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~Gracias por hacer esto por mí,

Por ayudarme a volar...

Las clases en su nuevo colegio eran un drama y una tortura para Haerin. Como su base era débil, le costó un mundo poder entender lo que hablaban y explicaban los profesores y, por lo mismo, tuvo que quedarse esas primeras dos semanas después con sus amigos para que le ayudaran.

Lo malo: tenía que quedarse más tiempo en el colegio.

Lo bueno: sus compañeros (nuevos amigos) se tomaron en serio eso de ayudarla a entender las asignaturas. Se reunían con ella en la biblioteca y hacían juntos las tareas, explicándole todo detalladamente.

―Realmente... muchas gracias ―les dijo Haerin mientras salían de la biblioteca luego de haber estudiado para los exámenes que vendrían a fin de mes―, no es necesario...

―¡Claro que sí! ―dijo Kyujin, riéndose―. ¿Sabes cómo nos puedes agradecer? ¡Presentándonos a tu hermana!

―¡Kyujin! ―regañó Sunghoon, viéndose enfadado―. ¡Eres realmente una descarada!

La omega puso mala cara ante el regaño, mientras que Sunghoon negaba con la cabeza y soltaba bufidos bajos. Haerin creía que el alfa estaba medio enamorado de Kyujin, lo había sorprendido mirándola demasiado. Le recordaba un poco a...

Sacudió su cabeza, como si así pudiera eliminar aquellos pensamientos que quería evitar a toda costa. No quería pensar demasiado en ellas. Cada vez que lo hacía, su corazón se apretaba en angustia y dolor, con las ganas de llora pujando por su garganta. Había pasado casi un mes, pero el sufrimiento que le provocaron no disminuyó un poco. Y tampoco su amor.

No. No iba a pensar en eso.

―¿Iremos por helados hoy? ―preguntó Wonyoung, aprovechando que era viernes y, por lo mismo, salían más temprano.

Hanni, ese día, no la había ido a buscar. Como estaba en la universidad tenía un horario más disperso y, lamentablemente, ese día lo tenía ocupado con varias clases. A Haerin ya no le ponía tan ansiosa, pues se había integrado bastante bien a ese grupo de amigos e, incluso, tomaba el mismo bus con Jungwon, Hyein y Eunchae para irse a sus casas. Ellos fueron muy agradables en todo momento.

La mayoría dijo que iban, excepto Jungwon y Kyujin. Se despidieron de ellos dos y caminaron hacia un parque cercano, conversando y quejándose sobre las clases.

―Todavía me cuesta un poco álgebra ―comentó Haerin―, pero creo que ya lo estoy captando...

―¿Cómo para aprobar los exámenes? ―preguntó Eunchae.

―Con la nota mínima, espero.

Hong se rió, cruzando ambos brazos para irse más pegadas. Los tres alfas iban un poco más adelante, hablando también de sus clases. A veces Haerin se perdía con ellos, pues como estudiaban en clases distintas, tenían otros profesores que Hae no conocía.

—No debes preocuparte ―animó Eunchae―. Además, Wonyoung parece muy preocupada por ti en ese sentido.

Haerin percibió una nota insinuadora en su voz, y de manera automática, miró hacia la alfa, que se reía de algo que dijo Hyein.

Era una alfa guapa, se había dado cuenta desde que la vio. Más alta que ella, su belleza era suave y elegante, casi tierna y algo dulce. Sus ojos eran oscuros, su cabello castaño y labios marcados. Además, era muy amable con todo el mundo, y su aroma era como el papel de libros viejos. Era... era agradable estar a su lado.

―Wonyoung es una buena amiga ―dijo finalmente, remarcando enseguida que no tenía ninguna intención con la alfa.

Sí, era agradable y muy simpática. Le hacía reír y también era muy atenta a ella, no lo podía negar. Pero a Haerin no le gustaba de otra forma excepto como una amiga. Tal vez, en varios meses más, cuando esa herida que tenía en el corazón sanara y pudiera superar de alguna manera esa horrible decepción amorosa que vivió, pudiera empezar a mirarla con otros ojos. Ahora, Haerin no quería nada con nadie más.

―Mmmm ―murmuró Eunchae―. Es sólo que jamás la vi siendo tan amistosa con otra omega.

―Es amistosa contigo, Jungwon y Kyujin ―corrigió Haerin.

―Pero es porque somos amigas desde hace años ―alegó.

