—, oh, Dios, sigan...

No tuvo que suplicarlo ni repetirlo más veces. Ahora Minji ocupó su boca y Danielle fue a sus hombros, y una de las dos le desabotonaba repentinamente los botones de la camisa del pijama. Ni siquiera sintió un poco de frío, a pesar de que era pleno invierno y afuera nevaba. El frío era lo más lejos en su cabeza en ese momento, no cuando Minji bajó sus labios y se posaron alrededor de su pecho derecho.

Aunque eso no fue lo peor. O lo mejor. Eso ocurrió cuando los dedos de Danielle (ahora podía reconocerlos, porque una mano de Min le pellizcó el otro pezón), pasaron por arriba de su cadera hasta llegar bajo su ropa interior, y Haerin recién notó lo empapada que estaba. Santa mierda, su coño lubricaba como si se encontrara en pleno celo, tan necesitada y deseosa de algo llenándola. La simple idea de alguna de las mayores, dentro de ella, era suficiente para enloquecerla.

Los dedos de Danielle fueron directo hacia sus labios menores, paseándose dolorosamente por allí. Haerin ya era incapaz de pronunciar algo concreto que no fueran simples gemidos llorosos.

—Estas tan mojadita —le susurró Marsh, y Haerin sólo emitió un simple jadeo chillón—, tan lista para tus alfas, bebé...

—¿Te gustaría recibirnos a las dos? —preguntó Minji, y ese pensamiento la golpeó con fuerza, tanto que lubricó un poco más—. Lo amarías, cariño...

Danielle le agarró el lóbulo de la oreja con la boca y lo lamió casi en el mismo momento en que dos dedos presionaron contra su vagina, adentrándose fácilmente. Haerin, casi por reflejo, movió sus caderas contra Minji para sentir esos dígitos aún más enterrados, y la mayor sonrió al verla, como si fuera un lobo feroz a punto de devorar una oveja.

Sus pantalones, a esas alturas, se encontraban en sus muslos. Minji dejó de besarle y morderle los senos, enderezándose, y tiró de su pijama también hacia abajo, liberando su polla. Haerin abrió los ojos con fuerza al verlo, grande y goteante, endurecido por su culpa, y la idea que cruzó su cabeza fue que quería a Minji dentro de ella.

Pero Minji no hizo eso, sólo pegó su pene a la parte interior del muslo de la omega y comenzó a frotarse. Haerin, inertemente y sin pensarlo, sólo volvió a mover sus caderas con toda intención de que la polla de Kim rozara directamente su coño, y ahora los dedos de Danielle se encajaron más profundo en ella, apenas encontrando resistencia.

—Alfas, alfas... —tartamudeó Hae, sollozando y con el placer inundando su cuerpo. Era mucho mejor que en sus celos, pensaba, más satisfactorio y con su cuerpo más estimulado que nunca—, más, más...

—¿Más? —la voz de Danielle, contra su oído, le hizo gemir como una cachorrita—. ¿La oyes, Min? ¿Qué tal si la tocas aquí también? Su pequeño coño parece estar tan necesitado de nosotras...

Pudo oír la risa ronca de Minji y Haerin, para su sorpresa, sólo se coloreó en más rojo. Fue como sentir un golpe de vergüenza, aunque no de una mala manera, porque efectivamente su vagina lubricó más ante esas palabras. Sólo que... que jamás nadie le hizo sentir de esa manera con un par de palabras.

—¿Es así? —Minji se pegó más a ella y la omega jadeó nuevamente cuando el pene de la azabache se frotó contra su monte de venus, a centímetros de su palpitante clitoris. Pero esa idea se desvaneció enseguida debido a las grandes manos deslizándose por su cintura y yendo a sus nalgas—. Mmm, que bonito culo tienes, Rin, tan suavecito...

La única reacción que pudo hacer Haerin fue soltar un gemido lastimero, ocultando su rostro en el hombro de Minji, y tembló en sus brazos al sentir ahora una mano pasando hacia delante y metiéndose entre sus paredes, y de inmediato, otro dedo le penetró. Danielle ni siquiera quitó los suyos, sólo dejo que su amiga la abriera más, y Haerin se sentía enloquecer. Lo peor era que ni siquiera le estaban follando como uno esperaría, sino que lo hacían con dedos, y eso sólo la hacía pensar en cómo sería el instante en que ellas la jodieran. Santo Dios. Santísimo Dios.

Con tanta estimulación no pudo resistirlo más y chilló escandalosamente al percibir la sensación del orgasmo golpeándola. Corrientes eléctricas sacudieron su cuerpo, sus ojos rodaron y tuvo que morder el hombro de Kim para ahogar sus ruidos. Sus fluidos se derramaron en las manos contrarias, sin embargo, la vergüenza se encontraba lejos en ese momento.

Minji fue la primera en quitar sus dedos. Kang se estremeció por los dedos saliendo de ella, respirando aceleradamente. Fue peor, de todas formas, cuando Danielle lo hizo, porque fue como si su coño no quisiera dejarla ir. Qué vergüenza más grande.

—Ooow, bebé —se rió Danielle, y Haerin quería hundirse en la almohada—, ¿tanto lo quieres?

—No —mintió, y la mentira sólo provocó que ellas se rieran con fuerza.

—Ahora necesitaré otra ducha —suspiró Minji comenzando a subirse los pantalones.

Haerin pensó si decirles que se corrieran en ella, que se masturbaran y cubrieran su piel con esa espesa crema. Pero a tiempo logró callarse. No se veía capaz de hacerlo, tan tímida y avergonzada.

