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~Por darme alas,

Por enderezarme~

El regreso al hotel fue hecho en silencio por las dos, incapaces de buscar algo que decir para iniciar una conversación. En lo único que podían pensar era en el rostro empapado en lágrimas de Haerin, en la forma en que les miraba: había poco odio, pero sí mucho dolor.

―Lo hemos jodido ―murmuró Minji una vez entraron al cuarto, y Danielle bajó los ojos por la vergüenza y desesperación―. ¿Cómo si quiera va a perdonarnos luego de lo que le hicimos?

Danielle no respondió, yendo directo hacia su cama para sentarse en ella y tratar de no hundirse en la miseria y sufrimiento. Era muy difícil, siendo honesta: su alfa se retorcía por las ganas de ir en busca de Haerin, abrazarla y tratar de consolarla de alguna manera, a pesar de que ellas le causaron todas esas tristes emociones que sentía.

―No quiero perderla ―fue lo que contestó Danielle, y su voz se apretó en clara señal de llanto, a pesar de que ella no era muy dada a eso.

Minji la observó y fue hacia ella, dándole un fuerte abrazo que le sorprendió en un inicio, pero pasado unos segundos, se sintió natural y su cuerpo se relajó. Minji, a diferencia de muchos otros alfas, poseía un olor suave que combinaba la lavanda con ylang-ylang. Haerin una vez le dijo que el aroma de Minji era exótico y más afrodisiaco, y Danielle se rió y empezó a reírse de ella, provocándole mucha vergüenza. Ahora que la abrazaba con tanta fuerza, pudo entender a qué se refería.

―Tampoco quiero perderla ―admitió Minji, sin soltarla del abrazo, y Danielle sólo pensó en lo extraño, pero consolador, que era ese abrazo.

Ellas se habían abrazado antes, innumerables veces, en especial en las festividades. Sin embargo, en ese momento, con su alfa tan sensible y desesperada, el abrazo lo percibió distinto y, en lugar de provocarle miedo o susto, le calmó. Por un momento, incluso la sensación era como si fuera Haerin en sus brazos, no como si se la estuviera imaginando en reemplazo de Minji, sino en la intimidad y consuelo que le entregaba.

―¿Mucho mejor? ―susurró Kim a su oído, y eso le provocó un agradable escalofrío en su columna vertebral.

―Minji ―la voz de Danielle también hizo que la más alta se estremeciera, pero no en señal de rechazo, sino en algo más que no supo reconocer―, ¿cómo...? ¿Qué es esto?

―Mmm ―Minji sonrió muy a su pesar, y no sentía ganas de soltarlo―, no lo sé, Danielle, ¿importa? ¿No lo hemos compartido todo siempre, incluso nuestros momentos más vulnerables?

Cuánta verdad en esa simple pregunta, y más ahora. La naturalidad de ese abrazo, de esas palabras, la calmó por completo y su alfa encontró un poco de paz. El encuentro con Haerin le dejó los nervios destrozados, y suponía que para Minji fue parecido por la manera en que le seguía abrazando, pero ahora, ya no había tanta desesperación.

―Hay que pedirle perdón por todo ―dijo Danielle, entristecida al recordar el rostro de Haerin―, incluso si hay que arrodillarnos.

―Por supuesto ―Minji suspiró y recién aflojó un poco el abrazo, pero no le soltó―. Ella lo vale. Vale absolutamente toda la pena del mundo.

Eso era algo que las dos tenían más que claro.

***

Para cuando llegaron a casa, Haerin había dejado de llorar, pero se sentía un poco entumecida y fuera de sí.

Hanni le dijo algo, sin embargo, la omega se bajó del auto y caminó hacia la puerta. En su cabeza, no dejaba de pensar en Danielle y Minji frente a ella, sin moverse, sin querer tocarla, pero rogándole que les permitiera explicarle todo.

Eso no tenía ningún sentido. No, ¿por qué ellas estaban allí, en primer lugar? Esa era el quid de la cuestión. ¿Qué hacían ellas en ese lugar, tan demacradas y desesperadas, queriendo hablarle y rogando por una oportunidad para conversar todo con ella?

Haerin creía...

Haerin sentía que ya todo estaba dicho entre ellas, ¿no es así? Descubrió la verdad, lo que pretendían hacer con ella, esa cosa monstruosa que planeaban hacerle. Ya lo sabía. Las enfrentó. Les dijo todo lo que les pudo haber dicho. Las alfas no tenían por qué buscarla, al fin y al cabo, Haerin les pilló ese enfermizo juego y no tenían oportunidad alguna de volver a engañarla. Las dos perdieron esa apuesta. No había motivo alguno para seguirle hablando.

Pero estaban allí. Frente a ella. Rogándole por diez minutos para hablarle.

―Haerin.

La voz de su hermana mayor la sacó de sus pensamientos. Se había quedado unos largos minutos en la puerta, mirando la madera y sin moverse.

No se volteó hacia la chica.

―No lo entiendo ―le murmuró, como esperando que Hanni tuviera la respuesta a esas preguntas en su cabeza―. Ellas no me quieren, ¿qué hacían aquí?

Hanni le agarró por el hombro, como queriendo que le mirara a los ojos, pero la omega sólo quería encontrar a alguien que le contestara sus dudas.

Finalmente, Hanni se ganó a su lado y abrió la puerta.

―Olvídalo, Haerin ―le dijo la alfa con seriedad―, es mejor que finjamos que no las has visto. Esas idiotas...