―Eunchae ―bufó la omega―, no debes pensar esas cosas. Wonyoung no me gusta.

―¿Qué van cuchicheando allí? ―preguntó Hyein, dándose cuenta de que se quedaron más atrás.

―¡Nada! ―Eunchae sonrió con encanto―. ¿Nos van a invitar a comer helado? ―y puso ojitos de cachorro que, honestamente, le quedaban muy lindos.

―¡Siempre hacen lo mismo! ―reclamó Sunghoon―. ¡Se aprovechan de que son omegas!

Comenzaron a alegar en lo que entraban a la heladería. Haerin se acercó hacia la vitrina de helados, observando los sabores y pensando en qué pedir. Tal vez un cono con dos sabores, o mejor, una copa de helado con crema, chocolate y frutas. O chispitas de colores. O galletas. O, mucho mejor, todo junto.

―¿Qué vas a pedir? ―preguntó Wonyoung, sobresaltándola.

Haerin le sonrió con algo de timidez.

―Todavía no lo sé ―admitió la pelinegra―, aunque algo grande, quizás. Me gustan los helados.

―Puedes pedir lo que quieras ―Wonyoung le devolvió la sonrisa―, yo te lo pagaré.

La omega ahora puso expresión de sorpresa, para rápidamente negar con la cabeza y ponerse seria.

―No es necesario, Wonyoung ―dijo con rapidez―, tengo mi propio dinero.

―Pero considéralo tu regalo de bienvenida ―insistió, sin borrar su sonrisa―. Me sentiría muy ofendida si lo rechazaras.

Haerin arrugó las cejas levemente, sin estar conforme con esas palabras. No le parecía bueno aceptarlo, pues no quería dar alguna señal equívoca o, incluso, quedar debiendo un favor.

―No me parece...

―¡Tranquila! ―Jang le guiñó un ojo―, es sólo un helado, Haerin.

―¡Acéptaselo! ―Eunchae apareció―. ¡Nunca nos ha querido comprar un helado a nosotros, es una tacaña!

―¡Oye!

En otra situación le habría dado risa escuchar eso, pero la omega se encontraba muy a la defensiva y sin querer que las cosas se malinterpretaran. Ella fue muy seria con lo que le dijo a Eunchae: Wonyoung era sólo una amiga, no la miraba de otra forma. Por lo mismo debía ser cuidadosa con su actuar, pues lo que menos quería era que la alfa se ilusionara con algo que ella no iba a ser capaz de responder.

―Me compraré yo mi helado ―dijo con firmeza.

Wonyoung pareció desinflarse con sus palabras, mientras que Eunchae parpadeó, algo incrédula. Haerin decidió apresurarse en ir a la caja para no dar una oportunidad de que le hicieran cambiar de opinión.

Una vez todos tuvieron sus helados listos, fueron a sentarse en una de las mesas en el exterior. Todavía era invierno, pero ya estaba terminando la temporada invernal y en unas semanas se daría paso a la primavera. Por lo mismo, ese día había un inusual sol que calentaba el ambiente.

Wonyoung, para su fortuna, volvió a recuperar su característica sonrisa con la conversación sobre irse de camping en el verano.

―Ummm, no lo sé ―contestó Haerin cuando le preguntaron si le gustaría ir―, debo fijarme bien en la fecha. Mis mejores amigas se van a casar en verano.

Todos se voltearon a verla.

―¿Casarse? ―preguntó Hyein, desconcertada―. ¿Tan rápido?

―Bueno... ―titubeó―, ellas se aman. Yujin unnie ya tiene la marca de Xiaoting unnie.

―Qué raro ―comentó Sunghoon―, yo no pensaría en casarme ahora. Todavía me quedan unos años antes de llegar a la edad límite.

Haerin no pudo evitar, en ese momento, sentirse un poco ajena a ellos. Se había dado cuenta de eso en la escuela: los omegas y alfas de la alta sociedad no parecían apresurarse en contraer matrimonio sino hasta los últimos meses de cumplir la edad límite. Al fin y al cabo... la mayoría de ellos eran matrimonios arreglados desde hace años, por lo que no debían preocuparse de conseguir a una pareja, cuando ya la tenían asignada desde hacía tiempo por, en su mayoría, negocios. Podían darse el lujo de entretenerse con otros omegas o alfas si así lo querían.