Ellas, por otro lado, no le dijeron nada o insistieron. Parecían bastante satisfechas con haberle provocado un orgasmo entre las dos, y Haerin no podía entenderlo bien, el que actuaran como... como si eso fuera normal. Como si no estuvieran compitiendo por su amor. Se preguntaba si es que se daban cuenta de eso, de lo que provocaban en ella.

Espantó esos pensamientos tan rápido como pudo. En ese momento, sensible y adormecida por el orgasmo, no quería darle vueltas y reventarse la cabeza. Sólo quería ser consentida y mimada.

Casi como si oyeran sus pensamientos, Danielle fue la primera en ponerse de pie y buscar una toalla para limpiarla. Casi como si fuera una niña pequeña, le quitó los rastros de suciedad y, mientras iba al baño, Minji le dio un cambio de pijama.

Pasados unos minutos, estaban bajo las sábanas otra vez. Haerin ya se había acostumbrado a que la abrazaran entre las dos y dormir tan, tan calentita, como si estuviera protegida de todo daño. Era lo que más le encantaba de eso.

—Gracias —murmuró, ya medio dormida, con sus ojitos gatunos mirando a una primero y luego a la otra—, las quiero. Las quiero mucho.

—Qué adorable bebé —dijo Minji, y le dio un beso dulce en la boca.

—Nuestra adorable bebé —añadió Danielle, también besándole.

Haerin quería ser la bebé de ellas para siempre.

***

El día siguiente no hicieron mucho, debido a que por petición de Haerin, se quedaron en la cama. La omega no quería salir al exterior, no allí, y a pesar de que las alfas le dijeron que le cuidarían, no quería arriesgarse. No sólo por el hecho de encontrarse con los padres de Minji, sino también porque estarían todas esas personas que miraron el escándalo de ayer y tenían sonrisitas burlonas. Lo que menos quería Haerin, en ese preciso momento, era tener esos ojos puestos en ella.

Así que se quedó en la cama, formando un nido con el aroma de ambas alfas y poniendo películas en la enorme televisión. Danielle y Minji sólo le consintieron. Al menos, en la mañana, porque en la tarde debían volver a Seúl, a la normalidad. La idea no entusiasmaba demasiado a Haerin, pero le consolaba saber que, al menos, estaría con sus dos alfas.

Ese pensamiento, dentro de su cabeza, ya estaba comenzando a normalizarse. Casi de manera automática, sin quererlo, la idea de ambas alfas como suyas no encontraba protesta alguna. La omega de Haerin las reconocía, a las dos, como de ella y era incapaz de elegir a una por encima de la otra.

Aunque eso no significaba, de pronto, que se los iba a decir. Tenía claro que la sola idea provocaría rechazo de parte de ambas alfas, ¿no era lo obvio? Una cosa era que las dos la cortejaran, pero otra totalmente distinta era que se establecieran en una relación concreta. Además... además, era evidente que la gente a su alrededor las miraría como si estuvieran locas. Ella ya se sentía un poco loca con sólo pensarlo.

Mientras volvían, Haerin se quedó dormida en el auto, agotada por el fin de semana tan largo que tuvo. A pesar de que las cosas no acabaron del todo bien, podía decir que lo disfrutó dentro de todo, y fue un bonito catorce de febrero.

—Mi mamá me llamó hace poco —le susurró Danielle a Minji, aprovechando que la omega dormía profundamente—, tu madre le ha contado todo. Le corté la llamada cuando comenzó a exigir explicaciones.

—Mi padre se ha enfadado demasiado —suspiró Minji, sacudiendo su cabeza con molestia—, me ha dicho que no quiere verla más. Ni siquiera si es mi segunda o tercera omega.

—¿Y qué harás entonces? —cuestionó la extranjera—. El mío no tardará en enterarse y mi madre lo pondrá en mi contra, ya lo veo.

—No voy a dejar a Haerin —la voz de Minji sonaba apretada—, aunque mis padres no quieran —ella es mía, quiso añadir, pero logró contenerse a último momento—. ¿Y tú?

—Tampoco la dejaré —Danielle hizo un gesto despectivo—. Lo que hicimos anoche creo que es suficiente para demostrar lo que sentimos por ella, Minji. Y sólo la estamos confundiendo más —bajó la voz a un susurro y subió un poco la radio para que sus palabras se perdieran en la música—. Ella no parece inclinarse por alguna, ¿lo has visto? Siempre nos pide que estemos juntas, en sus momentos más íntimos...

—Lo sé —Minji no la miró a los ojos—. No te prefiere a ti ni tampoco a mí. Se asegura de entregarnos el mismo amor y tratarnos igual. Me preocupa... —Minji miró hacia atrás, viendo a Hae acurrucada en el asiento trasero, profundamente dormida—. Danielle, ¿es posible que nos ame a las dos de la misma manera?

La alfa menor no sabía cómo contestar a esa pregunta, y la respuesta más probable pesaba en su lengua.

—¿Una omega puede tener dos alfas? —dijo, con los ojos posados en la carretera en una excusa para no observarla a la cara—. ¿Tú puedes vivir con eso, Minji? ¿Compartiendo a tu omega?

—¿Y tú? —replicó la azabache—. ¿Lo soportarías también, Danielle?

A Danielle no le sorprendió que su mejor amiga evadiera su respuesta. Ella hizo lo mismo, porque las dos todavía no estaban preparadas para poder responder a esa pregunta.

Ellas no podían, todavía, asumir la inevitable verdad que se cernía en sus cabeza.

***

these were my faces as the chapter progressed

(it was necessary to write it in english, tú lo sabes)

(now, go to church...)

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