Le escuchó murmurar un par de maldiciones, y cualquier otro día quizás se habría reído o rodado los ojos, sin embargo, ahora Haerin sólo sentía la cabeza muy confundida y llena de dudas. Su omega también se encontraba aturdida por el encuentro, podía percibirlo, y con deseos de ir en busca de sus alfas.

Sus alfas.

Todavía le costaba sacarse esas palabras de la cabeza, se dio cuenta. Cada vez que pensaba en ellas, ambas palabras aparecían en su mente: sus alfas, sus alfas, sus alfas. Su omega, ella misma, se enamoró de las dos alfas sin pensarlo mucho, sin detenerse a razonar en las consecuencias de eso. Ahora, por supuesto, se daba cuenta de que aunque ellas no hubieran hecho ese retorcido juego, tampoco habría podido convertirse en omega de alguna, porque ella simplemente no iba a poder escoger. Haerin nunca habría podido elegir a una, y era impensable siquiera pensar en que las dos la iban a aceptar como omega.

Al final, ¿qué era lo mejor? ¿Haber acabado de esa forma, o con ella sin poder decidir y provocando otra enorme pelea entre ambas amigas porque fue incapaz de elegir? La otra opción igual le habría destrozado el corazón.

Frotó sus ojos mientras entraba a su casa, con Mily apareciendo y poco más lanzándose sobre ella, y pensando en los estúpidos pensamientos que le llenaban la cabeza. Todo por ese encuentro...

―¿Haerin? ¿Hanni?

La voz de Nora les llamó desde el jardín trasero. La omega quería ir a su cuarto, echarse y mirar el techo por largas horas, pero no quería ser grosera con la omega, así que fue hacia atrás.

Nora estaba arreglando los arbustos del patio, llevando encima un sombrero para protegerse del sol.

―Hola, Nora-imo ―saludó, esperando que la mujer no notara su rostro enrojecido y ojos hinchados por las lágrimas―. ¿Dónde está papá?

No tuvo suerte. Nora frunció el ceño ligeramente, dejando las tijeras de podar y yendo hacia Haerin.

―Fue a comprar algo para la cena. ¿Ha pasado algo? ―preguntó con clara preocupación―. Hanni, ¿le has hecho algo a Haerin?

―¡Claro que no! ―dijo su hermana mayor, indignada―. Jamás le haría algo a Hae.

―Me caí ―mintió Haerin―, en la plaza. Y unnie no me consoló, se burló de mí.

Nora miró con mala cara a Hanni, que pudo no haber apoyado su mentira, pero adivinó que la menor no quería hablar de lo que realmente ocurrió allí. Así que empezó a farfullar una tonta explicación mientras su madre comenzaba a regañarle, y volvió dentro, con Mily siguiéndole. Se fue a su cuarto y se sentó en la cama, con sus dedos comenzando a presionar los botones de la cámara fotográfica.

Había pensado muchas veces en botarla, es decir, era un recuerdo de ellas. Pero era una cámara profesional, de las caras, y tenía también un valor sentimental grande. ¿Cómo la iba botar así como así? No le había dicho a Hanni que era regalada por Danielle y Minji, porque de seguro su hermana le insistiría en que se deshiciera de ella.

Y Haerin no quería hacerlo.

Sin poder evitarlo, buscó las primeras fotografías que tenía en la memoria de la cámara fotográfica: fue de una cita que tuvieron las tres, antes de ir a la nieve. Habían decidido ir al acuario y ver un show de pingüinos y orcas. Haerin fotografió a muchos animales y también a Danielle y Minji, muchas veces sin que se dieran cuenta. Recordaba que cada vez que les sacaba alguna fotografía, no podía evitar pensar en lo coloridas que eran, en la manera en que pintaban el mundo cada vez que sonreían. Tantas veces se vio a sí misma como monocromática y creyó que, cuando las conoció, le contagiaron sus colores.

Ahora veía que no era así: Haerin tenía sus propios colores. Sí, a veces era monocromática, ¿pero no lo eran todas las personas en algún momento? Ese día, cuando las vio... ellas parecieron perder sus colores y se veían sumidas en la monocromía.

Avanzó en las fotografías: vinieron las de la nieve. Se echó en la cama, pasando las fotos de los paisajes a las de ellas jugando como niñas pequeñas con los esquís y trineo. Incluso había un vídeo de la vez que se lanzaron las tres juntas.

¡Vamos, vamos! ―animó Minji en la grabación―. ¡Ven, Haerin, entremedio de las dos!

―¿Y por qué? ―reclamó la omega, aunque no tardó en acomodarse tras Minji―. ¡Oye, me aprietas, Danielle!

―¡Claro! ―en la grabación se vieron los brazos de Danielle abrazándola por la cintura―. Es para que no salgas volando, ¿te imaginas te perdemos por eso?

―¡Que idiota er- AAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!

Haerin no pudo evitarlo y se rió al escucharse a sí misma gritar, mezclado con los gritos de las otras dos alfas. En medio del deslizamiento del trineo por la nieve, se fueron hacia el lado, cayeron y rodaron, gritando con más fuerza y risas. La grabación se cortó en ese momento por culpa suya, ya que por todos los movimientos, presionó el botón de apagado.

