❁; capítulo catorce

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Harry todavía no lo puede creer.

Aun piensa que está soñando, considera que todo lo sucedido en el Halloween fue producto de su fantasiosa imaginación y jura que en ningún momento Louis y él se confesaron lo que sentían el uno por el otro.

Sin embargo, esa es su realidad.

Puede decir oficialmente que su mejor amigo de la infancia es ahora su novio, y el título suena tan dulce en sus oídos que duda poder resistirse a repetirlo una y otra vez.

Está feliz. O si acaso existe otra palabra que pueda definir una alegría desmedida, bueno, esa sería la adecuada para describir su estado de ánimo actual.

Luce radiante, su semblante está más iluminado que nunca, el brillo en sus ojos es más intenso de lo habitual y sus mejillas se mantienen tan rosas que cualquiera moriría por pellizcarlas.

El camino a la escuela no es diferente, ir en el asiento trasero es algo que ya está establecido y ponerse el cinturón de seguridad también es un requerimiento fundamental.

Todo sería común y no habría algo diferente al interior del auto, si no fuera porque la mano de Louis no ha soltado la suya en ningún momento.

Generalmente lo hacen, casi siempre se toman de la mano al caminar o cuando la situación lo amerita, pero tener los dedos entrelazados mientras simplemente observan los demás carros por la ventana, es un detalle nuevo que resalta.

Parar de sonreír no es una opción esa mañana.

—Oye, ratón —Louis aprieta ligeramente su palma y hace que volteé a verlo—. ¿Cuándo tienes dentista?

Él pestañea, saliendo del ensimismamiento que lo encapsuló por unos segundos.

—¿Eh?

—¿Cuándo tienes cita con tu dentista?

Ah, no lo sé... —Su nariz se arruga, al tiempo en que se asoma por la separación de ambos asientos delanteros—. Mamá, ¿cuándo tengo que ver a la doctora Amélie?

Lisa levanta la vista para observarlo por el espejo retrovisor.

—El miércoles, amor.

Él asiente, agradeciendo con una leve sonrisa mientras regresa a su posición.

—Ahí lo tienes —Lo contempla nuevamente, curvando aún más las esquinas de la boca—, el miércoles.

Louis también sonríe y su pecho sube al inhalar con profundidad.

—Perfecto, entonces si podré acompañarte.

—¿Acompañarme?

—Sí —Parpadea con sutileza, e inclina la cabeza hacia la derecha—. ¿No puedo ir contigo?

—Claro que puedes, pero... —Frunce un poco el ceño, ante la extrañeza que le provoca la repentina propuesta—. ¿Por qué? ¿Quieres cambiar de dentista?

—No, mí doctor me trata bien —reitera, y sin darse cuenta, su pulgar ya reparte finas caricias en el dorso de la mano ajena—. Solo quiero ir contigo porque sé que te pones nervioso en el consultorio.

A Harry se le traba el aliento, tanto por la noble consideración, como por el roce en la piel que cubre sus nudillos.

Uh, sí... —musita, hundiéndose los dientes en el labio inferior—. El ruido de la maquinita siempre me hace temblar.

—A todos, pero si estoy ahí, tal vez te puedo sujetar así —Afianza juguetonamente el agarre que comparten—, y quizá eso ayude, ¿no?

Bueno, él menor apenas puede jalar aire con normalidad.

El corazón le está latiendo muy rápido y por ende, teme que Louis se de cuenta de todo lo que causa en él con un simple toque.

—Sí, sin duda lo hará —Siente que la garganta le raspa y tiene que aclararse la voz—. Mamá, ¿Lou puede venir con nosotros?

—Por supuesto, pimpollo —Ella accede, buscando el contacto visual con el castaño a través del reflejo—. Solo revisaré la hora de la cita y te avisamos, Lou, para que estés listo cuando pasemos por ti.

—¡Sí! —La emoción reluce en su tono—. Muchas gracias.

Una vez más, Harry no lo puede creer.

Le resulta increíble que ese chico tan dulce y atractivo sea su novio. Necesita urgentemente que alguien lo pellizque, porque si todo se trata de un simple sueño, cuando despierte llorará hasta quedarse seco.

Es difícil asimilar que las cosas ya son de ese modo, no puede dejar de pensar en lo afortunado que es y hasta considera que la vida por fin está poniendo todo en el lugar correspondiente.

El suyo, es a lado de Louis.

Y diablos, le debe una muy grande al destino porque esta vez lo favoreció sin pedirle nada a cambio.

Con el pecho colmado de sentimientos, Harry regresa la vista hacia la ventana, suspirando cuando el auto de su madre gira en la esquina de la avenida principal.

Alcanza a ver los edificios en los que la escuela está establecida, hay varios estudiantes caminando por la acera hacia la puerta de acceso y él ya se está mordiendo la mejilla interna, percibiendo un aumento en los nervios que ya tenía desde que salió de su casa.

Su buena suerte sigue rindiendo frutos esa mañana, pues su progenitora encuentra un espacio para estacionarse a unos metros del portón, lo cual significa que no deberán caminar mucho.

Con la gran habilidad de maniobrar que Lisa posee gracias a su experiencia al volante, aparca el auto con calma, acomodándolo en el espacio designado y posteriormente, apaga el motor junto con el radio que continuaba sonando de fondo.

—Bien, hemos llegado —tararea, al sacar las llaves de la hendidura y tamborilea sus dígitos en el volante—. Última oportunidad, ¿no necesitan material de la papelería o algo así?

Ambos muchachos niegan, esta vez si compraron todo lo necesario para sus clases.

—No, yo si traje todo lo que me pidieron.

—Yo también, señora Styles.

—De acuerdo, no vayan a dejar nada en el asiento —Ella les recuerda, porque la semana pasada tuvo que regresar a entregar una cartulina que olvidaron—. Hazz, ¿tus pompones?

El rizado palmea su pequeña maleta de deporte.

—¡Aquí! Los traigo con el uniforme para entrenar.

—Perfecto, todo listo entonces —La mujer sonríe al desabrocharse el cinturón y ahora es ella quien se gira, asomándose por el hueco de los asientos delanteros—. Solo, ¿podrían regalarme un minuto antes de que se bajen?

Sus ojos verdes escrutan a los dos chicos que vienen sentados en la parte trasera del auto y no puede evitar reír cuando repara la rápida mirada confusa que ambos comparten.

—Sí, mamá —Sintiéndose un tanto descolocado, Harry es quien toma la palabra—. ¿Qué pasa?

—Miren, mis amores, hay algo que quiero decirles —Realiza un chasquido al tronar la lengua contra el paladar y tuerce la boca con levedad—. Ustedes saben que Julieth y yo estamos muy felices porque finalmente ustedes están juntos, de verdad, a ambas familias nos da mucho gusto que por fin tengan un noviazgo así de bonito.

Louis y Harry pestañean al mismo tiempo, aturdidos con la inesperada confesión.

Honestamente no les cae de sorpresa, ellos ya sabían que la noticia había sido muy bien recibida porque hasta sus padres los felicitaron, pero sí les parece raro que el tema se toque de forma tan repentina y a quince minutos de empezar su siguiente semana de clases.

Uhm, sí... —sisea el ojiazul, y por alguna razón, sus palmas comienzan a transpirar—. Lo sabemos.

A Harry no le incómoda percibir la humedad ya que él está pasando por una situación similar.

—Por eso mismo quiero decirles esto —reanuda, con una sonrisilla más angelical que de costumbre—. No permitan que nada ni nadie les haga sentir mal por la decisión que tomaron.

El ceño de Louis se frunce al instante, exhibiendo su desconcierto.

—¿A qué se refiere?

—Corazón, no todas las personas piensan como nosotros —Menea la cabeza para resaltar su discurso—. Hay gente que tiene ideas distintas, cada mente es un mundo y eso puede causar que otras personas no entiendan lo que ustedes sienten.

—Pero no estamos haciendo nada malo...

—No, no lo están haciendo y por eso les repito que no dejen su felicidad en manos de otros —Se acomoda un mechón suelto del cabello por atrás de la oreja y deja caer los hombros—. No discutan con nadie, y cualquier mal comentario, solo ignórenlo, ¿bien?

El par de chicos afirma, aunque Harry no se siente tan convencido con los consejos recibidos.

Hay un par de dudas nublando sus pensamientos y eso no es bueno.

—Vale, entonces ya está —En cambio, Lisa finaliza con su intervención y regresa a su puesto de conductora—. Tengan un bonito día, pimpollos.

—Gracias, mamá —El ojiverde farfulla, sujetando las correas de su mochila y de la maleta de deporte—. Nos vemos en la tarde.

Louis hace lo mismo, cargando con todo su equipo de americano y colgándose la mochila en un brazo.

—¡Hasta luego, señora Styles!

—Cuídense mucho.

Las puertas traseras son abiertas, y ambos jóvenes se bajan con dificultad del coche, pues siempre es un lío descender con las dos manos ocupadas.

Cuando lo logran, depositan sus cosas en el suelo y hay una despedida más a base de señas que Lisa devuelve, arrojándoles un beso antes de encender otra vez el motor. No obstante, el auto se mantiene estático por un rato, pues ella siempre se espera para verificar que sus chicos entren a las instalaciones escolares.

Harry y Louis ya van avanzando hacia la entrada, con sus mochilas descansando sobre la espalda y la maleta extra siendo sujetada por una sola mano.

Y tal vez el mayor está exagerando, pero de un momento a otro, siente que la chispa de su mejor amigo se ha esfumado.

Lo ve de reojo y considera que es fuera de lo común que no vaya hablando hasta por los codos. Eso de ir callado, con la cabeza agachada y la vista fija en sus tenis, definitivamente no es normal.

Al ingresar al colegio tienen que saludar a los guardias que día a día les permiten la entrada, mostrándoles sus credenciales como evidencia de que ellos estudian ahí y continuando con su ruta en cuanto les permiten el acceso por los torniquetes.

Tomarse un descanso también es parte de la rutina, pues siempre que traen sus pertenencias para las prácticas, se estacionan en una de las bancas que hay en la periferia. Lo único malo de esta ocasión, es que el silencio se ha prolongado más de lo que le gustaría a Louis.

Y la verdad, es que él necesita saber que es lo que está pasando por la mente de Harry.

—¿Y bien? —Mueve las cejas hacia arriba, quedando a la expectativa—. Te llevo a tu salón y de ahí me voy al mío, ¿de acuerdo?

Sin embargo, el menor está navegando en sentido contrario.

Mhn... ¿Te parece si mejor me adelanto? —sisea, sin levantar la cara.

Por lo visto, el suelo es un punto muy atrayente.

—¿Te adelantas? —Lo cuestiona y varios pliegues aparecen en su frente—. ¿Por qué?

—Pues tú también tienes clases y vas a llegar tarde si me acompañas, ¿no?

—¿Qué? Aún quedan como diez minutos. Además, todos los días te llevo a tu salón, ¿por qué no quieres que te acompañe hoy?

Harry resopla, sin saber que demonios está haciendo.

Peor aún, ni siquiera entiende por qué está actuando de esa forma.

—No, sí quiero que me acompañes, pero... —Hace una pausa para relamerse los labios—. Es que no sé.

—Bien, ¿qué sucede? —Su pregunta es directa, no quiere andarse por las ramas—. Venías muy feliz en el auto, y ahora estás así, ¿qué tienes?

Otro resoplido emana del rizado, hay una inspiración profunda y luego de sentirse un poco menos patético, se aventura a mirarlo.

—Lou, yo no quiero que nos hagan la vida difícil por ser... lo que somos.

—¿Lo que somos? —Solo una de sus cejas se levanta en acto reflejo—. ¿Qué somos para ti?

—Pues... —titubea, al batir las pestañas con lentitud—. Tenemos otras preferencias, ¿no?

—¿Y eso es malo?

—No, pero mi mamá tiene razón. No todos están acostumbrados a esto, y nuestros compañeros... Quizá ellos no lo van a entender.

Louis abre y cierra la boca un par de veces, como si quisiera decir algo que no logra estructurar.

Le toma alrededor de treinta segundos analizar, entender y digerir el aparente miedo que su ratón siente, ya que sí se lo preguntan, es algo que no veía venir.

—Harry, ¿por qué te preocupa? Eres mí novio y yo soy tú novio —masculla, con rotundidad—. Nos gustamos, me gustas desde que te conocí y eso es lo que debería importar. Siempre hemos sido muy unidos y toda la escuela lo sabe.

—Sí, todos saben que somos mejores amigos...

—Y lo seguimos siendo, somos los mejores amigos que se hicieron novios, ¿qué tiene de raro? Es algo muy normal, y pensé que estabas alegre por eso.

Los párpados del menor se extienden, pues no puede permitirse sembrar una idea errónea.

—¡Lo estoy! Por Dios, Louis, ¿sabes cuánto tiempo he esperado este momento? —gruñe, al sentirse frustrado consigo mismo—. Yo soñaba con algún día poder decir que tu eras mi novio, de verdad, ¡yo anhelaba que este día llegara!

—¿Y por qué ahora te comportas como si te diera vergüenza? —contrapone, más confundido que nunca con su actitud—. ¡No estamos haciendo nada malo!

—Ya lo sé, ¡y no me da vergüenza! Pero esto es un cambio muy grande para nosotros.

—¿De verdad? Lo único que va a cambiar es que ahora nos podemos besar a la hora que sea, porque lo demás seguirá siendo como siempre ha sido. ¿Nunca te diste cuenta de que ya nos tratábamos como algo más? Hazz, todo el colegio siempre supo que había algo entre nosotros, y créeme, nos tardamos en llegar a este punto.

La mandíbula del rizado tiembla, percibiendo como su garganta se contrae.

—Sí, supongo que no será una sorpresa para varios —bufa, rascándose la punta del codo—. Solo... No quiero que te sientas raro o que pienses que tu vida va a ser diferente por estar conmigo de este modo.

Louis quiere estrellarse la palma abierta en la frente.

O en un caso extremo, pensaría en estampársela a Harry por pensar en cosas tan absurdas.

—Mi vida es diferente desde que tu llegaste a ella, la cambiaste para bien —dice, con toda la honestidad que puede albergar—. No hay otra persona con la que quisiera estar, ¿comprendes eso?

—Sí —Mantiene la espalda derecha, demostrando la seguridad que se creía perdida—. Porque yo me siento igual contigo.

—Bien, en eso podemos estar de acuerdo —Se cubre el torso al cruzarse de brazos—. Así que por favor, dime de una vez si te arrepientes de aceptarme como tu novio, porque yo-...

—¡No, nunca me arrepentiría! —Se adelanta a responder, olvidándose de su boba inquietud—. Me gustas mucho, muchísimo, ¿qué no se nota?

Inevitablemente, el rostro del mayor se pone del mismo color que un tomate maduro.

—Claro que lo veo, y aparte lo siento —Ignora el fastidioso calor en sus mejillas—. Por eso me asombra un poco que pienses en lo malo y no en lo bueno.

—Lo sé... —Cierra los ojos, mientras niega varias veces—. Creo que eso no va conmigo, ¿cierto?

—De hecho no. Además, es claro que yo te voy a defender de cualquiera, tú solo tienes que decirme si alguien te molesta y yo me haré cargo.

Harry no se limita a sonreír con calidez.

Su mirada comunica que la felicidad está volviendo a ser su principal emoción.

Uy... ¿Los demás deberían tenerle miedo al mejor jugador de americano?

—Deberían —canturrea, con vacilación—, porque si se meten con mi porrista favorito, van a estar en problemas.

Otra vez están en sintonía.

La risa traviesa que ambos exhalan se convierte en la tijera que corta la fatigante tensión.

—Te quiero mucho, Lou —El menor asume su error, luego de recobrar la confianza en sí mismo—. Lo siento, es que a veces pienso de más y sentí un poco de temor.

—No te preocupes, ratón, te prometo que nada va a ir mal —Le entrega un encantador guiño de ojo—. Estoy casi seguro de que esto es algo que la mayoría espera.

—Sí, creo que sí. Y lo ideal es mostrarles que no están equivocados.

—... Eso me gustaría.

En definitiva, esa conversación era lo que les hacía falta para estar completamente bien.

Harry ya no se siente inquieto y Louis ya no tiene dudas sobre el gran paso dieron.

Por eso mismo, continúan tomándose de la mano al caminar por el patio de la escuela, sin tomarle importancia a los cuchicheos que de repente se han empezado a colar por sus oídos.

Y es que vamos, nada tendría que ser diferente, ellos son de los que siempre se demuestran el cariño en público y la comunidad estudiantil ya conoce el lazo tan fuerte que los une.

Todo debería seguir así, pero esta vez, hay vistazos discretos y otros más obvios que tienen el mismo propósito: confirmar si el rumor que esparció en el plantel sobre su relación, es cierto.

Tal vez alguien escuchó la conversación que tuvieron la noche de la fiesta, quizá alguien los vio besándose luego de hacerse novios o a lo mejor no fueron lo bastante cuidadosos porque terminaron dándose un segundo beso en la casa del terror, a la que por cierto, si terminaron entrando.

Existen un montón de suposiciones que ellos van a desmentir o a comprobar.

—Jesucristo —El ojiverde susurra, al apretar los dedos en la correa de su maleta—. Todos nos están mirando, ¿cierto?

—Claro que sí —contesta Louis, sonriendo de forma triunfal—. Y no tienes idea de lo mucho que me gusta eso.

—¿Te gusta ser juzgado por los demás?

—No, me gusta que se den cuenta que tú ya me elegiste a mí.

Por favor, si Harry sigue recibiendo ese tipo de comentarios, seguramente terminará en urgencias.

Su corazón va a colapsar de tanto amor.

—¿Estás muy orgulloso de eso? —pregunta, ignorando el peso abrumador de las miradas.

—Por supuesto —replica, empujando la puerta del edificio "B"—. ¿Sabes cuantas personas te consideran uno de los chicos más bonitos de la escuela?

—Tonterías —Entorna los ojos, en tanto ingresa al inmueble dónde se halla su salón—. Eso no me interesa.

—A mí tampoco debería interesarme, pero he oído a muchas niñas y niños decir que tienes una cara preciosa.

—Bueno, ese es solo su punto de vista, ¿no?

—Yo creo que es la realidad —pronuncia, dándole un breve vistazo—. Sí tienes una cara preciosa.

El rizado cabecea y consigue esconder la sonrisa traicionera que está a punto de apoderarse de su faz.

—¿Quieres dejar los cumplidos? —suplica, padeciendo de otra ola de calor intenso en los pómulos—. Es horrible traer los cachetes rojos por tu culpa.

—Jamás, te ves muy bonito así.

—¡Basta!

Louis se carcajea, antes de darle la tregua que solicitó.

Finalmente han llegado al salón en el que Harry toma sus materias, así que la hora de despedirse por un rato se aproxima.

Ambos se asoman al interior del aula, escaneando el entorno para ver cuantas bancas hay libres y ya no les parece raro que todos los alumnos, sin excepciones, los observen con curiosidad.

Ya pasaron por un patio y un pasillo repleto de murmullos, así que eso es algo menor.

En su inspección, el ojiverde se encuentra con tres de sus amigas, las cuales también lo están contemplando con muecas difíciles de descifrar. Sin embargo, una de ellas señala el pupitre que le apartaron para que él pueda sentarse cerca de ellas.

—Bien, vengo por ti cuando la clase termine, ¿sí? —Louis puntualiza, enfocándose nuevamente en él.

—Sí, o si yo salgo antes, te voy a buscar a ti —concuerda, al enseñar los delicados hoyuelos en sus mejillas—. Como siempre.

El mayor también sonríe y después de exhalar, al fin lo suelta de la mano para poder cambiar la ubicación de la suya.

—Ten bonito día, ratón —Con suma blandura, lo sujeta por el mentón—. Te quiero.

—Y yo a ti, súper Lou —Su respiración se entrecorta, anticipando de algún modo lo que está por suceder—. Nos... Nos vemos más tarde.

—Sí.

Tal vez una sola acción es suficiente para que las habladurías culminen.

Todos deben de saber que ellos están juntos realmente y la mejor manera de confirmarlo, es con un dulce roce de labios que si causa revuelo a su alrededor.

Un beso como despedida no le viene mal a nadie, Harry y Louis siempre han visto que sus padres lo hacen cuando tienen que separarse. Es algo corto, apenas un toque suave entre sus bocas, lo suficientemente bueno como para que los dos tengan una sonrisa enorme hasta que se vuelvan a ver.

El menor está volando, siente que está pisando las nubes y se halla tan absorto en su felicidad, que nunca se percata de los diversos gestos que lo reciben cuando entra al salón después de que Louis se va.

La alegría con la comenzó el día ha regresado y sus amigas pueden notarlo por la cara de idiota que tiene mientras descansa en el asiento que le fue apartado.

—Hazz... —Una de las chicas se atreve a indagar—: Entonces, ¿es cierto?

Sus pestañas se mueven con prisa y al recobrar la noción, su entrecejo se profundiza.

—¿Qué cosa?

—Que tú y Louis son novios.

Tranquilamente, saca una buena cantidad de aire por la nariz y se encoge de hombros

—Las noticias vuelan, ¿no es así? —bromea, al abrir su mochila para sacar su libreta de biología.

—Vaya... —Otra de sus amigas masculla—, creímos que era un rumor.

—Pues no lo es, chicas. Es cierto que Louis y yo somos novios desde el viernes.

—... ¿De verdad?

—Sí.

Ya no le importa si a partir de hoy lo ven como un bicho raro.

Es feliz y nadie se lo va a arrebatar.

—¡Ay! —El chillido de su compañera le hace saltar en su asiento—. ¡Tienes que contarnos todo!

—¡Eran tan obvios, por Dios! —La segunda se incluye al repentino festejo—. ¡Que lindos son!

—¡Yo se los dije! —Por último, la tercera bombea un puño al aire—. ¡Ahora me deben dinero!

Harry tarda un instante en procesar.

Ahora está mirándolas como si ellas fueran los bichos raros.

—¿Qué? —Su gesto se deforma, dando paso a una mueca de perplejidad—. ¿Dinero?

—¡Sí! Hace un montón aposté que tú y Louis terminarían siendo pareja, ¡y acabo de ganar!

—...¿Apostaron?

—Así es, ¡es que yo lo sabía!

Perfecto.

Eso no lo esperaba en ningún sentido.

—¿Nos contarás como fue?

—¡Por favor! —insisten una vez más—. Queremos detalles.

El rizado se muerde la lengua, sintiéndose apenado por haber cuestionado la amistad tan pura que tiene con las porristas.

Su círculo social es sólido y nadie que en verdad lo aprecie le hará sentir mal por sentir atracción hacia alguien de su mismo sexo.

Debe dejar de preocuparse por el "que dirán", porque él también tiene derecho de experimentar lo que es el primer amor.

Su primer y único amor.

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Bestieeees, hola! 💘 aquí les dejo actualización larga, espero les haya gustado, porque a partir de aquí, nos vamos al bachillerato y a la universidad con estos dos 😭🩷

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