Pero la clase baja o clase media no podían darse ese lujo. En especial los omegas. Lo que más deseaban los omegas eran ser los primeros de sus respectivos alfas y, dentro de lo posible, evitar que tomaran a otro bajo su protección. Por lo normal, los alfas de clase media tomaban hasta dos omegas debido a sus recursos económicos, mientras que los de clase baja, sólo a uno.

Además, ella sabía que la decisión de casarse fue, finalmente, de Yujin. No lo parecía, pero la omega era muy insegura y celosa con Xiaoting, y la alfa aceptó el matrimonio para tranquilizarla y asegurarle que era la única en su corazón. Haerin esperaba, de todo corazón, que las cosas resultaran bien para ellas.

―¿Y tú, Haerin? ―preguntó de pronto Hyein otra vez―. ¿Allá en Seúl tenías novio?

―No ―su respuesta fue brutal y algo brusca, pero no pudo evitarlo―, no tuve. Tampoco me interesa por ahora.

Todos la miraron ahora con cierta incomodidad. La omega no sabía si fue demasiado agresiva (tal vez sí), sin embargo, no quería hablar de ese tema.

Para su fortuna, Eunchae decidió cambiar de tema. Haerin simplemente se concentró en comer su helado y tratar de no pensar en aquellos pares de ojos que, durante tanto tiempo, la miraron con fingido amor para ilusionarla y romperle el corazón.

***

Minji despertó sobresaltada cuando el avión aterrizó, y miró con algo de desorientación a su alrededor. Danielle, sentada a su lado, estaba leyendo un libro y le dirigió una mirada de reojo.

―Dormiste como piedra ―comentó la australiana.

―Estaba cansada ―suspiró, y Danielle no dijo nada más, porque para ella era casi igual.

Las dos habían estado durmiendo muy mal desde que Haerin se marchó, por lo que andaban más agotadas y con el ánimo bajo que de costumbre.

No tardaron en agarrar sus bolsos y levantarse de sus asientos para bajarse del avión. Eran las nueve de la mañana en Busan, y el día estaba levemente nublado, con ligeros rayos del sol iluminando la ciudad cada tantos minutos.

Cuando entraron al terminal de aviones, se observaron unos segundos antes de tomar aire. Estaban en Busan luego de debatirlo mucho, con una intención clara, aunque con el enorme temor de ser rechazadas y renegadas con dureza. Es decir... sabían lo que iba a ocurrir al inicio: Haerin se negaría a verlas, incluso se enfurecería y, quizás, trataría de golpearlas. Era lo que se merecían, al fin y al cabo. Estaban listas para eso.

Sin embargo, lo que más temían era que, a la larga, Haerin no quisiera verlas nunca más. Que ni siquiera quisiera hablar con ellas, darles una oportunidad para explicarle todo bien y pedirle una última oportunidad. Sólo una y la última. Les aterraba que la omega ya hubiera pasado de ellas y ni siquiera les dirigiera una segunda mirada.

No, no deseaban pensar en eso. Tampoco querían ser positivas y provocarse ilusiones, pues eso sería peor a la larga, pero tampoco querían tirarse para abajo con lo que pudiera ocurrir.

―¿Dónde me dijiste que trabajaba su padre? ―preguntó Minji mientras salían del aeropuerto y tomaban un taxi.

―En la sede de Hanwha, en el centro de Busan ―contestó Dani―, aunque no creo que lo mejor sea ir allí, considerando que si nos ve, nos golpearía.

―Es un hecho ―Minji mordió su labio inferior―. ¿Y qué sería mejor? ¿Recorrer toda esta ciudad para encontrarla?

―¿Te acuerdas ―comenzó a decir Danielle con lentitud luego de unos segundos―, lo que hacía Haerin los sábados y domingos?

Minji ni siquiera tuvo que pensarlo o recordarlo. La respuesta vino enseguida.

―Le gustaba dar una vuelta en los parques y sacar fotografías o dibujar.

Era casi un ritual. Haerin hacía sus tareas o estudiaba, y luego les pedía salir a despejarse y relajarse. Iban al parque más cercano al edificio en el que vivían, con la cámara que le regalaron luego de que el idiota de Dongyul le rompiera la que Danielle le regaló, y sacaba fotografías de los árboles, arbustos o edificios. Algunas veces les sacó a ellas también. O, en otras ocasiones, iba con su cuaderno de dibujos y se ponía a hacer algunos trazos, siempre en carboncillo y con colores monocromáticos.

―¿Lo seguirá haciendo? ―preguntó Minji.