Su risa se transformó en un suave sollozo, cerrando sus ojos y pensando en lo que le hicieron. ¿Tantas ganas de llevarla a la cama tenían que incluso la invitaron a ese viaje? No tuvo que salirles barato, y eso la desconcertaba tanto, porque no lo entendía. No había una explicación lógica para todo lo que hicieron por ella, y lo que estaban haciendo.

―Haerin.

La voz de Hanni la sacó de sus pensamientos. Levantó la cabeza, viendo a su hermana en el umbral de la puerta.

―¿Sí? ―preguntó, y sorbió por su nariz. No estaba llorando como tal, pero sí derramó unas pocas lágrimas.

―¿Sigues pensando...?

―Unnie ―la interrumpió, sin querer ser grosera, pero su tono fue algo brusco―, por supuesto que estoy pensando en ellas. Si no quieres oír mis quejidos, entonces déjame sola.

La sorpresa cubrió el rostro de Hanni ante sus palabras, pero Haerin no se arrepentía de haberlas dicho. Ella tenía derecho a llorar, ¿no es así? A quejarse, a llorar, a enfadarse, y si alguien quería oírle, pues estaba bien. Sin embargo, no quería que le regañaran por sus emociones, por sentirse mal y demostrarlo. Durante mucho tiempo se ahogó en sus propios sentimientos cuando vivía con su mamá, y no quería seguir haciéndolo.

―No es necesario que te enojes conmigo ―se defendió Han―, sólo quiero ayudarte ―estrechó sus ojos―. Esa cámara, ¿te la regalaron ellas? Haerin, si quieres olvidarlas, no deberías...

―No, para ―Haerin la miró con sorpresa―. ¿Quién te dijo que quiero olvidarlas?

La pelinegra estaba muy confundida con los sentimientos hacia las alfas, eso lo tenía más que claro, sin embargo... ¿olvidarlas? Por mucho dolor que le causaron, y si a veces lo llegó a pensar, ahora sabía sin duda que no las olvidaría. Dejar de quererlas en el futuro tal vez sí, pero olvidarlas... Nunca lo haría como tal.

Hanni se veía ahora enfadada con sus palabras.

―¿Te estás escuchando? ―le dijo―. ¿Qué estupidez me estás diciendo? ¡No puedes ser tan tonta!

Haerin también se enojó.

―¡Quiero estar sola! ―le gritó―. ¡Fuera de mi habitación, idiota!

―¡A mí me tratas con respeto, Haerin! ―espetó.

―¿Qué son estos gritos?

Hanni se giró, viendo a su padre en el pasillo con expresión de sorpresa. Hanni iba a hablar, pero de pronto, se vio empujada por Haerin, que pasó a su lado sin mirarla y yendo a abrazar a su papá.

―Hanni unnie me ha tratado como una tonta ―explicó Haerin, mirando a su papá con ojos llenos de lágrimas falsas―, le dije que quería estar sola, pero me trató mal, papá.

La alfa no podía creer lo que acababa de escuchar, ¿cómo era posible que Haerin actuara toda inocente frente a su padre? Hanni no sabía si reír o enojarse más.

Por supuesto, no le sorprendió que su padre se derritiera ante la cara de Haerin y su voz falsamente débil. Hasta la misma Hanni pudo haberse enojado consigo misma por lo ocurrido.

―Hanni, no molestes a tu hermana menor ―regañó su padre, acariciando la nuca de la omega para tratar de consolarla―. Y tampoco le digas que es una tonta. Haerin es una chica muy inteligente.

Y astuta, quiso añadir Hanni, indignada por cómo la situación se dio vuelta en favor de su hermanita.

―Ve a tu cuarto ―siguió su padre―, y como te vuelva a oír peleando con ella, tendrás un castigo.

Hanni bufó.

―La estás malcriando ―le dijo sin poder evitarlo.

―Claro ―su padre aceptó―, pero mi Haerinnie merece ser malcriada.

Haerin soltó una risita antes de mirar hacia Hanni y sacarle la lengua. Hanni volvió a bufar, marchándose entre rezongones a su habitación, sabiendo que la próxima vez se aseguraría de discutir con Haerin a solas.

La omega, mientras tanto, abrazó con más fuerza a su padre, que sólo se rió ante su acción y le besó la coronilla con cariño. Desde que vivía con él que Haerin disfrutaba mucho de abrazarlo y ser consentida por él. Tal vez se debía a la falta de amor paterno que tuvo durante muchos años, pero ¿qué importaba? Si su papá quería mimarla, Haerin lo aceptaría con una sonrisa en la cara.

―Gracias por defenderme, papá ―le dijo.

―Mmm ―su padre le miró con cariño―. Bueno, pero no le faltes el respeto a Hanni, Hae. Sabes cómo es tu hermana.

―Ella comenzó ―acusó Haerin.

―Puedo imaginarlo ―murmuró el hombre―. Ahora, ¿Nora dijo que te caíste en el parque? ¿Te duele?

―No tanto ―y eso no era una mentira. Luego del golpe inicial, Haerin lo pensaba más y no había tanto dolor. Sólo sentía mucha confusión por todo lo ocurrido.

Su padre no insistió con el tema y le dejó volver a su habitación. Haerin sólo agarró su cámara nuevamente y miró un rato más las fotografías.

Hanni permaneció enfadada con ella por algunos días, pero Haerin no le tomó mucha importancia. Por todo lo ocurrido, estuvo algo distraída en clases y apenas prestó atención a lo enseñado ese día. Inclusos sus amigos notaron que estaba muy rara.

