𝐒𝐄𝐈𝐒

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng



6. ILUSIONES

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

          LLEVÁBAMOS un buen trecho caminado cuando Susan dijo lo que yo estaba pensando.

—Esto no me suena de nada.

Que a mi tampoco me sonase, que había estado allí hacía relativamente poco, y que era como el alma de Narnia, me asustó. Era una muy mala señal.

—Ese es el problema con las chicas —respondió Peter, que iba en cabeza de todos—, que no tenéis un mapa en la cabeza.

Abrí la boca, ofendida. Pero Lucy tomó la palabra en nombre de las tres.

—Eso es porque tenemos algo en la cabeza.

Susan y yo nos miramos riendo.

—Tenía que haberle hecho caso a nuestro Q.A —dijo ella con resignación.

—¿Qué es Q.A? —preguntó Edmund.

—Querido Amiguito —respondió Lucy, sonriendo, refiriéndose a Trumpkin.

Habíamos decidido ponerle ese mote, y era muy divertido, en especial porque al enano resultaba molestaré muchísimo. Eso lo hacía mejor.

Entre las tres volvimos a mirarnos y reímos de nuevo. Podía escuchar el resoplido de Trumpkin detrás de nosotras. Me pareció escucharle murmurar algo a Edmund, pero no lo logré oír.

Peter, delante de nosotros, paró en seco cuando llegamos a un punto muerto donde solo había piedra. Parecía frustrado.

—No estoy perdido —trató de convencerse.

—No —dijo Trumpkin—, lo que pasa es que no vas por donde es.

—Viste a Caspian en el Bosque Tembloroso, y la forma más rápida de llegar es cruzando el torrente.

Yo miraba a Peter hablar ceñuda. Estaba muy agresivo. ¿Qué le ocurría?

—Pero por aquí no se puede cruzar el torrente, si no me equivoco —respondió Trumpkin, mucho más tranquilo que Peter.

Peter lo miró con los labios apretados, y ladeó su cabeza sin apartar su vista.

—Eso lo explica entonces, te equivocas.

Yo suspiré negando con la cabeza, sintiendo que ahora la que quería hablar con Peter era yo. ¿A qué venía todo ese comportamiento? Él nunca se había comportado así con los narnianos. Sí que había llegado a ver esa personalidad agresiva otra veces; con Edmund cuando los conocí, con Susan cada vez que se hacía la listilla, e incluso conmigo cuando él se negaba a aceptar que había algo entre los dos.

Pero jamás en los Narnianos.

Peter se giró de nuevo y siguió su camino. Reanudé mis pasos antes que el resto y escuché cómo nos seguían. Intenté llegar hasta Peter para hablar a solas, aunque fuese unos minutos, pero entonces vi que se había parado de nuevo. Habíamos llegado hasta un precipicio. Estaba muy alto y debajo de nosotros estaba un río.

—¿Lo ves? —habló Susan—. Con el tiempo, el agua erosiona la tierra y van hundiéndose...

—Agh, cállate —le pidió Peter de mal humor.

Ahí tuve que darle la razón.

—¿Se puede bajar? —le preguntó Edmund a Trumpkin.

—Sí. Tirándose.

Los cuatro lo miramos con curiosidad.

—No estábamos perdidos —dijo Peter con testarudez.

—Hay un vado cerca de Beruna —habló Trumpkin, que había aprendido que debía ignorar a Peter cuando se ponía en ese plan—, ¿os apetece nadar?

—Antes que seguir andando... —aceptó Susan.

Comenzó a andar junto con Trumpkin cuando Lucy dijo:

—¿Aslan? ¡Es Aslan! ¡Es él! ¡Lo estoy viendo!

Todos nos giramos para mirar en la dirección que ella miraba en ese momento. Mi corazón se paró durante un segundo mientras buscaba con la mirada al Gran León.

Pero la decepción golpeó mi rostro en cuanto vi que no estaba ahí.

—¿No lo veis? ¡Está justo...! —seguía diciendo Lucy, aunque calló abruptamente cuando se giró de nuevo y no lo vio—... ahí.

—¿Lo estáis viendo ahora? —bromeó Trumpkin.

Lucy se giró para encararle con cara de pocos amigos. Yo había aprendido a no reírme de Lucy, ella podía ser muy feroz si se lo proponía. No se le debía subestimar.

—No estoy loca, estaba allí. Quería que lo siguiéramos.

—A lo mejor ha sido una ilusión —propuse— Puede que lo confundieras con otra cosa.