―No perdemos nada con intentarlo ―respondió la más baja, encogiéndose de hombros.

Así que con esa idea en mente, se dirigieron al hotel en el que iban a quedarse esos casi tres días. Iban a devolverse a Seúl el lunes al atardecer, aprovechando que ese día ninguna de las dos tenía clases en la universidad.

Una vez se instalaron en el hotel, hicieron un improvisado mapa de las principales plazas de Busan, indicando además los principales barrios acomodados de la ciudad. Sabían, sin lugar a dudas, que Haerin ahora debía vivir en una gran casa junto con su padre y familia. Por lo mismo, en caso de que no tuvieran buenos resultados en las plazas, recurrirían a la segunda opción: su colegio. Ubicaron las escuelas más caras y prestigiosas de Busan.

―¿Esto no es acosador? ―preguntó Marsh una vez terminaron.

―Puede ser ―Minji hizo un mohín―, pero si nos encontramos, podemos hacerlo pasar como casualidad.

―Lo dudo ―la menor sonrió, muy a su pesar―, se dará cuenta y se enojará más.

Minji también sonrió con debilidad, sabiendo que era cierto.

Decidieron arrendar un auto para trasladarse por toda la ciudad sin necesidad de pedir taxis, y luego fueron a almorzar fuera, decidiendo acercarse lo más posible a alguna plaza por cualquier cosa.

―No creo que a Haerin le guste venir aquí ―comentó Minji en mitad de la comida―, poco verde y mucho gris. Le gustaba dibujar en colores monocromáticos, pero...

―Pero le gustaban los lugares coloridos ―terminó de decir Danielle―. Minji.

La mayor la miró con esa expresión melancólica y algo triste que traía encima casi todo el tiempo ahora. Danielle sabía que, de las dos, su amiga era más apasionada e intensa en sus emociones. Ella, en cambio, era quizás un poco más analítica y controlada. Por eso mismo sentía la necesidad de sacar el siguiente tema.

―¿Realmente estás segura de lo que le vamos a decir? ―preguntó luego de pensarlo unos segundos.

―¿Sobre qué? ¿Qué nos dé otra oportunidad?

―Que nos acepte a las dos ―Danielle se inclinó un poco―. Que esté con las dos.

Minji se volteó a verla ahora completamente, sabiendo que la respuesta requería toda su atención.

―Lo he pensado mucho ―dijo la azabache―. Me ponía muy celosa cuando estaban con Haerin a solas en un inicio. Pensaba... pensaba "no tuve que haber hecho esa tonta apuesta, porque yo me fijé primero en ella". Me enfadaba más que, además, Haerin se hubiera acercado a ti primero por lo mismo.

―A Haerin le asustaba tu intensidad ―comentó Danielle, recordando esas primeras semanas.

―Pensé por varios momentos que tú ganarías ―admitió Kim―, y eso me enojó mucho más. No porque ganaras en sí, sino porque tendrías a Haerin. Pero cuando... cuando empezó a mirarme con otros ojos...

―Yo empecé a ponerme celosa ―Danielle soltó una risa baja―, cuando se fijó en ti, eras como un imán para ella. De pronto, esa atención que me dirigía a mí fue hacía ti, y sentía tantas ganas de darte un golpe.

Las dos se rieron ahora ante esas palabras, y de alguna forma ayudó a aplacar ese dolor perforador en sus corazones. Hablar sobre sus emociones les servía para tratar de comprenderse mejor a la otra y evitar esas estúpidas peleas que tuvieron.

―Ahora lo entiendo mejor ―prosiguió Minji, con esa suave sonrisa―. Haerin gustó de ti primero, pero luego, empezó a generar sentimientos por mí. Y como las dos le cortejábamos al mismo tiempo, ese amor iba creciendo de manera paralela hasta el punto en que no podía escogerte a ti o a mí.

Danielle asintió ante esas palabras, sabiendo que tenía razón. Ella también lo miraba de esa forma ahora.

―Ya no se trata de ti o de mí, Danielle ―suspiró.

―No ―Marsh volvió a asentir―, siempre se trató de Haerin. De lo que ella quería de nosotras. No nos lo decía con palabras por miedo, pero sí con las acciones. Nunca marcó diferencia, cuando comenzamos a cortejarla de verdad, entre las dos. Se encargó de hacernos saber que nos quería de la misma manera.

―Si ella nos vuelve a aceptar... ―Minji la observó a los ojos, directa y sin duda alguna―, yo estoy dispuesta a que sea nuestra omega. De las dos. No quiero nunca más ponerla entremedio de nosotras y obligarla a decidir, porque eso le hace daño.

―Nuestra omega ―repitió Danielle―. Sí, nuestra. Tuya y mía, Minji. Los demás pueden irse a la mierda, siempre y cuando Haerin esté con nosotras, con nosotras amándola como siempre debió ser.

Minji le dio la razón, y ambas ya tenían las cosas más claras en ese momento. Ahora venía lo más difícil: que Haerin les creyera lo que ellas le iban a decir.

No tuvieron suerte ese día. Se pasearon alrededor de varias plazas, con la esperanza de encontrar algún rastro de la menor, pero no obtuvieron algún resultado positivo. Se devolvieron al hotel con sus almas abatidas y tratando de no pensar en que, quizás, estaban en una misión imposible.

El domingo decidieron dar una vuelta temprana. Al ser el último día de la semana, la ciudad tenía menos movimiento y los ánimos también bajaron ante la idea de que, muy probablemente, no la iban a encontrar.

―La verdad no me gustaría ir a su colegio ―comentó Danielle mientras almorzaban―, eso podía verse... raro. Y un poco psicópata.

―Es nuestra última opción ―señaló Minji―. Tampoco me gusta mucho esa idea, pero ¿qué más podemos hacer?

Simplemente rendirse, pareció decir el aire luego del silencio que dejó Minji, y ambas sintieron nudos en sus gargantas por dicha perspectiva.

Sin embargo, la suerte las acompañó para el final de la tarde. O puede que no.

Estaban dando una vuelta alrededor del Park Citizens Busan, caminando por los senderos habilitados. Era un poco grande y, por lo mismo, decidieron recorrerlo a pie, cuando escucharon un grito.

―¡Unnie, bájate de allí!

Las dos se congelaron al escuchar esa voz que podían reconocer en cualquier lugar del mundo. Se giraron casi al mismo tiempo, y observaron a lo lejos a dos chicas. A una la reconocieron de inmediato, pero la otra les era desconocida.

Haerin estaba sosteniendo en sus manos la cámara fotográfica (¡la que ellas le regalaron!), pero estaba mirando hacia la otra desconocida, que estaba tratando de subirse a unas cabezas de koala de madera entre los juegos infantiles.

―¡Sácame una foto, bebé! ―dijo la desconocida.

―¡Te vas a caer de ahí, unnie! ―exclamó Haerin.

―¿Cómo crees? ¡Yo soy- AH!

Por supuesto, la muchacha desconocida (se veía un poco mayor que Haerin) se resbaló y cayó de culo al suelo. En otra situación, ellas quizás se habrían reído por la tontería que vieron, sin embargo, sólo pusieron expresiones sombrías cuando observaron a la omega ir hacia ella.

No lo pensaron, evidentemente. Como si se hubieran coordinado antes, fueron hacia Haerin, que ahora les estaba dando la espalda y sacudía el abrigo de la desconocida, regañándola en voz baja.

―Haerin ―hablaron al mismo tiempo, y observaron la manera en que su espalda se tensaba.

Haerin sintió como si el mundo se detuviera cuando escuchó esas voces.

No se movió, con su expresión congelada y creyendo, por un breve segundo, que había escuchado mal. Que nadie le había llamado, o que quien le llamaba, no eran ellas. No podían ser ellas.

―¿Hae? ―Hanni, a varios pasos de ella, le observaba con cara confusa, y de pronto, las manos de la omega empezaron a temblar.

Una parte suya le gritó que no se girara. Que fingiera no haber oído nada, sin embargo, su cuerpo se movió antes de pensarlo dos veces.

A unas pasos de ella vio a dos alfas. La de su derecha era ligeramente más baja, con el cabello castaño, de lunares en las mejillas y manos delicadas. Quizás era una de las cosas que más le gustaban de Danielle: esas manos más pequeñas, pero firmes, siempre sosteniéndole con seguridad.

La de su izquierda era más alta que su compañera y todavía traía su cabello azabache, aunque menos brillante que el día en que la vio por primera vez. Sus ojos eran pequeños pero penetrantes, oscuros y su mandíbula cincelada y firme. A veces, Haerin se impulsaba a besarla allí, en su mandíbula y provocándole risas.

Retrocedió un paso. Su corazón se apretó en dolor.

Era la primera vez que les veía en casi un mes. El primer impulso que su omega sintió era ir hacia ellas y echarse a sus brazos a llorar, pero logró aplacarse cuando recordó lo que le hicieron. Lo que querían hacerle.

La pensaban grabar.

El dolor y llanto se transformó en ardiente ira y rabia. ¿Por qué ellas estaban aquí? ¿Es que no les había bastado lo que le habían hecho?

―¿Qué están haciendo aquí? ―preguntó, y en su voz se filtró la cólera.

Las vio compartir una mirada.

―Nosotras... ―comenzó a decir Minji.

―¡No quiero verlas nunca más en mi vida! ―exclamó, pues no quería oírlas. No quería escuchar más sus mentiras―. ¡¿No les quedó claro?!

No lo pensó demasiado y se movió hacia ellas, tan enloquecida por verlas de pie frente suyo, como si no le hubieran hecho ningún daño. Como si no la hubieran destrozado.

Danielle era la que estaba un poco más adelante, así que, por lo mismo, fue a la primera a la que empujó. La alfa se vio sorprendida y retrocedió.

―Hae... ―le escuchó decir, y el apodo la enfureció más.

―¡No! ―sacudió su cabeza, volviendo a empujarla―. ¡Ustedes... ustedes ¿qué mierda pretenden?!

―Déjanos explicártelo ―se apresuró en hablar Minji, agarrando a Danielle de la espalda para que no fuera empujada al suelo.

―¡No quiero oír ninguna de sus malditas explicaciones!

―Haerin.

De pronto, la otra alfa apareció y agarró a la omega de la cintura, haciéndola retroceder. Eso alarmó a Danielle y Minji, más aún por el toque íntimo y seguro. Haerin emitió un gruñido para que le soltara, pero la alfa sólo la apretó más.

―¡Suéltame, Hanni! ―exclamó Haerin.

Hanni, su media hermana. Sin embargo, saber quién era no les alivió, no cuando la alfa la estaba tocando. Aunque no quisieran malinterpretarlo, estaba esa inseguridad y celos nacientes por la cercanía que la alfa tenía con Haerin.

―Haerin ―habló Danielle, llamando la atención de la omega, y la alfa frunció el ceño―, por favor, sólo... sólo danos diez minutos...

―¡No! ―Haerin dejó de luchar, envuelta en las feromonas de Hanni y su omega rindiéndose. La ira se fue y la tristeza volvió, y fue peor cuando notó otra cosa: el aspecto demacrado de ellas, las ojeras en sus pieles pálidas y lo nerviosas que se veían. Jamás les vio así de nerviosas antes―. No...

Las lágrimas aparecieron y no pudo retenerlas. Ella nunca fue buena para ocultarlas, y ahora no fue la excepción: comenzó a sollozar.

Hanni emitió un gruñido de consuelo, pero la omega de Haerin no quería estar en sus brazos. Lastimada, confundida, desorientada, quería ir a las brazos de sus alfas.

El llanto sólo aumentó.

―Rinnie ―habló Minji, y su voz se quebró, porque la percibió. Percibió a su omega y lo que quería.

―Por favor, Hae ―suplicó Danielle, también con la garganta apretada y su alfa desesperada por ir a consolarla.

―¡No! ―Haerin estaba jodida, arruinada, destrozada―. ¡No... no quiero conversar nada con... con ustedes!

Hanni consideró que fue suficiente. Las miró, empujando a Haerin detrás suyo.

―Hijas de puta ―les escupió, y tiró de Haerin, que ahora lloraba contra ella.

Danielle y Minji no se movieron ni las siguieron cuando Hanni se llevó a la omega, que no dejaba de llorar. Por mucho que quisieran hacerlo, en ese momento, comprendieron que si le seguían presionando, Haerin iba a colapsar por el dolor.

Eso fue lo que provocaron en Haerin. Sólo dolor.

La endeble esperanza que sentían comenzó a extinguirse y sólo se observaron con expresiones desoladas, sabiendo que estaban cada vez más lejos de recuperar aunque fuera una gota de confianza de Haerin.

***

¿me saqué del hoyo el sunghoon x kyujin y wonny x hae? sí, jkskdkakdk. la primera pareja no fue intencional, pero cuando los analicé, no me parecieron tan mal juntos, no sé, es medio cute igual jfkakd (no siempre se va a poder tener parejas homosexuales, amigos 😪).

y lo de wonny con hae, ese si que se me salió del hoyo, aunque me encanta la diferencia de altura, jijib.

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