―¿Ha pasado algo? ―preguntó Eunchae el miércoles, mientras estaban en la biblioteca estudiando.

―No mucho ―dijo en automático.

―Bueno, me has respondido eso como diez veces seguidas hoy, así que me imagino que algo debe pasar.

No había verdadero reclamo en la voz de Eunchae, pero sus palabras la sacaron de sus pensamientos. Sin poder evitarlo, levantó los ojos y la miró, y ella se veía muy tranquila frente suyo.

Haerin titubeó un momento. Se preguntó cuánto podía confiar en la chica, o peor, de que manera Eunchae podría juzgarle.

―Yo... um... ―mordió su labio inferior―, cuando me fui de Seúl, dejé atrás una... una alfa.

Decidió que podía contarle algunas cosas, pero no toda la verdad. Al fin y al cabo, ¿cómo le diría que tuvo una extraña relación con dos alfas que eran amigas? Era mucha información.

―Oh ―Eunchae parpadeó, como si no se lo hubiera esperado―. Vale...

―Terminamos mal ―siguió hablando Haerin―, me fui de Seúl para alejarme de ella. Pero... vino a buscarme aquí, a Busan.

―Woooah ―se veía muy desconcertada―, está bien, ¿eso te ha tenido así? Si terminaron mal, debe ser una idiota...

Le hizo gracia que se pusiera de su lado, pero también le enterneció un poco.

―Estoy algo confundido con ella ―admitió―. Iniciamos una relación porque ella me mintió. Ella quería... ―tal vez eso era lo más difícil de contarlo todo, llegar a esa parte, ya que era dicha situación la que le causaba más dolor―. Ella apostó con sus amigos a que podía llevarme a la cama, entonces.

―¡¿Que qué?! ―gritó Eunchae, escandalizada e incrédula.

Muchos se voltearon a verlas y Haerin se hundió en su asiento. Uno de los asistentes en la biblioteca les hizo un shhhh con el dedo, y Eunchae murmuró una disculpa.

―Yo me enteré, por supuesto ―prosiguió Haerin―, y terminamos por eso. Pero ahora, ha vuelto pidiéndome disculpas y que quiere conversar conmigo. Me tiene muy confundida.

―Haerin ―susurró―, está bien que quiera disculparse, pero lo que te ha hecho... No sé... No es algo para disculpar.

―No, lo sé, pero es que... ¿Te lo puedo decir sin que me juzgues?

Eunchae pareció calmarse con sus palabras, comprendiendo que lo que Haerin necesitaba en ese momento era soltar algo que le estaba persiguiendo desde hace días.

―Claro ―aceptó.

―Me marché de allí creyendo que no me amaba, que nunca me quiso ―contó―. Que ahora que sabía la verdad, no la volvería a ver. Es decir... ya me enteré de la apuesta, ¿no es así? ―sonrió débilmente―. Incluso me pidió perdón cuando descubrí todo, ¿por qué ella querría seguir hablándome? Nunca me quiso, nunca... ―su voz se apagó―. Pero ahora, cuando le volví a ver, se veía muy mal y... y me descolocó. No tuvo intención de tocarme y me... me rogó para que habláramos, para que le diera unos minutos para hablar... No puedo dejar de pensar en eso. Si nunca me quiso, si sólo fui un juego, ¿por qué esforzarse tanto en venir hasta acá para hablar conmigo? No lo puedo entender, Eunchae. Lo pienso y pienso, pero no le encuentro una explicación.

Eunchae escuchó todo eso en silencio, sin poner una cara juzgadora o mirarla como si fuera tonta. Ahora, al decírselo, Haerin sentía como si se hubiera quitado un peso de encima de sus hombros. ¿Era un razonamiento tonto? Tal vez, pero era lo que sentía y le ahogaba por las noches.

―Creo que... que entiendo lo que me quieres decir ―dijo Eunchae―. Esa alfa... ¿realmente la querías mucho?

Era la primera vez que escuchaba esa pregunta, y le dejó algo sorprendida. No respondió enseguida, pensando en lo que significaba y lo importante que era su respuesta.

¿Cuánto quería a Danielle y Minji?

―Mucho ―admitió al final, porque esa era la verdad―. Ella... ella hizo mucho por mí, Eunchae. Yo estaba atravesando un período difícil en la casa de mi mamá y apareció y... y fue muy dulce y amable conmigo. Hizo muchas cosas por mí... ―parpadeó para espantar las lágrimas―, y cada vez que la pienso más, más me extraña. Nunca trató de propasarse conmigo ni insistió en que tuviéramos sexo. Estoy muy confundida...

Hong asintió con la cabeza, pensando en la difícil situación en la que estaba la omega. Ella podía aconsejarle y decirle que la mandara al diablo, porque era lo más obvio y sano, pero Eunchae sabía que era más sencillo decirlo que hacerlo. Además, eso no resolvería toda la confusión de la omega, y la podía dejar con una espina clavada en el corazón difícil de sacar.

―Bueno... ―Haerin la miró―, tal vez... Si tú te sientes preparada, si te sientes lista, tal vez es necesario hablarlo con ella y hacerle todas estas preguntas, Haerin.

―¿No sería una idiota si hago eso? ―preguntó la más baja, triste.

―Puede ser ―Eunchae sonrió para tranquilizarla―, pero si eso es lo que necesitas para estar tranquila... Pues entonces fue la opción correcta. Si con eso resuelves tus dudas, Hae, habrá valido la pena.

Haerin asintió con la cabeza, poniendo una expresión de agradecimiento por lo que ella le dijo. Seguía teniendo muchas dudas respecto a todo, sin embargo, qué agradable era conversar con alguien, poder contarle tus problemas y no sentirse juzgada. Haerin necesitaba mucho de eso, en especial poder hablarlo y no forzarla a tomar una decisión apresurada.

Todavía no se encontraba tan convencida de lo que iba a hacer, no hasta que llegó a casa más tarde y ayudó a Nora con la cena.

―Tú hermana ha estado muy quejica estos días ―comentó Nora mientras revolvía la olla y Haerin picaba cebolla―, ¿se han peleado?

―Um, sí ―contestó la menor―, es sólo que a veces unnie es muy sobreprotectora.

―Te quiere mucho ―Nora no trató de explicarlo demasiado, ya que su actitud se resumía en eso―, espero que se le pase pronto, sí. A veces es muy molestosa cuando se enfada.

―Sí... ―Haerin titubeó un momento, sin saber si hacer una pregunta que le venía persiguiendo desde hace mucho―. ¿Puedo preguntarle algo, Nora-imo?

―Lo que quieras, Haehae.

Volvió a titubear, pero ya había dado el primer paso, ¿no es así? Además, no creía que Nora fuera a enfadarse. Ella era muy dulce y amable, tanto que a veces, deseaba que fuera su verdadera mamá por muy feo que sonara.

―¿Usted no se enfadó cuando papá se relacionó con mi mamá?

Nora dejó de revolver la sopa y Haerin temió haber ido demasiado lejos. El miedo le invadió, con un invasivo pensamiento apareciendo: ¿qué acababa de hacer? Nora se enfadaría, le acusaría con su papá y papá de seguro también se enojaría con ella. Si papá se enfadaba mucho, ¿le echaría de la casa?

―Perdón, no quería...

―Me enojé mucho con él.

La respuesta de Nora la enmudeció. La mujer se volteó a verla con el rostro tranquilo y ojos cariñosos, y Haerin dejó de cortar la cebolla.

―¿Sí?

―Tuvimos una horrible pelea ―prosiguió Nora―, no quería ver a tu padre. Es decir... yo sabía que era normal que un alfa pudiera tomar a dos o tres omegas. Pero no pude evitar enfurecerme cuando me lo contó. Tu padre siempre fue muy romántico, y me aseguró mil veces que nunca tomaría a otro omega. Pero él y yo estábamos atravesando un período difícil... ―hizo un suave mohín―. ¿Sabes por qué nunca tuvimos otro hijo? El parto de Hanni fue difícil y me dejó infértil.

Eso la enmudeció otra vez. Se preguntó eso un par de veces, ya que era común que el primer omega de un alfa acaparara a más cachorros que el segundo o tercero. Aunque nunca consideró necesario preguntar.

―Hanni quería tener un hermanito, insistía mucho, y yo estaba deprimida. Con tu padre peleábamos mucho. Y de pronto, me llegó con la noticia de que tenía otra omega y estaba embarazada... Casi lo eché de la casa ―soltó una risa débil.

―¿Y cómo... cómo lo perdonó, Nora-imo?

―Bueno... Tu padre hizo todo lo posible para volver a enamorarme ―volvió a cocinar―. Fue como si me estuviera cortejando otra vez. Pasaron meses para que todo volviera a la normalidad. Por supuesto, el hecho de que Hanni estuviera entre nosotros igual influyó. Pero tu padre... ―Nora levantó su mano y acarició su marca―, tuvimos que reconstruir nuestra confianza. No fue sencillo, pero valió la pena. Los omegas necesitan de sus alfas, y los alfas necesitan de sus omegas.

―¿Eso no provoca una dependencia no deseada? ―preguntó la menor.

―Si fuéramos seres humanos normales, como antes, sería peligroso ―la mujer ahora fue hacia ella y le puso las manos en los hombros, haciendo que le mirara a los ojos―. Pero tenemos instintos que se complementan y a los que no podemos negarnos. Nuestros omegas saben lo que quieren, y sería más doloroso para nosotros luchar contra eso. Al final, sólo nos hacemos daño ―le agarró la barbilla―. Eres una chica brillante, Haerin. Estoy feliz de que estés con nosotros, y si me lo permites, voy a cuidarte como una madre.

Los ojos de la omega se llenaron de lágrimas al escuchar eso, sin poder controlarlo muy bien. Sintió como su instinto omega se retorció en el afecto recibido, como una cachorrita a la que le acariciaban el estómago, y la abrazó.

―Gracias, Nora-imo.

―Cuando te sientas preparada, puedes decirme ‹‹mamá›› ―Nora le devolvió el abrazo―. Y, por favor, nunca te niegues a tus sentimientos y emociones. Todas son válidas y tienes derecho a resolverlas y gestionarlas como mejor consideres.

Hae sorbió por su nariz, asintiendo con la cabeza y con el corazón cálido por esas dulces palabras recibidas. Tal vez ese era el pequeño empujón que necesitaba para dar aquel salto que tanto le aterraba, y era el de exigir explicaciones.

Por lo mismo, más tarde ese día, cuando estaba a punto de irse a dormir, desbloqueó dos números telefónicos y les envió un mensaje.