—Era un león. Estoy segura.

—Seguro que hay muchos leones por este bosque —trató de convencerla Peter, con dulzura—. Y osos también.

—Sé reconocer a Aslan perfectamente.

Miré a Edmund, que no la miraba como si estuviera equivocada. Eso me sorprendió.

—Escuchad -habló nuestro Q.A—, no voy a saltar por un precipicio detrás de alguien que no existe.

Eso dolió. Yo sabía que él existía, pero sí era cierto que últimamente mi fe decaía por momentos al sentirme tan sola en el fondo. Aslan no dejaría que yo me sintiera así, no después de todo lo que había hecho por él.

—La última vez que no creí a Lucy... —comenzó a decir Edmund— quedé como un verdadero estúpido.

No pude evitar sonreír levemente al escuchar eso. Edmund me sorprendía siempre sacando una faceta de él que no me esperaba, pero positivamente.

Peter miró de nuevo al punto donde Lucy afirmaba haber visto a Aslan.

—¿Por qué no lo he visto yo?

—¿Y yo? –no pude evitar soltar con algo de resentimiento–. Después de todo.

—A lo mejor no mirabais —fue la respuesta de la pequeña.

Peter comenzó a negar con la cabeza, sujetando el mango de su espada envainada.

—Lo siento, Lucy.

Dicho esto, Susan, él y Trumpkin comenzaron a andar lejos de allí. Edmund y yo mirábamos a Lucy, que parecía suplicarnos con la mirada que la escucháramos.

—Será mejor que lo sigamos —dije yo, formando una mueca con mi boca—. Si Peter se equivoca, podemos volver a esa zona e ir por donde tú has dicho.

Lucy se quedó cabizbaja igualmente, y Edmund nos indicó que anduviéramos con la cabeza. Él posó su mano en mi hombro mientras andábamos y yo suspiré.

— ¿Qué demonios le ocurre a Peter? — susurré mirando al rubio, que volvía a ponerse en cabeza del grupo.

— Creo que está frustrado por varias cosas —respondió Ed, apretando mi hombro— Lo ha pasado muy mal este último año, ¿sabes? En cierta parte le comprendo, yo me sentía así cuando llegamos a Narnia la primera vez.

—Pero, ¿por qué se siente así?

—Supongo que el haber sido tratado como un niño en Londres le molestaba después de vivir como un Sumo Monarca. Y ver que todo ha cambiado tanto en nuestra ausencia le está afectando.

—Y a todos, pero sigo sin entender por qué lo paga con nosotros.

—A ver... también lo pasó muy mal cuando no sabíamos qué había pasado contigo, Drey. Él está enamorado de ti.

—¿Está?

—¿Te lo preguntas, en serio? Claro que lo sigue estando. Quizá para ti ha pasado mucho tiempo, pero para él es muy reciente. —me explicó con tono de obviedad—Verte de nuevo y darse cuenta de que tú no sientes lo mismo le hace estar irritable también.

Miré al suelo y sentí cómo las mejillas se me ponían rojas.

—Yo no he dicho que no sienta lo mismo —murmuré.

—Pues lo das a entender. He visto cómo rehuyes su mirada constantemente, y cómo evitas cualquier tipo de contacto con él. Peter se ha dado cuenta.

—Es complicado, ¿sabes? —suspiré—. No puedo parar de pensar que él nunca me ha demostrado lo que me quiere. Vale, sí, me pidió matrimonio, pero aún así... Siempre sentí que eran sentimientos no recíprocos por tantos años... Y de repente los mostró cuando Karim se interesó en mi. No es suficiente muestra de amor.

—Entiendo lo que dices. Pero... Peter es así... en este tema, le cuesta soltar lo que lleva dentro. Pero lo conozco, sé que te quiere. Estoy seguro. Y está sufriendo por lo que le das a entender.

—¿Debería hablar con él de eso?

Edmund asintió, muy seguro de su pensamiento. Yo asentí también, lentamente. Miré a Peter, que me daba la espalda mientras avanzaba con confianza entre los árboles y arbustos del bosque. Dios, claro que le quería. Claro que pensaba que era el amor de mi vida, pero ya no era lo mismo porque yo necesitaba que me demostrara muchas cosas.


Más tarde, llegamos hasta una zona donde se escuchaba algo muy ruidoso. Todos nos miramos con apuro y nos acercamos al punto donde se oía ese alboroto. Se escuchaba el sonido de caballos relinchando, de máquinas, y voces de hombres.

Telmarinos.

Lo confirmé cuando salimos de la espesura del bosque para llegar al comienzo de una playa donde un ejército de hombres fabricaban espeluznantes máquinas de guerra con los troncos de árboles que iban talando. Los estaban destrozando.

Yo, que los conocía de primera mano, sentí una ráfaga de rabia en mi interior y me obligué a simplemente apretar mis puños con fuerza.

—Drey, agáchate -me ordenó Susan, agarrando mi mano y llevándome al suelo.

Estábamos escondidos detrás de unos troncos que estaban apilados cerca del final del bosque. Desde ahí se podía ver claramente lo que hacían si nos asomábamos.

Miramos con atención todo lo que estaban haciendo cuando escuchamos el relinchar de un caballo cerca de nosotros. Por instinto nos agachamos más, un poco asustados, para evitar que nos vieran.

Busqué con mi mirada a esos caballos, y vi que a nuestra izquierda acababan de llegar Miraz y Lord Sopespian en dos caballos, supervisando todo lo que ocurría.

Llevaba sin verlo desde que me marché. Ese asqueroso hombre que me había hecho sufrir tanto en la corte, que detestaba a los Narnianos, que había querido matarme después de intentar cortejarme de manera denigrante... Lo odiaba a muerte.

Sin darme cuenta, me había alzado y me había puesto de pie mientras intentaba desenvainar mi espada. Mi expresión era de puro enfado.

—¡Audrey! —susurró Peter con apuro, y me agarró la mano para obligarme a agacharme a su lado—. ¿Es que quieres que te maten?

—No —Respondí con ferocidad, sin dejar de mirar a Miraz—. Quiero matarlo yo a él.

Peter miró también al hombre y después me miró otra vez a mi.

—¿Es...?

—Miraz –le interrumpí–. El tío de Caspian, el que quiso matarme, sí.

Peter apretó su mandíbula y miró asqueado al hombre que en ese momento miraba por encima a todos sus soldados. A ese asqueroso hombre... lo detestaba como nunca había detestado a nadie. Puede que ni siquiera hubiera detestado tanto a la Bruja Blanca.

—Tranquila —me susurró con calma, acariciando con dulzura mi mano—. Ahora mismo no puedes hacer nada contra él y todos esos hombres, es mejor que esperemos al momento adecuado. ¿Vale?

Asentí lentamente y tomé aire tratando de calmarme. Verlo de nuevo, tan campante, después de todo, me hacía hervir la sangre.

Vi que todos habían estado pendientes de nuestra conversación y de mi reacción, pero no dijeron nada.

—Me parece que nos hemos equivocado de camino —le dijo Susan a Peter.

Todos miramos hacia los soldados, que en ese momento probaban la utilidad de una de sus máquinas recién fabricadas. Era una especie de guillotina, pero en tamaño gigante. Parecía muy aterradora y peligrosa. Supongo que todos en ese momento nos imaginamos cómo sería ser asesinados por eso.

Peter apretó con más fuerza mi mano, y después la soltó para girarse y volver a entrar en el bosque.

El resto nos incorporamos también, aún un poco agachados para no ser vistos, y le seguimos al interior. Miré a Lucy y le guiñé un ojo dándole a entender que volvíamos a donde ella nos había dicho.

—Vamos, ve a hablar con Peter —me susurró Ed, dándome un empujón hacia su hermano, que caminaba el primero.

Lancé una rápida mirada de confusión hacia Edmund, y vi que Lucy me indicaba que le hiciera caso con la mano.

Suspiré y llegué hasta el lado de Peter, siguiendo sus pasos a unos metros más delante que el resto. Peter me miró de soslayo con algo de sorpresa, pues era la primera vez que me ponía a su lado en todo lo que llevábamos de día.

—Peter, ¿qué te ocurre?

—¿A qué te refieres?

—Te veo... Enfadado con todos.

—Sólo estoy frustrado -se encogió de hombros- hay mucho por hacer y por arreglar.

—Pero no estás solo –traté de hacerle entender–. Nos tienes a nosotros.

—¿Sí? ¿Te tengo a ti? —preguntó sin creérselo del todo, chasqueando la lengua.

Vaya, eso no me lo esperaba.

—Claro que me tienes.

—¿Tanto que ni siquiera has querido volver a ponerte el anillo que te regalé? ¿Que casi ni te dignas a mirarme?

—Peter...

—Te tengo tanto que no quieres hablar conmigo.

—¡Me acabo de acercar yo para hablar contigo! Tú no te has dignado a hacerlo en lo que llevamos de día. Siempre tengo que ir yo detrás.

—Eso no es cierto —me espetó con enfado—. No veo que tú intentes arreglar algo. ¿Por qué no nos buscaste cuando llegaste a Londres? ¡Me tuviste todo un año esperándote! Eso es cruel, ¿lo sabes?

Mi voz sonó quebrada.

—Pensé que tu vida sería más fácil si yo no estaba en ella. —confesé finalmente.

—Eso no es cierto. No estar contigo me amargó más que nunca.

Dios, mi corazón latía muy acelerado.

—Todo esto se siente raro para mi, ¿de acuerdo? Y me duele ver que tú actúas de esta manera. Que no pareces el Peter de siempre, no eres tú.

—¿Cómo lo sabes?

—Te conozco más de lo que me conozco a mi misma.

Peter paró para mirarme detenidamente. Nuestras respiraciones estaban agitadas porque al subir el tono de la conversación, nosotros nos habíamos puesto nerviosos y habíamos comenzado a andar muy rápido. Ahora estábamos lejos del resto, a bastantes metros.

—¿Me quieres? — me preguntó.

—Claro.

—Como antes, me refiero. ¿Estás enamorada de mi?

Yo lo pensé bien mientras relamía mis labios en busca de una respuesta. Peter pareció dolido al ver que yo no contestaba con rapidez.

Negó con su cabeza, decepcionado, y siguió andando. Cerré mis ojos, cogiendo fuerzas, y volví a andar detrás de él para llegar a su lado.

—Peter, he estado mucho más tiempo sin verte del que tú has estado sin verme a mi. Y encima ahora te comportas de esta manera... —me atreví a colocar mi mano en su brazo— Me lo haces difícil.

—Yo tengo claros mis sentimientos, por fin los tengo, y ahora eres tú la que no los tiene claros. Después de intentar que yo fuera valiente respecto a esto, ahora eres tú la que actúa de esta manera.

—No estás pensando en mi, no estás empatizando con mi situación. No sabes lo que es pensar que te han abandonado. ¡Pensé que me habías abandonado durante mil años!

Peter se quedó callado al escuchar eso, tragó saliva y negó con su cabeza. Parecía dolerle lo que oía.

—No quería que todo eso pasara.

—¡Dijiste que no te marcharías! –solté sintiendo cómo mis ojos se cristalizaban–. ¡Que no me dejarías!

Peter me miró incrédulo al oír mis palabras. Ya está, ya lo había soltado. Me sentía con la mente llena de un cúmulo de emociones.

—Me lo dijiste, Peter, sabes que lo hiciste. ¿Lo recuerdas? —noté cómo una lágrima caía por mi mejilla—. Me lo dijiste después de la batalla de Anvard.

Peter tenía sus labios juntos, tensando su mandíbula. Sus ojos no se apartaban de mi rostro. Me miraba con tristeza. Sabía que lo que había dicho le había llegado al corazón.

—Lo más difícil que he hecho en mi vida ha sido marcharme sabiendo que aún estaba malditamente enamorado de ti.

No nos habíamos dado cuenta de que habíamos llegado hasta el otro lado del precipicio al anterior, donde Lucy había visto a Aslan. Nos percatamos de ese hecho cuando Lucy irrumpió, rompiendo el contacto visual entre nosotros, y se puso en el borde del precipicio para mirar al otro lado.

—¿Y... dónde crees que viste a Aslan? —le preguntó Peter después de carraspear su garganta, haciendo como si nada.

Yo también prefería actuar de esa manera frente al resto, no tenían por qué saber nuestros dramas. Tampoco ayudaba en ese momento.

Todos habían llegado a nuestro lado, y mirábamos a Lucy con curiosidad.
Ella nos miró a cada uno, parecía molesta.

—¿Por qué no dejáis de hablar como adultos de una vez?— comenzó a andar hacia un lado del precipicio— No creo que lo vi, que lo vi.

Terminó en el borde de nuevo, pero un poco más lejos de nosotros. Esa pequeña era feroz de verdad, porque nos dejaba sin palabras siempre que quería. Hablaba muy segura de lo que decía.

—Yo soy adulto —comentó Trumpkin.

—Yo te creo —le dije a Lucy.

Ella me miró desde su posición y me sonrió de lado.

—Cuando lo vi, estaba...— decía Lucy, pero se vio interrumpida por el desprendimiento de tierra justo en la parte donde ella estaba de pie.

Soltó un grito agudo mientras la veíamos caer abajo.

—¡Lucy! —gritamos Susan y yo a la vez.

Todos corrimos en su dirección mientras yo notaba que el corazón se me paraba por segunda vez en el día. Suspiré aliviada cuando vimos a Lucy en una base de piedra y tierra un poco más abajo del lugar donde había caído. Estaba a salvo.

—Aquí. —completó Lucy su frase, sonriendo.

Sonreí yo también, porque su caída y el desprendimiento de esa zona era un claro indicio de que algo o alguien que pesaba mucho había estado ahí hacía poco. Estaba claro que Lucy había visto a alguien en ese lugar.

Fue así cómo decidimos hacerle caso a Lucy, y nos pusimos manos a la obra para comenzar a andar más abajo del río, cruzando el agua –que no era muy profunda– por medio de unas pequeñas rocas en las que nos apoyábamos.

Lucy se tropezó en una de ellas y Trumpkin la agarró de la cintura para que no cayese. El enano gruñón que habíamos conocido parecía haber desaparecido, en especial con Lucy. Ella tenía ese don: todo el mundo le quería. Era inevitable, ella era audaz, inteligente y buena. Tenía todos los requisitos para ser una niña amada. Trumpkin no había sido menos al caer bajo la amabilidad de la pequeña.

Yo tampoco era menos a la hora de ser torpe, porque Susan había cruzado las rocas sin siquiera resbalarse y yo acabé haciendo alguna que otra acrobacia para después caer al agua de culo. Me di un golpe en el trastero y solté un grito.

Edmund comenzó a reírse de mi de una manera tan estruendosa que acabó posando sus manos en su estómago y cerró los ojos mientras soltaba carcajadas. Yo no pude evitar reír también desde mi posición, aunque tenía la falda del vestido y las piernas mojadas.

Peter, que también reía un poco en ese momento, se acercó a mi y me tendió su mano para ayudarme a subir. No habíamos hablado desde la discusión minutos atrás, pero acepté y le miré algo sonrojada. Sus últimas palabras no paraban de repetirse en mi mente.

—¿Estás bien, Sawyer?

—Sí. No ha pasado nada nuevo, he hecho algo ridículo, como siempre. —respondí riendo un poco.

Peter sonrió y noté que sus ojos brillaban. Vi un destello de lo que él era antes, y me agradó.

—A pesar de todos estos años, sigues igual que siempre.

Nos quedamos de pie, mirándonos fijamente, aún con las manos entrelazadas, durante unos segundos. Entonces Edmund carraspeó con diversión.

—Tortolitos, se hace de noche y creo que eso de estar mirándoos sin pestañear en medio del agua no es un buen plan.

Los dos salimos de nuestro trance para volver a la realidad. Agarré la falda de mi vestido y la subí un poco para no volver a resbalarme o tropezar. Ahora que estaba mojada me era más fácil caer, pero no volví a hacerlo. Me obligué a no hacerlo por amor a mi pobre dignidad.

Cuando llegó la noche, decidimos "acampar" en medio del bosque. Habíamos encontrado una zona donde había muchos árboles reunidos y pensamos que así estaríamos mejor resguardados.

Edmund y Peter fueron a por leña y después encendieron una hoguera en la que todos nos dispusimos en círculo. Acerqué mis manos, aún sentada, y las froté para sentir el calor del fuego.

Me pregunté si podría manejarlo.

Entrecerré los ojos mientras escuchaba cómo Lucy y Edmund hablaban con Trumpkin, y Peter hablaba con Susan. No prestaba atención a sus conversaciones. Mi mente estaba concentrada totalmente en el fuego y en mis manos.

Acerqué más las manos e hice mucha fuerza mental mientras las movía a un lado, esperando a que el fuego siguiese mi trayecto.

Fue inútil.

Suspiré frustrada y posé las palmas de mis manos en mi rostro, tratando de no soltar un sollozo de enfado hacia mi misma.

—¿Qué ocurre, Drey? —Me preguntó Susan con preocupación.

Aparté mis manos de mi rostro y me encontré con las miradas de los cinco sobre mi.

—Nada —me encogí de hombros—. Solo que soy una inútil.

—¿Por qué dices eso? —Lucy me miró con confusión.

—Porque ahora no soy ni la Bruja Legítima. —eché mi cabeza hacia atrás cerrando los ojos—. No consigo utilizar mis poderes. No soy lo que era antes.

Escuché que alguien se levantaba y se sentaba a mi lado. No miré quién era. Pero cuando noté el tacto de sus dedos en mi barbilla para bajarla, lo supe al instante.

Abrí mis ojos para encontrarme con los azules de Peter. Siempre que lo miraba de esa manera sentía como si el tiempo se parara. Estaba serio, pero me miraba con dulzura.

—No digas eso, ¿vale? No se te ocurra decir que eres una inútil, porque no lo eres. Eres tan importante como todos nosotros, puede que incluso más. —miré a otro lado, pero él me obligó a mantener el contacto visual— Sólo tienes que intentarlo más, lo hiciste una vez, lo puedes hacer ahora. Da igual si tienes que echar sudor y lágrimas, pero lo harás.

Asentí sin pensarlo dos veces, hipnotizada por sus ojos y por sus palabras. No podía ni describir lo que mi mente decía cuando lo miraba.

—Creo que es hora de descansar —anunció Trumpkin—. Estamos muy cansados y al final las mentes nos juegan una mala pasada. Hechicera, debe despejar su mente para poder concentrarse. Será mejor que vaya a dormir.

No respondí, pero le dirigí una mirada de agradecimiento por cambiar de tema y darme paso a descansar. Él me dio un leve asentimiento pero después tumbarse y darnos la espalda a todos.

Susan y Lucy nos desearon buenas noches y se tumbaron en el césped. Edmund me dirigió una corta mirada de preocupación, queriendo saber cómo me encontraba. Le sonreí y le di a entender que estaba bien. Él sonrió también, aunque parecía una sonrisa triste, y después se tumbó boca arriba.

Me giré para mirar a Peter, que seguía a mi lado. Él me miraba fijamente.

—¿Qué?—Pregunté.

—¿Puedes dormir conmigo?

—¿¡Qué!?—repetí en un susurro, abriendo mucho los ojos.

Peter rió por lo bajo.

—Que si puedes dormir a mi lado.

—Oh —sentí que mis pulmones volvían a funcionar. Menuda estúpida.

Aún así, esa petición me dejó muy nerviosa. Él no dejaba de mirarme y esperaba mi respuesta.

Y sí, había dicho que él probaría de su propia medicina, pero yo me encontraba vulnerable en ese momento y necesitaba un abrazo. Sabía que Peter daba buenos abrazos.

—Vale.

Peter se tumbó y me guió con su mano hasta su lado. Me indicó que me tumbara encima de su brazo, cosa que no quise hacer al principio por no hacerle daño, pero insistió. Así que acabé tumbándome a su lado, cara a cara: a tan sólo unos centímetros.

Por si no estábamos lo suficientemente cerca ya, Peter pasó su brazo libre por mi cintura para acercarme más a él, de manera que nuestras narices se rozaron. Contuve la respiración. Sentía su mano en mi cintura, apretándome con fuerza, sus piernas enredándose con las mías, su olor inundándome, su cabello haciéndome cosquillas en la frente.

Me podía quedar así para siempre.

—Sawyer...

—¿Sí?— emití en un murmuro.

—Te amo, y sé que tú también me amas, porque estaré esperando. Esperaré todo el tiempo que sea necesario, y cuando estés preparada para admitirlo, ven y dímelo.

Dios santo. No podía simplemente decirme eso, a centímetros de mi cara, con ese rostro perfecto y todo perfecto; y pretender que yo me quedara tan normal.

Maldito Peter Pevensie.

No pude evitar soltar un pequeño gemido al escuchar eso, sorprendida ante sus palabras. Definitivamente no me había esperado algo así cuando pensaba en nuestro reencuentro.

Peter subió su mano desde mi cintura hasta mi cabeza y acarició mi cabello con parsimonia mientras iba cerrando sus ojos sin dejar de mirarme.

Yo no lo pude evitar y pasé mi brazo por su cintura también hasta que mi mano acabó apoyada en su espalda, juntándome más a él.

Se sentía bien.

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

Diooos me ha encantado escribir este capítulo. Espero que hayáis disfrutado de él y os hayan gustado las escenas #Prey. Sí, yo misma le he puesto el nombre y significa rezar en inglés, pero estamos en el fanfic de una historia con bases católicas, así que... whatever.

Spoiler del próximo capítulo:

Por fin aparecerá el esperado Caspian.

¡¡Decidme vuestras opiniones!!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro