capítulo veinte.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Advertencias: omegaverse, fluff y angst mezclado. Jennie!Alfa x Rosé!Alfa x Lisa!Omega

***

~Porque dentro de esta oscuridad,

Tú brillas tan intensamente...

Lisa sorbió su nariz, usando un papel higiénico para espantar la cantidad de lágrimas que no dejaban de salir de sus ojos. Como ruido de fondo, mientras miraba por la ventana, no dejaba de escuchar las maldiciones de Mina.

—Bastardas, ratas apestosas, esas jodidas idiotas sin cerebro, imbéciles de primera, basuras malnacidas...

Mina conocía una cantidad impresionante de insultos, pensó Lisa con los ojos hinchados. 

—Bebé —dijo NaYeon, a un lado de Mina y con una cara evidente de ira—, no creo que lo que Lisa necesite sea escucharte maldecir una hora entera.

Su amiga soltó un resoplido, pero pareció darle la razón a NaYeon, volviendo a enfocarse a sí misma a través de la cámara del celular. Lisa no había querido hacer esa vídeo llamada en un inicio, pero ahora, viendo el rostro de sus amigas, supo que era lo mejor. Si bien no dejaba de llorar por lo ocurrido, escuchar la voz de Mina le sirvió como un consuelo ligero.

—Tienes razón, por primera vez en la vida —dijo Mina, causando la indignación de NaYeon y suaves risas en Lisa—. Ay, bebé, ¡Quiero estar a tu lado! Darte un fuerte abrazo y hacerte saber lo importante que eres para mí...

—Nosotras. —corrigió NaYeon.

—... Y también hacerte saber lo valiosa que eres —continuó Mina, como si no hubiera oído a NaYeon—. Lo que esas alfas hicieron... ¡Se merecen algo horrible! Como que... ¡Como que NaYeon y JiHyo las acorralen para golpearlas! —miró a su novia, que se sobresaltó ante sus palabras—. ¡Ya sabes lo que debes hacer!

NaYeon se veía realmente espantada por sus palabras. Lisa sonó su nariz, limpiando más lágrimas que soltó, pero un poco más calmada al escuchar lo que le dijo. No sobre golpearlas, aunque sí haciéndole saber que era ella para ellas.

Habían pasado tres días desde que se marchó de Seúl y se fue a Busan junto a su padre y hermana. Estuvo muy temerosa de llegar a la casa de su papá, sin embargo, cuando entró, TaeYeon les esperaba y, para su sorpresa, le dio un abrazo fuerte que le provocó nuevo llanto. Ella sólo la apretó un poco más, sin decir nada, y eso fue suficiente para ella.

TaeYeon le había dado su espacio, sin presionarla a hablar y, mucho más importante, sólo haciéndole saber que estaba allí.

—No es necesario, Mina-chan, además, no quiero que JiHyo Unnie lo sepa todavía... —suspiró Lisa, acariciando la cabecita de Love, que estaba sobre su cama echado—. Ya estoy... Ya estoy algo mejor.

Una pequeña mentira, pero no quería seguir preocupando a Mina. Era una gran mamá gallina si se lo proponía, en especial en lo que a ella se refería.

—Quiero verte —dijo Mina ahora, algo lastimera—, te fuiste tan rápido, Lis, ¡Ni siquiera pudimos despedirnos! —ahora se notaba que iba a llorar, y eso sería un desastre—. Queríamos mostrarte nuestra futura casita con NaYeon, y para su cumpleaños... ¿Vas a venir? ¿O para nuestra boda?

—Unnie, no te preocupes —se apresuró en decir Lisa, viendo a un NaYeon preocupada abrazando a Mina para consolarla—, claro que iré. Que esté aquí no significa que nuestra amistad termine.

—¡Pero conocerás a otros amigos! —sollozó Mina, y NaYeon le hizo un gesto de que era mejor cambiar de tema.

—Volveré —dijo con rapidez—, y te presentaré a mi hermana mayor, te lo prometo.

—¿Me llamaste, patito?

Se sobresaltó al escuchar a su hermana mayor, girándose para verla en el marco de la puerta. Parecía haber llegado hacía poco de la universidad a juzgar por sus ropas y que todavía llevaba la mochila en su hombro derecho. Love saltó de la cama para ir a saludarla.

—¿Quién es esa chica? —preguntó Mina, estridente—. ¡Oh, que guapa, Lisa!

—Estoy aquí, por si no sabías. —dijo NaYeon con el ceño fruncido.

Lisa movió la cámara, enfocándose ahora con JiSoo detrás para que la vieran mejor. JiSoo saludó desde su lugar, un poco confundida.

—¡Ay, Lils, ¿Está soltera?! —preguntó Mina.

—¡Bueno, después seguirás hablando con Lisa! —se quejó NaYeon, quitándole el celular a su novia a pesar de sus chillidos—. Te llamamos más tarde, Lis.

—Bueno, Unnie. —suspiró Lisa, y la alfa cortó la llamada.

La omega dejó su celular a un lado, ignorando el repetitivo sonido de docenas de mensajes llegando. De seguro eran de Mina quejándose y lloriqueándole, pero después le iba a contestar. Ahora, quería un abrazo de JiSoo.

Como si pudiera adivinarlo, su hermana mayor entró a la habitación, dejando su mochila en el suelo y yendo a abrazarla sin necesidad de que se lo dijera. Lisa olisqueó su aroma, con el dolor en su corazoncito calmándose cuando reconoció el olor que le envolvió, y frotó su nariz contra el cuello de JiSoo.

—¿Has tomado agua? —preguntó la alfa, preocupada, mientras Love volvía a subir a la cama—. No quiero que te deshidrates, bebé.

—Sí —confirmó Lisa—, y he ido al baño todo el día por eso.

JiSoo soltó una risa baja, acariciándole el cabello en un gesto cariñoso. Lisa no podía creer, todavía, el amor que era capaz de darle la alfa a pesar de que ellas se conocieran hacía tan poco.

Eso hacía las cosas un poco más fáciles. Con el corazón roto, destrozado a más no poder, saber que tenía una familia que le quería aliviaba en algo lo que ocurría. Sin embargo, no curaba por completo a su pobre omega rota.

Lisa no quería pensar en lo que había ocurrido. Sin embargo, cada vez que se decía que no debía pensarlo, era como si lo pensara con más fuerza. No tenía manera alguna de controlarlo, y en su mente se repetía todo lo que había pasado con ellas.

Con ChaeYoung y Jennie. Con sus dos alfas.

Cuando esa idea aparecía, la omega de Lisa se deshacía en llanto, provocando que ella también estallara en lágrimas. Ellas eran sus alfas. Santo Dios, ahora que estaba lejos de ellas, que la nube de amor se evaporó, podía verlo con mayor claridad: su omega las quería. Las quería a las dos. No a una, no a la otra. A las dos. Las dos. Se enamoró de dos alfas, ¿Qué tan irrisorio sonaba eso?

Nunca habría podido elegir, y eso lo volvía peor aún. Eso provocaba que doliera más, porque ella nunca habría elegido, y de seguro ambas le hubieran llevado a la cama para ganar esa estúpida apuesta que hicieron. Su omega creó un lazo con ellas, pero de seguro ni siquiera una de las dos hizo alguno de vuelta. Lisa siempre fue la omega de la apuesta, esa estúpida chiquilla que rogaba por un poco de amor.

Ella nunca sería la omega de un alfa. Nunca podría ser, siquiera, la primera de uno.

Esa idea le provocó nuevas lágrimas, pero se forzó a no derramarlas. Había estado llorando mucho esos días, y si bien sabía que era bueno desahogarse, también le pasaba la cuenta un poco. Casi siempre, acababa el día con un fuerte dolor de cabeza.

—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó Soo, sentándose a su lado en la cama.

—Un poco mejor —dijo Lisa—. Hoy cociné con TaeYeon-imo.

—Eso me dijo mamá —contestó el alfa—. ¿Qué cocinaron?

—Galletas de coco, pero son mías —Lisa sonrió un poco—, así que no quiero que comas alguna, Unnie.

—¿Cómo es eso? —se indignó JiSoo—. ¡Soy tu hermana mayor! Y como tal, tengo derecho a comer las galletas que yo desee —y comenzó a hacerle cosquillas, pero tuvo que parar cuando a Love no le gustó ese gesto y decidió ladrarle, protegiendo a Lisa—. ¡Traidor!

Lisa acarició la cabeza de Love, ganándose un lengüetazo de su parte en toda la mejilla. El perrito no se le había separado desde que llegó, incluso por las noches, colándose en su cuarto y durmiendo a orillas de la cama. Y, cuando se ponía a llorar, el perro no dudaba en echarse a su lado y lamerle la cara, como si quisiera consolarla.

—¿No te han llamado o enviado un mensaje? —preguntó JiSoo, sacándola de sus pensamientos.

—No —Lisa sacudió su cabeza—, pero Unnie, las bloqueé. No creo...

No añadió nada más, viendo la mirada ligeramente enfurecida de JiSoo. Sabía que su hermana mayor se estaba conteniendo de soltar todo lo que pensaba sobre ellas, y si no lo hacía, era por respeto a ella. JiSoo parecía saber muy bien que no quería oír todo lo que sentía hacia Jennie y ChaeYoung, porque Lisa sabía que le iba a herir.

—Es lo mejor —le dijo JiSoo, dándole otra caricia en el cabello—, ya verás, cuando el tiempo pase, más temprano que tarde, te darás cuenta de que no eran para ti.

Lisa asintió en automático, pero su omega casi gimoteó en respuesta por esas palabras. Esa parte sensible de ella no estaba para nada de acuerdo.

Sin embargo, no era tan idiota como para siquiera contradecirla o buscar alguna excusa que las justificara. Lo que ellas hicieron no tenía ninguna explicación decente. Haberla apostado, enamorarla e ilusionarla, jugar con ella... Eso era una crueldad enorme, mirara por donde se le mirara.

—Vamos a comer. —dijo, queriendo cambiar de tema porque de alguna forma le agotaba hablar de la situación.

JiSoo tampoco le quiso seguir presionando más, así que bajaron juntos para ayudar a TaeYeon con la cena. Su padre llegaría del viaje exprés que tuvo que realizar a Seúl, otra vez, para buscar los papeles escolares de Lisa y cancelar su matrícula en el colegio, ya que ahora, en Busan, ingresaría a otro centro académico para terminar sus estudios.

Será en el mismo colegio donde estudió JiSoo —le explicó TaeYeon el día anterior—, es una prestigiosa escuela de Busan.

Lisa había hecho un leve mohín al escuchar eso, un poco nerviosa por lo que podía significar.

No tengo buenas calificaciones. —le dijo a TaeYeon, avergonzada.

No debes preocuparte —ella le sonrió, cariñosa—, te ayudaré con los estudios si es necesario.

A ella todavía le costaba entender por qué esa mujer era tan dulce y buena con ella, cuando fue una hija fuera de un matrimonio. Cuando era la viva prueba de que su esposa la engañó y estuvo con otra omega. No se atrevía a consultárselo a JiSoo tampoco, pues sabía que lo más probable es que la pregunta le enfadara.

Su padre llegó pasadas las ocho de la tarde, apareciendo con ellas ya en medio de la comida. Lisa, al verlo, no pudo evitarlo y fue a recibirlo con un abrazo, respirando de su aroma alfa. Le había extrañado mucho, se dio cuenta, y aquella idea sólo le provocó demasiada tristeza ya que había olvidado cuánto quería a su padre y el dolor que significó su partida.

El alfa le devolvió el abrazo, besándole la coronilla y acariciándole la espalda en un gesto cariñoso.

—Mi bonita cachorrita bebé. —le dijo el hombre, y a Lisa le encantaba cuándo la trataban así.

Lo llevó a la mesa para que comiera junto a ellas, así que pronto les estuvo conversando que no tuvo ningún problema para retirar a la omega del colegio y que, al día siguiente, le llevaría a matricular a la otra escuela para que la siguiente semana se integrara.

—No debes preocuparte —le dijo JiSoo—, si te empiezan a molestar, sólo debes decirles que era una Manoban y te dejarán en paz.

—Pero eso no está bien... —comenzó a decir Lisa.

Ay, todos querrán ser tus amigos —JiSoo le pellizcó la nariz—. Y si no te dejan en paz, les vuelves a amenazar con que eres mi hermanita menor.

—No creo que allí se acuerden de ti, cariño —dijo TaeYeon—, tienes veintidós y dejaste el colegio hace cuatro años.

—¿Cómo se olvidarían de mi hermoso rostro? —bufó JiSoo, indignada.

Lisa no podía creer que JiSoo se comportara tan descarado.