***

Había conocido ese café unas semanas atrás, cuando fue con sus nuevos amigos, y a Haerin le había gustado mucho. Era un lugar que nunca estaba lleno, por lo que consideraba que era discreto, y tenía una muy buena selección de helados caseros que deseaba probar todos.

Cuando se bajó del bus, sabía que iba con quince minutos de anticipación, ya que quería pedir una copa de helado sin presión alguna. Por eso fue una sorpresa ver a Danielle y Minji ya sentadas en una mesa, cada una con un café servido.

La visión le chocó por dos motivos: primero, por notar que ellas parecieron llegar temprano a su reunión; y segundo, porque se sintió como un déjà vu. Fue como meses atrás, cuando las vio por primera vez, sentadas una frente a la otra, manteniendo una conversación baja antes de que ella llegara a sus vidas.

Se quedó congelada hasta que Danielle la notó primero, viendo como quedaba en medio de una frase dicha. Minji se volteó y se le quedó mirando, y Haerin desvió su vista. Decidió hacer algo de tiempo, ya que no se había anticipado para un encuentro tan rápido, y fue a la caja para pedir su copa de helado con dos nuevos sabores, e indicando que estaría en una de las mesas. Luego de pagar, se armó de valor para ir a la mesa, notando que Minji se movió para dejar su puesto libre e ir a sentarse al lado de Danielle.

―Hola ―saludó, dirigiéndoles una mirada rápida por los nervios, y acomodándose en la silla.

Era la primera vez, en más de un mes, que las tenía así de cerca. Quiso obviarlo, pero se había fijado en los labios agrietados de Minji y en la delgadez del rostro de Danielle.

―Haerin ―habló primero Minji, y se sintió como si hubiera estado conteniendo la respiración.

Ambas alfas podían apreciar lo bonita que se veía la omega. Las últimas veces que la vieron, el rostro de la chica había estado empapado por las lágrimas y con los ojos tan rotos que les rompió el corazón. Ahora, sin embargo, se veía mucho mejor en varios sentidos: su cabello seguía largo y ondeado como recordaban, con esos preciosos ojitos de gato brillando con suavidad. Su rostro se notaba un poco más relleno, mucho más sano, y el aroma a bebé la envolvía con fuerza. Danielle sentía el loco impulso de acercarse a hundir su nariz en el cuello de la menor, mientras que Minji trataba de no irla a abrazar y acariciarle la nuca.

El mensaje que Haerin les envió unos días atrás las agarró por sorpresa. Les llegó casi al mismo tiempo, a ambos números de teléfono, pero cada una estaba ocupada pues se encontraban en clases. Recién pudieron conversarlo al acabar la jornada, y no sabían cómo tomarse dicho mensaje por lo escueto que era.

El sábado, en el café Euphoria de Busan, a las 4pm. Es la única oportunidad que les daré.

K.H.

Era el mismo para las dos y conversaron largamente sobre lo que podía significar ese mensaje. Luego de ese torpe y duro encuentro en el parque, pensaban que Haerin no querría verlas ni siquiera en fotografía, por lo que estaban muy confundidas en ese momento.

―¿Y si quiere decirnos que es suficiente? ―preguntó Minji, con la voz ahogada―. ¿Qué ya no nos quiere?

Danielle se estremeció ante esa perspectiva, a pesar de que tenía que estar preparada para dicha posibilidad.

―¿Y si fue su hermana quién nos envió el mensaje? ―sugirió Danielle más tarde―. Tal vez quiere encontrarse con nosotras y golpearnos.

Al final, entre todo el debate que tuvieron, decidieron confiar en dicho mensaje y viajaron a Busan con sus estómagos apretados en un furioso nudo. Ni siquiera almorzaron algo por los nervios, y sólo cuando llegaron a dicho café, media hora antes de lo acordado, pidieron algo para tomar.

―¿Cómo han estado? ―preguntó Haerin finalmente, sin moverse de su lugar y luego de tomar una respiración profunda.

―Bien ―contestó Danielle en automático, y Minji le dirigió una mirada de reojo―. Bueno... Estamos entrando en los exámenes finales de la universidad y nos la pasamos estudiando.

―Oh ―Haerin agradeció que el chico que llevaba su helado justo apareciera, haciendo tiempo para calmar a su alterada omega―, me imagino que deben estar estresadas. Lamento sí...

―No ―Minji se apresuró en interrumpirle―, no nos estás quitando tiempo. Estamos aquí porque queremos. Muchas... muchas gracias por esto. Por darnos esta oportunidad para... para hablar contigo.

Haerin hundió su cuchara en la crema del helado, todavía sin ser capaz de mirarlas directamente. Una parte suya temía que, al hacerlo, su omega se cegara y terminara cometiendo algún error.

―Tengo muchas preguntas ―dijo luego de unos segundos―, y me gustaría que las contestaran con honestidad.

―Por supuesto, Haerin ―dijo Danielle.

―¿Habían hecho esas apuestas con otros omegas antes que yo?

Ellas nunca antes sintieron vergüenza alguna por lo que hicieron en el pasado respecto a esos tontos juegos que hicieron, porque así era como lo consideraban. Como un juego infantil que no le hacía daño a nadie. Pero ahora, no pudieron evitar sentirla, y fue peor bajo la mirada juzgadora de la omega.

―Sí ―admitió Minji―, lo hicimos un par de veces. Nosotras...

―¿Apostaron enamorar a esos omegas?

―No ―Danielle fue brutal con su respuesta―, no, Haerin. Esas estúpidas apuestas... ―la alfa hizo un mohín, conteniendo su vergüenza―, eran sólo de llevarlos a la cama. Contigo fue algo parecido al inicio.

Escucharlo otra vez le provocó dolor, pero trató de no demostrarlo. Lo que menos quería en ese instante es que vieran cuánto le afectaba.

―¿Ustedes lo grabaron? ―la voz de la pelinegra fue algo dura.

Ambas la miraron ahora con desconcierto.

―¿Grabar...? ―preguntó Danielle.

―Lo que hicimos en el hotel ―siseó Haerin, temiendo que alguien más pudiera escucharla.

El desconcierto se transformó en entendimiento junto con horror.

―¡No! ―exclamaron las dos al mismo tiempo, sobresaltándola y llamando la atención.

―No, Haerin ―susurró Minji, conmocionada por la pregunta―. No. No lo grabamos. No grabamos nada.

La omega les observó con recelo, como si no les terminara de creer. Aquello les dolió, era evidente, pero ¿por qué Haerin confiaría a ciegas en ellas?

―Te lo juramos ―la expresión de Danielle era seria―, no grabamos absolutamente nada contigo. Lo... lo pusimos en esa apuesta al inicio, sí ―admitió―, pero la idea después desapareció. Nunca se nos ocurrió grabar algún vídeo contigo sin tu consentimiento.

Haerin asintió con la cabeza. Comió del helado antes de hacer su tercera pregunta, y la que le estaba carcomiendo por dentro.

―¿Qué es lo que quieren de mí? ―dijo, y recién las miró a los ojos―. ¿Por qué están aquí, queriendo hablar conmigo? Las cosas ya quedaron claras para mí cuando admitieron que se acercaron a mí porque apostaron mi virginidad.

Oír esas duras palabras les caló hondo y las vio tragar saliva. Compartieron una mirada, como decidiendo quién sería la primera en hablar.

―Haerin, queremos pedirte perdón, en primer lugar ―habló Marsh―. Estamos muy... muy arrepentidas por lo que hicimos. Fuimos unas cretinas haciendo esa estúpida apuesta.

―Sabemos que te herimos ―prosiguió Minji―, que te provocamos mucho dolor, y realmente lamentamos nuestro actuar. Sé que es tonto rogarte que nos perdones ahora, porque debes sentirte muy lastimada.

―Pero esperamos que puedas... puedas considerarlo ―la voz de la alfa menor fue débil―, que lo pienses. Si hay algo que podamos hacer para obtener tu perdón, estaremos dispuestas a todo eso.

Haerin estaba a punto de decirles que la mejor forma para perdonarlas era que le dejaran en paz, sin embargo, cualquier respuesta se calló cuando escuchó lo siguiente de la boca de Minji.

―Y cometimos otro error también contigo, y fue el de presionarte a escoger, cuando ahora sabemos que siempre nos quisiste a las dos. Y estamos dispuestas a aceptarlo.

Enmudeció y trató de entender esa última parte, pero le costó unos largos segundos en captar el mensaje que le dieron.

―¿Acep... tarlo? ―barboteó al fin.

―Lo hemos conversado largamente ―Danielle apoyó a su amiga―, sí tú lo quisieras... Si tú todavía nos quieres, si nos das otra oportunidad cuando puedas perdonarnos, entonces las dos queremos estar contigo. Las dos queremos ser tus alfas.

Haerin no lo entendía. No lograba entender por qué estaban diciéndole eso, como si ellas... Como si la...

No tenía sentido alguno.

―¿Mis alfas? ―preguntó, y su voz tembló cuando su omega se alteró con esas palabras.

―Tus alfas ―murmuraron las dos al mismo tiempo.

La omega no podía seguir guardando la pregunta que empezó a rondarle en la cabeza desde que le soltaron aquellas palabras.

―¿Por qué ustedes querrían ser mis alfas?

Ambas abrieron sus ojos con fuerza al escuchar eso. Se quedaron mirando largamente a Haerin, casi como si le hubiera crecido una segunda cabeza, y la omega desvió su vista cuando se le hizo imposible seguirles sosteniendo la mirada. Hubo un instante de silencio entre las tres.

―Haerin ―habló Danielle, y su voz fue ahora delicada―, ¿realmente no lo sabes?

―No ―susurró Kang, porque cuando se enteró de la verdad, ese pensamiento fue destruido por completo y reemplazado por otro.

Minji y Danielle estuvieron con ella por la apuesta. Cortejaron a la misma omega por la apuesta. Soportaron esos meses en esa extraña relación por la apuesta. Por nada más. No por otra cosa, por la idea que Haerin mantuvo tanto tiempo en su corazón.

―Haerin ―Minji, la que tenía menos vergüenza, lo dijo brutal y claro―, queremos ser tus alfas porque estamos enamoradas de ti.

No. La omega lo pensó cuando estaba con ellas, pero al descubrir lo de la apuesta, lo que Minji le dijo era imposible que pudiera ocurrir.

―No ―repitió, desconcertada, con su mundo dado vueltas, sin entenderlo.

―Sí, Hae ―el apodo brotó fácil de los labios de Danielle―, es así. Nosotras... nosotras te queremos. Te queremos tanto que deseamos ser tus dos alfas.

―Ustedes... ustedes me apostaron...

―Al inicio sí ―Kim respiró con profundidad―, pero luego, acabamos con la apuesta. Cuando te empezamos a querer, cuando nos dimos cuenta de nuestros sentimientos, esa apuesta desapareció.

―Nunca pretendimos... pretendimos decírtela, porque nosotras la echamos a la basura ―Danielle revolvió el poco café que le quedaba.

Haerin seguía sin comprenderlo, ¡no tenía ningún sentido!

―¿Cuándo acabó?

―El día en que tu padrastro te atacó ―Danielle decidió ser honesta con sus propios sentimientos―, cuando vimos lo que te hicimos, las dos simplemente queríamos protegerte. Ahí nos dimos cuenta de que te queríamos y, mientras dormías, las dos acabamos con la apuesta.

―Pero se... se la estaban sacando en cara ese día...

―Porque estábamos celosas de la otra ―Minji también quiso abrirse a ella―, porque cada una te quería para sí. Yo deseaba hacerte mi omega, y Danielle quería lo mismo. Y como no... no parecía que te ibas a decidir, simplemente nos empezamos a sacar todos esos trapos al aire para fingir que una era mejor que la otra, cuando fuimos la misma mierda en todo momento.

Era mucha información para Haerin, porque ahora, todos los pensamientos que tuvo en esas semanas eran inconsistentes. No tenían razón de ser. Ellas le estaban mostrando otra realidad, su realidad, y Haerin no sabía cómo tomársela. ¿Era una tonta broma otra vez?

No pudo evitarlo y comenzó a lagrimear.

―Si ustedes... si esto es un juego más de ustedes...

―No, no ―se apresuró en decir Minji, entrando en pánico―. No más juegos, Hae, lo prometemos. Estamos siendo honestas.

―Puedes hacernos más preguntas, todas las que quieras ―apoyó Danielle, sintiendo la desesperación en su estómago―, te las contestaremos con honestidad. No vamos a mentirte más, Haerin, es una promesa.

―Pero sigo... sigo sin entenderlo ―sollozó Haerin―, ¿por qué me dicen esto?

Compartieron una mirada más y Danielle decidió hablar.

―Porque te amamos, Haerin, y creemos que mereces saberlo. Te amamos.

***

Danielle otra vez fue la primera en ir hacia la cama, y Minji cerró la puerta, con el corazón apretado en ansiedad. Su olor estaba ligeramente agrio en una clara señal de emociones negativas, pero ¿cómo no sentirlas en ese momento?

Haerin se había puesto a llorar al escucharlas decir eso. Las dos quisieron moverse e ir a consolarla, sin embargo, era más que claro que la omega no quería eso.

―¿Si me aman ―dijo la menor―... por qué me hicieron esto?

Las dos no tuvieron una respuesta a su pregunta y se quedaron en su lugar, viendo a Haerin sonar su nariz con una servilleta. A pesar del ligero llanto, seguía viéndose muy valiente y hermosa.

―Perdón ―susurró Minji.

Haerin humedeció sus labios, sintiendo el sabor a sal por las lágrimas derramadas.

―Necesito pensar todo lo que me han dicho ―dijo―. No sé si pueda perdonarlos ahora.

―Lo sabemos...

―¿Realmente quieren estar las dos conmigo?

La respuesta era absoluta, honesta y sin una segunda intención.

―Sí ―dijeron al mismo tiempo.

La omega simplemente asintió y se puso de pie.

―Debo pensar en todo esto ―volvió a decir―. Es mucha información y no... no confío mucho en ustedes, ¿lo entienden?

―Claro ―Danielle sintió su voz temblar.

―Yo... yo les hablaré cuando tenga todo más claro ―continuó la omega―. Ahora debo irme. Quedé en encontrarme con mi hermana.

Una mentira, y las tres sabían que lo era. Sin embargo, ambas alfas no reclamaron ni hicieron el amago de hacerla cambiar de opinión, y sólo lo aceptaron. Haerin simplemente se despidió, apresurándose en marcharse del lugar, y ellas la vieron partir con expresiones desoladas.

Ahora, el peso de las palabras dichas por la omega se sentían con más fuerza, y Minji no creía que pudiera sentirse peor en ese momento. Aunque fue Danielle la primera en desmoronarse.

Le escuchó sorber por la nariz, y al mirarla, notó que estaba llorando. La visión le desconcertó un segundo, porque hacía tiempo que no le veía llorar. Nunca derramó lágrimas por otro omega, pero ahora, estaba sollozando como una bebé.

―Dani... ―murmuró, con el dulce apodo estremeciéndole, y se acercó a la extranjera―, oh, Dani...

Como días atrás, se apresuró en abrazarla y Danielle, al ser ligeramente más pequeña, se le acurrucó y derramó más lágrimas.

―No quiero perderla ―repitió, como una semana atrás, y su voz se ahogó en el llanto―, de verdad que no quiero, Minji. La amo. La amo mucho.

Minji tragó el nudo en su garganta, sabiendo que si lloraba, podía ser peor para ambas. Las dos no podrían encontrar consuelo en la otra.

―También amo a nuestra pequeña Hae ―murmuró, y eso la hizo llorar más.

―Pero ella no nos va a perdonar ―lloró Danielle―, ella nunca nos va a perdonar y eso me mata, Min. Eso me...

Minji no la escuchó terminar esa frase, porque de pronto, de manera automática y sin pensarlo demasiado, agarró a Danielle de la barbilla haciéndole levantar la cara.

Y la besó. Minji besó a Danielle.

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