''FLESH AND BLOOD'': the mia x cedric au

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capítulo especial, universo alterno donde cedric vive. NO TIENE NADA QUE VER con la historia original, es solo un one-shot que se escribió a modo de "¿qué pasaría si...?" con cedric y mia.

¡espero que os guste!


the mia x cedric au

fresh and blood


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Mayo de 1997

MIA NO SABE CÓMO SUCEDE: sabe que debería haber prestado más atención cuando se enteraron de las Reliquias de la Muerte, pero nunca pensó que afectarían su vida. Un segundo, el mundo se rompe por las costuras, las paredes de Hogwarts se resquebrajan y se rompen cuando los mortífagos se abren camino hacia el colegio, mientras Harry se enfrenta a Voldemort por última vez y, justo cuando su cuerpo gris cae inerte al suelo, la piedra de la resurrección chispea, y una sombra familiar aparece detrás suya.

—¿Cedric?

Está de pie en el colegio, las llamas doradas brindan protección adicional mientras se mantiene firme. Su varita se desliza de sus dedos al mirar al fantasma de su mejor amigo frente a ella. Pero no es un fantasma. Es real, todo de carne y hueso. De alguna manera, la piedra lo escupió de la varita de Voldemort; no sabe por qué, si alguien más regresó, pero no cree que le importe. Frente a ella se encuentra Cedric Diggory, de veinte años, como los habría tenido si hubiera sobrevivido. Su cabello castaño claro está rizado en la parte superior de su cabeza y ella puede verse en el reflejo de sus ojos color avellana. Es más pálido de lo que solía ser, o tal vez se olvidó, pero todavía tiene una ligera capa de pecas en la nariz, y esa sonrisa... Ella recuperó su sonrisa.

—Yo... te extrañé —dice él.

Mia no sabe cómo reaccionar. Es como si estuviera soñando. Tal vez lo está... Tal vez ha muerto y no es real. Quizás este sea su paraíso. Quizás Cedric está parado con las alas ocultas y esté a punto de llevarla al cielo. Mia no se sorprendería si Cedric fuera su ángel de la guarda... Tal vez lo era...

—No eres real —susurra.

—Emilia —solo él la llamaba así. Todos, incluso sus padres cuando estaban vivos, la llamaban Mia. Cedric lo dijo primero como una broma, pero luego se transformó en lo que él usaba para llamarla en momentos tiernos. Su nombre completo sonaba como bebé cuando venía de él.

Pero no era él.

No —dice Mia, sacudiendo la cabeza—. Estás muerto.

—No sé qué ha pasado, pero soy yo —le dice—. He vuelto.

Mia no sabía qué hacer. Se sentía atrapada en una pesadilla. Esta debe ser la broma cruel de algún mortífago, su forma de torturarla antes de morir. Cedric Diggory está muerto. No puede estar aquí, frente a ella. Se ha ido. Lleva años pudriéndose en el suelo. La gente no puede regresar de entre los muertos así como así.

Él extiende la mano para tratar de tocarla, pero ella da un paso hacia atrás.

—Aléjate de mí —ella dice, retrocediendo.

—Mia.

Mia niega con furia.

—No sé lo que eres, pero Cedric está muerto. Tú no eres él. Déjame en paz.

La lucha termina unos minutos después, cuando los mortífagos se dan cuenta que su líder está muerto. El Gran Comedor se convierte de nuevo en una enfermería improvisada; Mia se sienta sola, al frente del pasillo donde solía estar la mesa de profesores. Puede ver a los Weasley celebrando lo que les queda. Puede ver a Archie, besando a Hermione por fin. Puede ver los rostros sorprendidos cuando la gente reconoce a Cedric, o al menos su rostro. Nunca antes se había sentido tan enojada.

Termina caminando hacia los Weasley para abrazar a Harry. Torpemente, habla con George y Fred mientras Briar la abraza. La señora Weasley pregunta si Mia lo ha visto y ella aprieta los dientes.

—Cedric está muerto.

Briar parece confundida.

—Mia...

—No está vivo —dice Mia.

Superó a Cedric hace años. Siempre lo amará, por supuesto que lo hará, pero está muerto. Lo ha aceptado ahora, ha aprendido a vivir sin él. No ha "vuelto", está jodidamente muerto.

Mia no se había sentido tan sola en años. No puede creer que todos estén acercando felizmente a este zombi en sus brazos, como si todo estuviera bien. No lo está. Alguien está aquí, torturándola. Cedric Diggory está muerto.

También comienza a alejarse de los Weasley, rindiéndose. No va a ser presionada para que acepte a este impostor, porque otras personas piensan que es real; nadie conocía a Cedric como Mia, nadie puede decirle si es real o no. Ven al zombi y creen que está bien. Pero no lo está. No lo está.

—Mia —oye decir a George después de haberla seguido.

Mia se detiene. Están en el pasillo, el arco de piedra frente a ellos mirando el cadáver de Voldemort y los miembros de la Orden desechándolo. Lo mira. Quiere llorar.

—No es él —susurra.

—¿Cómo lo sabes? —dice George.

—Porque... ¡Porque lo conozco mejor que nadie —frunce, enojada—. Ese no es mi mejor amigo, ¡lo puedo decir con seguridad! Cedric está muerto, y no sé qué es eso, esa cosa, ¡pero no es Cedric!

Ha empezado a llorar. Sabe que nunca volverán a estar juntos, pero al menos puede apreciar el hecho de que George siempre la hizo lo suficientemente cómoda como para sentir.

—Mira, sé que ya no me quieres, pero te conozco —dice George, frunciendo. Mia no siente nada más que ira. Deja de decirme lo que pienso—. Y creo que lo dices porque no quieres admitir que ha vuelto.

—Bien, genio, ¿por qué no querría admitirlo?

—Porque pasaste tanto para olvidarlo que no quieres que regrese.

Mia se burla.

—¿Así que lo quiero muerto?

—Actúas así.

Ella sacude la cabeza.

—Te equivocas.

—A lo mejor me equivoco, Mia —dice George, dándole una mirada—, pero ha vuelto, te guste o no. No te ha visto en años y lo estás rechazando por completo.

George se aleja, de regreso con sus amigos. Mia se queda en la mitad de las escaleras, le tiemblan las manos. Observa cómo la Orden se ocupa del cuerpo de Voldemort y recuerda la noche en que murió Cedric. Recuerda lo doloroso que fue sentir su corazón romperse así. Recuerda el grito del padre de Cedric. Recuerda el cadáver de su mejor amigo cuando Harry la trajo; recuerda cómo el cadáver yacía inmóvil sobre la hierba, los ojos vidriosos, los dedos sosteniendo su varita, congelados en el tiempo.

No puede regresar, y tal vez lo dice porque no quiere pensar en cuánto tiempo le tomó darse cuenta de que Cedric querría que ella siguiera adelante. ¿Cómo puede seguir cuando él ha vuelto? Mia ha vivido una vida en la que su novio Cedric murió y durante meses se sintió culpable de que le gustara otra persona; ha vivido una vida en la que perdió a su novio y siguió adelante, y tuvo una relación completamente nueva después. Pero la vida de Cedric se detuvo cuando ella todavía era suya. Y ahora que ha vuelto... es como si la hubieran casi engañado.

Pero no es él.

—Emilia —escucha de nuevo su voz.

Mia se cruza de brazos y dice:

—Dime algo que sólo él sepa.

El zombi se acerca y ella retrocede. Este no es su mejor amigo. Su mejor amigo está muerto.

—Bien. Cada vez que mientes, parpadeas... No puedes salir de casa sin ponerte vaselina. Tu magia emocional está más ligada al fuego por tu madre, porque la salvó, así que crees que te salvará a ti. Robaste la chaqueta de cuero de tu padre cuando escapó de la prisión y no fue a buscarte —Mia comenzó a protestar, pero la cosa continuó, como si demostrara algo—. Dijiste que la robaste porque querías vengarte al llevarte su chaqueta favorita, pero en realidad aún tenía su olor y querías sentirte cerca de él...

Ella niega con la cabeza y comienza a llorar.

—No —dice con la voz quebrada—. No eres tú...

—Emilia —le dice Cedric—, por el amor de Merlín, soy yo.

Mia lo mira y siente las lágrimas rodar por sus mejillas.

—Pasé página. Viví toda una vida sin ti. Yo... salí con George, dejé el colegio, mamá y papá murieron , no soy la misma persona que llamabas mejor amiga.

—Lo sé —dice Cedric—. Lo he visto todo.

Ella frunce el ceño.

—Oh, porque el cielo es real ahora, ¿verdad?

—No sé nada del cielo, pero he estado velando por ti.

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CUANDO LA GUERRA TERMINA OFICIALMENTE, MIA dice que cuidará de Cedric. "Yo cuidaré de él, estará bien conmigo," le dijo a la Orden. Parecían aprensivos, pero cedieron, pensando que era el sofá de Mia o dejar a Cedric en la casa de su familia, una que se estaba cayendo a pedazos, de todos modos, ahora que su madre murió poco después de él y su padre quedó miserable y enfermo en una residencia de ancianos para magos. Decidieron que sería injusto para Amos ver a Cedric ahora. "El impacto lo matará," decidieron por Cedric. "A veces, en estas situaciones... Ver a alguien después de haber muerto... Lo trae todo de vuelta. A Amos sólo le quedan unos meses, ahora será demasiado arriesgado."

Así que todo lo que Cedric tiene es Mia cuando llega a su apartamento con una selección de ropa que le han dado. Briar le permitió tener una buena mayoría de la ropa vieja de su padre, ahora que ha muerto, además de meter a escondidas algunas de las cosas viejas de Fred con la esperanza de que sean un poco más modernas. Briar le dice a Mia que trató de escoger la ropa estrictamente de Remus, salvo un par de camisetas sencillas: "Es injusto para ti, M, ver a Cedric en las cosas de George." Mia no lo dirá, pero está de acuerdo.

Solo tiene un baúl con la ropa de Remus. Sus padres tiraron todas sus cosas. Mia recuerda que su madre se lo contó. Cuando murió la madre de Cedric, Amos estaba tan abrumado por el dolor que, con una rabia terrible, tiró a la basura todo lo que le recordaba a ellos, casi culpando a la muerte de Cedric por la corrupción de la familia. Sin embargo, Mia pidió a los demás que no se lo contaran.

—Creo que me queda bien —dice Cedric, cuando aparece con un par de pantalones de color marrón claro y una camiseta blanca. Al parecer, también hay una chaqueta a juego.

Mia estuvo sentada en su sofá mientras bajaba las escaleras, habiendo dejado sus pertenencias en su desàcho. Se había ofrecido a conseguirle una cama para que él lo usara —ella había usado el espacio para organizar su negocio de joyería—, pero dijo que estaría bien en el sofá.

Ella lo mira y vuelve a apartar la mirada.

—Es necesario que te quites esos pantalones. Te queda muy largos. Pero la entrepierna... Están muy apretados alrededor de la entrepierna. Hay que acortarlos en los tobillos, pero ensancharlos un poco... en la... en la entrepierna...

—¿Cuánto vas a decir 'entrepierna'? —Cedric comienza a sonreír como solía hacerlo.

Ella no lo mira.

—Sólo digo.

—Bueno... podrías ayudarme, si quieres —sugiere.

—No sé.

—Mia —dice Cedric, débilmente.

—¿Cómo estás de acuerdo con todo esto? —dice Mia, finalmente, mirándolo.

Llueve afuera; dicen que va a ser una tormenta, por toda la humedad del año a principios de junio. Ya puede oír los truenos y el retumbar cayendo sobre Londres.

Cedric se encoge de hombros.

—Yo... no tengo otra opción.

Se sienta al otro lado del sofá. Todavía no se han tocado; Mia no lo permitirá. Trató de abrazarla cuando volvió y ella se negó. No quiere tocarlo. Todavía se siente extraña, como si estuviera viendo un fantasma. Tocarlo será demasiado ahora mismo.

—No vi lo que hacías hasta aproximadamente... Navidad, después de mi muerte —le explica. Mia abraza sus piernas, frunciendo—. Sabía que estaría mal verte al principio. Y sé que suena estúpido, porque estaba muerto, pero me mataba saber que podía verte, asegurarme de que estabas bien, pero no podía. Necesitabas tener espacio. Espero que no pienses que invadía tu privacidad, porque no siempre te miraba... Solo quería ver si estabas bien.

—¿Qué pensaste? —dice Mia.

—¿A qué te refieres? —Cedric frunce.

—¿Qué pensaste cuando viste a George?

Cedric hace una pausa. Le toma un momento antes de hablar; Mia piensa en todas sus ansiedades sobre lo que pensaría, cómo lo desaprobaría, y piensa, lo sabía.

—No... no me sorprendió.

Mia frunce.

—¿Qué?

—Vale, seré honesto: la noche en que morí por primera vez, intenté encontrarte. Y vi a Weasley abrazándote... Y vi a tus padres, hablando de que los Weasley iban a quedarse en casa de tu padre y pensé que pasaría algo —dice Cedric. Parece incómodo, piensa ella—. Tú no lo viste la primera vez que te gustó, pero yo sabía que a él le gustabas. No puedo contar las veces que lo vi mirándote muy obviamente... Así que pensé que os gustábais mutuamente otra vez, si es que paró una vez. Y no me importaba —Cedric se ríe entre dientes—. No puedes engañarme cuando estoy muerto, M.

—¿Es por eso que dejaste de buscar? —pregunta Mia.

Cedric asiente, luciendo incómodo de nuevo.

—Quería que siguieras adelante, pero mierda, todavía me mata verte con otra persona.

—Oh —suela en voz baja. Recuerda el verano después de su muerte y pregunta—: ¿Viste... viste cuando murieron mis padres?

—Si hubiera podido volver entonces, sí —le dice.

Mia lo mira, al otro extremo del sofá que cogió de la antigua casa de su madre, donde la tapicería comenzaba a deshilacharse en algunas áreas.

—Déjame ver tu ropa —le dice mientras se levanta—. La adaptaré.

—¿Ahora mismo?

—No tengo nada más que hacer —ella comienza a subir las escaleras.

El piso está encima de su tienda en el Callejón Diagon; originalmente tenía tres pisos, pero dejó el inferior para la tienda. Ahora, el piso estaba en los dos superiores del edificio: el piso superior alberga su dormitorio (vestidor adjunto, por supuesto), su despacho y un baño. El baño es verde pistacho de arriba a abajo, lo que hace feliz a Mia.

Su tienda también tiene un sótano, pero necesita limpiarlo. Compró el lugar durante la guerra, después de vender la casa de su madre, pero no quería abrir la tienda en caso de que fuera bombardeada. Había pasado su tiempo diseñando piezas y descubriendo la marca; estaba lista, pensó, sólo quería esperar hasta saber que todo estaba sano y salvo para siempre.

Ella revisa su ropa (se siente rara, llamándola suya cuando obviamente no lo es) y la adapta en consecuencia. Afortunadamente, encontró un hechizo hace un par de años que estiró la tela, para poder solucionar el problema de la entrepierna.

—Podemos ir de compras —dice Mia, mientras cose las perneras de los pantalones de Cedric. Son de color oliva con costuras marrones. Hay una chaqueta a juego, como con el resto de los pantalones, y en secreto, a Mia le hubiera gustado que le hubieran concedido esta gran colección de chaquetas—. Y buscar ropa que te guste...

—Me gusta esta —responde Cedric.

Mia enarca la ceja.

—¿En serio?

—Sí —dice Cedric—. Parecen de mayor, me gusta.

—¿Estás... seguro? —dice Mia, frunciendo el ceño.

Cedric comienza a reír.

—No lo diría si la odiara. Aunque estaría bien tener unos jeans, pero esta ropa es bastante bonita... ¿No te gusta o algo así?

Mia niega con la cabeza.

—Oh, no, creo que es bonita —dice, y Cedric comienza a sonreír. Ella siente que se sonroja—. Sabes a lo que me refiero. Es solo que no sabía si te sentías raro, con ropa que no se sentía como la tuya.

—Sé que hace tres años que no estoy, pero creo que maduré un poco cuando estuve allí —hace un gesto hacia arriba. Mia todavía no cree en el cielo, pero sabe lo que quiere decir—. No lo sé, esta ropa me hace sentir mayor... aunque me encantaría una camiseta de Nirvana.

Justo cuando lo dice, Mia termina de coser los pantalones. Se pone de pie y desaparece en su habitación. Un par de minutos más tarde, regresa con una camiseta color crema.

—Me quedé la tuya —dice.

Cedric mira el gráfico de la portada del álbum In Utero, que desde entonces se había borrado un poco. Luce... sorprendido, piensa ella.

—Te la puedes quedar —dice ella, y extiende las manos para dársela.

Cedric se acerca para tomar la camiseta y sus dedos se rozan. Mia se congela, sorprendida de lo frío que está ahora.

—Sí, eh —él dice, habiéndose dado cuenta—. Hablé con Harry... Se ve que es un efecto secundario por volver.

—¿En serio? —Mia frunce.

Cedric asiente, agarrando la camiseta.

—Espera —dice ella, y extiende la mano para sostener la suya. Él duda, sabiendo cómo se había negado a tocarla, pero extiende su mano libre y se aferra a la de ella.

Olvidó cómo se sentía.

Suena tonto, sabe que sí, pero sostener sus manos se sentía diferente a las de George, Oliver o cualquier otra persona. Para ella era extraño volver a tomarle la mano, porque se sentía tan... tan raro. Había pasado tres años aceptando que nunca volvería a verlo, que nunca más lo abrazaría y, sin embargo, allí estaba. Todo lo que le había sido arrebatado estaba de vuelta.

Y piensa que se alegra por ello.

—Te extrañé —dice Mia finalmente.

Cedric sonríe.

—Yo igual.

Ella lo mira y envuelve sus brazos alrededor de su pecho, abrazándolo. Él le devuelve el abrazo y, de nuevo, se siente como si estuviera abrazando a un fantasma. Sabe que es Cedric abrazándola, su forma manteniéndola apretada en sus brazos, sintiendo su pecho contra su cabeza. También solía haber calidez, pero ella supone que ahora se ha ido... Pero lo tiene de vuelta, así que ya no le importa. Tiene a Cedric de vuelta.

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JUNIO PASA A JULIO, Y ANTES DE QUE MIA lo sepa, comienza agosto. El sol sigue caliente, salvo por un par de días de lluvia de vez en cuando, y aunque Mia todavía no ha arreglado sus cosas y ha abierto esta maldita tienda, ha pasado mucho tiempo con su mejor amigo. Terminaron yendo de compras, y una noche de agosto, justo cuando la lluvia comenzaba a caer de nuevo, Mia se encontró sentada frente a Cedric en la mesa del comedor.

Habían estado bebiendo, Mia desea aclarar. Salieron a Londres por la tarde y cuando regresaron, bebieron un poco más mientras preparaban la cena; tal vez Mia empeoró las cosas haciendo la pasta de tomate con vodka, pero Cedric se rió y pensó que era divertido, abrazándola por detrás mientras intentaba cocinar. No estaban juntos, pero se acercaban, Mia lo sabía.

Terminó su bebida, vodka de arándanos, y cuando se levantó para tomar otra, Cedric la siguió, trayendo los cuencos vacíos. Los puso en el fregadero para lavarse por la mañana mientras Mia se servía otro trago.

—¿Qué crees que hubiera pasado si no hubieras muerto? —cuestiona Mia.

Cedric frunce.

—Bueno... tal vez un montón de cosas.

—Me refiero a nosotros —dice ella, sintiéndose de repente muy egoísta.

—Ah. ¿Tú... qué piensas?

Mia se ríe torpemente.

—Pensé que habríamos roto. Quizás hubiéramos vuelto, pero no sé, nada dura cuando estás en el colegio.

Está apoyada contra la encimera de la cocina y él está junto a ella, con las manos en el fregadero. Él la mira.

—Ya no estamos en el colegio —él le dice.

Mia lo mira. Cedric la mira. En silencio, se seca las manos con el trapo y se mueve para pararse frente a ella.

Él mete un mechón de su cabello detrás de su oreja, una mano ahuecando su rostro, la otra descansando en su cintura. Se inclina y Mia siente como si estuviera esperando una eternidad, pero finalmente la besa.

Quiere decir que es lo mismo que sus antiguos besos, pero no. Sus labios están fríos, claro, pero esto es diferente. La besa sabiendo que ha habido una brecha de tres años, que nunca pensaron que esto volvería a suceder. La besa, sabiendo que siempre la ha amado, sabiendo que pasó tres años cuidándola, porque eso era lo más cercano que podía estar. Él la besa y ella sabe cuánto significa, porque para ella es así también.

Mia había aceptado que nunca volvería a tenerlo. Había aprendido que si quería vivir tendría que seguir adelante; él estaba muerto, así que tendría que vivir por él. Si seguía adelante y vivía la vida que se merecía, su mejor amigo estaría orgulloso de ella, sería feliz. Pero todo ha cambiado. Ahora, está de regreso, con sus manos en su cintura, su lengua en su boca, y ella no sabe cómo pudo haber pensado que podría vivir sin él.

Porque Cedric es todo para ella.

Y Mia para él.

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