—No pareces de veintidós —comentó la omega—, Unnie luce de diez cuando me molesta.

—¡Tú, mocosa malcriada!

Eran esos buenos momentos los que le hacían saber que las cosas estarían bien. Al menos, hasta que la noche caía y se iba a acostar, con Love dormitando cerca suyo, y se acurrucaba bajo las mantas. En esa soledad, a oscuras, la sensación de dolor se extendía y ampliaba tristemente. Ahí, sentía más que nunca el no estar rodeada de sus dos alfas.

Aquella idea le golpeaba con fuerza y apretaba su corazón.

Sí, la soledad era terrible, parecía consumirla o tragársela. No podía evitarlo, y sólo pensaba en lo que ellas le habían hecho. Y en lo mucho que las seguía amando, a pesar de eso, y cómo fueron capaces de provocarle todo ese daño. Pero lo peor no era eso, sino pensar en el ‹‹que hubiera pasado sí...››.

Por ejemplo, qué hubiera pasado si ellas, en primer lugar, no hubieran hecho esa estúpida apuesta. ¿Aun así se habrían fijado en ella? Aunque esa pregunta era rápidamente contestada con una negativa, porque si ellas la cortejaron, le insistieron en salir, fue por la apuesta. Ninguna de las dos le hubiera dirigido siquiera una segunda mirada en caso contrario, y esa idea sólo provocaba más llanto.

¿Y si ellas realmente le hubieran amado? Ese pensamiento ocasionaba más dolor y llanto, pues era lo que tanto quiso, lo que tanto deseaba. Que las dos la amaran, la quisieran, y estuvieran dispuestas a hacerla feliz. Que las dos, en un acto de locura de amor, aceptaran aquella fantasía de estar las tres juntas.

Pero esa quimera se esfumaba con rapidez cuando se daba cuenta de la realidad.

Ni Jennie ni ChaeYoung la amaron jamás. Ellas jamás podrían haber amado a Lisa, y sólo fue ese juego que crearon para su diversión personal.

Malditas fueran mil veces. Lo que le hicieron no tenía... No tenía ningún perdón de Dios.

Y ojalá Dios le quitara pronto ese dolor, porque si no, Lisa se extirparía el corazón. Eso, quizás, dolería menos que seguir inundándose de todos esos sentimientos crueles.

***

Jennie sintió la migraña golpeándola desde el momento en que abrió sus ojos.

Se removió en la cama, con su nariz hundida en la almohada y percibiendo todavía un poco la loción de bebé que Lisa dejó luego de tantas noches en ese cuarto. El aroma sirvió lentamente para calmar a su alterada alfa, que llevaba todos esos días removiéndose en desesperación por ver a su omega.

Su omega. Su linda, preciosa y dulce omega.

Quiso girar en la cama, pero casi de inmediato, sintió otro cuerpo que reconoció enseguida: ChaeYoung continuaba profundamente dormida.

En la bruma del sueño, aturdida y desconsolada, sólo pudo pensar en lo irónico que era eso. Que situación más burda, con ellas compartiendo esa cama por la necesidad de ver (o percibir) a Lisa. Un triste consuelo luego del desastre que provocaron.

Se sentó en la cama, oyendo los ronquidos de fondo, y mirando a su alrededor. Lisa se había llevado sus cosas esenciales, como la mayoría de su ropa, sus útiles de aseo personal y la cámara fotográfica que Jennie le regaló. Por el apuro, se dio cuenta, dejó los cuadernos de clases, algunas prendas de ropa y chucherías pequeñas.

Agarró los cuadernos, revisándolos superficialmente y viendo la bonita letra que poseía la omega. Ahí se dio cuenta de que dejó también uno de sus cuadernos de dibujo, el que usaba para las clases de artes en el colegio.

Lo abrió, observando los hermosos bosquejos que Lisa realizaba. Todos ellos hechos con carboncillo, siendo tan monocromáticos y sin ninguna gota de color, aunque no dejaban de ser preciosos. El talento de la omega era innegable. Sin poder evitarlo, una suave sonrisa se extendió por sus labios, quizás la primera sonrisa en esos cinco días desde que Lisa se marchó.

Sin embargo, esa sonrisa se congeló al llegar a las últimas hojas. Reconoció enseguida unos ojos dibujados pulcramente, porque esos ojos los veía cada vez que se miraban al espejo. La mirada retratada era aguda, concentrada y un poco intimidante, lo que era mucho decir considerando que sólo era un dibujo.

En la siguiente hoja, estaba ahora ella retratada a cuerpo completo, sentada en la mesa y con una taza de café.

A continuación, vio a ChaeYoung también dibujada, sólo que recostada en la cama y con los ojos cerrados. En la siguiente, los ojos de su amiga alfa, también en esa expresión fuerte y lacónica, hecha con tanto cuidado y dedicación.

Y, Santo Dios, esos dibujos eran los único que poseían algo de color. Parecía que Lisa había empezado a pintarlas, usando unas acuarelas que se había comprado unas dos semanas atrás, luego del viaje a la nieve que hicieron. Sin embargo, nunca terminó de colorearlas, y el corazón de Jennie se apretó en dolor.

—La extraño.

La voz de ChaeYoung la sacó de sus pensamientos, cerrando el cuaderno con cuidado y dejándolo sobre el velador. Se volvió a recostar en la cama, mirando el techo y con los ojos de la alfa puestos en ella.

—Yo también —dijo Jennie, con la garganta apretada—, la extraño tanto. Quiero... Quiero verla y decirle que... Decirle con muchas fuerzas que... Que la quiero.

—Se pondría colorada —dijo ChaeYoung—, y luego yo también le diría que la quiero, y eso la haría enrojecer como un tomate —una risa ronca y rota—. Quiero tanto que regrese. Quiero tanto que nos perdone.

Jennie cerró sus ojos y los apretó con fuerza, como si así pudiera espantar las punzantes lágrimas que empezaron a hacer presión por salir. Ella también quería tanto que Lisa apareciera por la puerta en cualquier momento y les diera una oportunidad más. Una oportunidad que ellas no desperdiciarían para nada.

—La necesitamos. —susurró Jennie.

ChaeYoung, quizás, antes se habría negado a aceptarlo. ¿Por qué ellas necesitarían de una omega teniendo tantos otros? Pero ahora, luego del enorme error que cometieron, de haberlo arruinado todo, ahora no le quedaba más que admitir esa verdad: ella, ellas, necesitaban a Lisa a su lado.

Lisa era su omega. ChaeYoung estaba más que segura de aquella idea ahora. No había duda alguna en su cabeza, en su alma ni en su alfa: Lisa era su omega. Y también sabía que, para Jennie, era lo mismo. Sólo debía echarle un vistazo para saberlo.

Esa idea, que antes tanto le había torturado, parecía ya no encontrar extrañeza en su interior. Ya no parecía incomodarle. En esos días de completa soledad y silencio, sólo percibiendo el llanto de su alfa, llegó a esa conclusión ya sin encontrar un resquicio de protesta. Qué ironía, pensaba entonces, porque ellas pelearon, discutieron e incluso se dijeron cosas horribles, queriendo agarrar cualquier ventaja por sobre la otra, cuando al final, todo se reducía a eso: ella y Jennie amaban a Lisa de la misma forma y eran las alfas de esa singular omega.

Giró su rostro, observando otra vez a Jennie. Se suponía que debían estar en la universidad, ¿No es así? Terminando sus maravillosas carreras y cortejando bonitos o bonitas omegas. Pero ahora, de sólo pensarlo, sabía que ya no podía hacerlo.

—Lisa no iba a escoger a ninguna de las dos —dijo ChaeYoung, reflexionando ante ese hecho. Jennie le escuchó en silencio—. Aunque no se hubiera enterado de la estupidez que hicimos, nunca te habría escogido sólo a ti, ni tampoco sólo a mí.

—Se enamoró de las dos —afirmó Jennie, y no había amargura en su voz—, y nosotras peleando... Nosotras encelándonos, queriendo demostrarle que una podía ser mejor que la otra... —una nueva risa destrozada—, cuando ella jamás quiso eso, porque nos quería a las dos.

—Y las dos la destrozamos —murmuró ChaeYoung, con la garganta apretada—. Somos realmente unas idiotas.

Jennie le dio la razón en silencio, con el dolor apretando su corazón. Cada noche, antes de dormir, recordaba la expresión de Lisa cuando las enfrentó, su rostro deformado por el sufrimiento, con los ojos llenos de lágrimas y sus temblorosas palabras. Incluso si ellas habían acabado con esa apuesta para el momento en que fueron descubiertas, eso no quitaba lo que hicieron: jugaron con la omega como si hubiera sido un juguete. Como si no tuviera sentimiento alguno y fuera un objeto.

Qué vergüenza les daba pensarlo ahora. Esa estúpida apuesta, ese tonto juego, había destruido a la persona que más amaban. A su omega. A esa hermosa chica que conocieron por casualidad y les había abierto su corazón. Esa dulce muchacha que les miraba con los ojos llenos de amor.

Ahora, la vida se sentía gris, como si fuera uno de los hermosos dibujos de Lisa: tan monocromática, tan descolorida. Jennie daría lo que fuera porque volviera a tener color, con la omega al lado de ellas.

Como si siguiera ese hilo de pensamientos, ChaeYoung le dirigió una mirada.

—Podríamos... —susurró ChaeYoung—. Podríamos buscarla y explicarle todo. Si le decimos...

—ChaeYoung —cortó Jennie, y sin poder evitarlo, le dio un abrazo. Cuando eran más jóvenes solían abrazarse todo el tiempo e incluso ser un poco pegajosas, pero a medida que crecían, esas prácticas las fueron dejando de lado. Ahora, sin embargo, se preguntó por qué dejaron de hacerlo, cuando era tan natural entre ellas—, incluso... Incluso si nos dejara explicarle todo, incluso si nos perdona... Lisa jamás te escogería o me escogería. Si nos ama a las dos...

—A mi ya no me importa —dijo ChaeYoung, porque sabía que era cierto—, sólo quiero... Sólo quiero a Lisa otra vez, con nosotras —la alfa menor la estrechó en sus brazos—. Si regresa, prometo nunca más hacerle daño. Le cuidaré con todo mi corazón.

ChaeYoung ya aceptaba eso. Ya no le importaba ni un poco si debía meterse en una extraña relación que incluyera a Lisa y su mejor amiga, ¿Acaso tenía alguna importancia ahora? Ya no se trataba de ellas... Ahora se trataba de Lisa. Siempre tuvo que tratarse de Lisa.

Ellas cometieron dos grandes errores: no sólo apostarla, sino también obligarla a escoger, cuando Lisa jamás pudo hacerlo. Presionaron y presionaron, y ahora, ChaeYoung sabía la verdad de todo, así que no iba a tratar de negársela.

Jennie sintió dolor al escuchar esas palabras, con su propia alfa dándole la razón.

—¿Serías capaz de eso? —preguntó Jennie—. ¿De aceptar... De ver a Lisa con otra alfa, ChaeYoung? ¿Qué no sea sólo tuya?

—Claro que será mía —ChaeYoung la miró, desconcertada, y se separó de ese abrazo—, mía y tuya. De las dos. Siempre fue así —su expresión no dejaba duda alguna—, ¿Acaso tu no lo ves, Jennie?

Ni siquiera tuvo que pensarlo. La respuesta salió de manera inmediata, pues Jennie tenía el mismo pensamiento de ChaeYoung: ya no valía la pena poner a Lisa a una encrucijada, porque era la omega quien las tenía en sus manos. Jennie aceptaría todo para que Lisa las perdonara.

—Si lo veo —sin embargo, su voz fue apenas un susurro—, pero...

—Las dos debemos probarle... —prosiguió la menor—. Las dos, juntas, le probaremos que la queremos. Que la amamos. Que no tiene que escoger, porque aceptamos su amor y... Y...

—Nos enviará al diablo. —razonó Jennie.

—Sí —concedió ChaeYoung—, y lo seguiremos intentando. Le seguiremos probando que la vemos como nuestra omega. Una omega con dos alfas —una nueva risa, pero ya no rota, sino más bien esperanzada—, una omega con dos alfas dispuestas a hacer todo por ella.

Era una locura. Jennie lo sabía, lo tenía más que claro. Lisa las mandó a la mierda y les dijo que nunca más quería que la tocaran. De seguro debía odiarlas con todo su corazón.

Y, aun así, aceptó esa locura. Porque Jennie sabía que ChaeYoung tenía razón: Lisa era de las dos, así como las dos eran de ella. Así que no se iba a rendir hasta que la omega les dirigiera otra vez esa hermosa sonrisa que derretía su corazón.

***

¡Gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro