𝐒𝐈𝐄𝐓𝐄

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7. EL PRÍNCIPE CASPIAN

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DESPERTÉ sintiendo muchas cosas diferentes. Para empezar, había pasado horas tumbada en el suelo y la espalda me dolía horrores. Para seguir, la luz del sol mañanero me daba directamente en el rostro, consiguiendo que yo entornara los ojos con molestia.

Pero lo que me dejó más desconcertada fue la manera en que estaba tumbada. O mejor dicho, con quién.

Peter me abrazaba por detrás, mientras yo pegaba mi espalda a su pecho. Su brazo estaba rodeando mi cintura con mucha fuerza y me apretaba contra él. Sentía su respiración en mi cuello y su nariz rozando mi cabello. Me puse nerviosa pero me obligué a quedarme tal cual estaba.

Mi mano estaba en la suya cuando me desperté y mis piernas estaban enredadas entre las suyas. Era la posición más increíble en la que había dormido jamás. Además, esa noche había hecho un poco de frío y yo seguramente había dormido mejor que el resto gracias a mi compañía y su calor.

Sonreí para mis adentros cuando escuché que Peter murmuraba algo en sueños y se arrimaba más a mi.

¡Me lo estaba poniendo muy difícil eso de intentar rechazarle! Se le estaba dando bien eso de enamorarme de nuevo.

Aunque en el fondo yo sabía que quizá no lo había superado como había pensado hasta que lo volví a ver.

Pensé que quizá lo mejor sería volver a dormir. Parecía pronto y no sería yo la que despertaría al resto. Apreté más la mano de Peter y cerré los ojos en un intento de caer rendida bajo los brazos de Morfeo de nuevo.

Pero entonces escuché la voz de Lucy.

—Susan, despierta -susurraba.

Susan se removió en el suelo, sin despertar.

—Claro, Lucy. Lo que tú digas— murmuró.

Abrí un ojo a la vez que se escuchó el crujir de una rama cerca de nosotros. Vi que Lucy se giraba con atención hacia esa dirección, y al ver que su hermana no se levantaba, miró hacia nosotros. Cerré rápidamente los ojos.

Escuché que se levantaba y fue ahí donde volví a mirarla. Estaba yendo hacia el punto donde se escuchaba aquello. Me incorporé al instante, preocupada por ella, y olvidando lo bien que estaba en los brazos de Peter.

Eso despertó a Peter y para entonces Lucy ya había salido corriendo lejos de nosotros. Peter me miró mientras pasaba sus manos por los ojos somnolientos. Tenía el cabello despeinado y los labios hinchados por las horas de sueño. Se veía adorable.

—¿Qué ocurre? —aún tenía su mano en mi cintura, aunque estaba sentada.

—Es Lu —susurré con preocupación—. Se acaba de marchar y creo haber escuchado a alguien cerca.

Peter abrió los ojos al instante, desperezándose en un segundo, y se separó de mi para ponerse de pie. Me tendió la mano para ayudarme a subir a la vez que agarraba a Rhindon. Acepté su ayuda y después comenzamos a andar hacia dónde Lucy se había marchado con mucha rapidez.

Fuimos andando de puntillas para no ser escuchados.

Por fin encontramos a Lucy, que caminaba sin protegerse de alguna manera. Parecía dispuesta a encontrar a alguien. Estaba andando tranquila entre árboles y entonces Peter me señaló algo con miedo, agarrando mi brazo con fuerza.

Miré hacia el lugar donde su dedo apuntaba, y mi piel se erizó.

Un minotauro.

Era la primera criatura que veíamos a parte de Trumpkin en lo que llevábamos en Narnia, pero era un minotauro. No sabíamos qué hacía allí ni con quién estaba. No podíamos permitir que Lucy se dejase ver como si nada.

Nos acercamos más a Lucy, queriendo avisarle de que no hiciese ruido y que no saliese a la vista de la criatura. Pero entonces el minotauro hizo un ruido.

—¿Aslan?— preguntó Lucy con esperanza en voz alta.

Peter prácticamente se lanzó sobre ella. La niña no pudo gritar porque él había tapado su boca con rapidez y la había tirado al suelo detrás de una roca. Lucy, aún con la mano de su hermano en su boca, nos miró con los ojos muy abiertos. Yo le indiqué con un gesto que no hiciese ningún ruido mientras me agachaba junto a ellos.

Peter le indicó con la cabeza que mirara hacia arriba. La soltó lentamente y ella no tardó en mirar hacia el lugar donde el minotauro andaba tranquilamente. Gracias al cielo no le había escuchado. Los tres miramos al minotauro andar con paso lento, armado, y grande. Cuando se pasó más cerca, los tres jadeamos y nos agachamos de nuevo.

Peter puso un dedo en su boca para indicarnos que no hablásemos o hiciésemos algún sonido. No me dio tiempo a reaccionar o pensar en lo que él planeaba hacer hasta que se levantó en un segundo y desenvainó su espada en silencio. Apreté mi mandíbula con fuerza a la vez que veía cómo avanzaba detrás del minotauro con sigilo.

Pero entonces un cuerpo se interpuso entre él con un grito por el esfuerzo. Un chico moreno había lanzado una estocada contra Peter con otra espada, y ahora los dos se batían en duelo. Era joven y su piel, por lo que pude ver entre estocada y estocada, era bronceada. Iba vestido como alguien de la corte, pero tenía el cabello desordenado y la cara magullada. No podía ver bien sus rasgos pero definitivamente no era una criatura. Entonces, ¿qué hacía defendiendo a un narniano?

Miré con preocupación la escena y Lucy tragó saliva sonoramente a mi lado. Peter consiguió lanzar la espada del desconocido a un lado y cuando intentó rajar su cuello con la espada, el chico esquivó el golpe y la espada acabó clavada en el tronco del árbol que tenían detrás.

Peter intentó sacarla, pero el moreno fue rápido y le dio una patada a Peter en el costado. Tiró a Peter al suelo de manera dolorosa y ahí fue cuando supe que debía actuar. Me levanté de un salto mirando con enfado al chico que estaba atacando a Peter, y desenvainé mi espada.

El moreno de cabello largo ahora intentaba sacar la espada del tronco. Peter había agarrado una piedra para intentar golpearle en la cabeza con ella –qué sádico, también lo digo– mientras yo andaba con furia hacia el muchacho moreno.

Peter estaba llegando al muchacho y yo ya había alzado mi espada cuando Lucy gritó:

—¡No, parad!

Los tres nos paramos en seco para mirar a Lucy. Vimos que ella parecía preocupada por algo, y después nos giramos para ver qué era lo que pasaba. Pero lo comprendimos al instante.

Estábamos rodeados de narnianos. Había muchísimas criaturas: Faunos, enanos, animales, minotauros, centauros... Era una maravilla. Todos estaban vestidos de guerra y nos miraban con atención. Ahí estaban.

Sonreí sin poder evitarlo. Aún tenía la espada apuntando al muchacho de cabello moreno.

Lo miré y entonces vi que él me miraba a mi. Pero lo comprendí en cuanto vi sus ojos, y las facciones de su rostro.

—¿Príncipe Caspian? —Preguntamos Peter y yo a la vez.

Caspian y yo nos mirábamos fijamente con las espadas en alto. Sus ojos estaban muy abiertos. Estábamos paralizados.

—Dios mío, Audrey —dijo él con la voz en un hilo.

Bajé mi espada. Entonces los dos reímos con alegría al mismo tiempo y él abrió sus brazos a mi. Me lancé a ellos y nos fundimos en un caluroso y familiar abrazo. Jamás me imaginé estando en el mismo lugar que Caspian de nuevo, y mucho menos teniendo más o menos la misma edad. Jamás de los jamases. Pero ahí estábamos.

Había crecido en un chico alto, apuesto –muy apuesto– y fuerte. Había visto que era ágil con la espada y además habilidoso en la batalla. Me había sorprendido y ni siquiera lo había reconocido hasta que lo había mirado fijamente.

—No me puedo creer que estés aquí — murmuró contra mi cabello.

Yo sonreí con mi rostro en su cuello mientras le abrazaba con más fuerza. Se sentía extraño estar de esa manera con él. Yo siempre fui más mayor, y ahora... ahora él parecía más mayor que yo, incluso.

El corazón me latía con rapidez por la euforia que sentía en ese momento.

Nos separamos y nos miramos con atención, analizando nuestro estado.

—Estás... muy joven. —No pudo evitar recalcar.

Reí con nerviosismo.

—Ya ves que al final sí que era una bruja, como tú sospechabas.

—Siempre supe que hablabas en serio. —asintió sin dejar de mirarme— Pensé que estabas muerta. No nos dejaron siquiera despedirnos. No sabes lo que lloré por ti.

—Caspian, no me puedo creer que de verdad estés aquí. Esto es... indescriptible —sonreí ampliamente, sintiendo ganas de saltar de la alegría—. ¡Estás tan mayor!

—¡Y tú tan joven! Estás hermosa, si me permites decírtelo.

No pude evitar sentirme avergonzada ante sus palabras. Viniendo de él era raro, pues antes era una relación completamente diferente por nuestras edades. Ahora yo era una chica como él. E incluso mi mentalidad era de chica joven de nuevo. Era lo más raro que podía pasarle a alguien y yo lo estaba sintiendo. Me miraba de una manera un poco coqueta, cosa que realmente me sorprendió. No era el Caspian que yo había conocido.

Recordé que Peter estaba detrás de nosotros y me giré para mirarlo. Su camisa marrón estaba un poco descolocada, al igual que su cabello. Nos miraba con la mandíbula y los labios tensos. Sus ojos estaban muy abiertos y pasaban de Caspian a mi sin parar. No parecía agradarle lo que veía en ese momento.

Caspian también lo miraba ahora, recordando la batalla anterior.

No podía creerme que hubiera estado a punto de atacarle con la espada con anterioridad.

—¿Y tú quién eres? –le preguntó Caspian a Peter con los ojos entornados y con un tono de voz algo borde.

—¡Peter! —escuchamos que gritó Susan a la vez que llegaba a la escena corriendo, seguida de Edmund y de Trumpkin.

Se posicionaron junto a Lucy y nos miraron con confusión. Seguramente no se esperaban lo que tenían ante sus ojos. Yo guardé mi espada de nuevo.

Caspian leyó la inscripción de Rhindon y entonces pareció pensar. Miró de nuevo al rubio.

—Eres el Sumo Monarca —comprendió finalmente.

—Creo que me has llamado—respondió Peter con altivez.

—Sí, pero... Te creía mayor. —Caspian parecía nervioso.

Peter miró a Caspian con seriedad.

—Si lo prefieres, volvemos en unos años.

Tuve que reprimir la risa. Peter sonaba totalmente retador y pícaro. Cuando actuaba de esa manera me recordaba a Edmund.

—¡No! -dijo Caspian apresurado-. No importa. Es solo... que no sois como esperaba.

No perdí de vista la manera en que miró a Susan cuando dijo eso. Me giré para mirar a mi amiga, que ahora sonreía levemente y dudaba entre si mirarlo o apartar la vista.

Vaya, vaya.

Caspian podía ser realmente coqueto.

—Tampoco tú— le dijo Edmund, mirando intimidado al minotauro.

—Un enemigo común, un incluso a los adversarios —Habló una voz masculina pero calmada entre nosotros.

Esa voz se me hacía familiar...

Busqué a su emisor y di con quien yo esperaba ver.

—¡Buscatrufas!

Corrí hacia él me agaché a su altura reprimiendo las ganas de reír como una loca. El tejón me abrazó y sonrió complacido.

—¡No me puedo creer que os esté viendo a todos de nuevo!— exclamé.

—Yo también me alegro de veros, hechicera —me dijo él, separándose de mi y dándome dos pequeñas palmadas en la cabeza, como si yo fuese un animal.

—Veo que te conservas bien.

—No tanto como vos.

Bueno, eso no lo podía negar.

—Esperábamos con ansia vuestro regreso, alteza —habló alguien a Peter.

Miré a ese punto, y me asombré al darme cuenta de que se trataba de un ratón un poco grande para los que yo había visto a lo largo de mi vida, que además iba ataviado con una pluma roja en su cabeza atada a un anillo en su oreja, y un cinturón marrón de donde colgaba su espada. Era de lo más adorable.

—Mi gente y yo estamos a vuestro servicio —completó el pequeño su presentación, y la remató con una elegante reverencia.

Peter sonrió de lado mirando al ratón, seguramente pensado que era muy cuqui, como el resto.

— Hay que reconocer que es muy mono — le dijo Lucy a Susan.

El ratón rápidamente desenvainó su espada y apuntó a su dirección con expresión de enfado.

—¿¡Quién ha dicho eso!?

—Perdón —Murmuró Lucy, avergonzada.

—¡Oh! Ah... Majestad —el ratón parecía arrepentido de sus formas—, con el debido respeto, —hizo otra reverencia— opino que valiente, cortés, o caballeroso son adjetivos más apropiados para un soldado de Narnia.

—Al menos algunos sabéis manejar la espada —comentó Peter, haciendo referencia a la manera de luchar de Caspian.

Miré la escena con curiosidad, pues Caspian bajó la mirada guardándose sus palabras porque Peter era el Sumo Monarca. Los dos parecían tener una especie de rivalidad que se había formado en cuestión de minutos sin apenas conocerse. Aunque estaba claro que Peter tampoco ayudaba con sus comentarios.

—¡Sin duda! —respondió el ratón sin inmutarse a la indirecta de Peter—. He hecho gala de ello recopilando armas para vuestro ejército.

—Bien —Peter miró a Caspian y se acercó a él—, porque nos van a hacer mucha falta.

—Entonces, probablemente quieras recuperarla —Respondió Caspian sin apartar su mirada del rubio, refiriéndose a Rhindon.

Le tendió la espada bajo la atenta mirada del resto, y Peter la agarró con brusquedad para volver a envainarla. Miró a otro lado, específicamente hacia mi, y después comenzó a andar sin previo aviso por una colina esperando a que el resto le siguiéramos.

Los demás se pusieron en marcha para comenzar a andar.

Nos esperaba un camino de muchas noticias.

Caspian y yo nos sonreímos sabiendo que teníamos muchas cosas que hablar.


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:)

Espero que os haya gustadoooo
En mi opinión se vienen cositaaas
Os quiero

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